Como he relatado en otras oportunidades
me dicen Kitty, ya tengo 19 años y un cuerpo bastante lindo según
dicen; 1.60, piel de durazno y tetas grandes. Cabellera rubia de nacimiento
y larga hasta un poco más debajo de los hombros (creció en
este tiempo) . Hace más de un año que me ocurrió algo
que no puedo sacarme de la mente.
Para el que no sepa, soy hija única
de padres que murieron después que cumplí los 15 (un accidente
vial), desde entonces he vivido con la tutela del abogado de mi familia
que me provee de todo lo que me hace falta, pero vivo en mi casona sola
como les contaba.
Creo ya haber comentado mis inicios
en esto del sexo y todas las cosas que pueden llegar a suceder entre mujeres,
Laura y Marita de verdad eran unas maestras espectaculares. O al menos
eso es lo que yo pensaba en ese Diciembre del 99. Como suele ocurrir con
las relaciones basadas en sexo las cosas se ponen rutinarias y no hay nada
que pueda llegar a mejorarlas, a menos que en esa vorágine de piel
y sudor surja el amor.
Eran los últimos días
del 99 cuando ya estaba un poco harta de esta vida que estaba llevando
a mis 17 añitos, que ya contaré después en qué
terminó y de que forma. Decía que me encontraba en esos días
del año en los que uno trata de evaluar qué es lo que hizo
de positivo y aquello negativo cuando mi abogado vino un día a entregarme
el cheque para los próximos 2 meses, como solía ocurrir el
cheque era de casi un cuarto de millón de dólares. Pensé
para mis adentros qué afortunada había resultado al ser hija
de personas con plata y también me cruzaban los pensamientos acerca
de realizar un viaje y alejarme un poco de la ciudad y el lujo.
Días antes de las festividades
de año nuevo, no tenía a nadie con quien festejar y menos
para abrazar y darle un saludo de cariño, me encontraba solicitando
pasaporte y visas para países del Caribe, al fin me decidí
por hacer mi viaje a Panamá. Tardaron 10 días para entregarme
los papeles y me encontraba en el avión observando a esas hermosas
mujeres vestidas de azul y pensando en lo lindo que se la pasarán
viajando de aquí para allá cogiendo con personas diferentes
en cada ciudad que visitan.
El vuelo con destino Panamá
estaba ya en marcha y me encontraba contenta de que no había observado
a ninguna cara conocida en el avión. Esta aventura sería
solo para mí y para esa cosita que llevamos todos dentro que se
llama ego.
Me pareció despegarme de
muchos sentimientos contradictorios a medida que veía elevarse el
aeroplano por encima de las nubes..., estaba en esos pensamientos cuando
la seductora sonrisa de una de la azafatas me arrebató la concentración
dirigiéndola hacia ella.
- ¿Estas bien, bebé?
¿Necesitas algo?. Me dijo con una de las mejores sonrisas que había
visto en mi vida. Era como de unos 36 años, de 1,80, ojos azules
mirada suave como la de mi madre. - - ¿Por qué, bebé?
Le pregunté un poco enojada. - - Pero si eres chiquita mi amor,
debes tener ¿cuántos? ¿16? - - ¡Tengo 19!, le
dije frunciendo el ceño y originando una sonrisa aún mayor
en su hermoso rostro. - - Bueno, siento si herí tus sentimientos,
es sólo que... tengo una hija que igual a ti y como te observé
con ese vestidito pareces muy niña. - La situación pareció
volver a la normalidad dejando que ella me alcanzara todo tipo de chocolates
y dulces. Pidiéndome disculpas por la situación embarazosa
que me hizo pasar delante de todos.
Las horas pasaron muy lentamente
en ese avión que atravesaba el continente como si fuera un cóndor
observándolo todo desde arriba. Debíamos hacer escala en
Bogotá para luego hacer el último tirón hasta Panamá.
Después de lo ocurrido no
me fue difícil entablar conversación con Elizabeth (ese era
su nombre), me contó lo mucho que sufría esas largas ausencias
sin ver a su amada hija, y lo mucho que se cansaba de hacer siempre lo
mismo. Para ella en ese viaje y en esas horas era como volver a cuidar
a alguien mucho menor que ella, mientras dormía me tapó con
unas mantas y me facilitó de almohada.
La madrugada se hizo presente y
pude notar que todos dormían, no puedo recordar exactamente la hora,
pero deben haber sido las 4 cuando un fuerte ruido despertó al pasaje
e hizo que saltaran de sus asientos. Las mujeres gritamos fuerte cuando
escuchamos al capitán dando ordenes a las azafatas para acomodarnos
para un aterrizaje de emergencias.
Elizabeth corrió hasta mi
sentándose en la butaca de al lado que estaba vacía y se
abrochó el cinturón luego de haber hecho lo mismo conmigo,
me tomó entre sus brazos y me enterró entre sus pechos protegiéndome.
-¡Si morimos quiero hacerlo
pensando en mi hija!, me dijo llorando.
En ese mismo instante los motores
se oyeron más fuerte que nunca, casi era ensordecedor. El espectáculo
se puso aún más aterrador cuando el avión hizo contacto
con al parecer una franja de playa, el mar amortiguó el golpe haciéndonos
estrellar contra una selva muy tupida. El avión se partió
en dos y puedo decir que la suerte hizo que las butacas se desprendieran
del fuselaje, la fila en donde estábamos nosotras sólo rebotó
contra una suave pendiente tan llena de lianas y plantas que nos salvamos
como si de un milagro se tratase.
Vimos pasar parte del fuselaje hacia
nuestra izquierda y formarse una bola de fuego incandescente, quedé
inconsciente escuchando con horror los gritos de la gente herida de muerte
carbonizándose lentamente.
Quedamos allí tendidas abrazadas
mirando el castigo divino que no sabíamos bien por qué Dios
nos había asignado...
Pasaron las horas y todo pareció
cambiar, el cielo se oscureció y poco a poco las nubes fueron tapandolo.
Corrimos hasta unos arboles que nos sirvieran de resguardo de la ya inminente
tormenta. Era un huracán del cual había estado escuchando
nerviosa en la televisión del avión pero que no había
querido darle importancia pensando en que llegaría sana y salva
a destino.
Elizabeth me miraba un poco sorprendida
al ver mi vestido de gaza mojado y mis sandalias de taco mostrando mis
atributos. Sintiendo su mirada crucé mis brazos sobre la línea
de mis pechos, un poco poco frío y otro poco por pudor, me da mucha
vergüenza estar con alguien desconocido, es como si fuera otra vez
niña e indefensa. Me sentía un poco intimidada por su presencia
allí muy cerca mío y en contacto con mi tembloroso cuerpo.
Respiraba agitada como no pudiendo controlar su nerviosismo de estar detras
mío acurrucada y de pie.
Pasó lentamente sus manos
por mi cintura para acercarme más a ella, sus pezones se sentían
a traves de su blusa de azafata y podía sentirlos como dos dedos
tocandome la espalda. Estuvimos un rato paradas hasta que decidimos sentarnos
en un hueco que tenía el viejo arbol bajo el cual estábamos.
La horas pasaron y el cansancio tomó completa posesión de
nuestro cuerpos, permaneciendo tiradas dormitando hasta que la lluvia pareció
terminar en las primeras horas de la mañana para dar paso a un sol
muy cálido y húmedo rajando la tierra.
La mirè a los ojos y ella
pareció adivinar:
Sé que desde donde estamos
podemos llegar a una población que debe estar al norte de aquí.
El problema es que no sé a cuántos kilometros...
Y qué esperamos, le dije
sonriendo.
Ok, ¡vamos bebé! Arriba
esas fuerzas me dijo sonriendo como siempre. La cuestión es que
pareció que nunca llegábamos a ningún lado, ibamos
caminando por la playa hacia el norte lentamente hasta que pasó
algo que no puedo olvidar. Caminaba a metros de ella mirando los caracoles
que el mar tiraba hacia la playa cuando sentí que algo me pinchó
en mi nalga izquierda, inmediatamente perdí sensibilidad en mis
piernas y brazos y caí duramente sobre la arena con las olas azotándome.
Miré hacia atrás mío y observé como pude a
Elizabeth que estaba en el suelo incapaz de emitir algún sonido
al igual que yo. Luego oí unos pasos suaves sobre la playa y voces
femeninas que sonreían y cuchicheaban entre sí pero imposibles
de entender, dos bellas mujeres con piel morena, cabellos lacios color
semirubio, rostros bellos y cuerpos atléticos me tomaron de las
piernas y las otras de mis hombros, igual tratamiento tuvo mi compañera,
sólo que a ella la sostenian tres hermosas adolecentes, con pechitos
apenas formados y sólo cubiertas por unas tanguitas al parecer hechas
de cuero al igual que sus compañeras más adultas...
Creo que nos llevaron jungla adentro
y nos cargaron por espacio de unos cinco días y 15 horas durante
las cuales el efecto del veneno parecía lentamente diluirse.
Despertamos sobresaltadas al escuchar
una muchedumbre de mujeres hacer cantos y gritos de guerra al parecer felicitando
a las "cazadoras" por las presas obtenidas. Mareadas como estabamos
fuimos conducidas a una choza hecha de hojas de palma y madera de cocoteros.
Su interior estaba forrado de piel de diversos animales que eran muy suaves
al contacto, tal y como lo percibí cuando fuimos depositadas alli
atadas de pies y manos. Un olor embriagador envolvía la choza, como
si fuera algún perfume o inscienso, (luego me daría cuenta
qué tipo de aroma era).
Luego de un rato allí Elizabeth
fue llevada a no sé dónde, sólo vi que la tomaron
entre brazos y la sacaron de la choza. Quedé sola mirando las hermosas
pieles que en New York valdrían miles de dolares. Una de las chicas
adolecentes entró y lentamente fue quitándome el vestido
que ya estaba hecho girones, ella me miraba los pechos como con hambre
mientras me hablaba al oido susurrando y me sonreía con sus labios
carnosos mientras terminaba de sacarme la tanguita desatándome los
pies. Era tan suave su contacto con mi piel que dejé llevarme por
esa sensación de abandono y tomándome entre sus brazos me
estampó un beso de lengua amazandome las tetas con sus pequeñas
manos... No terminé de dar mi primer suspiro cuando una mujer adulta
desconocida hasta ese momento irrumpió en la choza y con voz autoritaria
hizo que la chica se fuera con mi vestido y tanguita entre sus manos dejandome
alli desnuda frente a la nueva visita.
Sin mucho protocolo me empujó
con sus manos y caí sobre mi costado mirándola fijamante
y con mi rostro mostrando dolor por el golpe. Se acercó aún
más y me puso boca abajo sobre esas pieles muy suaves que me rozaban
las tetas, agarró mis brazos y los alargó por delante de
mi cabeza. Se inclinó sobre mis espalda restregando su larga cabellera
en columna acariciando apenas y llegando hasta donde empieza la raya del
culo, me daba pequeños besitos húmedos dandome escalofríos.
Me estremecia bajo sus caricias cachonas y bien ejecutadas, pasó
suavemente sus manos desde la nuca hasta mi culo, cuando llegaba a los
cachetes de mi culo me pegaba pequeños chirlitos - chas- chas- y
me masajeaba logrando que yo me mojara y me pusiera muy nerviosa...sus
labios recorrían y humedecian mis piernas de arriba a abajo mientras
en esos momentos mis gemidos eran imparables... En un momento acercó
su aliento a mi oreja y me lamió un poco y luego pasó a mi
cuello recorriendo mi columna con su lengua. Más fue mi sorpresa
cuando llegó hasta mi culo lamiéndolo de arriba hasta abajo
abriendome bien con sus manos la raya del culo. Me estremecia con su lengua
entrándome ahí donde llega el sol.
Mis orgasmos se escucharon por toda
la choza (ese juego previo me estaba matando) cuando me agarró de
las tetas con ella a mis espaldas, con la mano izquierda me amasaba y con
la derecha metida entre mis piernas metiendo los dedos hasta dentro en
vagina que ya era puros latidos y humedad y su dedo gordito por mi colita,
bien despacito mientras mis lagrimas empezaban a caer por mis mejillas.
Tuve dos orgasmos más y me preparaba para el tercero cuando entré
en convulsiones quedando desmayada y acurrucada en medio de esas pieles
acogedoras.
Desperté ratos después
sintiendo lo mojada que estaba mi cachuchita y lo placentero que se sentía
estar desnuda en medio de suaves pieles, ahora comprendía el olor
que emanaba de la choza. Pude escuchar entonces a lo lejos los gritos de
placer originados por esas cachonas que le estaban propinando a Elizabeth
la cogida de su vida dentro de la otra choza, me asomé como pude
a la puerta y pude observar cómo las otras mujeres, unas 10 esperaban
fuera mirando hacia dentro y tocándose, besandose unas a otras para
mantenerse calientes hasta llegar su turno.
Una de ellas al parecer se percató
de mi disponibilidad y se aproximaba a la choza sonriendo con las tetas
al aire con amoroso semblante y con un extraño taparrabos, esto
ya me estaba asustando, no estaba preparada para ser el juguete sexual
de unas 30 amazonas cahondas... al menos no todavía, porque esto
estaba empezando a hacerme calentar de antemano, lo malo es que estaba
muy cansada por todo lo ocurrido con las otras dos mujeres. Corrió
la lona que cerraba la choza e ingresó dirigiéndose hasta
mí. Inmediatamente creí que me tomaría entre sus brazos
pero se arrodilló ante mí despojándose del taparrabos
y mostrándome una especie de dildo con tiras de cuero y hecho de
alguna resina de caucho de la zona, (en verdad sabían sacarle provecho
a la naturaleza que las rodeaba...)
¡Espera! ¿Qué
quieres ? ¿Qué es eso? dije entre asustada y resignada.
Por lo que pude observar y sentir
luego era muy rugoso con un orificio en su centro y de color blanquecino
de unos 20cm de largo, la nueva visitante al parecer era una de las mujeres
"que llevaban los pantalones puestos" en la comunidad al ser
las cazadoras, las que proveían de alimento a las otras y efectuaban
la contrucción de las viviendas. Pude observar con intriga la musculatura
de esta mujer de cabello corto dorado, era como una de esas chicas que
hacen fitness en E.E.U.U. que son fibrosas y musculares, mezcla de delicadeza
con rudeza puramente masculina.
Tomó entre sus manos un fruto
que había visto yo hacía ratos en el suelo y que era como
una especie de mango o papalla negra, con sus fuertes manos lo partió
en dos y pude ver que en su interior había como una sustancia pegajosa
y similar en aspecto a gel para el cabello. Exprimió una mitad y
lo llevó sobre su dildo restregándolo de arriba a abajo mientras
me miraba relamiendose los labios, pasó la otra mitad y tirando
a un costado la cascara, se fue acercandose hasta mi lentamente.
Me agarró las piernas violentamente
abriendolas para ella tener facil acceso a mi cuevita mojada, me movía
como a un muñeco, mis 52 kilos no eran nada para ella, haciendo
un poco de esfuerzo me levantó sobre ella en el aire con las piernas
abiertas y me fue depositando sobre su pene que se blandía como
un mastil sin su bandera, pude sentir cómo me iba abriendo los labios
de mi concha y lentamente me incrustó hasta el fondo con la cabeza
que era mucho más grande que el resto del falo, era como de unos
7 cm de diametro en comparación con los 4 de diámetro del
resto, no podía comprender cómo eso entraría en mí,
esa cabeza era mucho más grande que mi rajita. Luego me daría
cuenta que ese gel que lo rodeaba era lubricante y al vez un anestésico
de bajo poder, empujó un poco y entró del todo.
Uffff, me sentía tan llena
con eso adentro de mí, Botwana (así se llamaba) tomándome
de la cintura me movía sobre ella rápidamente besándome
las tetas, mordiéndome los pezones y gritando a los cuatro vientos
como un animal de la selva, al parecer su vagina tambien era estimulada
por el bamboleo de nuestros cuerpos, llegando al punto en el que yo perdí
el control del tiempo mientras sollozaba de exitación, nunca me
habian cogido así y por tanto tiempo. Su ritmo era fenomenal y completamente
al unísono conmigo, multiples oleadas de orgasmos me invadieron
mientras cabalgaba sobre ella....
Acabamos como dos horas después
quedando ella detras mío con sus manos en mis tetas y su boca en
mi cuello, era muy romántico y apetecible este estado, entre tranquiladad
y gozo, porque aún la tenía dentro mío. Mi vagina
estaba como pegada o adosada a esa virilidad, recordé luego el tamaño
de la cabeza pensando para mis adentros mientras sentí cómo
ella despertó y me empezó a bombear de nuevo a toda velocidad...
¡NO! ¡No otra vez no!
¡Tengo que orinar! ¡Por favor! Muy tonta fui en creer que me
entendería pero ella seguía firme detrás de mi haciendome
gritar como a alguien que estan matando, uuuuuuh uuhhhhh uuuuhhhh nooooo
noooooo nooooo huuuuu nonooooooo mi amooor noooooooo uuuf uuufff uufff.
Me vine con todas mis fuerzas dejando
salir el liquido dorado dentro de mí a la vez que se mezclaba con
los jugos de mi enesimo orgasmo... Ella también gritó cuando
se dió cuenta de que no podía zafar de mí, creo allí
fue cuando escuché por primera vez la voz femenina y asustadiza
oculta dentro de ese cuerpo vigoroso... Unas chicas llegaron y estallaron
el risas cuando la vieron, (me parece que le habián gastado una
broma dandole aquel dildo muy especial), lloró mientras las demás
trataban de separarnos. Intentaron un rato hasta que decidieron que una
de ellas me lamiera el clitoris y me hiciera acabar y sólo entonces
los musculos de mi chocha se relajarían y dejarían suelto
al invasor.
Allí me dejaron, tirada en
medio de todo esa mezcla de liquidos vaginales y mi orina, desnuda y con
la raja recontra abierta.
Así pasaron los días
en los que conocí muchas cosas sobre su vida (principalmente la
sexual), nos agarraban a Elizabeth y a mí casi todos los días
al atardecer, se turnaban y cada una obtenía la mejor jodienda de
sus vidas. Incluso hubo orgias y hasta conocí algunos animales locales
con costumbres muy extrañas...
Fin de parte 1 Escríbanme
que me excitan POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO