El Estero 9
La poza
A�n arrepinti�ndome por no haber regresado con los ni�os del
Colegio, me encamin� a la poza cerca de la cual hab�a escondido mi mochila. Eran
cerca de las dos y media de la tarde y ya el calor era intenso. Camin� alrededor
de quince minutos, por lo que estaba bastante acalorado para cuando llegu� a las
cercan�as de la poza en la cual hab�a dejado a los tres chicos y el joven hace
dos horas.
Como es mi costumbre, antes de llegar a las orillas del
estero propiamente tal, di un rodeo para observar como se presentaba el lugar.
Como el sitio estaba totalmente rodeado de �rboles y matorrales, era muy f�cil
ocultarse sin temor a ser descubierto. As� fue como observ� que ahora el grupo
de jovencitos era m�s numeroso, pero el rango de edades se manten�a igual,
alrededor de 12 a 17 a�os, con dos muchachos un poco mayores incluido el que
hab�a divisado antes.
Como los lolitos se encontraban solos, cuatro de ellos, muy
alegremente, se divert�an lanz�ndose desnudos desde la gruesa rama de un sauce,
mientras hac�an graciosos movimientos con su cuerpo.
El grupo, seg�n pude observar, estaba compuesto de nueve
adolescentes de diversas edades, m�s los dos muchachos un poco mayores, los
cuales se encontraban un poco separados del grupo, fumando y conversando
distra�damente.
Cuando tuve claridad de la situaci�n, decid� aparecer un poco
distante de los chicos, para poder observar su reacci�n ante mi presencia. Vest�
mi zunga m�s rebajada, para atraer su atenci�n y cuando ya estuve en las orillas
de la poza misma, me lanc� varios vistosos clavados, para luego tenderme en la
ribera cubierta de hierba. De reojo observaba que los dos lolitos que se
lanzaban desnudos al agua, se hab�an puesto calzoncillos y me miraban
insistentemente, mientras le conversaban algo a los dem�s.. Los dos muchachos
mayores no me prestaban atenci�n y, al cabo de unos minutos, uno de ellos se
march� en una de las bicicletas que all� se encontraban.
No se en que momento me qued� dormido, pero unas voces
juveniles se encargaron de volverme a la realidad. Cuando reaccion�, los dos
chicos que estaban en calzoncillos lanz�ndose clavados hace unos momentos, se
encontraban ahora a mi lado y me saludaban alegremente, con sus rostros
mostrando sendas sonrisas.
Hola socio pajero, �C�mo est�? �salud� un rostro que
reconoc� enseguida tendi�ndome su mojada mano.
�Anda s�lo de nuevo? �Agreg� el otro mocoso, al cual
tambi�n reconoc�.
�Y cu�ntas pajas se ha hecho hoy d�a? �pregunt� sonriente
Adri�n (El Estero 2), acompa�ando su pregunta con un movimiento de su mano
que imitaba una paja.
No me he hecho ninguna, ...todav�a �respond�. Para luego
agregar ��Y ustedes se han hecho alguna?
No poh, est�bamos esper�ndolo a usted para que nos ayude.
�intervino sonriente Javier, el morenito quincea�ero de algunos d�as atr�s
(El Estero 2)
El otro d�a estuvimos esper�ndolo en la otra poza �No
vino? �coment� Adri�n
Es que no pude, tuve trabajo y me qued� en Santiago. �Me
estuvieron esperando? �A estas alturas una notoria erecci�n se advert�a en
mi traje de ba�o, la cual no intentaba disimular.
Si, vinimos con unos amigos del colegio. �ramos ocho y
todos quer�an guerra. Nosotros les contamos lo que hicimos contigo y estaban
s�per entusiasmados; despu�s creyeron que era puro grupo de nosotros no m�s.
�Y va a pasar algo hoy d�a? Los chiquillos quieren
conocerte �pregunt� Javier, mientras me se�alaba a sus siete amigos que
observaban desde lejos.
No se, es que son hartos. �Qu� hora es? �pregunt�
distra�damente.
Son las tres y cuarto �Porqu�?
Es que quiero irme temprano.
Conversando como est�bamos, tres chicos m�s se acercaron a mi
lado sonriendo p�caramente, mientras se hac�an comentarios a los o�dos que yo no
alcanzaba a escuchar, pero sospechaba de que se trataba, dado que se acomodaban
con descaro sus genitales, mientras miraban atentamente mi abultada zunga.
Los chiquillos quieren que les chupes el pico �dijo
Javier mientras se�alaba a sus reci�n llegados amigos. Para luego agregar �Y
los otros te lo quieren meter �mientras me mostraba a los otros cuatro
adolescentes, un poco mayores, que miraban desde lejos.
�En serio? �respond�. -�Y tu que quieres hacer?
Te lo quiero mandar a guardar �me respondi� el chico
mostr�ndome su preciosa sonrisa, que dejaba ver unos dientes perfectos.
Por mi no hay problema, pero vamos a otro lado mejor.
Aqu� nos pueden ver. �Y ese loco? �Qu� pasa con �l? �pregunt� se�alando al
muchacho adulto.
No pasa nada con el, no es grit�n. �Quieres conocerlo?
Mmm �dud� un momento, para luego responder �Despu�s, al
final a lo mejor.
Con rostros euf�ricos, los chicos me siguieron, avisando a
los otros cuatro adolescentes para que se acercaran. Caminaban a mi lado
toc�ndome las nalgas de vez en cuando mientras sacaban sus vergas adolescentes y
me las mostraban orgullosos o las comparaban entre ellos. Nos dirigimos a un
escondido refugio natural que hab�a descubierto mientras buscaba un acceso a la
poza. Era un claro de unos cinco metros de di�metro, cubierto de una gruesa capa
de pasto verde; se encontraba franqueado por espesas matas de zarzamora, y era
muy dif�cil de distinguir, ya que el camino de ingreso hac�a varias curvas, y
hab�a que separar bastantes ramas para poder llegar hasta all�.
Cuando estuvimos todos en el lugar, los chicos se encontraban
un poco nerviosos y no sab�an por donde empezar, por lo que tom� la iniciativa
para aprovechar bien el tiempo del cual dispon�a.
Hag�monos una paja todos�suger�, mientras me sacaba la
zunga y la dejaba a un lado.
�Y porque no me lo chupa a mi al tiro mejor? �dijo Alex,
un muchachito de 14 a�os, alto (1.70), que se manoseaba con lentitud su
notoriamente erguido miembro de 17 cms.
Te lo chupo primero, pero todos se tienen que empelotar
igual que yo.
Los mocosos se miraron entre si, un poco avergonzados, pero
luego, uno a uno, se fueron despojando de sus escasa ropas, que, en general, era
s�lo su short o su calzoncillo. All� me di cuenta lo excitados que estaban, ya
que ninguno dejaba de tener erguida su juvenil verga.
As�, en pocos momentos, me encontr� rodeado de nueve
maravillosos adolescentes desnudos, �vidos de placer, exhibiendo sus magn�ficos
atributos juveniles. Para serles francos, aunque todos eran chicos de pueblo, de
condici�n modesta a juzgar por su ropa, ten�an un aspecto extremadamente
atractivo. Con vergas de diferentes formas, todas estaban sin circuncidar,
ninguna era de un tama�o inferior a los quince cent�metros y las m�s grandes,
dos arietes de unos 18 cms. cada una, se ergu�an orgullosas entre las piernas de
sus propietarios.
En ese trance, me acerqu� a Alex, me inclin� y comenc� a
lamer su preciosa pichulita. El chico era de tez morena clara, con cabello
corto. Su pene estaba arqueado hacia arriba, coronado por una cabeza peque�a, la
que le succionaba con avidez, provocando inmediatos movimientos de vaiv�n del
chiquillo.
Rodeado como estaba por los restantes ocho mozalbetes, cada
cual m�s excitado, Edgardo se puso atr�s m�o y comenz� a presionar con fuerza
con su recto pene de 17 cms. pero muy grueso. Edgardo med�a como 1.68 y era
robusto, como de 60 kilos. Lampi�o como todos los dem�s, me dijo tener 15 a�os.
Como el lugar resultaba un poco inc�modo, nos ubicamos a la
sombra del �nico �rbol del claro, donde Alex se recost� contra �l y Edgardo pudo
comenzar a penetrarme con mucha dificultad dada la inexperiencia del mocoso.
Para evitar que me da�ase mi apreciado agujero, solt� la verga de Alex, moj� con
mi saliva la herramienta de Edgardo y retom� nuevamente mi posici�n.
Los dem�s chicos observaban absortos lo que suced�a, al
tiempo que se masturbaban suavemente esperando su turno. Dos de ellos, Felipe y
Gregorio, se acercaron a ambos lados de donde est�bamos, ofreci�ndome sus duras
armas. Felipe era un chico de 13 a�os, de piel clara y un cuerpo estupendo, en
el cual se marcaban levemente sus m�sculos abdominales (desconozco si acud�a a
alg�n gimnasio); ten�a un pene arqueado hacia abajo, delgado y de una longitud
de 15 cms. Con un corte de cabello hongo, su rostro de facciones suaves se�alaba
que amantes no le faltar�an en su vida. Gregorio, por su parte, ten�a 15 a�os,
un cuerpo delgado pero normal. Como todo muchacho de su edad, su abdomen era
plano y entre sus piernas se ergu�a un ariete de 16 preciosos cent�metros,
arqueado hacia arriba y coronado por una cabeza oscura y grande. Yo cog� una
herramienta en cada mano y las comenc� a masajear al mismo ritmo que succionaba
el pene de Alex.
Atr�s sent�a como Edgardo se aferraba a mi cuerpo,
penetr�ndome con un poco de brusquedad, pero no consiguiendo abrir mi deseosa
intimidad. El muchacho estaba intentando conseguir que todo su grueso miembro
entrara en el estrecho t�nel, pero no lograba conseguirlo, Entonces yo moj� mis
dedos con saliva, le extraje el miembro, se lo moj� y volvi� a intentarlo. Esta
vez se inclin� sobre mi espalda, dobl� un poco las piernas y empuj� con fuerza
contra mi. Sent� que toda su carne hab�a penetrado, provoc�ndome un inicial
dolor, el cual pronto dio paso a un exquisito cosquilleo cuando el mozalbete
inici� un movimiento r�tmico de vaiv�n, mientras met�a y sacaba su miembro.
En algunos momentos sacaba el pene de Alex de mi boca y
recorr�a con mi lengua los maravillosos arietes de Gregorio o de Felipe. Cog�a
sus huevos con mis labios, jugaba con ellos, les apretaba con suavidad, para
luego mordisquear su nervio, avanzar hasta su frenillo, lamerlo, engullir su
glande y luego tragarme todo su orgullo juvenil. Los chicos se estremec�an de
placer, al tiempo que se ergu�an sobre la punta de sus pies, tratando que yo
tragara la totalidad de su sexo, cosa que a veces pod�a y otras me resultaba
imposible.
As� estuvimos los cuatro unos diez minutos, tiempo suficiente
para que, dada la edad de los muchachos, Edgardo empezara a quejarse con
notoriedad, mientras su pene comenzaba a hincharse en mi posterior y me
penetrara con mayor velocidad. As�, durante unos dos minutos, Edgardo me taladr�
con fuerza, luego disminuy� la frecuencia de sus movimientos, pero aument� la
profundidad de sus embestidas. Luego, cuando ya esperaba el caliente l�quido en
mi ano, Edgardo empuj� con fuerza, se qued� quieto un momento, tension� todos
sus m�sculos, esper� unos pocos segundos, sac� su glorioso ariete y, mientras
manten�a su verga apoyada entre mis cachetes, comenz� a lanzar una copiosa
descarga de leche en mi espalda, sin que fueran chorros espectaculares.
Los chicos se juntaron alrededor para poder observar, momento
que aprovech� Alex para apurar sus movimientos en mi boca y dejar salir una
sabrosa descarga de leche fresca en mi lengua. Sin que los dem�s se dieran
cuenta, justo en ese momento yo hurguete� en su agujero, sin que el muchachito
protestara. M�s bien separ� un poco sus piernas, autoriz�ndome a penetrarlo con
delicadeza por algunos momentos. Luego, con un movimiento imperceptible, alej�
mi mano y les inform� a sus amigos que el tambi�n hab�a acabado.
Los mocosos estaban excitad�simos y casi no me dieron tiempo
a reaccionar. Gregorio se puso enseguida a mis espaldas y Felipe frente a mi.
Como mi ano ya se encontraba lubricado, Gregorio encontr� poca dificultad para
penetrarme. Pero al contrario de Edgardo, se mov�a con mucha habilidad. Me
acariciaba la espalda, pasaba sus manos por mis cachetes, los apretaba, sobaba
mis muslos, pellizcaba mis nalgas, exploraba con un dedo el sitio en que se
juntaba su miembro con mi ano y luego me abrazaba por mi cintura, mientras
empujaba con ansias en mi preciado agujero.
Felipe parec�a en la gloria. Se estremec�a de placer a cada
lamida de su herramienta que le hac�a. Mi lengua hac�a movimientos en su
arqueado miembro, que el chico me devolv�a revolviendo con energ�a mis cabellos
y acariciando ambos lados de mi rostro. Luego mis labios se entreten�an
prolongados minutos apretando y soltando la tierna cabecita de su verga; para
engullirlo luego en su totalidad. Cuando ten�a toda su carne en mi boca, sacaba
mi lengua para tratar de alcanzar sus huevos, mientras mis dedos enredaban sus
pendejos y otro se adentraba entre sus piernas.
Dada la experiencia anterior, esta vez empec� a acariciar las
entrepiernas del chiquillo enseguida. Con mi dedo medio presionaba desde la base
de su pene hasta cerca de su ano, cada vez m�s cerca. Como el chico me respondi�
separando levemente sus lampi�as piernas, luego de humedecer mi dedo, lo coloqu�
directamente en su agujero, empezando a rascarle con suavidad. El mocoso se
recost� un poco m�s en el �rbol, reclin� un poquito su cuerpo y separ� otro poco
m�s sus piernas. Mi respuesta no se dej� esperar. Lentamente, mientras
succionaba con mayor intensidad la dura tula del chiquillo, comenc� a introducir
discretamente mi dedo en su ano. A cada avance, el chico respond�a con
contracciones de su esf�nter y renovados br�os en sus caricias a mi cabello y
mis mejillas.
Pasado unos pocos minutos, el chico empez� a jadear con
fuerza, mientras su piernas tiritaban, incapaces de sostener su cuerpo. Con una
de sus manos me obligaba a penetrarlo m�s profundo a�n con mi dedo. Su pene se
hab�a puesto extremadamente duro, al tiempo que mov�a su pelvis acompasadamente.
Yo hac�a lo que pod�a por chuparle lo m�s intensamente que pod�a. Mi otra mano
le apretaba los gl�teos con rudeza, los cuales el chico contra�a r�tmicamente
anunciando su inminente eyaculaci�n.
Gregorio, por su parte, me manten�a totalmente empalmado,
mientras contaba a sus amigos cu�nto disfrutaba de la situaci�n
Se lo tengo todo adentro al loco �Cierto socio?
Mmmm, sigue as� �le dec�a yo soltando brevemente el
preciado tesoro de Felipe.
Que se siente rico locos, oh �exclamaba Gregorio,
metiendo con fuerza su masculinidad en mi ano.
Tiene apretadito el culo el compadrito. �Te gusta
loquito? �Te gusta? �Y acompa�aba sus palabras con intensas penetraciones
que me hac�an ver las estrellas.
Lo chupa rico el loco �dijo Felipe. �Estoy que me voy
cortado �Y tu negro? �le pregunt� a Gregorio.
Si, me falta poco. �Cabros! �Se lo echo adentro o se lo
echo en la espalda? �pregunt� Gregorio a sus amigos, los cuales se agolparon
para observar.
�En la espalda! �dec�an unos. ��adentro, adentro!
�gritaban otros. ��en el poto! �ped�an dos chicos.
Te voy a llenar el poto de moco. �Quieres que acabe
adentro?
Donde tu quieras �respond� en un susurro.
Felipe ya no pudo aguantar m�s su eyaculaci�n. Apret�
fuertemente su ano, mientras sus piernas se doblaban notoriamente. Sus manos
aferraron con energ�a mi cabeza y con una serie de intensas convulsiones, el
chico comenz� a dejar salir su preciada descarga. Pero justo en el momento que
soltaba los primeros chorros, sac� su pene de mi boca, lo tom� entre los dedos y
dirigi� todos los dem�s directamente a mi cara, provocando ruidosas carcajadas
de los chicos que observaban.
Gregorio tampoco esper� m�s, solo aguardaba que Felipe
acabara, para empujar con fuerza y dando pr�cticamente alaridos de triunfo,
empezara a llenar mi ano de la deliciosa leche varonil. Cuando termin� su
descarga, extrajo su miembro con lentitud, para luego acariciar con fuerza mis
cachetes posteriores con sus manos y manifestar su triunfo a sus amigos.
Debo decir aqu� que en ning�n momento me sent� mal al estar
en manos de estos menores. Me hac�an sentir deseado. Ninguno mostraba recelo por
ser yo maric�n. M�s bien me trataban con respeto. Y debo decir que eso dur� todo
el tiempo en que yo visit� el lugar para encontrarme en uno u otro sitio con
ellos y con otros chicos. Muchos perdieron su virginidad conmigo y eso les hac�a
estar agradecidos.
Bueno. Ya hab�a estado con cuatro de los menores. Ahora se
acercaron los que se ve�an como mayores. Pero a ellos les ped� hacerlo de una
manera diferente, ya que mi espalda me estaba molestando por la posici�n en la
que hab�a estado por m�s de 45 minutos. Los lolos aceptaron. Entonces, antes de
empezar cualquier combate, empec� a tocarles sus erectos penes uno a uno, sin
decidirme por ninguno. Los otro cuatro chicos segu�an mostrando formidables
erecciones; incluso Alex se masturbaba con energ�a mientras observaba atento mis
movimientos.
Cuando los felices muchachos estuvieron preparados, le ped� a
Sebasti�n, un bello adolescente de 15 a�os, que se acostara en la hierba. El
muchacho med�a 1.60, era de cuerpo atl�tico y entre sus piernas se ergu�a un
m�stil de unos 16 cms, de longitud, 12 cms. de grueso y arqueado hacia su
vientre. Su cuerpo era lampi�o, pero desde su cintura para abajo le cubr�a una
capa de nacientes pelos oscuros. Llevaba sus lisos cabellos relativamente largos
sin llegarle a sus hombros y su rostro exhib�a un cierto aire de malicia.
Luego me volte�, pero ellos ya hab�an decidido que un guapo
muchacho, Marco, fuera el que me taladrara mi posterior. El muchacho era moreno,
algo musculoso, ten�a 15 a�os y un precioso ariete curvado hacia arriba de 16
cms. de largo y unos 10 cms. de grueso. Los otros tres muchachos eran Eduardo,
de quince a�os, de 1.60 m�s o menos, m�s bien flaco y con una herramienta de
unos 14 cms. recta y delgada. Despu�s estaba Giovanni, de 14 a�os, un jovenzuelo
de piel clara, un poco m�s alto que Marco, que entre sus piernas exhib�a una
belleza de 15 cms. muy cabezona y gruesa. Su forma arqueada hacia arriba, dejaba
ver claramente sus venas, mientras palpitaba de forma evidente. Finalmente, un
verdadero monumento de 15 a�os, Rafael, se masturbaba distra�damente. Con la
piel cubierta por un delicado vello que se ennegrec�a en sus muslos y
pantorrillas, el muchacho med�a 1.65, de porte atl�tico sin exageraci�n, su pene
era de unos 18 cms. el m�s grande del grupo y lo mostraba orgulloso a los dem�s,
que lo miraban sin ning�n disimulo. Su rostro era de facciones muy suaves,
labios rojos y nariz levemente respingada.
En ese cuadro me dispuse a mamar el delicioso m�stil de
Eduardo y sentir en mi culo el enorme falo de Marco. Pero los j�venes
dispusieron que las cosas fueran diferentes, cuesti�n que a mi no me molest� en
lo absoluto, ya que me permit�a un mayor disfrute y una mejor observaci�n de
todo el panorama.
Efectivamente, Eduardo cambi� sitio con Marco y se tendi�
cuan largo era en la hierba, invit�ndome a sentar en su falo d�ndole la espalda.
Marco se puso frente a mi con su enhiesto miembro justo frente a mi cara. Dada
la novedad de la pose, los siete chicos se sentaron alrededor a observar el
espect�culo, que a mi no me molest� en lo absoluto, ya que me permit�a recrearme
mirando los cuerpos de los chicos, los cuales mostraban sendas erecciones,
excepto Gregorio que lo ten�a en reposo pero igual observaba atentamente lo que
hac�amos los tres.
Entonces yo retroced�, me puse a horcajadas sobre las piernas
de Eduardo, comenzando a bajar lentamente hasta que choqu� con un duro m�stil
que golpeaba mis nalgas primero y buscaba mi raja despu�s. Eduardo puso ambas
manos en mis cachetes mientras yo segu�a bajando mi cuerpo y con una de mis
manos dirig�a la punta del pene hacia la entrada de mi ano. Una vez bien
acomodado el glande del muchacho, fui bajando lentamente mi cuerpo, consiguiendo
sentarme por completo sobre el chico, el cual exclam� espont�neamente:
�Se lo trag� todo el gue�n! �Miren!
�Oh! De veras; lo tiene todo adentro
Aprieta los cachetes ahora socio, apri�talos. Ja ja ja ja
ja ja, mira como aprieta los cachetes el loco
�C�mo se siente Lalo? �Se siente rico? �pregunt� Giovanni
observando el sitio donde se juntaba mi cuerpo con el de Eduardo
Se siente rico. Mu�vete ahora loco; eso, as�.
Oye, �Te atrevis a chuparnos el pico a los dos juntos?
�consult� Rafael, mientras acercaba su verga a mi boca e invitaba a Marco
para acompa�arlo.
Probemos �respond� yo alegremente, mientras observaba las
miradas curiosas de los chicos que nos rodeaban.
Ambos lolitos acercaron sus vergas y las pusieron a mi
alcance. Cog� al de Rafael entre mis labios, mientras con mis dedos le masajeaba
suavemente sus bolsas. Los pendejos del chicuelo me tocaban mi nariz
provoc�ndome un agradable cosquilleo. All� sent� un penetrante olor a macho, a
macho tierno, deseoso, con todas sus energ�as a tope. Hab�a tragado todo el pene
de Rafael, no sab�a como pero hab�a llegado hasta el fondo de mi garganta. Muy
pocas veces lo he logrado, pero en esta ocasi�n lo hab�a conseguido.
Un poco con torpeza, Marco intentaba acercar su magnifico
falo al espacio de mi boca, pero yo no le dejaba. Con mi mano libre me apoder�
de su pico comenzando un suave movimiento de masaje, en que llevaba hacia atr�s
lo m�s que pod�a de su prepucio, haciendo que su glande brillara con la tensi�n,
para luego regresarlo lentamente hasta cubrir totalmente su extremo. Con estos
movimientos Marco pronto mostr� en el orificio de su sexo, el grado de
excitaci�n en que se encontraba, ya que espesas gotas de lubricante comenzaron a
aparecer.
As� fue como me desprend� del pico de Rafael y engull�
lentamente el de Marco. Primero lo alc� hasta que quedo paralelo al abdomen del
muchacho. Luego mi lengua se desliz� lentamente por su base cogiendo ambos
test�culos en mi boca, donde los sabore� goloso. Despu�s lam� como quien come un
helado, toda la extensi�n de la preciosa verga, apretando con mis labios, de
tanto en tanto, cada cent�metro de la dura piel. Luego coloqu� el pene en
posici�n normal y lo fui tragando poco a poco hasta que logr� su total
introducci�n.
Mientras hac�a esto, mis caderas se mov�an acompasadamente,
dejando entrar y salir la pichula de Eduardo que gem�a de emoci�n. Sent�a como
los pendejos del muchacho me rozaban mis test�culos, mientras sus manos me
recorr�an fren�ticamente la espalda y las caderas. El pene del chico rozaba con
energ�a mi recto, provoc�ndome estremecimientos de placer. La excitaci�n era
evidente, ya que mi violador se mov�a junto conmigo y me levantaba continuamente
con sus intensas embestidas. De repente Eduardo se levant� y me abraz� por la
cintura, luego baj� su mano derecha y se apoder� de mi semierecto miembro, el
cual reaccion� enseguida poni�ndose en posici�n firme en escasos momentos. All�
comenz� una en�rgica masturbaci�n, mientras prosegu�a sus embestidas y yo le
acompa�aba con los movimientos de mis caderas.
Marco y Rafael, entretanto, ya no resist�an m�s mis caricias.
Con en�rgicos movimientos ambos jovencitos me anunciaron que iban a eyacular. El
primero en hacerlo fue Rafael, quien en el momento en que ya sent�a venir la
emisi�n, sac� su pene de mi boca, retrocedi� unos pocos cent�metros y lanz� unos
poderosos chorros de esperma en mi cara, pecho y cabello. Marco, por su parte,
me tom� de la nuca y me apret� contra su abdomen, manteni�ndome en esa posici�n,
comenz� a dejar salir una moderada cantidad de esperma que yo disfrut� con
intensidad.
Mientras, Eduardo me penetraba apasionadamente mientras
segu�a masturb�ndome indiferente a las risas burlonas de sus amigos. Yo le ped�
que me dejara mover, a lo cual el accedi�, sin dejar de masturbarme. Entonces yo
le ped� que me soltara y coloc�ndome en cuclillas sobre su verga, empec� a subir
y bajar una y otra vez. El muchacho comenz� a gemir suavemente, hasta que me
embisti� unas cinco veces con mucha fuerza, luego arque� su cuerpo, para dejarse
caer y ba�ar mi recto con varias descargas que alcanc� a percibir en mi
interior.
Ante los movimientos de Eduardo, quien ahora re�a
alegremente, los seis chicos restantes se comenzaron a masturbar y se acercaron
a mi para que les ayudara. Pero entonces yo llam� a Sebasti�n, quien con una
erecci�n de pel�cula, era el �nico que hab�a permanecido m�s distante, despu�s
que momentos antes lo hab�an hecho esperar un poco m�s.
Entonces Sebasti�n se acerc�, me puso su pene en mi mano y me
pidi� que lo pajeara. Luego de unos momentos en que sus amigos lo animaban, me
dijo:
Te lo quiero meter.
Bueno �le dije, e hice adem�n de querer agacharme.
Pero as� no, ponte de espaldas. �Me entiendes? �E hizo un
adem�n con sus brazos que no entend� muy bien.
Vamos a ver. �Me acuesto de espalda?
Si, aqu� mismo. As�, as� mismo. Eso. Separa las piernas
ahora. Listo
Entonces Sebasti�n me separ� lo m�s que pudo las rodillas,
luego puso mis piernas en sus hombros y empez� a avanzar para penetrarme en la
posici�n que el seguramente hab�a visto en alguna revista. Sent� cuando su sexo
adolescente empez� a avanzar por mi recto, lento e imparable. Luego empez� a
mover su pelvis y pronto sent� sus pendejos roz�ndome el culo. �Qu� sensaci�n
mas maravillosa, ya que ahora pod�a ver el rostro del chico que me usaba para su
desahogo!
Cuando Sebasti�n complet� la penetraci�n, estando a
horcajadas enfrente de mi, comenz� un suave vaiv�n en que el roce de su pene
dentro de mi ano, me volvi� a excitar sobremanera. Los chicos animaban a su
compa�ero a proseguir con su tarea, mientras el jovencito no se hac�a esperar.
Sent�a que el muchacho no deseaba apurarse, lo hac�a con total tranquilidad,
lanz�ndome miradas de malicia que yo le respond�a acarici�ndole sus nalgas y
explorando su raja.
El chico empujaba con mucha habilidad, profundamente. En su
rostro se marcaba con claridad el placentero esfuerzo que realizaba. Pero �l
quer�a m�s. Soltando mis piernas, se inclin� sobre m�, pas� sus brazos bajo mis
hombros y me apret� contra el con sus juveniles manos. En esa posici�n, cambi�
la postura y se tendi� con todo su peso sobre mi. Yo le rode� sus espalda con
mis piernas y le apret� con fuerza, mientras mis manos le acariciaban sus
tiernos cabellos y mis labios le mordisqueaban una oreja.
All� el chico empez� a penetrarme con rudeza, mientras me
dec�a palabras al o�do que los dem�s no escuchaban pero que manifestaban su
intensa excitaci�n.
�Que estai rico loco! Tenis apretadito el poto, apri�talo
m�s ahora, eso as�.
Si, sigue as�, sigue papito, as� me gusta, as� me gusta,
eso, eso, con todas tus fuerzas, m�temelo todo, enterito, eso as� Seba,
as�...
�Ah, que estai rico. �me repet�a una y otra vez el
mocoso.
Ya casi al acabar, el chico era todo gemidos y suspiros, me
abrazaba, me apretaba, me taladraba con fuerza. En el momento final, alz� su
cuerpo, extrajo su maravilloso pene, se puso de rodillas mientras se masturbaba
con fuerza y comenzo a lanzar poderosos chorros de esperma, que alcanzaron mi
rostro, mi pecho y mi abdomen. �Qu� copiosa descarga! �Qu� cantidad de semen
dej� salir el lolito! Sus amigos estaban admirados ante tama�a cantidad.
Yo estaba feliz. Nueve chicos hab�an disfrutado conmigo una
tarde de placer. Y por la cara que ten�an estaban felices, radiantes. Despu�s
supe que ocho de ellos nunca hab�an tenido sexo con otra persona, es decir
hab�an perdido la virginidad conmigo.
Varios de los muchachitos quer�an proseguir la lucha, pero yo
ya quer�a regresar. Sin embargo, ante la insistencia, volv� a chupar varios
penes, creo que siete, los cuales me volvieron a llenar la boca de su exquisita
leche.
Se que algunos dudar�n de esta experiencia, pero les puedo
asegurar que ocurri� realmente. Incluso la repet� muchas veces con los mismos
chicos y con lolitos diferentes. En cada oportunidad tanto yo como los muchachos
terminamos felices. Nadie hab�a obligado a nadie. Todo hab�a sido de com�n
acuerdo.
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