Relato: Daniel y los camioneros



Relato: Daniel y los camioneros

El a�o pasado, a principios de julio, hac�a mucho calor y
estaba todav�a en Madrid, trabajando y so�ando con las vacaciones. El domingo
por la ma�ana fui a la piscina del barrio, a ver si ligaba alg�n buen rabo al
que ofrecer mi ansioso culo para que lo penetrase y descargase buenos chorros de
semen. Me llam� la atenci�n c�mo me miraba un hombret�n ya bastante mayor,
grueso, fuerte y con mucho vello, un aut�ntico macho. Yo daba un cante, todo
depilado como siempre voy, lo que hace lucir mi pecho, mi vientre liso y mis
piernas de muslos afeminados. Un peque�o tanga rosa exhib�a mis nalgas redondas
y levantadas.


Fui hacia las duchas y el hombret�n me sigui� y entr� detr�s
de mi. En ese momento no hab�a nadie m�s y el hombre me cogi� las nalgas y me
hizo arrodillarme ante �l. Se baj� el ba�ador y su polla y sus huevos quedaron
al aire. Ten�a un rabo largo y grueso que me meti� en la boca, aplastando mi
cara contra el denso y rizado vello de su bajo vientre. Despu�s de follarme la
boca durante un rato, me puso de pie contra la pared, me levant� los brazos por
encima de mi cabeza y los sujet� contra la pared, me hizo separar un poco los
pies y me penetr�.


Met�a y sacaba la polla con fuerza y mientras me sujetaba los
brazos en alto con la mano izquierda, su mano derecha recorr�a mi cuerpo
estruj�ndome los pechos, acarici�ndome el cuello y el vientre y de vez en cuando
d�ndome fuertes azotes en la nalga derecha. No se corri� r�pido, ni mucho menos.
Estuvo como diez minutos o m�s metiendo y sacando la polla en mi culo. Cuando
por fin se corri�, yo estaba realmente a mil y mis gemidos hab�an atra�do varios
ba�istas, que entraron a las duchas a ver c�mo me follaba. Cuando sus chorros de
semen entraron en mi intestino apret� mis esf�nteres para orde�arle al m�ximo.
Cuando termin� de correrse y sac� su polla, not� como el semen escurr�a entre
mis nalgas.


Mientras nos duch�bamos, el desconocido me dijo que se
llamaba Alberto y llevaba un cami�n de transporte de frutas y que iba a cargar
al sur, para volver a descargar en Madrid. Me pregunt� si quer�a hacer un viaje
con �l para echarme unos cuantos polvos. La verdad es que yo hab�a hecho
auto-stop varias veces y en los camiones lo hab�a pasado mejor que bien, as� que
le dije que de acuerdo. Me dijo que pasar�a al d�a siguiente, el lunes, entre
las siete y las siete y media de la ma�ana por la plaza de Legazpi para salir a
la carretera y que si yo estaba por all� me subir�a al cami�n, pero que no pod�a
esperarme. Le contest� que all� estar�a.


El domingo por la tarde localic� por tel�fono a un compa�ero
de trabajo y le dije que estaba enfermo y que faltar�a un par de d�as, que lo
avisara. As� que el lunes, a las siete en punto estaba en una esquina de la
plaza de Legazpi. Me hab�a vestido para la ocasi�n. Llevaba unos shorts
vaqueros, bajos de talle y cortos por las ingles, muy ajustados, sin nada
debajo, y una cazadora tambi�n vaquera, cortita y desabrochada para mostrar mi
pecho y mi vientre, bien depilados como las piernas. Unas bonitas zapatillas
rosa de suela de esparto completaban mi atuendo. En una amplia mochila al hombro
llevaba tangas, unos zapatos de tac�n, medias, tops de lycra, un sost�n con
relleno, una minifalda cort�sima y otras ropitas as�, por si hab�a ocasi�n y a
mi ligue le gustaba verme vestido de mujer. Poco despu�s de las siete y media un
enorme cami�n trailer se detuvo a mi altura. Al volante iba a mi ligue de la
piscina y a su lado, otro t�o un poco m�s joven, como de cuarenta y tantos a�os,
m�s grande y fuerte como un toro, pero menos grueso. Fue este �ltimo el que
abri� la puerta para que subiera y me ayud� a entrar en la cabina, empuj�ndome
el trasero con una manaza fuerte y velluda. Me sentaron entre los dos y el
cami�n sigui� camino hacia la autov�a de Andaluc�a.


Ech� mi bolsa de viaje a la parte detr�s de los asientos y me
acomod� entre los dos camioneros. El de la tarde anterior, que conduc�a, me
apret� el muslo izquierdo desnudo, mientras el menos mayor sob� apreciativamente
mi pecho y me dijo que me quitara la cazadora y el pantaloncito. Lo hice y qued�
sentado completamente desnudo entre los dos t�os. El de la derecha cogi� mi
pollita y mis huevos y se ech� a reir. Mi pene mide apenas seis cent�metros y
poco m�s de dos de di�metro y cuando est� tieso del todo llega como mucho a unos
doce cent�metros. "Oye, �sto m�s que un marica es una ni�a, con esta pijita tan
mini y en cambio tiene bien marcados los pechos y los pezones". Los dos rieron
de buena gana, mientras mis pezones se pon�an a�n m�s tiesos y yo notaba mi
excitaci�n por todo el cuerpo. Es fant�stico ir en cueros en la cabina de un
cami�n, entre dos tios machotes. Tienes la sensaci�n de que todos los coches que
se cruzan te ven por el gran cristal del parabrisas y que los conductores
piensan que los camioneros llevan una buena puta a bordo.


El que iba a mi derecha me dijo que se llamaba Rafael. Se
desabroch� los pantalones, se sac� el rabo y los huevos y me orden� mam�rsela.
La polla, larga, gruesa y nervuda, se puso tiesa en cuando empec� a lamerla con
mi lengua. "Venga, guarra, c�metela", me dijo el t�o. Ech� hacia atr�s la piel y
met� el rabo en mi boca, lami�ndolo con la lengua y succion�ndolo con los
labios. El t�o me cogi� la cabeza y empuj� hasta que mi cara se enterr� en el
espeso vello de su bajo vientre. La polla me entraba en la garganta. Me deslic�
del asiento y qued� de rodillas entre sus piernas, sin dejar de mamarle la
polla. "Espera", me dijo, "que quiero follarte a fondo maric�n". Me hizo
incorporarme y explor� con los dedos el agujero entre mis nalgas. Se escupi� en
los dedos y me suaviz� el agujero con saliva, metiendo los dedos, primero uno,
luego dos, finalmente tres entraron con facilidad. Entonces me hizo levantarme y
sentarme sobre su polla, con mis piernas bien abiertas a un lado y otro de las
suyas. Me meti� la punta de la polla en el culo, me cogi� las caderas y me hizo
bajar poco a poco, empal�ndome en su polla. Con un �ltimo tir�n de las caderas
mi culo baj� del todo y qued� sentado sobre su pubis y sus huevos.


Toda su enorme polla estaba dentro de mi intestino. Subi� las
manos por mi vientre y mi cuerpo hasta mis pechos y los cogi�, uno con cada
mano, estruj�ndolos y apret�ndome con fuerza los pezones hasta hacerme dar
grititos de dolor. "Venga, guarra, ahora sube y baja, hazme una buena paja con
tu culo", me orden�. Era fant�stico. Yo ve�a pasar la carretera y los coches por
el gran parabrisas del cami�n, mientras mi cuerpo desnudo sub�a y bajaba,
empalado en la gruesa polla. Notaba todo mi cuerpo cruzado por latigazos de
placer, que recorr�an mi vientre, mi pecho, mis muslos y mi espalda. Mientras
gem�a sintiendo los golpes de la gruesa polla de Rafael dentro de mi culo, mis
huevos empezaron a estremecerse y mi peque�a colita, tiesa como un palo, se
corri�. Mi follador, que se dio cuenta a tiempo, me cogi� la pollita y la puso
bien hacia arriba y pegada a mi vientre, para que mis chorros de semen fueran a
parar a mi cara y mi pecho y resbalasen por mi cuerpo desnudo. Entonces me
agarr� con fuerza las caderas para obligarme a acelerar mis movimientos de subir
y bajar, not� las contracciones de su polla y de pronto me sujet� fuerte contra
su pubis y sus huevos y not� los chorros de semen que penetraban en mi
intestino, mientras yo gem�a loco de placer y �l soltaba un fuerte gru�ido de
satisfacci�n.


Me qued� sentado sobre �l un buen rato, con su polla dentro,
tan caliente y cachondo que apenas pod�a abrir los ojos y mi acelerada
respiraci�n no se tranquilizaba. Por fin, empuj� mis caderas para levantarme,
sac� la polla y me volv� a sentar a su lado, entre los dos camioneros. Rafael,
el que me hab�a follado, me orden� que le limpiase bien la polla con la lengua y
lo hice cuidadosamente. A pesar de acabar de correrse, la polla empez� a
pon�rsele tiesa de nuevo bajo mis lametazos. Alberto empez� a reducir velocidad
y se detuvo en un aparcamiento de la autov�a. "Bueno, ahora me toca a m�, as�
que conduces tu", le dijo a su compa�ero. Rafael se puso al volante y mi ligue
del domingo ocup� su puesto. El cami�n arranc� de nuevo y volv� a sentarme
abierto sobre la otra polla. Esta vez no hubo necesidad de saliva, porque Rafael
me hab�a dejado el culo bien abierto, de manera que el grueso y largo poll�n de
Alberto entr� sin dificultad, y estuvo buen rato foll�ndome hasta correrse
dentro de mi. Despu�s de limpiarle tambi�n el rabo con la lengua, yo qued�
literalmente exhausto, me dej� caer rendido y desnudo en el asiento entre los
dos t�os.


As� seguimos viaje durante un par de horas, conmigo sentado
en cueros entre los dos camioneros, que me hicieron contarles mis andanzas
sexuales y me recompensaban con buenos sobajeos por todo mi excitado cuerpo. De
pronto, Rafael indic� a Alberto que ten�an que repostar gasoil, y �ste le
contest� que condujera hasta "la gasolinera de Marcos", que apenas faltaban
veinte kil�metros. Rafael asinti� y se ech� a reir. "Ya veo, seguro que lo dices
por el chico". "Pues claro, me dijo Marcos que el chico ya tiene permiso y que
se queda en la gasolinera". Entre risas, Alberto me explic� que Marcos era un
amigo de ellos, antiguo camionero y que ahora estaba de encargado en una
gasolinera, y que el chico era un negro mauritano "muy especial", sin querer
explicarme por qu�.


La gasolinera de Marcos era como tantas. Varios postes de
servicio a ambos lados de la autov�a y a la derecha el edificio de caja, tienda
y cafeter�a, y al lado un gran aparcamiento y un peque�o hotel de una estrella.
En el aparcamiento estaban m�s de una decena de camiones, porque era cerca de
mediod�a y sus conductores estaban comiendo en la cafeter�a. Rafael par� el
cami�n junto a uno de los postes de gasoil y yo iba a ponerme el short y la
cazadora, pero Alberto me dijo que estaba bien en cueros. Un gigant�n m�s o
menos de la edad de Alberto se acerc� al cami�n, salud� alegremente a mis
compa�eros de viaje y mir� de arriba abajo mi cuerpo, visible por el gran
parabrisas. "�Qu� hay, Alberto? Hola, Rafa. Ya veo que llev�is un buen co�o para
el camino", y se ech� a re�r. Alberto baj� del cami�n y le estrech� la mano
entre risas de ambos. Rafael abri� la puerta de su lado y baj� del cami�n. Un
chico negro joven, de unos veintitantos a�os, alto y delgado, vestido con un
mono de trabajo, se le acerc�. Sin duda era el mauritano del que me hab�an
hablado. Me mir� con curiosidad y se puso a llenar los dep�sitos de gasoil del
cami�n.


Yo me sent�a en una situaci�n muy rara, con el cami�n rodeado
de machos y yo sentado solo en la cabina, como en un escaparate, con las puertas
abiertas a los lados y ante el gran parabrisas de cristal. Alberto hablaba algo
con Marcos y re�an divertidos. Rafael y el chico mauritano estaban ocupados en
llenar los dep�sitos y fuera de mi vista. En eso que Alberto se acerc� a la
puerta y me dijo: "Venga, guarra, date un paseo. Baja del cami�n y vete detr�s
del edificio". Fui a coger los shorts para pon�rmelos y Alberto me par�: "Eh,
eh, nada de vestirte maric�n. As� en cueros est�s m�s mona. No dir�s que le da
verg�enza ir en cueros a una guarra como tu". Me sent� al mismo tiempo excitado
y un poco asustado. No hab�a ning�n otro coche repostando. Desnudo como estaba,
s�lo con las zapatillas rosa de esparto, baj� del cami�n y moviendo mucho las
caderas y las nalgas, camin� lo m�s r�pido que pude, pas� al lado del edificio
de la caja y fui a la parte de atr�s. All� �nicamente hab�a campo y la puerta de
los servicios. Qued� unos momentos sin saber que hacer, hasta que los cuatro,
Alberto, Rafael, Marcos y el chico mauritano, vinieron a reunirse conmigo.


Fue Marcos el primero que habl�: "Bueno, maricona �c�mo te
sientes aqu� sola con cuatro buenos machos?". Me puse muy colorado mientras
todos re�an y de nuevo not� la excitaci�n en mis huevos y que mi peque�a polla
empezaba a empalmarse. Marcos se acerc� y d�ndome un fuerte azote en las nalgas
me orden� pasar a los servicios. Los cuatro entraron detr�s de mi y el chico
mauritano cerr� la puerta con un pestillo. Era una sala grande, en una pared se
alineaban cinco lavabos con espejos y a continuaci�n como una docena de
urinarios, sin separaci�n entre ellos. Enfrente estaban las puertas de seis
retretes, y ya al fondo se ve�an dos duchas, con las puertas abiertas. A esas
alturas, yo me hab�a dado cuenta que Alberto y Rafael hab�an decidido que yo
hiciera de puta para Marcos y el chico y seguramente tambi�n para repetir ellos.
Bueno, la cosa me apetec�a y me dispuse a servirles con todas mis ganas para que
me disfrutasen a tope.


Marcos, Alberto y Rafael no ten�an ganas de perder tiempo,
porque r�pidamente se desnudaron. Sus corpachones grandes, fuertes y velludos, y
sus pollas gruesas y largas me hicieron sentirse de nuevo excitado a mil. Sin
embargo, no se me acercaron, parec�an esperar algo. Entonces el chico mauritano
se baj� la cremallera del mono y se lo quit�. Ten�a un cuerpo sin vello, delgado
y muy musculoso, brillante la piel negra. Incluso antes de que se quitara los
calzoncillos adivin� por qu� hab�a dicho Alberto que era "especial". Cuando se
los baj� tragu� saliva, entre cachondo y asustado. Aquello era incre�ble, entre
sus piernas colgaba un rabo que incluso as�, blando como estaba, le llegaba a
m�s de medio muslo y era grueso como mi mu�eca. Costaba imaginar c�mo ser�a
empalmado, aunque iba a tener ocasi�n de verlo y sentirlo enseguida. Sin
contemplaciones, el chico me hizo arrodillarme y me orden� lamerle el enorme
poll�n negro, que empez� a ponerse duro con rapidez bajo el est�mulo de mi
lengua. Por el grosor no pod�a ni intentar meterlo en mi boca, as� que me puse a
lamerlo intensamente, arriba, abajo, alrededor. Tieso era impresionante, un
enorme cilindro de mucho m�s de un palmo de largo y como cinco o seis
cent�metros de di�metro. Pens� que mi violaci�n por ese rabo iba a ser dolorosa,
aunque no imaginaba cu�nto.


Los cuatro se hab�an agrupado a mi alrededor. Yo, de
rodillas, iba chupando de polla en polla, meti�ndome en la boca las de Alberto,
Rafael y Marcos y lamiendo la negra del chico mauritano. Los cuatro las ten�an
ya tiesas a tope. De pronto, Marcos me orden� ponerme de pie y me dijo: "Zorra,
te ha llegado la hora, esto no lo vas a olvidar". Me llev� hasta un lavabo y me
hizo apoyarme agachado, con las nalgas en pompa y con las piernas abiertas. El
chico mauritano se puso detr�s de mi, con su enorme rabo negro tieso como un
palo. Yo lo ve�a por el espejo del lavabo mientras me acariciaba las nalgas y
las abr�a. Empez� a poner crema en mi agujero y fue metiendo sin dificultades
los dedos para dilatarme lo m�s posible. Luego lleg� el momento. Marcos y
Alberto se pusieron uno a cada lado y me sujetaron los brazos. El chico me cogi�
las caderas y not� la cabeza del enorme rabo entre mis nalgas, sobre el culo
bien lubricado. Respir� hondo y procur� relajarme al m�ximo. De repente, casi al
mismo tiempo, el chico empuj� su pene contra mi agujero y Rafael me tap� la boca
con su manaza, ahogando mi alarido de dolor mientras el enorme poll�n negro se
abr�a paso entre mis esf�nteres y penetraba, despacio pero imparable, en mi
interior. Las l�grimas sal�an a chorros de mis ojos y me hubiera ca�do de no
sujetarme Marcos y Alberto por los brazos. En el suelo se hizo un peque�ito
charco de sangre, formado gotas que ca�n de mi culo. Mientras el gigantesco pene
invad�a mis entra�as, not� la excitaci�n de la pr�stata y empec� a orinarme sin
poder impedirlo.


El chico parec�a incansable. Adaptado ya mi culo a su polla,
dejaron de sujetarme los brazos y Rafael quit� la mano de mi boca. Mis gritos
eran ahora gemidos entre de dolor y placer que excitaban a�n m�s a mi violador,
que estuvo metiendo y sacando la polla durante un rato que parec�a interminable,
quiz� un cuarto de hora, antes de correrse con chorros largos y calientes en mi
sensibilizado intestino. Los otros tres se corrieron en mi culo uno tras otro,
estaban tan salidos con el espect�culo que se corrieron todos muy r�pido. Yo,
tras descansar un poco en el suelo, me levant� y me lav� bien el culo en un
lavabo, tras limpiarme los chorros de semen que escurr�an entre mis muslos.


Los t�os se vistieron y yo volv� en cueros a la cabina del
cami�n. Alberto se volvi� a poner al volante y salimos de la gasolinera hacia
Almer�a. Notaba mi culo acorchado y ten�a el cuello y los hombros llenos de
moratones y se�ales enrojecidas en los pechos. Muy divertido, mientras me
sobajeaba con ganas, Rafael me dijo que ahora ven�a lo mejor y que me fuese
preparando porque �bamos a un sitio donde yo iba a hacer de co�o para decenas y
decenas de t�os salidos como monos. Joder, pronto sabr�a que se quedaba corto en
lo que se avecinaba.




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Relato: Daniel y los camioneros
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