Cuando baj� del taxi ten�a en mi mente varias dudas y
temores, no sab�a si mi madre se encontrar�a en casa, pues sus llegadas eran
siempre as�, inesperadas. No sab�a si, al enterarse Mario de mi ausencia, me
buscar�a de inmediato o hasta la ma�ana siguiente. Y aunque no ten�a dinero
conmigo, lo �nico que sab�a es que contaba con la poderosa prepotencia que te da
la feminidad sobre los hombres. El galancete taxista se desvivi� todo el camino
por intentar darle consuelo a la belleza que esa noche hab�a subido a su taxi.
Era un hombre de aproximadamente 28 a�os (el doble de mi edad en ese momento).
Vest�a con franco estilo de "latin lover", una camisa de seda p�rpura
desabotonada y un pantal�n de vestir amplio negro, sus zapatos de lustroso
charol y cadenas de oro por todos lados. Luc�a atl�tico y limpio, su pelo
relamido brillaba lustroso haci�ndole juego a sus zapatos. Su loci�n, era un
penetrante aroma a s�ndalo que lo hac�a verse m�s como un gal�n de baile que un
taxista en turno. Pero as� es la usanza en la regi�n en que vivo, muy cerca de
la frontera con los Estados Unidos. Como ya lo he dicho, toparme con este tipo
fue un error, quiz�s el peor que pude haber cometido tras haber sido tan
cuidadoso en no ser descubierto en mi verdadera identidad. Baj� del taxi y
acept� su favor de no cobrarme, al regresar, camin� con coqueter�a hasta el
portal de mi casa, permiti�ndome un quiz� �ltimo gustito de vanidad femenina.
En la madrugada la llamada de Mario, la semana siguiente sus
visitas pidi�ndome un perd�n nada convincente. Una charla en la que ambos
aceptamos que algo se hab�a desencantado esa noche, y la promesa de darnos un
tiempo para definir nuestros sentimientos. Lo conoc�a tan bien, que no era
necesario que me mintiera: en la disco Mario hab�a tenido �xito con las mujeres
de verdad. Su timidez estaba siendo superada y era hora de dejar el simulador de
conquista (yo) e intentarlo con chicas al 100%. Yo por mi parte, sent� que deb�a
sacar de mi cabeza la loca idea esa de andar por ah� transvestido. Ten�a que
pensar mucho sobre mi sexualidad, y si mi vida sin Mario ser�a al lado de otro
hombre o deb�a, igual que el, acercarme y conocer a las mujeres.
Los d�as se tornaron marrones y mi desilusi�n encontr� un
desahogo en una nueva afici�n: el atletismo. Me inscrib� en un equipo de
atletismo y empec� a practicar la carrera de semifondo (10, 000 mts.) Cuando
sal�a a la pista, me daba pena ver que no pod�a dejar de lucir femenino aun que
lo intentar�, as� que me hice el prop�sito de enrudecer mis rasgos, de correr
bajo el sol para que mi piel se bronceara y perdiera ese tono blancuzco y terso.
Los primeros d�as, los resultados fueron untando contraproducentes, pues mis
gl�teos se endurecieron aun m�s, torn�ndose la pieza m�s apetitosa del equipo,
mis piernas resaltaron su muslos, y mi torso adelgazo acentuando mi delicadeza.
Pero los largos momentos de la carrera de entrenamiento compensaban el esfuerzo
con lo bien que me ayudaban a aclarar mi mente. Eran momentos de pensar y pensar
sin ser interrumpido.
Los silbidos continuaban en la calle. Los galanes sal�an al
paso aun en mis peores fachas, el tendero y los alba�iles del barrio segu�an
dispuestos a demostrarme su hombr�a no solicitada. Pero yo ya no me apasionaba
de todo esto, solo sonre�a para mi adentros pensando en que todo esto un d�a
terminar�a. Cuando regresaba por las tardes de la pista, vest�a deportivamente
sin ning�n inter�s de exhibicionismo y simplemente hac�a o�dos sordos a los
piropos y a una que otra insinuaci�n directa.
Cierta ocasi�n el libidinoso tendero, viendo me entrar en un
short, me tir� una directa propuesta: -oye chico, ven conmigo a la trastienda,
cinco minutos, d�jame tocarte esas hermosas piernas que tienes y te dar� lo que
quieras- Lo escuch� sorprendido no de lo que me dec�a, sino por que nunca lo
hab�a pronunciar tantas palabras juntas y claras. Me re� con un acento de
ternura. �Ay don Chente, �y si le da un infarto? Su obesidad no se ve nada
saludable �eh?- me sorprend� a mi mismo por el cinismo que abander�. El tendero
me rog� que le diera solo unos minutos, que era yo su obsesi�n y que da�ria lo
que fuera por tocarme un poco. Lo mir� como se mira aun loco, pague mis bebidas
y sal�. -Ya te convencer�, a ti o a tu hermana, me dijo- mientras le daba la
espalda. �yo no tengo hermanas, dije sin voltear, -pues el otro d�a vino un tipo
preguntando por una chica que vive en tu casa, por su descripci�n debe ser tu
hermana- qu� raro- pens�. Quiz� se refer�an a mi madre, es bajita y hermosa,
parece adolescente cuando viste su traje de tenis. De ella hered� el trasero y
las piernas. No puse m�s atenci�n y sal�, me urg�a dormir un poco, caminaba por
la acera cuando a mi paso se emparej� un autom�vil. �Hola, Michel- me dijo la
voz desde el auto. Empalidec� en un instante, eran ya casi seis semanas que
nadie me llamaba por ese nombre. Gir� con miedo la vista al interior del
veh�culo, era el taxista.
Se equivoca amigo, Yo no me llamo Michel. Le dije con la
mayor seguridad posible, aunque inevitablemente me temblaba la voz. El se r�o, y
me orden�: -s�bete- obedec� mec�nicamente, presa de un miedo inexplicable -he
batallado mucho en encontrarte, y reconocerte en esas fachas. Pero ahora que te
he encontrado, no descansar� hasta tenerte en mi cama, seas hombre o mujer, lo
que seas. No ser�as el primer putito que me cojo- Su figura era tenebrosa, su
voz firme y definitiva. Me hablaba con la dureza con que seguramente hablan los
chulos a las putas. El olor a s�ndalo inundaba el interior del auto. Tratando de
ser fuerte le pregunt� con la misma decisi�n -�y c�mo rayos piensas obligarme?
�sencillo, si no vienes conmigo, toda mundo se enterar� de tus vistas a la
disco, en tu escuela, tus maestros, tu madre, todos�- tengo semanas busc�ndote e
investig�ndote, te tengo en mis manos y no quiero batallar, ser�s mi nena
durante dos semanas, y te dejar� en paz despu�s. Peor debes cooperar o adem�s de
todo puedo ser muy violento. Me dejo perplejo, boquiabierto y con ganas de
llorar.
Me baj� en el portal de mi casa y me dijo, -ahora los viernes
saldr�s conmigo en lugar de con el maric�n ese que te dej� y que te cambi� por
una putita de altos vuelos- Trate de adelantarme y negociar �ok, acept�, saldr�
contigo, pero no tendremos sexo nunca, te masturbar� y te dejar� satisfecho,
pero ni loco pienses que me penetraras, no lo har�s, prefiero ser descubierto-
Muy bien- dijo. Ser�s mi chica durante un mes, me masturbar�s, pero si no logras
satisfacerme, lo har�s con tu boquita, qu� dices.- me son� a reto, pens� en lo
r�pido que despachaba a Mario y cre� que ser�a igual en todos los hombres, as�
que como sintiendo que hacia una apuesta segura, acept�. -Trato hecho, pero solo
un mes, los viernes, �c�mo sabr� que cumplir�s tu parte?- tendr�s que correr el
riesgo, me dijo. Sonriendo c�nicamente. Hacia mis adentros pens�, -un mes es
tiempo suficiente para idear como deshacerme de ti-.
-Ok, ma�ana ser� nuestra primera noche, viste hermosa, como
ibas el d�a que te conoc�- Me orden�, -te recoger� en el callej�n que est�
detr�s de tu casa, podr�s escapar por el balc�n en caso de que sea necesario-
-Maldito, pens�, me tiene s�per estudiado, por ah� se colaba Mario para entrar a
mi cuarto- empez� a darme mucho temor, pero una rara, mezcla de morbo me inund�.
Morbo y sensaci�n de venganza, miedo y adrenalina otra vez. Un vez m�s una
relaci�n prohibida era el v�rtice de mi vida.