A�n recuerdo como si de este mismo instante se tratara, el
extra�o sentir, c�mulo de sensaciones que sacud�an mis entra�as cuando desde mi
sill�n de orejas miraba hacia la ventana de enfrente. Aquella ni�a, de rostro
angelical, cabello largo del color del oro m�s puro; cowgirl in the sand. .
.tronaba la guitarra de Young removiendo mis pasiones. Muchas fueron las veces
que me sent� un viejo pervertido, un desgraciado. . .un hombre sin rumbo, eso
era; un barco a la deriva.
No se muy bien como llegu� a ella. Tal vez fue el inmenso
remolino de deseo, tal vez su primavera, sus ganas de ser mujer. De lo que estoy
casi seguro es que no fue precisamente amor juvenil lo que la trajo a mi.
Nuestras miradas se cruzaron por segundos. En aquel momento
estuve a punto de saltar por la ventana, de hecho lo hice. Cuando desapareci�
tras las cortinas beiges de su habitaci�n. Cerr� los ojos y me somet� a una
sesi�n de placentero sue�o. A partir de ah�, pas� horas y horas sentado en aquel
sill�n, esperando ansioso el momento. Ella sab�a que yo la observaba, que mi
mirada alcanzaba m�s all� de sus cortinas, m�s all� de su cuerpo. . .rozando su
alma.
Era un martes por la tarde. Ella tendr�a unos catorce a�os,
sal�a del instituto a las dos y media y pasaba las tardes encerrada en su
cuarto, haciendo sabe Dios qu�. Digo ella, sin nombre, sin identidad. . .para mi
era s�lo ELLA. Nunca supe su nombre, nunca lo pregunt�, ella. . .ella. . .la
ni�a, la mujer. . .la persona de mis sue�os.
Retir� las cortinas, nos miramos como cada d�a, en silencio,
con la voz de los ojos. Esboz� una sonrisa, sus mejillas se sonrojaron, mi
cuerpo entero se sonroj�. Qu� curioso, yo, un hombre casi de vuelta de todo
enrojecido como un adolescente. Y es que el amor le devuelve a uno la juventud,
la vida entera. Cada d�a preguntaba para mis adentros. . . � acaso hay en esta
vida algo mejor que enamorarse ?
Diez minutos despu�s un toque en mi puerta, t�mido, indeciso.
Me levant� silencioso, como siempre. Todo lo hac�a en silencio. Cuando abr� la
puerta hubo un momento de confusi�n entre sue�o y realidad. �Era ella, o mi
mente pervertida me jugaba una mala pasada?
Pas� sin decir nada, impregnando con su olor de juventud mi
casa entera. Ol�a a. . . s�lo una palabra defin�a su olor, un olor irrepetible,
TODO. Ella lo era todo, una flor, un �ngel, un peque�o diablo que hab�a
trastocado una vida vac�a.
Se qued� frente a mi, sin mediar palabra. Como cada d�a, tan
s�lo la distancia entre los dos cambiaba esta vez. Casi pod�a tocarla, elevar un
brazo hubiera sido suficiente, pero no lo hice, quiz�s por respeto, quiz�s por
miedo. . . el caso es que lo hizo ella. Se acerc� a mi hasta rozar cada
mil�metro de mi cuerpo. Su frente tocando mi barbilla, llevaba un vestido de
color lila, medias negras y unos zapatos negros.
Uni� sus manos a las m�as, se peg� m�s a mi cuerpo y yo bes�
su frente, la bes� con tanta pasi�n, que posiblemente pudo confundirse con
furia, con ferocidad. Me emborrach� de su olor. Mi pene creci� desmesuradamente,
casi en una fracci�n de segundo, a punto de romper mis pantalones. Ella se dio
cuenta y desliz�ndose por mi cuerpo baj� hasta tocar con las rodillas en el
suelo. Desabroch� mi cintur�n, los cuatro botones del pantal�n, y �stos cayeron
al suelo, a la altura de mis tobillos. Mis calzoncillos ten�an botones delante,
y la mitad de mi grueso pene pudo escapar entre dos de ellos. No pod�a m�s, pas�
su cara entre mis piernas, y mi pene acarici� sus mejillas, su nariz, sus ojos.
. .su boca. Rode� el glande con la lengua, mientras desabrochaba los botones
restantes. Sus manos acariciaron mis test�culos, y mi pene cada vez se sumerg�a
m�s y m�s dentro de aquella cueva. Jugaba con ella, la acariciaba tiernamente, y
yo guiaba su cabeza con mis manos.
Me estaba muriendo de placer. Estuve a punto de correrme
dentro de su boca, pero hubiera sido muy poco caballeroso por mi parte, as� que
la tom� por los hombros, y se incorpor� de nuevo. La llev� de la mano, con los
pantalones arrastrando, y mi pene completamente fuera del calzoncillo hasta mi
habitaci�n y la tumb� sobre la cama. Quit� sus zapatos, y despu�s su medias,
acariciando su piel, terriblemente suave, encantadora. Ten�a unas braguitas
blancas, que quit� tambi�n. Su vulva, con el pelo a medio aparecer me pareci�
una exquisitez. Abr� sus piernas, las puse sobre mis hombros y deslic� mi lengua
sobre su cl�toris. Estaba empapada, demasiado tierna, era una delicia. Mi lengua
explor� su vagina, intentando entrar una y otra vez. Ella jadeaba y me agarraba
del pelo con fuerza.
Estaba fuera de s�. . . La incorpor� de nuevo, baj� la
cremallera de su vestido dejando el pecho al descubierto. Dos peque�as monta�as
redonditas que pellizqu� con suavidad. Puso sus manos en mis nalgas, y me acerc�
hacia ella, de rodillas, llevando de nuevo mi pene a su boca. Yo comenc� un
vaiv�n de caderas, mirando entusiasmado como desaparec�a mi miembro en su
cavidad bucal. Pegu� un grito, otra vez casi a punto de correrme. . .pero no,
a�n no era el momento. Me acomod� entre sus piernas, notando en el glande el
calor de su vagina virginal. Ella estaba sudando, al igual que yo, ambos
extasiados de placer. Su vagina comenz� a engullir mi miembro erecto hasta tocar
fondo.
Ella abri� m�s las piernas, coloc�ndolas sobre mis nalgas,
empujando hacia ella, sinti�ndo como quer�a que la penetrara una y otra vez.
Entraba y sal�a, ambos pod�amos escuchar el sonido del lubricante natural. Not�
como ella tocaba el cielo, y sus paredes vaginales apretaban con fuerza mi pene,
una serie de contracciones que me hicieron estallar de placer. Un chorro de
semen se desbordaba de su cavidad, mientras yo, apoyado sobre su joven cuerpo
esperaba el tama�o normal de mi herramienta.
Ella intent� incorporarse. Se visti�, y sali� sin decir nada
de la habitaci�n. Poco despu�s escuch� la puerta de la calle. Comprend� entonces
que ah�, en ese preciso instante terminaba mi sue�o. En la triste habitaci�n de
un hombre solo, con las gotas del placer.
Escorpiona Amarilla