Mi nombre es un enigma. No estoy seguro, a ciencia cierta, si
todo en m� lo es, pero s� la mayor parte de m� mismo y, desde luego, mi nombre,
si lugar a dudas. Soy due�o y se�or de la isla desierta de mis sue�os. De cuando
en cuando, alguien naufraga en ella o la divisa en lontananza y se acerca hasta
su orilla. Procuro ser galante con unos y con otros, pero inmensamente
despiadado con quien intenta invadirla. Al invasor, lo expulso o lo ahogo, que a
nadie consiento que me arrebate los sue�os, ni siquiera que intente cambiarlos.
Desde la orilla de mi isla, lanzo mi botella al mar. Al igual
que el poeta, "con el secreto designio de que, alg�n d�a, llegue a una playa
casi desierta". Pero, en vez del ni�o del poema, deseo que sea una mujer quien
la encuentre y la destape. Una mujer decidida a llegar, desde sus sue�os, hasta
los m�os. Una mujer joven, preferentemente hermosa, aunque esta no es condici�n
indispensable. Al fin y al cabo, la belleza interior no tiene parang�n posible
con la externa. Y esto es una verdad sobre la que no caben discusiones. As� que
la mujer que decida acercarse hasta mi orilla, desde la suya, ha de ser
obligadamente hermosa de alma y, casi obligadamente, de ojos.
Mujer de secretos �ntimos e inconfesables, sensual y
ardiente, sin inhibiciones en sus sue�os, posiblemente inhibida en sus
realidades. Advierto que deseo someterla en mi isla, atraparla en ella, hacerla
mi esclava, sin m�s compromiso que el de sentirse m�a en el interior de su
mente, en sus h�medos sue�os liberados. Inexperta en el dolor y en la sumisi�n,
posiblemente nunca atra�da por estas sensaciones, pero que al leer mi mensaje,
sienta deseos de descubrirlos.
Imag�nate desnuda en esta isla. No lo olvides, mujer: es una
isla de sue�os. T� llegas hasta ella con los tuyos. Su��ate desnuda y
arrodillada ante alguien que adora cada trozo de ti, porque eres suya. Tu cuerpo
es una ofrenda para tu amo. Tu voluntad, un tesoro que te resistes a perder.
Deseas que �l arranque tu placer y te sabes invadida por el mismo. Te preguntas
si es posible alcanzarlo a trav�s del dolor, del miedo al castigo. Pero sabes
que �l tambi�n es due�o de tu dolor. Te excitan tus sue�os y los suyos,
compartidos.
Ad�ntrate conmigo en un mundo desconocido para ambos. Es un
juego de amor el que te ofrezco en mi botella. En el fondo, el amor siempre es
un juego. Yo soy el due�o y se�or de una isla desierta. D�jate llevar por las
olas de tu mente y naufraga en mi isla. Aqu� te estoy esperando, desnudo y
poderoso, para poseerte. Posiblemente, no seas tan hermosa como en mis sue�os.
Pero estoy cansado de esta soledad y de la esclava de mis sue�os, joven y
hermosa, ardiente y sensual, entregada hasta el l�mite de su placer y de su
dolor, pero que no es m�s que un fantasma sin rostro definido.
Mi nombre es un enigma, como casi todo en m�. Si quieres
descifrar todos mis enigmas, cierra tus ojos, desn�date y d�jate llevar por tus
deseos m�s �ntimos e inconfesables. Sabr�s encontrarme.
Marcelo Luna