Relato: El Estero (4)





Relato: El Estero (4)

El Estero 4


Los cazadores de rana


Con una temperatura a�n bastante alta, fui a buscar mi
mochila, donde a�n conservaba algunos alimentos y agua, para recuperar las
energ�as perdidas con los chicos pescadores. Era las cinco y poco m�s de la
tarde cuando me dispuse a emprender el regreso a Santiago. Me esperaba poco
menos de media hora de caminata para abordar el bus que me llevar�a de regreso.


Por la temperatura ambiente y por la calentura propia de
todos los instantes vividos, decid� quedarme s�lo con la trusa que hab�a llevado
todo el d�a. Insisto que era muy breve, por lo que por las entrepiernas se
escapaban algunos pelos y se alcanzaba a advertir la mata del vientre con
suficiente claridad.


En ese entonces yo ten�a 28 a�os, 1,67 de estatura, 58 kgs.
de peso y me manten�a en buena forma sin tener un cuerpo espectacular. JAM�S
hab�a ido al gimnasio tres veces por semana ni hac�a ejercicios regularmente.
Tampoco ten�a (ni tengo) los ojos azules o verdes, la piel perfecta ni el
cabello de un Adonis. Simplemente era un adulto joven normal, con cuerpo normal,
con aspecto normal, con voz normal y ...normal en todos los aspectos que para mi
son importantes. �Ah! Olvidaba decirles que NO POSE�A ning�n deportivo rojo, ni
era gerente de ninguna firma ni viv�a en casa con piscina. Era un profesor de
educaci�n superior, del mont�n, pero que ten�a bastante �xito con los
adolescentes como lo describ� antes y lo seguir� contando ahora. Y aqu� estoy
diciendo la ABSOLUTA VERDAD. Incluso he omitido bastantes detalles, para que no
piensen que exagero en mi relato.


Bueno, la cuesti�n es que al cabo de 30 minutos de marcha,
nuevamente la piel se me eriz� al escuchar las inconfundibles voces juveniles a
la distancia. Como todav�a era suficientemente temprano para observar cuerpos
adolescentes, me dirig� al sector desde el cual sal�an las voces, no sin antes
ocultar nuevamente mi mochila en un lugar discreto.


Esta vez eran tres mocosos quincea�eros los que estaban en el
agua, intentando cazar ranas seg�n pude advertir. Como dos de ellos estaban
desnudos, hice un poco de ruido cuando estuve a una distancia apropiada para
llamarles la atenci�n. Quer�a que fueran ellos quienes se acercaran y no yo.


Una vez en el sitio escogido y despu�s de haber tosido y todo
eso, esper� que alguno de ellos se aproximara a averiguar quien estaba por ah�.
Yo ya estaba excitado y con el pene en la mano, como es de suponer.


El primero en aparecer a espiar fue Daniel, un flaquito de
piel trigue�a y cara p�cara, quien no tuvo ning�n problema en avisarles en voz
alta a sus amigos:





�Cabros, hay un viejo haci�ndose la paja aqu� atr�s,
vengan!


�En serio? �D�nde, d�nde? �respondieron los otros.


Aqu� detr�s de las matas, vengan a ver. Si es verdad


�D�nde est�?


Ah�, miren. Pero que no los vea.


�Oh! Media pichula el viejo.


Miren, miren, se est� comiendo el moco.






Efectivamente la situaci�n me hab�a excitado sobremanera, por
lo que cog� las gotas de lubricante y me llev� algunas de ellas a la boca, lo
que impresion� mucho a mis j�venes observadores. Luego de haber desaparecido de
mi vista por unos instantes, me fij� que caminaban en direcci�n hacia donde me
encontraba, sin hacer ning�n intento por cubrirse ni ocultarse. A unos cinco
metros se detuvieron y dos de ellos empezaron a masturbarse sin dirigirme la
mirada.


Durante unos minutos cada cual prosigui� en lo que estaba
haciendo, pero despu�s los chicos me empezaron a mirar abiertamente y las
miradas se cruzaron. Nos sonre�mos mutuamente sin dirigirnos la palabra. Les
hice se�as para que se acercaran. Despu�s de algunos momentos de aparente duda,
se dirigieron hacia donde estaba yo exhibiendo imp�dicamente sus maravillosos
atributos. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, sin mediar palabra, solt�
mi verga y les cog� a los m�s cercanos sus preciosas herramientas. Ellos se
acercaron a�n m�s, mientras que el tercero se colocaba a mis espaldas. La zunga
ya estaba en mis pies y las palabras sobraban. Como el sitio era m�s que
discreto, me agach� sin temor, para atrapar entre mis labios el miembro viril de
Richard, el que respondi� colocando una de sus manos en mi nuca y empujando a su
amigo m�s cerca de m� para que le siguiera masturbando. El tercer ni�o ten�a
ambas manos en mi trasero y lo apretaba con delicadeza, al tiempo que acercaba
lentamente su cuerpo al m�o.


Me estremec� por completo cuando Juan, un mocoso quincea�ero
delgado, moreno claro, me tom� de las caderas y apoy� su pene de 15 cms. entre
mis nalgas. Luego sac� una mano, no recuerdo cual, la llev� a su verga y comenz�
sin mucha habilidad a buscar mi orificio, pero le dej� hacerlo solo a pesar de
la ansiedad porque lo lograra pronto. El chico al cual masturbaba observaba con
mucha atenci�n lo que hac�an los dem�s; su nombre era Gabriel. Era delgado, de
cabello corto, su pene med�a unos 16 cms. de largo por 10 cms. de
circunferencia. De forma arqueada hacia arriba, pose�a una cabeza muy oscura, de
la cual manaban cada tanto gotas de lubricante.


Mis labios manten�an aprisionado el miembro de Richard, el
cual era un muchachito moreno, de piel casi sin pelo, s�lo le cubr�a un vello
muy fino, el cual se hac�a m�s grueso en sus entrepiernas, para ser muy
abundante en su raja y, especialmente, en su ingle. Su pene era maravilloso;
ten�a forma arqueada hacia arriba como Gabriel, pero era un poco m�s grueso. La
cabeza, roja, era grande en comparaci�n al tronco, como un casco de soldado. La
base, que mordisqueaba con gusto, ten�a un grueso nervio que estaba hinchado
casi a reventar de la excitaci�n. De su glande sal�a una emisi�n constante de
l�quido, el cual cog�a a veces entre mis dedos, para hurguetear el ano del
chico.


Mi nuca era acariciada tanto por Richard como por Gabriel,
los cuales ahora se hablaban entre si y me dirig�an algunos comentarios
elogiosos que me excitaban a�n m�s de lo que ya estaba.





Que lo chupa rico el socio


�C�mo se siente Juan? �Lo tenis todo adentro? Emp�jalo
todo gue�n, si al loco le gusta. �Cierto socio que le gusta que se lo
metan?


Mmmm, -respond� sin soltar mi apreciado tesoro.


Eso, ch�peme los coquitos, as�, as�, suavecito. Ya,
ahora p�sele la lengua por abajo. Essssso, m�taselo todo en la boca. �Oh,
que rico.


C�rramela m�s r�pido socio, eso, eso. �A ver como tiene
el poto? Tiene apretadito el poto socio. �Quiere que se la meta despu�s
del Juan? �Ya?


D�jame terminar a mi primero loquito �respondi� Juan,
quien met�a y sacaba con mucha habilidad su sexo de mi agradecido
orificio.





Las manos de los lolitos recorr�an como pod�an distintas
partes de mi cuerpo, disfrutando al m�ximo la oportunidad que se les estaba
ofreciendo en esta calurosa tarde de primavera. Yo por mi parte sent�a que cada
poro de mi cuerpo gozaba de esta fant�stica situaci�n.


Juan no tard� en avisar a sus amigos que se iba cortado. Puso
sus manos en mi espalda y comenz� a bombear con m�s intensidad, luego me alcanz�
los hombros y me presion� contra el. Como yo estaba afirmado de las nalgas de
Richard, pude soportar su fuerte presi�n. Sent� que mi interior era recorrido
por un ariete de acero. Sent�a como las paredes de mi ano eran rozadas con
energ�a a cada instante. Juan casi sacaba su pene, para luego penetrar con
fuerza en mi agujero. Era un placer exquisito, ya que tanto Richard como Juan
parec�an haberse puesto de acuerdo para empujar simult�neamente. As�, me
encontraba siendo penetrado tanto por mi boca como por mi ano, mientras Gabriel
se dejaba acariciar el pene, sin demostrar signos de querer eyacular muy pronto.


Juan se apoy� fuertemente contra mi y empez� a acariciar con
energ�a toda mi espalda. Luego baj� sus manos a mi cadera y me atrajo
fuertemente hac�a el. Sent� que su pene se endurec�a mucho, m�s que pocos
instantes atr�s. En uno de esos movimientos, hundi� todo lo que pudo su
masculinidad en mi interior, para luego extraer con suavidad su pene, el que al
salir comenz� a lanzar copiosos chorros de semen que sent� calientes en mi
espalda.





�Cualquier moco gue�n! �Exclam� Richard. -�Oh, me estai
mojando a mi gue�n, cuidado! �advirti� Richard, quien recibi� parte de la
emisi�n de Juan en su ingle.


�Ah, que rica la gue� locos! �Me fui cortado s�per
rico! �Oh, bot� cualquier moco! Miren como le dej� la espalda al gue�n.


Ya, yo se lo quiero meter ahora. Ya estoy que me voy...





Al sentir que el pene de Gabriel entraba con cierta
dificultad en mi lubricado y abierto agujero, me di cuenta que el de Juan era
recto y relativamente delgado, ya que se coloc� en una posici�n cercana a
Richard, con lo cual pude apreciar su singular belleza.


Richard no mostraba signos de agotamiento, m�s bien me daba
la impresi�n que le faltaba mucho para eyacular todav�a, a�n cuando despu�s de
la corrida de Juan, empez� a acariciar mi espalda y a moverse r�tmicamente, como
queriendo apurar el proceso.


Por la posici�n en que me encontraba, me empec� a sentir
inc�modo, por lo que suger� cambiar de pose. Los chicos aceptaron. Invit� a
Gabriel a acostarse en la arena, momento en el cual le di la espalda y me sent�
lentamente en su erguido ariete. El chico abri� sus piernas lo m�s que pudo y yo
pas� las m�as por debajo de sus muslos, para conseguir la mayor penetraci�n que
pudiera. Richard, por su parte, volvi� a colocarse enfrente de mi ofreci�ndome
su maravilloso sexo, el cual ya mostraba se�ales de querer manifestar su
poder�o.


Estando as� ambos amigos, ellos mismo iniciaron la etapa
final de la batalla, mientras Juan se acercaba nuevamente con su arma en
posici�n de ataque.


Mientras Richard me taladraba con habilidad la boca, Gabriel
arqueaba h�bilmente su cuerpo para conseguir introducir toda la su carne en mi
interior. El muchacho apoyaba sus manos en mi espalda superior, para luego
bajarlas con suavidad hasta llegar a mis nalgas, donde juntando ambos dedos
pulgares, los introduc�a en mi raja acarici�ndola con ternura. Luego volv�a a
subir sus manos y reiniciaba las caricias una y otra vez.


Juan fue el primero en irse cortado nuevamente, Cuando sinti�
que la leche se acercaba, pidi� a Richard que se retirara y, colocando su pene
en mi boca, la inund� de su leche salada y espesa. Por supuesto me la tragu�
toda, lo que provoca la inmediata reacci�n de Richard, quien reintrodujo su
verga en mi boca, decidido a demostrar que el tambi�n ten�a algo que entregarme.


Con una de sus manos comenz� a masturbarse en�rgicamente,
manteniendo la mitad de su herramienta en mi boca. Yo apretaba su extremo con
mis labios, al tiempo que apretujaba con suavidad sus juveniles y lampi�os
huevos. Llev� mi dedo a la base de sus test�culos, sintiendo como el nervio que
corre por ah�, comenzaba a hincharse. Pronto sent� que la base de su verga
tambi�n se endurec�a. Pocos momentos despu�s Richard soltaba su pene y me lo
introduc�a con fuerza en mi boca. En esos instantes apreci� como varios chorros
de sabrosa leche golpeaban en mi paladar, mientras escuchaba las carcajadas de
los dos amigos que estaban de pie.


Todo lo anterior dio un est�mulo adicional a Gabriel para
intensificar sus movimientos y a m� para ayudarlo. El chico me pidi� ponerme en
la cl�sica posici�n de perrito, petici�n a la cual acced�. Ah� comenz� a
penetrarme con fuerza, mientras sus amigos observaban con atenci�n lo que estaba
pasando. De pronto Gabriel se apoy� completamente, abraz�ndome fuertemente con
sus dos manos a la altura de mi cintura. Luego me atrajo hacia si y se dej� caer
de lado en la arena. All�, de costado, separ� mis piernas todo lo que pudo y me
comenz� a taladrar con firmeza.


Sus amigos se ubicaron de inmediato frente a nosotros,
observando con caras sonrientes el espect�culo, que permit�a ver con claridad
como el pene del chico entraba y sal�a de mi ano.


Las manos de Gabriel no se manten�an inactivas. Con la
derecha me acariciaba el muslo, mientras la otra se apoyaba en mi cadera y me
atra�a hacia el. Los movimientos de cadera de Gabriel pronto hicieron efecto.
Sent� como el muchachito aceleraba sus movimientos e intensificaba su
penetraci�n. Luego de tres o cuatro embestidas muy intensas, empuj� con fuerza
dentro de mi, se qued� quieto y luego sac� con rapidez su ariete, para lanzar
unos diez gloriosos chorros de esperma que mojaron mi vientre, mi pecho y
alcanzaron hasta mi cara, donde con un dedo la llev� a mis labios.


No esper� m�s que el tiempo justo para acabar yo tambi�n.
Todo el rato hab�a estado masturb�ndome esperando el momento propicio para
terminar. Cuando los movimientos de mayor intensidad de Gabriel hubieron
concluido, agit� con fuerza mi pene y varios chorros de leche salieron de mi
ariete, con tal fuerza, que llegaron hasta mi cara, cubriendo parte de mi pecho
y mezcl�ndose con los jugos de Gabriel.


Inmediatamente los chicos me pidieron que me comiera mi
propia leche. Por supuesto que lo hice, de hecho lo hago a menudo cuando estoy
solo. A los pocos momentos, Gabriel se separ� de mi y junto a sus amigos sali�
corriendo a darse una chapuz�n en el cercano estero. Cuando regresaron, yo me
hab�a vestido para retirarme.






�Y donde ten�a la ropa amigo?


Por ah�, escondida.


�C�mo te llamai? �primera vez en el d�a que preguntaban
mi nombre.


Manuel �les respond�-


�Viene siempre para ac�?


Nosotros venimos hace poco. Vivimos en el pueblo.


Oiga, �Hace mucho que chupa pico y todo eso?


�Y como que le gusta chuparlo? No se le nota nada que
usted es maric�n.


�Cu�ntos a�os tienes?


Tengo 28 �Y ustedes?


Los tres tenimos quince, pero el Richard es el m�s
viejo.


Sabe, siempre venimos para ac� en la semana.


�Est�n en el colegio?


Si, los tres en el mismo curso...


Inviten a alg�n compa�ero la pr�xima vez �les dije.


Son medio sapos ...pero


���Si, s�!!! Invitemos al Alejandro y al Alberto, esos
son s�per pajeros y son piolas, esos no cuentan nada.


�Va a venir en la semana?


�Cu�ndo van a venir ustedes? �les pregunt�


El mi�rcoles venimos.


El mi�rcoles vengo entonces,,,


En serio que venimos con el Alberto y el Alejandro.


No se corran la paja hasta que nos veamos entonces.


No socio, vamos a venir cargaditos...


Chao.


Chao.






Hab�a sido un d�a extraordinario. Como para no creerlo.
Adolorido y cansado, emprend� el regreso a Santiago. Ya eran las 19 horas y era
momento de retornar. En la casa, esa noche, me esperaban otras sorpresas, pero
eso es otra historia...





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