Relato: La historia de Isabel



Relato: La historia de Isabel


(Introducci�n.)



En realidad vuelvo a �ste agradable pasatiempo que es en m�,
es el escribir


Lo hago despu�s de un periodo de dos a�os de absoluta
inactividad, retorno contando ocho historias abarcando el plano solamente de lo
sexual, (ya se sabe que en un pa�s en que el trabajo es un lujo, lo sexual se
incrementa como chantaje).


Es por ello que surgen comentarios o se deslizan historias,
de ese estilo sobre personas comprometidas con la realidad de un pa�s.


En m� las capt� de terceros, o simplemente fueron ellas las
confidentes para trascribirlas.


Yo he agregando algunos comentarios m�nimos, escasos para
encuadrar la historia en un marco no tan duro y mas llevadero de la historia,
pero reservando el respecto para el lector,


Por dos motivos: yo tambi�n soy lector y no me gusta ser
defraudado.


Ver�n que son realmente ver�dicas pero solo he quitando el
lugar donde verdaderamente ocurrieron y los nombres de los protagonistas,
agregando a la fantas�a de lugares por mi conocidos y nombres imaginativos.



La mayor�a de las historias transcurren en Buenos Aires


Argentina



As� marcar� la primera de las historias que la llamar�: La
peque�a historia de Isabel



Ocurri� hace aproximadamente unos tres a�os, entre un
"aprovechado empresario", y la necesidad de tener un trabajo, por una mujer
casada desesperada por su situaci�n econ�mica despu�s del diciembre del 2001,
tan conocidos para los argentinos.





La Historia de Isabel.





Terminaba de leerlo y subrayarlo.


A, los pocos segundos y despu�s de traer una tijera, le recort� prolijamente
apoyando el mate en la mesa.


A simple vista se pod�a ver el texto del anuncio:



"Empresa dedicada a la exportaci�n e importaci�n, busca mujer
con conocimientos de sistema de fiscalizaci�n, adem�s del programa Tango, y
arancelado internacional, que sea mayor de 35 a�os con conocimientos fluidos de
Ingles.


Su sueldo, ser� acorde a sus conocimientos y se otorgar�n
beneficios por mejoras.


Se tomar� un examen de aptitudes entre las 8 AM a 15 PM, en
la calle Pasteur al 1�".




As� expresaba el aviso publicado en el matutino Clar�n del
d�a domingo y daba la perspectiva para el d�a lunes, de una buena promesa
econ�mica lo cual ya era una excelente oportunidad para Isabel.


Ella desde hacia mas de quince meses se hallaba desocupada y
su marido con lo que aportaba al matrimonio, producto de una prestaci�n salarial
al estado de cientos cincuenta pesos, y un trabajo eventual los s�bado y domingo
de mas quince horas, apenas conformaban, los quinientos pesos.


Lo m�nimo para un matrimonio que afortunadamente (no ten�a
hijos), que estaba atrasando en el pago de las expensas de su casa, la luz y
hasta el gas, adem�s de adquirid ya mas de siete cuotas impagas del mismo
departamento que desde el banco, le cuestionaban severamente por su
incumplimiento.


Todo un panorama pero no era ajeno a los miles que en la
Argentina empobrecida de despu�s del 2001, hab�a conocido un derrumbe
estrepitoso sin igual.



Pedro, tengo fe de que �ste es mi anuncio.


Se que lo necesitamos tanto, amor que emprender� el todo o
nada al mismo, le dijo al acostarse en una fr�a noche de domingo y de invierno.


El lunes de junio, amaneci� lluvioso, pero de ninguna manera
redujo la fila que para las ocho de la ma�ana era de mas de med�a cuadra de
mujeres, llegando a la hora hasta casi la mitad anterior de la calle Pasteur,
pero que la misma a las diez de la ma�ana ocup� toda la cuadra llegando a la
misma, avenida Rivadavia.


A ella le tomaron examen a eso de las 13 horas de ese d�a,
quedando seleccionada despu�s de una hora entre un grupo de mujeres que en su,
mayor�a era de igual capacidad t�cnica y edad.


A las seis despu�s de haber pasado tantas horas en esa
empresa, le dieron un n�mero de aprobada, el quince que le otorgaba para el d�a
mi�rcoles a ella en una reuni�n delante de los ejecutivos, le afirm� un empleado
larguirucho y desabrido cansado de repetir lo mismo todo el d�a.



All� demuestra lo mejor de ti, le dijo al retirarse mir�ndola
morbosamente
.


Y era verdad, de esa reuni�n surgir�a su aceptaci�n o no a la
empresa



El mi�rcoles se despert� sobresaltada, hab�a algo en su
interior que le dec�a que el puesto depend�a exclusivamente de lo que ella
mostrase, pero adem�s le ten�a preocupada una afirmaci�n de una mujer que le
acompa�� el lunes


"Estos van a pedirte, lo mejor de lo que sabes pero alguien
me cont� que tambi�n van a querer algo mas de una".



Eso �ltimo la intranquiliz� que le pidiesen algo a lo que
ella no estaba dispuesta a dar como era tan com�n, en estos �ltimos tiempos


En verdad la reuni�n se hacia en un departamento que seg�n le
dijeron era de los ejecutivos, es decir del presidente de la empresa y un grupo
de accionistas, en el barrio de San Telmo sobre la avenida Independencia


Era un viejo edificio de arrendameinto, y la empresa que ella
estaba citada ocupaba todo un piso.



Ten�a hora para las quince, su marido ese d�a hab�a salido a
reparar una instalaci�n el�ctrica, al barrio de Almagro, as� que regresar�a algo
tarde y traer�a el dinero necesario para las compras de la semana.


Se mir� en el espejo despu�s de salir del ba�o, a eso de las
trece horas.


Se tom� su tiempo, aun conservaba firme el busto y a ella,
eso le gustaba.


Firme sus senos adem�s de pulposos, coronados por una aureola
rosada que terminaba en un pez�n alargado y duro.


Siempre sus senos fueron lo que a ella, le pudieron.


Su marido su �nico hombre desde el noviazgo lo entendi� y
comprendi�, que para llegar al �xito deb�a atacar esa zona.


Para ella era como un conducto directo hacia su vagina,
haci�ndola que se lubricase de inmediato y con facilidad, y si hasta muchas
veces en el subte o el colectivo cuando apoyaba sus senos en la espalda de
cualquier hombre por estar lleno el medio de transporte, se empezaba a excitar y
por mas que pusiese en blanco su mente, terminaba mojada en sus entrepiernas.


Isabel bajo la mirada, a su vientre


Era el �nico lugar en que no correspond�a a su gusto, despu�s
de su embarazo perdido a los seis meses que casi le cuesta la vida, ya no se
pego tanto a sus huesos y dejaba notar en su cintura una adiposidad aun no
resulta por lo ejercicios, tendr�a que operarme hacerme un retoque en la cirug�a
pero ello era excesivamente caro, luego, paso a su entrepiernas


A�n se consideraba demasiado frondosa en esa zona, como mi
madre record� de sus comentarios, y ciertamente en su madre fue lo �ltimo que se
le cayera de vellos.


Esbozando una sonrisa, sigui� mir�ndose.


La "Y "de sus piernas llamaba la atenci�n, mas cu�ndo sus
muslos aun conservaban la fuerza de sus a�os, y su largo de piernas, era el
correcto y donde de atr�s sus piernas eran contorneadas, lo que hacia que cuando
usaba polleras (en contadas ocasiones) las mismas mujeres se las mirasen con
admiraci�n y los hombres con deseo.



Ciertamente, la expresi�n de su cara era dura, la situaci�n
econ�mica, el mal dormir y la ausencia de sexo con pasi�n, de entrega total
estaba alejada


No porque su marido no se interesase por ella, es mas lo
hacia pero la cosa a medida que avanzaron los apremios econ�micos fueron
entibi�ndose al punto de mantener solo dos o tres secciones de sexo por semana.


Es m�s hacia m�s de quince d�as que con su marido no se
amaban.



Hay, que estupida, yo mir�ndose en el espejo y falta poco
para la entrevista


Se visti� interiormente de negro, que de alg�n modo resaltaba
con su cuerpo blancuzco, uso un corpi�o suave de modo que sus senos se
contuviesen pero no se marcase tanto esos rid�culos a�illos de acero de los
corpi�os armado as�, me lucen mas pens�


Se puso una blusa negra y una pollera un tono m�s bajo


Botas de cuero al tono y una bandolera sobre un abrigo
americano que le daba un aspecto aun m�s juvenil


Resalt� a�n m�s �ste aspecto, con un pa�uelo al cuello color
amarillo.


Se pint� suave pero de modo interesante, y se aliso el
cabello termin�ndoselo en forma de rodete.



A las quince la secretaria la hacia pasar a un recibidor, en
el cual al cabo de mas de quince minutos oy� su apellido y la secretaria la
present� ante su supuesto entrevistador


El se�or Francisco, la se�ora Isabel de�


Por favor, se�ora si�ntese


P�ngase c�moda y si ya s�, que estas entrevistas son formales
y no dejan escapar la verdadera personalidad cuando pasan las mismas y son parte
de la empresa le dijo Francisco a modo de inicio de la entrevista.


As� lo har�, se�or le contest� Isabel.


Al cabo de mas de quince minutos en que el hombre le dijese
las bondades de la empresa, Isabel fue estudiando al su entrevistado


Aparentaba tener unos cincuenta y tantos a�os, se ve�a muy
estructurado, y mas de una vez ella not� que su mirada estaba dirigida a su
blusa, comet� un error se dec�a le estoy dando la impresi�n de ser una mujer
ligera, deb�a haberme puesto un su�ter pero el que ten�a estaba muy gastado.


Despu�s el hombre le pidi� que se sentase en un ordenador y
resolviese un interesante ejercicio de finazas, adem�s de un calculo de IVA
compuesto y dem�s problemas, �l se manten�a de espaldas a ella, y en varias
oportunidades not� que al acercase a la computadora dejaba rozar sensiblemente
el cuerpo de �l, sobre su hombro


Ella manten�a su cordura, dejando pasar esa seguidilla de
incidentes que se empezaban a repetir


Y si hasta en un momento crey� notar que algo m�s que la
panza de ese hombre se le hab�a acercado


Al cabo de un tiempo en que Francisco, sigui� interesado el
desarrollo de los ejercicios, le fue diciendo que de entrar lo cual le parec�a
ciertamente posible, por la rapidez de la resoluci�n de sus ejercicios, el
sueldo ser�a de m�s de mil quinientos pesos


Cuando oy� semejante cifra, cerr� los ojos Isabel y pens�
inmediatamente en cuanto pondr�a influir esa cifra en orden su casa.


Pagar las cuentas pendientes y hasta le podr�a comprar a
Pedro, las herramientas que necesitar�a para emprender su propia empresa de
reparaciones, dejar libre de deudas el departamento y empezar a vivir como lo
hac�an antes del deflagio econ�mico.



Isabel, Isabel


�Le pasa algo?


Se despert� de ese sue�o cuando el hombre le tomara de la
mano pas�ndole con la otra una caricia en su cara.


No., perd�neme, es que sinceramente al o�r esa cantidad, me
sac� de la realidad, se�or...


Tienes problemas econ�micos, no Isabel serios problemas le
dijo el ejecutivo.


E Isabel le cont� casi llorando como era su situaci�n, la de
su marido


Bueno, veremos con tus ingles y un ejercicio m�s y listo, no
te preocupes, ahora el tono de voz de ese hombre era mas cordial, mas paternal.


Al cabo de unos segundos, le dijo a su secretaria por medio
del intercomunicador.


Maria, tr�eme un informe para que la mujer concurra a
revisada m�dica como lo exige el seguro, y un reglamento de la empresa para que
lo vaya estudiando.


Si se�or, ya voy se escuch� por el amplificador.


Isabel apenas lo pod�a creer, tenia el puesto y sin que hasta
ahora nada de lo que esa mujer le hubiese dicho.



Bueno Maria, le dijo a su secretaria, le voy a hacer a
nuestra amiga Isabel, que me de su informe sobre las nuevas inversiones, as� que
no me pases nada mas.


Isabel no sab�a que era eso, pero las mism�simas pruebas de
lo hablado por el hombre estaban en la mesa.


Le tom� sus datos, y dej� la firma, para m�s adelante


Bueno ahora Isabel todo depende de ti, quiero yo te voy a dar
una serie de datos y tu me dir�s lo que mejor corresponda hacer. Ese en el
futuro ser� tu trabajo as� que presta mucha atenci�n.


Y si ello es bueno firmo tu ingreso a nuestra empresa ser�
una realidad, haci�ndole notar que era el todo por el todo.


Isabel tom� los datos que el ejecutivo elabor� y empez� a
facturar, era algo dif�cil y ahora si sus respuestas no eran tan �giles,
empezando a sospechar si en ello, no hab�a trampas.


Se�or, a no mi hijita


Est�s sola, yo no existo.


Resu�lvelo.



Francisco con cierto grado de supremac�a se fue acerc�ndole,


A Isabel eso le molestaba porque intu�a que la estaba
desnudando con la mirada.


Al tiempo se hab�a puesto por detr�s de ella, en el piso se
escuchaba solo el tableteo de sus manos con el ordenador, y nada m�s.


En un momento en que ella estaba verdaderamente nerviosa,
not� que las manos de �l, se le posaban en sus hombros como aprision�ndola sobre
la silla. Ella se dio vuelta y le mir�:


Estas sola mi hijita yo no estoy, termina el ejercicio y
firmar� tu ingreso.


Pero me aprisiona usted, se�or le dijo


Me deja casi sin aliento.


No soy yo sino el problema que te present� en el ordenador,
�l es que te tiene prisionera de m�


Ciertamente, no lo s� se dijo internamente Isabel, �ste viejo
puto me cag� con este tema.



Segu�a haciendo cuentas y mas cuentas embarull�ndose en sus
mismillos conocimientos, caminado un camino para luego, desandarlo


Ya no sent�a la fuerza del viejo en sus hombros hasta que de
imprevisto una mano de �l se pos� en su seno.


Se hizo un silencio atroz, ella no fue capaz de mirarle, �l
se mantuvo con su mano, apoyada en su seno, por sobre la blusa.


Isabel empez� a sentir esa corriente en sus piernas, y lo
dej� estar all� sabia que tenia todas las de perder, si lo sacaba.


Pero sabedora que al momento de avanzar �l, ella lo pondr�a
en su lugar


Se�or, que hace le dijo.



Sentirte, Isabel porque me gusta lo que toco, desde que te vi
me gustaste.


Se�or eso no es el trato.


Pero a estas alturas:


�Que es lo que es real y que es lo que es abuso del poder,
Isabel!


Y la levant� de la silla.


No d�jeme, mientras ella era aprisionada sobre la cintura.


Por favor d�jeme.


Francisco sin que ella pudiese resistir le abri� su blusa, y
de inmediato tom� por debajo de su corpi�o un seno, ella cerr� sus ojos por
verg�enza y la incapacidad de reaccionar, es y ahora que una mano extra�a le
aprisionaba sus senos.


Aprovech� Francisco para levantarle el corpi�o y meter su
cabeza entre sus senos.


Ella ya no dec�a nada, y Francisco, aprovech� para meter
ahora su boca


Isabel solo ensayaba peque�os quejidos.



Al cabo de unos segundo ella sent�a como su entrepiernas no
solo se estaba mojando sino, que empezaba a sentir peque�os tironcillos,
producto de un elaborado PRE-orgasmo.


Todo ello se desarrollaba en silencio y bien lejos de un
sill�n largo de cuero


Francisco empez� a mover a Isabel hacia el mismo pero
lentamente para que ella no lo advirtiese y de advertirlo no lo impidiese.


Pero lejos estaba ese hombre de saber que Isabel estaba
obnubilada con esta in�dita situaci�n, jam�s presentada en su vida.


Era la primera vez que enga�ar�a a su marido


Ya lo tenia resulto, pero lo demorar�a quer�a gozar de esa
vejaci�n en que tantas veces imagin�, a la tarde en ausencia de Pedro, en su
cama cuando, se masturbaba.


No, d�jame no puedo hacerle esto a mi marido, d�jeme
Francisco resp�teme



Isabel me calentaste demasiado, eres una gran hembra, y
quiero comerte tenerte, cojerte


Esas palabras lejos de humillarla a ella, produc�an un
resquebrajamiento mayor de su voluntad, ya hab�a perdido noci�n de sus actos y
del lugar en que se encontraban y de alguna manera esperaba lo que ella sabia
que ese hombre ten�a previsto.


La par� frente al sill�n y le sac� la blusa, despu�s casi le
arranc� el corpi�o al no poder sacar una presilla por su propia calentura, ha lo
que Isabel ayud� levantado un brazo.


Se sent�, Francisco la observ� por un largo momento, ella
solo permanec�a parada con los ojos cerrados, y al poco tiempo la hizo sentar.


La apoy� sobre su pecho, av�ese sacado la camisa y el
pantal�n, en un tiempo record, ella aun permanec�a con la pollera puesta.


Lentamente Francisco le fue besando los hombros, luego el
cuello y a un momento not� que sus labios eran penetrados con una singular
fuerza por una lengua ansiosa que le recorr�a todo su interior y se abrasaba con
pasi�n a su propia lengua.


Isabel, permit�a ya todo de �l.


Atr�s hab�an quedado sus miedos por su marido, por la
secretaria a quince metros de ella, el lugar en que estaba si�ndole infiel, a
Pedro por primera vez.


Le tom� la mano Francisco, eso la hizo abr� los ojos y
lentamente su mano fue guiada hacia el miembro de Francisco.



No, Francisco, atin� a decir retir�ndole la mano que aviase
apoyo en el pene del hombre aqu� paremos,


Es una locura pero sent�a en su interior en ese momento la
descarga de su propia sangre en un orgasmo profundo, visceral, desde lo hondo de
su vagina porque no lo amaba a Francisco y solo era un objeto de sexo para ella.


El se dio cuenta, de su reacci�n y la par� pero ahora
baj�ndole la pollera y contemplando exauto esa mujer que ahora exhib�a una larga
media bombacha color negra con un tanga al tono.


S�cate las botas Isabel hazlo despacio, d�jame gozar este
espect�culo a un hombre de cincuenta y ocho a�os en su mejor tarde su vida.


Ella obedeci�, lentamente solt� su cabello, que llego tapando
a medias un seno el derecho, se inclin� aun mas y desabroch� el cierre de la
bota, luego hizo lo mismo con la otra y alzando una pierna en un acto que ni
ella misma supo como lo hizo dici�ndole a Francisco


S�camelas t�, mi due�o.


Francisco enrojeci�, y alargando las manos tom� primero una
le retiro y de inmediato le bes� el pie sobre la media, luego hizo lo mismo con
la otra pierna.


Isabel permanec�a sobre la alfombra del piso, y fue por m�s


Ahora Francisco, s�camelas las medias.


Francisco se par�, tenia el miembro rid�culamente fuera de
b�xer y ante la mirada de ella, lo escondi� como para no pasar por un idiota
calent�n.


Tomo de la cintura las medias y de a poco las fue enrollando
dejando al descubierto la tanga que exhalaba un perfume de mujer ardiente.


Luego al dividirse las media en dos opt� por la que estaba
m�s cerca de �l la izquierda de ella y �l la baj�, arrastrando en ese movimiento
a la de la otra pierna, ella ahora lo ayuda levantando la pierna y al sac�rsela
totalmente dejo las mismas a un costado del sill�n.


Estaba semidesnuda Isabel, pero no era ella era esa mujer
normal la de siempre, sino la que viv�a (una fantas�a) la misma que tantas veces
imagin�, al masturbase, y que despu�s de culminado su orgasmo en la cama, se
dorm�a esperando al marido.


Ahora era algo similar en ella.


Pero el marido en �ste caso era ese desconocido que hab�a
roto, ese peque�o engranaje que la deten�a de su pasi�n dormida.


Si�ntate Francisco, ahora ella le dirig�a.


El obedeci�.


Se baj� lentamente la tanga, enardeciendo por en�sima vez a
ese hombre.


Isabel gozaba de esta situaci�n,


Te gust� lo que viste, le dijo al tirarle la tanga sobre su
b�xer.


Eres realmente hermosa Isabel.


Hermosa es poca.



No digas mas nada, Francisco


No me compares, y solo act�a como debes hacerlo con una mujer
exasperada.


La tom� acerc�ndola y meti� directamente su cabeza sobre su
sexo,


Isabel sent�a, como esa lengua le buscaba en lo m�s �ntimo de
ella, su cl�toris


Al encontrarlo Francisco con sus labios, le presionaba
alarg�ndolo y mordisque�ndole, para luego bajar inmediatamente a su vagina.


Despu�s, le subsanaba, en un juego endemoniado para ella, que
Francisco practicaba a la perfecci�n y que venc�a, ya su poco pudor



Pap�, me estas comiendo la concha, le dijo una Isabel que no
era ella, sino la que so�aba ser mientras se masturbaba.


Segu� m�teme la lengua, as� as�, mas.



Francisco estaba ya casi rid�culamente arrodillado en el piso
con su b�xer a medio sacar y su culo al aire, era pat�tico el cuadro, el poder
vencido por dos labios vaginales que arrojaban un n�ctar que Francisco beb�a
apasionadamente.


El cl�max llego cuando ella le dio su segundo orgasmo, se
descarg� aprisionado la cabeza de �l, sobre su sexo.


Ahog�ndolo con sus l�quidos y lo apretado de la nariz en sus
pelos de la concha.


Le ech� al terminar su orgasmo, para atr�s, estaba rojo con
la boca espantosamente mojada de su propia saliva y el l�quido de ella.



Nunca sent� a una mujer as�, Isabel lo juro



Aun no te he sentido Francisco ahora, es mi turno


A esta hora se repreguntaba Francisco:


�Quien era el violador?


�Espera Isabel dame tiempo, no soy un pendejo�


Te voy a coger de tal manera Francisco, que jam�s te
olvidaras de m�,


Pero a eso solo lo sabr�s con el tiempo


Solo con el tiempo�


Lo ayudo a parar y le saco el b�xer.


Apareci� un miembro un tanto menor que el de su marido, pero
caprichosamente inclinado hacia arriba.


Ella lo tom� con la mano y sin mirarle la cara parado as�
como �l estaba, arrodill�ndose se lo introdujo en la boca de un solo y nada
r�tmico movimiento.


Empez� eso si, a un ritmo, lento.


Como acostumbrarse a un sabor y hasta un olor, diferente al
de su marido.


Pero que a los segundos, ya le parec�a igual.


Se estaba comportando como una puta


Pero ni ella misma sab�a a que obedec�a


Ya ni siquiera en ella estaba presente el trabajo, era ahora
ello una excusa tan lejana que para este entones Francisco pensar�a, mas estar
enfrentando en una puta profesional que en una ama de casa sencilla.


Pero a lo hecho estaba y ahora quer�a gozar, como hacia
tiempo que no lo hacia.



Francisco t�midamente le tomo de la cabeza y ella para
hacerlo vibrar mas a medida que sacaba el mienbro de la boca suavemente apretaba
con sus dientes en el produci�ndoles espasmos y contorsion�ndolo, de tal manera
que el le pregunt�


�Quien te ense�o ello, Isabel eres unas diosa?



Ella pens� lo mismo pero era toda pasi�n luego a la vez
subsanaba sobre la abertura del grande y le envolv�a ya con en su lengua,
haci�ndole las delicias de ese hombre totalmente vencido, que para esos momento
exclamaba solo extensos y no tan calladas expresiones, de placer


Cuando noto que �l se venia, se par�.



El comprendi� y se acost� en lo largo del sill�n


Era c�mico verlo con su vientre hacia los costado su tetillas
de ya una persona mayor embobado y dej�ndose hacer lo que ella quisiese.


Ella se subi� delicadamente sobre �l, y �ste le tom� los
senos con las manos, all� ella se estremeci� y como obedeciendo a una impl�cita
orden:


Tom� su miembro


Pero tan delicadamente con la mano y despaciosamente, que a
Francisco le saco un ayees de placer profundo desde su interior


Luego, a ese miembro duro y h�medo lo fue recorriendo por
todo el largo de su vagina, lentamente par�ndose por segundo y penetr�ndoselo
solo un peque�o espacio dentro de su vagina, hasta que al tiempo y para cuando
la respiraci�n de Francisco era profunda, gruteral lleg� al mism�simo cl�toris


Ello a Francisco le hizo cerrar sus ojos y ella por el
contrario los tenia demasiados fijos en cada unos de sus movimientos


Y as� al cabo de unos minutos se dej� caer sobre �l en forma
fren�tica y ambos quedaron unidos internamente.


Fue como en un sue�o ella empez� a sentir las t�picas
contorciones en su interior mientras se mov�a sobre su miembro de arriba hacia
abajo.


El obedec�a soplado y emitiendo peque�os y pausados ayees de
placer.


Ella no manifestaba nada solo esperaba que estallara su
orgasmo, y felizmente lo logr� al poco tiempo que Francisco hacia, lo mismo.



Ella se acost� sobre �l, abras�ndolo y le dijo:


Pedro he gozado, como cuando �ramos novios, te amo Pedro te
amar� siempre.


El escucho ello con arrepentimiento, y solo al cabo de unos
minutos se le atrevi� a decir.



Isabel, me llamo Francisco.




Epilogo



Las cosas para el matrimonio de Isabel empezaron un d�a a
mejorar.


Pudieron pagar las cuotas atrasadas del departamento, y hasta
Pedro pudo alquilar un local muy cerca de plaza Once


Al tiempo no mucho incorpor� a un mec�nico de cortinas y
despu�s a un cerrajero



Yo he lo he visto, a ese negocio es un emprendimiento de
mediano �xito y bien concurrido, de prestigio.


Dej� la ayuda del plan trabajar, y es muy feliz


Recobr� la dignidad de llevar la plata al hogar producto de
su trabajo y ser �l, quien maneja la econom�a hogare�a.



Claro est�, que Isabel no entr� a trabajar en esa empresa,
era la l�gica consecuencia.


Pero si m�gicamente al cabo de unos d�as ella encontr� una
actividad que le acerc� la suficiente plata para que Pedro se desenvolviese, sin
que se diese cuenta de c�mo ella lo obten�a.


Si, ella llevaba una contabilidad muy especial, solo de vez
de en cuando, en un departamento que Francisco, alquilaba en la zona de Retiro
se encontraban.


All� se ve�an esos dos amante al principio con frecuencia,
despu�s m�s espaciada hasta que Francisco un d�a decidi� cortar para siempre esa
relaci�n, por temor a enamorarse.



Ahora Isabel es la orgullosa mujer que atiende el tel�fono
para las reparaciones en el taller del barrio de Balvanera, y solo de vez de en
cuando aparece Francisco en su cama, cuando ella se masturba�


Siempre por la tarde en el descanso, que ella misma se otorga
para si.






Gustavo Gabriel Camisasca


Contempor�neo


Almagro. Buenos Aires


Argentina.




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Relato: La historia de Isabel
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