Las tetas de mi hermana Sonia
Era uno de los tantos veranos pasados en la casa de mi
abuela, en el norte de Argentina, mi pa�s natal. La reuni�n de los primos era lo
mejor de esos meses pasados bajo el calor bochornoso de la provincia de Jujuy.
Ocho primos, de varias provincias diferentes, unidos bajo el techo del enorme
caser�n cercano al centro. En esa edad yo conviv�a con las furiosas
manifestaciones de mi libido en desarrollo y un hambre de mujeres aun no
satisfechas. Paliadas apenas con los siempre presentes sacudones de Manuela, la
novia que jam�s ha abandonado a hombre alguno. Ahora que lo pienso, creo que
debo haber quebrado alg�n record cuantitativo por aquel tiempo, porque tra�a un
record parejo de tres pajas diarias durante semanas. Sin embargo, nada era
suficiente y cuanta revista de desnudos cayera en mis manos, o fotos casi
sugerentes en alg�n peri�dico, o catalogo de lencer�a, o la visi�n de una
estatua femenina desnuda en el parque San Mart�n, o cualquier cosa de forma
parecida ligeramente a una mujer bastaban para motivarme al por mayor.
No hab�a realmente l�mites para mi calentura, y mis primas y
hermana no eran la excepci�n, pero sobre todo mi hermana. Sonia me hab�a atra�do
desde siempre, desde que su cuerpo se empez� a desarrollar tempranamente, a sus
12 a�os. Debo aclarar que ella me lleva 3 a�os, por lo cual al momento que
detalla el relato, ten�a 18 hermosos a�os.
Hab�a motivos sobrados para mi entusiasmo. Sonia ten�a unas
tetas para quitar el aliento, una delantera que desde chica siempre atrajo las
miradas del m�s distra�do transe�nte. Silbidos, persecuciones e invitaciones
nada santas fueron una constante durante su adolescencia, porque lo que llevaba
por delante no era su �nico punto fuerte. Su talle estrecho y su culo p�treo y
gigantesco terminaban de dar forma al sue�o er�tico de casi cualquier hombre
sobre la tierra, y de varias mujeres tambi�n, claro. Nalgas grandes, redondas y
bien paradas, la mayor parte del tiempo apenas cubiertas por los peque�os shorts
de gimnasia que usaba para correr, los cuales, al transpirar, se pegaban mucho
m�s, si cabe, a su lujurioso cuerpo.
Piel blanqu�sima, una altura de 1,70 m., pelo casta�o oscuro
largo hasta por debajo de la cintura, manos peque�as y delicadas y boca de
labios gruesos, constitu�an el marco que hacia de Sonia sencillamente una
realidad patente y expresada de muchos nocturnos gemidos masculinos.
Yo era apenas un quincea�ero flaco, que no hab�a terminado de
desarrollarse. Mi crecimiento en altura y grosor f�sico se dio reci�n a partir
de mis 17 a�os, con lo cual, por entonces, apenas rozaba el 1,60. Si agregamos a
eso que Sonia buscaba cualquier excusa, incluso las salidas frecuentes al cine
de barrio, para usar tacos y plataformas, lo com�n es que por la calle me
llevara casi una cabeza de diferencia. Siempre, siempre me gustaron las mujeres
m�s altas que yo, quiz�s desde entonces.
Triste es decirlo, pero en Jujuy no abundan las mujeres
atractivas durante el verano, estaci�n en la que emigran muchas de las familias
en busca de playas doradas y aguas refrescantes. Por eso, Sonia era de las pocas
oportunidades de ver y analizar con frecuencia a una mujer hecha y derecha, con
todo lo que debe tener. Y digo de las pocas, porque mi prima, de 14 a�os, era
muy, pero muy delgada, como yo aproximadamente, lo cual no la hacia una
candidata a mis espionajes de aprendiz de voyeur.
Si, voyeur, porque sigilosamente empec� a merodear a Sonia,
para saber de sus momentos cerca de la ducha o del cuarto, para descubrir los
momentos en los que se cambiaba y probar si tenia tanta suerte como para
atraparla con su cuerpo desnudo.
La oportunidad llego, claro. Con tanto tiempo libre era
inevitable. Un d�a a la noche, cuando nos prepar�bamos para salir, quedamos
cambi�ndonos en el piso superior donde dorm�amos todos, solo Sonia y yo.
Mientras me terminaba de poner la camisa vi por la puerta entreabierta como
Sonia, desde el otro cuarto, entraba al ba�o solo con un gran toall�n. En el
acto sent� la oportunidad, y tambi�n sent� mi pito demandante pidiendo palma.
Me acerque despacio a la puerta del ba�o, aprovechando que
estaba entreabierta y, si, gracias, gracias dios, la cortina de la ducha estaba
ligeramente corrida. El espacio que quedaba descubierto evidenciaba el cuerpo
majestuoso de mi hermana.
A riesgo de parecer exagerado dir� que es una de las mujeres
desnudas m�s hermosas que he conocido jam�s. A mis quince a�os, adem�s, la �nica
que pude ver en vivo y en directo.
Una cintura de avispa, vientre plano, y unas tetas como pocas
veces he visto aun hoy. Enormes, firmes, como ri�ndose de la gravedad, un par de
masas de carne que suger�an pecado y hac�an so�ar con dejar descansar la cabeza
entre ellos para no levantarla nunca. Pezones peque�os y sonrosados, como
invitando a la degustaci�n. Cuando se dio vuelta, vi el resto. Dios m�o, ese
culo parec�a tallado� nalgas duras, carnosas. El tama�o de ese culo juvenil es
algo que dif�cilmente pueda borrarse de memoria alguna. Un milagro, algo que una
mente quincea�era apenas pod�a asimilar. Algo que merec�a ser agarrado,
manoseado, mordido, disfrutado, pero que no pod�a estar ah�, lav�ndose
imp�nemente, imp�dicamente, bajo la ducha, sin disfrutar de los sensuales goces
de un cuerpo masculino. Y las piernas de corredora� largas, infinitas, de muslos
redondeados y ligeramente bronceados por el sol inclemente, como el resto de su
cuerpo.
Poco falt� para que, a riesgo de ser descubierto (y apaleado)
me abalanzara sobre ella para tocar ese cuerpo en el que ya para entonces sab�a
no podr�a dejar de pensar. Un resto de cordura hizo que me alejara a encerrarme
en mi pieza, para pajearme duramente, a dos manos, recordando ese cuerpo de
diosa. Despu�s del tercer orgasmo me calm� un poco, y baj� para recorrer la
ciudad con mis primos.
Parques, cines, coca-cola y panchos fueron la constante de
esos d�as, pero yo segu�a con una sola idea fija: volver a ver el cuerpo desnudo
de mi hermana.
A los pocos d�as vi que Sonia volv�a de correr. Siempre lo
hace por las ma�anas, muy temprano, para mantener su estado, pero ese d�a se
qued� dormida, por lo que su paseo al trote tuvo que esperar hasta el mediod�a.
La vi, con ese pantal�n corto de tela de algod�n blanco todo transpirado, pegado
al cuerpo, a ese culo maravilloso, y su remera blanca, transparentando
completamente su corpi�o gigantesco. Eso alcanz� � y sobr� � para que sintiera
mi miembro crecer sin control. Solt� la pelota con la que estaba jugando y con
una excusa idiota me separ� de mis primos, quienes no me hicieron mucho caso y
siguieron jugando entre s�.
Discretamente segu� a Sonia escaleras arriba, esperando en el
descanso de la escalera hasta que escuch� correr el agua de la ducha. El
agobiante calor hizo que dejara la puerta del ba�o apenas entreabierta, lo que
aprovech� para terminar de abrirla y espiar dentro. Nuevamente admir� ese cuerpo
dise�ado para el placer visual, entreg�ndome a las m�s bajas fantas�as
imaginables: yo apoyando mi pija erguida contra el culo de Sonia; yo capturando
desde atr�s esos globos de carne palpitante y amas�ndolos como si en ello me
fuera la vida, yo� pero el grito me sac� de mis delirios, cuando abr� los ojos,
ah� estaba Sonia, con los ojos abiertos como platos, los dientes apretados y con
sus dos manos tratando de tapar sus tetones, sin conseguirlo, mientras me miraba
como asqueada. Yo boyaba entre el terror de haber sido descubierto con los
pantalones cortos bajos, el pene bien parado en la mano, y la excitaci�n que me
produc�a ver la lucha de mi hermana por tratar con sus peque�as manos de cubrir
esas bellas y enormes tetas enjabonadas.
No atin� a mucho, corriendo a paso de ping�ino, con los
pantalones todav�a bajos, recorr� los pocos metros que me separaban de mi pieza,
encerr�ndome con un portazo. Me escond� ah� hasta la hora de la cena, cuando
baj� despu�s del tercer llamado de mi abuela. Avergonzado y lleno de miedo por
encontrarme con una mesa llena de miradas acusadoras, me sorprend� cuando
comprob� que todo parec�a normal. Era evidente que Sonia no hab�a dicho palabra,
aunque en la mesa evit� mirarme todo el tiempo.
Despu�s del postre salimos a la calle para ver como, desde la
parte elevada de un puente que queda a pocos metros de la casa de mi abuela, un
grupo de chicos tiraba globos llenos de agua a los autos que pasan por debajo,
ocasionando sendas puteadas de los conductores, impotentes para evitar la lluvia
de bombas. Me acerqu� a Sonia, que estaba un poco apartada, para intentar
explicar, hacer las paces, pero me cort� el principio del discurso de modo
tajante:
Soy tu hermana, no me pod�s espiar como a una cualquiera.
Est� mal, es una porquer�a. Si esp�as as� a las mujeres sos un cerdo de
mierda, y mucho m�s si esa mujer es tu propia hermana.
Yo sent�a que se me incendiaba la cara de verg�enza, y sent�
el pito encogerse tanto que pens� que se me iba a transformar en vagina. Las
palabras de mi hermana me sonaron tan duras como una cachetada, es m�s, hubiese
preferido un par de golpes antes que o�rle decir aquello.
Por eso me sorprend� tanto cuando, por la noche, sent� la
puerta abrirse. Era Sonia, vestida con un camis�n min�sculo, blanco, et�reo, que
parec�a moverse al comp�s de la brisa que consegu�a colarse en el viejo caser�n
y que apenas le cubr�a la mitad de sus muslos dorados. No podr�a haberla
imaginado m�s sexy ni en mis m�s furiosas aventuras mentales. Con gesto
conciliador, se sent� discretamente en un borde de la cama y empez� a hablar.
- No quise ser mala con vos, Dany, pero entendeme que me
asustaste y me dio mucha bronca que me vieras desnuda. Ning�n hombre me vio
antes as�, �me entend�s? Y me dio tanta verg�enza que tenia ganas de llorar.
- Pero� �verg�enza por qu�? No entiendo eso. �Y ning�n
hombre te vio antes desnuda? �Como? O sea que� pero yo pens� que vos ya�-
- No, no, no, yo nada, todav�a nada con nadie. Y
verg�enza porque tengo un cuerpo horrible, tarado, o no te diste cuenta...
pasa que vos ten�s un gusto atrofiado. O nunca antes viste una mujer desnuda
antes y todo te viene bien.
No se de donde saqu� el coraje para decirle:
Sonia, perdoname, pero yo vi muchas, muchas revistas con
mujeres en bolas, y ninguna tiene un cuerpo tan, tan� tan lindo como el
tuyo� - las palabras se me atoraban en la garganta.
Los ojos de Sonia se llenaron de interrogantes.
Vos me est�s cargando, �viste el tama�o de este culo? �
dijo, par�ndose y d�ndose una sonora palmada en el trasero que reson� en el
cuarto - �No es normal!
�Pero tu culo est� b�rbaro! �Por qu� no te gusta? A los
hombres nos vuelve loco una cola enorme con una cintura como la tuya.
�En serio?
S�! s�! Y, si encima tienen unas tetas enormes como las
que ten�s vos, es como un combo perfecto, lo que todos quieren, lo que yo� -
me detuve cuando vi la expresi�n de Sonia. Me di cuenta que me hab�a pasado
de la raya.
No est� bien que hables as�, no est� bien, somos hermanos
� pero, aunque estaba muy seria, parec�a decirlo m�s para si misma que
dirigido a mi. Eso me hizo envalentonar.
Claro que est� bien, porque es la verdad, y porque tu
cuerpo es la fantas�a de cualquiera. Por eso yo te estaba espiando, por eso
estaba as� cuando me descubriste.
�Estabas as� por m�?
Claro, �por qui�n m�s?
Basta, no hablemos m�s de esto.
Como quieras, pero si te voy a ser sincero, me encantar�a
espiarte en la ducha de nuevo, pero como se que te vas a enojar, no lo voy a
hacer.
�Pero Daniel, sos mi hermano, esta mal!
�Quien dice? Yo se que te veo sin ropa y me vuelvo loco�
mir� como estoy ahora, y eso que est�s vestida. - Con aire fanfarr�n, me
destap� para mostrarle el bulto en mi pijama, desaboton� la parte de la
bragueta y le mostr� mi miembro totalmente parado. Yo no daba m�s, la charla
me hab�a retorcido el cerebro y, sin pensar, retir� la piel que recubre el
glande, dejando la cabeza lustrosa a la vista de mi hermanita.
Sonia lo miro, suspiro hondo y se fue apresuradamente hacia
su habitaci�n, sin decir palabra. Bah, casi. Solo atino a decir:
Sos, sos un cerdo, sos�
Yo estaba exultante. No hab�a podido siquiera rozarle la
mano, pero sab�a que le hab�a provocado una profunda impresi�n. Esta mano hab�a
sido toda m�a, y sin propon�rmelo.
El d�a siguiente transcurri� con toda normalidad, excepto por
un peque�o detalle. En mitad del almuerzo, tuve que ir a buscar a la enorme
cocina de mi abuela una gaseosa. Cuando hab�a cerrado la puerta de la heladera
con la botella en la mano, veo que Sonia entraba a la cocina.
Vengo a buscar la mayonesa. � dijo.
Yo no respond�, pero como el espacio cerca de la heladera es
poco, por las mesas cercanas, me corr� contra una de ellas para que Sonia
pasara. Cuando vi que me daba la espalda para pasar, no pude evitar la
tentaci�n, me adelant� un poco y apoye mi ingle contra su culo. Ya estaba duro
de solo haberla visto entrar a la cocina (en realidad, en esa �poca viv�a al
palo todo el santo d�a) as� que pudo sentir mi deseo restregarse contra sus
nalgas. Viendo que pasaba lentamente, apoye con fuerza contra su cuerpo y, con
el brazo libre de gaseosas, la sujete por la cintura, rode�ndola. Extra�amente,
no dijo nada, ni emiti� sonido alguno. Abri� la heladera y se puso a buscar la
mayonesa. Cuando la encontr�, la solt� y se separ� de m�.
Yo no cab�a en m� de contento. Lo complicado fue pasar el
resto del almuerzo con la pija como una estaca, hasta que terminamos y me pude
ir a raspar el mu�eco tranquilo en el ba�o.
Esa noche tuve, como es l�gico, un sue�o completamente
h�medo. En �l, ten�a las largas piernas de Sonia enroscadas en mi cintura,
mientras yo, sobre ella, bombeaba sin descanso. Hasta pude sentir la
transpiraci�n de los dos, mezcl�ndose, y los dientes de Sonia morderme con furia
el hombro en la explosi�n de su orgasmo, mutuo orgasmo, y el l�quido vital
hundi�ndose en sus profundidades. El descanso posterior comenzaba con mi cabeza
apoyada en las mullidas almohadas de sus senos.
Pero los senos eran meramente almohadas reales. Cuando me
despert�, con la natural angustia en la garganta de comprobar que todo hab�a
sido solo un sue�o, me propuse hacer algo al respecto. Pod�a ganarme la
enemistad de mi hermana de por vida, pero ten�a que averiguar si lo que hab�a
presentido en la cocina el d�a anterior era cierto. No quer�a m�s charlas, yo
quer�a contacto, m�s contacto.
Durante los siguientes d�as, aprovech� cada oportunidad para
tocar a Sonia de alguna forma. Si coincid�amos al salir de la casona, corr�a
hacia ella, me hacia el que tropezaba y apoyaba mi ingle contra su culo. Trataba
de sentarme al lado de ella siempre en la mesa y, tir�ndole algo inofensivo
(sal, az�car, etc.) la ayudaba a limpiarse� como ella frecuentemente usaba
cortas minifaldas o mini shorts, mis manos r�pidamente iban hacia la desnuda
carne de sus muslos.
Si la encontraba leyendo en la cama, le tiraba almohadas,
para simular jugar con ella, para pasar a juegos de mano r�pidamente y luchar en
broma, tratando de tocar sus tetas, rozar si cintura, apoyarme sobre su fabuloso
culo, palpar sus muslos�
Descubr� que su resistencia era cada vez menor. Cualquier
idiota se hubiese dado cuenta que mis juegos no eran tales, pero ella solo
atinaba a ponerse colorada y, en el mas evidente de los casos, correrme la mano.
Pero no dejaba de sonre�r, y eso me daba m�s y m�s valor.
Una tarde en la que la familia estaba de paseo y Sonia
estudiando para su pr�ximo ingreso a la Universidad, me hice el enfermo para
quedarme solo con ella. Cuando me asegure que todos se hab�an ido, prepar� una
merienda completa y la llev� en bandeja a la habitaci�n de Sonia quien, al
verme, se puso muy contenta por el detalle.
Estaba encantadora, con un pantaloncito de jean cortito, de
esos que terminan justo debajo de la cola, y una remera musculosa liviana de
algod�n blanco, de tirantes muy delgados, bien escotada, tanto que era
perfectamente visible la uni�n de esos pechos que no me dejaban dormir.
Comimos juntos y, despu�s de haber dejado en la bandeja en el
suelo, empezamos a hablar un poco de todo, de la familia, de la enorme casona,
que parec�a un castillo medieval m�s que una casa, de los primos� yo empec� a
hacerle un chiste tras otro, realmente mi humor produc�a y produce un gran
efecto en Sonia. Cuando empec� a contar chistes verdes, empez� a re�rse m�s aun,
y a tirarme almohadas mientras me dec�a "cerdo", "asqueroso", y cosas como esas.
Pero no lo dec�a en serio.
Yo comenc� a tirarle almohadas en respuesta a sus
almohadazos. A los pocos segundos estaba atrap�ndole las manos para detenerla
jugando, y con una de mis piernas inmovilic� sus dos piernas. Ella,
juguetonamente, hacia mucha fuerza para liberarse, pero de tanto moverse, entre
escapadas de sus manos y mi posterior conquista, s�lo consigui� que se corriese
uno de los tirantes de su musculosa blanca y me dejara ver gran parte de su seno
derecho. Cuando vi el pez�n rosado apuntando directamente a mi cara, a menos de
diez cent�metros, no pude contenerme. Aun sujetando las manos de Sonia, acerque
mi boca al pez�n y lo atrap� con mis labios, saboreando por primera vez en mi
vida el cuerpo de una mujer, y, dios m�o, que mujer.
Sonia empez� a sacudirse m�s fuerte, ya no re�a, y en cambio
gritaba:
�Soltame Daniel, soltame, no seas animal, soltame!
Yo no pod�a escucharla, no quer�a escucharla, por lo que
hice o�dos sordos a sus quejas y segu� trabajando sobre su pez�n, mientras con
mi mano derecha libre (solo con la izquierda sujetaba sus flacos bracitos),
comenc� a palpar ese culo incre�ble.
Por favor, dejame, dejame � lloraba Sonia � no quiero, no
me gusta.
Yo estaba como loco, ahora estaba mordiendo ligera,
delicadamente cada parte del pecho de Sonia, no pod�a creer el tama�o de ese
globo, que ya estaba completamente descubierto. Pero yo quer�a m�s, mucho m�s.
Con mi mano derecha sujete su tirante y rasgue por completo
su remera, quedando ambas tetas al aire. No pod�a creer la belleza de ese
espect�culo. Mir� su cara en ese momento, y Sonia me miraba, entre asustada y
asombrada, pero ya no lloraba. Tampoco tenia cara de enojada, parec�a m�s bien
expectante, a la espera de mi pr�ximo movimiento. Este no se hizo esperar,
zambull� mi lengua en esos globos so�ados, puse mi cara entre ellos y lam� la
piel entre los senos, mord�a cada pedazo de ellos, succion� sus pezones con
furia, hasta que empec� a escuchar unos d�biles gemidos. Era mi victoria, era
Sonia, acusando sensaciones de placer. Sin soltar sus manos, empec� a besar su
pancita, recorr� con mi lengua su peque�o ombligo, lam� sus costillas, realmente
ador� todo su torso.
Ahora que recuerdo, para ese instante ya hab�a dejado de
aprisionar sus piernas con las m�as, por lo que f�cilmente podr�a haberme dado
un rodillazo en plena cara, con esas piernas de corredora que tenia, y noquearme
sin esfuerzo casi. Pero no lo hizo. Despu�s del reconocimiento de su cuerpo,
levante la vista para mirarla, y tenia los ojos entrecerrados, y los labios
abiertos. No pude evitarlo, me levante un poco y me lance sobre sus labios
rosados, la bese con pasi�n, con fuerza, y ella, que abri� los ojos sorprendida,
no atinaba a responder a mi beso. Pero mi boca no admit�a discusi�n, presionaba,
mord�a esos labios rellenos, met� mi lengua hasta lo profundo, hasta que empec�
a encontrar su lengua tambi�n, y vi sus ojos, ya nuevamente cerrados. Y escuche
sus gemidos, acentuados por las caricias de mis dos manos en sus senos. Era m�a,
no lo pod�a creer, Sonia era m�a, y yo estaba completamente loco de placer, de
orgullo, de adrenalina, de excitaci�n furiosa. Apret� con mucha fuerza esos
pechos, hasta sentir que estaba amasando, pero incre�blemente Sonia no se quej�
nunca.
Sent� un enorme dolor en mi pelvis: era mi miembro,
totalmente duro, que ped�a ser liberado. Me saque los pantalones sin dejar de
besarla, y, tomando una de sus manos, la apoye en mi miembro jugoso. Sonia
segu�a con los ojos cerrados, evidentemente quer�a imaginarse que todo era
contra su voluntad. Empez� a mover r�tmicamente su mano sobre mi pija, por lo
que tuve que dejar de besarla para empezar a gemir. Bese su cuello, lam� sus
orejas, en una sucesi�n de actos que no termino de recordar, porque mi libido
era tan grande que no me explico como no acab� en esos primeros instantes. Dej�
de pensar, me separ� de su cuello y me dirig� hacia su pantaloncito de jean.
Cuando quise desabrochar su bot�n, sent� las dos manos de Sonia detenerme "no,
no, no� no", me dec�a, pero no me lo dec�a a mi. Era tan d�bil su negativa que
la ignor� desde el primer instante, corr� sus manos y desabroche los botones del
pantal�n. Tirone� hacia abajo con fuerza, saque rasgando su delicada bombachita
sonrosada y en pocos segundos estaba frente a la mas bella concha que recuerde�
de labios gruesos, y rosados� perfectamente depilada. Cuando comenc� a besar sus
muslos nuevamente sent� sus manos, esta vez sobre mi cabeza, que me empujaban,
queri�ndome alejar.
Me met� dos dedos en la boca y los dirig� hacia su vagina. La
penetr� con un dedo primero, acariciando a mi vez los labios con el otro. Su
resistencia se desvaneci� como por arte de magia. Le met� dos dedos, tres dedos,
entrando y saliendo, mientras mord�a sus rodillas, la cara interior de sus
muslos, hasta que empec� a lamer sus labios vaginales sin sacar los dedos de su
interior. El gusto me fascin�, saque los dedos y comenc� a meter la lengua m�s
profundamente en su cueva. Encontr� su cl�toris (para ese entonces no sabia ni
como se llamada) y, al lamerlo, escuche la explosi�n de Sonia.
Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh�����.
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!! �
Sonia hab�a tenido su primer orgasmo, al menos el primero con
un hombre, y yo lo estaba sintiendo al notar la intensa humedad de su cuevita,
por lo que intu� que algo bien hab�a hecho. Redoble mis lametones sobre su
cl�toris, al tiempo que volv� a meter tres dedos en su ya dilatada vagina. Sonia
explot� en cinco orgasmos encadenados de inmediato. Yo no daba m�s. As� como
estaba, levante mi torso, por lo que sus piernas, apoyadas sobre mis hombros,
acompa�aron mi movimiento. Cuando me incorpor� sobre su cuerpo, quedo totalmente
expuesta, con sus talones en mis hombros y mi pija dura, jugosa, a pocos
cent�metros de su conchita. No la mire, no pregunte, no pens�. La penetr�,
apoyando la cabeza en la entrada de su vagina y presionando con fuerza. La
dilataci�n era completa, mi ancha cabezota pas� apretadamente la entrada, y
apret� mucho m�s para intentar terminar de enterrarla, pero me detuvo su himen.
Hasta ese momento yo realmente no hab�a cre�do que era virgen, porque le conoc�
varios noviecitos, pero ah� estaba la prueba, y yo solo quer�a romper esa
prueba. Sonia gem�a m�s alto cada vez, pero cuando llegue a la mitad, tuve que
detenerme, porque me estaba costando mucho, y mi hermana acusaba dolor. Me
retir� un poco, y bombee de nuevo, rasgando su telita virginal para siempre.
Otra retirada, y un duro ataque posterior. En pocas sacudidas, ten�a mis 18
cent�metros adentro, pero ya para ese entonces me ve�a venir y aceler� los
movimientos. No tenia idea si ella tomaba pastillas o no, pero no era el momento
de considerarlo. Me derram� entero en su interior, mientras sent�a los
mordiscones de ella en mi hombro. Era mi sue�o, era como en mis sue�os h�medos,
y yo sencillamente lo estaba viviendo.
No se me bajo ni un cent�metro la pija, casi de inmediato
empec� a bombear de nuevo, y ella a gemir fuerte, fuerte.
Para ese momento rodeaba mi cuello con sus brazos y me besaba
desesperadamente. Yo ten�a mis manos en su culo y la penetraba con autoridad,
con fuerza, ahora sinti�ndome mucho mas seguro de no acabar r�pido, con el pene
duro como piedra�
Quise cambiar de posici�n, y tenerla arriba. Rodamos, y ella,
ahora como una amazona sobre mi, se corri� el pelo de la cara y pude ver su
rostro� sonre�a, tenia los ojos semiabiertos como quien despierta de un largo
sue�o, el sudor ba��ndole las mejillas y la frente, sus dientes blancos y, m�s
abajo, esas dos piezas de arte, esos pechos enormes, duros, gigantescos,
invitando al manoseo. Cuando empez� el sube y baja me prend� de sus tetas como
quien se sujeta a un salvavidas en mitad de una tormenta mar�tima. La danza
comenz� y Sonia se mov�a de maravillas, en forma circular, arriba y abajo, pero
r�pidamente, con una agilidad incre�ble. Yo no pod�a creer que esa leona hab�a
sido virgen como yo, minutos atr�s. Sent�a que mi pija llegaba al fondo, hacia
tope, y sal�a casi completamente para desaparecer dentro de ella nuevamente.
A los pocos minutos termin� de nuevo, despu�s de varios
orgasmos m�s de ella.
Cuando sinti� mi leche dentro suyo, se derram� sobre mi,
agotada.
Sos un hijo de puta, me acabaste dos veces adentro. Me
ten�s que avisar, yo no tomo nada� -.
Perdoname, perdoname, dec�a yo, entre suspiros� no sab�a,
yo nunca�
�En serio? �Esta fue tu primera vez? � Se hab�a
incorporado un poco y, aunque sonre�a, me miraba con cara extra�ada.
Si� �se not� mucho?
No, para nada � reconoci� � me gusto. Me gust� mucho -.
Se dejo caer en la cama, al lado m�o. Nuestras piernas se
entrecruzaban, se acariciaban, como si no pudi�ramos perder el contacto
demasiado tiempo. Me apoy� en un codo para verla mejor. Era mejor as�, sin
hablarnos, sin cuestionarnos nada. La bes�, y ella respondi� a mi beso con
dulzura, acariciando mi pecho con su mano.
Se levant�, yendo al ba�o. Escuch� el ruido de la ducha.
Record� las veces que la hab�a espiado ba��ndose y me parec�a un pasaje de
ensue�o haberle acabado dos veces dentro hacia pocos instantes. El recuerdo del
pasado inmediato hizo que se me pusiera dura de vuelta, por lo que, par�ndome,
fui hasta la puerta del ba�o, que estaba abierta. Ah� estaba ella, mojada, con
el pelo aplastado por el agua, y su cuerpo de hembra total como nuevo, sin
rastros de lo que hab�a pasado salvo por el color rojo intenso de sus tetones, a
los que me hab�a dedicado mucho.
Sent� una excitaci�n enorme cuando se dio vuelta y vi ese
culo de fantas�as como invit�ndome� me met� con ella a la ducha y apret� mi pija
contra su trasero, haciendo fuerza, mientras con un brazo atrapaba sus enormes
tetas y con la otra le agarraba las manos. Mord� su cuello, ella re�a.
Dios m�o, Daniel, no te cansas nunca, eh?
No, no me canso nunca, nunca me voy a cansar de vos.
La presi�n sobre su culo aument�, yo estaba picoteando como
buscando un lugar por donde entrar.
No, ni se te ocurra que te voy a dejar entrar por ah�, no
quiero, que porquer�a - Pero yo no estaba para consideraciones morales y
segu� empujando con ganas.
Empuj� mas fuerte, ella empez� a revolverse un poco, como
queriendo darse vuelta, pero, aunque flaco, siempre fui m�s fuerte que ella.
Sent� que la punta de mi pija hab�a encontrado su agujero posterior, pero estaba
tan seco que no pod�a avanzar ni medio cent�metro.
Vi el frasco de shampoo al lado y, sin soltar sus manos, tire
medio frasco sobre mi pija y el resto sobre el culo de Sonia. Me embarr� de
shampoo y embarr� el agujero de Sonia, metiendo un dedo a duras penas, porque se
mov�a mucho dentro de la ducha.
�Dejame tarado, no quiero, por la cola no quiero!
Ok, dejame probar, si te duele la saco, eh? �Nada mas que
la puntita! (la frase mas vieja del mundo en boca de un casi virgen)
�Pero s�camela si me duele o te juro que te corto las
bolas!
Bueno, bueno, vos dejame.
Apret�, encontrando nuevamente su agujero trasero, e hice
fuerza. Sent� el milagro de la presi�n ceder, pero sin perder tensi�n. Sent� la
punta de mi pija atrapada por anillos r�gidos, que me daban mas placer del
imaginado. Cuando tuve toda la cabeza dentro, no me pude contener, y,
agarr�ndome fuerte de las tetas de mi hermana, empec� a empujar como un
enloquecido, ante los alaridos de dolor de Sonia. Empuj�, empuj�, la agarre por
momento de la cintura para hacer mas fuerzas, ella me rascu�aba los brazos del
dolor que sent�a, pero en pocos minutos tenia todo mi largo a pleno dentro de su
culo, dentro de ese incre�ble culo, que presionaba sus cachetes mullidos sobre
mi ingle. No me detuve, empec� a bombear r�pidamente. Una vez abierto el canal,
todo parec�a m�s f�cil, y empec� a entrar y salir r�pidamente, mientras con una
mano tocaba sus tetones y con la otra la tenia de la cintura, porque parec�a que
se iba a caer.
Al rato, como a los diez minutos de bombear furiosamente,
escucho un ronco gemido de la boca de Sonia. �Estaba acabando, no lo pod�a
creer! Al primer gemido siguieron otros, m�s fuertes cada vez, m�s sonoros, y
sus u�as se clavaron con fuerza en mis brazos.
Yo estaba en la gloria, con un empuj�n final tir� una
cantidad enorme de leche en su culo, y me quede ah� hasta que la pija se encogi�
tanto que f�sicamente era imposible tenerla dentro. Ella segu�a de espaldas a
m�, la ducha continuaba moj�ndonos a ambos.
Te quiero, Sonia � dije.
Ella no respondi�.
�Me o�ste? Te quiero, te quiero mucho, Sony.
Yo tambi�n te quiero Daniel.
Se dio vuelta lentamente, abri� esos ojos verdes encantadores
y nos fusionamos en un fuerte abrazo.
Durante los siguientes a�os nuestra pasi�n no hizo sino
crecer, disfrutando del sexo prohibido en todas las formas posibles. Nunca voy a
querer a alguien tanto como mi hermana, y nunca disfrut� del sexo tanto con
nadie m�s.
Pero ese verano solo hab�a comenzado. Hab�a muchas m�s cosas
por descubrir�
�Continuar�?