Mi hermano Marcos
Pertenezco a una familia de clase media, pero con dos
desgracias que marcaron el sendero de mi existencia. La primera fue la muerte de
nuestro padre cuando mi hermano apenas hab�a nacido, y la segunda, el accidente
de tr�fico que dej� a mi hermano, con tan solo 10 a�os, con una par�lisis
cerebral. Mi madre, desde antes de casarse, trabajaba de recepcionista
telef�nica en un centro hospitalario, aunque al casarse pidi� licencia. A la
muerte de mi padre tuvo que solicitar de nuevo su incorporaci�n al trabajo para
poder seguir manteniendo la casa, pues yo solamente ten�a quince a�os.
Me cas� a los 25 y me fui a vivir a La Coru�a, pues mi marido
era un pescador al que conoc� en un viaje que hizo a C�diz. Mi matrimonio fue
totalmente normal, al menos as� lo creo, salvo por la ausencia de hijos tras
cinco a�os de matrimonio, pues mi esposo no pudo volver del mar para celebrar
nuestro quinto aniversario. Una tormenta lo arroj� al agua y el d�a de Reyes
apareci� su cuerpo en unas rocas en la playa de La Lanzada.
Llegu� a C�diz junto a mi familia a los dos a�os de enviudar.
Tan solo los hab�a visitado en tres ocasiones desde que me cas�, y �sta era la
primera vez desde que muri� mi esposo, pues despu�s de su muerte continu� mi
vida en la aldea donde viv�amos, en donde ten�amos una casa agradable y un
trabajo en la tienda y panader�a familiar. Vine para hacerme cargo de mi hermano
por unos cuantos d�as, pues ten�an que operar a mi mam� de un peque�o problema
en la boca y al menos deber�a estar internada veinticuatro horas.
Marcos a�n no hab�a cumplido los 17, y aunque no estaba
afectado por ninguna par�lisis que le impidiera los movimientos, estos apenas
pod�a coordinarlos, especialmente la parte izquierda, por lo que necesitaba de
una ayuda muy importante para todas sus actividades; desde ba�arlo, vestirlo y
levantarlo de la silla de ruedas, hasta darle de comer, pues cada vez que lo
intentaba solo, se acababa echando la comida encima. Llegu� a casa en la ma�ana
de un domingo del mes de julio. A pesar de lo poco que nos hab�amos visto en los
�ltimos siete a�os, la acogida fue maravillosa. Lloramos mi madre y yo al
repasar las desgracias de nuestra vida mientras mi hermano, al otro lado de la
mesa, retorc�a su cuerpo y gesticulaba de forma incomprensible para m�.
Planteamos el problema presente ocasionado por la obligada
ausencia de mi mam� ante su pr�ximo ingreso en el hospital al d�a siguiente.
Ella me puso al corriente de todas mis obligaciones. Las de la casa eran las
mismas que ven�a haciendo desde que me cas�, por lo tanto, rutinarias. Pero las
otras, las referentes a como deber�a de atender a mi hermano, s� me encogieron
el �nimo, aunque estuve muy lejos de aparentarlo. Simul� tomarme esa tarea como
una m�s, igual que si mi hermano fuera un mu�eco en todos los sentidos, m�s algo
dentro de m� me dec�a que nada de eso era cierto.
Ya hab�a vivido junto a �l 10 a�os y sab�a que su mente era
normal. Pensaba igual o mejor que nosotras, pero era incapaz de expresarlo con
palabras, pues solo emit�a sonidos guturales dif�ciles de entender, salvo en sus
risas o sus enfados. Esta experiencia me cambi�. Ahora s� que yo misma no me
conoc�a. Mi esposo pasaba la mayor parte del tiempo en el mar, y aunque su
reiterada ausencia me hac�a tener ciertas fantas�as sexuales, nunca le fui
infiel. Creo que por cobard�a no me atrev�a ni tan solo a pensar en esa
posibilidad. Si a eso unimos que mis �nicas amistades eran la de las mujeres de
su familia, que viv�amos junto a la iglesia y que la �nica vida de esa aldea era
la eclesi�stica, ya esta todo dicho.
No tuve mucho tiempo para m�s reflexiones, pues estando en
estas, Marcos comenz� a gesticular con la mano, y al tiempo que distorsionaba la
mirada entre sus piernas, estiraba su enorme dedo �ndice se�al�ndose all�. Mi
madre r�pidamente comprendi� lo que quer�a y me invit� a aprender como deb�a de
comportarme en dichas ocasiones, pues �l ten�a necesidad de orinar. Ella trajo
del cuarto de ba�o una extra�a botella, pero instant�neamente comprend� su
utilidad. Yo, ilusa de m�, me ofrec� muy voluntariosa para ayudarlo a mi
hermano, y mi madre, vi�ndome sin duda toda una mujer viuda, no tuvo
inconveniente en que as� lo hiciera. Lo que no tuvimos en cuenta ninguna de las
dos fueron los pensamientos y los deseos de Marcos.
Baj� la cremallera del ampl�simo pantal�n y metiendo la mano
dentro de la bragueta, encontr� lo que no esperaba. Que ilusa, pens� que la
tendr�a como cuando lo vest�a a los diez a�os; �enorme error el m�o, pero m�s
enorme fue lo que encontr�! Afortunadamente mi mam� hab�a salido de la
habitaci�n y no pudo ver el sobresalto con el que retir� mi mano de aquella
abertura. Pero s� que vi la sonrisa que pon�a Marcos, aunque no sab�a si era
equivalente a una sonrisa real que expresaba el oculto placer que le causaba mi
asombro, o solo un gesto incontrolado.
Me se�al� de nuevo entre sus piernas invit�ndome,
aparentemente de forma obscena por la forma de gesticular y de retorcerse, a que
volviera a meter mi mano dentro de su bragueta. Ya repuesta, aunque
terriblemente confundida por el tama�o de lo que parec�a haber dentro, hice un
nuevo intento. Se la tuve que agarrar con toda la mano, aquella verga era como
dos veces m�s que la de mi marido cuando la de mi esposo, bien parada, mientras
que la de mi hermano estaba fl�cida.
Tom� la botella e introduje dentro del cuello de esta, la
mitad del pene, mientras que yo batallaba nerviosa meter la verga dentro del
envase, a �l no se le iba la sonrisa de la cara y como la botella se llenaba de
orina, tuve que sac�rsela y ten�rsela sujeta con mi mano mientras terminaba de
orinar en otra botella. Entr� mi madre y me dijo que no le guardara el pene,
pues hab�a que sec�rselo, pero despu�s de haber tirado el or�n en el inodoro.
Cuando volv� para "guard�rsela", aquello era descomunal, casi como mi antebrazo
e igual de duro.
La cara de Marquitos era de placer, los ojos los ten�a casi
en blanco y babeaba al tiempo que giraba la cabeza de derecha a izquierda; con
una mano se agarraba su tremendo falo masturb�ndose claramente. Le quit� la mano
de ah� y tomando la verga con la m�a me dispuse a guard�rsela, lo que hice con
gran dificultad y con una sensaci�n de culpable cosquilleo que no llegaba a
comprender, o m�s bien, que no quer�a admitir. La ten�a muy dura y r�gida como
un buen salchich�n caliente. Sent�a perfectamente en la palma de mi mano las
oleadas de sangre c�lida que manten�an inflexible la enorme verga, por lo que
tuve que tenerla un buen rato, sujet�ndola con fuerza y manipul�ndola en
m�ltiples direcciones para encontrar la forma de meter aquel insolente garrote,
por la peque�a abertura de la bragueta, lo que le provocaba una erecci�n y un
placer aun mayor, aunque no pretendido, que le hac�a gemir y chorrear saliva
como si estuviera pose�do.
Fui a la cocina e hice un ligero comentario sobre lo
acontecido a mi mam� aparentando no darle importancia, pero queriendo que ella
me aclarase algo de la actitud de mi hermano.
D�jalo, pobrecito� -, es todo cuanto me dijo.
Aquella primera noche en mi casa materna, no pude conciliar
el sue�o hasta el amanecer, pero no fue por extra�ar la cama, pues en definitiva
esa era tambi�n "mi cama" de siempre, sino porque en vez de adormecerme el
silencio y la oscuridad, lo que estaba haciendo era despertar en m� a la mujer
insatisfecha que hab�a dentro de mi cuerpo, a la puta que todas llevamos dentro
y que a lo largo de su vida no tuvo m�s que peque�as fantas�as er�ticas
abortadas r�pidamente por una falsa sensaci�n de culpabilidad. Un marido
enamorado y puritano que no me permit�a abrir mi verdadero esp�ritu sin que
apareciese la sombra del fantasma de la verg�enza.
Con 32 a�os de vida sana, mi cuerpo estaba lleno de energ�a,
y aunque hasta entonces no lo sab�a, rebosante de sensualidad; 60 kilitos
repartidos en 165cm de estatura, cintura muy delgada, y al no tener hijos, mis
pechos y mi vientre segu�an totalmente firmes, predominando mi redondo culo,
siempre escondido en largas faldas, pues no deb�a ponerme pantalones. No s� como
describir mi rostro, mi carita creo que es algo redonda y de mejillas
sonrosadas; mis ojos son grandes y chistosos, mis labios carnosos, mi nariz es
respingona, mis dientes son blancos; pero con todo esto, siempre me encuentro
defectos, lo que me produce un complejo inevitable al verme en el espejo y
contemplar una cara de boba.
Desde que me cas�, mi pelo casta�o claro, lo llevo corto y
rizado. Sinceramente, creo que no soy tan guapa como quisiera, pero por el
contrario, tengo un cuerpo muy goloso, seg�n me dec�a mi marido. Las caderas son
anchas y tengo muy buenas nalgas, redondas y muy empinadas que cuando camino,
�ufff, me comen!... Mi piel es morena y muy suave, mis muslos son firmes y bien
formados, siendo mi cuerpo, la envidia de mis tres cu�adas, a pesar de tener
�stas entre 18 y 23 a�os.
El breve comentario hecho por mi mam� sobre la compostura de
Marcos me estaba provocando insomnio al hacerme pensar m�s de lo que pod�a
imaginarme. No ten�a cura, ni posibilidad alguna de dar satisfacci�n a su
libido. Mentalmente mi hermano era normal, como yo, pero creo que en su silencio
y soledad tendr�a tiempo m�s que suficiente para darle vueltas a la cabeza a
muchos temas, especialmente el sexual.
Con cerca de 17 a�os, �l ten�a un cuerpo fuerte y musculoso,
posiblemente debido a sus constantes convulsiones o espasmos hab�a desarrollado
una musculatura mayor de lo normal. Su rostro era anguloso y afilado. Si
consegu�as apartar de tu mente los gestos extra�os que hac�a casi
constantemente, podr�as verlo muy atractivo, especialmente si se le ve�a
totalmente desnudo; como me sucedi� esa noche cuando tuve que verlo cuando fui
con mi madre para acostarlo y aprender las ma�as y h�bitos necesarios para
hacerlo sin lastimarlo y con el menor esfuerzo posible.
Me percat� que su �nico vello estaba en el pubis, el resto
del cuerpo era fuerte y suave, pues mi mam� acostumbraba a untarle con
frecuencia, crema en el cuerpo para mantener su piel en buen estado y evitar
�lceras, especialmente en los gl�teos. Una vez m�s, al desnudarlo para dormir,
su pene se puso erecto como m�stil de velero. La sonrisa extra�a volvi� a su
rostro y de inmediato se la agarr� con la mano m�s �til y se la pel�, dejando la
amoratada cabezota a la vista. Sin comentar nada, mi madre lo tap� con la
s�bana, y sin darnos tiempo de salir de la habitaci�n, comenz� �sta a tener
fuertes sacudidas. Evidentemente que se volv�a a masturbarse sin tener ninguna
consideraci�n por nuestra presencia. Deb�a de hacerlo con tanta frecuencia que
le parecer�a algo normal. Ninguna hicimos comentarios al respecto, pues si mi
madre lo consent�a y daba el visto bueno a sus desahogos, �qui�n era yo para
criticarlo?...
Aprend� como deb�a de hacerle para acostarlo o sentarlo en la
silla de ruedas. A horcajadas, delante de la silla, deb�a de asirlo por debajo
de las axilas, y con un apretado abrazo, ayudarlo a levantarse y evitar que
perdiera el equilibrio. Girar ambos al tiempo y dejarnos caer juntos sobre la
silla o la cama; as� como en esta ocasi�n. Para acostarlo, antes deber�a
desnudarle completamente la parte de arriba, y una vez en la cama, quitarle el
pantal�n. Dorm�a completamente desnudo, pues nunca le pon�an calzoncillos. Mi
hermano ten�a un cuerpo bonito. En reposo sobre la cama, las convulsiones
disminu�an, y sus movimientos de piernas y vientre parec�an entrar en un baile
er�tico para atraer a las sirenas; muy especialmente con ese falo duro y enorme
d�ndose r�tmicos golpes sobre el vientre.
No pod�a apartar de la mente esa enorme verga, ni la de mi
difunto esposo. Me era imposible evitar verlos uno a lado del otro y
compararlos. Unas �vidas manos nac�an en mi mente para abarcar el tronco de mi
hermano, y las im�genes que siempre so�� poder realizar alguna vez con mi
marido, se repet�an, pero ahora el cuerpo que mi mente colocaba en esas
situaciones tan deseadas y nunca alcanzadas; era mi hermano quien se apoderaba
de mi imaginaci�n, y que intentaba rechazarlo, pero no pod�a. Con estos
incestuosos pensamientos estaba excit�ndome terriblemente, y mientras frotaba mi
sexo con deleite desconocido, me vino a la mente la descabellada idea de
coquetear disimuladamente con un hermano mudo y deseoso. Ser�a muy excitante a
la vez de dar a alguien tan desgraciado la oportunidad de disfrutar por unos
d�as de algo que evidentemente deseaba y que nunca m�s podr�a lograr de no darle
yo esta oportunidad.
El incesto es algo mal visto en nuestra civilizaci�n, pero
adem�s de que nadie podr�a saberlo jam�s, en otras civilizaciones era aceptado,
por lo tanto, todo se reduc�a a un tema de conciencia, de modo que si a nadie
hacia da�o, sino todo lo contrario, �por qu� no probar?... Y adem�s, ahora que
era viuda y libre, �por qu� deb�a de seguir sufriendo m�s represiones? Ni �l ni
yo �ramos culpables de nuestras desgracias.
Me despert� mi madre al levantarse. La ayud� con sus cosas y
llam� a un taxi para que la llevase a la cl�nica, yo no pod�a acompa�arla por no
poder dejar solo a Marcos. La intervenci�n a que la someter�an esa misma ma�ana
era de cirug�a menor, aunque molesta carec�a de riesgo, posiblemente estar�a
internada un d�a para observaci�n. Me advirti� nuevamente sobre los cuidados de
mi hermano y sali� de casa.
Cansada por haber dormido tan poco, volv� a la cama dispuesta
a seguir descansando, pero de inmediato me vinieron a la mente las ideas
concebidas la noche anterior. Tan solo el pensar que hab�a llegado el momento de
ponerlas en pr�ctica me excit� lo suficiente como para despejarme r�pidamente.
Har�a pensar a mi hermano que dada su situaci�n yo cre�a que para �l el sexo no
exist�a, que ignoraba completamente su estado mental real, lo que me permitir�a
todo tipo de libertades, y le har�a creer que para m�, su sexualidad no hab�a
que tenerla en cuenta. Le dar�a la impresi�n de que todo cuanto ocurriese entre
nosotros ser�a algo "normal" y por lo tanto, no ten�a sentido alguno evitarlo.
Dos veces a la semana hab�a que meterlo en la ba�era y
lavarlo totalmente, pero el resto de los d�as, como hoy, solamente hab�a que
darle un peque�o lavado despu�s de llevarlo al inodoro para que hiciera sus
necesidades.
Despu�s de lavarme yo y de desayunar, me dispuse a atenderlo
a �l. Entr� en su dormitorio, y en la semioscuridad de la habitaci�n pude
adivinar que estaba despierto y arropado de cintura para abajo con la s�bana. Yo
tan solo llevaba un camis�n casi transparente por encima de las rodillas. Me
hab�a quitado antes de pasar las pantaletas y el sujetador. Cruc� al otro lado
de la habitaci�n para subir la persiana del balc�n, la luz blanca entr� a
raudales deslumbr�ndole totalmente. Mi cuerpo se encontraba entre �l y el
balc�n, por lo que mi desnuda silueta ante el rect�ngulo de luz deb�a de verla
perfectamente. Vi el asombro de sus ojos mirando con incredulidad las curvas de
mi talle. Su cuerpo bajo las sabanas pareci� convertirse en un nido de enormes
serpientes retorci�ndose, su cara, sin dejar de mirarme, no paraba de realizar
c�rculos en uno u otro sentido, mientras que sus desorbitados ojos hac�an el
recorrido inverso al quedarse clavados en mi entrepierna. Mi rajita empezaba a
humedecerse de excitaci�n.
Me volv� de espaldas, hacia el balc�n, para mirar y dejar que
mi hermano pudiera disfrutar un rato de mis redondas nalgas, apenas cubiertas
por el camis�n. Despu�s separ� un poco mis muslos y me dispuse a limpiar unas
inexistentes manchitas en la parte alta del cristal, de manera que el camis�n se
subi� hasta la mitad de mi redondo y ampuloso trasero dej�ndolo a la vista de
Marquitos y a menos de un metro de distancia. Apenas fueron unos segundos de
espect�culo, pero suficientes para caldear los �nimos de los dos; me sent�a una
alegre pecadora seduciendo a un escuincle.
De alguna parte de mi ser, nac�a un gran deseo de ser
contemplada y codiciada. No contenta con esto, a�n de espaldas a �l, me inclin�
como si mi nuevo objetivo fuera el limpiar alguna suciedad, tambi�n ficticia,
pegada en la parte baja del cristal. Ahora mi culo qued� justo encima del
colch�n y tan solo a un palmo de su cara. El corto camis�n se subi� por encima
de mis abiertas nalgas, por lo que le permit� contemplar muy de cerca mis partes
m�s guardadas y secretas durante el breve momento en que estuve rascando con la
u�a el cristal.
Aun siendo morena, la piel entre mis nalgas y bordeando mi
ano, esta se oscurece much�simo, y ese color oscuro junto con el negro y sedoso
vello que me nace en esa zona, hace a�n mayor el contraste, dando casi la
impresi�n de que mis nalgas son blancas. Esta piel oscura, velluda, suave y
jugosa, se extiende por toda mi vulva, lo que hace que destaque enormemente,
pues esta es adem�s de labios gordos, abiertos y carnosos, pero interiormente su
color se aclara para ser de "color carne", ligeramente rosa. Los labios internos
los tengo muy grandes, hasta el punto de que con las piernas separadas parecen
unos peque�os test�culos con forma de alas.
Me puse en pie y me volv� con rapidez y mirada acusadora, con
la intenci�n de pillarlo en falta; y as� fue, pero lejos de avergonzarse, sus
ojos daban la impresi�n de relamerse de gusto. Con un impetuoso tir�n le retir�
la s�bana de encima, al tiempo que le daba un r�pido besito en la mejilla y le
preguntaba, a sabiendas de su muda respuesta, que qu� tal hab�a dormido. Rode�
nuevamente la cama y retirando la silla de ruedas me dispuse a llevarlo al
sanitario, pero no en la silla, como me dijo mi madre, sino llev�ndolo abrazado
a m�. Como si fuera lo m�s natural del mundo, le gir� el cuerpo poniendo sus
pies fuera de la cama, me puse delante de �l teniendo sus piernas entre las
m�as, y agach�ndome, procurando que a trav�s del gran escote del camis�n pudiera
cruzar su mirada mi cuerpo desnudo; lo tom� del t�rax para sentarlo al borde de
la cama.
Su cara de alegr�a era inconfundible, parec�a alelado, pero
inm�vil y relajado. Le dije que conmigo ir�amos andando juntos al servicio en
vez de ir sentado en la silla; abri� los ojos de asombro sin saber como lo
har�amos. Pas� sus brazos detr�s de mi cuello y a la orden de "de pi�", al
tiempo que lo abrazada fuertemente y tiraba de su cuerpo para arriba, igual que
hab�a que hacer para sentarlo en la silla de ruedas, se levant�, pero esta vez
de un peque�o paso atr�s para sentarse, fueron muchos los que hubimos de dar
juntos y apretados, hasta llegar al sanitario.
Yo iba con mis piernas abiertas para evitar que �l tropezase
con mis pies. Para mantenerle r�gido, lo apretaba con fuerza de la cintura al
tiempo que �l se sujetaba ligeramente colgado de mi cuello. Como era casi tan
alto como yo, su pecho presionaba sobre el m�o, que �l trataba de ver sin
disimulo por el escote, y su pene quedaba exactamente a la altura de mi sexo.
Apenas hab�amos dado un par de tr�mulos pasos cuando comenc� a sentir como su
fierro comenzaba a endurecerse. Mantuve su cintura sujeta con una mano mientras
que con la otra me sub� disimuladamente el camis�n para favorecer el contacto
directo de su ahora horizontal y duro palanca, con mis ardientes muslos y mi
babeante crica.
Despu�s, y en vez de sujetarlo por la cintura con ambas
manos, le dije que se agarrara bien a mi cuello y utilic� mis manos para
agarrarlo ansiosamente del trasero y as� poder controlar a mi placer el
movimiento de su pelvis, al tiempo que le manoseaba los gl�teos golosamente. Era
una verga enorme; como jam�s so�� que pudiera haberlas; sin duda era el fruto de
sus constantes masturbaciones; no les miento, pues el glande se sal�a
completamente por detr�s de mis nalgas; as� que retir� un momento una mano de su
trasero para disfrutar de aquel capullo palp�ndolo con deleite y hundirlo entre
mis nalgas. Era casi tan grande como un durazno, pero suave y viscoso por el
flujo con que se hab�a untado al pasar entre los labios de mi empapada vagina.
Lo acarici� golosamente antes de separar mis ancas para sujetarlo entre ellas.
Camin�bamos despacito al tiempo que yo me frotaba con su
tranca y acariciaba su fuerte y suave trasero. �l iba gimiendo de gusto al
tiempo que yo caminaba de espaldas. Aflojaba ligeramente mi abrazo para
permitirme separar nuestras pelvis, y seguidamente apretarlo fuertemente para
provocar el choque de nuestros sexos. Su miembro estaba tan envarado que podr�a
haberme colgado de �l si hubiera podido mantenerse en pie firmemente. Ejerc�a
una presi�n desesperante en mi entrepierna. Ten�a mis muslos totalmente
chorreando y su falo engrasado para poder penetrar con suavidad por la m�s
angosta abertura.
No pod�a m�s, me puse de puntillas y con una mano la deslic�
en la entrada de mi cueva, plante� los pies y... �o maravilla!, una inmensa masa
suave, dura y ardiente me desgarr� hasta lo m�s profundo de las entra�as. Era un
inusitado y terrible dolor el que me hizo sentir tan grandiosa invasi�n, pero
extra�amente, lejos de retirarme, lo apret� m�s y m�s, como para romperme por
dentro. Los dos bram�bamos como locos. Me mov�a ligeramente hacia detr�s
sintiendo como esa enorme y dura vergota forzaba todas mis entra�as, tanto a lo
ancho como a lo largo. Lo restregaba dentro de m� y lo hac�a embestirme con
rabia, como si mi deseo fuera que me penetrara hasta traspasarme o reventarme.
Algo desfallecida y totalmente empalada, logr� llegar al
retrete. Gir� y lo hice sentar sobre la taza, al tiempo que yo, con toda su
verga dentro de m�, ca� a horcajadas sobre sus muslos. Me quit� totalmente el
camis�n para que �l me sobara, manoseara y chupeteara a placer mis tetas. Daba
agudos y prolongados gritos al tiempo que me embest�a desde la taza del inodoro.
Yo contribu�a a robustecer los bestiales golpes que recib�an nuestros genitales
levant�ndome hasta dejar menos de la mitad de su verga dentro de m�, para
seguidamente, y aprovechando su embestida, darme un sent�n con fuerza y hundirla
hasta lo m�s profundo de mi vientre y clav�rmela hasta la ra�z; tal era la
locura de ardiente pasi�n que me provocaban las relaciones incestuosas con mi
hermano, que mi raja era un chapoteadero cada vez que esa verga se hund�a en mis
entra�as.
Deb�a de sujetar su oscilante cabeza para hacer que su
abierta boca abarcase mis negros y turgentes pezones. Le restregaba mis
babead�simos pechos por toda la cara mientras �l, con sus convulsivas manos, me
agarraba de las nalgas abri�ndomelas con sa�a. Era una locura de placer. Sent�
como abr�a mi apretado ano para meterme hasta dentro tres de sus largos y
huesudos dedos. �C�mo es que en su situaci�n sab�a tanto de esto?... �Ser�a
instintivo?...
Sent� que me desgarraba el culo al tiempo que un largo
aullido sal�a de su garganta y un manantial de c�lido semen inundaba mi
interior. Despu�s de unas cuantas sacudidas, su esperma llegada con profundas y
largas arremetidas, hasta lo m�s profundo de mi chocha; yo qued� abatida sobre
�l. Su pene, ahora ya blandito, aunque no fl�cido, permanec�a a�n muy dentro de
mi cuevita. Marcos estaba tambi�n desfallecido e inm�vil, sentado en el retrete.
Despacito me deslic� hacia detr�s al tiempo que disfrutaba mirando y sintiendo
como me sal�a de �l. Me dej� caer de rodillas a sus pies y tomando la causa de
mi placer; introduje su verga en mi boca para envolverla dulcemente con mis
labios, lavarla con mi lengua, y disfrutar de la viscosidad que la envolv�a y de
la mezcla de olores y sabores que emanaban de ella.
Sentada a sus pies, aunque cansada, quer�a dar rienda suelta
a todas las obscenidades que en tantas ocasiones imagin�, aunque nunca tuvieran
nada que ver con la actual situaci�n, pero que por permitirme ahora ser la �nica
directora de estas, mi imaginaci�n se desbordaba con las ideas m�s lujuriosas y
desvergonzadas para reivindicar su realizaci�n. A�n sentado en el retrete, puse
sus corvas sobre mis hombros y en esta postura inc�moda lo anim� a que meara
para poder verlo desde mi posici�n. Con una mano sujet� su largo pene para
evitar perderme los detalles, con la otra, metida entre sus piernas, separaba un
poco m�s sus nalgas y con un dedo estimulaba su ano, clav�ndoselo tan hondo como
pude.
Cuando hubo cumplido con mis expectativas, lo ayud� a
incorporarse para ponerlo sobre el bid�. Ahora �l solo se sujetaba de mis
pechos. Lo sent� de cara a la pared, y enjabon�ndome bien mis manos, le lev� sus
bonitas nalgas y su ros�ceo ano. Cuando me hart� de acariciarlo de las mil
formas que se me ocurrieron, y lo penetr� repetidamente con cada uno de mis
dedos, lo puse de pie, ligeramente inclinado hacia delante y apoyado en la
pared. Le abr� con imp�dica voluptuosidad sus nalgas y bes� y chup� su ano, as�
como absorbi�ndolo con mis labios a modo de ventosa, introduc�a dentro de �l mi
afilada lengua para palparlo por dentro y disfrutar del calor y de la viscosidad
que exist�a dentro de �l.
Lo hice girar sobre el bid�, y apoy�ndolo en la pared, era yo
quien ahora se sentaba ante �l. Tom� con mi mano izquierda su enorme garrote
para con ella y mi boca, orde�arlo cuanto pudiera y saciarme de su c�lido semen,
al tiempo que met�a dentro de su ano el pulgar de mi mano derecha para hacerlo
disfrutar por ambas partes. �l gritaba como un animal extra�o, al tiempo que con
su mano m�s controlable me ten�a agarrada por detr�s de la cabeza haci�ndome
tragar su vergota hasta lo m�s hondo de mi garganta. Por mi parte, yo le met�a
mi pulgar al menos cinco cent�metros dentro de su recto, pues por las razones
que fuesen lo ten�a dilatado como si de una buena vagina se tratara.
Nunca disfrute tanto de una bebida. Llenaba mi boca con su
semen c�lido y lo saboreaba como el mejor de los vinos. Cuando notaba una nueva
oleada, lo tragaba degustando el esperma a lo largo de mi garganta, recibiendo
as� cada una de las eyaculaciones a que generosamente me invit� mi hermanito,
pero procurando dejar siempre algo para untar bien mi cara y mis pechos.
Saciada de placer, lav� nuevamente su sudoroso y pringado
cuerpo junto con el m�o. En brazos lo llev� a la cama y all�, bocarriba e
inerte, me tumb� a su lado. Todo aquello debi� de ejercer una extra�a reacci�n
en su imparable sistema nervioso, pues lo dej� completamente paralizado y sin
contorsi�n alguna. �nicamente sus ojos reflejaban el desconcierto que sent�a
ante tan agradables e incre�bles contactos y visiones. Desnudos el uno junto al
otro, ahora yo completamente agotada, me dejaba manosear y babear sin ning�n
pudor o sensaci�n de asco. Pasaba sus manos por mi cara y mi cuerpo sin dejar
resquicio alguno por besuquear y toquetear toscamente. Sobre todo se centraba en
mis pezones, mi sexo y mis tremendas nalgas.
As� debimos de pasar m�s de media hora, hasta que me pude
recuperar lo suficiente como para continuar con mis obligaciones. Me levant�
aunque antes de hacerlo no pude resistir la tentaci�n y quise gozar otra pizca,
por lo que poni�ndome a horcajadas sobre la cabeza de mi hermano, me agach� para
que �l pudiera disfrutar con la vista de mi sexo. No dec�a nada en absoluto;
�nicamente mov�a su cabeza sin sentido. Me agach� y frot� mi vulva sobre su cara
y boca. �l tom� entre sus labios mis labios internos y los sorbi� estir�ndomelos
hasta la saciedad; sent�a como se revolv�an dentro de su boca entre su lengua,
que finalmente sac� y meti� dentro de mi vagina.
Fatigada por las sensaciones, me sent� pr�cticamente sobre su
cara, y a pesar que mis nalgas quedaban tap�ndole la nariz, �l no tuvo ning�n
problema para respirar, pues a cada leng�etazo que me daba, yo me retorc�a como
lombriz. Cuando ya no aguant� m�s, empec� a derramarme a c�ntaros y �l,
�vidamente se tragaba mi flujo. Cuando abr� los ojos recuper�ndome del
avasallador orgasmo, vi su percha insolente que cabeceaba al ritmo de la
respiraci�n de su due�o, no lo pens� dos veces y me abalanc� sobre su enorme
verga para mam�rsela un poco y lubricarla muy bien; y hecho esto, me levant�
para sentar a mi hermano en la cama, apoy�ndole su espalda en la cabecera y que
as� pudiera ver todo cuanto hiciera con �l.
De pie y de espaldas a su cara, le pas� mis nalgas sobre
ella, abri�ndomelas para que babosease bien mi ojete, cosa que hizo sin
necesidad de que yo se lo indicara. A continuaci�n avanc� lo suficiente para
estar sobre su vientre. Me puse en cuclillas, siempre mostr�ndole obscenamente
mi tremendo culo, y enderezando su dura macana que le presionaba el vientre con
fuerza, lo ic� y apunt� el glande a mi ano� Al menos tard� cinco minutos en
poder cobijar la cabezota de su verga en el interior de mi culo. Me dol�a
terriblemente, pero al tiempo me volv�a loca de placer. �l aullaba muy bajito y
por alguna extra�a raz�n no mov�a ni un solo m�sculo. Poco a poco, y uniendo mis
agudos chillidos de perra en celo a los suyos de placer, me la fui clavando
entera en mi adolorido trasero. Me llenaba por completo el intestino, pero una
vez acomodada dentro de mis entra�as y con el esf�nter suficientemente dilatado,
el dolor dej� paso al placer.
Procuraba que mi hermano contemplara como me ten�a penetrada
y como mis movimientos de sube y baja sacaban y met�an su macanota, junto con la
piel de mi culo, como si se tratara de un calcet�n que enrollas al tobillo.
Estuve en esta posici�n y con estos placenteros meneos hasta que mi hermano se
vino dentro de m�. Chorreaba su semen cuando yo sub�a y su palote sal�a de mi
ano, aunque tambi�n serv�a de lubricante para cada nueva penetraci�n.
Cuando termin� de vaciarse, me saqu� la verga del culo, y
continu� de espaldas a su cara, levant� mi culo delante de ella, y a un palmo de
sus espantados ojos, agachada, con mis manos separ� mis nalgas cuanto m�s pude
para que mi ojete pudiera estar completamente abierto y visible. Empec� a pujar
haciendo un poquito de fuerza, hasta que lentamente descargu� sobre su pecho y
ante su desconcierto y asombro, unas duras heces que la penetraci�n me hab�a
aflojado. Segu� pujando, expulsando uno que otro pedo, mientras me segu�a
cagando sobre �l.
Una vez que la sensaci�n de excretar me hab�a pasado, me
volv� y bien abierta de piernas, y ante su estupefacta mirada, separ� los labios
de mi papaya y le dije que si quer�a beber mi orina abriera la boca. La abri�
como una gran olla, acerqu� mi vagina a ella y despacito fui orin�ndome dentro
hasta dejarle la boca lo suficientemente llena, pero d�ndole tiempo a que se lo
tragara. Despu�s, con los labios de mi papaya bien abiertos, los frot� por sus
labios y por toda su cara.
Despu�s de lavarlo y de lavarme, lo vest� con un amplio
pantal�n de deporte. Yo a�n segu�a completamente desnuda, lo que a �l le
manten�a hipnotizado permanentemente. Lo llev� a mi habitaci�n y me estuve
vistiendo delante de �l para que no se perdiera nada que en su triste, aburrido
y solitario futuro pudiera traerle recuerdos variados y maravillosos. Me vest�
con una amplia y fresca blusa multicolor que me cubr�a hasta las caderas, por
supuesto que sin brasier ni pantaletas; iba a ponerme la falda, pero como casi
nadie visita la casa, desech� la idea.
Ya era mediod�a y lo llev� a la cocina para hacer su
desayuno. Me puse un delantal de pl�stico y prepar� caf� con leche y pan de
molde frito, con margarina y mermelada. Mientras me mov�a por la cocina en estos
preparativos, Marquitos no aparataba la mirada de mis redondas nalgotas; y c�mo
la cocina es estrecha y alargada, con frecuencia deb�a de pasar junto a �l y
siempre que lo hac�a era ofreci�ndole mi caliente trasero para que con sus
torpes y �vidas manos pudiera manosearlo por unos instantes. Su terrible tolete
asomaba obsceno por la pernera izquierda de su corto pantal�n de deporte, que
con la presi�n de la erecci�n se le hab�a subido hasta la ingle.
Llev� el desayuno al comedor y despu�s a mi hermano. Lo
acerqu� bien a la mesa y me sent� encima de ella, frente a �l, con las piernas
bien abiertas y con los pies sobre los apoyabrazos de su silla, de manera que mi
vagina y mi culo le quedaran bien visibles y accesibles. Puse su taza de caf�
entre mis piernas y part� en tres tiras cada trozo de pan. Con la cucharilla
tom� un buen pedazo de margarina y me la unt� entre las nalgas. Era curioso
observar las caras que mi hermano pon�a tratando de adivinar que nueva sorpresa
le deparaba cada momento. Jadeaba y se frotaba la verga con desesperaci�n. Los
ojos le giraban desorbitados y babeaba como un poseso sin dejar de realizar
movimientos con la cabeza que parec�a querer desenroscarse del cuerpo.
Tom� una de las seis tiras del panecillo frito y me la frot�
por el culo para que quedaran bien untadas de margarina. Luego, con una
cucharilla tom� mermelada del tarro, y abriendo con la misma cucharilla mis
labios vaginales, dej� caer entre ellos la mermelada, que despacito fue bajando
hasta el trozo de pan untado de margarina que previamente ten�a en parte dentro
de la cuca. Una vez untado este de la mantequilla, de la mermelada, y tambi�n
del "moquillo" que mi sexo ya hab�a empezado a expeler, le pregunt� si le
gustar�a com�rselo as�.
Una extra�a risa nerviosa llen� su rostro al tiempo que
inequ�vocamente dec�a un "SI" constante con repetidos asentimientos de su
cabeza. Saqu� de entre mis labios el pan para mojarlo en la taza de caf� con
leche y despacito lo acerqu� a su boca. Parec�a un pajarillo cuando sus padres
le acercan la comida a su descomunal y desproporcionado pico. �l no piaba con
desaz�n, pero gem�a con desesperaci�n con su grand�sima boca abierta de par en
par. Tom� entera la tira del pan y con una satisfecha sonrisa lo sabore� como es
dif�cil de imaginar. Masticaba con la boca abierta y pod�a verse como la tostada
se convert�a en un bolo bien mezclado con la abundante saliva que la lujuria
sustitu�a a la gula.
Una a una, de esta manera se comi� todas sus tostadas.
Seguidamente lo arrim� con mis pies al borde mismo de la mesa y le orden� que me
limpiara con su lengua los restos de mermelada y mantequilla con los que estaban
mis partes bien embadurnadas. Me tumb� sobre la mesa y me arrim� tanto a �l con
los muslos separados, que apenas ten�a necesidad de inclinarse para chupetearme
cuanto quisiera.
Desde luego que me limpi� bien a fondo. Su larga y gorda
lengua no dej� resquicio alguno por el que pasar o meterse, y no satisfecho con
esto empez� a emitir extra�os sonidos al tiempo que met�a su lengua en mi
trasero. Cada vez eran mas desesperados, as� que doble mis piernas hacia detr�s
y con mis manos separ� mis nalgas para que se diera rienda suelta a la
libidinosidad que yo pensaba, y lograra meter a�n m�s su lengua dentro de m�;
pero lejos de apaciguarse empez� a absorber los bordes de mi culo, que por lo
nalgona que soy, era como si tuviera una peque�a varilla entre mis nalgas, y
as�, consegu�a met�rmela muy hondo.
Sus carnosos y absorbentes labios, y su agil�sima lengua, me
ten�an no a cien, sino a mil, por las lentas y suaves pasadas que realizaban
tanto por el cr�ter de mi ano como por la profundidad que alcanzaba, y para
desahogarme y estimularlo mucho m�s, no se me ocurri� otra cosa que ponerme en
cuatro y abrirme de nalgas frente a su cara, empec� a pujar tratando de hacer
del ba�o, de excretar en esa posici�n y frente a su cara. Con la fuerza que
hac�a un sonoro y apestoso pedo sali� de mis entra�as para sorprender a mi
hermano que intentaba averiguar que nueva trata se me hab�a ocurrido; as� que
segu� haciendo fuerza de nuevo y una peque�a, pero gruesa y sabrosa pelotilla de
mierda sali� expulsada de mi culo� Mi idea era hacer que se comiera mi
excremento, pero me dio miedo que pudiera enfermarse del est�mago y que se
terminara nuestra luna de miel.
A lo m�s que lleg�, fue a meterme los dedos de la mano que
mejor controlaba en el culo, y sentir como mi esf�nter se contra�a una y otra
vez expulsando mi materia fecal. Con ese fenomenal espect�culo, mi orgasmo
cimbr� mi cuerpo y �l se qued� completamente extasiado, cuando dispar� potentes
chorros de leche sobre la mesa, y que como gata en celo, lam� con deleite, a
pesar que el aroma a mierda inundaba el comedor. �l solo ve�a como su cerda y
perversa hermana, lo complac�a con lo que quiz� siempre so��, y de verdad que lo
notaba ya cansado.
Retir� la mierda y m�s relajado como jam�s estuvo en su
pasada vida, mi hermano me pidi� su caf� con leche con la mirada. Lo bebi� y
r�pidamente se qued� profundamente dormido, deb�a de estar extenuado. Eran ya
cerca de las tres de la tarde y estaba terminando de poner en unos cuencos
peque�os el arroz con leche que prepar� para despu�s de la comida, cuando
nuevamente me sac� del ensimismamiento en que estaba extasiada, uno de esos
sonidos guturales que eran propios de Marquitos.
Fui a ver que deseaba y como imagin�, eran ganas de orinar.
Me gustaba tener que volver a toquetearlo, me era muy agradable, as� como verlo
disfrutar con mis escandalosos actos, pero ten�a otras cosas que hacer y cada
vez que empezaba con �l, me pon�a tan cachonda y desenfrenada que pod�a pasarme
horas enteras sin otro pensamiento o deseo que no fuera volverlo loco de gusto y
caer agotada de mil penetraciones bestiales.
En vez de darle la botella para que orinase, tal y como mi
mam� me ense��, lo llev� en su silla de ruedas al cuarto de ba�o y all� lo sent�
en el bid� de la manera acostumbrada. Nada m�s sentarse, me ech� mano a mi pubis
por debajo del mandil y me agarr� con br�o mi rajita mientras con su ya conocida
risita balbuceante me daba a saber su agrado. Le retir� la mano dici�ndole que
eso... ser�a despu�s de comer. Baj� su pantal�n y le dije que orinara en el
bid�, pues luego deb�a de lavarlo para limpiarle la gran cantidad de semen que
ten�a desperdigado por los muslos.
Cuando termin�, abr� el grifo y lo lav� enjabon�ndole bien
los muslos, el trasero y su enorme longaniza. Manose� bien su glande; met� mis
dedos nuevamente en su trasero y chup�, chup� y chup� esa verga que me hab�a
transformado en una puta y marrana cerda, capaz de las peores cochinadas.
Eyacul� otra vez, pero ahora dentro de mi boca. Nuevamente me tragu� con placer
el semen dulz�n y denso que sent�a estrellarse con fuerza en mi paladar a cada
arrebato de delirio.
Completamente desnudos comimos; primero le di a �l su comida:
pescado frito y arroz con leche. De pi� a su lado y con sus dedos hurgando
dentro de mi trasero y de mi co�o, comi� sin rechistar, aunque eso si,
manch�ndose mucho m�s que de costumbre debido al constante movimiento de su mano
izquierda que no cesaba de masturbarse. Cuando yo iba a empezar a comer a su
lado, hube de levantarme, pues not� que se iba a correr y no pod�a evitar la
tentaci�n de tragarme tan delicioso n�ctar blanco y condensado, por lo que me
agach� entre sus piernas para meter en mi boca su fascinante cabezota y que
volcara toda su crema dentro de mi boca como aperitivo �nico.
Su abundante explosi�n inund� mi boca, y con mis labios
prietos en la base de la cabeza de su reata para evitar derramar una sola gota,
la bat� antes de trag�rmela, con mi lengua a�n en la verga, haciendo as� mayor
su placer, y provoc�ndole de esta forma una enorme catarata de esperma que me
supo deliciosa. Com� sin lavarme la boca, sin apartar la mirada de la vergota de
mi hermano, y sin dejar de decirle la mayor serie de obscenidades que nunca
imagin� que pensar�a, y menos aun pronunciar�a; y encima se lo estaba diciendo a
mi hermanito peque�o. �Que barbaridad, pero como disfrutamos!...
Recog� la mesa, y despu�s de arreglar todo aquello un poco,
le puse la televisi�n y me fui a echarme una buena siesta para hacer tranquila
la digesti�n y recuperarme del agotamiento que ten�a, tanto f�sico como mental.
Duermo bocabajo y cre� estar so�ando que me tocaban el trasero, pero un empuj�n
fuerte entre mis nalgas para separarlas me hizo volver a la realidad. Mi susto
fue morrocotudo, pues despertarme de manera tan desacostumbrada me sobrecogi�.
Pero a�n me estremeci� m�s el ver que era mi hermano quien estaba junto a mi
cama toc�ndome las nalgas. Nunca hab�a sido capaz de mover su silla de ruedas
m�s de un palmo, pues su falta de coordinaci�n le imped�a dar a las ruedas de su
silla en un solo sentido, por lo que tanto daba hacia atr�s como para delante; a
la rueda izquierda o a la derecha.
Su enorme deseo de sexo lo impuls� a cruzar la sala, llena de
muebles, y a trav�s del pasillo lograr llegar a mi dormitorio y ponerse junto a
mi cama para tocarme. Parec�a incre�ble el poder del sexo. Pienso que si hubiera
permanecido unos d�as en casa, habr�a llegado a lograr que se metiera solo en mi
cama.
Me agradaba despertarme con caricias cargadas de deseo. Me
arrim� al borde de la cama para facilitarle sus manoseos y caricias. Estaba
obsesionado con mi tremendo culo de nalgas apetitosas, pues me agarraba
fuertemente de uno de los tobillos para separarlos y poder ver entre ellos.
Llev� mis manos para detr�s y yo misma me abr� de nalgas para facilitarle su
labor. Despu�s de un breve momento en el que intent� alocadamente meter sus
dedos tanto por mi culo como por mi vagina, dio un fuerte gru�ido de impotencia
y se abalanz� sobre mi culo. Casi se cae de la silla si no llega a aferrarse a
mis muslos.
Nunca hab�a manipulado las ruedas de su silla, ni nunca hab�a
separado su espalda del respaldo sin ayuda. En una sola tarde ya hab�a realizado
dos cosas que cre�amos imposibles. Tem� que se fuera al suelo definitivamente,
por lo que opt� por sujetarlo como pude y baj�ndome de la cama, le met� mi mano
por detr�s, entre sus muslos, y de un fuerte empuj�n lo sub� a mi cama. Lo
acost� bocabajo y lo coloqu� hacia la mitad inferior de la cama a fin de que
tuviera mi trasero muy a su alcance. Yo tambi�n me tumb� bocabajo y me desplac�
debajo de �l, de manera que su cara estuviera justo entre mis separadas
nalgotas.
Durante cerca de una hora estuve disfrutando de sus
incansables manoseos y chupeteos. Todo mi trasero estaba enrojecido de mordidas
e inundado de babas. Me sobaba el culo con gula y desverg�enza, disfrutando como
nunca vi disfrutar a nadie con nada. Met�a su lengua, sus dedos, sus ojos, su
barbilla, sus orejas o su nariz, all� donde le plac�a. Restregaba su frente y su
naricita tanto en lo carnoso de mis nalgas como en mi abierta y lubricada vulva.
Absorb�a la prominencia de mi abultado ojete o los labios de mi sexo, para meter
dentro su lengua y lamerme bien profundo. Yo disfrutaba y me ven�a y �l sorb�a
todo mi n�ctar.
Cogimos toda la tarde y buena parte de la noche. Me lami� el
cuerpo entero repetidas veces. O m�s bien, le pas� repetidamente mi cuerpo por
delante de su cara y de su boca para que me lo chupara. Me puse bocarriba,
debajo de �l, para que me la metiera al tiempo que me mamaba las tetas. Bocabajo
para que me diera por el culo. Me cogi� de lado, aunque aqu� si que me cost� un
triunfo, y solo gracias al gran tama�o de la verga consegu�a meterla por detr�s
sin que me la sacara demasiadas veces. No s� decir cuantas veces lo hicimos ni
cuantas veces nos vaciamos, pero debieron de ser tantas que el agotamiento nos
sirvi� para tener el m�s largo y reparador de los sue�os, pues pasaba del
mediod�a cuando despert� al d�a siguiente.
Despu�s de comer, llam� al hospital para preguntar por mi
madre. Habl� con ella y me dijo que llegar�a a media tarde, por lo tanto apenas
nos quedaban unas pocas horas para disfrutar.
Silvia Mendoza