Bombas
Esto ocurri� hace ya mas de quince a�os, sin embargo... lo
recuerdo como si fuera ayer.
Soy hijo �nico, mi padre, Felipe, que entonces tenia 53 a�os,
es un hombre serio, retra�do, miembro del Opus y subdirector de un banco. Alto,
delgado, cual nuevo Felipe III "siempre de negro hasta los pies vestido" la
obscura vestimenta justo complemento a su gesto adusto y escaso sentido del
humor. Mi madre, Paquita, 13 a�os m�s joven que �l, era alta, sin ser gruesa no
era delgada. Pelirroja, pecosa, guapa de cara con ojos azules, de figura dif�cil
de describir porque, aun sin la paterna severidad sartorial, usaba siempre
discretos trajes de manga y falda larga que m�s que marcar ocultaban cualquier
forma.
Algo mas alta que mi padre usaba siempre zapato plano, nunca
se maquillaba, ni siquiera l�piz de labios. Mi padre era de vieja familia
Vallisoletana, conservador y parco de palabra. �l trataba a mi madre de forma
autoritaria, un tanto paternal, casi como si de una hija de pocas luces se
tratara. Mi madre aceptaba todo lo que de �l viniera de forma subserviente.
Conmigo, mi padre era autoritario y seco. Mis padres eran de misa si no diaria,
al menos, frecuente y en la casa, aunque econ�micamente estabamos bien, reinaba
un ambiente asc�tico y hasta un tanto t�trico y deprimente. Se hablaba poco de
sentimientos, se bromeaba aun menos, y cualquier tema remotamente sexual era
estricto tab�.
Fue un mi�rcoles, hab�amos comido los tres juntos como era
costumbre a las dos en punto. A las tres menos cuarto, como tambi�n era
costumbre, salimos mi padre y yo juntos, �l a su trabajo yo al colegio.
Adi�s Paquita, recuerda que esta noche tenemos consejo en
el banco y despu�s cena, as� que vendr� tarde.
�Y tu Juanjo? dijo mi madre
Adi�s mama, yo me quedare a jugar al basket un rato, as�
que no volver� antes de las siete.
Adi�s Juanjo.
Mi padre y yo, bajamos las escaleras juntos, nos dijimos
adi�s, �l fue a su coche y yo and� hacia el colegio. Iba a un colegio de
Jesuitas que estaba solo a un cuarto de hora de casa. Al doblar la esquina vi
que hab�a una aglomeraci�n en las puertas del colegio; me acerque.
�Que pasa Paco? Pregunte.
Dicen que han colocado unas bombas.
Bombas, �de qu� hablas?
En ese momento o�mos por megafon�a:
�Atenci�n! �Atenci�n!
Era la voz del Padre Luis, Director del colegio.
Hace una hora recibimos notificaci�n telef�nica de que una
organizaci�n terrorista ha colocado cuatro artefactos explosivos en el recinto
del Colegio. Varios grupos de polic�a y fuerzas especiales est�n examinando
todas las �reas. Creemos que es probablemente una falsa alarma. De cualquier
modo y con la seguridad de nuestros estudiantes como primera responsabilidad
m�a, he decidido cerrar el colegio esta tarde. Por favor, alejaros del �rea
colegial. Volver a casa y hacer de esta una tarde de estudio. Estoy seguro de
que ma�ana todo habr� vuelto a la normalidad.
Los amigos nos reunimos, mascullamos un poco, maldijimos a
cualquiera que fuese el grupo pol�tico que no nos ca�a bien, hablamos un poco de
f�tbol y... cada cual se fue por su lado.
Yo me fui a casa. Cuando abr� la puerta del piso me llego el
sonido de m�sica muy alta, el bolero de Ravel. Me quede un poco sorprendido
porque a mi padre no le gusta mucho la m�sica as� que nunca la ponemos a gran
volumen. Me acerque al cuarto de estar de donde venia el estruendo; la puerta
estaba abierta, desde el pasillo al ver la bien iluminada escena me quede
alucinado. En medio de la habitaci�n, de espaldas a la puerta, hab�a una t�a
alta, con una larga melena rubia contone�ndose al ritmo del bolero. La melena
acababa en la espalda justo por encima de la negra banda de sujetador. La
espalda, de un albor marm�reo, movi�ndose sinuosamente y por debajo las nalgas.
�Que digo nalgas! El culo mas magnifico que uno se pueda imaginar. Un poco
gordito, redondo, resping�n, de una albura resplandeciente y los magn�ficos
cachetes vibrando con la m�sica. Una peque�a, no, una microsc�pica braga de
encaje negro trataba, en vano, de cubrir el tentador valle entre las nalgas. Los
muslos �Qu� muslos! Firmes, llenos, un poco ajamonados, continuaban en unas
piernas larguisimas enfundadas en unas sensuales medias negras, con costura,
que, con unos delicados tobillos, terminaban en unos zapatos, tambi�n negros, de
tac�n fino y alt�simo.
Toda la t�a ondulaba con una sensualidad que me hizo pensar
en las hur�es del para�so de las que hab�a le�do en las Mil y Una Noches. Mi
sorpresa no acab� ah�. Sentado en el sof� tambi�n de espaldas a la puerta hab�a
un t�o al que yo no hab�a visto nunca, de aspecto mas bien basto, medio calvo,
en camiseta, con pecho y espalda bien velludos. Me imagine que el volumen del
bolero no les hab�a dejado o�r el ruido de la puerta. Cuando me dispon�a a
entrar en el cuarto y chillar a aquellos desconocidos: �Que co�o hacen aqu�! La
rubia se dio la vuelta hacia el t�o. Como el pasillo estaba a oscuras y las
luces del cuarto le daban en los ojos, no debi� verme, pero yo al verla de
frente me quede anonado. Las piernas y las caderas, eran igual de fuertes y
ajamonadas por delante que por atr�s. La min�scula braguita quiz�s velaba un
poco el sexo pero no el vello p�bico. El abdomen, era redondo, liso, sensual.
Los pechos, �Cristo que pechos! Llevaba un sost�n de encaje negro transparente
que quiz�s sosten�a algo pero, desde luego, tapaba poco. Los pechazos eran
grandes, quiz�s un poco ca�dos, blancos y con grandes pezones de un rosa subido.
Claramente la odalisca aquella no era una ni�a, pero exudaba esa suave, redonda
y sensual perfecci�n, que solo llega con la temprana madurez. Seg�n se daba la
vuelta, mientras segu�a con sus r�tmicos contoneos, puso ambos brazos tras su
nuca, empujo el torso hacia delante, sacando aun m�s los generosos pechos que se
bambolearon como flanes sensuales y tentadores. La cara de la rubia estaba bien
pintada: los grandes ojos azules, enmarcados por rimmel, las mejillas con
colorete, los labios pintados de un rojo oscuro casi granate. Toda la faz
exudaba sensualidad, invitaci�n y deseo, vicio, pero lo m�s impresionante era
que la cara de la sensual rubia, de la ondulante bayadera, bailando medio
desnuda delante de aquel basto desconocido era� �la cara de mi casta y santa
madre con una peluca rubia!
El grito que yo iba a dar muri� en mi garganta, di un paso
atr�s para refugiarme en la oscuridad mientras sent�a un vac�o en el estomago y
no sabia si iba a vomitar all� mismo. Paralizado, temblando, sudando, o� como el
t�o dec�a de chillando de forma imperiosa:
�Para la m�sica jodia!
Yo me quede asombrado de que un tipo as�, basto,
barriobajero, pudiera atreverse a darle ordenes a mi madre que era toda una
se�ora de buena familia, de clase muy superior a �l. Pero ella sumisa, se acerco
al est�reo y apago la m�sica. El tipo se levanto del sof� y vi que era bajito,
tripudo, no llevaba mas que una camiseta, un tanto ajada, sus hombros, cuello,
piernas y nalgas estaban cubiertos por un tupido vello negro. Entre el denso
vello p�bico sal�a un miembro bien erguido.
Ven aqu�, jodia furcia, y �m�mamela bien mamada!
�C�mo se atrev�a aquel hijo puta a hablar as� a mi madre? Mi
madre no solo no pareci� encontrar nada raro en ello, si no que lentamente,
contone�ndose sobre los altos tacones, moviendo las caderas y bailando los
incitadores senos se acerco a aquel tipo. Cuando llego justo delante de �l, como
si tuviera un resorte, doblo las rodillas sin que su torso perdiera la vertical,
se puso en cuclillas con las rodillas bien separadas exhibiendo la abundante
pelambrera rojiza y el sexo bajo el min�sculo tri�ngulo de encaje negro; con
ambas manos cogi� el pene del t�o y diciendo:
Mira cabr�n, mira como me como tu polla.
Yo ya no entend�a nada, mi casta madre, medio en pelotas,
contone�ndose como una furcia tocando a un basto desconocido y encima �De su
boca sal�an palabras como cabr�n y polla! Del dicho al hecho, mi casta madre
cogi� la verga del marrano aquel se la meti� en la boca y empez� a lamer,
chupar, meter y sacar con un entusiasmo y regodeo palpables hasta para un
novicio en materias sexuales como yo. El fulano resoplaba, la agarraba por las
orejas le met�a su miembro hasta lo mas profundo y dec�a
�Si putorra, si!
Al cabo de un rato de recibir las atenciones orales de mi
madre dijo con su voz mandona.
Anda jodia, s�cate esas tetorras que me vuelven loco y
hazme un cubano.
Mi madre, ni corta ni perezosa, sac� los pechazos de m�nimo
sujetador, se los levanto a dos manos, escupi� entre ellos con desparpajo, puso
el pene del t�o en medio y mientras lo frotaba subiendo y bajando las tetas
dec�a:
�Te gusta cabr�n? �Te doy gusto?
�S�, so guarra! �Me encanta! �Que tetones tienes! �Que
jod�a viciosa que eres!
Si so cerdo, �soy viciosa y putorra! �Me encanta que me den
polla!
Ahora �ch�pame los huevos!
Mi madre cogi� el escroto y primero uno despu�s el otro, se
met�a los peludos testiculos del t�o en la boca, los chupaba y relam�a. Yo
estaba alucinando, medio llorando, medio nauseado y� m�s de medio excitado. Sin
darme cuenta mi pene se hab�a levantado, endurecido como nunca, y estaba
apretando contra los pantalones hasta doler. Lo coloqu� como pude mientras o�a:
Anda putorra, m�teme un dedo en el culo.
Mi madre sin ning�n remilgo extendi� una mano por entre las
peludas patas y empez� a meter y sacar un dedo en culo del t�o al mismo tiempo
que se la chupaba con fruici�n mientras que con la otra mano se restregaba su
propio sexo. Al cabo de un rato dijo el tipo:
Prep�rate furcia �que te voy a joder!
Si cabr�n dame tu picha, j�deme que tengo el chocho
choreando, �entrame del todo!
Mientras dec�a esto mi madre se echo boca arriba en el suelo,
separo bien las largas y torneadas piernas y poni�ndolas en alto dijo:
�Metela, m�temela! Hazme tuya mam�n.
El tipo de rodillas junto a ella le dio un par de fuertes
azotes en el culo que resonaron como pistoletazos en mis o�dos y dijo:
As� no, jodia, ponte a cuatro patas, como lo que eres:
�C�mo una cerda!
Mi madre, sin quejarse por los azotes, se dio la vuelta, se
puso a cuatro patas, empino su blanco culo, lo puso en pompa y ofreci� su sexo
como una perra en celo. El marrano aquel, a horcajadas le meti� su enhiesto
miembro diciendo:
Toma, golfa, toma pollazos, y expl�cale al cabr�n de tu
marido como folla un t�o bien plantao.
T� calla mam�n, deja a mi marido en paz y �m�tame con tu
polla! M�temela hasta el corvej�n, h�ncamela del todo, �m�teme.... hasta los
huevos!
La visi�n de mi madre con sus zapatos de tac�n de aguja,
medias negras cubriendo sus blancas piernas, a cuatro patas, con el albo culo en
alto, con los bamboleantes pechazos colgando como ubres, culeando con fruici�n
contra la verga de aquel hombre barrigudo, peludo y sudoroso me tenia con la
cabeza dando vueltas, turbado, confuso, con ganas de llorar y� con mi �rgano
como el de un burro. Sin saber que hacer o que decir, despacio, para que no me
oyeran, me fui retirando para salir de la casa. Mientras abr�a la puerta, de
forma tan silenciosa como pod�a con mis manos temblorosas, aun o� a mi madre
implorar jadeando:
As�, as�, h�ncamela. �Ayyy que bueno! Si, si del todo,
mam�n del todo.�Dame tu leche papito, d�mela, c�rrete dentro de m�!
Cerr� la puerta, en el rellano note que el coraz�n me daba
golpes en el pecho, el pulso, como martillazos, resonaba en mis o�dos; empece a
bajar las escaleras, me ca� dos veces, por fin llegue a la calle donde el aire
fresco abofeteo mis mejillas encendidas. Deambule sin meta ni destino, sin ver
ni o�r nada de lo que pasaba a mi alrededor. No pod�a entenderlo, mi cat�lica,
casta, recatada y hasta timorata madre, pintarrajeada como una puta, vestida, o
desvestida como tal, hablando como una furcia viciosa, contone�ndose,
restreg�ndose, mamando, dej�ndose pegar, insultar, humillar, culeando y �gozando
de todo ello como una guarra! No pod�a ser, deb�a haber tenido una alucinaci�n,
pero no, las im�genes estaban claras, aquella cara pintada era la de mi madre,
con sus pecas y ojos azules, la voz tambi�n, el contoneo de las blancas y
poderosas nalgas y el bamboleo de las tetazas colgantes... Esas im�genes aunque
nuevas, no se apartaban de mi mente. Yo no tenia ninguna experiencia sexual (que
no fuera solitaria) Nunca hab�a estado con una mujer y hasta hoy nunca hab�a
visto un coito de verdad, mi turbaci�n y confusi�n no tenia limites.
No s� cuanto tiempo estuve deambulando sin rumbo ni sentido.
No preste atenci�n ni a calles, ni a gente ni a direcci�n. En alg�n momento note
que oscurec�a, mire el reloj: eran las siete y media. Hice una decisi�n,
enderece mi rumbo y me dirig� a casa. Al llegar a la puerta casi no pude poner
la llave en la cerradura, las manos y las piernas me temblaban, estuve a punto
de dar la vuelta y salir a la calle, pero por fin abr� la puerta y entre.
Mi madre estaba en el cuarto de estar sentada en el sof�. Con
uno de sus pardos, gruesos y recatados vestidos, zapatos planos, gruesos
calcetines pardos, haciendo punto. �La viva imagen de casta domesticidad! Nada
recordaba a la mujer �o ala furcia� que estaba en esta misma habitaci�n hace una
horas, excepto quiz�s una peque�a sonrisa en los labios y muy, muy bajito la
melod�a del Bolero de Ravel.
Hola Juanjo, �qu� tal el baloncesto?
Su voz, como siempre dulce, quiz�s un poco distante.
Hoy no he jugado al baloncesto.
Debi� de notar algo en mi voz porque levanto la cabeza de su
labor de calceta, y con cierta sorpresa pregunto:
�Porque no? �Que te pasa? Pareces enfadado.
El colegio recibi� un aviso de que hab�an puesto unas
bombas, as� que el Padre Director no nos dej� entrar en el Colegio.
Si no fuiste al Colegio �donde has estado hasta ahora?
La verdad es que era incre�ble, mi casta y recta madre tuvo
la frialdad suficiente para poner un cierto tono de autoridad y reproche en la
pregunta.
�A las tres y media yo vine a casa!
Grite yo con furia Mi madre se puso colorada, le temblaron
los labios y en un ultimo y magnifico gesto de dignidad tartamudeando, dijo:
No... no te o� venir y no te consiento que me hables
chillando. �Por que estas tan furioso?
�Que porque estoy tan furioso? Porque esta tarde te vi
bailando el bolero. Porque he descubierto que mi madre es una furcia y porque
no se como decirle a mi padre que es un cabr�n. �Por eso estoy furioso!
Mi madre se levanto tr�mula, me puso sus manos sobre los
hombros y llorando dijo:
�No Juanjo eso no! No se lo digas a tu padre, si el se
entera se morir�a del disgusto, y si no se muere me matar�a a m�. Por favor,
no Juanjo, no, no hagas eso, p�deme lo que quieras, har� lo que tu me digas,
pero por favor �no le digas nada a papa! Mi amor, �no le niegues eso a tu
madre que te quiere tanto!
Mientras dec�a estas palabras entremezcladas con un continuo
gimoteo me acariciaba la cara con sus manos y acabo bes�ndome los labios. En ese
momento le pegue una sonora bofetada que la tiro al suelo mientras le dec�a:
No me beses con esa boca de lamepollas, �so furcia!
Mi madre sentada en el suelo, se llevo la mano a la mejilla
reci�n abofeteada, me miro �Con miedo? �Con sorpresa? y de pronto su expresi�n
cambio y con una mezcla de ansiedad y sumisi�n dijo.
Si, Juanjo si, eso es, me he portado mal, he sido una
furcia, as� que tu me castigas me pegas todo, todo lo quieras, pero todo
quedara entre nosotros y no le dices nada a papa. �Te parece bien mi amor?
Ven aqu� zorra.
Yo me hab�a sentado en el sof� y le indique que se tendiera
sobre mis rodillas. Ella se acerc�, y se tendi� boca abajo. Levante su falda y
me quede sorprendido al ver que no usaba bragas sino unos "pantalones" de viejo
estilo, negros, amplios, que desde mas arriba de la cintura se extend�an hasta
casi las rodillas donde se cerraban con una goma el�stica. �Que contraste con
las microsc�picas e incitantes braguitas de encaje con las que la hab�a visto
hacia unas horas! Cog� los pantalones por la cintura y de un solo tir�n se los
baje hasta las rodillas. Sus magnificas, blancas, redondas, dulces y respingonas
nalgas quedaron al aire. Inmediatamente la imagen de aquel mismo culo en el aire
invitando a la polla del fulano volvi� a mi mente. Lleno de furia la azote una y
otra vez con todas mis fuerzas, ella chillaba y lloraba mientras yo segu�a
peg�ndola. Las marcas de mis manos estaban poniendo sus magnificas nalgas rojas
como tomates, pero yo, enloquecido, como tratando de exorcizar algo, segu�a
pegando. Al poco rato note que ella ya no chillaba ni lloraba simplemente
ronroneaba cada vez que la azotaba. Tambi�n note que no estaba quieta, sino que
refregaba su pubis contra mi pierna, y vi como con sus manos estaba acariciando
sus pechos.
So marrana, te estas cachondeando, �a ti te gusta que te
peguen!
�Hijo m�o, que puedo hacer yo?, Dios me hizo as� de
calentona, hay muchas cosas que me excitan sin que yo pueda controlarme y tu
padre no me satisface. Pero� parece que a ti mi culo no te deja indiferente.
Mientras dec�a esto hab�a puesto su mano sobre mi ingle y la
apretaba sobre mi pene que evidentemente estaba empalmado y bien empalmado. Al
tocarme ella me di cuenta de hab�a dejado de pegarle y mi mano simplemente
acariciaba sus gloriosas y enrojecidas nalgas.
�Tu has hecho el amor alguna vez?
Dijo, mientras me sobaba la entrepierna.
No so guarra, nunca.
Mira pich�n m�o, yo te ense�o y te dejo que me folles, pero
a cambio �no le digas nada a papa!
Tu no "me dejas" nada, so puta. Tu simplemente haces lo que
yo te diga si sabes lo que es bueno para ti.
Vale, pich�n, no te pongas as�. �Quieres que te ense�e?
Si, ens��ame so furcia.
Por ser tu primera vez, tienes que hacerlo con estilo.
Espera un poquito mi amor.
Se levanto, con toda tranquilidad subi� sus pantalones, aliso
su falda y sali� del cuarto. Al cabo de unos minutos o� un taconeo y mi madre
apareci� en el umbral de la puerta, se detuvo, estiro hacia arriba su mano
derecha apoy�ndola contra el marco de la puerta quedando su cuerpo elongado en
un delicioso escorzo. No era mi madre, la que all� estaba era �la sensual hur�
que hab�a visto unas horas antes! No llevaba la peluca rubia; su pelirroja
melena enmarcaba la cara pecosa. Los carnosos labios bien pintados rojo oscuro.
Hab�a cambiado de estilo y llevaba un conjunto todo blanco, sujetador de encaje
transparente, liguero, microsc�picas braguitas, medias y zapatos blancos. Las
enormes tetas compet�an en blancura con el sost�n, �nicamente las areolas, por
debajo del encaje, daban una nota de contraste. Sin decir palabra, lentamente,
se dirigi� hacia m�, contoneaba sus poderosas ancas sobre los zapatos de
estilete, suavemente ondulaba su cuerpo y leves movimientos de sus hombros
hac�an bambolear las tetazas. Mientras de forma lenta y sinuosa se acercaba a
m�, sonre�a, me gui�aba un ojo y pon�a sus labios carnosos en tentador circulo.
�Dios que visi�n! Y esta vez era toda para m�, solo para m�. Me embargaba un
tremendo sentido de anticipaci�n, tenia la boca seca, las manos con un sudor
fr�o, notaba una sensaci�n de vac�o en le estomago. A veces la imagen de la
deliciosa hur� desaparec�a siendo remplazada por la de mi madre en uno de sus
austeros atuendos con cara de censurarme. La tentadora hur� hab�a llegado ante
m�, se inclino, saco las tetas del sujetador las levant� usando ambas manos como
bandejas, y como sacerdotisa oferente, dijo:
Chupa pich�n m�o, chupa.
Hab�a visto aquellas tetorras unas horas antes, pero as�, de
cerca, eran aun m�s deliciosas, de un apropiado blanco l�cteo con grandes
areolas y pezones de un rosa intenso. Las cog� en mis manos, aun eran firmes, y
puse un pez�n en mi boca. Chupe, chupe, y chupe de aquellos manantiales de
placer; chupe, estruje, retorc� y sin poderme contener mord�.
�Ayyyy!
Grito mi madre de dolor alej�ndose de m�.
�No muerdas que haces da�o!
Esto ultimo lo dijo con un tono mezcla de reproche y
autoridad materna. Le di dos buenas bofetadas y dije:
T� calla zorrona y no me digas lo que puedo hacer. �Tu
aguantas lo que yo te diga!
Me miro un momento con sorpresa en sus ojos. Sorpresa que
pronto cambio a sumisi�n.
Vale, mi pichoncito, como tu digas.
Hab�a ganado, �ahora era del todo m�a! A gatas se acerco a m�
y dijo:
Vamos a ver tu cosita.
Con experimentadas manos desabrocho mi cintur�n, abri� la
cremallera y saco mi torturada picha.
�Que co�o cosita! Vaya un verg�n que tienes �so mam�n! �Te
lo dice tu madre que ha visto unas cuantas!. Este verg�n de campeonato no lo
has heredado de tu padre.
Con admiraci�n lo contemplo en sus manos, lo desencapull� y
empez� a darle lametazos con su lengua experta.
No s� si me va a caber en la boca. Vaya un cipote que has
criado mi amor.
A pesar de sus dudas lo meti� en su boca y con diestros
movimientos de cabeza la met�a y sacaba. Parec�a excitarse y con la excitaci�n
la sacaba de su boca, le daba lametazos y se daba pollazos en los pezones.
Ponte de pie pich�n.
Seg�n me levantaba, me quito los pantalones y calzoncillos.
�Quieres que te haga un cubano ni�o m�o?
Si, putorra ponla entre tus tetas.
De debajo del sof� saco un frasquito, y verti� un aceite
rojizo, con intenso aroma a frambuesa en la mano. Diestramente, lo froto en las
tetas y en el acogedor valle entre ellas. Cogiendo mi polla la puso en aquel
valle de las delicias y apretando los melones con sus manos, me la meneaba.
Cuando la punta del capullo asomaba por arriba, le daba furiosos leng�etazos.
�Que tetorras tan buenas tienes y que bien lo haces, so
zorra!
�Te doy gusto, pichoncito?
Si guarrona, mucho, me das mucho gusto.
A m� me encanta tu verga, pero esto no ha hecho mas que
empezar.
Al decir esto, puso mi picha en su boca, extendi� una mano
entre mis piernas, me meti� un dedo en culo, y mientras me empujaba el culo con
su mano, dec�a:
Follame en la boca, mam�n, �follame!
Yo no necesitaba que me animara mucho as� que, culeando,
empece a bombear su boca con mi polla. Note que me iba a correr.
Que me corro so puta, �que me corro!
Ella por toda respuesta aceler� mas su dedo en mi culo y
chupaba con mas energ�a. �Aahh! All� me sali� leche hasta quedarme seco, cuatro
o cinco espasmos me sacudieron y mi madre segu�a chupando y chupando, con
glotoner�a tragaba todo lo que sal�a. Por fin le dije:
Ya vale, ya vale.
Que bien amante, que bien que te corres con la puta de tu
madre. �Que de leche tenias! Me encanta tu verga, no te hagas mas pajas, yo
siempre que quieras me beber� tu leche.
Ella se levant� miro mi picha un tanto alica�da y dijo:
Pero no te creas que hemos acabado.
Yo viendo mi pija a menos de media asta pense que si que
hab�amos acabado. Pero ella me dio un peque�o empuj�n en los hombros que me
sent� en sof�. Se dio media vuelta dejando su poderosa grupa enfrente de mi
cara. Se quito las bragas y con sus manos en ambos tobillos dejo el albo trasero
y la maravillosa vulva delante de mis desorbitados ojos. Mientras lentamente
ondulaba sus posaderas se meti� un dedo en la vagina y lentamente se masturbaba.
As� masturb�ndose, inclinada, yo pod�a ver sus colgantes pechazos, enmarcados
por sus piernas, movi�ndose como badajos de campana. La visi�n de aquel
maravilloso culo a un palmo de mi cara, las basculantes tetas y ella
masturb�ndose era todo lo que necesitaba mi picha ponerse tiesa otra vez. En ese
momento se irgui�, se volvi� hacia mi y sin ning�n recato se separo los labios
del co�o y mostr�ndome su cl�toris pregunto:
�No me quieres chupar la pollita?
Al parecer las tetazas y las poderosas ancas no eran los
�nicos atributos de aquella maquina de follar. Tenia un cl�toris enorme, de
varios cent�metros, como una polla peque�a. Con dos dedos tiraba de la piel y
desencapullaba la peque�a pija. Yo empec� a chupar con fruici�n.
Si, si, �ngel m�o, si, dame gustirrin. Dale gusto a la
viciosa de tu madre. �Que bien que lo haces cabr�n! �No te gustar�a meter tu
poll�n en mi co�o?
Jodia, �que guarrona eres!
Si una guarrona que va a hacer que te corras cien veces y
te va a dar placer.
Ponte a cuatro patas que te voy a follar.
Si pich�n m�o, si, �meteme ese poll�n tuyo hasta el
corvej�n! Hazme tuya pichoncito.
Con ella a cuatro patas hinque mi picha en su co�o. H�meda
como estaba la cachonda, despu�s de pajearse con el dedo y mi mamada de su
cl�toris, entre con la mayor facilidad en aquel canal, c�lido, lubricado y
acogedor. Yo empec� el mete y saca con el mayor entusiasmo. Inclin�ndome sobre
ella, cog� sus hermosos pitones y salvajemente los estrujaba mientras le daba
pollazos. Ella colaboraba al m�ximo culeando contra m�