Relato: Carolina y la lluvia

Carolina es una mujer atractiva.

Carolina es mi jefa, lo que teniendo en cuenta las circunstancias, puede ser un problema.
Bueno, para ser sincero, el problema es que Carolina es casada, igual que yo.
Yo soy discreto. Muy discreto. Ni mis amigos m�s cercanos conocen lo que llamo "mi segunda vida".

Esa segunda vida comenz� con Carolina. Huau, cuando pienso en ella me olvido que tiene 47 a�os y 3 hijos adolescentes. Tengo un fetiche con las mujeres maduras.

Es una mujer fant�stica. Mide 1,70, con hermosas formas. Quiz� con un par de kilos de m�s, pero bien llevados. Su cabello es negro azabache, ligeramente enrulado, le llega por debajo de los hombros. Una frente amplia, uno labios jugosos, Ojos caf�. Manos peque�as, Un busto peque�o (no me gustan muy pechugonas), unas amplias caderas y barriga firme y delicada.

Un todo que es un paquete de los dioses. Su voz es suave y cantarina. Me gusta su risa. Sus modales te hacen sentir c�modo y cercano. Algunas mujeres dir�an que es "toquetona" porque cuando se acerca a t�, busca la forma de tener contacto f�sico, toc�ndote con sus hermosas manos.

No me malinterpretes. No es una "buscona" en el sentido normal. Todo esto ha sido una casualidad, una extra�eza. Un destino inexorable.

A veces te sientes impulsado por el viento o la oportunidad. Nada hubiera pasado si no suced�an una sere afortunada de acontencimientos.

Carolina ten�a que dar una charla. En su rol de jefa departamental, deb�a viajar r�pidamente a un par de cientos de kil�metros. El problema es que no manejaba con soltura los datos de mi oficina. Es una buena jefa, y sabe delegar. Conoc�a los datos globales, claro, pero no los detalles m�nimos. Y era muy seguro que se los preguntar�an en su exposici�n.

As�, natural y sin medias tintas, me pregunt� si pod�amos ir juntos ya que yo era el especialista. Le dije que s�, claro est�. Sin saber en que ese viaje cambiar�a nuestras vidas.

A la ma�ana del jueves siguiente, viajamos en mi auto. El suyo qued� con su marido para que pudiera llevar los cr�os a la escuela, as� es que me pareci� natural compartir el viaje. A ella no le pareci� mal.

Para el mediod�a, casi llegando la tarde, y ya almorzados, la charla hab�a sido un �xito. Carolina no s�lo es hermosa �no te dije que tambi�n es brillante? Pues... lo es. Y es un gusto trabajar para ella.

Lo cierto es que llov�a copiosamente. Como est�bamos en una localidad de monta�a, los pasos estaban inundados. La polic�a lugare�a aconsejaba viajar al d�a siguiente. Mala suerte.
Convinimos en buscar un par de habitaciones en un hotel cercano mientras les avis�bamos a nuestras familias.

No quedaron muy contentos su esposo ni mi mujer, pero hab�a que rendirse a lo evidente. No pod�amos abandonar la locaci�n.

Llegamos al hotel que result� ser una posada y quedamos en que ir�a a buscarla a su habitaci�n despu�s de ba�arnos y descansar un rato.

Luego de un par de horas, el cielo segu�a cerrado y llov�a copiosamente. Descansado, limpio y de buen �nimo, compr� en la cocina del hotel un par de caf�s (Carolina lo prefiere con crema), algunos trozos de torta de chocolate (�a qui�n no le gusta?) y con una bandeja prestada, fui a su habitaci�n a conversar y pasar un rato hasta el anochecer.

Se supon�a que cenar�amos en el comedor de la posada.

Cuando Carolina me abri� la puerta, con su amplia sonrisa, ten�a el pelo algo mojado. El perfume de su piel me lleg� suavemente y una sensaci�n de bienestar me embriag� inmediatamente. Ella tiene ese efecto en m�.

Siempre reacciono as� con Carolina. Creo que a un nivel inconsciente yo ya sab�a que estaba enamorado. Y creo que a nivel inconsciente tambi�n, a ella le pasaba lo mismo.

Se disculp� porque vest�a s�lo una bata (la ropa se le hab�a mojado), y despu�s de cerrar la puerta, me sent� en un peque�o sill�n frente al televisor, mientras ella lo hac�a en la cama.

Tomando el caf� coment� lo tensa que estaba luego de la charla, por lo que le propuse darle un masaje en el cuello para relajarla.

Tuve que convencerla, porque al principio dud� un poco.

Creo que cedi� por el hecho de conocerme desde varios a�os atr�s, al ingresar a la empresa. Carolina es inteligente y atractiva. Como tal, siempre est� a la defensiva porque muchos hombres se le acercan con dobles intenciones. No era mi caso. Yo realmente me siento c�modo cuando ella est� presente.

Me sent� a su lado y mientras Carolina inclinaba la cabeza lentamente hacia adelante y giraba suavemente para darme la espalda, comenc� a frotar su hermoso cuello al tiempo que acariciaba su cabello y el aroma de su cuerpo me envolv�a en la tarde gris y lluviosa.

De su boca sal�an muy suavemente algunos sonidos de placer inocentes. El ruido de la lluvia susurraba suavemente a trav�s de la ventana mientras la brisa h�meda llegaba hasta nosotros.

Me dej� llevar. Segu� masajeando intentando avanzar a sus hombros. Me d� cuenta que no ten�a el corpi�o puesto. Segu� deslizando mis manos. Mi mano derecha desnud� finalmente su hombroy la bata se desliz� dejando parte de su torso desnudo. Mientras intentaba adivinar su reacci�n not� que inclinaba su cabeza suavemente a la izquierda, intentando apretar dulcemente mi mano entre su cuelloy su hombro.

La respuesta no dejaba lugar a dudas. Carolina reaccionaba a mis caricias. Una de sus manos se desliz� por mis brazos. La atraje hacia m� para que su espalda, ahora desnuda, se apoyara sobre mi pecho.

Al mismo tiempo mis labios buscaron su cuello, bes�ndolo suavemente mientras aspiraba el perfume de su piel. Mis brazos la rodearon mientras buscaba la cinta que sosten�a la bata para desatarla. Al abrila, sent� la piel c�lida de su abdomen.

Con movimientos suaves, acarici� su barriguita mientras deslizaba los dedos hacia abajo, hasta llegar al terciopelo de su sexo. Abr� las piernas suavemente y comec� a acariciarle los muslos al tiempo que mis dedos llegaban a la entrepierna.

Parec�a un sue�o o una fantas�a. Mi coraz�n lat�a acelerado como el suyo.

Sent�amos la libertad de lo prohibido sin consecuencias.

Lejos de nuestras familias y nuestros hijos, pod�amos expresar lo que siempre hab�amos sentido el uno por el otro. Nadie pod�a vernos. Nadie pod�a acusarnos.

S�lo est�bamos ella y yo, mientras la lluvia sonaba cristalina y suave.

El murmullo de un viento ya nocturno, refrescaba nuestros cuerpos desnudos.

Esa fue nuestra primera noche juntos.

Seguimos siendo amantes.

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