EL SUPERDOTADO. DIARIO N� 3
A�O 1.925
Mi s�ptimo cumplea�os se celebr� a�n m�s alegremente que el
del a�o anterior. Megan me ense�� a bailar el charlest�n y aprovech� la juerga
para besarla en los labios a poco que se descuidara. Parec�a no darle
importancia. Su cinturita y su carne, dura y tibia bajo el vaporoso vestido, la
sent�a en mi mano quem�ndome como una brasa. Tuve que irme al ba�o y sujetar mi
falo bajo el cintur�n, pero, a�n as�, en los giros del baile, al atraerla hacia
m� era forzoso que notara contra su vientre la prominencia del duro miembro y
supe que lo notaba pues, disimuladamente, me miraba, sonre�a y procuraba
apartarse.
Todo hubiera sido perfecto sin el recuerdo siempre presente
de mi padre. Es cierto que nunca le vi ni le o� re�r, ni siquiera sonre�r, ni
gritar, ni re�ir a nadie. Pero tambi�n es cierto que a todos nos bastaba con una
mirada y que nadie era capaz de discutir una orden suya. Nunca, jam�s.
Aquellos enormes ojos glaucos, casi transparentes e
impenetrables, lo dec�an todo. Nunca me cogi� en brazos, ni me bes�;
simplemente, yo no exist�a para �l. S�lo me peg� una vez y estuvo a punto de
matarme y lisiar a Nere. Le ten�an todos un miedo cerval, cosa que no me ocurr�a
a m� que lo odiaba con todas mis fuerzas, no s�lo por la paliza que estuvo a
punto de matarme, sino porque siempre sent� hacia �l una instintiva aversi�n.
Ni Nere ni yo pod�amos salir de la casa si no era con �l.
Esto ocurr�a una sola vez al a�o, cuando nos llevaba en el gran Hispano Suiza,
que se guardaba en el garaje, al chalet de Sanjenjo para pasar el verano.
Aquel a�o, el ch�fer, Teo, el enorme cubano a�n m�s alto y
fornido que mi padre y negro como el carb�n, ya se hab�a llevado al chalet de
Sanjenjo a toda la servidumbre un par de d�as antes.
Todas las mujeres habitaban en el ala norte del Pazo,
mientras nosotros ocup�bamos toda el ala sur. Cuando march�bamos de veraneo a
Sanjenjo las cosas cambiaban y durante los d�as previos a la marcha, la casa
parec�a un jubileo.
Sanjenjo, un pueblecito costero de las R�as Bajas cercano a
Pontevedra, no tendr�a m�s de cien habitantes en aquella �poca y en todo el
verano los �nicos visitantes de la playa, de varios kil�metros de larga, �ramos
nosotros. Est�bamos tan aislados del mundo como en el Pazo de Quiroga. Pero se
romp�a la monoton�a de vivir encerrados, pod�amos correr por la playa, ba�arnos
y hacer toda clase de juegos, excepto cuando nos acompa�aba mi padre. Su sola
presencia bastaba para coartar nuestras ansias de diversi�n.
Recuerdo que, el primer d�a, Megan, al quitarse el albornoz
apareci� con un ba�ador tan moderno y tan ajustado que se le marcaba todo el
cuerpo como si estuviera desnuda. Nere abri� los ojos como platos y mir� en
direcci�n a mi padre que, afortunadamente, le�a el peri�dico. O� a mi hermana
decirle presurosa y asustada:
-- Ponte el albornoz, Megan, p�ntelo r�pida.
--� Por qu�? - pregunt� Megan tap�ndose otra vez, pero sin
comprender qu� suced�a
-- Ven conmigo, te dejar� un ba�ador m�o.
-- Pero � por qu�? - volvi� a preguntar mirando con disgusto
el ba�ador de mi hermana.
-- Ven, r�pido - urgi� Nere mirando otra vez en direcci�n al
ogro - ya te explicar�.
Las vi desaparecer camino del chalet y tardaron un buen rato
en volver. Cuando de nuevo Megan se quit� el albornoz, llevaba uno de los trajes
de ba�o de Nere que le tapaba el cuerpo desde el cuello hasta las rodillas. �
Con lo excitante que estaba con el otro! Fue una pena. Pero as� eran las normas
del negrero.
Aquel mes era para nosotros esencial y lo esper�bamos durante
todo el a�o como espera el campo al agua de mayo. Y, cuando el mes de Agosto
finalizaba, regres�bamos al Pazo de Quiroga m�s tristes y apenados que los no
agraciados con el Gordo despu�s del sorteo.
Mi padre ten�a cincuenta y un a�os cuando se mat�, mejor
dicho cuando lo mat� Trueno. Ocurri� una madrugada del mes de julio,
cuando el sol comenzaba a salir por el horizonte difuminando la buc�lica
arboleda del parque entre jirones discontinuos de neblina y se o�a el trinar de
los p�jaros al despuntar el nuevo d�a mientras cruzaban veloces entre los
�rboles.
Aquel d�a me levant� al o�rlo caminar por el pasillo, bajar
las escaleras y cerrar de golpe la puerta de la calle. Me acerqu� al balc�n y,
oculto tras la entornada contraventana, le vi salir de la cuadra llevando de las
riendas a Trueno, su caballo preferido. La escopeta en la funda, sujeta
en el arz�n con la culata hacia arriba, al estilo americano, como siempre. Le vi
subirse al moj�n de madera de cortar la le�a, estribar el pie y saltar sobre la
silla de golpe. En el mismo instante el caballo peg� un salto en el aire
encorvando el lomo, relinch�, dio otro salt� impresionante, se levant� sobre los
cuartos traseros casi en vertical desmontando al jinete y sali� disparado al
galope arrastr�ndolo por el suelo a toda velocidad con el pie enganchado en el
estribo. Su cabeza rebot� sobre las piedras varias veces antes de que el caballo
tomara la curva de los arriates y la fuerza centrifuga le llevara a chocar de
cabeza contra los bordillos de piedra. Vi saltar un trozo de cr�neo por el aire,
elevarse un g�iser de sangre que volvi� a caer enrojeciendo las piedras y
dejando detr�s de s� un reguero sanguinolento y humeante.
Volv� de puntillas hacia mi habitaci�n, me acost�, tap�ndome
hasta las cejas, e intent� dormir. Cuando casi lo hab�a conseguido o� las
estent�reas voces de Teo y de Margot gritando a los de la casa. Teo fue el que
logr� detener al caballo y traer a la casona el cuerpo medio destrozado de mi
padre. Se arm� un revuelo enorme.
Recuerdo que el juez y el comandante de puesto de la Guardia
Civil de Lal�n, llegaron aquella ma�ana acompa�ando a una ambulancia de la Cruz
Roja para llevarse el cad�ver. Por lo visto, el forense ten�a que hacerle la
autopsia, aunque, dado que le faltaba media cabeza del lado izquierdo, para m�,
las causas de la muerte estaban muy claras. El juez levant� las diligencias
oportunas y se march� en la ambulancia, pero el sargento de la Guardia Civil se
qued� haciendo preguntas a todos los de la casa. Nadie hab�a visto nada. Todos
dorm�an porque el se�or Quiroga ten�a la costumbre de salir de caza al rayar el
alba y, a hora tan temprana, todo el mundo estaba en la cama todav�a. Tom�
declaraci�n a todos menos a m�, que no me llamaron hasta �ltima hora.
Yo ten�a siete a�os y Nere veinte.
El sargento quiso ver al caballo que a�n segu�a ensillado.
Piafaba nervioso, asustadizo y, al quitarle la silla, vieron que la manta de
fieltro estaba empapada de sangre. En la base interior de la silla se hab�a
incrustado el estrecho cepillo de hierro dentado con que le limpiaban las
pezu�as. Nadie supo explicar como pudo llegar all� y por qu� mi padre, al
ensillarlo, no se dio cuenta. La �nica explicaci�n razonable fue que el cepillo,
despu�s de usarlo, hab�a quedado sobre la parte superior de la media puerta
donde mi padre ten�a por costumbre colocarla al desensillar el caballo. Un
c�mulo de imponderables que provocaron el desgraciado accidente. No tuvo otra
explicaci�n Se llevaron a Teo a Lal�n, aunque al d�a siguiente volvi�
acompa�ando el ata�d con el que lo enterramos.
Nere llor� durante el entierro como una Magdalena y yo
tambi�n. Por supuesto que llor� de verla llorar a ella, porque la verdad es que
no sent�a ning�n pesar. Al contrario, tuve la sensaci�n de que me hab�an quitado
una losa de encima.
Nos vestimos de luto e igual hicieron todos los de la casa.
Nere estaba guap�sima con su traje negro y su pamela con velo de tul. Tambi�n
Megan estaba preciosa con su traje negro. Vi como descolgaban el f�retro con
cuerdas a un profundo hoyo hecho en la tierra y como lo cubr�an despu�s.
Regresamos en procesi�n y a la puerta de la casa se despidi� el duelo. Aparte de
la gente de la aldea y la servidumbre del Pazo escasamente hab�a diez personas,
a ninguna de las cuales conoc�a.
Est� enterrado cerca de La Fuente del Indiano, al pie de un
enorme roble, casi en medio del Pazo, bajo una l�pida de granito cercada por una
verja de hierro, que nunca visito.
Desde entonces, mi vida vari� por completo. Porque, despu�s
del entierro, se me hab�a ocurrido una idea fabulosa. Pensando en ella, la tarde
se me hizo largu�sima, la cena insoportable y silenciosa como corresponde a un
d�a de duelo, puesto que delante de Megan no pod�amos hablar como si nos
alegrara lo ocurrido. Nos despedimos poco despu�s de cenar y cada uno se fue a
su habitaci�n.
Por supuesto no dorm�. Le daba vueltas y vueltas a la idea
dentro de mi cabeza, perfil�ndola, d�ndole forma, de manera que resultara
veros�mil y, cuando por fin tuve amarrados todos los cabos, me levant�, me fui
al ba�o y abr� el grifo moj�ndome ligeramente el pelo y salpic�ndome de agua el
rostro y el cuello. Me mir� al espejo y me pareci� que estaba bastante bien
conseguido el efecto para mis prop�sitos. Entonces me fui hasta la habitaci�n de
Nere y abr� la puerta. Se ve que tampoco ella dorm�a porque la luz se encendi�
inmediatamente. Me mir� asustada al ver mi tiritera y el sudor de mi rostro.
--�Qu� te pasa, cari�o? Dime, � qu� tienes, Toni?
-- No s�, me pareci�... lo he visto, creo... - susurr� con
voz temerosa y simulando la tiritera.
Se levant� de un salto acerc�ndose a m�, me bes�, secando mi
simulado sudor con un pa�uelito.
-- No digas tonter�as, cari�o. Olv�date de �l de una vez.
Esta muerto y no volver�. Anda, vamos a la cama. Est�s, tiritando criatura.
Me arrop�, se acost� a mi lado acun�ndome como a un ni�o
peque�o contra su cuerpo deliciosamente tibio. Poco a poco dej� de simular la
tiritera. La verdad es que sintiendo su cuerpo casi desnudo pegado al m�o, se me
estaba empinando m�s deprisa de lo que yo hab�a calculado. De modo que,
acompasando mi respiraci�n y suspirando profundamente, me di la vuelta para no
delatarme.
Cuando comprend� que estaba dormida, volv� a girarme e,
inconscientemente, tambi�n ella se gir� d�ndome la espalda. Me acerqu� a su
cuerpo hasta que mis muslos rozaron los suyos. Cre� que estaba desnuda al notar
la carne tibia de su liso vientre bajo mi mano y el frescor de su cadera contra
mis muslos. Era tan suave como el raso. Por un momento cre� que no respiraba,
pero s� que lo hac�a, aunque tan suavemente que resultaba casi imperceptible. Mi
mano ascendi� poco a poco hasta que toqu� su camis�n arrugado casi hasta la
cintura.
Me qued� quieto temiendo despertarla. Cada vez era m�s fuerte
mi excitaci�n, la notaba como un garrote animado de vida propia, palpitando
incontrolable contra su nalga. A poco, mi mano sigui� ascendiendo bajo el
camis�n. Cuando toqu� su pecho, redondo y firme como un pomelo, mi erecci�n
palpit� varias veces contra su carne. Con la mano en su c�lida teta, sent� la
necesidad de aprisionar su desnudez contra mi congestionado miembro.
No s� como lo hice, pero consegu� quitarme el pantaloncito
corto del pijama. Al contacto de su piel contra mi verga, la sangre se me puso
en ebullici�n y cre� que me desmayaba. Palpitaba contra ella cada vez m�s
violentamente. Deseaba evitarlo por temor a despertarla, pero no pod�a
controlarla. La verga palpitaba por su cuenta, latiendo cada m�s vez
violentamente.
Mi mano sigui� acariciando su delicioso seno y sent� bajo mi
palma la areola y el pez�n. Lo acarici� con la yema de los dedos tan suavemente
como pude. Me excit� a�n m�s cuando se endureci�, irgui�ndose duro y firme bajo
mis dedos. Seg�n mis lecturas, cuando el pez�n de una mujer se yergue y se
endurece es por que est� sintiendo placer, pero desconoc�a que pudieran sentirlo
dormidas.
Deslic� la otra mano por la suave curvatura de su liso
vientre. Me detuve cuando roc� el pelo y segu� acarici�ndola por encima de los
suaves rizos. Not� la hendidura entre los gordezuelos labios de la vulva y la
abr� con dos dedos acariciando suavemente y muy despacio su carne h�meda y
tierna. Cada vez m�s excitado los hund� en ella. Segu� bajando los dedos
profundamente en la maravillosa herida que me excitaba hasta l�mites
inaguantables. Estaba literalmente pegado a su carne tibia, con mi verga
palpitando cada vez m�s r�pida. Mis dedos se hund�an en su viscosidad caliente y
terriblemente excitante.
Y, de repente, ella se movi� como un rel�mpago y encendi� la
luz. Qued� sentada en la cama, me apart� la mano de su co�o, y se baj� el
camis�n.
-- Pero... � qu� haces? - Pregunt�. Luego exclam� mirando mi
erecci�n - � Jes�s, qu� barbaridad pero... si no es posible!
Comprend� que tendr�a que llorar si quer�a seguir durmiendo
con ella, y as� lo hice vertiendo agua a l�grima viva, pero no hab�a manera de
que mi erecci�n disminuyera de tama�o. A trav�s de las l�grimas vi su carita de
pena y comprend� que ten�a media partida ganada. Con ella siempre me daba buen
resultado llorar, era un truco infalible. Sus ojos no se apartaban de mi dura
verga. Yo hab�a crecido, era casi tan alto como ella, y mi falo hab�a crecido
conmigo. Pero la conoc�a, la hab�a visto bien tiesa cuando estuve enfermo. Era
una verga impresionante seg�n le dec�a a Megan cuando cre�a que no las o�a. Ella
era una mujer, �por qu� no iba a tener ganas de probarla? Todo era cuesti�n de
conseguir que la idea entrara en su pensamiento.
--� Oh, Dios m�o! - exclam� abraz�ndome y bes�ndome -, no
llores criatura. No lo entiendo, solo tienes siete a�os � Se�or! � Se�or! Por
favor, cari�o, no llores, no estoy enfadada. Ya sabes que te quiero mucho.
Me acunaba contra su pecho y yo notaba sus duros senos contra
mi cara y el maravilloso olor de su cuerpo, excitante como un afrodis�aco. Me
gustaba tanto sentir su cuerpo medio desnudo pegado al m�o que segu� llorando
cada vez m�s fuerte. Me bes� muchas veces, sus labios, mezclados con las
l�grimas de mis mejillas ya no ten�an sabor dulce, sino salado. Me estuvo
consolando y bes�ndome hasta que calcul� que ya estaba bien de agua.
Luego, cuando se separ�, volvi� a mirar mi excitada verga que
segu�a a�n m�s tiesa que al principio. Creo que la ten�a muy preocupada, o quiz�
fascinada y supuse que por primera vez la ve�a con ojos distintos a como me la
hab�a visto siempre. Era una verga mayor que la de muchos hombres y de la que
pod�a disfrutar sin peligro alguno. Sigui� acun�ndome durante un buen rato, con
la punta de mi verga roz�ndole el muslo desnudo, unos muslos preciosos y
deslumbrantes, tan bien torneados que los hubiera lamido como el perro de
Gan�medes lam�a el sexo de su ama. De aquella guisa era imposible que mi
erecci�n languideciera, al contrario, cada vez estaba m�s dura, no pod�a
controlarla y palpitaba desaforadamente por su cuenta y riesgo y ella lo notaba.
Me pareci� que hasta le agradaba sentirla palpitar contra su carne.
Ya he dicho que su cuerpo ol�a maravillosamente, ol�a a
flores y a fruta, como el campo durante el mes de mayo y ese olor corporal
tambi�n me excitaba considerablemente. Segu�amos abrazados, movi�ndonos adelante
y atr�s y supuse que estaba calculando como proceder y yo comprend� que deb�a
dejarle a ella la iniciativa. Pero pasaba el tiempo y yo estaba cada vez m�s
excitado con la proximidad de su cuerpo que me encend�a de deseo.
Al final debi� de tomar una determinaci�n y quiz� recordando
la ducha de tres a�os antes, me hizo acompa�arla al cuarto de ba�o, me meti� en
la ba�era y con la ducha y el agua fr�a intent� rebajar la empinada barra de
carne. No hubo manera y eso que estuvo un buen rato ba��ndola. Finalmente, me
duch� todo entero, pero el miembro segu�a ense��ndole el congestionado carmes�
del glande con toda insolencia. Se cans� y cerr� la ducha y me sec� aprovechando
con mucho disimulo para toc�rmela repetidamente. De repente me vino a la memoria
cierta escena de uno de los libros del desv�n y gem� con voz lastimera,
dobl�ndome por la cintura:
-- Me duele mucho, Nere
-- Claro, me lo imagino, pero eso te pasa por ser tan... en
fin - se llev� la mano a la frente - No s� que podemos hacer, cari�o.
Volv� a insistir, gimiendo m�s dolorosamente y toc�ndome las
hinchadas bolas.
-- Esto me duele a�n m�s... me duele Nere, me duele mucho, no
lo aguanto.
Intentando calmarme me toc� suavemente con la yema de los
dedos el escroto y los test�culos, duros como bolas de billar. Ante la suavidad
de su caricia la erecci�n salt� ante sus ojos como un muelle, golpe�ndome el
vientre con un sonido opaco claramente audible. Se asust� ech�ndose hacia atr�s,
como si temiera ser golpeada por el garrote. Volvi� a mirarme perpleja.
--� Jes�s, Dios m�o! No s� que puedo hacer, cari�o - su voz
sonaba dudosa e intranquila, como si tuviera miedo de sus pensamientos. Se qued�
pensativa mir�ndola palpitar y, a poco, la o� murmurar ensimismada � en fin, si
tiene que ser...
Me dobl� por la cintura gimiendo, simulando un dolor
terrible, mi cara se pos� sobre sus torneados muslos, tibios, soberanos y
esculturales. Su olor me enloquec�a. Se le hab�a subido el camis�n hasta las
ingles y pude verle el peque�o co�ito, pues dorm�a sin bragas.
Estuve a punto de estropearlo todo por mi ansiedad en
com�rselo, pero justo entonces enderez� la espalda acerc�ndome a ella. Volvi� a
abrazarme y la congestionada barra qued� aprisionada entre su vientre y el m�o,
pues la verga hab�a arrastrado la tela subi�ndola hasta la cintura.
De pronto me apart� para mir�rmela otra vez pensativamente.
Estaba claro que, al rev�s que yo, ella ten�a un problema de conciencia. Si
pod�an m�s sus prejuicios que sus ansias de follar y su preocupaci�n por mi
salud, que siempre fue su constante desvelo, ya pod�a despedirme de cumplir mis
ardiente deseo de poseer su soberano cuerpo con el que hab�a so�ado desde que,
por primera vez, lo vi desnudo por el ojo de la cerradura del ba�o. Yo no pod�a
forzar m�s la situaci�n, so pena de descubrir mis verdaderas intenciones.
Estando yo de pie y ella sentada mi cabeza quedaba bastante
m�s alta que la suya, me inclin� apoy�ndola en su hombro, quej�ndome con una voz
tan lastimera que hubiera ablandado al mism�simo Herodes. La bes� en el cuello,
lami�ndoselo suavemente, y chup�ndole el l�bulo de la oreja con suavidad. Sent�
que se estremec�a, y dej� que la verga palpitara desaforadamente contra su
vientre sin apartarme.
Lo cierto es que debi� de ponerse tan cachonda que,
finalmente, me bes� y me acerc� m�s a su cuerpo. Me agach� ligeramente y mi
verga qued� sobre su sexo. Notaba en mi imberbe pubis el cosquilleo de sus rizos
y ella ten�a que notar por fuerza como palpitaba mi berroque�o cipote sobre su
deliciosa vulva.
De repente, me cogi� de la mano, se levant� y, sin mediar
palabra, me llev� hasta la cama y me hizo acostar, tap�ndome con la s�bana al
tiempo que me besaba susurrando:
-- Espera un momento, cari�o, tengo que lavarme.
O� correr agua y el chapoteo que hac�a al lavarse por lo que
supuse que estaba sentada en el bid� lav�ndose el sexo y la escena imaginada me
puso fren�tico de deseo. Mi preciosa hermana ignoraba que mis ansias de su
cuerpo eran tales que le hubiera comido el sexo aunque estuviera menstruando.
Sali� del ba�o con el camis�n puesto y tuve una fugaz visi�n
de su maravilloso cuerpo bajo la transparencia de la tela antes de que apagara
la luz al acostarse. Sin embargo, cuando me abrac� a ella estaba completamente
desnuda con sus gloriosos y satinados pechos acariciando el m�o. Mi verga qued�
aprisionada de nuevo entre nuestros vientres y la o� susurrar contra mi boca:
-- Debo de estar loca, mi ni�o.
-- Lo que est�s es cachond�sima � susurr� a mi vez
De pronto not� su mano cogiendo mi verga con dos dedos,
separ� los muslos y coloc� mi congestionado miembro entre ellos, aprision�ndolo
sobre los gordezuelos labios de su vulva. Comenz� a mover las nalgas en suave
vaiv�n roz�ndome deliciosamente el glande desde la vulva hasta la conjunci�n de
los hermosos globos de sus nalgas. Pero no era aquello lo que yo quer�a, ni
mucho menos. No obstante, la dej� hacer en espera de que ella misma se exaltara
lo suficiente como para que deseara ser penetrada. Me bes� con los labios
cerrados sin cesar el suave vaiv�n y los apart� cuando mi lengua quiso
introducirse en su boca. Coloqu� una mano sobre sus nalgas, oprimi�ndola hacia
m� mientras con la otra sujet� su nuca para volver a besarla e introducirle la
lengua y jugar dentro de su boca con la suya, dulce como el alm�bar. Se la chup�
con suavidad pese a lo muy ansioso que estaba de aspirarla entera. Durante unos
segundos me dej� hacer sin corresponder, pero luego fue ella la que chup� la m�a
cada vez con mayor energ�a.
Hund�a mi mano en la raya de sus espl�ndidas nalgas hasta
acariciarle el tierno agujero notando al mismo tiempo el roce acompasado de mi
glande en mi propia mano. Sus vaivenes se hicieron m�s largos cuando baj� la
cabeza para meterme en la boca uno de sus enhiestos pezones, sorbi�ndolo con
fuerza mientras lam�a pez�n y areola con toda la lengua. Aquella caricia parec�a
enervarla cada vez m�s porque sus caderas se mov�an m�s r�pido, su respiraci�n
se agitaba y su mano me oprim�a el culo hacia ella con mayor fuerza.
--�Te pasa el dolor? - musit� con voz entrecortada.
-- No, as� no, pero me gusta � a ti no?
En vez de responder volvi� a besarme y �sta vez fue ella
quien hundi� su dulce lengua en mi boca para enroscarla con la m�a. Acarici� con
la mano toda la nacarada y tibia redondez de su teta rizando el duro pez�n entre
el �ndice y el pulgar. Y as�, con su lengua dentro de mi boca acariciando la
m�a, se gir� de espaldas arrastr�ndome encima de ella coloc�ndome entre sus
muslos sin dejar de mover las nalgas suavemente mientras mi congestionado falo
rozaba casi de punta contra los gordezuelos labios de su vulva que se abri�
levemente. A su calor me estremec� y ella volvi� susurrar:
--� Sigue doli�ndote?
-- Si, pero me das tanto gusto que puedo aguantarlo mejor -
susurr� lami�ndole el l�bulo de la oreja.
Baj� la mano hasta su sexo notando que comenzaba a
humedecerse, aguantando mi rojo glande para que le abriera la vulva. Me dej�
hacer qued�ndose quieta. Se movi� a mi comp�s y cuando de nuevo abr� la boca
para sorberle una teta presionando el pez�n entre la lengua y el paladar, fue
ella la que cogi� la barra congestionada para colocarla entre los h�medos y
finos labios de su entrada vaginal. Empuj� y el capullo carmes� fue hundi�ndose
poco a poco hasta el resaltado reborde en que comienza el tronco, quedando
fuertemente aprisionado en el h�medo calor de su estrecha y tierna vagina.
Por fin la ten�a dentro de su divino cuerpo. Por fin se
cumpl�a el sue�o acariciado por m� desde la primera vez que, despu�s de leer los
libros del desv�n, la vi desnuda por el ojo de la cerradura del ba�o. Durante
tres largos a�os, que para m� entonces representaban tres siglos, todos mis
sue�os giraban alrededor del escultural cuerpo de Nere, y de la imaginada
delicia encerrada entre sus torneados muslos.
Bien lejos estaba ella de imaginar siquiera la ansiedad que
me carcom�a. Que mis continuos besos y caricias no estaban motivados por la
inocencia de mi edad ni por mi cari�o fraternal. Nunca, a partir del momento en
que supe para qu� me hab�a otorgado la naturaleza el �rgano viril, la vi como
hermana ni tuve otro sentimiento hacia ella que el que tiene un hombre por una
mujer a la que desea y ama con pasi�n.
Bes�ndola ansiosamente, aspirando su c�lido aliento,
sorbiendo la dulzura de su lengua, permanec� inm�vil disfrutando el placer del
inicio de la penetraci�n, notando en mi glande la dulzura aterciopelada de su
h�medo calor vaginal.
Deseaba clav�rsela hasta la ra�z de golpe, pero no hice nada
temiendo estropear lo conseguido si me apresuraba demasiado y as�, palpit�ndome
el congestionado y grueso capullo dentro de su h�meda vagina, permanecimos
varios minutos. Sab�a que era mejor que ella llevara la iniciativa la primera
vez. Hab�a le�do en alguna parte que, por culpa de las prisas, se han perdido
muchos polvos magn�ficos.
Ni ella ni yo hablamos. Me limit� a disfrutarla con la punta
de la verga, contray�ndola y expandi�ndola dentro de ella, haci�ndole notar mi
tremenda excitaci�n. Mi capullo estaba terriblemente aprisionado pese a que su
vagina estaba lubricada; o era muy estrecha o mi verga era ya demasiado gruesa.
Permanecimos en silencio, abrazados estrechamente, pero de
pronto pregunt�, sin cambiar de postura:
--� Se te pasa el dolor, vida m�a?
-- A�n no, pero me das tanto gusto que casi no lo noto.
Aprovechando su buena disposici�n intent� met�rsela m�s
profundamente. Pese a la humedad de su co�o me cost� trabajo clav�rsela un par
de cent�metros. Me di cuenta de que ni siquiera hab�a llegado a hundirla hasta
la mitad. Era como si metiera la gruesa mano de un le�ador en un fino guante de
se�orita. Me detuve en el empuje, clavado dentro de ella, goz�ndola como so�aba
hacerlo desde mucho tiempo atr�s. Palpitaba mi verga constantemente en su
apretado y caliente estuche con un placer tan desmesurado que babeaba de gusto
sorbi�ndole las tetas o mordiscando sus pezones para sentir como se estremec�a
bajo mi cuerpo.
Not� que sus manos bajaban despacio por mi espalda hasta mis
nalgas desnudas. Sus finos dedos me cosquillearon suavemente la piel, y comenz�
a apretarme contra ella al tiempo que separaba m�s los muslos. Segu� empujando
con fuerza mi verga dentro de su delicioso chumino. Poco a poco se fue hundiendo
en su h�medo calor hasta algo m�s de la mitad. Resopl� suavemente y detuvo la
presi�n. Tambi�n yo me qued� quieto, aunque segu� lami�ndole toda la carne
desnuda que ten�a al alcance de mi boca.
-- Me da mucho gusto, Nere, � a ti tambi�n? - susurr�
taimado, en su o�do
Suspir� profundamente antes de responder entrecortadamente:
-- S�... claro.
--� Te la meto m�s? - volv� a susurrarle
Otro profundo suspiro antes de susurrar de nuevo:
-- S�... s�... cari�o m�o... m�s... m�s.
Cuando menos me esperaba not� que su vagina comenzaba a
palpitar al mismo tiempo que mi verga. Su respiraci�n se hizo m�s agitada y la
presi�n de sus manos sobre mis nalgas m�s violenta. Poco a poco mi verga fue
hundi�ndose en su adorable co�ito, que trag� toda la tranca hasta la gruesa
ra�z. La sent� suspirar, me mord�a suavemente los labios y comprend� que estaba
disfrut�ndolo tanto o m�s que yo. Creo que se deleitaba en estarse quieta, con
ella dentro, acarici�ndola con los m�sculos de su vagina y deleit�ndome a m� con
sus contracciones, palp�ndola entera con las terminaciones nerviosas de su
fabulosa vagina.
Ahora pienso que ella tan s�lo ten�a veinte a�os y por muchos
prejuicios morales que tuviera, su cuerpo ten�a las mismas necesidades
fisiol�gicas que todas las mujeres normales y sanamente constituidas tienen a su
edad, y no tard� en darme cuenta de que mi inocente treta no la hab�a enga�ado
ni por un momento. Quer�a ser enga�ada y se dej� engatusar.
De pronto, subiendo desde mis talones por las piernas y los
muslos, una dulc�sima corriente nerviosa se apoder� de m�. Supe al instante que
aquel iba a ser el dichoso orgasmo del que tanto hab�a le�do. No me equivoqu�.
Sent� un trallazo en la espina dorsal que me hizo temblar todo el cuerpo entre
sus brazos cuando comenc� a correrme. Ella not� como vibraba desaforadamente mi
verga dentro de su co�o y sigui� vibrando con una violenta s�stole y di�stole
cuando de pronto la o� susurrar:
-- Espera... espera...
A duras penas pude contenerme casi en la c�spide del cl�max.
Comprend� que deseaba correrse al mismo tiempo que yo. Me incrustaba con la
fuerza de sus manos contra su co�o y notaba, de tan apretada como estaba mi
verga por su co�o, la succi�n de su vulva y el duro bot�n de su cl�toris sobre
la piel de mi imberbe pubis. Comenz� a estremecerse violentamente entre mis
brazos.
-- Ahora... cari�o, ahora... ahora... as�... as�... as� �Oh
Dios m�o... mi ni�o �Ah!
Cuando not� su leche roci�ndome el capullo con su caricia
c�lida, batiendo con suaves y tibios golpes algodonosos contra la piel satinada
y tensa del glande, de nuevo sent� un trallazo de placer. Sub�a desbocado desde
mis talones a lo largo de mis pantorrillas, muslos y test�culos. Explot� en mi
pene, sacudi�ndolo con espasmos profundamente intensos. Se prolong� el agud�simo
placer tanto tiempo que perd� el mundo de vista, desmay�ndome literalmente entre
sus tr�mulos brazos. Fue mi primer desmayo, pero no el �ltimo.
No fue menos intenso ni menos prolongado su orgasmo, pues que
ni siquiera supo que yo hab�a perdido el conocimiento. Me despert� sintiendo
todav�a entre en mis brazos las sacudidas de su carne tr�mula y en mi o�do su
anhelante y sofocada respiraci�n. Ella y yo inhal�bamos el aire a bocanadas,
extenuados ante el prolongado y profundo �xtasis. Luego nos quedamos quietos de
nuevo durante mucho tiempo.
Toda mi verga se hab�a enterrado en ella. Los labios de su
vagina apretaban la ra�z de mi tranca como una argolla y los labios mayores de
su h�meda vulva me aspiraban la carne imberbe del pubis como una ventosa. Me
sent�a en la gloria y tan duro como si no hubiera tenido dos orgasmos bestiales.
Encend� la luz para mirarla. La vi tan fabulosamente hermosa con su larga melena
rubia desparramada sobre la almohada que comenc� a moverme intentado hundirla
m�s, lo que era imposible. Se dio cuenta de que segu�a tan duro como al
principio y pregunt� en un susurro:
--� A�n te duele?
-- Un poco - ment� - pero quiero hacerlo otra vez, � t� no?
-- Si, pero has disfrutado ya � verdad? -- pregunt� a su vez
mir�ndome a los ojos.
Ante mi silencio coment� suavemente:
-- No me digas que no, lo he notado.
-- Un poco - volv� a repetir y a�ad� - t� tambi�n te has
corrido.
--� Vaya lenguaje! - exclam� a mi o�do - � era el que te
ense�aba Concha?
Comprend� que, pese a los tres a�os transcurridos, no hab�a
olvidado lo sucedido entre la chacha Concha y yo.
-- No, lo le� en unos libros - murmur� en su boca mientras le
sorb�a los labios meti�ndole la lengua profundamente.
Se qued� callada durante unos segundos, jugando con su lengua
sobre la m�a, luego susurr�:
-- Esto no puede volver a repetirse, lo sabes � verdad?.
--� Por qu� no?
-- Porque eres mi hermano y, aunque seas tan alto, s�lo
tienes siete a�os. Si se supiera, me enviar�an a la c�rcel por incesto y
estupro, por eso.
-- Nunca nadie lo sabr� - murmur� mordisque�ndole el l�bulo -
si t� no lo dices. Adem�s, a ti te gust� tanto como a m�, tuviste una buena
corrida.
--� Qu� palabrotas, Dios m�o! Tarde o temprano se sabr�a. No
te quepa duda. Siempre es as�.
-- En nuestro caso no. Si no lo decimos � quien lo sabr�?
-- Por ejemplo Elisa, o Megan o cualquier otra. Siempre est�n
fisgando.
-- Pap� ten�a rigurosamente prohibido entrar en esta parte de
la casa por la noche - me hubiera mordido la lengua por idiota.
No se dio cuenta de mi desliz, o si se dio cuenta lo pas� por
alto pensando en que ten�a a su disposici�n una gran verga que pod�a hacerla
gozar sin pre�arla. Sin embargo, dijo:
-- Pero Megan no lo tiene prohibido y no voy a prohib�rselo
ahora porque ser�a peor. Adem�s, cualquier descuido por tu parte... � comprendes
lo que quiero decir?
--� Me crees tonto?
-- No, s� que eres muy inteligente, Megan est� convencida de
que eres un genio, cari�o m�o, pero no dejas de ser un ni�o - y me bes� de nuevo
con toda la boca abierta mientras mi verga palpitaba en su co�o con violencia.
Habl�bamos en susurros, uno al o�do del otro, como si
temi�ramos ser escuchados por alguien, cuando en realidad est�bamos al final del
pasillo y a m�s de treinta metros de la habitaci�n de Megan.
-- Adem�s, si cerramos con llave tendr�an que abrir la puerta
con un hacha � crees t� que Megan har�a eso? - pregunt� con voz triunfal.
Aquello pareci� ser definitivo.
--� Tienes ganas de hacerlo otra vez? - pregunt� en un
susurro.
-- Unas ganas locas. No la sacar�a ni para hacer la mili. Te
estar�a jodiendo hasta reventar.
Sofoc� la carcajada sobre mis labios, para decirme:
-- No digas esas palabras tan feas, cari�o m�o. Son
horribles.
--� Que quieres que diga?
-- Pues... no s�, que te gusta hacerme el amor siempre, por
ejemplo.
-- Eso, follaremos toda la noche.
-- Eres un inocente, Toni, no podr�s aguantarlo. Adem�s, yo
tampoco puedo � Por qu� no lo dejamos por hoy?
<<Si podr� aguantarlo a no ya lo veremos - pens� para m�
coleto - tu d�jame tenerla dentro, que para sacarla tendr�s que llamar una gr�a.
>>
-- �Es que ya no quieres correrte m�s? � pregunt� sac�ndosela
y meti�ndosela despacio.
-- Lo hacemos una vez m�s � di que si, anda? - dije ansioso,
y la bes� en la boca, separ�ndole los labios para meterla la lengua hasta la
garganta.
Abri� los ojos y vi la risa en ellos, me la chup� mientras
contra�a su vagina sobre el duro barrote que la penetraba hasta el �tero, sab�a
que era el cuello del �tero al final de la vagina, pues notaba su pico en la
punta de la polla.
-- Bueno, como tu quieras - suspir� cuando le lam� los labios
chup�ndoselos como un caramelo.
Su vagina empezaba a latir de nuevo. Ten�a los ojos
entornados y me mir� con media sonrisa. La bes� abri�ndole la boca con la lengua
y se la volv� a meter hasta la garganta. Pareci� temblar mientras me la chupaba
con ansia.
De nuevo llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo, y de nuevo
sent� su leche derram�ndose deliciosamente sobre m� congestionado capullo. Sin
poder contenerme coment�:
-- D�jame chuparte el co�o, Nere, por favor, d�jame que te lo
chupe, anda.
-- No seas guarro, Toni, estoy...
-- Quiero tragarme tu leche, quiero tragarla toda, anda,
d�jame.
-- Pero � t� est�s loco, qu� clase de guarradas son esas? �
Quieres morirte, o qu�? Que no, te he dicho.
Comenz� a quejarse de que le dol�a la espalda. Se la saqu� y
me mir� la erecci�n con cara de asombro. Pero me deslic� tan r�pido que no le di
tiempo a reaccionar, y puse mi boca sobre su chocho rezumante aspirando toda la
leche de su orgasmo y trag�ndomela enfebrecido de deseo. Ten�a el sabor de la
mantequilla salada y era casi tan espesa. Quiso apartarme, pero no hizo mucha
fuerza para lograrlo, de modo que la aspir� toda la de su vagina hasta que no
sali� m�s. Gimi� de placer al chuparle el cl�toris con fuerza y acariciarle su
dura carne con la lengua. Resping� cuando la caricia se hizo m�s violenta,
adelantando el co�ito, separando los muslos en comp�s para que pudiera chuparla
a placer. Se corri� a�n m�s r�pidamente que antes aferrada a mi cabeza,
hundi�ndome toda la cara en su abierta vulva, h�meda y caliente. Palade� de
nuevo toda la leche espesa y tibia, y esta vez fue tan abundante, que casi me
llen� la boca. Estaba tan excitado que le hubiera comido el co�o a pedazos, la
mord� demasiado fuerte en los gordezuelos labios de la vulva, lo que la hizo
gritar.
-- Eres un guarro y, adem�s, me has hecho da�o, bruto - se
quej� y volv� a meterle la lengua en la boca para calmarla poniendo en la suya
el sabor de su leche mientras le met�a la polla hasta la ra�z.
-- Pero te gust�, porque te has corrido m�s que antes. Tu
leche sabe a mantequilla � coment� mientras la met�a la polla hasta la ra�z.
-- No sab�a yo que... � Sabes que eres un guarro, cari�o?
-- Pero � Si tu sexo es m�s sabroso que las almejas de
Carril, Nere! - exclam� con sinceridad.
--�A�n te duele? - pregunt�, sonriendo ante mi exclamaci�n.
-- Muy poco y me doler� menos cuando follemos cuatro o cinco
veces m�s - respond� poniendo otra vez en su boca el sabor de su co�o.
--�Jes�s que ardor! � Tanto te gusta? - contrajo varias veces
la vagina sobre mi verga mientras me miraba sonriendo.
-- Ya te lo he dicho, tanto que pienso chuparte el co�o hasta
que no tengas m�s leche dentro.
--� Pero por qu� tienes que decir esas palabrotas?
--�Y como tengo que decirlo?
-- No s�, pero... con m�s elegancia, digo yo.
-- Bueno, pues te chupar� el sexo hasta que te quedes seca �
te gusta m�s as�? - pregunt� comenzando un peque�o vaiv�n de mete y saca.
-- No comprendo como puedes tener ganas todav�a.
-- Porque yo te quiero much�simo, y, adem�s, eres tan hermosa
y est�s tan buena, que s�lo de pensar que la tengo dentro de tu hermoso co�o me
enloquece.
Movi� la cabeza con resignaci�n antes de comentar:
-- No tienes remedio, vida m�a.
--�Por estar enamorado de ti?
--Pero, �Qu� dices? -- exclam� mir�ndome entre asombrada y
regocijada - � Desde cuando, cari�o?
-- Desde que te vi la primera vez... - estuve a punto de
delatarme pero rectifiqu� a tiempo - creo que desde que abr� los ojos por
primera vez.
--�Eres un zalamero, Toni! � Lo sab�as? Todo esto de la
visi�n y del dolor te lo has montado t� para acostarte conmigo. Dime la verdad,
no me enfadar�, te lo juro.
Me miraba fijamente a los ojos y yo sonre� gui��ndole un ojo.
Tuve que quit�rsela porque deseaba levantarse.
-- Lo sab�a, eres un granuja, un guap�simo granuja - y me
bes� con toda la boca abierta aspir�ndome el aliento y supe que podr�a follarla
cuanto quisiera.
--�Sabes en lo que estoy pensando? - pregunt� mientras ella
se sentaba el borde de la cama, para ponerse el camis�n
-- No s�, d�melo - dijo, sonriendo mientras cubr�a la
escultura de su cuerpo maravilloso.
-- Pues pienso casarme contigo cuando sea mayor.
Se tap� la boca con las manos para sofocar las carcajadas y
se inclin� para besarme mientras yo aprovechaba para estrujarle el precioso y
h�medo chumino sin que protestara. Luego, me apart� la mano y se fue al ba�o. De
nuevo, corri� el agua del bid�. Segu�a empalmado como un caballo ante una yegua
en celo. Cu�ndo volvi� se quit� el camis�n, acost�ndose a mi lado - y me
pregunt� - �por qu� co�o se lo habr� puesto si estamos solos? Se lo quit�
mientras le lam�a el cuerpo de arriba abajo.
Qued� sobre su cuerpo soberano con mi verga apoyada en su
delicioso chumino. Se la met� poco a poco mientras ella zureaba como una paloma
ante el goce de la penetraci�n. Me detuve con la mitad de la verga dentro de
ella. Coment� risue�a siguiendo la conversaci�n en donde la hab�amos dejado:
-- No podemos casarnos, somos hermanos, tonto. Pero es muy
halagador que me lo digas.
-- Tu no quieres casarte conmigo, Nere � verdad? No me
quieres como yo a ti.
-- Nunca podr�s quererme como yo te quiero, canallita m�o -
susurr� mimosa adelantando hacia m� sus caderas.
-- Pero no te casar�s conmigo.
-- Lo har�a, si pudiera. Eres el chico m�s guapo que he visto
en toda mi vida - y despu�s de una pausa y varias contracciones de su vagina
coment� muy seria - demasiado guapo, s�, demasiado guapo.
-- Eso me lo dicen todas, pero yo no quiero casarme con
todas, sino contigo - dije hundi�ndole de un empuj�n la polla hasta la ra�z - t�
no te casar�as conmigo � verdad?
-- Antes de que seas mayor te habr�s cansado de m� y me
dejar�s por otra, cari�o m�o - musit� bes�ndome suavemente.
-- Eso no ocurrir� nunca, Nere.
De nuevo sent� las contracciones de su vagina sobre mi dura
barra cada vez m�s r�pidas, su precioso culo se mov�a suavemente, sacando y
metiendo en su co�o el gran m�stil que la penetraba.
-- Empiezo a correrme, Nere... ya me viene
-- A m� tambi�n, cari�o, pero espera un poco y m�tela hasta
el fondo. As�, no te muevas, ahora me vendr�, ya, ya, c�rrete ahora, vida m�a,
que sienta como palpita dentro de m�. As�, as�, as�... que gusto, mi vida... que
gusto... ya me sale... toma... toma...
Su leche inund� de placer mi capullo y me corr� con ella
salvajemente. Nos bes�bamos como locos. Le chup� los duros pezones amasando sus
preciosas tetas con las manos mientras mi verga palpitaba una y otra vez al
comp�s de las contracciones de su vagina. Se qued� desmadejada sobre la cama. Se
hab�a corrido tres veces abundantemente. De nuevo met� la cabeza entre sus
muslos sin que esta vez protestara. Lam� su co�o delicadamente, poniendo la boca
abierta sobre la abertura de su vagina y aspir� con todas mis fuerzas. Una gleba
de espesa leche cay� sobre mi lengua y la palade� con fruici�n, notando como
todav�a le lat�an los labios vaginales sobre mi lengua en los estertores del
orgasmo y aquello me puso m�s cachondo de lo que ya estaba.
Hund� la boca en ella lami�ndola furiosamente de arriba
abajo. En cierto momento la sent� estremecer, pero segu� lamiendo el cl�toris,
el duro bot�n que sab�a era la clave de todo. Chupaba su carne h�meda con ansia
de lobo. Era tan agradable que deseaba met�rmelo todo en la boca. Se estremec�a
cada vez que pasaba mi lengua sobre el botoncito de carne dura. Lo sorb� con los
labios, acarici�ndolo con la lengua. Inmediatamente sus muslos se cerraron sobre
mis mejillas y sent� sus dedos engarfi�ndose en mis cabellos.
Me apretaba la cabeza contra su sexo y yo chupaba el bot�n y
lo acariciaba cada vez a mayor velocidad, mientras mis manos amasaban sus tetas.
Cuando su carne tr�mula vibr� de nuevo bajo mi caricia, jadeaba y gem�a
adelantando su co�o hacia mi boca, not� que su vientre palpitaba violentamente.
Sent� en la lengua el primer chorro de esperma y abr� la boca para sorberlo
aspirando con fuerza hasta conseguir todo el licor de sus entra�as. Al
deslizarse por el h�medo canal hasta mi boca, su cuerpo se convulsion� y la o�
sollozar de placer. De nuevo me lo tragu� todo y todo el que pude aspirar, que
no fue poco. Segu� lami�ndola sintiendo como aleteaba su sexo sobre mi lengua.
S�lo cuando dej� de aletear, que tard� un buen rato, me arrastr� encima de ella
para que se la metiera otra vez hasta la ra�z.
Me bes�, mir�ndome fijamente y debi� de notar en sus labios
el sabor de su leche, porque se pas� disimuladamente la lengua antes de
preguntar:
--�Qui�n te ha ense�ado a hacer esto?
-- El libro - contest� sin mentir.
-- Dime la verdad � qui�n te ha ense�ado?
-- Es la verdad, Nere, te lo juro, el libro lo explica todo.
--�C�mo se titula?
-- Corrida de Co�os - era la verdad.
--�Madre m�a, menudo t�tulo! V�lgame Dios. En fin, qu� le
vamos a hacer, la culpa no es tuya, si no de quien los dej� all�.
-- Si no fuera por los libros, no sabr�a hacerte disfrutar
tanto.
-- Supongo que s�. Si le explicas a alguien lo de esta noche,
nunca m�s volver�s a verme porque me encarcelar�n por incesto. Porque esto es un
incesto � comprendes bien lo que te digo, cari�o m�o?
-- Claro, vida m�a, lo entiendo muy bien.
--�Sabes lo que es un incesto?
-- Seg�n el diccionario es el comercio carnal entre
familiares de primer grado. Pero eso a mi no me importa. Lo que a m� me importa,
Nere, es met�rtelo en el co�o cuanto m�s tiempo mejor.
-- No te lo tomes a broma, Toni, esto es muy serio.
Junt� los dedos �ndices en cruz y los bes�.
-- Te lo juro por esta, nadie lo sabr� jam�s - dije muy
serio. Era lo que hab�a visto hacer a Elisa cuando la acusaban de algo que no
hab�a hecho.
Permanecimos, abrazos en silencio y sin movernos. Mi miembro
segu�a palpitando incontrolable dentro de su caliente estuche. Lo notaba porque
me apretaba la verga todo lo que pod�a contrayendo los m�sculos de su vagina y
orde��ndome como se orde�a el tet�n de una vaca. Y de pronto not� subi�ndome por
las piernas y los muslos esa dulc�sima corriente que me hizo estremecer encima
de su cuerpo. Eran oleadas de un incontrolable deleite cada vez m�s intenso.
Llegaron, por el interior de mis muslos hasta m� endurecido miembro, que salt�
como un muelle dentro de su co�o.
-- Est�s disfrutando otra vez. �Verdad?
-- Si... me corro... me corro, Nere... me corro... mi amor.
Sent� sus manos oprimi�ndome las nalgas contra su sexo con
toda su fuerza mientras chupaba una de sus hermosas y duras tetas con todas mis
ansias. Me estremec�a de gozo entre sus brazos y perd� la noci�n del tiempo. Me
despert� respirando a bocanadas y sintiendo las fuertes sacudidas de mi verga
dentro de su divino co�o. Poco despu�s ella me coment� al o�do.
--�Te ha gustado?
-- Ha sido maravilloso, Nere. No s� explic�rtelo, pero creo
que no hay nada m�s delicioso. Tu no has sentido nada � verdad?
-- Te sent� y esta vez fue realmente prolongado. Disfrutaste
en seco, pero todo llegar� alg�n d�a. Cre� que te desmayabas. Y ahora se te
bajar� la excitaci�n y descansaremos.
-- Si t� lo dices...
-- Ya lo ver�s. Tardar� un poco pero se bajar�.
Permanecimos en silencio unos minutos. Hundido en su estrecho
y caliente nido mi excitado p�jaro comenz� a latir de nuevo.
--�Qu� te pasa?
-- Me est� volviendo otra vez.
--�Madre m�a! �Tan pronto? Pero si ya has disfruta cuatro
veces y yo otras tantas � y a�n quieres m�s? � C�mo es posible? - pero en su voz
notaba la complacencia de que la deseara tan ardientemente.
No la dej� continuar porque la bes� con toda mi fuerza,
apalanc�ndome en sus hombros para hundir mi verga totalmente en su h�medo y
caliente co�ito. Me miraba con los ojos entornados otra vez. Not� que empezaba a
mover las nalgas arriba y abajo, era casi un movimiento imperceptible pero que
me sacaba la verga hasta la mitad para volver a hundirlo profundamente con un
golpe seco. Conforme mis estremecimientos aumentaban y mi verga palpitaba
violentamente en su vagina, aumentaba tambi�n el ritmo de su vaiv�n. Lleg� un
momento, justo cuando estaba sintiendo en la verga la explosi�n del nuevo
orgasmo y le chupaba un pez�n ansiosamente, empec� a o�r sus gemidos. Not� en la
ra�z de mi polla el fuerte aleteo de su sexo sobre el m�o y de nuevo sent� en la
punta del capullo la dulc�sima caricia de su fuerte orgasmo. Lo roci� de leche
tibia y espesa, mientras su sexo palpitaba contra mi ra�z cada vez con mayor
fuerza. Su boca me aspiraba el aliento como una ventosa, y su lengua se
enroscaba en la m�a con ansia loca. Mi placer, vi�ndola gozar de forma tan
salvaje y prolongada cuando yo ya hab�a finalizado mi orgasmo, fue mucho m�s
intenso. Oy�ndola gemir bajo el delirio del cl�max, me puso la polla m�s dura de
lo que ya la ten�a. Qued�, finalmente, desmadejada sobre la cama susurrando:
-- Mi ni�o... mi ni�o... mi precioso ni�o... ha sido
delicioso.
Despert� de su orgasmo. Not� mi dureza y abri� los ojos como
platos.
-- Todav�a quieres m�s... �No es posible! Yo no... no puedo
m�s, cari�o.
-- Si puedes. No me cansar� nunca de estar dentro de ti.
Verte disfrutar y gemir mientras te estoy follando es lo que m�s me gusta.
-- Pero... �c�mo puedes disfrutar tantas veces?
-- Porque te quiero mucho, Nere, much�simo
-- Sabes una cosa, Toni, es la primera vez en mi vida que
tengo tantos orgasmos y no lo entiendo, tambi�n es la primera... bueno ya sabes.
-- No - dije intencionadamente - no s�.
-- S�, cari�o. Es la primera vez que... no te hagas el tonto,
caray.
-- Si no te explicas mejor... - ment� haci�ndome el inocente.
-- Pues que es la primera vez que... practico el sexo oral.
--�Y te gusta?
-- Si, pero s�lo porque eres t� - y yo me sent� muy halagado,
aunque en el fondo, all� muy al fondo, una duda comenz� a germinar en mi cerebro
de la que no me di cuenta hasta mucho m�s adelante.
-- Pero esto ya te lo hab�an hecho � verdad? - pregunt�
sacando y metiendo la polla varias veces.
Me mir� fugazmente para fijar la vista en el techo antes de
responder escuetamente:
-- S�.
--�Qui�n fue?
-- Era muy joven. S�lo ten�a doce a�os.
-- Quien fue, Nere.
-- Eduardo.
-- Quien es Eduardo.
-- Un novio que tuve en La Habana.
Gir� la cabeza para mirar el reloj de la mesita. Eran las
doce y media. Podemos seguir follando dos o tres horas m�s, le dije. Se ri�,
meti�ndome la lengua en la boca mientras me besaba.
-- Tenemos que dormir, si no ma�ana nos despertaremos
demasiado tarde y las criadas pueden sospechar algo y esto no puede saberlo
nadie � comprendes?
-- Si lo comprendo, pero s�lo una vez m�s, � quieres?
-- S�, tesoro, una vez m�s.
Me mir� sonriendo y baj� la boca para chuparle los pezones
que pronto volvieron a ponerse r�gidos dentro de mi boca. Comenc� a moverme
empujando lentamente hacia dentro cada vez que se la sacaba hasta la mitad. Esta
vez comenz� a gozar antes que yo. Ten�a los ojos entornados y me acariciaba la
cara lami�ndomela cada vez m�s fuerte conforme su orgasmo se acercaba. Cuando
sent� latir sobre la ra�z de mi polla los labios de su precioso co�o supe que se
estaba corriendo. Su espesa y suave leche bati� de nuevo sobre mi excitado
capullo y comenc� a sentir de nuevo subiendo hasta mis test�culos y mi miembro
las primeras oleadas del orgasmo. Explot� dentro de la vagina con fuertes
latidos, estremeci�ndome en una llamarada de placer infinito. Qued� de nuevo
desmadejada sobre la cama respirando a bocanadas aunque yo segu�a lami�ndole las
hermosas tetas de arriba abajo y ella sigui� estremeci�ndose durante mucho
tiempo despu�s de haber acabo yo.
-- Uf, Dios m�o, no s� como lo consigues, mi ni�o.
-- Anda, vamos a ba�arnos - le dije saliendo de ella tan duro
y potente como hab�a entrado.
-- Por favor, cari�o, d�jame descansar un poco. No puedo m�s.
Cerr� los ojos, pero su mano me acariciaba la espalda con
ternura. Me inclin� sobre su peque�o co�o y met� la cabeza entre sus muslos
dispuesto a lamerla por muy mojada que estuviera.
-- No... no... no - pero no se movi� y de nuevo me tragu� su
deliciosa leche aspir�ndola con la misma fruici�n que un helado.
-- Ufff, ni�o m�o, vas a matarme de placer. Anda, vamos a
ba�arnos.
Llenamos la ba�era hasta la mitad con agua tibia y aprovech�
para besarla desde las nalgas hasta el cuello, lami�ndola como un gato lame un
plato de leche. Su piel, suave y fina como el plum�n ten�a sabor a fruta. Una
vez dentro del agua coment�:
-- No consigo entender como es posible que sigas con la misma
erecci�n despu�s de haber disfrutado tantas veces. No lo entiendo.
-- Porque est�s tan buena y cachonda que no puedo dejar de
follarte. Te quiero tanto, Nere, que me hace da�o tanto quererte.
-- Mi ni�o bonito y precioso, pero que labia m�s fina te ha
dado Dios.
-- S�lo tengo ganas de hacerte el amor. Estar�a dentro de ti
d�a y noche. � Verdad que me dejar�s follarte todas las noches?
-- Pero tendr�s que ser muy precavido y hacer todo lo que yo
te diga sin protestar. Y no me aprietes tanto el sexo que me hace da�o.
-- Perdona, � te la meto otra vez?
Me mir� y suspir� mientras se estiraba en la ba�era. Me hizo
pasar las piernas por debajo de las suyas y me atrajo hacia ella dirigiendo mi
enhiesta lanza hasta la entrada de su vagina. Comenz� a entrar pero s�lo logr�
penetrarla hasta la mitad. Entonces desliz� el culo hacia m�, sosteni�ndome por
las nalgas y me clav� en ella hasta la ra�z. Jugu� con sus preciosos globos
lamiendo los pezones de nuevo. Parec�a tener en ellos tanta sensibilidad como en
el cl�toris, pues se pon�a cachonda nada m�s empezar a mam�rselos.
-- Se te est�n poniendo duros otra vez - y la mir� con
picard�a.
-- Claro, no soy de piedra - los m�sculos de su vagina me
apretaron la verga con fuerza - Te gusta eso � verdad?
-- Claro, voy a correrme s� continuas as�.
De nuevo volvi� a presionarme la polla con la vagina,
orde��ndomela hasta que consigui� que me corriera agarrado a ella como un
n�ufrago a una tabla.
--�Qu�, se te pasa el dolor, granuja?
-- No s�, creo que no - coment� ri�ndome
La verdad es que s�lo de pensar en su co�ito me la pon�a
dura. Ella estaba asombrada, m�s que asombrada, at�nita y coment�:
-- Si no lo veo no lo creo.
Volvimos a la cama. La jod� otra vez hasta que barrit� de
placer como una loca. Luego, en vista de que no se me bajaba me hizo tumbar de
espaldas y se meti� la verga en la boca, chup�ndomela con tal habilidad que cada
pocos minutos ten�a una corrida. Tambi�n yo la chup� a ella y tragu� se espesa
leche hasta saciarme. Siempre me ha gustado el licor que fluye del orgasmo
femenino, parecido a la mantequilla salada ligeramente amarga; creo que act�a en
m� organismo como un potente afrodis�aco. Recuerdo que fue a las tres de la
ma�ana cuando, despu�s de tragarme cuatro veces m�s su espesa leche, y llevarme
ella otras tantas hasta el orgasmo, cuando nos quedamos dormidos.
Dorm�amos juntos todas las noches, esperando yo en mi
habitaci�n durante una hora antes de irme a la habitaci�n de mi hermana con el
fin de darle tiempo a Megan para que se durmiera. Jod�amos a placer noche tras
noche, incansablemente, am�ndonos cada d�a m�s. Estaba tan enamorado de Nere,
deseaba tan ardientemente su cuerpo desnudo, terso y suave como los p�talos de
las flores, que mi ansia de ella resultaba insaciable y creo que a ella le
pasaba lo mismo. Me acunaba, me acariciaba y se dejaba comer el co�o sin
protestar ni una sola vez. Nunca desfallec�a en mis ansias de follarla, pues me
bastaba hundir mi cabeza entre sus portentosos muslos, mordisquearle y lamerle
las ingles, chuparle uno a uno los gordezuelos labios de la vulva y sorberla el
cl�toris, tragarme la leche de sus orgasmos, para que mi verga estuviera siempre
dispuesta y berroque�a, y yo encantado de met�rsela hasta la ra�z.
Y as� acab� el a�o, sinti�ndome plenamente feliz por gozar
noche tras noche de la mujer con la que hab�a so�ado desde que por primera vez
la vi desnuda por el ojo de la cerradura cuando ten�a menos de cinco a�os.