A las siete de la ma�ana tomo el tren que pasa a tres calles
de mi casa el cual me deja a pocas cuadras de mi trabajo, como siempre ven�a
atestado de gente, tanto que ten�a que apretujarme m�s contra la otra gente que
ya ven�a viajando para ganar un lugar, a eso hay que sumarle las cosas que uno
carga, ya sea maletines, mochilas, carpetas, y en medio de todo ese movimiento
de locos que es viajar en tren hay veces que hay que atender el tel�fono m�vil
que suena.

En un viaje as�, todos juntos, apretados, api�ados, siento
que en mi trasero me apoyan una bulto de entrepierna; como no ten�a lugar donde
irme me mov� como pude para tratar de eludirlo. Cas� al instante una suave voz
en mis oidos me susurr� sus disculpas, me limit� a sonre�rle, dije algo y volv�
a mis pensamientos, que en el fondo y no bien lo v� al tipo me dije "pero s�,
papito, haceme eso y m�s". En la siguiente parada m�s gente, m�s apretujones,
pero eso s�, el sujeto siempre detr�s m�o.

El personaje en cuesti�n no estaba mal, hab�a que
reconocerlo, algo entrado en a�os, un poco m�s de 45 como me gustan a m�, con
sienes canosas, bigotes gruesos, bien vestido, camisa, gab�n, un swters, jean y
botas. Ese d�a yo llevaba una falda ajustada de hilo por debajo de las rodillas,
una camisa, un c�rdigan, botas y carteras haciendo juego, mi cabello sujeto en
una cola estirada y con gel efecto h�medo; mientras viajaba me agarr� de uno de
los ca�os que cruzaban al vag�n desde el techo hasta el piso. En cambio el
hombre viajaba sosteni�ndose de las manijas que colgaban de una mano, en tanto
que en la otra llevaba su malet�n de falso cuero de cocodrilo color negro.

En una de las �ltimas estaciones antes de mi parada el tren
comenz� a frenar, entonces la gente se prepar� para bajar, pues ya est�bamos en
la Capital, en ese moviento preparatorio otra vez siento que el "se�or" estrega
su bulto con total descaro en mis nalgas, esta vez sin siquiera pedirme
disculpas, lo hac�a con tanta sa�a, con tal ganas que casi el ca�o con que me
sosten�a se me incrust� a lo largo de mi cuerpo, para colmo la gente colaboraba
sin querer, porque mientras m�s nos acerc�bamos a la estaci�n m�s se api�aban
buscando la puerta de salida empujando as� al tipo que ten�a todo su cuerpo
sobre m� el cual imped�a que me moviera.

Cada tanto le echaba furibundas miradas por encima de mi
hombro, �l se limitaba a sonreirme, de pronto se sol� de su manija y casi al
instante se aferr� al ca�o en el que yo estaba agarrada, ahora nuestras manos se
rozaban tambi�n en tanto el tipo mov�a su bulto en redondo en mis nalgas, ante
la cercan�a de nuestros cuerpos confirm� que ol�a no s�lo bien sino a colonia
cara, la mano que sosten�a su portafolio la corr�o hacia adelante haciendo que
la mu�eca y los gruesos dedos que sosten�an la peque�a manija tocaran una de mis
piernas. No tard� en darme cuenta que se estaba aprovechando muy bien de la
movida general, evitaba que me moviera, que saliera de ese lugar, me ten�a
encerrada entre sus brazos en tanto el ca�o se me incrustaba entre mis tetas, mi
vientre y casi podr�a decir mi sexo.

Cuando el tren se detuvo, la gente se baj�, el tipo al
instante se alej� de m� sin dejar de sonreirme, yo lo mir� con odio esta vez,
estaba convencida que todo hab�a sido intencional, no digo la gente, sino la
actitud despreciable del tipo, porque una vez, bueno, pero ya dos veces en un
mismo viaje y la �ltima con total descaro, casi sodomiz�ndome, era demasiado. En
la siguiente estaci�n alguien se baj� dejando libre su asiento que no demor� ni
un segundo en ocupar; cuando nos bajamos, porque el sujeto lo hizo en la misma
estaci�n que yo, le perd� de vista en el mismo and�n mientras buscaba la salida.

En la calle, mientras buscaba un taxi, volv� a verlo, cuando
pas� a la par m�a lo ignor� por completo pero yo sab�a que era tarde, porque no
s�lo me gustaba como hombre sino su actitud, aunque poco caballeresca. Continu�
caminando mirando cada tanto hacia la calle buscando un veh�culo vac�o que me
llevara hasta donde deb�a ir esa ma�ana, en eso veo que uno frena, se detiene y
por un segundo veo que el "apoyador" me gana la puerta, desconsolada y a punto
de plantearle mis quejas me dice, lo m�s suelto, que bien pod�amos compartirlo
hasta que sali�ramos de la zona de la estaci�n, que despu�s yo pod�a seguir con
�l o bajarme. Acept�, me hizo subir primero, luego lo hizo �l.

Cuando el chofer pregunt� el destino el tipo me hizo una se�a
para que le indicara el m�o, cosa que hice; arranc�. El "apoyador" fij� la vista
adelante sin decir ni una sola palabra, eso s�, cada tanto nos mir�bamos, �l me
sonre�a y despu�s volv�a a mirar el camino. Se baj� donde lo hice yo, cuando nos
quedamos solos me pregunt� si estaba molesta con �l por lo sucedido, le dije que
no, claro. Entonces me confes� lo que yo sospechaba, que lo hab�a hecho a
prop�sito buena parte de la segunda vez, pero que al sentir mis nalgas firmes,
siendo que tengo un culo peque�o, le pareci� interesante aprovechar la ocasi�n,
despu�s de todo, dijo, no todos los d�as un hombre se cruzaba con una mujer como
yo y bla, bla, bla, esas cosas que algunos hombres saben decir y endulzan el
oido de la mujer que los escucha y le fortalecen el ego.

Casi al instante me tom� de la mano he hizo que lo siguiera,
cosa que hice fingiendo sorpresa e incluso malestar. Caminamos as� un par de
calles, entramos en un hotel de pasajeros, nos dieron una habitaci�n en la
planta baja, nos besamos apenas cruzamos la puerta, sin excusas sus manos se
aferraron a mis nalgas, para ese entonces los dos ten�amos una idea de la vida
del otro, casados, hijos, matrimonios estables y sin sobresaltos, una vida
tranquila a pesar del trabajo y la distancia.

Me llev� hasta el borde de la cama, hizo que me sentara en
ella, mientras nos bes�bamos o dec�a algo sus manos acariciaban mis piernas por
debajo de la falda, de repente me vi acostada de espalda en tanto sus manos
corrieron mi falda de hilo hasta las cintura, luego hizo a un costado mis
bragas, me pregunt� algo sobre el SIDA, le dije que no, entonces su lengua y su
grueso bigote se estrellaron en mi sexo. Con mucha, mucha desesperaci�n.

Mientras su lengua pugnaba por entrar en mi vagina su bigote
estregaba mi cl�toris con lo cual despert� una serie de exquisitas sensaciones
en m�, a pedido de mi esposo lo tengo casi rasurado por completo, as� que sent�a
aquellas maravillosa lengua y el grueso bigote en m� con mayor profundidad. De
repente sus manos se hundieron debajo de mi camisa, corrienron hacia arriba mi
corpi�o y pronto estuvieron acariciando mis erectos pezones con maestr�a.

Tuve un orgasmo sensacional, luego de eso hizo que me diera
vuelta, boca abajo, entonces �l se baj� los pantalones y calzoncillo hasta las
rodillas, se acomod� sobre m� y sin preguntarme mi opini�n encaj� su glande en
mi esfinter, empuj� un poco pero con firmeza, luego lo hizo con m�s fuerza hasta
que entr�, casi completamente, en mi recto de un envi�n; tuve que morder la
almohada para no gritar.

No era la primera vez que ten�a sexo vestida, pero sin que me
permitieran ni siquiera desprenderme un bot�n nunca; el tipo sab�a lo que estaba
haciendo, si bien el dolor me mataba, sus dedos urgaron entre los pliegues de
mis labios vaginales hasta dar con mi cl�toris otra vez, bufaba dici�ndome cosas
sobre mi culo, que le parec�a hermoso, caliente y esas cosas mientras me daba
duras embestidas.

Reemplac� sus dedos por los m�os, comenc� a masturbarme por
mi cuenta, al parecer �l no pod�a tener quietas sus manos porque otra vez se
aferraron a mis tetas, sobre la tela de la camisa, para apretarlas con fuerza
hasta hacerme doler; el ritmo de su c�pula fue aumentando, tuvo la delicadeza de
esperar que tuviera mi propio orgasmo para tener el suyo en el cual descarg� su
leche culo adentro en tanto soltaba quejidos, muy semejante a una persona
agonizando de dolor, en mi nuca.

Permanecimos en esa posici�n un minuto, luego consult� su
reloj, dijo que se le hac�a tarde y as� como entr� en m� sali�, se subi� los
pantalones, manote� su gaban y su portafolio para irse sin cerrar la puerta. Yo
segu�a boca abajo, con mis bragas corridas, la falda levantada, mis tetas
doloridas, con el peinado intacto, culo al aire, lleno de semen ajeno al de mi
marido, con mi sexo babeado por m� misma y por aquella lengua y bigote tan
activa, tirada a lo largo en el medio de la cama que apenas si desarreglamos.
Cuando me recompuse fu� al ba�o, me lav�, acomod� de nuevo mis ropas y sin m�s
me march� de ah� sin mirar para atr�s ni un segundo.

Diez minutos despu�s estaba en la vereda, rumbo a mi trabajo,
pensando que la dicha dura menos de lo que uno puede imaginarse realmente; el
escozor podr�a haberme durado un par de d�as sino fuera porque esa misma noche
me saqu� todas las ganas con mi marido.-