3.- El Negro desvirga el culo del Ama de casa.
Final anterior cap�tulo:
Sac� el calabac�n de mi culo con un sonoro �PLOP! Y me hizo
mirar al espejo la anchura que ten�a mi, ayer, virgen orificio. No me concedi�
mucho tiempo para deleitarme en su visi�n, otra vez me condujo de aquella manera
humillante que mi reci�n descubierta lascivia agradec�a profundamente,
inclinada, con el pulgar metido en el culo y el �ndice y el mayor en la vagina.
Por un momento me imagin� siendo conducida as� por la calle, a la vista de todo
el mundo, de mis vecinos, de mis parientes, de mi confesor. �dios! Que gozada
ser�a.
As� reducida me condujo hasta el lecho matrimonial donde me
tir� diciendo que esperase. Regres� con el espejo del pasillo y lo coloc� cerca
de la cama apoyado en la pared.
- No es gran soluci�n para que te veas el culo aprovechado,
pero ya buscar� otra ma�ana. (ma�ana... no habr� ma�ana, me dije a mi misma
totalmente convencida. Que me use el culo para saber como es y basta. Ma�ana
ser� otra vez la fiel esposa y madre).
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Mi negro me coloc� de perfil de forma que se viese mi culo en
el espejo, renov� el lubricante y comenz� a introducir dentro de mi una pelota
de golf sujeta al extremo de una larga varilla de acero.
- Esto, zorra, es para que sientas como se mueven tus
intestinos y te asegures que no morir�s cuando te suceda con mi verga dentro.
Comenz� a deslizar la pelota adelante y atr�s suavemente
dentro de mis intestinos, que se enderezaban para acomodarse a la r�gida
varilla. Era una extra�a sensaci�n, sobre todo cuando la pelota profundizaba y
comprim�a mi plexo. Poco a poco, tomada ya la distancia que pod�a introducir sin
da�o emprendi� un ritmo m�s r�pido. Al mismo tiempo pellizcaba mi orondo
cl�toris de tal manera que me proporcion� un fenomenal orgasmo.
Habiendo sacado la pelota y tomada la medida m�xima de la
varilla, me comunic� satisfecho que pod�a albergar sin problema todo la longitud
de su pene.
Y sin m�s procedi� a met�rmela suavemente y coloc�ndome de
forma que yo pudiese observar toda la maniobra en el espejo. Anonadada y como en
un sue�o ve�a aquel largu�simo ap�ndice negro desaparecer entre mis enormes y
lechosas nalgas hasta llegar la bolsa escrotal. Con la misma hipnosis vi como
sal�a hasta casi su totalidad y volv�a a emprender su inmersi�n en mi agujero.
Tras varias entradas y salidas suaves alcanc� otro orgasmo. M�s por el morbo de
ver mi culo usado de aquella manera que por una reacci�n f�sica.
Cuando el Negro � el Negro, a�n no sab�a su nombre ni �l el
m�o � se percat� de mi orgasmo me hizo reconocer que era una verdadera ramera
insaciable y que quer�a m�s.
Y me dio m�s, vaya si me dio m�s. Extrayendo su polla de mi
culo se dirigi� a su bolsa de herramientas mientras yo observaba en el espejo la
tremenda anchura de mi agujero con graves dudas sobre si alguna vez volver�a a
cerrarse.
Regres� con una pinza y una cadenita que enganch� en mi
cl�toris sin demasiada presi�n, por lo que no protest�. Enfund� otra vez la
polla con toda comodidad en mi abierto agujero, me coloc� a cuatro patas y esta
vez me foll� el culo rudamente mientras tironeaba de la cadenita hasta que me
corr� otra vez.
Aument� la presi�n de la pinza en mi cl�toris, me introdujo
el pepino en la cavidad vaginal y reemprendi� la sodomizaci�n ya de forma
verdaderamente violenta y dolorosa para mi cl�toris. Me ve�a en el espejo toda
sudada, en posici�n indigna como si fuera una perra y los pechos bamboleando de
forma alocada. Pero al poco rato el dolor se desvaneci� en un nuevo orgasmo. A�n
no recobrada de �l, el Negro sac� la polla nuevamente de mi ano y me la
introdujo en la boca. Sin vacilar me tragu� completamente su catarata de semen.
Tampoco vacil� en lamerle la verga a todo lo largo para limpi�rsela con plena
conciencia de que me estaba tragando parte de mis restos fecales pese al enema
impuesto previamente.
Sin sacarme el pepino del culo descansamos media hora, yo
acariciando y besando su largo v�stago y �l sin parar de interrogarme:
- Cada cuanto lo haces con tu marido habitualmente, ... Qu�
m�todo anticonceptivo usas .... Cuando tienes el per�odo .... � es muy copioso?
.... Cada cuanto te haces un chequeo ginecol�gico ... �Tu hija sale a ti? ...
�tu hija tiene el cl�toris y el co�o grandes? .... �te masturbas solamente
frotando el cl�toris o te metes dedos? ... �usas alg�n consolador? ... tu madre
es de culo gordo? ... A todo le contestaba la verdad pacientemente.
Despu�s me pidi� que le ense�ase mis joyas. Despu�s de
examinarlas seleccion� un collar de plata macizo y liso que mi marido me hab�a
regalado a juego con una esclava y un anillo, tambi�n liso y muy ancho y que yo
no me pon�a porque daban aspecto de ser eso, una esclava, una prisionera.
Me dijo que cuando el viniese le recibiese con ese collar y
la esclava, unas medias negras sin liguero y unos zapatos rojos. Nada m�s.
Tambi�n me sugiri� que me pintase las u�as con determinado tono d�ndome la
muestra en un frasquito que sac� de su bolsa de herramientas. Me dijo que
cuidase muy bien las manos porque le gustaban las putas de manos suaves,
calientes y acogedoras como las m�as y que le defraudar�a encontrarme un d�a con
una herida en la mano o da�adas por los detergentes. Para ello nada mejor que
una criada que �l se iba a encargar de contratarme. De nada vali� que le dijese
que ten�a dos asistentas por horas. Afirm� que ten�a que tener una chica
permanente.
Se march� llev�ndose el anillo que prometi� devolverme al d�a
siguiente. Eso me desazon� porque ten�a la firme decisi�n de cortar aquella
relaci�n que me estaba mancillando. Sab�a que si le abr�a la puerta para
recobrar mi anillo, acabar�a otra vez con su polla en mi culo.
Mi mente no cesaba de dar vueltas a la cosa. Por un lado
sab�a que me estaba dirigiendo a una situaci�n enormemente peligrosa. No era
simplemente tener un amante y verse espor�dicamente con �l. El Negro se estaba
apoderando de mi. Y esa raz�n, exactamente esa, era la que me subyugaba y hac�a
que mi dedo se encaminase a mi h�meda pepitilla continuamente. Cuando recordaba
la burda y expl�cita manera de tratarme, como un objeto puesto a disposici�n
para el placer, era cuando m�s me inclinaba a dejarme caer en el abismo, como si
de v�rtigo se tratase.
Era un c�rculo vicioso. Ten�a miedo de la cat�strofe pero
�sta me atra�a irremediablemente. No pas� desapercibida mi turbaci�n para mis
hijos, que me preguntaron por mi actitud introvertida, tan lejos de mi conducta
habitual con ellos.
El hecho es que a la ma�ana siguiente abr�a la puerta vestida
como me hab�a indicado el negro, con mis u�as pintadas del rojo tono indicado
como si fuese de boda, que era de las pocas veces en que me las pintaba.
P�lida me qued� cuando abr� y �l no estaba solo. Hasta qu�
extremo de subyugaci�n hab�a llegado que no comprob� por la mirilla quien era.
Lo peor es que hab�a sufrido el error dos veces consecutivas ya que tampoco
hab�a mirado por la c�mara del portero autom�tico de la cancela del jard�n.
Quise cerrar la puerta, pero interpuso su pie y entr�
acompa�ado de una joven negra.
- Tranquila Chocha, esta es Pompis, tu nueva chacha.
CONTINUAR�
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