Relato: El conserje del edificio de oficinas No cabe duda que donde menos se lo espera una aparece una gran sorpresa. Me llamo Magda, tengo 28 a�os mido 1.76 m soy morena de ojos y pelo negros, trabajo como secretaria en una empresa editorial, en un edificio de 8 pisos en la colonia Roma. Mi ubicaci�n exacta es en el s�ptimo piso y en la azotea se encuentra el departamento del conserje del edificio, un viejito de 66 a�os llamado Rom�n chaparrito como de 1.60 m, flaquito, calvo y arrugado. Yo trabajo de lunes a viernes de 9 de la ma�ana a 7 de la noche, pero en una ocasi�n un viernes me demor� m�s de lo acostumbrado por estar organizando y buscando unos documentos en el archivo, �ste es un sitio que parece una biblioteca, tiene varios estantes en l�nea formando 4 pasillos longitudinales y 1 pasillo transversal adem�s del pasillo del fondo, hay adem�s una escalera rodante para alcanzar los documentos ubicados en el nivel superior y dos puentes que comunican los pasillos longitudinales. Eran como las 9 de la noche y yo estaba subida en la escalera rodante buscando unos documentos cuando entr� don Rom�n llam�ndome por mi nombre, le contest� que estaba arriba en la escalera y �l se coloc� justo debajo de mi, not� como miraba hacia arriba por debajo de mi falda, �l sin inmutarse me dijo que ya era muy tarde y me pregunt� si me iba a tardar mucho todav�a, le contest� que ya casi terminaba, que s�lo necesitaba encontrar un documento, entonces �l me tom� de las piernas y me dijo que era muy peligroso que estuviera trepada ah�, as� es que por mi seguridad me iba a detener de las piernas, yo las ten�a abiertas para mantener el equilibrio y sent� como don Rom�n deslizaba sus manos por mis piernas debajo de mi falda mientras sus ojos miraban muy atentamente mis pantaletas, yo lo dej� mirar sin reclamarle, total pens�, que problema hay que un viejito me mire los calzones y me acaricie las piernas. Cuando encontr� el documento que buscaba empec� a bajar y sent� como don Rom�n levantaba mi falda conforme yo bajada acarici�ndome las piernas, al llegar abajo sent� como don Rom�n recargaba su verga entre mis nalgas y sus manos segu�an acariciando mis piernas, como mi falda era muy corta pues me daba a medio muslo, mis tacones eran muy altos pues med�an 12 cm y adem�s yo soy varios cent�metros m�s alta que don Rom�n, �l no tuvo problemas para meter sus manos debajo de mi falda. Dej� que don Rom�n se me recargara unos momentos, suficientes para sentir como su verga se endurec�a y se apretaba entre mis nalgas mientras sus manos acariciaban mis piernas conforme levantaban mi falda hasta sobarme mi concha. Me apart� de �l y camin� al escritorio donde estaba trabajando, me sent� con las piernas abiertas y mi falda que era recta se me subi� m�s dejando ver la mayor parte de mis muslos, eso debi� excitar mucho a don Rom�n que de inmediato se puso de cuclillas frente a mi poniendo sus manos en mis piernas y dici�ndome que no me fuera, que era ya muy tarde y era muy peligroso que anduviera sola en la calle, me pidi� que me quedara esa noche en el edificio y que �l muy amablemente me ofrec�a su departamento para que me quedara ah� hasta el siguiente d�a. Iba a responderle que no cuando don Rom�n se puso de pie y me levant� a mi de la silla, me dio media vuelta y rode�ndome por la cintura me recarg� de nuevo su verga entre mis nalgas y me acarici� las piernas mientras me dec�a que hablara por tel�fono a mi casa avisando que esa noche no iba a llegar a dormir y que me iba a quedar en el edificio por seguridad. La verdad me gust� tanto sentir esa verga parada entre mis nalgas y aquellas manos arrugadas y �speras acariciando la suave y tersa piel de mis piernas que no dud� en aceptar, por lo que hice la llamada a mi casa y despu�s me fui con don Rom�n a su departamento. Para llegar a �l usamos el montacargas ligero, el que transporta documentos solamente, es una caja como de 90 cm por lado y 1.80 m de altura, entramos ah� pero como yo soy alta y adem�s con tacones tuve que ladear la cabeza, sin embargo don Rom�n entr� perfectamente y se coloc� justo atr�s de mi recargando su verga en mi culo y acarici�ndome las piernas, as� llegamos a la azotea y entramos al departamento. Ya ah� don Rom�n se sent� en el piso frente a mi y me dijo que mis piernas le gustaban mucho y empez� a besarlas y acariciarlas desde los dedos de mis pies hasta llegar a mi abertura, pues yo tra�a sandalias de tac�n alto de aguja, sent� como su boca y sus manos recorr�an mis piernas en toda su longitud hasta llegar a mi concha y empezar a lamerla y casi morderla. Don Rom�n me dijo que yo era una hembra muy apetitosa y deseable y que llevaba ya mucho tiempo deseando cogerme, se incorpor� y me recarg� su verga en mi vientre mientras su boca se peg� a la mia y su lengua se introdujo en mi boca hasta mi garganta, sent� como sus manos se met�an debajo de mi falda y acariciaban mis piernas levantando mi falda hasta picarme las nalgas, despu�s don Rom�n me beso y me chupete� el cuello sin dejar de raspar mi vientre con su verga parada. Luego me tendi� en la alfombra, me levant� la falda, me baj� las pantaletas y me ense�� su verga, que vergota ten�a ese viejo de 66 a�os, larga, gorda y dura como si fuera la de un muchachito puberto que reci�n despierta al sexo, pero adem�s el tronco era muy prieto y ten�a como llagas, la cabeza era roja puntiaguda muy grande y con muchos granos y junto al orificio ten�a unas como barbas de tejido que le colgaban, sin decir m�s que una sola cosa "mamacita que buena est�s, que ganas tengo de cogerte" se acomod� entre mis piernas y me ensart� con su vergota enterr�ndomela toda de un solo golpe, yo grit� ante salvaje embestida y segu� gritando un rato m�s pues aquel viejo frotaba su verga fren�ticamente dentro de mi concha como si quisiera atravesarme de lado a lado, sent�a como la cabeza frotaba en�rgicamente la entrada de mi matriz produci�ndome un cosquilleo deliciosos que poco a poco fue haciendo que el dolor disminuyera y en su lugar sintiera yo un placer tan grande, don Rom�n bufaba, bramaba, jadeaba como toro dentro de mi embisti�ndome una y otra vez sin darme tregua, ese viejo caliente y cabr�n me ten�a ensartada, bien cogida, sometida y dominada totalmente a su entera voluntad, adem�s me besaba en la boca con ardiente lujuria, met�a su lengua hasta mi garganta babe�ndome, no s�lo depositaba en mi garganta sus babas sino que babeaba toda mi cara, tambi�n me besaba y me chupeteaba mi cuello. Al fin despu�s de una larga sesi�n de sexo ese viejo se puso r�gido y comenz� a arrojar dentro de mi concha chorros de semen uno tras otro, sent�a ese semen muy espeso m�s bien pastoso y muy caliente, r�pidamente inund� mi concha y empez� a escurrir hacia afuera quedando yo tendida sobre un charco, mi falda y mis piernas se ensuciaron enseguida. Cuando don Rom�n termin� de venirse dentro de mi me ayud� a levantarme y me hizo parar con las piernas abiertas, vi entonces como de mi agujero sal�an los chorros que el viejo me hab�a arrojado y como por mis piernas escurr�an gruesos hilos de semen hasta llegar a la planta de mis pies ensuciando mis sandalias de tac�n alto. Dej� que ese semen se secara en mi piel. Debo admitir que a�n cuando esa cogida fue salvaje me gust� mucho pues nunca en mi vida un hombre me hab�a recargado tan rico su verga entre mis nalgas y jam�s un hombre me hab�a acariciado y besado las piernas con tanto deleite como lo hab�a hecho ese viejo calenturiento y morboso, ni que decir de la salvaje cogida y la abundante venida dentro de mi concha. Al d�a siguiente (s�bado) me despert� como a las 7 de la ma�ana y don Rom�n estaba ya de pie frente a la cama, me dio los buenos d�as y me pidi� me ba�ara y me vistiera con un vestido y unos zapatos que ten�a ahi para mi, se trataba de un vestido blanco de cuello redondo de manga larga y cortito a medio muslo y unas sandalias blancas de tac�n alto de aguja de 12 cm, adem�s a pesar de que el viernes yo fui a trabajar sin medias don Rom�n me recalc� me dejara las piernas sin medias. Me met� a ba�ar y despu�s me vest� con el vestido y los zapatos que me hab�a regalado, ni tardo ni perezoso me pidi� me colocara adelante de �l y sent� como una vez m�s su verga se apretaba entre mis nalgas y como sus manos acariciaban mis piernas hasta sobar mi concha, despu�s de un rato me apart� de �l y me par� con las piernas abiertas y don Rom�n se coloc� en medio de ellas y debajo de mi falda, me las acarici� y bes� y luego me tendi� en la cama al tiempo que se sacaba su vergota, se acomod� entre mis piernas y al igual que en la noche anterior de un solo golpe me enterr� toda su verga en mi concha haci�ndome gritar, pero ahora yo ya sab�a que despu�s de un ratito iba a sentir mucho placer y no me equivoqu�, al poco rato sent� un placer delirante con esa tremenda verga frot�ndose fren�ticamente dentro de mi agujero hasta que despu�s de varios minutos la verga de don Rom�n empez� a arrojarme litros y m�s litros de semen pastoso y caliente dentro de mi concha. Ahora todos los viernes me quedo hasta tarde en el archivo subida en la escalera rodante a esperar a que don Rom�n se coloque justo debajo de mi falda y sus manos me sujeten de las piernas mientras �l mira el color de mis pantaletas, se muy bien lo que vendr� despu�s y de s�lo pensarlo me siento muy feliz, estoy perd�damente enamorada yo una mujer de 28 a�os de un anciano de 66 pues soy la due�a de su gran verga, una verga que ni en sue�os imagin� que alg�n d�a podr�a tener a mi entera disposici�n y satisfacci�n.
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Relato: El conserje del edificio de oficinas
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