AL AIRE
De c�mo una circunstancia casi casual puede cambiarle la vida
a alguien... As� fue c�mo a Sam, espa�ola pero de madre americana, casada con
Andrea, un empresario italiano venido a menos, le pas� un d�a en que al no haber
lavado la ropa al acumul�rsele las tareas dom�sticas.
Sam, bastante alta y delgada, con unas piernas inacabables y
un culo de ensue�o, con una cintura estrecha y figura excelentemente conservada
a sus 35 a�os, aunque de pecho no demasiado grande (aunque no ten peque�o como
ella se ve�a, era la parte de su cuerpo que menos le gustaba y de la que no se
sent�a nada orgullosa y por eso andaba obsesionada con oper�rselo), se encontr�
aquel jueves en el que ten�a que acompa�ar a Andrea a una cena de trabajo con
que no ten�a ninguna braga limpia que llevar y no se lo pod�a decir a su marido
si no le quer�a hacer enfadar, porque era algo que ten�a que haber previsto
antes.
Ya eran cerca de las 10 de la noche y ning�n comercio estar�a
abierto, as� que a Sam no le qued� m�s remedio que aventurarse con... ir sin
ropa interior a aquella cena. Por eso trat� en vano de ir con unos pantalones.
De hecho ten�a un conjunto con chaqueta muy elegante que habr�a estrenado si
Andrea no hubiera insistido en que llevara aquella falda corta, un poco por
encima de las rodillas, que tanto se le ce��a al busto y marcaba su excelente
figura. Una blusa de seda, suave y abierta en sus dos botones redondeaba el
espect�culo de su cuerpo apetecible.
Cuando termin� de arreglarse, a Sam se le subieron unos
ardores por el cuerpo. Se notaba casi desnuda por completo sin ropa interior.
Cre�a que se notaba si alguien miraba: su raja bien cuidada, depilada en un
peque�o y coqueto tri�ngulo. Sin pretenderlo, sali� de casa demasiado nerviosa.
Y andando se notaba a�n m�s que le faltaba algo. El aire que levantaba su falda
era como si se introdujese en su concha y la manten�a en un estado permanente de
excitaci�n injustificada.
Y para acabar con las fatalidades, el coche no arrancaba. La
bater�a se hab�a venido abajo. Entre insultos por parte de ambos, no les qued�
otra que ir en metro. Quedaba tiempo y ya volver�an en taxi, tampoco era
cuesti�n de gastar dinero a lo tonto (o al menos eso le dec�a Andrea,
explicaciones que a Sam no le convencieron y que no le quitaron la idea de que
estaba casada con un ro�oso que ten�a mucha labia pero poco �xito). De modo que
ella medio desnuda pasear�a por el metro de Madrid... La idea no le apetec�a
nada a Sam.
Pero su disgusto pas� enseguida. El morbo iba aumentando a
cada instante. El metro estaba bastante lleno y los apretones hac�an que su
mente volase de un modo impensable para ella. Cuando sent�a que un hombre se
pon�a a su lado, imaginaba que sabr�a que andaba medio desnuda y su mente le
repet�a de modo prohibitivo que era una puta. Aunque el culmen de su excitaci�n
lleg� cuando pudieron sentarse. Su falda se echaba para atr�s y ten�a la
sensaci�n de que ahora s� ser�a imposible que nadie se fijara en su situaci�n.
Su cara roja la delataba, as� como su nerviosismo. Su marido
la hablaba, pero ella estaba pendiente de las personas que se sentaban delante.
Los muchachos que iban en grupos para ir a alg�n local se fijaban mucho en ella,
y hac�an comentarios que no o�a pero que intu�a. Llamaba mucho la intenci�n una
mujer como ella y m�s de la forma en que iba vestida. Pero el que m�s se fijo en
ella fue un chico que no quit� la vista de sus piernas y m�s all�. Sam estaba
tan cachonda que se crey� Sharon Stone: inici� un cruce de piernas super sexy y
sugerente. Not� c�mo su co�o empapado qued� expuesto ante la �vida vista del
muchacho, que no perdi� detalle. Hasta not� el empalme que le produjo.
-Es aqu�, oy� decir como a lo lejos, aunque era su marido el
que le hab�a hablado. Se levant� �l primero y ella, tras salir de su
ensimismamiento, le sigui�. El chico entonces se puso de pie detr�s de ella. El
metro estaba hasta los topes, todav�a no sab�a Sam c�mo hab�a podido verla tan
fijamente. �l peg� su paquete, duro por completo, a su falda. Sam peg� un
respingo, pero no dijo nada. Su marido no mir� atr�s. El chico bes� su cuello,
arriesg�ndose a que pudiera verle el marido por el cristal oscuro del metro. Sam
no hizo adem�n de revolverse ni pedirle cuentas. Y eso que �l hab�a avanzado una
mano hasta su culo y por debajo de la falda. Una mano alargada alcanz� su suave
piel y su raja. El atrevimiento de aquel muchacho que en un principio le hab�a
parecido muy t�mido, al no atreverse apenas a cruzar la mirada con ella, la
estaba volviendo loca. Ella, arrastrada por aquella pasi�n, llev� su mano al
paquete del chico, duro por completo.
-Me ha vuelto loco tu chocho, zorra. Si no estuviera tu
marido aqu� te follaba al salir, y su mano cambi� de zona y se dirigi� por
delante, a su rajita encharcada. Las puertas se abrieron y su marido le cogi� la
mano que no ten�a en la entrepierna del chico.
-S�gueme, nene.
Su voz hab�a sonado �spera, excitada. Quer�a foll�rselo a
toda costa y no pensaba c�mo lo har�a, s�lo lo sab�a.
El chico los sigui� a cierta distancia y Sam no pod�a evitar
echar la vista atr�s para ver si los segu�a. Por fin, entraron a un portal. Le
entr� miedo que �l no pudiera entrar, pero un rato despu�s vio que se hab�a
colado en la fiesta. Casi al empezar la cena, despu�s de las presentaciones, se
disculp� con su marido y otros invitados. Ten�a que ir al ba�o.
No vio ni siquiera al chico, pero sab�a que la estaba
siguiendo. Dej� la puerta entre abierta, y al poco �l estaba all�, comi�ndola a
besos, recorriendo con su lengua su boca. Lo �nico malo de la situaci�n era que
no pod�a dar rienda suelta a sus gemidos, aunque no pensaba en eso, se dejaba
desnudar y desnudaba a su vez a aquel chico que no pasar�a de los 25.
Le devor� los pechos una vez que quit� el cierre del sost�n.
Su ropa qued� en el suelo, al lado del wc. Mientras, el chico ya ten�a sus
vaqueros por los tobillos y ella ten�a su mano metida dentro del b�xer de aquel
muchacho que continuaba con su erecci�n. Le estuvo pajeando mientras �l
continuaba desvisti�ndola. Ahora le tocaba el turno a su falda, que no tard� en
llegar al suelo. Ahora s� que su co�o quedaba totalmente expuesto. Expuesto ante
un completo desconocido. Era la primera vez que le era infiel a su marido, pero
ni por un segundo notaba algo de arrepentimiento. Y c�mo sentir arrepentimiento
cuando un desconocido tan atractivo se arrodilla y comienza a comerte el conejo
y con esas ansias... Sin la mano del chico en su boca, los gritos comenzaron a
escaparse sin control. Su primera corrida fue colosal y quiso corresponder a su
amante con una mamada de infarto.
Quer�a que acabara en su boca, pero el chico ten�a otros
planes. La levant� y se sent� encima del retrete. Y acto seguido la jal� y la
sent� sobre �l. Su polla le entr� como la mantequilla de golpe. Ahhhhhhh, grit�
ella. Y comenz� un bombeo constante, que ella misma controlaba. Aunque no tard�
�l en correrse, para Sam fue el polvo del siglo y adem�s volvi� a correrse.
Entonces oyeron c�mo entraba un hombre al ba�o y ambos se
callaron, pues estaban a medio vestir. Ruidos de or�n y se fue. El chico parec�a
con prisa por irse. Antes de que se fuera, le pas� un papel con su n�mero de
m�vil. Cuando volvi� a la mesa, los dem�s ya iban por el segundo plato, aunque
no le hicieron muchas preguntas de lo que le hab�a pasado. Eso s�, su
nerviosismo segu�a de un modo similar, sobre todo cuando not� que un goter�n de
semen parec�a querer bajar por su sudoroso muslo...