Relato: El voyerismo





Relato: El voyerismo

Tenemos un grupo de amigos, en donde
nos dedicamos a contar nuestras
experiencias sexuales, hoy en día
muchas veces terminamos en ciertas
actividades no muy santas, pero
que más da, si se trata de un poquitín de
gozo. Comenzamos con algunas sesiones,
en donde tratábamos de encontrar un
poco de morbo, pero poco a poco
el tema se fue haciendo cada vez más serio,
al punto que nos preguntábamos
si teníamos alguna desviación mental, o algo
por el estilo, pues nada, como
todos los que nos reunimos somos
profesionales, pues quisimos darle
un mejor tratamiento al tema. Carlos, el
esposo de Marcela, hace unos días
escribió su primer relato, y
recibió una serie de mensajes
que le dejaron más que encantado. Bueno, hubo
algunos que le insultaban, pero
esa es la intolerancia que no nos deja
avanzar en ningún aspecto,
deben ser unos mojigatos reprimidos.

Antes de continuar, quiero
presentarme, me llamo Jorge, estudié Filosofía
en una Universidad Española
que tiene una presencia religiosa muy
importante. De hecho, yo soy un
poco religiosillo, pero mis estudios de
filosofía me permiten ver
las cosas desde otra óptica. Me casé con Mónica,
una mujer de origen gallego, que
trabaja como publicista en nuestra ciudad,
al sur de España, desde
que salió esta página Web me interesó mucho el tema,
pues siempre creí que era
voyerista, aunque me costaba admitirlo como tal,
al leer los relatos me he dado
cuenta que es una tendencia más común de lo
que se piensa a veces.

Cuando estudiaba Filosofía
tomé algunas clases de psicología, así que con
algo de autoridad puedo afirmar
que no se trata de una desviación o de una
enfermedad, creo que en un mundo
moderno, donde todo tiende a explicarse, es
simplemente una tendencia natural.
Más común en los hombres que en las
mujeres, y que no sólo tiene
que ver con conseguir placer con la mirada,
sino que va mucho más allá,
logrando obtener, además placer al transgredir
ciertos limites que otras personas
no traspasarían, por ejemplo los limites
que imponen los celos. Claro, como
en todo hay que tener cierto cuidado,
pero sin que esto interfiera en
las cosas. Igualmente, es algo que no hay
que preocuparse por explicarle
a otros, pues de seguro que no van a entender
nada y por el contrario, podéis
ganaros una reprimenda por pervertidos, que
es lo que la gente piensa.

La mejor combinación es tener
una novia o una esposa que sea algo
exhibicionista, el voyeur no es
del todo exhibicionista, por eso este es el
complemento ideal.

Bien, poco a poco me fui dando cuenta
de mi tendencia, pues me encontraba
muy a gusto cuando Mónica,
que en ese entonces era mi novia, se destapaba.
Vierais lo que fue convencerla
que las chicas de hoy usan pequeños bañadores
en tangas muy sensuales. No era
capaz de salir sin taparse y destaparse
prácticamente dentro del
mar, no tomaba el sol de espaldas por miedo a que
se le viera todo, pero bueno con
un poco de constancia, logré que usara cada
vez modelos más pequeños,
hasta que por fin, ahora usa un minitanga que por
detrás ostenta un hilitos
que se pierden entre los carrillos de sus nalgas.
Creo que es justo con vosotros
presentaros a Mónica. Ya os comenté que se
trata de una publicista que trabaja
en una agencia de publicidad. Es
hermosa, delgada, ojos oscuros
muy vivos, el cabello lo usa tinturado con un
rubio no muy claro, bueno realmente
es una mujer que llama mucho la
atención.

Yo aproveché porque ella
misma se quejaba de su ropero. Decía que casi todos
sus vestidos eran inapropiados
para su edad (24) y que se sentía vestida
como un vejestorio. Por ello, yo
le sugerí que se comprara ropa un poco más
atrevida. Claro, al comienzo
ella no se sentía del todo bien, le daba
vergüenza utilizar cosas que
llamaran poderosamente la atención. Sin
embargo, la mejor ayuda que recibí
fue de una modelo que trabajaba para la
agencia, pues un día, hablando
de cosas, le dijo que para una mujer delgada
como ella, lo mejor eran minifaldas
muy cortas, de esas que apenas tapan un
poco las nalgas y que además
a ella le quedarían de infarto. Pues un día me
dio la sorpresa, y apareció
con una de esas falditas. Le seguía dando
vergüenza.

Ella siempre se quejaba de que a
mí nunca me saciaban sus progresos. Hoy me
agradece mi insistencia, pues se
descubrió como una nueva mujer. Y aquí es
donde viene la primera historia
que os voy a contar. A medida que lo haga
tendremos oportunidades de ir comentando
cosas acerca de la filosofía del
voyerismo.

Una vez nos casamos, fuimos a Ibiza.
Las playas son fenomenales, mi mujer
que ya usaba tangas en hilo dental,
se animó a usar una microtanga, que
adelante era muy pequeña,
apenas si cubría su vulva y que atrás se perdía
en un hilo que se encajaba perfectamente
entre sus glúteos. El culo de mi
ahora esposa es fenomenal. Sé
que estaba avergonzada, pero poco a poco me
fue dando gusto. Esto es muy importante
recalcarlo, lo que alimenta una
relación matrimonial con
un voyerista, es que si la otra parte tiene algo de
exhibicionista, pues que se desinhiba
del todo y le dé gusto, por mi propia
experiencia se los recomiendo y
les garantizo que su relación mejorará
constantemente, pues estará
alimentada permanentemente por el deseo. Se dirá
que es un poco de egoísmo,
al contrario, con ello, la parte que puso su
parte, es decir el casado (a) con
un exhibicionista, logrará un amante
perfecto en su casa.

Me percaté que despertaba
muchas miradas, y eso que estábamos en una playa
donde las mujeres toman el sol
en tangas diminutas y en topless, yo le dije
que haría el desentendido
con ella y que me iría al mar, a ver si ella
lograba algo más. Ella ni
siquiera se levantó de la arena. Yo volví y de
nuevo le pedí que se levantara,
que caminara un poco y que fuera muy
sensual. Pues nada, ese día
ella estaba muy tímida, me dijo que era muy
delgada y que le daba mucha vergüenza,
que seguramente la estaban mirando
era en burla.

Yo le dije: claro que se burlan
de ti, pero es porque las mujeres se
muerden de la envidia que les da,
pero si tu nos les das bola, pues a la
goma con ellos, al día siguiente
fue mejor, ella se levantó, caminó un poco
y yo entretanto, en el mar, oía
lo que decían los hombres, se lo comenté y
vi que eso la ponía muy
cachonda. Le dije, a ver si alguno te da loción
bronceadora, con precaución,
para que ninguno de ninguno de los mirones me
descubriera.

Bueno, el saberse deseada, le dio
nuevos impulsos y para demostrarlo se
quitó la parte de arriba
del bikini, eso fue suficiente para que la
consideraran una desnudista, pero
como estábamos en Ibiza, pues todo iba muy
bien. Se acercaron unos muchachos,
un poco apuestos, con buen cuerpo y unos
pequeños slips que dejaban
entrever que tenían unas vergas largas y gruesas.
En fin, estaban bien dotados.

-
Oye nena, estas sola, te ves preciosa.
-
No estoy con un amigo....
-
Es tu novio?
-
No, es un amigo
-
Y es celoso?
-
En absoluto....

Se sentaron, decían cosas
acerca de los bikinis, de las miradas de otras
mujeres, y en fin hablando cosas
muy tontas, pero Mónica se reía cada vez
más y se sentía muy
cerca de ellos. Le ofrecieron una cerveza, y ella
aceptó. Se fueron dos de
ellos y se quedaron dos, ella se acostó hacía abajo
y le pidió a uno que le
pusiera sobre su piel loción, el no se hizo rogar y
ya estaba con sus manos destilando
olor a papaya y se dedicó a untar su piel
con la loción dejándola
brillante y exuberante. El otro apenas miraba, y
Mónica le dijo que porque
no le ayudaba a su amigo. Una vez llegaron al
culito de Mónica, el muchacho
lo tocó para ver su reacción, pero al ver que
ella no reaccionó, lo comenzó
a sobar con morbo y su amigo le ayudaba, ella
les dijo que pasaran algo de loción
por su entrepierna, pues si no su
bronceado no era perfecto. Ellos
aceptaron y se dedicaron a masajear a
gusto, con algo de malicia y tocando
más de la cuenta. Al llegar los otros
muchachos, ella se incorporó
y les dijo que ya les tocaría su turno de
loción.

Tomaron la cerveza, hacía
mucho calor y yo me presenté. Los muchachos se
cortaron un poco, lo que disgustó
a Mónica, que ya se sentía animada por sus
avances. Me hizo señales
para que me alejara de allí otra vez, yo alegando
el calor me volví al mar,
me acompañó uno de los muchachos, quien me
preguntó que quién
era ella.

Yo le dije que una amiga, que era
casada, pero que estaba en Ibiza tratando
de descansar de su esposo un poco,
y no mentí acerca de quién era su esposo,
dije que era escritor e investigador,
que ella era publicista, en fin, parte
de la verdad.

Me preguntó que quien era
yo. Le dije que su mejor amigo, pero que no
estábamos ligados. Me preguntó
si podían salir con nosotros y pasarla con
nosotros en las vacaciones. Yo
le contesté que por supuesto. Le indiqué cual
era nuestro hotel. Le dí
mi nombre verdadero, y sin más me lancé al mar. El
muchacho se devolvió a la
playa, junto a Mónica, y la abrazó, estaba muy
lanzado y Mónica no le era
indiferente. Ella le pidió que le diera loción
adelante y él se lanzó
con frenesí a untar las tetas con loción, sin dejar
ningún detalle a la imperfección.
Su verga ya quería asomarse por el slip,
lo que le obligó a taparse
un poco con la toalla, lo que provocó la risa de
todos sus amigos y de Mónica.
El sugirió que compraran otras cervezas y los
amigos se fueron a traerlas, él
se quedó sólo con ella y sin decir más, le
sentó un beso en la boca,
que Mónica no respondió y que la hizo sentir muy
mal conmigo, pues sabía
que yo estaba viéndolo todo. Ella, con un poco de
disgusto, se levantó, se
puso el top del bikini y se alejó de ellos. Yo me
salí del mar corriendo y
le pregunté que qué pasaba. Ella me dijo que estaba
preparada apenas para flirtear,
pero no para avances más allá. Para mi
sorpresa, y es cuando yo sospeché
que algo andaba mal en mi cabeza, le dije
que no pasaba nada, que me encantaba
no solo que flirteara, sino que además
se comportara como una chica soltera,
que está en Ibiza para divertirse.

Ella insistió en ir al Hotel,
una vez en nuestra habitación nos amamos, pero
para sorpresa de ella yo estaba
un poco lujurioso, lo que ella le extrañó,
pues normalmente somos un poco
apagados en la cama. Ella no sabía que
pasaba, siempre se quejaba de que
yo no la amaba lo suficiente, pero en fin,
ella quería que yo siguiera
tal cual. Una vez nos corrimos, yo me levanté y
prendí un cigarrillo y saqué
uno de mis libros favoritos, un librito de
Rousseau que se llama Las
ensonaciones del paseante solitario ,
y me senté cómodamente,
pensando que ella estaría dormida. Pero no pude leer
una letra, me levanté y
volví a meterle mi tranca, esta vez por detrás a
Mónica, que miraba con ojos
como platos de la sorpresa, yo nunca había hecho
nada así, normalmente después
de correrme, me pasaban mis impulsos y ella
queriendo amar más, tenía
que mojar sus ganas en un plato. Bueno, ella por
fin me preguntó que porque
estaba tan cachondo y yo le dije que no sabía.
Pero si tu eres filosofo, me replicó,
y lo sabes todo... al menos eso dices.

Bueno, debe ser que me gustó
tu flirteo, pues no he pensado en otra cosa.
Hagamos un pacto, déjate
meter mano y yo estaré atento, tu me cuentas todo,
esto queda entre los dos y nadie
saldrá lastimado si sabemos que no hay
ningún sentimiento involucrado.
Esto es lo más importante que hay que tener
en cuenta entre voyeristas y exhibicionistas,
que no deben haber
sentimientos involucrados en las
andanzas, una cosa es el matrimonio o el
noviazgo, es decir, la relación,
y otra cosa es the party.

Descubrí otra de mis facetas,
me encantaba decir guarradas. Así que le dije
que se vistiera de nuevo con la
microtanga, que no usara el pareo y que
fuera conmigo de nuevo a la playa.
Le dije que flirteara y que si quería
dejara que la acariciaran y besaran,
que es más me encantaría que lo hiciera
con los cuatro muchachos. Que siempre
manejara las cosas....y que por mi, se
olvidara de mi.

Bueno, volvimos a la playa, ella
iba sin el pareo, dejando al aire su culo
bien puesto, ella se apercibía
de todas las miradas que le hacían y de los
uffff de los hombres que volvían
su mirada hacía ella, en fin se sintió de
nuevo deseada, y me dijo que si
yo la autorizaba que se dejaba hacer. Me
dijo que le describiera lo que
quería que le hicieran, pero que lo hiciera
con puras guarradas, que fuera
vulgar, que eso la excitaba mucho.

Yo así lo hice, le dije que
quería que le partieran la almeja, que se la
chuparan toda, que quería
que ella resumara la leche de los cuatro tipos,
que se la tiraran en la playa a
la vista de todo el mundo y que le sobaran
las tetas y le magrearan el culo.
Que se la tiraran tres veces cada uno,
hasta que no pudiera contener mas
leche en el chocho. Esto la excitó
muchísimo, tanto que pude
sentir que ya empezaba a oler el ambiente con sus
suaves efluvios que manaban de
su sexo.

Quieres que me deje hacer?
Hasta donde puedo llegar? Yo le dije, hasta
donde quieras, la única
condición es que me dejes ver o me cuentes todo, sin
omitir ningún detalle, aunque
yo prefiero verlo todo.

Me dio un beso y nos metimos en
la playa. Para mi sorpresa se quitó el top
una vez pisamos la arena, lo que
la dejó vestida con su minúscula tanguita,
que como ya lo comenté,
dejaba al descubierto casi todo su pubis, dejando
solamente oculto su vulva.

Los muchachos al ver que nos acercábamos,
se nos acercaron y el atrevido le
pidió disculpas, yo dije
que ella se sentía un poco mal al haber dejado a su
esposo en la ciudad, y estar acá
divirtiéndose sin él, pero que ya había
hablado con ella y que todo estaba
bien.

Nos invitaron a tomar un trago,
ella aceptó pero dijo que lo tomaba en la
playa, que no podría entrar
en ningún sitio sin ropa, ellos bromearon
diciendo que si tenía ropa,
y que no les gustaba por lo grande de ella.
Todos reíamos y yo tenía
mi verga a punto de explotar al ver los cuerpos de
estos cuatro muchachos atléticos
cubiertos por un pequeño slip, que dejaba
ver parte de sus bultos, y ver
como crecían los bultos, y tenían las pollas
a punto de explotar y ella cubierta
por una minúscula tanguita.

Ella pareció darse cuenta
de ese detalle, pues una vez llegamos al quiosco
de las bebidas, como sin querer,
se acercó por delante al muchacho que le
había dado el beso y le
pegó su culo a su verga, y con movimientos casi
imperceptibles, se la acarició
con su culo. El muchacho miraba desorbitado,
no atinaba a decir palabra, nos
dieron las cervezas, y nos volvimos para la
playa. Él la tomó
de la mano y se fueron como dos noviecitos inocentes. Yo
miraba la cara de todos los hombres
y la miraban como queriendo follarsela
ahí mismo.

Ella le buscó la boca y le
besó, sus lenguas se introducían en sus bocas, y
él subió la mano
a sus tetas, desnudas, magreandolas con pasión. Mi propia
verga se humedeció de ver
semejante beso, que habrán pensado los demás. Las
pollas de los otros muchachos inmediatamente
comenzaron a cobrar vida. Se
iban parando debajo de los slips,
lo que parecía no importarles, Mónica y el
muchacho, que a propósito
se llamaba Antonio, seguían besándose, a la vista
de todo el mundo, sin que nada
ni nadie los perturbara. A los muchachos, por
el contrario, parecía que
les gustaba exhibir que sus pollas eran grandes y
gruesas, y que las tenían
excitadas a todo momento.

En la playa yo me fui de nuevo al
mar, y ella se quedó con los muchachos.
Los hombres que la miraban desde
lejos, pude oírlos, decían que estaba rica,
que tenía una almejita deliciosa,
que su túnel debía ser muy pequeño y que
se la querían meter toda
la tranca de un solo jalón, que la querían llenar
de leche, que la harían
rebotar sobre sus huevos y que como se verían esas
nalgas al ser cabalgadas por cada
uno de ellos, en fin, todas las guarradas.
Eso me excitó mucho. Me
masturbé en el mar, mirándola y oyendo lo que
decían.

Ella se había vuelto de nuevo
a acostar en la playa, y les dijo a los
muchachos que todos la tenían
que cuidar, pues era una pobre niña sin nadie
que la protegiera. Todos se untaron
las manos de loción y la comenzaron a
acariciar, ahí mismo a la
vista de todo el mundo, y ella al sentirse tocada
sin pudor, por los ocho manos,
tuvo un orgasmo del que todo el mundo fue
testigo.

-
Pero si está bien cachonda, mira como se deja hacer de todos ellos.....

Decían los hombres a la distancia.
Que zorra, que puta, que perra, y yo
sabiendo que hacía unos
minutos mi casta esposa no quería salir sin su
pareito, y ahora estaba teniendo
un orgasmo a la vista de todo el mundo. Los
muchachos le dijeron que se metieran
al mar, y ella se levantó, tenía la
concha húmeda, lo que se
notaba por el pequeño triangulito de adelante y
dejaba ver además el hilito
de atrás. Ellos, por su parte, tenían las pollas
casi por fuera del slip, se les
notaba también humedad. Se metieron al mar y
comenzaron a magrearla por todas
partes, yo dije, aquí mismo se la tiran.
Ella se colgó del cuello
de Juan, otro de los muchachos, y lo besó
apasionadamente, mientras que Antonio
la besaba en el cuello. Jaime y José,
que así se llamaban los
otros, le magreaban las tetas. Pues se la hubieran
tirado en el mar, de no haber sido
porque un salvavidas se acercara a ellos
y les dijera que a esa hora la
playa tenía una función familiar.

Ellos salieron con dolor en los
huevos y ella quedó con la concha húmeda y
con ganas de que una buena tranca
la abriera de una vez por todas, salieron,
ella borracha de sexo, y se instalaron
de nuevo en la playa, acordaron que
mejor sería si se fueran
a un sitio más privado. Ella se puso el top del
bikini y se levantó, me
llamó y juntos nos fuimos a un barcito que apenas si
se nota, en una callejuela fenicia.

Pues bien, los dueños del
pequeño bar eran una pareja joven, que se nos
quedaron mirando. Nos dijeron que
qué música queríamos escuchar. El bar
estaba prácticamente solo,
y pedimos música moderna, pero algo suave, nos
situamos en un lugar apartado,
pero desde el cual podíamos ver a los demás y
ellos a nosotros, el bar no era
grande. Ella empezó a tocarse su chocho con
lujuria, bailaba y movía
su culo a la vista de cada uno, se tocaba las tetas
y desarregló el top, dejando
ver sus pezones, que ya estaban erectos. Bueno,
estaba hecha un bombón.

Todas las personas, inmediatamente
tuvieron que ver con nosotros, yo le
susurré al oído que
quería que se comportara como si fuera una puta, una
callejera, que se dejara hacer
de todos los muchachos, y que si incluso
llegaba otro desconocido, también
le atendiera, que yo también de pronto la
tocaría, pero no como esposo,
sino como si fuera otro más, incluso le dije
que prefería que ella hiciera
de Antonio su pareja oficial, sin descuidar a
los demás.

Pues ella comenzó a quitarse
el top del bikini, quedando solamente con la
tanguita puesta, se tocaba el chocho
y se acercaba alternativamente a todos
para que igualmente se lo tocáramos
sin ningún pudor. Los dueños del bar no
daban crédito a sus ojos,
pero no decían nada, se limitaban a mirarnos. Los
otros clientes murmuraban y se
leía en sus labios que mencionaban la palabra
puta. Eso me excito y ver como
ya a los muchachos no les importaba que sus
pollas sobresalieran de las perneras
de sus slips, Jaime se comenzó a hacer
la paja, de tal manera que Mónica
se agachó frente a él y comenzó a
mamarsela, ella es experta en eso,
pero nunca, que yo sepa, se lo había
hecho a cuatro hombre diferente
a mi. Se la chupaba, la hacía entrar y salir de
su boquita, que entreabierta la
succionaba como queriendo sacarle toda la
leche, Antonio se comenzó
a afanar por detrás, y sin quitarle la tanga,
corrió el minúsculo
obstáculo que le impedía penetrarla, allí mismo lo
hizo,
se lo metía en la concha,
lo sacaba lubricado y brillante por los jugos de
Mónica, la cual se movía
en redondo para que la culiaran con más facilidad.
Seguía mamando a Jaime,
cuya verga entraba y salía, haciendo cada vez slup
slup slup, ella comenzó
con un ritmo frenético, que hizo que Jaime se
corriera, ella lo sacó de
su boca y el semen corrió a raudales por encima de
sus tetas. Entretanto Antonio seguía
bombeando el chocho de Mónica, que
seguía con frenesí,
los demás chicos se sacaron cada uno sus vergas y se la
acercaron a la boca de Mónica,
quien las chupaba alternativamente.

Los dueños del Bar miraban
sin poder creer lo que sucedía en su local. Los
otros clientes tampoco daban crédito
a sus ojos. Se veía a una mujer, que
estaba buenísima, gozar
de lo lindo con cuatro muchachos a la vez, una
verdadera orgía, y ella
sin inmutarse. Antonio comenzó a aumentar el ritmo
de su penetración, hasta
que se corrió, gritaba y aullaba, ella decía
agggghhhh, se retorcía los
labios. Ella también tuvo un orgasmo, que la dejó
extenuada y por un instante dejó
de lado las pollas de los otros muchachos.

Al ver la inquietud de la gente,
yo les dije. Muchachos, por qué no vamos a
un sitio realmente privado, a la
habitación de hotel. Además temía
que
de pronto alguno de los clientes
se molestara con nosotros, y creo que por
más liberal que sea la sociedad
de Ibiza, podríamos terminar en la cárcel.

Ellos no aceptaron, me dijeron que
preferían quedarse en el lugar y dar un
buen espectáculo. Mónica
estuvo de acuerdo con ellos. Era pues, la gloria
para un voyerista como yo. Ya os
he dicho que no se trata de simplemente
mirar, el placer no es ver como
se follan a tu mujer, o bueno, no solamente
eso, sino el que se trasgredan
los limites que se supone tiene la sociedad.
Los limites los ponen ustedes,
simplemente déjense llevar, y a la menor
señal de peligro, paren,
vayan poco a poco.

Mi mujer se levantó con una
sonrisa de zorra y los ojos llenos de lujuria.
Comenzó a bailar con mucha
sensualidad, movía sus caderas, y sin ningún
pudor dejó al descubierto
su chochito rasurado, como a mí me gusta, metiendo
sus deditos en su cuevita húmeda,
mientras los muchachos sin el menor recato
se pajeaban con fuerza, halándose
las pijas como queriendo acabar con ese
dolor que debían tener en
los huevos.

Ella bailaba ante la mirada de las
personas, que no daban crédito a sus
ojos. No dejaba acercar a los muchachos,
quería que estuvieran a punto,
ellos se habían sacado los
slips, y se paseaban desnudos alrededor de ella,
tenían cuerpos perfectos,
lo que sé que a mi mujer le encanta. Ella seguía
bailando y no los dejaba ni siquiera
tocarla, se metía los dedos en su
concha, rojita, rasuradita, su
vulva estaba húmeda, muy húmeda y ella se
masajeaba el clítoris, como
queriendo que sus dedos fueran las pollas que
faltaban por mamar. De pronto se
echó en la mesa, dejando abierta su almeja,
abriéndola más ella
misma con sus dedos, a la vista de todos, las caras de
las mujeres no disimulaban su enojo,
pues sus novios, maridos y amigos no
dejaban de observar a Mónica,
que se comportaba como una mujer fácil, que no
conocía el pudor. Yo por
mi parte, estaba muy caliente, sentía que mi verga
palpitaba con una vida propia que
me era desconocida hasta ese momento.

-
Llenadme de leche... hacedme vuestra... dijo ella con algo de
teatralidad.

Ellos no podían creer lo
que se les ofrecía, una mujer hermosa, abierta sus
piernas, que se les ofrecía
así, sin más.

Faltaban José y Juan por
follar, así que Juan la penetró con fuerza, dándole
unas embestidas poderosas, que
la hacían gemir de placer. Mónica tenía los
ojos cerrados, pero sintió
la verga de José junto a su boca, y sin perder
tiempo, comenzó a juguetear
con su lengua, que parecía de fuego. Yo no pude
aguantar más, y sin siquiera
tocármela, me corrí con espasmos. Pude ver que
los dueños del bar se estaban
masturbando mutuamente, y como algunos
clientes metían sus manos
sospechosamente por debajo de la mesa.

Juan tenía ritmo, le hacía
bambolear las tetas de un lado a otro
rítmicamente, a lo que ella
respondía con gemidos y con los lengüetazos que
le daba al otro pene que se le
ofrecía. Por fin se corrieron, ella, ellos,
Antonio y Jaime se masturbaban,
pero sin llegar a correrse, también se la
clavaron por turnos, ella no dejó
que la penetraran por el culo, lo cual yo
no protesté.

Una vez acabó la faena, nos
fuimos todos del local, dejando a los demás con
las miradas atónitas. Sería
verdad lo que había pasado.

Esa era una de mis fantasías
hecha realidad. Había visto por internet muchas
veces como en Estados Unidos las
mujeres hacían fiestas que se llamaban
sluts partyies o drunk parties,
que eran del mayor desmadre. Yo no podía
creer que mi esposa se hubiera
convertido en una putilla, pero me encantaba.

Llegamos a la habitación,
los muchachos se habían quedado en su hotel
también, y Mónica
que aún seguía caliente, me hizo el amor. Veis la
diferencia, con ellos era solamente
sexo, conmigo hacía el amor. Allí está
la diferencia.

Al día siguiente ella se
levantó temprano, se dio una ducha interminable, y
me dijo que prefería para
ese día dar un paseo, no quería ir a la playa,
creo que estaba un poco confundida,
tenía una mezcla de vergüenza y
cachondeo. Le dije que la entendía
y le agradecí con un beso tierno a su
gustirrín, lo que ella correspondió
como una niñita.

Le confesé que había
gozado muchísimo, y le pedí que volviera a repetir algo
parecido. No os lo recomiendo,
un buen método es que le digáis a vuestra
pareja si quiere hacerlo, de repente
es mejor poco a poco, que tal si ella
va un día a un bar de tu
ciudad, haciéndose pasar por alguien solitario
(siempre es mejor) y se deja magrear
de algunos cuantos, sin importar los
comentarios. Puede que nunca haya
sexo, pero igual podréis disfrutar, no
sabéis lo delicioso que
resulta que tu mujer se coloque en el plan de
putilla, mientras tu la miras como
si fueras otro más. Ahora bien, si todo
eso degenera en una orgía,
pues ni lo penséis más, pues podéis gozar de lo
lindo.

Ese día temprano, ella se
colocó una de esas minifaldas que hacen dar
infartos en la calle, ya íbamos
por la calle cuando sentíamos las miradas de
todos en sus piernas y en sus nalgas.
La minifalda se la había regalado yo,
era al comienzo protestó
diciéndome que le daba vergüenza usarla, pues un
poco más y quedaba su culo
al descubierto. Nada más injusto, si mi propósito
era que se viera sensual, o mejor,
sexual. Pues bien, ella superados sus
tabúes, siendo un poco más
liberada, se pudo esa minifalda muy pequeña, si
se agachaba un poco quedaba plenamente
descubierto su culo. Íbamos a buen
paso. Muchos hombres se agachaban
un poco queriendo ver más. Me dijo, vamos
que te tengo una sorpresa, se te
va a salir el corazón. Llegamos a un
market, ella fue el centro de las
miradas lascivas de los hombres y las
burlas de las mujeres. Eso es algo
a lo que tendréis que acostumbraros, pues
si os dejáis cortar un poco,
la vergüenza hará que hasta se olvide la forma
de caminar y en ese momento si
seréis objeto de todas las burlas, y con
justicia.

Pues bien, ella que sabía
que hacer, no se dejó de las burlas, y ante la
vista de todos, se agachó
como quien no quiere la cosa, para ver algo que
estaba en los bajos de la estantería
y dejó su culito a todos los que
quisieran mirar. Nadie más
volvió a burlarse en el local, todos la miraban,
los hombres sorprendidos de su
atrevimiento y a la vez encantada, las
mujeres con molestia, pero no decían
nada más, no fuera que lo volviera a
hacer y sus maridos se largaran
con la primera zorra que veían en esas. Me
encantó su atrevimiento,
y más me gustó ver que no llevaba braguitas, aunque
si hubiera llevado, con las que
usa, habría dejado a todos igual de
boquiabiertos como los dejó.

Un chico se le acercó ofreciéndose
en ayudarla, y ella sin pensarlo le dijo
que necesitaba varias cosas, y
le preguntó si vendían ropa interior en el
local. El chico asintió
y le pidió que la guiara, era en la planta alta del
local, entonces ella fue adelante,
el chico atrás y yo un poco más atrás,
pareciendo otro cliente más
que quería calentarse viendo a ese bombón. Al
subir las escaleras eléctricas,
se veía claramente que ella no tenía bragas
y como la falda era tan corta,
su chochito se veía fácilmente desde abajo,
si uno tenía algo de atención.

Pues bien, llegaron a la ropa intima
de mujer, y ella le dijo al muchacho
que le mostrara lo más pequeño
que tuviera, que le encantaban esas braguitas
en tanga hilo, que fuera muy trasparente,
en fin, le dijo finalmente que
había perdido las bragas
en el taxi, lo que era mentira, inventando que la
había recogido un turista
y le había pedido las bragas de recuerdo y no
podría llegar sin bragas,
pues su novio era muy celoso. Yo no me lo podía
creer, vierais la cara del chico,
la miraba entre aturdido y deseoso.

Pues bien, ella le preguntó
que si podría probarse algunos modelitos, los
más pequeños, que
el le pasaba con mucho nerviosismo, le temblaba la mano.
El dijo que si y se ofreció
a llevarla los probadores, ella protestó
diciendo que tenía prisa,
pues su novio no demoraba estar de vuelta en la
habitación que habían
rentado, y sin mediar palabra, se levantó la falda
encima de sus caderas, dejando
al aire el chocho, ante la vista del
muchacho, y se subió unas
bragas diminutas, que le sentaban de maravilla. Se
le veía el bronceado diminuto,
lo cual contribuía a que el espectáculo fuera
fabuloso. No hay como un buen cuerpo
tostado al sol del verano y mirar las
diferencias en la piel de una hermosa
mujer. Le preguntó que si le quedaban
bien, él contestó
con un balbuceo que sí. Se las quitó y se probó otro
modelito, tuvo suerte que nadie
pasara por ahí en ese momento, este modelito
era también diminuto, trasparente,
dejaba ver todo. Y este que tal? El dijo
que le quedaban mejor. Se las quitó
de nuevo y le dijo, no, pero este
material es un poco incomodo. Mejor
este. Se agachó y dejó a la vista del
muchacho su culito abierto y cu
chochito abierto, se veían sus labios que ya
se comenzaban a poner húmedos.
Estos me vendrán de maravilla, eran el modelo
más pequeño que había,
mucho más que los anteriores. Le dijo, mejor me los
llevo en un paquetito, no sea que
en el camino los vuelva a perder y tenga
que volver. Él contestó:
encantado.

Sabed que con una agachada hubiera
bastado, pues no hay nada como el
atrevimiento. Si queréis
sugeridle a vuestra pareja que haga poco a poco
cosas atrevidas, veréis
como tu pareja le coge el gusto, y vosotros, los
voyeristas, a disfrutar.

Estoy pensando en que este relato
pueda serviros a muchos de vosotros para
normalizar vuestras mentes, sabed
que no estáis haciendo nada malo ni
pervertido, simplemente somos como
las lesbianas y los homosexuales, una
tendencia sexual diferente, que
de mal hay en ello. Y sabed algo más, somos
más de los que pensáis.
Escribidme.

Por muchas razones no puedo dar
mi mail, por eso les pediría que me
escribierais al mail de Carlos,
que es casi como el mail de nuestra
comunidad sexual, POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO


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Relato: El voyerismo
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