Relato: Una aventura ardiente



Relato: Una aventura ardiente

Mi
nombre es Sandra, y vivo en las afueras de la ciudad de Guadalajara, en España.

Lo que voy a relatar es cien por cien real, y espero que con esto algunas se
animen a hacerlo, aunque sea una vez en su vida. Tengo 29 años, y estoy
divorciada desde hace dos años. Mi marido me engañaba con una
mujer de la ciudad, a la que dejó embarazada, mientras que a mí
siempre me decía que no era el momento para encargar chicos. La cuestión
es que conseguí quedarme con esta propiedad donde vivo ahora, la cual
es bellísima y tiene mucho aire libre. Los primeros meses a los que
vine a vivir aquí fueron duros, porque me encontraba muy sola. De vez
en cuando pasaba un vecino de aquí cerca, y me ayudaba en algunas de
las tareas, además de alcanzarme a la ciudad cuando lo necesitaba.¡
No piensen mal!, porque este señor tiene unos setenta años, y
el veterano está felizmente casado con su señora, la cual es
encantadora.

Pero la aventura surgió a los seis meses más o menos
de estar aquí. Como podrán comprender, seis meses sin un hombre
puede enloquecer a cualquier mujer joven y atractiva como yo. Por lo menos
me siento así, porque soy de mediana estatura, cabellos castaños
cortos y tengo buenos atributos: unas tetas divinas y una cola envidiable para
unas cuantas. Pasando al punto de este relato, la cuestión radica
que justo por esos días fui hasta la ciudad en busca de diversión
y de algún hombre que me sacara la calentura. Recorrí varios
clubes y pubes pero no me agradó ninguno. Se veían muy toscos
y ordinarios, y algunos pensaban en cosas asquerosas como sadomasoquismo
y orgías.Volví esa noche a mi casa, y para aliviar en algo lo
cachonda que me encontraba, tome uno de los pepinos de mi huerta y me saqué
las ganas con una buena paja. A pesar de todo, la calentura me estaba poniendo
medio loca, hasta incluso llegué a pensar de provocar a mi vecino, el veterano,
pero me arrepentí porque vi que era un pobre hombre que se había
portado muy bien conmigo y sentí que no era justo si lo incitaba a acostarse
conmigo. Pasaron algunos días más, y ya la concha no daba más: necesitaba
de una verdadera pija. Justo ese día pasó mi vecino, el cual
venía acompañado de su señora. Se iban por una semana
a una feria, en la provincia vecina. Lo curioso que traían consigo un
perro.¡Qué hermoso animal!. El mismo era un gran danés
negro, alto y esbelto, un pura raza genuino. Me pidieron que si no me animaba
a cuidar del animal esa semana en que se encontrarían ausentes. Al principio
desistí, porque semejante perro en casa me daba un miedo bárbaro.
Mi vecino dijo que era muy mansito, y que por la comida no me hiciera problema,
porque trajo una bolsa de alimentos para él. Además me comentó
que estaba entrenado para obedecer, y que los bichos de esa raza jamás
atacan a lo que los cuidan. En resumen, tanta charla que logró convencerme
para que le cuidara al perro en casa por una semana. Esa noche dejé
al perro atado afuera de la casa, pero en la madrugada se puso a llorar.
Sin duda estaba acostumbrado a dormir afuera, por lo que lo dejé entrar
en la casa y lo acosté en la sala, sobre la alfombra. Me fui a dormir, y
no ocurrió nada más esa noche.

Al otro día me levanté
temprano y como lo hacemos todos, me dirijo al baño para orinar. Estaba
medio dormida, por lo que entré al baño y me encuentro con el
perro adentro. Me asusté y luego me di cuenta que había quedado
la puerta del baño abierta y el pobre animalito había entrado
al baño a tomar agua o husmear, o yo que sé. Lo traté
de echar, pero no me hizo caso, y con las ganas de mear que tenía, no
aguanté, me bajé la bombacha y me senté en el inodoro
con el perro frente a mí, mirándome. Mientras estaba orinando,
veo que el perrito se había divertido con mis calzones sucios, a los
cuales los lamió y mordisqueó. Cuando quise retarlo por eso,
el can estaba lamiendo la bombacha que tenía puesta, la cual estaba
a la altura de mis pantorrillas. Se ve que la misma estaba con restos de mis
jugos vaginales, además esa noche, después de entrarlo a la casa,
me había hecho una paja de película con mi pepino. Pude observar
como la lengua del perro mojaba sobre mi bombacha. En eso veo, que se le
empieza a asomar una punta roja en el forro de la pija del perro. Indudablemente
se estaba excitando el can. Lo corrí, y el perro no me hacía
caso. Quiso meter su cabeza entre mis piernas, y consiguió en el forcejeo
meterme un lengüetazo a la concha. ¡Qué divino!, pero me
pareció morboso por lo que me subí el calzón y salí
raudamente del baño, con el perro siguiéndome. Entre al dormitorio,
pero el perro quedó fuera. Sentía como el perro rasgaba la puerta, pugnando
por entrar. Me vestí, y sin darle más importancia al asunto,
tomé el desayuno y le di de comer a Zoltran, que así se llamaba
la bestia. Se ve que el hambre es más fuerte que el sexo, porque ni bien
se puso a comer, el perro se tranquilizó y se echo a descansar.

Esa
mañaña, hice las tareas cotidianas. Almorcé y por la tarde
me dirigí a dormir una siesta. Zoltran estaba inquieto, y para que no pasará
lo de la noche, opté por meterlo en el dormitorio, para que no hicieran
algún desastre en la casa. Me acosté en la cama, y el perro sobre
el suelo, debajo de la misma. Encendí el televisor y estaban dando
una película, que sin ser explícita, era un poco fuerte en la
temática. En eso veo el pepino, y se me ocurrió hacerme una pajita
vespertina. Me masturbé como una yegua, retorciéndome sobre la
cama con mis orgasmos. Cuando acabé, dejé en el suelo el pepino, todo
mojado con mis jugos vaginales. Entonces siento que de abajo de la cama sale
Zoltran como enloquecido, y lamió el pepino como un desesperado, mientras
de su vientre se asomaba con toda claridad una larga polla roja y nervuda.
Me sorprendió, porque yo estaba sin mi bombacha, con la concha al aire.
Dejó el pepino y se trepó a la cama. Me lamió como loco
toda la concha, traté de sacarlo, pero la calentura del animal era impresionante.
De tanto forcejear lo dejé, y en eso me empezó a trabajar la
cabeza. Sola con las ganas de coger de meses que tenía, pensé
que si nadie se enteraba, el perro podría divertirse y yo también. Mientras
lamía, la pija del perro se ponía cada vez más grande
y gruesa, y se le salió hasta una bola que tiene atrás. En eso,
entendí que si el perro me daba placer, yo debería devolverle
algo, así que giré sobre la cama y de espaldas me ubiqué
debajo de su vientre. Le tomé la pija y pasé mi lengua. Esta
le recorría la verga, mientras está última largaba unos
chorritos como de orín y semen. Me la metí toda adentro de la boca
y se la chupé como si fuera la pija de mi ex-marido. Mamé y mamé
como una loca y de tanto chupar se ve que el animal estaba por acabar, porque
se contorsionó y un chorro de semen casi me ahoga. A horcajadas la
saqué de mi boca, mientras chorros de leche espesa salía de la
comisura de los labios. Escupí y escupí, y la verga del can,
aún seguía emitiendo leche.¡Nunca pensé que los
perros acabaran de esa manera!.

Al rato se ve que Zoltran se alivió, pero
yo seguía caliente, por lo que decidí tirar todo lo morboso,
prohibido, perverso, etc, al diablo; me desnudé y le ofrecí toda
la concha al perro. ¡Era la pija de verdad que necesitaba y la que tenía
a mano!. Me coloqué en cuatro patas como lo hacen las perras, y movía
mi culo frente al hocico de Zoltran, provocándolo. Demoró un
ratito, mientras yo con mi mano me pajeaba, tocándome el clítoris
y metiendomé el pepino en la concha. Se ve que los jugos de mi concha lo
hacen calentar, porque comenzó a lamer como un desesperado. Pude ver
de reojo que la punta de la pija se le salía. De repente dejó
de lamer, y abruptamente se montó sobre mis espaldas, abrazándome
con sus patas delanteras sobre mi cintura, y acercando su verga a mi concha.
El perro insistía en ponerla, mientras hacía los movimientos
coitales que hacen los de su especie, pero la verga no entraba a mi concha.
Yo podía sentir como los juguitos que escupe su verga mojaban todos los
pendejos y los labios de la concha, y el rocé de la punta de su polla
me daba un placer indescriptible. Lo mantuve así por unos minutos, y
al rato me pareció una herejía que dos mamíferos (como
lo somos Zoltran y yo) no copuláramos como lo hacen los animales. No aguanté
mas tanto amague y jueguitos, que ayudando a Zoltran, por debajo mío
le palpé con mi mano la pija, y tomándola de su tronco (que estaba
gruesísimo) la conduje a la entrada de mi vagina. Le puse la punta adentro
y tal vez algunos centímetros, y lo solté. De inmediato con tremenda
verga ensartada en mi concha, el perro se movía, copulándome
como si fuera una perra. Sentía como entraba y salía esa enorme
vara de carne. ¡Por fin tenía una pija de carne en la concha!. Me
dediqué a disfrutar de ese momento, el cual me pareció más
excitante que cualquier amante humano hubiera tenido. Algunos segundos después,
el perro se empezó a mover frenéticamente, y me golpeaba con
su pelvis como si estuviera por acabar. Me metió toda la verga dentro,
incluso la gorda bola que se le forma al final de la pija, y con todo eso dentro,
me empujaba a lo bestia, donde sus testículos se sacudían entre mis
piernas. De repente, Zoltran se detuvo, y al instante una enorne oleada de
semen inundó mi útero. ¡El animal estaba acabando dentro
mío!. ¡Dos mamíferos, estaban en el éxtasis de la
reproducción!. Miré al espejo de mi dormitorio, y me vi como
gozaba, mientras el perro apoyaba su hocico sobre mi espalda, y su lengua
salía de su boca, chorreando hilos de saliva sobre mí. Al rato,
palpé mi concha con la polla perruna aún dentro, y sentí
que por los costados de mis labios rezumaba semen de perro, mezclado con mis jugos
vaginales. Al ratito Zoltran tiró hacia atrás para retirarse
dentro de mí, pero ¡no podía sacarla!. La bola que se le
formó, era tan grande como una manzana, y el ancho de mi concha no le
permitía el paso para que saliera. ¡Qué susto me llevé!.¡Había quedado
abotonada con el perro!. Instintivamente, el perro pasó una de sus patas
traseras por sobre mi culo, y ahí si quedamos como lo hacen los perros. ¡Culo
con culo, abotonados como bestias!.

Me tranquilicé y me dediqué
a gozar de las oleadas de leche que Zoltran seguía soltando dentro mi
concha, sabiendo que al cabo de unos minutos a los perros se le deshincha
la bola y salen de las perras. Pero nunca me imaginé que demorará
tanto, porque estuvimos como media hora, pegados, con la verga perruna insertada
en mi vagina. En ese lapso me dio sed, y a pesar de que tenía al
can pegado a mi culo, salí de mi cuarto en cuatro patas, arrastrando
al perro con mi culo. No podía llegar al refrigerador a tomar la botella
de agua, por lo que tuve que tomar agua del plato del perro. ¡Eso
fue el colmo!. Me sentí una verdadera perra, con el perro clavado a
mi culo, y tomado agua de un plato como las bestias!. Esperé y como
dije antes, a la media hora, Zoltran tiró y yo colaboré tirando
también y ahí sentí como la polla se deslizaba desde mi
vulva a través de mis labios, y resbalando escuché un ¡plop!
como las sopapas. Salió la enorme polla del can, era roja muy oscura,
casi violeta y chorreaba líquidos de cualquier color y cantidad. De inmediato
comenzó a rezumar de mi concha, el mismo líquido que el perro
chorreaba de su pija, y sentí que chorros de semen canino salían
de mi vulva. Traté de tocarme la concha, pero cuando lo hice me asusté, porque
me había quedado un hoyo que hasta mi mano se perdía dentro.
Al ratito tomó su tamaño natural, porque estos músculos
se dilatan muchísimo. Miré a Zoltrán, y se había
echado sobre el piso y levantando una de sus patas trasera, se lamía
la polla, como compadeciéndola del trabajo que había hecho. ¡Habíamos cogidos
como dos bestias, y ambos nos sacamos las ganas!. Fui al baño y me duche,
porque con esa tremenda actividad sexual, me sentía muy sucia y realmente
lo estaba.. Cuando salí me vestí y dirigiéndome a la cocina,
le di de comer a Zoltran y con una caricia le agradecí el servicio prestado,
y me devolvió una movida de cola. ¡Esa semana fue apoteósica,
cogí varias veces con el perro de mi vecino!. Lo hicimos por todos lados,
en mi dormitorio, la cocina, el baño, la sala de estar, incluso un día me
arriesgué y lo saqué al jardín. A la semana volvieron
mis vecinos, y me preguntaron como se había portado. Por supuesto le
dije que estupendamente, y en eso el vecino me dice que tiene una sorpresa. Resulta
que en la feria compró una perra gran danés, para cruzarla con
Zoltran. Casi suelto la risa cuando me dice: ¡Pobrecito, todavía
es virgen!. ¡Qué hija de puta que soy, había corrompido
a un perro virgen!. Ah!, me olvidaba, todo los días Zoltran venía
a casa por las mañanas y sin que nadie se diera cuenta, cogíamos
como animales. Se ve que era un buen semental, porque al poco tiempo la perra
del vecino tuvo cachorritos, y sorpresa fue cuando me regalaron uno. Hoy
es chiquito, pero no pregunten quien lo va desvirgar cuando sea adulto.



Besos,
SANDRA.




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Relato: Una aventura ardiente
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