Relato: Simplemente amor





Relato: Simplemente amor

AMOR



Roberto era lo que todas las madres desear�an para sus hijas:
de buena familia, con dinero, educado, cort�s, agradable al trato y muy buen
estudiante. Cursaba la carrera de medicina y viv�a solo en un piso. Sus padres,
unos adinerados industriales de provincias, lo hab�an comprado para que no
tuviera que compartir vivienda con otros estudiantes, mientras resid�a en la
capital para acabar sus estudios.


Las hijas por una vez estaban de acuerdo con sus madres;
guapo y con un cuerpazo que lo hac�a tremendamente atractivo, las ten�a
absolutamente cautivadas. Para sus compa�eras de facultad, cualquier excusa era
buena para presentarse en su casa y hac�an lo indecible para quedarse a solas
con �l. Ten�a fama de buen amante; de maneras delicadas y preocupado de hacer
gozar al m�ximo a sus sucesivas compa�eras de cama.


Aquellas paredes escuchaban d�a tras d�a los jadeos y gemidos
de placer de convulsos cuerpos femeninos, que se agitaban cadenciosamente
ensartados por la verga de Roberto. Antes, sus dedos y sus labios hab�an
explorado todos y cada uno de los rincones de sus cuerpos, haciendo que sus
puntos er�genos enviaran una y otra vez a sus cerebros oleadas de placer, hasta
que, sin poder contenerse m�s, sus gargantas gritaban: "�Cl�vame la polla hasta
el fondo de una vez!. �M�temela toda y f�llame!".


Entonces, Roberto, pausadamente, apoyaba su descubierto
glande en la entrada de la vagina y presionaba suavemente, resbalando por el
lubrificado conducto hasta que su pubis topaba con el de ellas. Las dejaba as�,
inm�viles, prisioneras entre su fornido cuerpo y la cama, deseosas de que
empezara de una vez un fren�tico mete y saca que las hiciera alcanzar el ansiado
cl�max. Poco a poco aumentaba el ritmo de sus vaivenes y ellas se corr�an entre
gritos y gemidos. Unas veces, las segu�a follando hasta que �l terminaba; otras,
las dejaba descansar unos instantes y volv�a a penetrarlas una y otra vez hasta
que �l tambi�n estallaba en c�lidas oleadas de placer. En ocasiones, acababa
corri�ndose entre sus pechos y las menos, en su boca. Pero siempre quedaban
ah�tas de sexo, de sexo generoso que buscaba el placer de ambos.


Sin embargo, a pesar de tal �xito, en su mente s�lo hab�a una
mujer; su vecina Adela con la que so�aba d�a y noche y en la que pensaba cuando
follaba con otras mujeres.


Adela viv�a con sus padres en el piso contiguo al de Roberto,
no hab�a querido estudiar y trabajaba en una empresa de dise�o gr�fico. Adela y
Roberto ten�an la misma edad, casualmente cumpl�an a�os el mismo d�a, se hab�an
hecho grandes amigos; pero, para desesperaci�n de Roberto, s�lo amigos. Sal�an
juntos al cine y al teatro, pasaban ratos ante el televisor uno junto al otro
comiendo palomitas, e incluso alguna vez hab�an ido a bailar, pero nunca hab�an
pasado de aqu�.


Roberto era en el fondo un hombre t�mido, ni una insinuaci�n,
ni un roce, ni un beso robado, siempre dejaba que ellas dieran el primer paso;
as� que, a pesar de que lo deseaba con toda su alma, jam�s hab�a intentado nada
con Adela, ni siquiera hab�a dejado traslucir sus sentimientos.


Fue un martes, el d�a del cumplea�os de ambos. Roberto lo
celebrar�a con sus padres el fin de semana siguiente y Adela convenci� a sus
padres de que pospusieran tambi�n su celebraci�n para no dejarlo solo en ese
d�a. Intentaron que Adela lo invitara a cenar todos juntos; pero a ellos no les
apetec�a una celebraci�n familiar. La simpat�a que Roberto despertaba en todos
funcion� y acabaron cenaron solos en casa de Roberto.


Roberto hab�a preparado unos platos esquistos (hasta en eso
era una joya) y, tras la cena, acabaron, como tantas, veces charlando
animadamente sentados en el sof�. Sonaba de fondo un disco de piano cl�sico y
sin saber ni como ni por qu�, ambos giraron sus caras y quedaron mir�ndose el
uno al otro con los labios separados escasos mil�metros.


Por una vez, Roberto tom� la iniciativa y sus labios rozaron
t�midamente los de Adela. Ella respondi� entreabriendo los suyos y sus lenguas
se cruzaron por primera vez.. Poco a poco, Roberto se fue abalanzando sobre
ella, mientras Adela retroced�a tendi�ndose sobre el sof�. Entrelazados y sin
decir palabra sus manos recorrieron pausadamente sus cuerpos, a medida que sus
ropas iban quedando dispersas a su alrededor. Roberto mir� tiernamente aquel
ansiado cuerpo desnudo. Rozando levemente con las yemas de sus dedos los erectos
pezones que coronaban los turgentes senos, como si temiera romperlos, arranco de
sus labios el primer suspiro. Su lengua sigui� el camino iniciado por las
caricias y sus ardientes labios se acomodaron como los de un lactante. Adela
respiraba cada vez m�s profundamente y comenz� a gemir de manera casi
imperceptible.


Desliz�ndose lentamente con desplazamientos apenas
perceptibles, cubri� su busto, su vientre y su pubis de amorosos besos, buscando
la senda del sexo que intu�a palpitante y al alcanzarlo separ� los carnosos
labios. Recorri� todo los rincones del h�medo y nacarado valle una y otra vez
con la punta de su lengua haci�ndola vibrar y oy�ndola gemir cada vez m�s
intensamente; y tom� entre sus labios el rojo y abultado bot�n de su cl�toris
provoc�ndole gozosos espasmos de placer.


Deshizo el camino recorriendo nuevamente toda le geograf�a de
su sudoroso cuerpo y la beso intensamente mientras la penetraba. Mov�a sus
caderas pausadamente saboreando el momento tanto tiempo ansiado, prolongando
aquel acto de deseo y pasi�n hasta lo indecible. Sinti� el orgasmo de ella y
estall� gritando: �Adela, te adoro!.


Quedaron el uno junto al otro, Roberto la miraba con ojos
satisfechos. Adela, con semblante serio, le dijo:




Roberto, voy a decirte algo que no te va gustar.




El la mir� asombrado y ella continu�:




Soy lesbiana.


�C�mo?. �No es posible! Y lo que acaba de pasar. �
Exclamo, asombrado.


El que sea lesbiana no significa que el sexo con hombres
no me resulte placentero. S�lo quiere decir que no me siento capaz de
enamorarme de ninguno y que me veo compartiendo mi vida con otra mujer. Esto
ha sido puro sexo, y muy bueno por cierto. Eres tierno, delicado,
femeninamente masculino, aunque suene a contradicci�n. Has sido capaz de que
no pensara en que si eras un hombre o una mujer. Me he dejado llevar y he
gozado como no la hab�a hecho en mucho tiempo.




Roberto no dijo nada, se levant� y se visti�. Cuando volvi�
del ba�o, Adela se hab�a marchado.



---



Un a�o despu�s, el mismo d�a del cumplea�os de ambos, un taxi
se detiene frente al portal. De �l baja una mujer que mira a su alrededor y
entra en la casa. Sube y llama a la puerta de un piso.




Felicidades.- Dice la figura que ha abierto la puerta,
reconociendo a quien tiene delante.


Igualmente.- Responde la reci�n llegada.


Pasa. Sinceramente, no esperaba volver a verte. Hace unos
d�as me enter� de lo hab�a sido de tu vida y entonces supe que s� que nos
volver�amos a encontrar. � Dice, franque�ndole el paso.


�Qu� te han dicho?.


Por lo visto, la verdad. Al principio no pod�a creerlo;
pero poco a poco me convenc� de que s� que era posible.


S� Adela. Me he cambiado de sexo para que me quieras y
as� vivir contigo.





FIN


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