Relato: Mi querido hijo ILONA
A los treinta y seis a�os Ilona, estaba orgullosa de aquel muchacho de diecis�is que tan bien la hac�a quedar ante sus amigos y la colectividad toda, ya que en esas fiestas en que los rusos son tan afectos a las danzas nativas con sus giros y volteretas, �l se hab�a convertido en su compa�ero ideal desde que su marido muriera en un accidente de trabajo, dos a�os atr�s; por otra parte, el muchacho era un excelente estudiante e integraba un equipo de rugby en el que se destacaba por su estatura y corpulencia.
Sumida en esos pensamientos, estaba dando los �ltimos toques a una torta que esa noche llevar�an a una fiesta de la asociaci�n, cuando lo escuch� entrar y derrumbarse en una silla a sus espaldas, coment�ndole lo agotador del entrenamiento con vistas al domingo siguiente y as�, en tanto ella trabajaba en el postre, intercambiaron banalidades mientras lo escuchaba desprenderse de la ropa transpirada por el ejercicio.
Misha siempre le comentaba jocosamente c�mo lo envidiaban sus compa�eros por su juventud y, con mucho de crueldad, las cosas que le har�an si la tuvieran una noche para ellos, lo que motivaba una falsa humildad en la rusa que se sab�a bonita y en su fuero interno la excitaba sentirse deseada por aquellos muchachotes que seguramente la har�an tan feliz como ella lo necesitaba por su prolongada abstinencia y, con coqueter�a, calific� de exageraciones los atributos que le adjudicaban.
Esa vez e inclin�ndose sin abandonar la silla pero caus�ndole cosquillas por lo inesperado, los dedos de ambas manos de Misha dibujaron la forma de sus piernas mientras las alababa, desliz�ndose acariciantes desde los mismos tobillos hasta excitar la sensibilidad del hueco detr�s de las rodillas, lo que hizo a la mujer estremecerse al tiempo que juntaba las piernas instintivamente mientras le ped�a que dejara de molestarla con esas cosas; divertido porque siempre bromeaban con esas cosas y �l la interrogaba intencionadamente cuando se relajar�a para dejarse �limpiar las ca�er�as�, volvi� a efectuar el mismo recorrido, s�lo que esta vez los dedos prosiguieron para internarse en los muslos interiores por debajo de la pollera, ella hizo un fuerte movimiento de rechazo pero al hacerlo y darse vuelta con cara enojada, comprob� que el muchacho estaba tan desnudo como cuando lo trajera al mundo pero, obviamente, su corpach�n no ten�a nada que ver con ese aspecto.
Al verla reaccionar as�, Misha se levant� para abrazarla apret�ndola contra la mesada como hac�a siempre juguetonamente, pero esta vez la presencia del miembro se hac�a insoslayable a trav�s de la falda veraniega y teniendo un fugaz �d�ja v�� de estar haci�ndolo con Vladimir, realiz� el t�pico rechazo con un empuj�n de su grupa, pero evidentemente, su hijo estaba dispuesto a jugar en serio, porque, sin aflojar el apret�n, atrap� entre su manaza una de sus s�lidas nalgas para sobarla con una intensidad que no ten�a nada de caricia y s� mucha intencionalidad sexual.
Todav�a tom�ndolo a broma, ella intent� desasirse del brazo que la sujetaba y sacudi� las caderas para evitar los apretujones mientras le recriminaba con falsa severidad ese atrevimiento que se tomaba, pero Misha la desarm� cuando le dijo que dejar�a de hacerse la santurrona y le permitir�a cog�rsela sin hacer tanto aspaviento por esa viudez que seguramente la ten�a tan caliente como una pava; reci�n comprendi� que lo de su hijo iba en serio y que seguramente conseguir�a su objetivo si ella no se lo imped�a. Revolvi�ndose como una gata enfurecida, trat� de ara�arlo para que este la soltara y con eso s�lo consigui� que �l se pusiera realmente furioso.
Ilona no era una t�pica rusa de tarjeta postal, rubia y regordeta, aunque s� ten�a esa estatura propia de los eslavos pero su cuerpo era espigado, con las redondeces en los lugares debidos y el cabello casta�o oscuro que manten�a en una corta melenita ondulada, daba marco a un rostro equilibrado donde se destacaba la generosidad de la boca y la transparencia de sus ojos grises; levant�ndola como si fuera una pluma, Misha le dio una voltereta en el aire para despu�s depositarla en el piso boca abajo, tras lo cual la inmoviliz� apoyando una rodilla en su espalda.
Ahora era ella quien estaba enfurecida y aunque se sacud�a bajo ese peso insoportable al tiempo que profer�a los m�s groseros insultos en ruso, como siempre que la ira le hac�a olvidar el castellano, no pudo evitar que �l le levantara la falda hasta la cintura y que, sin quitarle la bombacha, rebuscara en la entrepierna con el miembro hasta embocarlo en la entrada a la vagina para, en medio de sus insultos, gemidos y sollozos, ir penetr�ndola hondamente; aunque por la posici�n el falo no hab�a entrado todo, la sequedad de sus carnes que la falta de uso estrechara y el restregar que laceraba la piel, le hicieron entender que el miembro de su hijo superar�a al de Vladimir y el s�lo pensar en esa comparaci�n con el padre, le hizo redoblar los esfuerzos para desasirse, con lo que propici� que �l la alzara por la falda arrollada como si fuera una cincha hasta quedar apoyada en las rodillas y as� s�, el pr�apo entr� hasta rozar el cuello uterino y la pelvis del muchacho se estrell� reciamente contra sus nalgas.
La humillaci�n de ser pose�da sexualmente por su propio hijo, la hac�a gemir de impotencia mientras las l�grimas corr�an por sus mejillas, pero a eso hab�a que a�adir dos cosas totalmente opuestas; una era el sufrimiento que le ocasionaba el tremendo roce a la delicada piel vaginal hu�rfana de sexo por tanto tiempo y la otra, era la se�al inconfundible de su excitaci�n, con ese calor que tan bien conoc�a y que parec�a brotar desde el mismo fondo del sexo para subir ardiente por su vientre.
Si bien sus sentimientos y moral le dec�an lo monstruoso de ese acople antinatural, su cuerpo reaccionaba instintivamente a los est�mulos y no pod�a negar que semejante verga la estaba haciendo gozar como hac�a mucho no lo sent�a; amainando el nivel de su llanto, hipando todav�a y amagando aun una d�bil resistencia para no delatar su entrega que ya present�a definitiva y total, sinti� como el muchachote la as�a por las caderas y arque�ndose, la penetraba reciamente mientras la hamacaba adelante y atr�s para reforzar la c�pula.
Lo hecho, hecho estaba y era maravilloso volver a experimentar aquello que dorm�a agazapado en su cuerpo y mente e, inconscientemente, se apoy� en las manos sobre el piso para alzar el torso y ser ella quien proyectara la grupa contra la magn�fica verga al tiempo que, balbuceante, alentaba quedamente a su hijo a penetrarla m�s y m�s; esa era la ilusi�n que el joven alimentaba desde mucho antes que falleciera su padre, convirti�ndola desde entonces en la musa de sus mejores masturbaciones y por eso Misha hab�a decidido que, cuando consiguiera tenerla a su disposici�n, concretar�a de una vez y sin descanso, todo aquello con que fantaseara hacerle y por eso, sacando la verga del l�bil refugio vaginal, la hizo dar vuelta y par�ndose, la dio vuelta as� arrodillada, tom�ndola por los cabellos para acercar su cabeza al falo humedecido por sus propias mucosas renacidas.
Aunque ya la sintiera dentro de ella, la vista de la verga la sorprendi�, ya que jam�s hab�a tenido ante sus ojos un falo semejante; largo y grueso, el prepucio recogido a medias dejaba ver un glande rojizo y ovalado, mientras que el tronco estaba surcado por gruesas venas y anfractuosidades que impresionaban. Sosteni�ndola por los cabellos, Misha la acerc� m�s y dirigiendo la verga con la otra mano, la restreg� contra sus labios, d�ndole el pretexto para lo que de todos modos ella anhelaba hacer.
Separando los labios, envolvi� la punta del falo para despu�s separarlos y dejar paso a la lengua con la que, como si la timidez se lo impidiera, comenz� lamer la cabeza, saboreando los archiconocidos jugos de su propio sexo; eso y la imponente verga la inspiraron y tom�ndola entre sus dedos, la alz� para escurrir la cabeza hacia abajo en procura de los test�culos y m�s aun; como si moment�neamente hubiera olvidado quien la pose�a, fue ladeando la cabeza para, con la lengua tremolante, rebuscar en el peque�o tramo del perin� y sin dudarlo, esforzarse hasta alcanzar los frunces ennegrecidos del ano.
Ahora era ella quien estaba obnubilada por el deseo y, seguramente dando paso a sus ansias sexuales reprimidas, se aferr� a los gl�teos musculosos para separarlos e iniciar una combinaci�n de labios y lengua, los unos succionando el cr�ter con gula y la segunda tremolando como la de un reptil sobre el oscuro centro al que progresivamente fue penetrando envarada en medio de las exclamaciones satisfechas del muchacho; mientras se saciaba en el ano, no pod�a dejar de pensar en la maravilla de la verga y volviendo lentamente hacia el frente, recuper� la posici�n e incrust� la boca en la base del falo.
Sosteni�ndolo erguido con una mano, envolvi� de costado al tronco con los labios y ejerciendo voraces chupeteos al tiempo que recog�a su propia saliva, ascendi� morosamente a la vez que la mano envolv�a al glande para excitarlo y mantener la verga erecta; por mucho, semejante portento era lo m�s grande que tuviera entre los dedos y realmente dudaba si su boca tendr�a la elasticidad necesaria para darle cabida. Llegada adonde los dedos hab�an corrido el prepucio, se ensa�� con la lengua en todo el derredor del surco y cuando su hijo bramaba de placer, transmiti� los azotes al enrojecido glande para luego abrir la boca, meti�ndolo morosamente dentro y, tal como preve�a, el grosor creciente del falo le hizo separar las mand�bulas casi hasta la dislocaci�n pero, finalmente, el prodigio fue cabiendo entre los labios.
Desde su primera juventud hab�a debutado sexualmente en denodadas mamadas con las que se satisfac�a, satisfaciendo a sus compa�eros de colegio y aunque a lo largo de los a�os perfeccionara su t�cnica, jam�s algo tan contundente hab�a ocupado todo el espacio y, aun sintiendo cuanto le costaba respirar, se esforz� hasta que el glande despert� una arcada al rozar la faringe, pero aun as�, resollando fuertemente por la nariz, movi� la cabeza de lado a lado hasta que sus labios cosquillearon contra la mata velluda y entonces s�, fue retirando la verga monstruosa mientras la ce��a con los labios y los dientes rastrillaban sin lastimar la piel de su hijo.
El muchacho estaba enloquecido por la eficiencia bucal de su madre y en medio de ronquidos, aprisionaba entre sus manos la cabeza para penetrarla como si fue una vagina mientras la alababa por confirmarle que era tan puta como siempre sospechara, lo que termin� de enardecer a la rusa que colabor� con Misha aferr�ndose a los muslos y as� darse aun mayor impulso hasta que el muchacho le anunci� su inminente eyaculaci�n que se vio concretada con la emisi�n de poderosos chorros espasm�dicos que llenaron su boca y, semi ahogada, trag� la mayor parte de esa cremosidad entre salada y almendrada, mientras que el resto escapaba de su boca en goterones que escurrieron hasta el ment�n.
El continu� movi�ndose un poco, ocasi�n que ella aprovech� para mantener s�lo la testa dentro de la boca y en medio de angurrientos chupones, lo masturb� con una mano hasta que la �ltima gota termin� de surgir de la uretra; entonces ella descans� sobre sus talones, para, en medio de suspiros satisfechos, recuperar el aliento mientras recog�a con los dedos los restos de semen que degluti� con fruici�n.
Dispuesto a cumplir con su promesa, el infatigable gigant�n la alz� aun con m�s facilidad ahora que estaba tan relajada y as�, desmadejada, la acost� sobre la mesa, coloc�ndola de manera que su grupa quedara justamente en el borde y haci�ndole encoger las piernas para apoyar los talones encima del tablero, arrim� una silla frente suyo para sentarse e iniciar con la lengua tremolante un periplo enloquecedor; comenzando por el hoyo del ombligo, a la saz�n inundado por la acumulaci�n de sudores que enjug� con la punta de la lengua, besando y lamiendo, recorri� la amplia comba del bajo vientre y, atra�do por la espesa e hirsuta alfombra apenas recortada de oscuro vello publico que emit�a las fragancias naturales de la mujer encelada, todav�a se dio tiempo para aventurarse en la pendiente que lo conducir�a a ella y, llegado a su nacimiento, no demasiado prolijo, hizo a la lengua apartar esa espesura para finalmente arribar al abra en que nac�a la rendija.
Los gordezuelos gajos que formaban la vulva, ya inflamados por la excitaci�n y el traqueteo del principio, hac�an ver m�s sumida la raja y s�lo era notable el capuch�n oscuro que proteg�a al cl�toris y que se perd�a entre los labios mayores, pero el muchacho parec�a ser experimentado en esos menesteres porque, despreciando la comba, se dirigi� directamente hacia el espacio del perin� para estimularlo en recios azotes que hicieron gemir a su madre y entonces, elev�ndole con sus manazas los gl�teos, a lo que Ilona respondi� encogiendo las piernas abiertas para sujetarlas con sus manos aferradas a los muslos, busc� la ros�cea apertura del ano que, ins�litamente para �l, no s�lo lat�a en obscena imitaci�n a un beso, sino que, ante el est�mulo de la lengua, se relaj� mansamente para permitir que la lengua que Misha envaraba presion�ndola con los dientes, fuera introduci�ndose minimamente a la tripa.
Para Ilona, aquel era uno de los m�ximos placeres de que disfrutaba cuando Vladimir viv�a y alentando con sus gemidos al muchacho, clav� la cabeza sobre el tablero hasta percibir que �l suplantaba la lengua por el dedo pulgar al que s�, hundi� profundamente en el recto y meneando con lascivia la pelvis al tiempo que sent�a complacida a labios y lengua de su hijo iniciar el camino ascendente hacia el sexo, lo alent� roncamente a satisfacerla con la boca; ella sab�a que en realidad deber�a estar luchando con Misha para proteger su honra de mujer y madre, pero tambi�n y desde el primer instante, hab�a comprendido que todo ser�a en vano a causa de la corpulencia del muchacho, de su notoria inferioridad f�sica y en definitiva, porque �l compensar�a sus necesidades sexuales despu�s de esa larga abstinencia.
Despu�s de explorar todo el derredor del agujero vaginal que lo impresion� por lo maleable de sus m�sculos externos y tal como lo hiciera en el ano, meti� la lengua en el vest�bulo para comprobar que ah� estaban los verdaderos esf�nteres vaginales que s�, le ofrecieron una moderada resistencia, pero como ese no era el objetivo, separ� con pulgar e �ndice la dilataci�n de los labios mayores para acceder a los abundantes colgajos de los menores que, con sus bordes fruncidos, escoltaban al hueco donde se destacaba el agujerito del meato.
Excit�ndolo vigorosamente con la punta agudizada, succionaba con los labios las secreciones de las gl�ndulas que lubrican esa zona del sexo, a la vez que el pulgar de la otra mano buscaba la prominencia del cl�toris para presionarla en suaves c�rculos que hicieron prorrumpir a su madre en repetidos e insistentes �S�! en tanto ella misma estrujaba la carne sonrojada de los senos; fascinado por los colgajos arrepollados de los labios menores que ya exced�an la frondosidad de los mayores, los atrap� entre los labios para chuparlos con intensidad y tirando de ellos para luego soltarlos abruptamente, generando en su madre un gemido angustioso cada vez.
El muchacho se entretuvo un momento en aquella fabulosa chupada y cuando finalmente subi� para escarbar bajo el capuch�n en procura del ahora visible cl�toris que emerg�a como la punta de una bala rosada, lo azot� fuertemente hasta que el deseo pudo m�s y aferr�ndolo entre los labios con la colaboraci�n de los dientes, lo someti� a semejante martirio hasta que la mujer le rog� que por favor no parara de hacerlo pero con la mano libre, la penetrara con los dedos por la vagina; contento por tener como hembra a esa hermosa mujer de lujuriosa incontinencia sexual, Misha introdujo a la vagina dos de sus gruesos dedos para estregar la rugosidad del punto G en su cara anterior, lo que provoc� en su madre una reacci�n inesperada.
Aunque ya estaba convencido de que podr�a hacer de todo con Ilona, se sorprendi� cuando aquella se incorpor� en la mesa y pidi�ndole que corriera la silla hacia atr�s, se escurri� hasta el suelo y acanall�ndose sobre su entrepierna, asi�ndose al respaldo, estreg� su cuerpo contra los musculosos pectorales para luego ir desliz�ndose voluptuosamente hacia abajo; alg�n resabio de recato aun la habitaba y cuando su hijo trat� de besarla en la boca, aparto la cara para acelerar el descenso al tiempo que con una mano metida desde atr�s en su entrepierna, buscaba la fant�stica verga para embocarla en la vagina y ah� s�, se dej� caer con todo el peso del cuerpo para sentirla hendi�ndola como una flam�gera y magnifica espada.
Al bramido dolorido se asociaron las l�grimas que brotaron de sus ojos espont�neamente para correr por sus mejillas y, contradictoriamente, hundirse en la comisura de los labios abiertos en una amplia sonrisa de placer y alegr�a.; hipando entrecortadamente expresaba su felicidad en frases ininteligibles en su dialecto que ni siquiera Misha conoc�a y cuando comenz� a flexionar las piernas en un lerdo galope, se dio cuenta que la corpulencia del muchacho no le permit�a apoyar los pies enteramente en el piso y entonces, enganchando los talones en los travesa�os dde la silla, tuvo el espacio suficiente como para elevarse casi por completo y entonces disfrutar de la verga desmesurada penetr�ndola hasta sentirla en el est�mago.
La c�pula era fenomenal y sosteni�ndose con las dos manos al respaldo, fue obteniendo un cadencioso galope que la obnubil� de placer y entonces, Misha complet� la cogida al atrapar entre sus dedos los senos bamboleantes para alternar los estrujones con mal�volos retorcimientos a los pezones que la volvieron avariciosa y rog�ndole al muchacho que la hiciera totalmente feliz, sali� de �l para acostarse en el suelo con las piernas abiertas oferentes.
Creyendo comprender que deseaba Ilona, el joven se arrodill� frente a ella y alz�ndole las piernas, las coloc� alrededor de su cintura y pidi�ndole que se mantuviera as�, tom� la verga aun empapada de sus humores y nuevamente fue introduci�ndola en la vagina hasta sentir la punta ir m�s all� del cuello uterino y viendo que la mujer adher�a a su intenci�n por la forma en que elevaba la grupa sosteni�ndola con los codos apoyados en la cama y los talones presionando sus gl�teos, comenz� un ir y venir que puso en labios de Ilona grititos exaltados de contento y as� se prodigaron durante un rato hasta que �l, sin sacar la verga del sexo fue haci�ndola poner de costado.
En esa posici�n, ella autom�ticamente encogi� la pierna que estaba debajo y el alz� entonces la otra para ponerla estirada contra su pecho y en ese �ngulo, la verga no s�lo entraba m�s f�cilmente sino que raspaba aleatoriamente la vagina, lo que puso en boca de su madre la gimiente suplica de que no la destrozara de ese modo a la vez que entremezclaba esos ruegos con alegres exclamaciones de contento y despu�s de unos momentos de semejante cogida, pero, conociendo su ductilidad para el yoga, le indic� que tomara la posici�n del arado, con lo que ella coloc� las piernas tan atr�s que s�lo qued� apoyada en hombros y cabeza, aferrando los tobillos con sus manos hasta que los dedos de los pies se asentaron invertidos contra el piso.
Esa postura al parecer tan dificultosa, a ella le resultaba grata, ya que estiraba todos los m�sculos sin experimentar incomodidad alguna; observ�ndola tan relajada, Misha se acuclill� sobre la entrepierna que estaba casi horizontal y despaciosamente fue introduciendo el falo que, aunque ya se acostumbrara a su tama�o, segu�a haci�ndola bramar en esa mezcla de dolor-goce que la enloquec�a y, euf�rica, volvi� a reclamarle que la rompiera toda hasta hacerle alcanzar el ansiado orgasmo que tanto necesitaba.
Tanto o m�s enloquecido que ella por la lascivia de su madre, Misha fue desplaz�ndose despacito en un lerdo rodeo circular para que de esa manera, su verga relevara cada rinc�n del sexo y cuando Ilona se eco de esas delicias con ayes y gemidos, se estacion� ahorcajado sobre las piernas en tanto emprend�a una profunda c�pula e introduciendo su pulgar en el ano, que se dilat� para permitirle hacer movimientos circulares que le revelaron el af�n de su madre por la sodom�a en sus vehementes reclamos y entonces, sacando el dedo mientras contemplaba extasiado el interior de la tripa, la penetr� con la verga.
A pesar de que su dilataci�n se manten�a, la penetraci�n de la verga excepcional hizo estremecer a la rusa quien, incrementado la fuerza de sus manos para mover la grupa al comp�s conque su hijo la sodomizaba mientras ella contemplaba extasiada a la verga gigantesca entrando y saliendo de su ano y entonces ambos, en medio de ronquidos, bramidos, ayes y sollozos de contento, se anunciaron rec�procamente la proximidad de sus eyaculaciones y fue formidable ver a semejante pareja prodig�ndose tan fieramente como si realmente ese fuera el comienzo de semejante tarde de sexo y cuando los corcovos y ondulaciones de Ilona convencieron al muchacho del advenimiento del orgasmo en su madre, sintiendo similares sensaciones, sac� al falo de la tripa para introducirlo en la vagina y all� se esmer� hasta que la marea c�lida de la mujer ba�o la verga y, chorreante de esos jugos, lo retir� para acuclillarse m�s sobre la rusa y volcar en su boca que abr�a ansiosamente, la inagotable riada de la esperma que ella engull� golosamente, a la vez que daba gracias a la muerte de su marido, sin la cual no hubiera sido posible aquel acople tan feliz al que esperaba prolongar tanto tiempo como su hijo quisiera.
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Relato: Mi querido hijo
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