Relato: La gotera





Relato: La gotera

LA GOTERA


� Yogama / N�.1 / julio-2005


Me llamo Yolanda, tengo cuarenta y cuatro a�os reci�n
cumplidos y mi estado civil es casada aunque sin hijos, por los motivos que
explicar� m�s adelante. Nac� y vivo en Madrid (Espa�a), en un municipio a las
afueras, situado a unos quince kil�metros al noroeste de la citada ciudad,
denominado Coslada.



Aunque mi pelo natural es casta�o oscuro y muy rizado, hace
algunos a�os me lo te�� y alis�, por lo que en la actualidad luzco una media
melena lisa de color rubio platino. Tengo los ojos marrones ligeramente
achinados y mi boca es de tama�o medio con el labio superior algo m�s carnoso
que el inferior, lo que me da un aspecto muy sensual. En cuanto a mi cuerpo, os
dir� que mido 163 cm. descalza, mi peso oscila entre 64 y 66 Kg., tengo bastante
pecho (talla 110 � copa B, de sujetador), la cintura peque�a y las caderas
anchas. Nunca he tenido la suficiente curiosidad para medirme, pero calculo que
mis medidas est�n en torno a 100-65-105 cm. Es decir, que aunque est� mal que yo
lo diga, todav�a "tengo un buen polvo", jajajaja.



Con apenas catorce a�itos, una inflamaci�n del ap�ndice
intestinal me provoc� una perforaci�n del propio intestino (peritoneo), por lo
que tuvieron que operarme a vida o muerte. La gran infecci�n que tuve me
ocasion� la atrofia de las trompas de Falopio y en definitiva una esterilidad
total irreversible. Dicen que a los grandes problemas de la vida hay que
buscarles el lado positivo, y yo lo encontr� en mi caso: Nunca podr�
experimentar la sensaci�n de crear vida en mi interior, lo cual dicen que es la
m�xima aspiraci�n de toda mujer, pero por otra parte todas mis relaciones
sexuales con personas conocidas han resultado muy gratificantes al no tener que
utilizar preservativos.



Esta ventaja de poder hacer el amor "a pelo" sin preocuparme
en quedar embarazada, ocasion� que con apenas diecis�is a�itos, mi primer novio
me desvirgara. Un a�o despu�s me encaprich� con el "guaperas" del barrio, un
espectacular mozo de veinticinco a�os llamado Rogelio, al que todos llam�bamos
Roger, por el que estaban locas de pasi�n todas mis amigas. El hecho de poder
follar sin cond�n me dio la suficiente ventaja para que Roger cayera rendido a
mis encantos por lo que, ante las evidentes envidias de todas mis amigas del
barrio, comenc� un largo y apasionante noviazgo con el muchacho. Fueron casi dos
a�os follando sin parar a todas horas, hasta que a Roger se le cruz� una
preciosa hembra de su misma edad, natural de Colombia, y me abandon� por ella.



Un a�o m�s tarde, cuando yo ya hab�a cumplido los diecinueve,
conoc� a Carlos, mi actual marido, que era un a�o mayor que yo. Mantuvimos un
noviazgo de seis a�os, tras los cuales contrajimos matrimonio. El d�a de la boda
Carlos ten�a veintis�is a�os y yo veinticinco, por lo que en la actualidad
llevamos diecinueve a�os casados. Las relaciones sexuales con mi marido siempre
han sido muy satisfactorias. Durante los seis a�os de novios y los dos o tres
primeros a�os de matrimonio dichas relaciones eran bastante frecuentes, hasta el
punto de hacer el amor casi todos los d�as, pero poco a poco la frecuencia fue
disminuyendo hasta llegar al actual "polvo semanal" de los s�bados.



En cuanto a mi forma de ser, incluyendo virtudes y defectos,
os dir� que me considero extrovertida, liberal de pensamiento, muy sincera,
rom�ntica, cari�osa, ardiente, cabezota, orgullosa y bastante rencorosa.





Como habr�is comprobado no me he declarado ni fiel, ni infiel
a mi relaci�n conyugal. El motivo de ello obedece a que en estos momentos no
sabr�a definirme con claridad, ya que atravieso una �poca de continuas
contradicciones a este respecto. Desde que conoc� a mi primer novio jam�s le
hab�a sido infiel a un hombre. Si estando con alguien sent�a la m�s m�nima
atracci�n por otra persona, antes de ponerle los cuernos pon�a fin a esa
relaci�n y luego iniciaba la nueva. El problema surge cuando, a pesar de querer
much�simo a una persona, y m�xime si esta es tu marido, empiezas a plantearte
mantener relaciones sexuales con otros hombres. Por ello no puedo decir que sea
una mujer absolutamente fiel de pensamiento a mi marido. Es m�s, si nunca
hubiera sentido la necesidad de experimentar con otros hombres, evidentemente no
estar�a escribiendo este relato.



Como ya he citado anteriormente, vivo en una localidad a las
afueras de Madrid, por lo que paso bastante tiempo sola, habida cuenta de que mi
marido se marcha a trabajar a las siete de la ma�ana y no regresa hasta las ocho
� las nueve de la noche. De ah� que nuestras relaciones sexuales se limiten a
los fines de semana, en concreto a los s�bados por la noche. Por otra parte
confieso que soy una mujer muy ardiente y activa, sexualmente hablando, por lo
que desde hace varios a�os me vi en la necesidad de masturbarme de vez en
cuando. Aunque parezca una incongruencia decirlo, lo cierto es que a medida que
me voy haciendo mayor mis ardores sexuales van creciendo, cuando deber�a ser al
contrario, y por ello mis practicas de auto satisfacci�n han ido aumentando
hasta tener que masturbarme de una a tres veces cada d�a.



El pasado mes de abril nuestros vecinos del piso de arriba
tuvieron una rotura en una ca�er�a de la red de suministro de agua. Ello
ocasion� una tremenda gotera en el techo de nuestro cuarto de ba�o principal,
pero por fortuna tenemos un seguro que nos cubre ese tipo de siniestros. No
obstante resulta bastante desagradable tener que realizar reparaciones, con
todas las incomodidades que ello conlleva. Pues bien, debo reconocer que en este
caso concreto, tener que realizar obras en casa no me fue en absoluto
desagradable, sino todo lo contrario.



Una vez dado el parte al seguro se person� un perito de la
compa��a en casa para valorar los desperfectos. Luego la propia compa��a nos
envi� a una par de operarios para que arreglaran la gotera con cargo a la p�liza
que ten�amos concertada. A las ocho de la ma�ana de un lunes se presentaron en
casa dos alba�iles para proceder a la reparaci�n. Uno de ellos, el encargado,
era un hombre de mediana edad rozando la cincuentena, de aspecto rudo, estatura
media, completamente calvo, con barba de varios d�as y con diez o doce kilos de
m�s. El otro, el pe�n de alba�il, era un chico muy joven de raza negra y
nacionalidad marroqu�. Alto y extremadamente delgado.



Como mi marido no estar�a en casa me ten�a que ocupar yo de
supervisar los trabajos de reparaci�n, por lo que aquel d�a no podr�a salir con
mis amigas hasta bien entrada la tarde. Los dos operarios utilizaron el cuarto
de ba�o de servicio para quitarse su ropa de calle y enfundarse el t�pico mono
azul de los alba�iles. Mientras ellos se cambiaban yo aprovech� para darme una
ducha r�pida en el cuarto de ba�o siniestrado y cubrirme con una bata de estar
por casa. Luego los dos obreros colocaron una escalera en el ba�o y el joven
magreb� se encaram� a ella para comenzar a retirar la escayola del techo en la
zona afectada. Entonces yo me fui a la cocina para desayunar y dejarles trabajar
tranquilamente.



Me llev� un peque�o sobresalto cuando, tras media hora de
golpes incesantes, el encargado apareci� en el umbral de la puerta de la cocina,
sin previo aviso, con la parte superior del mono quitada y su peludo pecho
desnudo totalmente cubierto de sudor. El hombre se disculp� por su silenciosa y
repentina presencia, tras lo cual me pidi� amablemente una botella de agua fr�a
para beber. Me levant� de la banqueta dirigiendo mis pasos hacia la nevera al
mismo tiempo que le ped� tambi�n disculpas por haberme asustado con su
presencia. Abr� la puerta de la nevera y me dispuse a coger una botella de agua
de su interior.




De pronto not� una presi�n en mis nalgas. El encargado,
aprovechando que le hab�a dado la espalda unos segundos, se hab�a situado detr�s
de m�. Coloc� sus dos enormes manos sobre mis nalgas y me las apret� con fuerza
describiendo c�rculos. Solt� la botella y me di la vuelta r�pidamente con
intenci�n de recriminar su actitud, pero sin darme tiempo a abrir la boca me
empez� a tocar las tetas por encima de la bata. Ahora la acci�n l�gica por mi
parte hubiera sido apartar sus manos de mis pechos y propinarle una sonora
bofetada, pero hac�a mucho tiempo que un hombre no me agarraba las tetas con esa
decisi�n y rudeza, y me limit� a mirarle a los ojos con sorpresa sin hacer nada
m�s. El operario al ver que yo no opon�a resistencia me desabroch� la bata y
sigui� amasando mis desnudos senos. Luego agach� su cabeza y me lami� los
pezones, primero uno y despu�s el otro, hasta pon�rmelos duros sin demasiado
esfuerzo.



En el cuarto de ba�o se segu�an oyendo golpes procedentes del
martillo del marroqu�, que parec�a estar ajeno a los trabajos que su encargado
estaba realizando con mis tetas. Yo segu�a inm�vil sin oponer resistencia
alguna. Entonces el encargado, sin dejar de chuparme las tetas, desliz� una de
sus manos entre mis muslos y comenz� a acariciarme los labios vaginales. Cuando
not� que mi co�o empezaba a humedecerse apart� los pliegues, me introdujo un
dedo en la vagina y empez� a meterlo y sacarlo muy despacio. Luego intent�
besarme en la boca, pero su aspecto sucio y sudoroso me dio cierto reparo y
retir� mi boca de su punto de mira, por lo que volvi� a trabajarme los pezones y
las tetas con sus labios y su lengua. Al cabo de unos minutos me agarr� por un
brazo con fuerza y me condujo por el pasillo hasta el dormitorio. Una vez all�
me despoj� de la bata y de un firme empuj�n me sent� en el borde de la cama.



Ceferino, que as� se llamaba el encargado, se situ� de pie a
medio metro de m�. Se quit� por completo su mono azul de trabajo dejando ante mi
vista un cuerpo rechoncho, algo fl�cido, plagado de michelines de grasa y con
una prominente barriga "cervecera". Su pecho estaba totalmente cubierto de pelo
muy rizado y canoso, mientras que su espalda, brazos y piernas los ten�a
tapizados del mismo abundante pelo rizado pero de color negro. En un movimiento
r�pido y certero se despoj� de sus ajustados slips de color gris marengo. Estaba
ya medio empalmado. Su miembro no era ni muy largo ni muy corto, pero la ten�a
bastante gorda y su capullo estaba completamente fuera del prepucio. En su base
le colgaba una considerable bolsa testicular que, a juzgar por su textura, deb�a
tenerla repleta de esperma.



Entonces avanz� un paso hacia mi posici�n dejando su verga a
escasos cent�metros de mi cara. Se la cogi� con una mano mientras que con la
otra me rode� el cuello. Acto seguido apunt� su capullo entre mis labios y tir�
de mi cuello hacia �l. Su pene desprend�a un fuerte olor a orina y yo cerr� los
labios y los dientes con fuerza, pero Ceferino presion� mi cuello gradualmente
hasta conseguir que abriera la boca, momento en el que su capullo me penetr� en
ella. Luego sigui� forzando mi cabeza logrando que, poco a poco, su capullo se
alojara en mi garganta. El poco habitual grosor de su mango provoc� que mi boca
se llenara por completo de carne y apenas pod�a respirar con normalidad. Aquel
trozo de carne se iba poniendo duro paulatinamente. Despu�s entrelaz� sus dos
manos por detr�s de mi cabeza y, amarr�ndome firmemente del pelo, empez� a
follarme la boca.



Para entonces el joven marroqu�, que se hacia llamar Mat�as,
hab�a abandonado temporalmente su trabajo y nos miraba con incredulidad desde el
umbral de la puerta del dormitorio. La polla de su jefe, que para entonces ya
mostraba su m�xima erecci�n, me taladraba la garganta una y otra vez sin
descanso. Entonces Ceferino orden� a su pe�n que se quitara la ropa y se uniera
a la fiesta. Mat�as obedeci� a su encargado sin rechistar y, tras desnudarse por
completo, se situ� de rodillas sobre la cama, justo detr�s de m�, y comenz� a
masajearme las tetas. Unos minutos m�s tarde el encargado empez� a decirme:
"Vamos puta, sigue chupando que ya me viene la leche"
. No estaba mintiendo.
A los dos o tres movimientos siguientes, varios chorros de semen inundaron
literalmente mi garganta, sin que yo tuviera m�s opci�n que irme tragando toda
su espesa leche para evitar ahogarme.




Cuando termin� de descargar sus huevos en mi est�mago liber�
mi cuello y me la sac� de la boca. Mat�as segu�a trabaj�ndome las tetas al mismo
tiempo que besaba y lam�a mi cuello, y en ese momento comprend� que estaba
totalmente entregada a esos dos tipos. El lamentable aspecto f�sico del
encargado y los hedores que desprend�an ambos cuerpos, a orina, sudor y pies, no
eran suficientes motivos para que mi ardiente cuerpo los rechazara. Estaba
empezando a notar un morbo tremendo y, con total convicci�n, hab�a decidido
entregarme a ellos sin l�mites.



Ceferino, con gesto de satisfacci�n, se dirigi� a su
compa�ero y le dijo: "Vamos chaval, es tu turno. Ya veras que bien te la
chupa esta zorra"
. Dicho esto se dio media vuelta y desapareci� por la
puerta. Mat�as ocup� la posici�n que hab�a dejado vacante su jefe, es decir, en
pi� frente a m� y a escasos cent�metros de mi rostro. A diferencia de su
capataz, por supuesto aparte del color de su piel, el joven marroqu� era
bastante mas alto y ten�a el cuerpo delgado y fibroso. Yo nunca hab�a visto tan
de cerca y en vivo el miembro de un hombre de raza negra, sino tan solo en un
par de pel�culas porno, pero evidentemente no era lo mismo. Estaba ya totalmente
empalmado, producto de la refriega que me hab�a dado en las tetas mientras su
jefe me violaba la boca. Era de color negro azabache muy brillante con el
capullo marr�n oscuro, algo menos gorda que la de Ceferino pero cuatro o cinco
cent�metros m�s larga, por lo que deb�a estar cercana a los veintid�s
cent�metros. La ten�a bastante venosa y en su base le colgaba una masa escrotal
gorda y muy compacta, a diferencia de la del encargado que le colgaba
prominentemente por efecto de sus cincuenta y pico a�os.



Esta vez no hizo falta que nadie me obligara. Le cog� con
delicadeza aquel hermoso m�stil de �bano y comenc� a lamerle el capullo en
c�rculos conc�ntricos. Luego se la apart� con las dos manos y le lam� los
huevos. En ese momento Ceferino apareci� en el umbral de la puerta con una lata
de cerveza fr�a en la mano, procedente de mi nevera, y se apoy� en la pared sin
quitarnos la vista de encima. Tras lamer los huevos y el capullo de Mat�as
durante un buen rato, me met� su negra estaca en la boca y comenc� a chuparla.
Manteniendo siempre su capullo dentro de mi boca, sobre la lengua, le masturb�
lentamente con una de mis manos, mientras que con la otra masajeaba sus
abultados y negros cojones. Poco a poco fui aumentando la velocidad de
masturbaci�n hasta notar que el negrito se empezaba a convulsionar de placer,
se�al inequ�voca de que su leche estaba a punto de derramarse en mi boca.
Entonces solt� su polla y sus pelotas y le succion� el capullo suavemente con
motivo de proporcionarle mayor placer en su corrida. A los pocos segundos su
capullo comenz� a escupirme con fuerza el preciado elixir y, al igual que hab�a
echo antes con Cefererino, me lo trague todo sin rechistar. La corrida del
marroqu� fue sensiblemente menos copiosa que la de su jefe, pero, a diferencia
de la de �ste, la lefa era mucho m�s espesa y caliente.



El encargado apur� el �ltimo trago a su cerveza, apart� a su
compa�ero y, de un nuevo empuj�n, me tendi� sobre la cama boca arriba. Luego me
abri� las piernas y empez� a propinarme una serie de lametones en el co�o,
mientras que Mat�as hac�a lo propio con mis pezones. El jugueteo de ambas
lenguas me fueron encendiendo poco a poco hasta llevarme al �xtasis. Siguieron
con sus pr�cticas durante un buen rato, hasta que las pollas de ambos volvieron
a estar empalmadas y dispuestas, proporcion�ndome un par de ricos orgasmos.
Luego Ceferino se tumb� en la cama, boca arriba, y me coloc� a horcajadas sobre
�l. Apunt� su capullo entre mis h�medos labios vaginales y me la meti� hasta que
sus huevos hicieron tope en mis nalgas, tras lo cual comenz� a follarme sin
tregua. Mat�as, que hab�a quedado fuera de mi radio de visi�n, al darse cuenta
de que mi ano hab�a sido ya penetrado anteriormente por el grado de dilataci�n
que presentaba, me la fue clavando lentamente hasta conseguir una penetraci�n
muy profunda. Ahora me estaban bombeando ambos agujeros al mismo tiempo.
Ceferino, aprovechando mi tremenda excitaci�n, me meti� la lengua en la boca y
empez� a explorarla, sin que esta vez encontrara la m�s m�nima resistencia por
mi parte.






Sus pollas me follaban r�tmicamente y sin descanso,
proporcion�ndome un placer desconocido hasta entonces. Mis orgasmos fueron
cayendo uno tras otro sin remisi�n. Confieso que una de mis fantas�as preferidas
era la de ser follada y enculada por dos buenas pollas al mismo tiempo, y
aquella tarde se hab�a echo realidad, pero nunca me imagin� el tremendo y
salvaje placer que ello otorgaba.



Diez minutos m�s tarde Ceferino empez� a sollozar
ostensiblemente y se corri� dentro de mi co�o, al mismo tiempo que me morreaba
con lujuria. Luego se qued� inm�vil en esa posici�n, sin sac�rmela, para no
interferir la concentraci�n del negrito, que me segu�a dando por el culo con su
tranca de �bano. Pero Mat�as entonces pronunci� sus primeras palabras: "Cefe,
d�jame ese agujero, que me quiero correr en el co�o de esta puta"
. A pesar
de ser el jefe, el encargado asinti� a los deseos de su subordinado y se me la
sac�. Luego se levant� de la cama y volvi� a abandonar el dormitorio en busca de
otra cerveza. Entonces el joven marroqu� me coloc� a cuatro patas y, sujet�ndome
con sus manos por ambas tetas, me hundi� su cipote en el chocho y me foll� como
una locomotora.



Las embestidas eran tan profundas y violentas, que me
sobrevino un orgasmo que no sabr�a explicar con palabras. Chill� de placer como
una loca. Los empujones fueron perdiendo ritmo, y ahora segu�an siendo violentas
y profund�simas, pero m�s espaciadas. Adem�s pens� que sus manos terminar�an por
arrancarme las tetas, debido a la presi�n que ejerc�an sus manos en cada bombeo.
Finalmente se corri� en mis entra�as sollozando de placer, al mismo tiempo que
me met�a los dedos en la boca para que se los chupara.



Ceferino y Mat�as me arreglaron despu�s la gotera, aunque no
se fueron de casa hasta entrada la tarde. Por �ltimo, antes de marcharse, el
encargado me dio su tarjeta para que les llamara siempre que necesitara de alg�n
"ARREGLO".




- FIN -



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