Desde que se cas� Mar�a, tuvimos dificultades para contratar
a una nueva sirvienta. Lo �nico que pod�amos conseguir era mujeres por horas.
Pero, adem�s de ser costoso, no solucionaba nuestros problemas, ya que cuando
quer�amos salir alguna noche, no ten�amos con quien dejar los ni�os. Pero
gracias al p�rroco, conseguimos a Rita. Era una mujer colombiana, de raza negra,
de unos 40 a�os, muy morena y grandota.
Se hab�a quedado viuda hacia unos a�os y no le hab�a quedado
ninguna pensi�n de su difunto esposo. Era una mujer alegre que r�pidamente se
adapt� a nuestras costumbres y encaj� perfectamente con los ni�os. Una noche,
fui a la cocina a coger un vaso de agua y al mirar por la ventana del patio vi a
Rita cambi�ndose.
Hab�a dejado abierto el ventanuco de su cuarto y se ve�a
perfectamente su silueta. Apague la luz de la cocina para que no me viera y me
qued� mir�ndola sin hacer ruido. Tenia los pechos grandes y robustos y se la
ve�a rellenita. Desde aquel d�a, poseerla fue una obsesi�n permanente, y no era
raro el d�a que me hacia una paja pensando en ella. Empec� a ir a menudo a la
cocina, con cualquier pretexto. Unas veces para beber agua, otras buscando
cualquier cosa. Entraba sigilosamente, abriendo el picaporte muy despacito, para
que no me escuchara, para tratar de sorprenderla Una tarde al entrar en la
cocina, la encontr� de espaldas lavando los platos en el fregadero. Llevaba un
vestido antiguo de mi mujer, que por la diferencia de tallas, le quedaba un poco
corto y sobretodo, ajustad�simo.
Me qued� quieto contemplando su cuerpo. Tenia un culo
impresionante, redondito y resping�n, de esos que parecen decir "c�meme". Me
acerqu� silenciosamente y a punto estuve de apretujarle el culo, pero en el
ultimo instante, por miedo, di marcha atr�s. Otra tarde me la encontr� en
cuclillas, limpiando con un trapo algo, que se hab�a ca�do al suelo. "�Que ha
pasado", le pregunt�. "Un poco de tomate que se me ha ca�do", me contest� sin
dejar de mover el trapo.
All� estaba, a mis pies, con sus dos enormes pechos
movi�ndose al un�sono. Por la postura de las piernas, contemplaba sus robustos
muslos pero no adivinaba ver mas all� de las entrepiernas. Mi excitaci�n
aumentaba por segundo, pero all� estaba, quieto como una estatua, mir�ndola
fijamente. Mi timidez era mas fuerte que mi deseo. - "Bueno ya est�", dijo. Se
levant� tan fresca y se puso a enjuagar el trapo en el fregadero. Yo, sin
atreverme a nada mas, me di la vuelta y me fui al cuarto de ba�o. Me masturbe
besando una toalla que estaba colgada detr�s de la puerta, pensando que me
estaba follando a Rita.
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Una tarde fui a la cocina a coger un refresco. Tom� del
frigor�fico una lata fr�a de Coca-Cola y cuando sal�a, casi choco en la puerta
con ella. Rita se qued� parada en el umbral, ri�ndose a carcajadas, mientras
dec�a "cuidado se�orito, cuidado se�orito" mir�ndome fijamente a los ojos y
dejando ver sus blanqu�simos dientes.
Me qued� mirando sus gruesos labios, su nariz peque�a y
achatada. Sus ojos, grandes y negros, brillaban de una manera especial, quiz�s
porque habr�a tomado alguna copita. Tra�a un pa�uelo rojo en la cabeza,
recogi�ndose el pelo y una camisa ajustad�sima, seguramente de mi mujer, con los
botones dispuestos a explotar en cualquier momento.
Toda la noche me la pas� pensando en Rita y planeando como me
la pod�a tirar. Yo sent�a que ella me deseaba, pero por mi est�pida timidez, no
me atrev�a a dar el primer paso. Al d�a siguiente, mi mujer me avis� que iba a
ir con los ni�os a las rebajas del Corte Ingles.
Adrede, llegu� antes de lo habitual a la casa. Entr�
silenciosamente, sin hacer ning�n ruido, me fui a la cocina buscando a Rita,
pero no estaba. Mir� en el lavadero, en el jard�n y en el garaje, pero tampoco
estaba. Desesperado, cruc� de nuevo de puntillas la cocina, hacia su cuarto,
trat�ndole de darle una sorpresa. La puerta estaba abierta, pero las persianas
estaban echadas y hab�a poca luz. Met� un poco la cabeza para divisar el terreno
y mi sorpresa fue may�scula. Estaba en la cama con un t�o.
Me qued� de piedra. Di media vuelta, volv� al sal�n y
nervioso, encend� el televisor y lo puse a todo volumen. A los pocos segundos,
por la puerta de la cocina que da a un patio trasero, vi salir disparado al
jardinero, con la camisa desabrochada, los zapatos en chanclas y cogi�ndose los
pantalones con ambas manos. - �Madre m�a!, exclam�, tanto tiempo esperando
meterle mano y el jardinero, que tiene mas de sesenta a�os y est� mas estropeado
que la madre Teresa de Calcuta, se la est� beneficiando.
Me levant� y me fui cabreado al cuarto de Rita. Ella segu�a
en la cama pero se hab�a tapado con una s�bana. "Ah, est� Vd. aqu�. La andaba
buscando. �Que le pasa? �Est� Vd. enferma?". - No, dijo con voz entrecortada -
Como la veo acostada - Es que estoy un poco cansada, dijo con tono poco
convincente Se ve�a que adivinaba que yo lo sabia. Me sent� en el borde de la
cama y le toque la frente. - Fiebre parece que no tiene -con la mano izquierda
empec� a tocarle el cuerpo, simulando que la oscultaba- No parece que tengas
nada.
Ella me miraba sin decir nada. - Por encima de la s�bana,
comenc� a acariciarle suavemente el co�o. R�pidamente se humedeci� la s�bana. -
Uy, pero si esto est� ardiendo. Voy a ponerte el term�metro. Me quite los
pantalones y los zapatos, retir� la s�bana y me acost� junto a ella. Se la met�
de un golpe. Ella dio un suspiro profundo y estuvimos follando bastante rato. Al
d�a siguiente, desped� al jardinero.