Relato: Arakarina (13: El cumplea�os)





Relato: Arakarina (13: El cumplea�os)

ARAKARINA XIII


EL CUMPLEA�OS



XVIII


ELLAS DOS




No se si fue lo indicado haberlas dejado solas. Mara me
recuerda un tanto a Fedra, bueno, casi todo me recuerda a Fedra, pero esta mujer
en especial me hace evocar su sentido del momento. Hay carteles cursis que dicen
que vivas la vida como si se tratara del �ltimo d�a que la tuvieras, y otro m�s
obsoleto que te sentencia diciendo, "en vida hermano, en vida", adornado adem�s
con retoques de religi�n de la que llaman carism�tica, sin embargo ninguno de
ellos, por profundo que quiera parecer, refleja el verdadero sentido del
momento. El momento es voraz, rapaz, no tiene contemplaciones. Y aunque el
primer eslogan de vivir la vida como si se tratara de nuestro d�a postrero deja
ver la naturaleza ego�sta y ef�mera del momento, tal desesperaci�n no es acorde
con lo que yo entiendo como el momento, pues m�s bien debes de vivir como en
realidad es, sin la amenaza de que este d�a sea el �ltimo ni imaginando que hay
que hacer todo hoy porque nos acercamos a esa inmensa coladera que es la muerte.
El hoy es el hoy, sin compromisos que huelan a legado, sin esp�ritu de
compostura, vivimos en medida de la distancia que hayamos recorrido en la vida.
Hay una canci�n que una vez escuch�, que por cierto no goz� de fama por el hecho
de que fue segundo lugar en un concurso, del cual tampoco el primer lugar tuvo
fama, no obstante la canci�n me pareci� genial porque en su l�nea final dec�a "Y
si volviera a nacer, aqu� estar�a", m�s o menos me pasa eso a m�, no estoy donde
debo ni donde quiero estar, sino que estoy donde estoy, manifest�ndome. Ya todo
me parece un juego de palabras, lo cierto es que Fedra lo podr�a explicar mejor
que yo.


Esta Mara me simpatiza de verdad. Seguro que es mucho menos
despistada de lo que quiere aparentar. Sus ojos me reflejan un brillo muy oscuro
que me gusta.


Me hace pensar en qu� tan deseable puede resultar implicarse
con los dem�s. De lo que le he escuchado, en su mundo figura gente de dos tipos,
los salvadores, donde indefectiblemente se encuentra ella, y los salvados, entre
los cuales se encuentran seguramente sus amigos. Es amante de los ritos, y eso
puede ser un puente de entendimiento entre ella y yo. Por otro lado, y pese a
que no es una ni�a, sus caderas, perfectamente herm�ticas y virginales no
coinciden con esa mirada astuta que s�lo poseen las mujeres que han probado ya
el poder real de su cuerpo.


Regreso a casa y las encuentro pl�cidamente sentadas en los
sillones. Mara muy formal, vestida a�n con saco y cruzando una pierna sobre la
otra, descansando la de encima y culminando con su pi� puntiagudo, en una pose
mucho, demasiado art�stica, casi un pi� de ballet. Cruza uno de sus brazos, el
izquierdo, por debajo de sus pechos, como si se tratara de un cintur�n de
seguridad de carne, mientras que su otro brazo, ce�ida su mu�eca en un brazalete
muy ex�tico, se alzaba hasta su cara, la que cubr�a hasta la mitad con su palma.
Muy simb�lica su pose, muy elocuente. Podr�a haberse dise�ado un nuevo tarot con
toda la gama de figuras que adoptaba con su cuerpo. En eso se parece mucho a m�.
Su expresi�n es muy gr�fica, aunque mi gesto es m�s vers�til por as� decirlo que
el de ella, eso s�lo aplica al rostro, ya que mi cuerpo no comunica tanto como
el de ella, que puede tomarse, seg�n las personas ordinarias, como estrafalario.


Helena por su parte est� sentada sobre sus nalgas. Aunque eso
puede sentirse como algo obvio, hay que notar que est� sobre sus nalgas pero no
se recarga en el sill�n, pues sus piernas est�n dobladas hacia arriba, juntas y
rodillas al cielo, sujet�ndolas con sus dos brazos cruzados. Como si estuviera
arroj�ndose un clavado con giro y en �ste se hubiera quedado suspendida. Por
otro lado, esa posici�n la encuentro un tanto agresiva, principalmente porque
con las piernas as�, las caderas se le ven m�s anchas, adem�s por el corto con
el que va vestida se le ve esa curva ligera y deliciosa en que las piernas dejan
de serlo y pasan a ser nalgas, sugiriendo el calorcillo que ah� se encierra. Es
agresiva porque una mujer con piernas abiertas es siempre una provocaci�n. Yo
parezco no ser el �nico en notar lo rico que ser�a dejar de platicar y darse a
la tarea de comunicarnos de otra manera.


Sin embargo, y como parte del juego supongo, Helena me mira
con su cara de la parte de ni�a que le queda, que adem�s de ser muy convincente
de su inocencia, estoy seguro no le abandonar� jam�s, pues es ni�a en su
curiosidad y energ�a. Dice dos o tres cosas, pero no le escucho, estoy
embelesado viendo su mirada que me encanta y absorbe completamente, ella se da
cuenta de eso y le gusta mucho, por lo que sigue hablando en ese mismo acento,
en ese mismo hechizo, y aunque ya es consciente y a prop�sito, no deja de ser
tan v�lido.


- �Qu� tienes pensado hacer para el cumplea�os de Helena?-


Helena frunci� el entrecejo en se�al de molestia por la
inoportunidad de Mara, sin embargo, not� que le interesaba que se hablara del
asunto. �Pero si ni s� cu�ndo celebra su nacimiento?


- No s�, en todo caso ser� sorpresa- Dije por esquivar el
tema.


Los temas siguieron y nos sentimos muy a gusto. Mara es una
excelente mediadora de pl�ticas, y ella misma es un r�o de charlas, las que no
cesan. Me da la impresi�n de que en muchos de los casos miente, pero me da lo
mismo.


La hora de acostarnos lleg�, pues eran las cuatro con treinta
de la ma�ana, y el sue�o ya se dejaba sentir. Era una paradoja que Helena
estuviera en cortos, pues hac�a mas bien fresco en la sala. Era bastante tarde,
por lo que era sumamente descort�s que Mara se fuera a dormir a su casa, sobre
todo por la flojera de trasladarse hasta dondequiera que �sta quede, pues de
como la conoc� s� que no le teme a la noche. Me da la impresi�n de que todos
quer�amos que no se fuese, es decir, Helena y yo, y que adem�s ella no quer�a
irse. Sin embargo, el dormir podr�a ser un problema, no por m�, sino por ellas.


De ordinario, y pese a que tengo una muy confortable cama
tama�o King Size, Helena acostumbra dormir en el sill�n de la sala, del cual
ella dice "Es como estar en el vientre materno" por lo tibio y c�modo. Cuando lo
dice me da por pensar que hace la referencia del vientre materno pensando en lo
que �ste debe ser, sin asociar dicho lugar con su propia madre, a la cual, sin
que me lo haya dicho abiertamente, parece aborrecer, y el �nico resultado que
tendr�amos de meterla a ella de nuevo en el vientre materno ser�a que ella, como
un alien voraz, destruyera las entra�as de su Mam�. El vientre materno.




El vientre materno




En una casa una mujer llora cada d�a porque lo que ella
esperaba, lo que en sus sue�os deber�a de ser su propia vida, no ocurrir� jam�s.
C�mo explicar que quiere con toda el alma a una personita que ni siquiera ha
visto, a un ni�ito que encima viene ya no como producto del amor. Lo toca mucho,
est� dentro de su vientre, le habla y le dice que las cosas ser�n muy dif�ciles,
pero que no se arrepiente de tenerlo. Que sin embargo est� cansada de no sentir
amor desde ninguna parte, mientras que el ni�o no comprende que �l no puede
todav�a dar amor, que en su condici�n m�s bien ocupa que se lo brinden. Ella le
canta, le dice que ya no tiene nada en esta vida, sino a �l, y que pronto dejar�
de tenerlo. Esa mujer no cree ya en el estado de las cosas. Siempre apegada al
orden, al rumbo marcado de por vida, en el citadino destino. "Eres un esp�ritu
fuerte" dice su canci�n.


Mientras, espero el momento en que todo esto termine, en que
podamos encontrarnos cara a cara, y mirarnos, estableciendo un pacto sin nombre,
tal cual debe ser un pacto irrompible. Sin embargo el pacto no se celebra nunca,
ni el ni�o pudo ver de su madre los ojos, pues �l no ten�a vista, ese �l que
soy"



No obstante que se acuesta en la sala, la cosa cambi� esta
vez. Primeramente, Mara confes� no haberse dormido nunca con nadie. No con el
af�n de evitar hacerlo ahora, sino para que le explic�ramos como es que se
duerme con otra gente. "La gente se comunica aun dormida" fue lo que balbuce�.
Puse cara de erudito entrevistado para disminuir el impacto de lo que sea que
dijera y expres�, as� sonar�a a bromista, coment� - No hay explicaci�n para
esto, sencillamente te duermes y ya, se supone que eso hacemos diariamente, y
las explicaciones de c�mo hacerlo solo vienen al caso si se pretende hacer el
amor o acostarse juntos pero no dormir.



La escena fue linda, aunque tensa. Entre Helena y Mara existe
una sutil complicidad que es tan fuerte y radical como lo es su rivalidad. Por
esto cuando Mara dijo que sent�a que ella cab�a en la cama de la rec�mara, que
en realidad no es tal porque en la casa casi ni hay muros y puede verse de la
rec�mara a la sala y de la sala a la cocina, ya que es de hecho como un gran
terreno rodeado de muros, techo y ventanas, y los escasos muros que separan una
parte de otra no son de concreto, sino estructuras de forja que hacen accesible
todos los lugares. Cuando dijo eso, Helena dio un brinco diciendo que ella se
acostar�a esta vez en mi cama tambi�n, y no s�lo eso, se quit� el corto y qued�
en un breve calzoncito de algod�n blanco que dejaba a la vista la fortaleza de
los m�sculos de sus caderas, se puso unas calcetas rojas y se las arremang�
hasta los tobillos, y se puso un su�ter color negro que estaba encima del bur�,
�ste de mi propiedad y sucio, es decir, no sucio, sino impregnado de el aroma de
mi loci�n e inclusive de mi propia persona. �ste acto me agrad� en sobremanera
tanto como me preocup�, pues por un lado mi su�ter es como si yo mismo la
cubriera del fr�o con mis brazos, sin embargo, qu� necesidad de demostrar que se
duerme en pantaletas; si lo hiciera siempre no me sentir�a tan extra�ado, pero
nunca lo hace, y si lo hace justamente ahora, el motivo no soy yo, es Mara. No
lo esperaba de ella. Nunca hab�a cedido a esa costumbre suya de dormir en el
sof�, y para hacerlo ten�a sus propias pijamas, y aunque por no haber muros se
entiende que dif�cilmente podemos cambiarnos de ropa sin vernos las prendas
intimas, nunca se hab�a visto que quisiera andar en ropa interior, adem�s no se
pon�a mi ropa, y esta vez se enfundaba en mi su�ter. Por otra parte Mara
comenzaba a quitarse el saco y la corbata.


Tuve que avanzar rumbo al calentador para subirle al gas,
pues intu� que ambas quedar�an bastante desvestidas. Suponiendo que quisieran
impresionarse entre ellas mismas, el �nico inocente era yo, pues no s�lo
platicaban cosas m�s intr�pidas cada vez, sino se esforzaban por demostrar lo
agradables que eran, y de vez en cuando se atend�an la una a la otra, lo que
convert�a aquello en algo no s�lo disfrutable, sino divertido y confortable.


Helena pod�a estar en calzones, despu�s de todo era mi
hermana, aunque afortunadamente no, pues con su imagen de colegiala precoz y con
su cuerpazo, no pretend� ni de broma contener esa sana erecci�n que se dio de
manera silvestre. Mara mientras tanto fue desarrollando un velado striptease;
despu�s de la corbata y el saco cayeron la camisa y los pantalones, "tambi�n
acostumbro dormir c�moda" dijo Mara al doblar con dedicaci�n casi ritual sus
pantalones y camisa. Su cuerpo era m�s modesto que el de Helena, aunque era
perfecto por donde se le viese, sus piernas eran, al igual que el resto de su
cuerpo, muy blancas, estilizadas por el ejercicio, las cuales ven�an a florecer
en unas caderas breves pero bellas, con sus nalgas duras como las piernas, con
su forma alzada, respingada, mientras que en la �rea de su sexo se miraba la
ausencia de pancita, y la �nica protuberancia a distinguir era un cerrito que,
debajo del calz�n de encaje negro, formaba su selva de vello. Surg�a desde luego
un abdomen plano y remarcado, sus costillas cubiertas por la piel y carne
suficientes para que no dieran un aspecto raqu�tico, mientras que sus peque�os
pechos eran dos c�pulas de catedral sin ca�da que se hallaban fijas a su t�rax,
sus clav�culas se ve�an m�s desnudas que desnudas, y el tirante de su sost�n,
tambi�n de encaje y negro, le cubr�a la cicatriz del hombro.


Me he de haber quedado mir�ndola muy fijamente para detectar
todos estos detalles. No me resulta fat�dico o sobrenatural si lo hice, pero me
di cuenta de ello por el brillo de su mirada que delataba complicidad con
semejante exposici�n, mientras que Helena miraba a ella, luego a mi, luego a
ella. Supuse que se quitar�a el su�ter para sacar ventaja en aquello que
superaba a Mara, pero, pese a que lo amenaz� con los ojos, a fin de cuentas no
lo hizo.



Me miraba entonces a mi mismo, reci�n rehabilitado de la
golpiza, sinti�ndome muy en forma y con este par de mujeres con las cuales hab�a
pasado una velada deliciosa, �stas a punto de encontrarse absolutamente
desnudas, simpatiz�ndose entre ellas, simpatiz�ndome ellas a m�, y yo
simpatiz�ndole a las dos. �Qu� nos deten�a? No lo s�. Los tres tembl�bamos. Era
el calentador.


Yo segu� con mi ropa, de hecho no me desvest�.


- �Que tal si nos tapas y nos cuentas un cuento?- Dijo
Helena.


- Me parece ideal- complet� Mara - y parece que aqu� estamos
ante la presencia de una mayor�a de votos.



�Que podr�a yo hacer?. Sintiendo dolor por el espect�culo que
dejar�a de ver fui por una colcha. Sin embargo comenc� a sentir una sensaci�n
nueva hasta ahora. Me sent� moment�neamente como un �rbol bueno y generoso, que
con sus abundantes hojas cubre del sol a los chiquillos que juegan bajo suyo,
trep�ndose en su tronco, colocando columpios en mis ramas. Pero lo m�s
trascendente, �Me sent� Bueno!, yo que no distingo entre bien y mal, y que todo
se me clasifica entre lo callado y lo revelado, lo amado, lo odiado, lo
ignorado, lo nuestro y lo perdido. Rumbo por la colcha me sent� bueno, buena
gente, no por amor, ni sexo, ni por un sentimiento paternal. Sino porque era
bueno.


Reviro ya con la colcha en las manos y me encuentro con que
est�n jugando a la gimnasia mientras acaban de sonar en el reloj las cinco.
Est�n con las caderas en el aire, abriendo y cerrando sus piernas, como si
fuesen dos gigantescas antenas dirigidas al espacio en busca de nuevas formas de
vida inteligente, mientras, yo me consideraba una forma de vida inteligente y
adem�s pasional. Me vieron venir con la colcha y cesaron sus ejercicios
fingi�ndose autom�ticamente dormidas con una sonrisa en los labios. Llegu�, las
cubr� y me sent� en un taburete que est� cerca de la cama. Apagu� la luz y s�lo
se ve�an sombras, el sue�o llamaba a gritos, mientras bajo el cobertor estaban
dos mujeres que s�lo mostraban ahora su par de cabecillas con sus ojos abiertos
y brillantes.



Les cont� un cuento que en lo personal me gusta mucho, que es
el del Principito y la Zorra, por la belleza de la narraci�n y por el mensaje
que en m�s de una vez me ha venido a resultar realidad.


Les narro con voz pausada, buscando los tonos que le den
veracidad a mi cuento, les digo como se conocen el Principito y la Zorra, como
ella le esquiva y le indica que para ser su amigo tiene que domesticarle, de
como le explica que para domesticarle tiene que ser constante, de como aquello
que domesticamos va siendo nuestro, cerrando el cuento les dije:



- De esta historia mucha gente ha querido ver que la moraleja
es que las cosas m�s importantes no se ven con los ojos, sino con el coraz�n,
cosa que vendr�a a refutar un ciego o alguien que lo fue. Sin embargo para mi lo
importante es aquello que dice que nos volvemos responsables de aquellos a
quienes amamos, sin que esta responsabilidad duela de ninguna manera, eso
convertir� en �nicos a nuestros amigos, y a nosotros frente a ellos. Y seremos
uno mismo en muchos.-



Parece que estaban de acuerdo, pues aplaudieron bajito, y yo
me par� del taburete dispuesto a ir a dormir al sill�n, ya que dormir con ellas
ser�a una tortura.



Ellas me pidieron un beso antes de dormir, por lo que me
dirig� rumbo a lo que en la oscuridad reconoc� como sus caras y bes� a ambas en
la boca, luego ellas se besaron, y todo fue muy dulce. A Helena nunca la hab�a
besado, aunque si abrazado la noche de la golpiza.



Me par� rumbo al sill�n. Mara dijo, - �Porqu� no te dejas
domesticar?, eres la Zorra con menos convicci�n de huir que he visto en mi vida-
y se hizo a un lado de la cama, Helena hacia el otro, ser�a inevitable ir a
parar en medio de aquella belleza. Me acost� vestido en medio de esos cuerpos,
sintiendo su calor, su perfume, su aparentemente inconsciente contacto. Entraron
a roncar de inmediato, ambas tan dormidas, seguramente, que no se dieron cuenta
que me abrazaron, que me pusieron las nalgas demasiado cerca, que sus caras
dormidas le hablaban en aliento a mi boca, que sus piernas no encontraban
inconveniente de amarrarse con las m�as.


Cualquier experto pronosticar�a una erecci�n que pareciera en
longitud y movimiento a una ca�a de pescar que acaba de atrapar un pez espada,
sin embargo no hab�a tal; mi esp�ritu entend�a la ternura, entend�a el candor.
De nueva cuenta bes� a cada una de ellas, obviamente en la boca, pero esta vez
los besos fueron mejores, ligeramente m�s inmortales, con mayor amor. En teor�a
no se dieron cuenta del beso a la otra. Lo cierto es que despu�s de ese beso por
fin durmieron y yo tambi�n. Supe entonces que ese beso se los deb�a desde
siempre.



Siempre sucede que las mujeres reaccionan tan
impredeciblemente que los hombres ya deber�an tener un cat�logo de reacciones
impredecibles y convertirlas en lo contrario, en predecibles. No me extra��
despertar y no encontrar por ning�n sitio a Mara. El desayuno estaba preparado
aunque fr�o, unos hot cakes con leche, mantequilla y todo eso que se acostumbra
en los domingos de cada hogar casi televisivo (por alguna causa siempre que
almuerzan devoran hot cakes, nunca huevos, nunca fruta, sino s�lo hot cakes)
Pero lo tierno era que en medio de toda la comida hab�a un florero con una rosa,
y hab�a unos mantelitos muy simp�ticos que debi� traerlos no se de d�nde, pues
yo no los guard� y ella no daba la impresi�n de haberlos tenido ocultos en
ning�n sitio. En ese momento despert� Helena y se sorprendi� al igual que yo al
ver el almuerzo. Sin platicarlo nos esperamos cerca de una hora por si Mara
hab�a salido cerca y nos acompa�ara a almorzar, y viendo que no regresaba nos
dispusimos a comer.



Pas� una cosa bastante rara. Mara no regres�, y comenzaron a
correr d�as y d�as sin que supi�ramos nada de ella. Mientras en casa las cosas
volvieron a ser como antes, Helena provocativa y bella pero sin dar claras
pautas de deseo, nuevamente dormimos separados pero esta vez yo en el sill�n.



Mara volvi� justo a la semana. Es decir, se fue un jueves y
regres� otro jueves. No dio detalles de a d�nde hab�a ido, se entend�a que cada
qui�n pod�a ir a donde le plazca y que en efecto no hab�a por que dar
explicaciones a nadie. Sin embargo, cuando alguien te hace muy feliz y de
repente desaparece, sientes como si existiera un compromiso de recibir las
razones, no de ausentarse, sino de no hacernos felices. No hab�a pensado yo en
ello, pese a que en m�ltiples veces am� como nadie a muchas mujeres para no
verles jam�s, y es algo similar, aunque no igual, pues en muchos de los casos
s�lo les hac�a el amor, sin dar luces de interesarme a su m�s cercano instante
futuro. He cambiado, es definitivo, antes no acostumbraba necesitar.


Lleg� muy tarde y casi s�lo anunci� que regresaba para dormir
con nosotros, advirti� que por ser ma�ana el d�a del cumplea�os de Helena me la
arrebatar�a.




El cumplea�os




- Soy excelente actuando- Dijo Mara con una mirada muy
intensa. Eran las cinco y media de la ma�ana cuando me lo dijo, Virgilio estaba
profundamente dormido, y no era para menos, nos hab�amos abocado a patearle toda
la santa noche. Yo me levant� y ella me pidi� que me levantara. Lo hice.


Imagin� que me abrazar�a por ser mi cumplea�os, pero en
cambio me otorg� un grupo de barajas muy extra�as, casi como un tarot nunca
visto, raro, estilizado, penetrante e �ntimo y me orden� que lo barajara. Lo
hice y luego ella lo tom� haciendo un abanico espa�ol, lo jug� como una bailaora
y lo puso sobre su rostro dejando sus ojos por encima, mirando y seduciendo, lo
extendi� frente a m� y me dijo, - Elige con quien pasar�s el d�a de hoy- me dio
un tanto de ansiedad por ser tan temprano, por no recibir el abrazo, por
hallarme a expensas de un tarot tan de ma�ana y dispuesta a sortearme el destino
de este d�a. Eleg�.


- Tu padre- dijo, y sonri� amable.


Entonces si procedi� a abrazarme, y fue como si sus m�sculos
se hubiesen tornado m�s fuertes, sus manos hubieran ganado en grosor, su aroma
cambiado, incluso su mirada, su sonrisa. Me tom� con tal candor que por un
momento me sent� amada, protegida, justo como me sent�a en brazos del padre que
aparec�a en mis sue�os m�ticos, y me dio tanta nostalgia que comenc� a llorar,
s� que no de alegr�a. Llor� de imaginar que aquello era real, que despu�s de
tanto buscarle le encontraba y �ste me abrazaba as�. El abrazo fue tal que sent�
claramente que estaba asimilada a su cuerpo, sintiendo como si un miembro viril
empezara a esparcir el semen caliente en la matriz y se hiciera contacto
inmediato con el �vulo sagrado, y en ese toque m�gico que es adem�s
incandescente y el�ctrico, se casara el cosmos con la nada y juntos decidieran
permitir la vida, y esa sensaci�n que quemaba deliciosamente se hac�a presente
en cada parte en que ella ten�a ese inocente contacto con mi cuerpo. Al
separarnos sent� salud, como si le hubiera contado de mi vida, como si a ella
sin importarle lo que yo fuera o sintiera me aceptara.



Se separ� de mi y me mir�. Me dio la indicaci�n de que me
ba�ara, r�pido, que el d�a era muy peque�o. Me ba�� pensando en la buena suerte
que era haber empezado este cumplea�os tan temprano. Me emocion� s�lo de pensar
que ella, especialmente Mara me dedicara un sentimiento tan temprano, Mara
especialmente.



Sal� de la ducha y me vest� con una falda muy peque�a y una
blusa con mangas largas y cuello de tortuga. Mis zapatos toscos, negros,
agresivos. Ella ten�a ya el desayuno, caf�, molletes, jugo de naranja, fruta, un
poco de huevo con tocino y pan, jugo de uva tambi�n. Llev� los platos hasta la
mesita enana de la sala y propuso comi�ramos como los japoneses, sentados en el
suelo. Almorzamos muy frescamente y ella hablaba del amanecer, y s� que al decir
amanecer no se refer�a al romance que viven a diario sol y horizonte, sino a ese
parto que debe entenderse que existe ah�, donde el mundo vuelve a nacer en flor.



Escribi� una nota para Virgilio que dorm�a como las pir�mides
y nos dispusimos a salir, eran las seis quince. Le pregunt� a donde �bamos y no
me contest�, aunque me di cuenta que el chofer del taxi se dirig�a al
aeropuerto.



Abordamos el avi�n de las siete treinta rumbo a la ciudad de
M�xico, ella me dijo que me ense�ar�a a volar, y aunque yo ya hab�a tomado
aviones antes, s� que ella hab�a aprovechado la situaci�n para decir de todo
coraz�n que me ense�ar�a sin que esto sonara presuntuoso, yo sin embargo
comprend� que se refer�a a volar volar, y tal idea me agradaba. Parece sin
importancia, pero es infinitamente distinto volar sola que con compa��a, de una
u otra forma sabes que si el avi�n se fuera a pique tendr�as a quien abrazar y
besar en la boca mientras exhalas diciendo "Dios m�o". Ella, vestida de var�n, y
sin embargo tan gr�cil, llamaba demasiado la atenci�n. Yo con mi falda tambi�n,
hac�amos una pareja explosiva de mujeres. Mir�bamos las nubes y ella me invitaba
a imaginar que no �bamos encerradas en ese aparatejo de hojalata, sino que
�bamos por el viento libres, sintiendo la fatiga y el gozo de los p�jaros,
visualizando nuestros brazos repletos de alas, con sus t�nsiles m�sculos, dando
aspavientos, dirigiendo el pico al cielo y la mirada al vac�o que culmina con la
tierra, y me invit� a pensar porqu� en �ste caso, como en tantos otros el fin de
los sue�os y el fin del juego era precisamente la tierra. Parece raro, pero hice
un esfuerzo real por imaginarme todo.



La hora de vuelo me transcurri� veloz. Un tipo le coquete� a
Mara y esta le correspondi�, eso me dio un poco de coraje por que si est�bamos
ah�, quer�a entender, se deb�a a mi cumplea�os. Al bajar el tipo quiso continuar
su juego y se encontr� con una dama distinta, se encontr� ya no con Mara, sino
con esa mujer que ese d�a era mi padre, por lo que el sujeto termin� vi�ndose a
s� mismo rid�culo.



Me llev� en taxi hasta un hotel viejo que quedaba en el
centro de la ciudad, si es que esta ciudad tiene un centro y no muchos. Frente a
la alameda central. El hotel era el Hotel Marqu�s, sobreviviente de los
terremotos y el cual es en s� mismo una nostalgia, con mil detalles de elegancia
y distinci�n tan obsoletos que dejan entrever que alguna vez fue un para�so de
hotel y que ahora es ese mismo hotel pero a destiempo, sus fachadas de madera,
los botones mec�nicos de su ascensor anti digital, los postigos de sus ventanas
que son de todo menos de aluminio, el aroma de sus cuartos, sus rec�maras
antiecol�gicas, llamando ecolog�a hotelera a la rara condici�n que parece
obligar a que los cuartos deban ser peque��simos para poblar menos planeta, con
cama ancha y elavadorista adulador. Hay que decir que no es lo mismo el clima en
M�xico que en Monterrey, pues ac� si hac�a fr�o, y mi falda se convert�a en un
deseo urgente de ense�ar, es decir hab�a que tener verdaderas ganas de ense�ar
para enfriarse as�.



Mara sac� del bolso de su saco un bote de crema que me unt�
en las piernas y el fr�o desapareci�.



Dijo que me esperara en la habitaci�n, que ella regresar�a en
una hora o menos, que no me preocupara. Tard� lo que dijo y pareci� quedar en
claro no hab�a salido a la calle s�lo a traerme ese vestido hermoso que llevaba
en su brazo izquierdo, el cual no imagino d�nde pudo comprarlo, pues cualquier
tienda que pudiera venderlo estar�a a esa hora cerrada, como digo, pareciera que
aparte del vestido hab�a robado a alguien un itinerario para mi cumplea�os.



Salimos del hotel y no soporte la curiosidad y termin�
pregunt�ndole - �C�mo fue que conseguiste ese vestido? Las tiendas estar�n
cerradas de seguro.-


- Hija querida, regularmente las confesiones son enemigas del
encanto. De manera que por esta vez voy a alimentar tu curiosidad relat�ndote
algo que inicialmente hubiera deseado callar, desde luego la respuesta no es
gratis, pues de una u otra manera ocupar� esta respuesta para ilustrarte acerca
del por qu� una confesi�n es casi siempre el N�mesis del encanto, de la magia.
As� cuando tenga un secreto mayor, te dir� que no te responder�, que ya hab�amos
hablado de ello. La verdad es que lo compr� a una mujer que iba saliendo
llorando del hotel, por su cara con un golpe ligero en el ojo me dio la
impresi�n de que odiaba en ese momento, no fue dif�cil que lo vendiera. �Es
hermoso, verdad?-



Honestamente si era muy bello, corto pero no tan extremista
como mi anterior minifalda, de mangas largas, cuello alto y muy ce�ido al
cuello, con un enorme n�mero ocho acostado, casi como la caricatura de un
antifaz, de color negro que luc�a profundo como un hoyo negro en medio de ese
espacio rojo intenso que era el resto de la prenda. Para mi mala suerte no pudo
comprarle los zapatos y las medias, por lo que para ello si tuvimos que esperar
todav�a una hora y media. No lo hicimos sentadas, sino que fuimos al Z�calo,
corriendo casi, para ver el izamiento de la bandera nacional.



Yo no soy precisamente nacionalista, ella tampoco, pero vali�
para que ella hablara de la poca fe que tiene en los pa�ses cuando se ponen en
armas, dio pauta a que se extendiera quej�ndose del poder brutal que un simio
puede llegar a tener por el simple detalle de portar un arma, supe que odia los
polic�as, los judiciales, los federales, los militares, los agentes y cualquier
persona que base su poder en una pistola, percib� que la �nica fuente de poder
reconocida por ella era una extra�a versi�n del alma.



- Es la hora- dijo jal�ndome hacia dentro de un edificio -
observa como se va a detener toda la vida para dar paso al formalismo.-
Efectivamente se form� una baya que paraliz� todo el tr�nsito de peatones, el
itinerario era sacar la bandera de su aposento o ara, subirla en una especie de
camilla y caminar hasta el centro del Z�calo, donde est� el asta que se�ala el
centro de M�xico, como si ah� estuviese el coraz�n y el asta fuera un alfiler.
El procedimiento a seguir se vio interrumpido por un detalle violento. Como
dije, primero se saca la bandera de un ara y se coloca en una especie de camilla
que requiere de cuatro hombres para conducirla al asta, ello dado el tama�o y
peso de la bandera. Donde a uno de los soldados que sosten�a esa camilla se le
resbala de las manos, cayendo en un tropiezo rid�culo, dejando que la bandera se
desagazapara como una mujer modorra que alza el t�rax preguntando �D�nde estoy?
y de lo dormida cayera est�pidamente al suelo, as� la bandera resbal� sin
gracia. M�s tard� el soldado en comprender lo que ocurr�a, intentando imaginar
la causa de la ca�da de la bandera cuando le cay� en plena cara el cachazo de un
rifle que le revent� la nariz, haciendo que el soldado no s�lo pasara a
arrastrarse, sino que lo hizo emitir un sonido seco a pesar de tanta humedad de
sangre en su nariz, interpret� claramente ese ruido como el llanto de un soldado
que tiene prohibido hacerlo en la manera tradicional, con buues y con ayyss, con
l�grimas y todo, y que como hombre de acero y seguridad ten�a que hacer un ruido
que significara lo mismo que llorar, pero sin llorar. Dos soldados lo llevaron
de los brazos hasta el interior de un cuarto y siento que no precisamente con la
intenci�n de curarlo. La ceremonia se retras� acaso treinta segundos, la bandera
no toc� suelo m�s de tres segundos, y r�pido iba de nuevo, toda elegante camino
al asta.



Mara miraba todo aquello con extra�eza, una vez terminado
todo aquello nos pidieron que sali�ramos de ah�, era en cierto modo l�gico, pues
Mara hab�a comenzado a juguetear con el charquillo de sangre, ti�endo la punta
de su zapato como si lo metiese en un tintero y anotando en el suelo "Mara ama a
Helena".



Sonri� al ver la curiosidad de mi mirada y comenz� a
contestar mis dudas, aunque con trampa, dijo - En teor�a deber�a reprobar
categ�ricamente la violencia que acabamos de ver. Sin embargo cada quien marca
sus propias reglas. Tal vez ese soldado s� mereciera todo lo que le hicieron o
lo que en este momento le contin�en haciendo. Su disciplina es esa, probable y
cargar la bandera es lo �nico que hace en todo el d�a, raz�n por la que es
imperdonable que lo haga mal, es decir, vive para cargar la bandera y encima no
lo hace bien, mientras otros soldados arriesgan la vida localizando plant�os de
droga, rescatando gente de mil tonter�as en que quedan atrapados, etc. Esas
medidas sean tal vez excesivas para ti o para m�, pero no para �l que escogi�
regirse por esas reglas. Hija m�a, aprende eso, siempre est� uno en medio de
reglas, reglas que uno mismo ha elegido, no es accidental nadie que nos rodea,
no es accidental nuestra condici�n, siempre es una condici�n para algo. Si alg�n
d�a quieres cambiar tu forma de vivir, empieza por cambiar tus propias reglas,
empieza por ordenarte a ti misma cosas distintas, reglas del mundo en que desees
habitar, ese mundo correr� a buscarte.-



Mi mirada segu�a igual de incisiva, pues en cierto modo no me
importaba lo que le fuera a ocurrir al soldado, despu�s de todo no me lo iba yo
a llevar a casa para salvarlo de las atrocidades e idioteces de los c�digos de
raciocinio de la armada y su ley castrense o castrante, como se llame, no, mis
ojos no preguntaban por ese soldadito de plomo, sino por lo que hab�a escrito
con el zapato. No porque me asustara su amor, total y nada me ocurre si ella me
ama, adem�s de que hay mil formas de amor, puede no ser rom�ntico, sin embargo,
si ella me iba a amar, yo quer�a saber m�s al respecto, necesitaba en verdad de
amor, de cualquier tipo, por esto su potencial bromita de escribir con sangre
que me ama (si eso en alguna circunstancia puede tomarse a la ligera) no me
hac�a gracia como broma, mas sin embargo me era importante como un asunto serio.
Hab�a ya olvidado la �ltima vez que tuve una amiga, y debo reconocer que en mis
ideas actuales la amiga del pasado no lo ser�a ni de chiste, �En realidad que le
contaba yo de mi vida? que odiaba a mi madre, vaya novedad, �Qu� me daba ella a
m�? nada, era la sexta o s�ptima de sus amigas, y aqu� lo que importa es ser la
primera, la mejor amiga.



- S� a que te refieres y te voy a pedir una tregua.
Preg�ntamelo al final del d�a, lo comprender�s mejor.- Yo asent�.



Llegamos a la Catedral y la husmeamos por todas partes. Mara
me dec�a que este edificio era en especial representativo de lo que se ha hecho
de la religi�n. El templo lleno de andamios para que no se caiga, sostenido por
no se qu� causas ajenas a la fe, mientras que Dios aparece tras las rejas
inaccesible a la gente que desea acercarse a �l, y lo que es peor, la gente
inaccesible a Dios, del otro lado de las rejas, inabrazables, inamparables,
inprotegibles. "Dif�cil ser� que nos ame un Dios que no es libre de tocarnos, de
dormir con nosotros y calentarse con nuestros cuerpos sanamente, de preocuparse
con nosotros al reconocer la fuerza oculta de las necesidades. No consiste en
que �l nunca pida, de hecho es justo que lo haga. Su grandeza estriba en que
siempre da mas, siempre y cuando lo dejen." Dijo.



Vimos muchas obras de arte religioso, todas ellas encerradas
en una atm�sfera l�gubre, nocturna aun de d�a, vimos el oro de manera m�s
simple, y un Cristo ba�ado en sangre.



Salimos de ah� y era media ma�ana. Fuimos a ver Templo Mayor,
el cual nos aburri�. hay una maqueta que nos dice que debajo de esta ciudad
colonial que pisamos, de catedral y edificios, de Z�calo y dem�s, yacen las
ruinas de una ciudad antigua, forjada en templos majestuosos, enormes avenidas,
edificios estilizados, y sin embargo ya resultan tan hist�ricas las ruinas
subterr�neas que los edificios de encima, por lo que no pueden derribar estos
�ltimos para rescatar los primeros, y as�, se condena a aquella ciudad a
permanecer como est�, en ruinas, y dejar as� que la vida siga caminando por
sobre de ella.



Sin embargo Mara me llev� a un sitio que se conoce como el
Antiguo Colegio de San Idelfonso, donde se exhib�a una colecci�n denominada
"Dioses del M�xico antiguo", antes de entrar comenz� a caer una llovizna muy
molesta, raz�n de m�s para apresurar el paso a ese lugar. En mi vestido rojo las
dispersas gotitas hac�an las veces de haber salpicado con sangre mi ropa, dando
la apariencia de un torero reci�n cornado. A plena lluvia y corriendo en pos de
la puerta del lugar se detuvo en un bebedero para lavarse las manos, no le dije
nada ya que sus razones tendr�a para hacer una tonter�a as�.



Antes de entrar me detuvo de cara a un muro muy viejo, a un
metro de �l y entre el muro y yo estaba ella, con una mirada de zorra que no le
hab�a visto nunca. Alz� sus manos, y las dirigi� hacia mi rostro. Quise hacerme
para atr�s pero un gesto de su cara me pidi� que no me moviera. Me qued�
entonces quieta y sent� sus manos en mi cara, sus dedos pulgares quedaron
cubriendo mis ojos mientras que la palma de su mano cubr�a enteramente mis
mejillas, toc�ndome con las puntas de sus dedos las orejas. Dijo dos o tres
cosas en un idioma extra�o y sent� su aliento resonando en mi paladar, supuse
que me besar�a pero mi idea era equ�voca.



De su saco extrajo una pulsera muy bonita de coral negro que
parec�a una ra�z petrificada, abrasiva, obsesiva, tan dura que me extra�� que
fuera coral com�n y corriente, me la coloc� en la mu�eca mientras alz� su propia
mano mostrando que ella misma portaba una pulsera similar, aunque m�s delgada y
exquisita.



Puso su mano en la se�al que siempre le dibujan a Cristo y
con sus dedos �ndice y anular recorri� el ocho acostado que estaba plasmado en
el vestido y asentado sobre mi busto, el cual rozaba suavemente, con ternura
dir�a yo, mientras dec�a "Este s�mbolo no es un ocho, es el emblema de las
secuencias sin final, es en magia el s�mbolo de la eternidad, cuando me
recuerdes hazlo pensando en este s�mbolo. con ello habr�as ganado una amiga
eterna." Puso luego su mirada paternal y me dijo "entra". Entramos a la
exposici�n y permanecimos dentro del lugar cerca de tres horas, pues me
sorprendi� lo mucho que sab�a Mara de las culturas antiguas, y me maravillaba la
forma en que lo correlacionaba con la magia en general, me hablo del infierno,
el cielo y los cuatro puntos cardinales, me cont� el origen del hombre seg�n las
religiones anteriores a la conquista, alab� el fuego conmigo y me hizo una muy
personal interpretaci�n de lo que el sacrificio humano era, "recuerda la
historia del zorro que Virgilio cont�, eso es sacrificio, hay quien piensa que
el sacrificio es pasar por un sin fin de padeceres por alguien que ni siquiera
lo merece, es sentir el pellizco de la vida, es recibir el pelotazo por otro,
pero no, el origen de la palabra es sacro oficio, sacrificio, y el sacro oficio
es entregarse a la plenitud y a la vida por los dem�s, no dar la vida por otro,
lo que presupone la muerte, sino dar la vida, vivir, hacerse responsable de la
intensidad, que es lo mismo que amar. Si no lo sabr�a yo. Una vez me leyeron el
tarot y mi n�mero fue el doce, es decir, el apostolado, el sujeto invertido con
la pierna haciendo su cruz, cuyo oficio es el sacrificio. Antes hab�a so�ado que
alguien me encargaba una pecera y yo dejaba libres los peces, y los peces son
tambi�n s�mbolo de apostolado, recuerdas "ser�n pescadores de hombres", lo dijo
Jes�s", por un momento la reconoc� como si se tratara de una sacerdotisa que se
dignaba llevarme por los senderos del misterio, y la gente que aparte de
nosotros asist�a a la exposici�n parec�a no existir, s�lo ella y yo, siendo ella
la maestra y yo la disc�pula, no por obligaci�n, sino por humildad y necesidad,
por admiraci�n y por respeto.



Internamente aplaud�a su majestad, la vi bien, era un buen
padre, procuraba la cercan�a, ninguna pregunta era tonta, todo era fuente de
conocimiento, todo era la mirada dulce de un padre, viendo el reflejo de su paso
por el infinito, dejando la estela maravillosa de la estirpe. "Mira las
serpientes, son temibles por que cambian de piel, pero nadie entiende que para
ellas eso de dejar atr�s lo que no sirve es mejorar. Los antiguos lo sab�an,
aunque mucho se ha dicho de la serpiente, Kundalini le llaman".



As� recorrimos todo, lo m�s tenebroso fue entrar a la secci�n
dedicada a la muerte, donde se puso realmente nost�lgica, llorando la muerte que
no llega, la crueldad de saberse seguramente muerta en el futuro, "Debo hacer
los m�s pactos posibles" mascull�. Salimos de ah� y ya hac�a hambre, muy buena
hambre.



Me llev� en metro a la zona rosa, y nos sentamos en un lugar
donde atend�an unas camareras que pese a que estaban enfundadas en unos
vestiditos holandeses que les cubr�an hasta los tobillos resultaban muy
atractivas a los hombres que frecuentaban ese lugar, ellas con sus pechos
reventando fuera de los escotes, y ellos con sus miembros reventando fuera de
sus braguetas. La comida era bastante buena y salvo la cara de madame de la
gerente todo estaba bien.



Acabamos llenas a tope y nos quedamos ah� un rato, tom�ndonos
un caf�, pues seguido de la lluvia se hab�a venido un calorcillo sospechoso,
luego de nuevo el fr�o, y nosotras en el �rea del exterior del restaurante. Fue
entonces que me di cuenta que estaba realmente cansada de mis piernas, sin saber
hab�a estado andando como un Ca�n perdido en el Vaticano.



No obstante seguimos en la zona rosa, me compr� un vestido
negro hermoso y ella se compr� pa�oletas de seda y un traje de hombre que le
sentaba muy bien. El dependiente de la tienda se deshac�a de pena al tomarle
medidas y reconocer lo bien que se le ve�a el traje. Acostumbrado a decir
"caballero, se le ve muy bien" no sab�a que hacer cuando una mujer se enfundaba
en un traje y le dec�a "�como me lucen los pantalones?", igual y vendi� una
buena suma. Mara es una despreocupada a la hora de gastar.



Nos �bamos ya de la zona rosa cuando vi una sex shop y me
caus� curiosidad, aunque intent� disimular mientras vi su fachada no pude
escapar de la mirada de Mara que en el acto me meti� de un jal�n.



Dentro no hab�a una sola mujer, es decir cliente, pues las
que atienden son mujeres, aunque van vestidas con los pants m�s congelantes que
yo haya visto, tan ce�idos y vistosos como las piernas de un elefante africano
en su �poca senil, con blusas deportivas que mas parec�a que atend�an un
restaurante de hamburguesas que art�culos sexuales.



Todos nos miraban, por lo que nos hicimos las cosmopolitas y
comenzamos a fisgonear los art�culos que ah� vend�an, mir�bamos las vergas de
pl�stico, unas de ellas de sorprendente realismo, aunque imagino que nunca se
sentir�a la tibieza de una real, y el semen artificial que �stas arrojan no
ser�a nunca electrizante como el verdadero. Miraba las virtudes de un s�per
vibrador, fue un tipo y no yo quien agarr� una caja y se dirigi� directo a la
caja a pagar, se miraba normal, no parec�a invertido como muchos de los que
estaban en ese lugar. Berre� un poco cuando la cajera le inform� que no ten�a
bolsas, lo que en el caso de este tipo de negocios resulta casi una buena raz�n
para no comprar. Hermoso se iba a mirar este sujeto tan formal caminando por la
calle con una verga de pl�stico bajo el brazo. exigi� una bolsa y la cajera de a
rato le trajo una, el tipo ya estaba bastante impaciente, pues quien entra y
quien sale siempre curiosea a quien est� pagando algo, a ser posible mirar que
es lo que compra, sonre�r si es una verga de hule, humillante si es macho, de
complicidad si se es gay, de burla si se es heterosexual. El hombre hab�a tomado
la caja casi furtivamente, su ideal era pagar velozmente y marcharse, si fuera
posible sin ser visto por nadie, pero no ocurri� as�.



Vend�an alargadores de miembro (Le dir� a Julio que se compre
uno), tangas realmente simp�ticas, vulvas y bocas, masturbadores para hombres e
inclusive mu�ecas imitaci�n Ginger Lynn (Le dir� a Julio tambi�n).



En ese local los muros estaban llenos de pel�culas, en un
ambiente fr�o vendiendo cajas de calor, para lesbianas, para gays, para
sadomasoquistas, para amantes de las org�as, para amantes de los fen�menos e
inclusive variantes de lo m�s extra�as (Una que se llamaba S�per bizarre
mostraba en la portada un sujeto con un pene de 18 pulgadas, vestido �nicamente
con una m�scara para gases y explosiones nucleares, dispuesto a perforar a una
mujer que era un alfiletero humano, con pelota en boca como si fuese un cerdo
reci�n cocinado), adem�s vend�an l�tigos, y trajes de cuero �Hechos en Le�n
Guanajuato! seguramente a lado de una iglesia.



�Y Mara? Por primera vez en el d�a era m�s cercana a m�, ya
no siendo mi padre ni mi sacerdotisa, sino que era una muchacha nerviosa como
cualquier otra, feliz de romper tab�es al estar mirando todo y cuanto vend�an
ah�. Claro que ah� ya no era mi padre, pues qu� padre llevar�a a su hija a un
sitio de estos, una sacerdotisa menos.



Ve�amos entrar y salir gente de un pasillo, as� que
investigamos. El procedimiento era el siguiente: Pod�as agarrar cualquier
pel�cula de la tienda, la que m�s te llamara la atenci�n, pagabas una cuota en
la caja y ellos te asignaban un n�mero de sala, eran salas sencillas, cab�a
apenas un sujeto, y una vez dentro oprimes el bot�n de iniciar y la pel�cula que
elegiste comienza a correr.



Mara escogi� una pel�cula "la actriz se parece a ti" fue todo
lo que me dijo. Pasamos a verla. Supongo que en su mayor�a son hombres los que
acuden a ver pornograf�a, ya que los due�os del local no tienen empacho en
colocar dentro de los cub�culos una cajita de toallitas faciales, como
sugiriendo una discreta masturbaci�n, que dicho sea de paso, todos van a eso.
Eso s�, no hab�a botes de basura, por lo que intuyo que como una buena broma les
obligan a guardar las toallitas usadas en las bolsas de los pantalones. Ya
adentro no cab�amos muy bien, de hecho no se debe entrar de dos, nos acomodamos
frente a frente, nuestros pechos se tocaban, nuestros vientres tambi�n.



Mara sonri� como una chiquilla al oprimir el bot�n de PLAY.
Comenz� la cinta y yo ni siquiera hab�a visto la cajita, aunque tuve que ser muy
condescendiente para no enfadarme de veras ante la bromita. Pens� primeramente
que era de mal gusto, aunque despu�s le vi el lado amable. despu�s de todo, si
una actriz porno es id�ntica a una en rostro y cuerpo es preferible saberlo, y
por otro lado, es bueno saber que una puede ser la fantas�a sexual de muchos
hombres sin tener que dedicarte a eso. En este caso mi doble se llama Celeste,
misma cara, mismas tetas y misma cadera. Lo malo es el morbo, es como si
quedaras descubierta aunque seas distinta. Esta chica era voraz, experta
comedora de carne masculina, todo parece una burla, como un juego de parentesco,
pues el primero que la penetra es id�ntico a Sergio Dalma y los que hacen la
escena en que la tiran por delante y por detr�s uno es casi Burt Reynolds
mientras que el de por detr�s es una mala imitaci�n de Elvis Presley (Aunque
dudo que Elvis tuviera un garrote tan incombustible como el que se cargaba este
fulano), por �ltimo hay una escena en que parodian otra escena de otra pel�cula,
en que la amiga Celeste va en su camarote privado en un tren de pasajeros, de
esos que tienen ventanillas que se abren subi�ndolas de arriba a abajo, la
escena como que no es de la misma productora pues �sta es en 35mm. El cassete es
un especial de Celeste, s�lo para fan�ticos de la mujer. Ese �ltimo corte es el
mejor. Va en su camarote y entonces comienza a llover fuerte, ella se queda
mirando hacia afuera, con una mirada dulce, enternecedora, con unos ojos que
dejaban ver sentimientos, recuerdos, incluso nostalgias, el puro close up de su
rostro, ella lleva un su�ter color carmes� y una falda del mismo color, ambas
prendas de lana, ella lleva una boina color crema, botas normales y altas, el
mensaje es que hace relativamente fr�o, mientras en el pasillo hay un hombre
apuesto que ora avanza y luego se retrae, hacen como un flashback en que ella
tiene un contacto con �l en la cafeter�a del tren, algo accidental que �l quiere
continuar, y ella tambi�n, pero no lo hacen, se miran a los ojos, se esquivan, y
entre mensaje y mensaje, ella mirando la lluvia y �l en el pasillo indeciso,
luego flashback y as� ya van seis minutos y medio, lo que en una pel�cula
pornogr�fica suenan a aburrimiento pues siempre todo es pura folladera, pero a
m� no me parece nada mala esta escena, es m�s, s�lo por que s� que Kristof
Kaylovski jam�s filmar�a pornograf�a no me atrevo a decir que �l lo film�,
aunque debo pensar que es el homenaje que alg�n porn�grafo le quiso rendir.
Maravilloso, y mejor a�n, descubro que Celeste no solamente es la reina de las
mamadas sino que act�a, verdaderamente act�a.



Paso siguiente ella siente el llamado de la lluvia e
import�ndole poco que se moje su su�ter carmes� abre la ventanilla y saca el
torso por la ventana, quedando fuera del tren de cintura para afuera, arqueando
su espalda como esas musas que adornaban las punteras de los barcos griegos, sus
pechos ondean y su cara es de felicidad, de amor por la lluvia,
sorprendentemente la escena es tomada desde afuera, perfecta fotograf�a, no es
una producci�n barata como el resto del cassete en que filman en cualquier
hotelucho con c�mara de v�deo y gente atraves�ndose de vez en cuando si es que
no aparece sobre los enamorados el micr�fono que el asistente no es siquiera
capaz de levantar lo suficiente para que no salga. No, Celeste va feliz a trav�s
de ese tren de 35mm. Mientras en el pasillo el hombre mira hacia adentro y ve
las caderas que est�n bajo aquella falda. En un arrebato violento pasa al
camarote y baja la ventanilla "prensando" de la cintura a Celeste, quien se
zangolotea intentando escapar, mientras �l escurre su mano hasta el sexo de
ella, levanta la falda y la toca con vehemencia, pero sobre todo con adoraci�n,
la sujeta de la cintura sin dejar de tocarla, y ella en un jir�n de cabeza,
llena de lluvia, salvaje y libre no obstante, le reconoce, forcejea todav�a un
poco, �l tan formal no se ha quitado ni el sombrero, ser�n los a�os treinta, lo
dice el sombrero, la ropa y el tren, se inclina y le abre las piernas, y
comienza a lamer su sexo, verdaderamente est� bebiendo a Celeste, lo hace con
maestr�a, ella no se resiste ya, pero tampoco desea meter su torso al tren, la
lluvia le sienta bien as�, el acercamiento a la boca de �l y sexo de ella revela
que no hay enga�o, la besa con amor, el agua comienza ya a escurrir por las
caderas de ella, el se pone detr�s y desenfunda su miembro que no es descomunal,
pero concuerda con el caballero que lo porta, y lo adentra en Celeste, lo clava
de verdad, con fuerza, sin hacerse el supersexual, sin poner cara de estar
montando una res, de estar jugando un v�deogame, sin cara de maraquero como los
otros, no cerrando sus ojos y recarg�ndose con abandono, sin amainar la fuerza
de sus embistes, seguros, concisos, casi no la saca de ella, quiere estar muy
adentro, de rato las nalgas de ella rebotan divinamente cada vez que el martillo
de �l le pega, es primitivo, pero es muy esencial, b�sico. �l ya extendi� sus
brazos hasta los pechos de ella, no se ven descubiertas, por fuera del tren se
ve la mujer gozando con lluvia externa e interna, s�lo se ve que le est�
magreando las tetas, no se ve, pero se intuye calidad en c�mo se las agarra.
�Estos cabrones lo est�n haciendo de verdad! Ella fuera de la ventanilla y
moj�ndose no grita tonter�as como "m�s", "adentro", "�breme", "monstruo" sino
que se dedica a sentir. �l se viene dentro, rugiendo, y ella con �l. El hombre
la saca y se marcha, furtivo como entr�. La �ltima escena es donde ella sube al
caf�, con otro su�ter, esta vez blanco, falda negra, esta vez se encuentran y
comparten caf�, comparten charla, se termina cuando es muy de noche, no llueve
ni nada, �l la encamina al camarote, y ella como despedida abre la ventana y
saca el torso, mir�ndole con el ardor que s�lo muestran las mujeres enamoradas,
luego se corta de fea manera la cinta con una secuencia de letritas y como fondo
Celeste chup�ndosela a tres tipos. Durante los cr�ditos suena idiota que anoten
quien escribi� el gui�n de cada corto que integr� el v�deo, pues fue pura
cojedera, es como si en un gui�n le instruccion�ramos a un r�o que su agua
corriera. Me sorprendi�, la secuencia del tren la escribi� la propia Celeste.



Pasando al mundo real, no percibimos lo calientes que
est�bamos, que el cub�culo que carece de ventilaci�n se hallaba denso y el
cristal del televisor estaba empa�ado ligeramente, mientras nuestros cuerpos,
sin llegar a la caricia, estaban pegados y muy c�modos uno con el otro. Lo que
ella dijo me sorprendi�:



- �Duele mucho ser penetrada?-


�Por Dios, era virgen! Le dije que de inicio se supone que
duele y luego gusta, que en mi caso no fue muy de ensue�o mi primera vez, que de
no haber sido por el sexo anal que a Julio le fascinaba, yo hubiera dicho que
desde el principio gusta. Salimos de ah�, no sin comprar la pel�cula.



Fuimos a librer�as, compramos ch�charas y luego fuimos al
Hotel a darnos un ba�o en la tina, luego descansamos.



Yo me ba�e antes que Mara, ella sin prejuicio se meti� al
cuarto de ba�o, volte� la tapa del retrete y puso una toalla encima, no me
miraba con malicia, de hecho platicaba amablemente, me nutr�a con su charla, con
sus bromas, con su palabra que tend�a siempre un puente entre lo cotidiano y los
sentimientos, lo cual para ella era una misma cosa junto a la magia y la
complicidad.



Ten�a todo para pensar que ella era lesbiana. Pero no
aprovechaba este momento de la tina, no dec�a que me tallaba la espalda ni nada
de eso, adem�s era virgen, adem�s le puso cachonda la pel�cula, que si viste de
hombre.



Despu�s ella se meti� a la tina y fui yo quien la ameniz�
desde el asiento retrete. Me ofrec� a tallarle la espalda, su cuerpo me pareci�
hermoso y perfecto, sus huesos delicados y su piel tersa, disfrutaba mi tacto,
en veces sus poros se volv�an en s�, y ella le atribu�a tal reacci�n a la
entrada de alguna corriente de aire, pero no hab�a tal.



Termin� por definirla ni lesbiana, ni rara, sino sensible.
Nos tendimos a dormir, ordenamos a la gerencia del hotel que nos despertaran a
las siete de la noche, ten�amos tres horas para dormir, luego ten�amos una hora
para vestirnos y estar listas para ir a la �pera, que era el �ltimo detalle que
ella ten�a preparado para m�.



Las colchas abrazaban delicioso y las horas pasaron volando,
y la �pera pese a que me hizo llorar en muchas ocasiones, no fue de mi agrado,
aunque siempre es interesante entrar al palacio de Bellas Artes, ver la gente.
Al salir hac�a una niebla cegadora que nos envolvi� en pasado.



Tomamos un taxi, fuimos al aeropuerto, llegar�amos a
Monterrey justo al sonar las campanadas que marcaran mi fin de cumplea�os.



Durante el vuelo Mara se durmi�, yo en cambio estaba muy
ocupada en pensar en el excelente d�a que me hab�a hecho pasar esta mujer. S�lo
bast� tener voluntad y vino a darme un cumplea�os muy distinto a todos los que
hab�a tenido hasta ahora, no precisamente porque se haya gastado m�s que nadie
en mi, de hecho el anillo que me regal� Julio el cumplea�os pasado vale dos
veces lo que gastamos en este viaje, sin embargo el anillo no vale nada para m�,
de hecho debo venderlo. Apenas nos hemos visto tres veces y ya hace esto por m�.
Le quiero, muy a mi forma pero eso est� clar�simo.



Bajamos del avi�n, abordamos un taxi, guardamos silencio, el
taxista queri�ndose hacer el chistoso intenta sacar platica con reveses
est�pidos, se queda con las palabras en la boca.



Llegamos a casa y Virgilio no estaba, seg�n recuerdo �l no me
felicit� como es debido. Sobre la mesa principal est� un gigantesco ramo de
rosas, de este pende una nota que identifico de inmediato como las tarjetas que
un pintor amigo de Julio elabora y vende a precios muy por encima de lo que
realmente valen, pues son horribles.



"Mi amor. Vuelve porque sin ti he perdido orientaci�n. Te
amo, total y absolutamente, Julio."



Desde luego no hago caso a semejante necedad, pues la
dedicatoria est� redactada a pincel, y la frase "total y absolutamente" es una
expresi�n com�n del pintor, lo que quiere decir que ni siquiera se trata de un
sentimiento honesto, que ni eso pudo hacer. Es decir, le encarg� al pintor que
"le pusiera sentimiento".



Nos sentamos y son� el reloj, mi reloj, pues Virgilio no los
acostumbra, mi cumplea�os terminaba. Cansada f�sicamente, m�s no as� de animo,
me dijo Mara, - Espero la hayas pasado tan bien como yo-


- De eso no tengas duda. Aunque esto no termina todav�a,
queda pendiente una cosa...-


- �Deveras?-


- S�-


- El charco de sangre-


Ella alz� las cejas como si se sorprendiera de que se lo
estuviera preguntando, y permaneci� callada por un instante, se quit� el saco y
comenz� a decir - Estoy imaginando que t� realmente ya comprendes el sentido de
lo que escrib� con la sangre del soldado, siento que no precisas de
explicaciones, pero si me la pides es m�s que todo porque quieres o�rmelo decir,
quieres que hable de ti, que describa lo maravillosa que eres. Es un hecho que
yo siento amor por ti. �T� me amas a m�?. Por favor no me contestes, ser�a muy
comprometido y como lo acabo yo de mencionar no vale como espont�neo, aunque
comprender�a. �Te has preguntado por qu� estas aqu�? precisamente en casa de
este hombre, a solas y platicando conmigo que en teor�a debo ser considerada
como una extra�a apenas reconocible. Cualquiera te intentar�a enga�ar y decirte
"Es que somos de la misma naturaleza, de la misma estirpe, no podemos escaparnos
jam�s, no podemos eludirnos entre nosotros mismos", yo te desenga�o y he de
decirte que m�s bien eres contraria a nosotros y no por eso eres nuestra
enemiga, al contrario, estas condenada a ser nuestra amiga y hermana por
excelencia. No comprendes por qu� Virgilio y yo te procuramos con un cuidado un
tanto asfixiante, �Por qu� te adora �l que puede tener a la mujer que desee? Te
voy a contar. A nosotros el amor nos gusta m�s como causa que como efecto, hay
quien pone a prueba el amor, lo pone a prueba al no dar el acceso inmediato, al
dar al tiempo la importancia de presentador oficial, al esperar en medio de la
cautela para valorar si alguien es digno de nuestro amor, es decir, primero te
trato, luego te conozco, luego conf�o en ti, y posteriormente, s�lo despu�s de
ese proceso, es factible amar, entonces s�, por esa persona que ha conquistado
tu amor har�as lo que fuese, esfuerzos, detalles, sentir�as, hasta entonces, a
esa persona como parte de ti. En este caso el amor fue un efecto del trato, el
amor fue condicionado. En el caso m�o te vi y supe que te amaba, supe tambi�n
que te tardar�as en comprenderlo, que buscar�as razones al por qu� de mi amor y
no podr�as justificarlo de ninguna manera, te resultar�a soberbiamente
incomprensible. Es ah� que primero te ame, luego todo lo que hice y har� por ti
ser� por amor, es entonces el amor la causa de esta amistad, de esta hermandad,
de esta camarader�a, y he de subrayar que me alegra haber descubierto que puedo
amarte muy profundamente. Si para ti el d�a de hoy fue un d�a hermoso para m� lo
fue m�s, porque aparte de estar contigo confirm� todas mis sospechas, aquellas
que al verte me dijeron que mucho tienes que ver conmigo. Te preguntar�s porqu�
hablo en plural, �Qu� tiene que ver Virgilio en todo esto? te estar�s
preguntando. No lo s�, aunque s� que es un puente, es una hoja de un �rbol, es
una gota de lluvia, y a �l tambi�n le amo, desde que entr� a defenderme en
aquella pelea, reconoc� en sus ojos un llamado, y me importa un comino que �l
grite que lo tiene todo, de poco le sirve ese todo si necesita de ti y de mi,
dicho de otra forma, contigo y conmigo lo tiene todo.


- �Y Fedra?-


- Fedra, te dar�s cuenta, es un mal necesario. Adem�s, nunca
juzgues el coraz�n de tu hermano.-


Nos quedamos mirando una a la otra, sonriendo, forjando una
reja deseada, soplando aliento a la otra. - No me lo tomes a mal, Mara, pero me
gustar�a que me dejaras besarte-



Ella me mir� a los ojos, palideci� un poco, no dijo que s�
pero alz� los labios. adelant� mi boca y con los ojos cerrados le di un beso
lleno de amor, el cual fue bebido cabalmente seg�n sent� en mi propia boca.
Separamos nuestros dientes y nos mir�bamos, segu�amos siendo las mismas de
antes, pero aladas. Ella se ri� como una ni�a y pronunci� mi nombre en medio de
una sonrisa y un susurro tan brillantes que si no fuera tan incomprensible, me
rebelar�a a escuchar mi nombre de otra manera



- Me voy- dijo ella.


Quise detenerla, pero vi que en verdad quer�a marcharse, as�
que no la detuve. Sin embargo, antes de que cruzara el umbral de la puerta le
dije - Mara...- se irgui� toda ella al escuchar su nombre - debo decirte que no
soy hermana de Virgilio-



Ella esboz� una mueca de complacencia para luego abrir sus
ojos en sol y aclarar -Yo en cambio debo decirte que mi nombre no es Mara, sino
Arakarina, es dif�cil aprenderlo a los mortales, por eso mismo no se los ense�o,
pero a ti te ser� un nombre tan familiar que un d�a llegaras a pensar que es tu
coraz�n quien se llama as�-



-No te vayas.- Me traicion�.


-Debo irme.- Contest�



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Relato: Arakarina (13: El cumplea�os)
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