Relato: Una tarde con Julia Eran las 10 de la mañana
de un sábado del mes de mayo del 2000, en un pueblo cercano a Madrid.
Sonó el teléfono. Mi novia Sonia me llamaba, eufórica,
diciéndome que había conseguido un trabajo como secretaria
en una gestoría cerca de casa. Además de decirme una y otra
vez lo contenta que estaba, me comentó que fuera ese mismo día
a comer a su casa para celebrarlo. Yo dije que iría con mucho gusto
y le recordé lo bien que me lo había pasado dos noches antes
en su casa. Nos despedimos. Conocía a Sonia desde hace mucho tiempo,
ya que vivíamos cerca uno del otro, pero sólo llevábamos
saliendo dos meses. Ella es espectacular: rubia, ojos marrones, con unas
tetas de tamaño normal pero con los pezones bastante grandes y mirando
hacia arriba, caderas algo anchas con un culete redondeado. Es algo mayor
que yo; tiene 26 años. Tardé casi un mes en convencerla de
que follásemos, pero desde que la convencí lo hemos estado
haciendo casi todos los días. Al principio pensé que era
un poco tímida, pero en este poco tiempo me ha demostrado que es
una verdadera putita: le encanta comerme la polla mientras ella se pajea
con sus dedos; un día, mientras yo conducía, se subió
la faldita que llevaba, se dio una crema que llevaba en su culo y empezó
a meterse una zanahoria de las que habíamos comprado en el hiper,
etc.
Llegué a su casa a las dos
de la tarde. Me abrió la puerta Julia, su madre. Tiene unos 47 años
y también está buenísima; de hecho, cuando era más
pequeño no dejaba de hacerme pajas pensando en ella. Me cruzaba
con ella por la calle, nos saludabamos, y cuando llegaba a casa se masturbaba
como un bestia. Desde que salgo con su hija se me ha pasado un poco esa
fiebre, aunque no del todo. Julia es más morena que su hija, siempre
está perfectamente bronceada y tiene un cuerpo increíble:
tetas más grandes que las de Sonia, curvas de escándalo y
una boca enorme con labios muy sensuales que parecen pedir una polla para
chupar. Está divorciada y en el barrio siempre ha tenido fama de
puta. Me dio dos besos y me mandó pasar. Llevaba un vestido de verano
con gran escote y tirantes. Pasé al comedor, donde estaba Sonia.
Ella se levantó del sofá y me besó en los labios.
Nos pusimos a comer; siempre que iba a su casa me sorprendía la
naturalidad con que hablaban de cualquier tema, cosa que no pasa en mi
casa: si salía algún tipo bueno en la tele, Julia comentaba
sin reparos que "ya le podía hacer a ese un buen trabajito"
y después se reía,... A las cinco de la tarde, Sonia me dijo
que había quedado con Marta, una amiga suya inaguantable, para comentarle
lo del nuevo trabajo. Yo dije que me iba a casa a echar la siesta, pero
en ese momento Julia intervino diciendo que me quedase allí, que
a ella no le molestaba. Miré a Sonia y asintió, así
que acepté.
Me tumbé en la cama, con
bastante sueño y un poco excitado por quedarme solo con Julia. Una
hora más tarde me desperté. Se oían en el comedor
un montón de gemidos. Me levanté, con la polla totalmente
tiesa. Me asomé sigilosamente al comedor y vi que Julia estaba viendo
una película porno en la que un negro con una polla enorme se la
metía a una tía negra con unas tetas enormes y unos labios
(superiores e inferiores) muy carnosos. Julia estaba con el vestido levantado
hasta la cintura, bragas negras bajadas y con un vibrador metido en el
coño. Movía las caderas ligeramente y con una mano se sobaba
las tetas por debajo del vestido. Tenía el coño afeitadito,
dejándose sólo unos pelitos en la zona central de su monte
de Venus. Gemía algo, aunque mucho menos que los que estaban en
pantalla. Unos segundos más tarde, se sacó el vibrador negro
de la vagina y se lo metió en la boca, lamiéndolo completamente.
Yo me había sacado la polla del chandal que llevaba y me la estaba
meneando; estaba a punto de correrme. En ese momento supuse que lo estaba
haciendo adrede sabiendo que yo estaba en su casa y estábamos solos.
Así que me lancé. Me subí el chandal, pero se notaba
un bulto impresionante en mi paquete y entré en el comedor. Nada
más entrar, ella me miró sin hacer más.
Qué tienes ahí escondido-
dijo señalándome el bulto. Qué haces tú con
el coño al aire y chupando ese consolador- le respondí. Hace
mucho que no me echan un buen polvo, y hoy que tengo un macho en casa no
lo pienso desaprovechar. Sonia llega siempre muy contenta a casa después
de estar contigo, así que también deberías contentar
a tu futura suegra... Yo le dije que lo haría con mucho gusto. Me
bajé el chandal y le mostré mi polla, no muy larga pero bastante
gruesa. Ella sonrió y me dijo que me acercara al sofá. Agarró
mi polla por la base y le dio un lengüetazo. Estaba a mil. Se la metió
su gran boca y la succionaba, moviendo continuamente la lengua y exprimiéndome
los huevos con la otra mano. Yo bajé las manos y empecé a
sobarle las tetas; le bajé los tirantes y ella, moviéndose
un poco en el sofá, se quitó el vestido por abajo. Saqué
mi polla de su boca contra su voluntad para contemplar el espectáculo.
Estaba ahí tumbada en el sofá completamente desnuda, con
el coño y las tetas al aire; tenía unos pezones enormes,
bastante más grandes que los de Sonia, al igual que las tetas, muy
bronceadas y algo caídas, pero totalmente excitantes. Me acerqué
otra vez a ella y volví a meter mi polla en su boca. Su excitante
boca con gruesos labios la volvió a chupar; me masajeaba constantemente
los cojones con su mano izquierda... Estaba a punto de correrme. Me sacó
la polla de la boca, me la acarició con la mano y me corrí
en su cara, llegándole la leche a la frente y al pelo. Me sonrió
y siguió machacándomela hasta que se puso otra vez dura.
Comentó que "ahora quería gozar de verdad". Me
pidió que cogiera una loción solar que tenía allí
al lado y que se la diera en su culito. Le abrí las nalgas lo que
pude, dejándome ver su agujerito totalmente. Le aplique la crema
en círculos; su agujero se fue dilatando y le metí un dedo;
ella gimió de gusto. Saqué el dedo y le metí mi polla
exultante. Me dijo que la dolía un poco y que hacía mucho
tiempo que no se la metían por el culo. Me puse muy burro y empecé
a encularla lo más fuerte que pude. Ella gritaba y echaba las manos
hacia atrás agarrándome del cuello. Se corrió rapidamente
y poco después lo hice yo. Nos quedamos en esa situación
unos minutos, recuperándonos. Saqué el cipote de su culo
y lo tenía lleno de mierda; le dije que se pusiera boca arriba y
me limpié la mierda en su abdomen; ella se moría de gusto.
Fue al baño y se limpió lo que yo le había ensuciado.
Cuando volvió me propuso un juego que no pude rechazar. Me dijo
que le encantaría que la follase mientras tenía yo un vibrador
en mi culo. Estaba tan excitado que no me lo pensé ni un segundo.
Me puso crema en el culo: me metió los dedos mientras yo gemía;
retiró los dedos y metió el consolador. Me sentía
como una puta. Ella lo puso a funcionar y empezó a moverse en mi
interior. Estaba superempalmado; Julia me puso un condón con la
boca, lo que todavía me excitó más. Se sentó
encima mía y empezó a moverse arriba-abajo. Gemía
cada vez más alto y sus tetas se bamboleaban de forma increíble;
cogí una con mi mano y me metí el pezón en la boca.
Lo lamía sin cesar. Ella dijo que se corría y metió
un grito enorme. Al momento me corrí yo y me saqué el vibrador
del culo. Nos quedamos tumbados en el sofá. Me quité el condón
y eché toda la leche que tenía por sus tetas. Ella se la
restregó por todo el cuerpo. Nos vestimos. Eran las nueve y media
de la noche. La besé en los labios y la metí la lengua. Me
despedí de ella hasta la próxima. Me dijo que lo repitiera
cuando quisiera.
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Relato: Una tarde con Julia
Leida: 2018veces
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