El Estero 1
Aprendiendo
Ten�a 25 a�os cuando conoc� el estero por primera vez. Lo
hab�a descubierto revisando unos mapas en el Instituto Geogr�fico Militar de mi
pa�s. En ese entonces era dirigente de scouts, pero nunca pas� nada con los
chicos; en eso siempre fui muy cuidadoso.
Viaje ese domingo de primavera para revisar el sitio y ver si
era apto parta realizar un campamento con los ni�os de mi tropa. Despu�s de
llegar, me di cuenta que el sitio era fant�stico: agua cristalina, abundante
vegetaci�n y terreno plano para que los muchachos pudieran armar sus carpas en
completa intimidad. As� fue que conoc� "El Estero".
Sin embargo y a pesar que muchos pensar�an que ese mismo d�a
comenzar�an mis aventuras, lamento desilusionarlos porque todo empez� tres a�os
despu�s, a mis 28 a�os.
En efecto, ya me hab�a retirado de los scouts hace unos meses
y me hab�a aceptado como homosexual, cuando decid� ir al estero en busca de
alguna aventurilla. Hab�a iniciado bastante tarde mi vida sexual, despu�s de
algunos conflictos de personalidad y una lucha por aceptar lo inevitable. En
fin, ya conoc�a el sexo entre hombres gracias a mi amigo Carlos, de 15 a�os,
quien me permiti� practicar el sexo oral por primera vez. Confieso que jam�s
hab�a pensado que tener en mi boca un pene ser�a tan agradable; fue ese
encuentro con mi amigo adolescente lo que marcar�a mi decisi�n de aceptarme como
soy.
Inici� el viaje hacia el estero a eso de las 7 de la ma�ana
de un caluroso d�a de primavera. Era octubre y las vacaciones escolares estaban
a�n muy distantes, por lo que en el estero s�lo estar�an los t�picos chicos del
sector y alguna que otra familia con sus hijos.
Al bajar del bus, me dirig� r�pidamente a un sector apartado
para proceder a cambiarme la ropa. Me saqu� todo lo que llevaba puesto y me
vest� con una diminuta zunga, que es un traja de ba�o de lycra similar a las
tangas de las mujeres, pero en versi�n masculina. Algunos meses m�s tarde cambi�
dicha prenda por una soutien, que es la misma prenda pero con s�lo una l�nea de
tela entre las nalgas.
Bueno, con la peque�a mochila en mi espalda y vistiendo mi
zunga y sandalias, me puse a caminar hacia un sector apartado donde sol�an
acudir menores a ba�arse en soledad.
Despu�s de m�s de 45 minutos de caminata, escuch� unas voces
infantiles a las orillas del agua. Supuse que ser�an unos chicos campesinos de
la zona, quienes se estar�an dando un ba�o matinal o algo parecido. Despu�s de
acercarme un poco hacia el sitio, decid� dejar la mochila oculta en un lugar
apropiado para que no me estorbara y me fui aproximando lentamente al lugar
desde el cual sal�an las voces.
Eran cinco muchachitos de entre 14 y 17 a�os, los cuales
estaban con una especie de red de pesca, hablando y grit�ndose entre ellos, a
fin que la tarea resultara provechosa. Tres de los chicos vest�an short de ba�o
y dos de ellos estaban en calzoncillo modelo zunga. Sus cuerpos eran delgados
(como a mi me gustan), de color dorado por el sol y cuando se les bajaba la
prenda que vest�an, se les notaba la diferencia de color de su piel no expuesta
al sol.
Por supuesto que ya me encontraba excitado tan solo de verlos
ah�, tan cerca de mi, por lo que empec� a idear un plan para acercarme a ellos
sin asustarlos. Recuerden que yo ya contaba con 28 a�os y, sin ser un atleta
musculoso, ten�a un f�sico aceptable para no hacer ejercicios ni acudir al
gimnasio a diario como muchos mienten en estos relatos.
Bueno, hace ya rato que mi mano acariciaba el pene, el cual
se encontraba en posici�n firme y h�medo con los jugos propios de mi calentura.
Tan absorto estaba en observar a los ni�os que maniobraban en su labor de pesca,
que no me hab�a fijado que atr�s m�o, a unos 15 o 20 metros, dos chiquillos de
unos 15 a�os hace alg�n rato observaban curiosos los evidentes movimientos de mi
mano. Advert� su presencia porque escuch� unos murmullos de voces juveniles a
mis espaldas y, para evitar que se arrancaran, me volte� con cautela a fin de
observar quienes eran por el rabillo del ojo.
Al notar mis movimientos, los chicos se ocultaron tras unos
matorrales, lo cual alcanc� a advertir antes de casi desaparecer tras los
arbustos. Aparent� que no les hab�a visto y me coloqu� de lado, para que ellos
me vieran de perfil. C�mo ten�a puestas unas gafas de sol, los chicos no pod�an
darse cuenta que a pesar que mi rostro estaba mirando hacia delante, mi vista se
dirig�a hac�a donde ellos estaban ocultos mir�ndome. Al cabo de unos pocos
instantes, comenc� a acariciar mis genitales con energ�a, lo cual hac�a evidente
que me estaba masturbando. Los chicos, creyendo que yo no les hab�a visto,
hab�an asomado medio cuerpo y, aunque vest�an short y camisetas, se pod�a
advertir que estaban entusiasmad�simos viendo la escena que yo les estaba
ofreciendo, por los bultos de sus prendas.
El lugar en que me encontraba era un peque�o claro entre
abundantes matorrales y parece que era el lugar de paso para llegar a la poza
del estero en que los otros ni�os segu�an en su faena de pesca. El sitio era de
arena suave y parec�a que all� mismo los chicos acud�an a secarse despu�s de
ba�arse en el estero. Por eso los dos mocosos segu�an entusiasmados los
movimientos de mi mano.
Al cabo de uno minutos, decid� dar un paso m�s en mi
espect�culo y baj� suavemente mi zunga para liberar mi miembro, comenzando una
suave masturbaci�n, siempre mostr�ndome de perfil a los chicos. Estos no
pudieron evitar una suave risa, ocasi�n que aprovech� para voltearme con rapidez
y sorprenderles observ�ndome. Antes que reaccionaran huyendo, les salud� con un
hola y, levantando los hombros, les sonre� p�caramente.
Ellos se ocultaron, pero ante mi insistencia con el saludo,
se incorporaron sonriendo con verg�enza, mientras bajaban la cabeza y respond�an
el saludo, agregando:
Est� caliente parece
Harto -les respond�. Para luego agregar: -�Ustedes se la
corren? (Correrse la paja o masturbarse)
Si, a veces. �Y ya se fue? (Se fue es irse cortado,
eyacular)
No todav�a. �Y ustedes se hacen la paja?
Si �me contestaron sonriendo �igual que usted.
�Y cuando se hicieron la paja?
Hace unos d�as.
Vengan, ac�rquense para ac�... y nos hacemos una paja todos
juntos
Es que tenimos que ir a buscar unas vacas �me respondieron,
al tiempo que se miraban entre s�.
Ya loquitos, si despu�s van a buscar las vacas. �Los chicos
se miraron para luego responder
Pero un rato no m�s.
Para esas alturas los chicos ya hab�an abandonado su
escondite y se hab�an despojado de sus camisetas. La verdad es que el sol estaba
calentando bastante y, adem�s, se encontraban excitados. De hecho el que parec�a
mayor, morenito de cabello oscuro, de unos 55 kgs. y de 1,65 mts., ten�a la mano
adentro de su short y la mov�a como rasc�ndose. El otro, tambi�n flaquito, era
un poco m�s bajo de estatura y en su short se advert�a claramente el
levantamiento de su erecci�n.
Se hablaron entre ellos sin yo poder escucharlos y se
acercaron con cautela. Cuando estuvieron a unos pocos metros de mi me pidieron
que me masturbara m�s r�pido. Lo hice, mientras ellos soltaban sonoras
carcajadas y se bajaban los pantalones cortos y me mostraban sus preciosas
herramientas.
�Por qu� no se hacen la paja? �les dije
H�gase usted las dos por nosotros mejor �y se rieron
�Quieren que los ayude? �respond�
El Chelo quiere que se la chupen...
Yo no respond�, simplemente me acerqu� a ellos y, bajando mi
zunga hasta los muslos, solt� mi pene agarrando un miembro en cada mano. Chelo,
el mayor, se sonri� sin perder detalle de mi maniobra, mientras Francisco miraba
a su amigo y se dejaba acariciar, al tiempo que bajaba su short hasta las
rodillas.
Vamos para all� mejor �dijo Chelo se�alando un grupo de
�rboles. �Aqu� nos pueden ver los chuiquillos �refiri�ndose a los ni�os que
segu�an en sus faenas de pesca a escasos metros.
Nos dirigimos hacia donde dec�a el muchacho. Era obvio que
las palabras estaban de m�s a contar de ese momento. Yo me saqu� la zunga y
ellos rieron al advertir que la marca del traje de ba�o se marcaba n�tidamente
en mi piel, tanto que parec�a que no me hab�a sacado la trusa.
Chelo se coloc� delante m�o y Francisco observaba atentamente
mientras se masturbaba con una mano y sujetaba su short con la otra. Alargu� mi
mano y comenc� a acariciar los huevos y el pene del chico. Ya no sonre�an,
estaban con sus rostros extasiados con lo que les estaba pasando.
Le hice una se�a a Francisco para que se acercara. Despu�s de
una breve vacilaci�n, el muchachito se acerc�. Los penes de los ni�os eran
preciosos. De similares formas, arqueados hacia arriba y con las venas marcadas
delicadamente, brillaban con la luz del sol matutino, al tiempo que sus cabezas
rojas destilaban l�quido en forma moderada, pero haciendo evidente la excitaci�n
en que se encontraban.
El miembro de Chelo media unos 16 cms. (no los 25 cms.
irreales de otras historias) y el de Francisco un poquito menos. De un grosor
moderado y equivalente, estaban dur�simos y palpitaban por la calentura.
Los tres permanec�amos en silencio, mientras ellos dejaban
que yo hiciera todo. Los empec� a masturbar simult�neamente y ellos rieron con
nerviosismo, al tiempo que se miraban entre si furtivamente, como no creyendo lo
que les estaba pasando.
Solt� el miembro del menor y me hinqu� delante de Chelo. El
se qued� quieto y coloc� una de sus manos en mi nuca, mientras que con la otra
dirig�a su verga a mi boca. Con un poco de brusquedad, sin ser violento, trat�
de empujarme la cabeza, pero yo le se�al� que fuera paciente, que me dejara
hacer. Como respuesta solt� mi nuca y su pene, pero yo le cog� ambas manos y las
puse en mi cabeza, ense��ndole a acariciarme el cabello, mientras mis labios
apretaban suavemente su glande.
Por el rabillo del ojo observaba como Francisco, excitado por
lo que le estaba haciendo a su amigo, se empezaba a masturbar en�rgicamente,
pero soltando el rabo que ten�a en mi boca, le ped� acercarse, para que mientras
chupaba la virilidad de Chelo, pudiera masturbar al m�s peque�o.
Mi lengua recorr�a cada detalle del pene del mayor; mientras
�ste dirig�a los movimientos de mi boca con ambas manos en mi nuca y empujaba
con su pelvis imitando los movimientos propios de la c�pula. Arqueaba su cuerpo
e inclinaba su cabeza, tratando de observar cada detalle de lo que le estaba
haciendo, mientras el otro chico me dejaba masturbarlo con energ�a.
Pronto, muy pronto quiz�s, el pene del menor se empez� a
endurecer m�s y su temperatura pareci� aumentar, entonces solt� la verga de
Chelo y me dediqu� a succionar con fuerza la virilidad del otro chico. Empez� a
hacer peque�os movimientos de mete y saca en mi boca y al cabo de unos pocos
instantes, sent� mi boca inundaba de una respetable cantidad de leche caliente y
dulzona. Exprim� cada gota del chico, al tiempo que escuchaba sus risas y
exclamaciones de placer:
�S�per rico loco! �S�per rico! �Oh, legal, se siente s�per
rico! �Deja que lo termine de hacer, es s�per rico!
Despu�s de limpiar completamente el miembro de Francisco,
prosegu� con Chelo, el cual se estaba masturbando muy suavemente mientras no
hab�a perdido detalles de la felaci�n a su amigo.
Cog� el pene con mi mano derecha, mientras me comenzaba a
masturbar con la otra. Chelo quer�a acabar pronto, por lo que me tom� la cabeza
y me empez� a dirigir los movimientos con m�s energ�a que en la ocasi�n
anterior. Debo reconocer que no hab�a brusquedad en sus movimientos, m�s bien se
notaba la ansiedad por terminar algo que ambos dese�bamos. Pronto empez� a manar
abundante n�ctar de su miembro, por lo que lo saqu� de mi boca y empec� a
saborear su glande con mi lengua, mientras con mi mano le acariciaba los huevos.
Inesperadamente el chico se arque� hacia delante y se levant�
en la punta de sus pies. Se qued� quieto all� unos instantes y, al tiempo que yo
le aprisionaba r�pidamente su pene entre mis labios, descargaba su orde�a
completa en mi boca, en una cantidad apreciable, pero con una intensidad a�n
mayor.
Habr� descargado unos seis o siete chorros y su amigo larg� a
re�r, porque el chico hab�a puesto una cara como a punto de desmayarse. Apoy�
sus manos en mis hombros y empuj� varias veces m�s su pene en mi boca,
pidi�ndome que se lo "dejara limpiecito".
Cuando se retir�, su rostro era de felicidad plena y de
agradecimiento. Ya con su pene en declinaci�n, el muchacho subi� sus pantalones
cortos y se visti�. Francisco le record� que deb�an ir a buscar los animales. Se
despidieron con un apret�n de manos y se marcharon.
Mientras yo a�n me repon�a de esta maravillosa experiencia,
escuch� que una persona se acercaba corriendo. Mir� y me di cuenta que era
Francisco. Con su cara a�n de ni�o en crecimiento y con la respiraci�n agitada
levemente me pregunt�:
�Va a venir ma�ana?
Yo respond� afirmativamente con la cabeza, a lo cual
agreg�:
�Podemos invitar a unos amigos? Son de la misma edad que
nosotros. Le van a gustar...
Mi sonrisa c�mplice fue mi respuesta.
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