Relato: EL ARMARIO DEL PROFESOR Alfredo viajaba en su veh�culo con toda tranquilidad, transitando por la carretera justo al anochecer, utilizando su sencillo veh�culo liviano de color plateado y modelo 98. Justo cuando llegaba a la entrada de la provincia porte�a observ� a una joven pidiendo avent�n.
La muchacha era veintea�era, de largos cabellos rubios y ojos azules, vest�a una camiseta blanca sin mangas, unos jeans negros y mullidos, zapatos tennis y anteojos oscuros. Era muy atractiva.
El auto de Alfredo se detuvo para ofrecerle el servicio de transporte a la muchacha, �sta se introdujo al veh�culo sin mayor tr�mite � reparo.
�Buenas... �a d�nde vas? �pregunt� el improvisado chofer.
�A la pr�xima ciudad, por favor, gracias �respondi�.
�Vamos para all�. �C�mo te llamas?
�Josselyn.
�Soy Alfredo.
�Mucho gusto.
��Viaj�s a menudo as�?
�No. Casi nunca, pero no tuve m�s opci�n.
��Te molesta si fumo?
�No �Sin mayor detalle, Alfredo encendi� un cigarro y expuls� el humo por la ventanilla.
��A que vas?
�A... a un concierto musical.
�Comprendo.
Josselyn habl� lo menos posible con Alfredo, hasta que entraron a un t�nel, tras lo cual, emergieron a una zona rural que rodeaba la autopista, donde pocos autom�viles transitaban.
��De que viv�s, Josselyn?
�Sol�a tener mucho dinero, pero lo perd� todo. Ahora vivo de la generosidad de los dem�s.
���Como!? �pregunt� Alfredo esc�ptico.
�S�, en serio. Asalto a sujetos como usted que me dan ride en la autopista �dijo extrayendo una afilada y larga navaja de entre sus viejos jeans, y coloc�ndolo sobre el costado derecho de la regordeta panza del conductor. �Lo lamento. Realmente no quiero lastimarlo, don Alfredo, pero no tengo m�s remedio.
��Puta malagradecida!
��C�llese, idiota! �dijo hundiendo levemente el cuchillo caus�ndole un dolor leve pero perceptible en su vientre.
��Qu� quer�s?
�Todo lo que tenga. Su billetera, su reloj, su celular, ese anillo tan bonito.
�OK, OK. Toma �dijo despoj�ndose de todo, pasivamente. �No me lastim�s, por favor, tengo esposa e hijos.
�No lo har�, si se comporta.
��D�nde te dejo?
��Ya me dio todo lo de valor?
�S�...
��No me mienta! �dijo hundiendo un poco m�s el cuchillo.
��OK, OK!, disculp�. Tengo algunas cosas en la guantera, esperate... �dijo abri�ndola. Para sorpresa de Josselyn extrajo un rev�lver. Josselyn se dio cuenta de la situaci�n de inmediato, y con gran pesar y frustraci�n reflejadas en su rostro, baj� el cuchillo. �Dame el arma �orden� Alfredo apuntando el ca��n a la sien de la joven, la cual dud� moment�neamente. ��D�mela! �insisti� Alfredo empuj�ndole el ca��n en la cabeza, forz�ndola a obedecer. Alfredo lanz� el cuchillo por la ventanilla del auto en movimiento.
Josselyn se encontraba notoriamente molesta. Estaba de brazos cruzados y con gesto molesto observando el vaiv�n del paisaje por la ventanilla.
��Por qu� asaltas, mu�eca? �le pregunt� Alfredo. Josselyn no sent�a deseos de responderle, pero no ten�a m�s opci�n.
�Es una larga historia. Escap� de mi casa y debo robar para vivir.
��Sos prostituta?
�No... �respondi� enfadada.
��No es m�s sencillo?
�No, est�pido. Por eso asalto a la gente. Bueno, no a todos, solo a los tipos como usted.
��Y tus padres?
�Eso no le importa, idiota. �Josselyn not� que Alfredo condujo el veh�culo fuera de la autopista, adentr�ndose por un trillo rural hacia una zona monta�osa. ��A d�nde vamos?
�Quisiste ir por lana, pero vas a salir trasquilada, mu�eca �dijo acarici�ndole el muslo izquierdo.
��Qu�? �Qu� pretende...? �dijo intentando mostrarse fuerte y sin temor, a pesar del profundo miedo que la embarg�. ��B�jeme inmediatamente!
�Bajate, si quer�s. Pero si la ca�da del carro a toda velocidad no te mata, las balas lo har�n.
Alfredo parque� el veh�culo, ya casi a las diez de la noche, en un solitario claro en medio de la monta�a. �Que linda que sos... �dijo Alfredo acarici�ndole el rostro. Su mano baj� de la mejilla derecha al seno correspondiente.
�D�jeme en paz... �rog� Josselyn intentando sonar amenazante, pero su voz quebrada y su coraz�n palpitante lo impidieron. �No me haga nada...
�Hac� lo que te digo � te mato. Y jam�s van a encontrar tu cuerpo aqu�. Quitate la ropa...
Josselyn obedeci�, muy a disgusto. La lascivia de Alfredo se increment� y comenz� a tocar y besuquear aquel cuerpo desnudo. Se desabroch� la cremallera permitiendo que su pene erecto emergiera. Coloc� su mano en la nuca de la joven y la forz� a agacharse hasta su entrepierna. All�, con la pistola en la cabeza de la muchacha, hizo que se metiera su pene en la boca.
A la ma�ana siguiente, y tras una amarga madrugada de abusos sexuales, Josselyn lloriqueaba en su asiento al lado de un complacido Alfredo que fumaba un cigarro.
��Ya me va a dejar ir? �pregunt� suplicando.
�Te voy a liberar. S� �dijo �l y algo de esperanza se reflej� en el rostro de Josselyn. Alfredo abri� la puerta al lado de ella y le dijo que pod�a salir. Ella aprovech� para alejarse corriendo.
Dos balas atravesaron su espalda salpicando de sangre el rededor y ella colaps� sobre el fangoso suelo monta�oso, desfalleciendo.
�Nunca encontrar�n tu cad�ver �sentenci� Alfredo lanzando al piso su cigarro� como no encontraron el de las otras. Y es que Alfredo era un profesor colegial con oscuras inclinaciones...
El lunes regres� a su trabajo como profesor de estudios sociales en un colegio, sin que ninguno de sus alumnos sospechara, a�n, la maldad que se escond�a tras su rostro.
Entre los estudiantes hab�a uno que destacaba por su mal comportamiento. Se llamaba Steven, era de pelo largo y muy fornido. Exitoso con las mujeres por su guapura, siempre fue pendenciero y rebelde. Alfredo odiaba los muchachos as�.
Investig� el historial de aquel joven. Su instinto le dijo que algo ocultaba. Lo sigui� furtivamente en su veh�culo con una c�mara lista para capturar cualquier escena comprometedora. En uno de los barrios de mala fama colindantes con el colegio lo encontr� comprando drogas, lo cual fotografi� de inmediato. Tambi�n fotografi� cuando, horas despu�s, las vend�a entre sus compa�eros.
��Excelente! �se relami�.
Dos d�as despu�s esper� a Steven a la salida del colegio.
�Subite al carro. Tengo algo que ense�arte.
El muchacho, intrigado, obedeci�. Su profesor lo llev� un �rea solitaria detr�s del gimnasio. All� le mostr� una carpeta con fotos que demostraban su trasiego de drogas.
�Como ver�s si esto llega a la polic�a te meter�n a la c�rcel por varios a�os.
��Hijueputa! �maldijo Steven enfurecido.
�Tranquilo, que no tengo inter�s en mandarte a prisi�n. �Por qu� hacerlo, si puedo mejor aprovecharme de vos?
��Qu� quiere entonces? Yo no tengo plata para darle.
�No es plata lo que quiero �dijo con una mirada turbia en sus ojos acarici�ndole el muslo. Steven, indignado, se quit� la mano de encima de un golpe y estuvo a punto de darle un pu�etazo.
�Tranquilo, tranquilo �le dijo Alfredo. �Si algo me pasa � no hac�s lo que te ordene, estas fotos van a ir a dar a la polic�a. Tengo un abogado muy eficiente que sin duda cumplir� mi voluntad y si desaparezco, te aseguro que vas a terminar en la c�rcel. Y all� si que te van a follar.
�Usted est� enfermo, viejo maric�n�
�Pues s�, talvez. Pero por ahora no ten�s m�s opci�n que obedecerme �dijo desabroch�ndose el cintur�n y la cremallera del pantal�n� �algunas vez has mamado picha?
Steven contrajo su rostro en una mueca de asco.
�Te sugiero que empec�s de una vez �le dijo Alfredo, excitado por la reticencia del joven� y cuidado me lastim�s, porque ya sab�s lo que te pasa.
Steven cerr� los ojos y se inclin� sobre el asiento del conductor, justo debajo de la manivela, y conteniendo la respiraci�n introdujo aquel pene pestilente en su boca. Nunca en su vida hab�a siquiera imaginado hacer algo as�, pero lo hizo. Continu� frotando el miembro con sus labios y lengua hasta que sinti� el torrente de semen inund�ndole la cavidad bocal y provoc�ndole n�useas.
�Excelente �repiti� complacido Alfredo� esto es s�lo el comienzo.
Ese mismo d�a, despu�s de terminadas las clases, Alfredo se llev� a Steven a su casa de habitaci�n donde viv�a solo. Le oblig� a desnudarse y, desnudo �l tambi�n, lo penetr� fren�ticamente. Para no levantar sospechas con los vecinos, Alfredo le exigi� a Steven que no gritara y este tuvo que ahogar sus alaridos de dolor cubri�ndose el rostro con la almohada. Todos los d�as, en el almuerzo, Alfredo se llevaba a Steven detr�s del gimnasio y lo obligaba a chup�rsela � lo penetraba en el asiento trasero.
Pero era en su casa de habitaci�n donde daba rienda suelta a sus m�s perversos fetiches. Alfredo se colocaba una m�scara de cuero negro y unas bragas ajustadas y gustaba de violar a Steven cuando estaba esposado y amordazado al tiempo que lo flagelaba.
Esta situaci�n comenz� a volverse insostenible para Steven quien contempl� el suicidio.
Los amigos y la novia de Alfredo comenzaron a notar el impacto psicol�gico en aquel muchacho. S�bitamente Steven era taciturno, ensimismado y retra�do, pero su novia, llamada Ana Luisa, no lograba sonsacarle la causa de aquello.
Ana Luisa era una mu�eca. Una adolescente de gran belleza f�sica. Su grupo de amigos estaba conformado por dos muchachos m�s de nombres Diego y Fernando, y su mejor amiga de nombre Sarita. El quinto miembro del grupo era Steven pero �ltimamente casi no hablaba ni sal�a con ellos.
El grupo decidi� investigar que pasaba y espiaron por entre las paredes del colegio. La que m�s se aventur� fue Ana Luisa quien se asom� por entre la rendija de la puerta que separaba el sal�n de clases de Alfredo del resto del edificio.
All� observ�, horrorizada, a su novio Steven de rodillas chup�ndosela a su profesor. Ana Luisa se introdujo a la habitaci�n a confrontarlos.
Steven, al verla, se sinti� humillado y se cubri� el rostro.
�Tranquila, mi amor, tranquila �le dijo zalameramente el profesor Alfredo. �Esto no es lo que parece. Ver�s, tengo unas fotos que si llegan a la polic�a har�n que tu novio pase toda su juventud en la c�rcel �ves? Por eso �l hace todo lo que yo le digo. Ahora, decime una cosa �dijo acerc�ndosele� �Qu� tanto quer�s a tu novio? �Tanto como para sacrificarte por �l?
��A ella d�jele en paz, hijueputa desgraciado! �chill� Steven.
�Cuidado, Steven �le dijo Alfredo encar�ndolo� no agotes mi paciencia � terminar�s en una celda mam�ndosela a tus compa�eros reos. �Luego se gir� de nuevo hacia Ana Luisa� OK, volviendo con vos. �Qu� har�s para salvarle el cuello a tu novio? �dijo acarici�ndole lascivamente un pecho.
Justo en ese momento interrumpieron los amigos de Ana Luisa; Diego, Fernando y Sarita. Diego aferr� la silla de uno de los pupitres y se la estamp� en la espalda al gordo educador haci�ndolo perder el equilibrio y desplomarse sobre el suelo. All� lo agarraron a patadas entre los tres varones.
��Ra�l! �Ra�l! �grit� Alfredo, y as� hizo la entrada el principal c�mplice de Alfredo.
Ra�l era el conserje del colegio. De tendencias s�dicas y psic�patas como Alfredo pero mucho menos valiente, se hab�a limitado a ser el segund�n. De no ser porque que el profesor de estudios sociales lo manipulaba y controlaba, lo m�s probable es que aquel bedel no hubiera concretizado nunca sus oscuros instintos.
Ra�l entr� al sal�n de clases blandiendo un arma de fuego y detuvo a los muchachos. Entre �l y Alfredo �que sangraba por una patada en la frente� los golpearon y les ataron las manos a la espalda. La tentaci�n era demasiado grande para no hacerles algo m�s�
Ra�l ya sab�a bien que ten�a que hacer, pues Alfredo se lo hab�a ense�ado muy bien. Los ataron a todos fuertemente y los amordazaron para que no gritaran, para as� someterlos a los peores vej�menes.
Comenzaron por las dos muchachas: Ana Luisa y Sarita, a quienes violaron salvajemente frente a sus amigos que rabiaban furiosos e indignados, e incluso obligaron a practicarles sexo oral. Ellas se resistieron en principio pero no ten�a sentido, pues la dominaci�n del profesor y el conserje eran totales.
Una vez habi�ndose satisfecho con las dos muchachas, Alfredo se gir� hacia los tres j�venes dici�ndoles:
-No crean que nos hemos olivado de ustedes�
La mirada horrorizada de estos expres� todo su espanto. Alfredo y Ra�l se dedicaron entonces a perpetrar sus bajezas sexuales en aquellos infortunados muchachos.
Y as� pas� toda la larga y amarga noche de abuso y vejaci�n sexual�
Dos a�os despu�s�
Bernardo nunca esper� encontrarse en aquella situaci�n.
Cuando despert� del ensue�o provocado por la droga estaba desnudo, boca abajo y con las manos esposadas a la espalda. Ten�a, adem�s, una mordaza en la boca. A su lado estaban de pie dos tipos, uno morbosamente gordo y otro flaco y m�s joven. Ambos ataviados con m�scaras y ropa interior de cuero. El gordo fue el primero en subirse a la cama l�tigo en mano y comenzar a fustigarle la espalda. Bernardo rabi� e intent� liberarse pero de nada le sirvi�. El gordo le abri� las piernas y lo viol� haci�ndolo exclamar gemidos de dolor ahogados por la mordaza.
Una vez que termin�, el hombre obeso fue sustituido por el m�s joven que le hizo lo mismo. Luego le cortaron la piel de la espalda con cuchillos y le derramaron agua salada y alcohol en las heridas, le quemaron con cirios y finalmente le introdujeron un grueso consolador en el recto, tras lo cual lo dejaron solo.
Las horas pasaron y Bernardo sab�a que regresar�an pronto a proseguir aquel suplicio indeseable. Not� que ten�a una correa en el cuello atado a una cadena pero que �sta, quiz�s por olvido, no estaba conectada al respaldar de la cama. �Era su oportunidad!
Bernardo se levant� como pudo a pesar de las esposas y el doloroso objeto f�lico en su ano, y sali� sigilosamente de la habitaci�n. Se encontraba en una casa de l�bregos y laber�nticos pasillos.
Intentando encontrar la salida, observ� que en una especie de altar hab�a una serie de recortes de peri�dicos sobre diferentes noticias. Una relataba como el cad�ver de una colegiala llamada Sarita hab�a sido encontrado enterrado en un cafetal con evidencias de abuso sexual. El caso se cre�a relacionado con la desaparici�n de cuatro estudiantes m�s que eran amigos de ella, pero cuyos cuerpos no aparecieron. Otras noticias reportaban como diferentes hombres hab�an sido encontrados muertos con claras evidencias de violaci�n y tortura sexual, en su mayor�a sujetos j�venes.
Palideciendo ante estas claras revelaciones de que su vida pend�a de un hilo, continu� su intento de escape. Cerca de la puerta que pens� era de salida, se top� con una ni�a.
Deb�a tener como seis � siete a�os. Era una ni�a normal, de rostro agradable y largos cabellos rizados. Incluso ten�a un lazo rosado en la cabeza. El intent� pedirle ayuda a la peque�a con su rostro angustiado.
��PAPA! �grit� la infante alertando a su progenitor sobre la pretendida escapatoria de una de sus v�ctimas y Bernardo gimi� angustiado. Por las escaleras baj� su captor con un l�tigo en la mano preparado para castigar esa intentona de fuga. �l y su c�mplice le proporcionar�an a�n peores tormentos.
Despu�s de varios d�as de infernal tortura y violaci�n el sujeto gordo removi� su m�scara. Se trataba sin duda del profesor de estudios sociales, ya retirado, de nombre Alfredo. Su c�mplice m�s joven tambi�n removi� su m�scara. Ya no era aquel viejo conserje que le ayud� en sus primeros delitos y que hubo que matar porque se acobard� cuando ten�a que deshacerse de los colegiales� ahora su c�mplice era Steven.
�Bien, mi estimado disc�pulo �le felicit� Alfredo� has aprendido mucho de m�.
�He tenido un buen maestro, Profe �dijo Steven. Bernardo sab�a que el ver sus rostros era la antesala segura a la muerte y simplemente rog� in�tilmente por una misericordia que no iba a llegar.
Steven sac� su navaja y lo desentra��. Despu�s de esto baj� al s�tano a tirar el cuerpo en el incinerador. Al hacerlo escuch� los gemidos desesperados de mujer que proven�an de la celda en el armario.
��Ya c�llate, Ana Lusia! �rega�� acepta tu destino. Despu�s de todo, Alfredo es un excelente padre para tu hija. Aunque talvez es hija m�a. Supongo que nunca lo sabremos �verdad?
Pero por respuesta s�lo recibi� alaridos a�n m�s lastimeros de parte de aquella garganta enloquecida por el dolor.
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Relato: EL ARMARIO DEL PROFESOR
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