Relato: Un viaje con mi empleada



Relato: Un viaje con mi empleada

Esta historia que les voy a contar
ocurrió hace unos 6 meses. Me llamo Víctor, tengo 36 años,
casado, gerente general de una empresa uruguaya dedicada a la venta de
productos alimenticios, mido 1.75 m, soy morocho y si bien no particularmente
atractivo tengo algunos "encantos" como saber escuchar a las
mujeres, lo que suele ser bien reconocido por ellas, me refiero a nivel
de amistad, nada más.



Ella es Verónica, tiene ahora
30 años, mide 1.74 m, es rubia de cabello hasta los hombros, delgada
pero con muy buenas tetas, las que le gusta realzar usando corpiños
de esos que las contienen desde abajo, las elevan y las hacen sobresalir;
su culito es también un poema, bien redondo, de carnes firme y notable
aunque Verónica nunca ha sido de vestirse en forma provocativa;
antes bien, se viste a la moda, con pantalones ajustados o minifaldas pero
nunca exagerada. Nos conocimos hace unos 10 años, cuando yo trabajaba
como gerente de producto en una multinacional de origen francés
y ella en la sección administrativa. Siempre me había impresionado
su capacidad para el trabajo, por lo que al hacerme cargo de mi actual
posición y necesitar cubrir una vacante le ofrecí el puesto
a Verónica. Ella no dudó en aceptar y venirse a trabajar
conmigo. A partir de ahí fue creciendo, le fui dando cada vez más
posibilidades de desarrollarse y de interactuar con los clientes, pero
siempre protegiéndola para evitar que su inexperiencia la llevara
a cometer errores. Fuimos armando así una relación muy estrecha,
nos hicimos amigos, aunque siempre ella tuvo conmigo una especie de admiración
y agradecimiento; jamás hubo entre nosotros nada que pudiera ser
calificado de dudoso en la relación, y creo que ambos nos cuidábamos
al extremo porque nos valorábamos humanamente y no queríamos
herir nuestra relación llevándola para el terreno de lo afectivo
o sexual. Por razones laborales yo viajo a Europa y Lejano Oriente dos
o tres veces al año, y desde hace unos 4 años decidí
incluir a Verónica en unos de los viajes anuales para visitar clientes,
como una forma de permitirle crecer profesionalmente y también retribuirle
por su buen desempeño laboral. En general fueron viajes de una semana
y en ellos mantuvimos siempre una relación respetuosa y jamás
hubo intento de nada, pese a que el solo verle las tetas paraditas y ese
culo respingón me hacían arder de calentura, sobre todo cuando
a la noche llegaba el momento de despedirnos hasta el día siguiente,
y nos íbamos cada uno a nuestra habitación solos, en esos
hoteles 5 estrellas tan impersonales y fríos. Todo esto fue así
hasta el ultimo viaje, el de hace 6 meses que es el objeto de este relato
que espero les guste.



Eran las 6 de la tarde de un día
gris e invernal, tras visitar a 3 clientes en el sur de Inglaterra yo conducía
hacia Manchester, donde nos habíamos propuesto pasar la noche antes
de encarar las tareas del día siguiente; nevaba levemente y el cansancio,
la tensión de manejar por la izquierda, el estado del camino, la
oscuridad etc. nos fueron tensionando de tal manera que al llegar al hotel
estábamos Verónica y yo totalmente contracturados. Nos indicaron
nuestra habitaciones y decidimos darnos una ducha para relajarnos y poder
terminar un informe que debíamos pasar por fax esa misma noche a
Montevideo aprovechando la diferencia de horarios para que llegara aún
en el día de trabajo uruguayo. Quedamos de comunicarnos tras 30
minutos; al cabo de ese lapso llamé a Verónica a su habitación
y me dijo que porqué no nos reuníamos allí mismo para
hacer el informe. Fui y golpeé su puerta, me atendió vestida
con un conjunto pijama de pantalón largo y chaqueta, en ese momento
no sé si fue mi imaginación o una premonición de lo
que vendría pero creí ver, por la forma en que colgaban sus
tetas bajo el pijama, que no tenía nada abajo, lo cual me empezó
a calentar brutalmente. Hablamos un poco sobre el informe, Verónica
estaba sentada en el borde de la cama, una de esas enormes camas de hotel
de categoría y mientras yo me paseaba comentando los temas de trabajo
vi que ella permanentemente movía el cuello como queriendo aliviar
su contractura. Le pregunté si estaba tensionada y me dijo que sí,
seguimos conversando y yo casi sin darme cuenta me le acerqué por
atrás, le tomé el cuello y empecé a darleunos suaves
masajes en cuello y cabeza; hasta acá todo no era más que
un simple masaje amistoso y ni yo mismo tenía conciencia de si quería
avanzar hacia donde nunca antes lo había hecho. A medida que la
masajeaba, Verónica hizo silencio y empezó a relajarse, ayudada
por la semipenumbra de la habitación; yo seguí con los masajes
muy lentamente bajando por la espalda y tratando de presionar en los nudos
de tensión que encontraba; en ese recorrido confirmé mi impresión
de que Verónica no llevaba corpiño, lo cual me produjo un
cosquilleo nada pequeño. Así seguí muy despacio y
Verónica se iba aflojando totalmente y mantenía los ojos
cerrados, como disfrutando el momento. Cuando llegué a su cintura
tomé la decisión de que probaría hasta dónde
la suerte estaba de mi lado, por lo que volví por un momento al
masaje del cuello y aproveché para pasar desde atrás mis
dedos suavemente por los ojos, nariz y boca de Verónica, como para
acentuar el efecto relajante. Al tocar sus labios creí percibir
un leve beso sobre mis dedos, nada definido pero si excitante. Volví
a la cintura y empecé el masaje de la espalda en camino inverso,
subiendo, y aprovechando para arrastrar hacia arriba el saco del pijama,
con lo cual casi naturalmente el masaje era directo la piel; todo esto
con sumo cuidado y esperando cualquier reacción negativa de Verónica
para detenerme y hacer pasar todo como un descuido. Después de todo
soñaba con echarme un buen polvo con ella pero por nada del mundo
quería perder una amiga y empleada tan buena, y hasta ahora no tenía
indicio de que ella respondiera en ningún sentido. Aquí pasó
algo que no esperaba, mientras yo avanzaba con mi masaje y sin decir palabra
Verónica cambió de posición, de sentada en el borde
de la cama como había estado hasta aquí pasó a extenderse
boca abajo como para que yo pudiera seguir actuando, con lo cual tenía
ante mi vista ese maravilloso culo cubierto por el pantalón pijama
verde oscuro, a solo centímetros de mi mano y de mis ojos, me era
difícil contenerme, no sabía si acelerar con el riesgo de
echar todo a perder o seguir lentamente, mientras tanto mi pija estaba
que reventaba, ni imaginar si en ese momento Verónica se erguía
y yo tenía que pararme a su lado, sin poder disimular el bulto notorio
en el pantalón deportivo que me había puesto. Decidí
abrir el juego, ya que estaba en un momento crítico del masaje,
porque al ir subiendo el saco del pijama para el masaje directo sobre la
espalda estaba en el punto en que si seguía le dejaría al
descubierto las tetas, con lo cual ya no habría vuelta atrás,
por lo que redoblé la apuesta : sin cambiar demasiado de posición
y mientras la mano izquierda avanzaba por la espalda con masaje de las
yemas y empezaba a verse apoyadas sobre la cama el contorno redondeado
de las hermosas tetas de Verónica, la mano derecha fue hacia la
cintura y empezó a bajar lentamente bajo el elástico del
pantalón pijama, metiéndose hacia donde empezaba la tanga
rosa que cubría el espléndido culo. Era el momento del todo
o nada: en pocos segundos sabría la verdad: o Verónica me
daba un cachetazo o seguíamos hacia la gloria. Fue la gloria lo
que vino, porque aquí Verónica emitió un breve gemido
de goce relajado, al tiempo que levantaba un poco el torso para que yo
pudiera deslizar hacia arriba su saco pijama que se había trabado
en las tetas. Me fue difícil contenerme pero había que ser
muy "profesional" en el trabajo que estaba haciendo para no echar
todo a perder, ya que hasta ahora sentía que Verónica estaba
entregada y floja, pero no sabía cómo podría reaccionar.
Seguí avanzando a dos puntas, con una mano la espalda y desde atrás
deslizando las manos para agarrar esas duras y bellas tetas, de las que
aun no había visto los pezones, aplastados contra la sábana;
la otra mano decididamente avanzando por entre las nalgas de la diosa,
atravesando el canal de ese culo duro pero dócil que se me ofrecía,
obviando el agujero deseado del ano para no crear conflictos, ya habría
tiempo después, y corriendo hacia la zona húmeda de la concha,
más que húmeda inundada de jugos para cuando llegué
allí, lo que me confirmó que estábamos camino al paraíso
y que esa noche sería inolvidable. Siempre en silencio levanté
el culo de Verónica, más bien ella misma lo levantó,
con el dedo mayor busqué y encontré un clítoris inflamado
de pasión al que me dediqué a rozar apenas, el dedo índice
se metió en aquella conchita mojada por el deseo, y ahora sí
el dedo gordo, lubricado con jugos volvió en busca del ano deseado,
al que no tardó en encontrar y empezó a penetrar. Mientras
la mano derecha estaba así ocupada, la izquierda y su brazo izaron
a Verónica, levantaron el todo el saco pijama y empezó el
masaje de tetas has esperado, unos pezones de aureola rosa fuerte y erguidos
al máximo contrastaban con la blancura de esas tetas redondas y
firmes, no quemadas por el sol, dándole un efecto que casi me hace
acabar ahí mismo.



Verónica empezó ahora
sí a jadear y lloriquear, sin decir palabra, y mientras en silencio
le buscaba la boca para ese primer beso empezó a retorcerse y tener
movimientos espasmódicos que terminaron en el primer grito anunciador
del maravillosos orgasmo que estaba teniendo. Seguimos así durante
unos minutos, no sé cuantos pero suficientes para que Verónica
acabara dos veces más y yo tuviera mis huevos como cantimploras
a punto de reventar. Al cabo Verónica se dio vuelta y me enfrentó,
mientras las lenguas se buscaban con la desesperación de años
de calentura mutua contenida, me arrancó la remera y el pantalón
con slip y todo, le quité al fin el pijama y me volqué boca
arriba en la cama, ofreciéndole mi pija dura y rebosante de leche,
ella misma se la acomodó en la entrada de su cueva empapada y con
agilidad se empaló hasta el fondo, cabalgamos así un ratito
hasta que en un grito de los dos nos unimos en un orgasmo simultáneo,
donde la llené de mi leche mientras sentía las convulsiones
de sus labios vaginales que me apretaban y exprimían hasta que quedó
tirada sobre mí, apoyándome esos pechos plenos y palpitantes
y así, sin hablar, estuvimos minutos hasta recuperarnos un poco.
Muchos años habían pasado hasta ese momento, y no queríamos
seguir perdiendo tiempo, así que enseguida empezamos con besos suaves
y caricias leves, como para no irritar más a órganos exhaustos,
hasta que siempre sin hablar Verónica fue bajando por mi mentón,
cuello, pecho, estómago y ombligo hasta enredar su lengua en el
vello de mi pelvis, apartando con delicadeza mi pija que poco a poco quería
asomar de nuevo; en esa boca cálida y plena de salivas entrecruzadas
guardó mi miembro y lo besó y lamió hasta que no solo
no quedaron huellas del polvo anterior sino que tuvo otra vez el tamaño
y consistencia del arma lista para el combate. Arrodillada en la cama Verónica
cumplía su labor en silencio, hasta que poco a poco fue girando
hasta ofrecerme la visión de los labios de su concha, a los que
por vez primera veía yo nítidamente, unos labios carnosos,
rosados y delicados, cubiertos por una marañita de pelos castaños;
en un largo 69 me chupó la pija mientras tres de mis dedos jugaban
con su clítoris y su concha, aunque a esta altura el objetivo a
vencer era ese apretado agujero marrón que latía entre los
cantos redondeados de ese culo maravilloso; con lengua, saliva, jugos vaginales
y paciencia mi dedo gordo fue abriendo el camino hasta que ya todo estuvo
preparado, y siempre sin palabras Verónica sintió el llamado
de su carne posterior, se puso boca abajo en la cama, levantó en
pompa esa octava maravilla del mundo y allí fue mi pija, lentamente
hasta dilatar del todo el esfínter y más velozmente cuando
toda ella estuvo ensartada en el orto de mi amiga, para empezar un bombeo
que se fue acelerando con los minutos, estimulado por los jadeos entrecortados,
los gemidos y el grito del prolongado orgasmo de Verónica, sólo
momentos antes de que yo me vaciara en ella por segunda vez, quizá
con menor volumen de semen que antes pero sí con más tranquilidad
de espíritu.



Quedamos rendidos así, uno
encima del otro, hasta que me puse a su lado, nos tapé con la sábana
y acurruqué a mi lado a mi amiga, que recién entonces habló
desde que habíamos empezado la sesión de amor, diciéndome:
"alguna vez lo había soñado, pero nunca creí
que iba a ser tan lindo".



Ese día el fax a Montevideo
no salió, nuestro viaje de negocios continuó y ya de regreso
seguimos trabajando juntos; no hemos tenido más relaciones y jamás
hemos vuelto a hablar de aquella noche en Manchester.



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