ARCANOS EN LA GRAN SABANA
Pum... Pum... Pum...
Oigo los tambores... �Son tambores? No, Eva no est�s loca, lo
sabes, puedes o�rlos, sabes que est�n preparando algo... que nos est�n
preparando algo...
Pum.. Pum... Pum...
***
La Gran Sabana, el m�gico territorio vegetal de Am�rica del
Sur, con sus tepuyes como guardianes fieles y silenciosos de todo lo que
aqu� ocurre, la ca�da de agua m�s alta del mundo el Chur�n Mer� o "Salto
�ngel"; un territorio llenos de mitos y misterio... el para�so le llaman
algunos, Tierra de Gracia otros ... Llegamos.
Es una calurosa tarde de junio, estamos en
una localidad llamada Santa Elena de Uair�n, poblado que limita con el Brasil.
Tenemos que buscar alguien que nos lleve r�o arriba, y para eso contratamos un
hombre due�o de lo que aqu� llaman "chalana", una especie de embarcaci�n peque�a
con la cual se navega por los r�os.
Hab�amos venido a Am�rica del Sur, a la Gran Sabana, a
realizar una investigaci�n en la tribu de los Caribes, ind�genas que,
seg�n dec�an, conservaban el secreto de la eterna juventud mediante rituales
efectuados en plena luna llena... S�, el mito era lo �nico que ten�amos al
llegar. El mito y nuestro maldito irrefrenable deseo de fama internacional, de
reconocimiento.
La chalana nos dej� en un peque�o muelle, a orillas del R�o
Caron�. El due�o de la embarcaci�n no nos quiso acompa�ar
a la selva, a pesar de nuestras
insistencias, "No se�oritos, esta selva est� embrujada. Yo no me adentro en
ella despu�s de las seis de la tarde y miren ya son casi las cinco. Eso s�lo es
pa� locos como ustedes". �Cobarde!, Bueno, ni modo, los cuatro integrantes
de la expedici�n nos adentramos en la vor�gine selv�tica, guiados s�lo por un
peque�o mapa, la br�jula suiza que tra�amos y las suposiciones de la ubicaci�n
de la tribu.
Caminamos sin rumbo, han pasado ya dos horas, la noche ha
ca�do
y la luna es nuestra �nica compa��a. La luna y el
silencio. Qu� raro, estamos en medio de la selva pero no se oye ni un solo
ruido, es como si el tiempo se hubiera detenido. Exhaustos decidimos acampar en
un peque�o claro para dormir y esperar que amaneciera. Y eso es lo que hacemos,
sacamos nuestros "sleepings" y los tendemos en la tierra, encendemos un peque�o
fuego, para no congelarnos ya que, si en el d�a hab�a prevalecido un calor de
los mil demonios, en la noche hac�a un fr�o tres veces m�s insoportable que el
calor de la ma�ana. Hecho esto, nos acostamos, confiando en que al d�a
siguiente, con la claridad, lograr�amos encontrar el asentamiento ind�gena que
busc�bamos.
Me despert� un ruido. Al incorporarme sent� un escalofr�o
recorrer toda mi columna vertebral. Estaba oscuro, me parec�a que hab�a estado
dormida tan s�lo un par de minutos. No est�bamos solos, lo sent�a... �Maldito
sexto sentido! Algo no estaba bien, eso era seguro. Silencio... No, o�a algo,
eran... �tambores? No puede ser, estamos solos...
Pum, pum, pum...
S�, no estaba equivocada, ese ruido proven�a de unos
tambores. En ese momento, en que mi mente se encontraba tratando de asimilar el
pum, pum, pum de los tambores, sent� una presencia a mis espaldas y me volte�.
Detr�s de m� estaba la pantera m�s grande que hubiera visto en toda mi vida.
Negra, de ojos refulgentes que parec�an hablarme. Poco a poco fue saliendo de
entre los �rboles, caminando hacia m�, con movimientos tan sigilosos, tan
precisos... tan sensuales.
Trato de gritar para despertar a alguno de mis compa�eros
pero la voz no me sale, est� atascada en la garganta. El animal se acerca cada
vez m�s... pero... �animal? El sensual andar del animal, los ojos fijos en los
m�os... debo estar
alucinando, la pantera poco a poco se va
transformando, de venir caminando sobre cuatro patas me parece que se incorpora
y camina en dos; las patas delanteras empiezan a convertirse en fornidos brazos,
el cuerpo del animal se transforma en el atl�tico cuerpo de un hombre, el negro
de su piel toma un moreno color canela... �Dios, es un hombre! De la espesura de
la selva ven�a caminando un hombre, no un animal como hab�a visto antes. Pero
con movimientos tan sensuales como los del felino. Se me acerca, su cuerpo
estaba brillante, como si lo hubiera untado con alg�n aceite, sus ojos claros
brillaban y tan s�lo cubr�a su virilidad con un peque�o taparrabo. De pie frente
a m�, el hombre levanta su brazo derecho y se�ala hacia el norte, "Por all�
se encuentra el camino", oigo una voz grave salir de su boca. En ese momento
su expresi�n se transforma, sonr�e de manera burlona y se arrodilla junto a m�,
sus ojos clavados en los m�os, sus manos se acercan a mi cara y la acarician,
bajan por mi cuello, mis pechos, que toma entre sus manos y los aprieta, su
cabeza se dirige hacia ellos, su boca los busca, siento su lengua rozar el
contorno de mis pezones que ya est�n duros...
En mi interior una lucha, �debo dejar que siga o, por el
contrario, debo gritar y despertar al grupo haciendo que el hombre huya? Como si
estuviera fuera de mis cabales, mis manos, haciendo caso omiso de mi sentido
com�n, se dirigen al pobre taparrabo y comienzan a hurgar por debajo de �l,
encuentran su sexo, grande... deseo entregarme a �l, sentir c�mo me penetra y me
hace suya, ahora, esta noche... al tocarlo sent� el filoso fr�o, mir� hacia
abajo, me hab�a clavado una daga en el pecho... "Tu coraz�n es m�o, est�
escrito"...
Pum...pum...pum...
***
- Eva, �te encuentras bien? � Era Mat�as, compa�ero de
investigaci�n y mi mejor amigo, quien me hablaba.
- No, algo... algo vino anoche... los tambores...
- Eva, s�lo fue un sue�o, estabas gritando y nos asustaste.
Mir� a mi alrededor. Los tres hombres que iban conmigo en
esta aventura estaban en cuclillas a mi lado, y el sol se prend�a ya en el
cielo. Beb� un poco de agua de la cantimplora que me acerc� Mat�as. So�ando. No
puede ser, lo que sent� no era un sue�o...
Decidimos levantar el improvisado campamento y seguir nuestro
camino. Como si estuviera pose�da, los obligu� a seguir el camino hacia el
norte, "Estoy segura que es por ac�", les dije, mientras sus caras
mostraban una expresi�n de asombro e incredulidad dif�cil de ocultar.
Una hora despu�s llegamos a un caser�o, una peque�a comunidad
de m�s o menos cincuenta habitantes, entre hombres, mujeres e infinidad de
ni�os, (�qu� cantidad de ni�os!). Se nos acerca un hombre, bajito, algo calvo,
vestido con pantalones caqui cortos, una camisa azul celeste y con una expresi�n
mucho menos m�s afable de lo que la ten�an todos los dem�s. Nos dice que es el
Padre Juan y que lleva muchos a�os ya viviendo entre esa gente, ayud�ndolos a
llevar una vida mejor en las creencias del se�or, "Son personas desconfiadas
y no reciben con alegr�a a los extra�os que llegan, poco, pero lo hacen; as� que
tienen que ganarse su confianza si quieren su colaboraci�n". Ah� va de nuevo
el maldito sexto sentido, no le creo ni una palabra a este hombre, as� me diga
que es el mism�simo Papa.
El Padre Juan nos asign� una choza en la cual pod�amos dejar
nuestras pocas pertenencias. Al rato se aparece con una hojas enormes en donde
trae envuelta la comida: "Casabe" nos dice, una tortilla de ma�z algo
amarga y unos cuencos de barro en donde hay un brebaje elaborado con unas matas
tra�das de un lugar espec�fico de la selva, y un tanto dulz�n.
Al rato, los cuatro empezamos a sentirnos un poco
so�olientos, como si hubieran guindando peque�as pesitas en nuestros p�rpados y
decidimos irnos a descansar un rato para luego empezar a "familiarizarnos" con
el resto de la poblaci�n.
***
Pum...pum...pum...
�Cu�nto tiempo ha pasado? No lo s�, me siento un tanto
"pesada", mi cuerpo pareciera que ha estado dormido por a�os. Trato de
levantarme, no puedo. Mi cabeza da vueltas, estoy mareada... oigo... Pum...
Pum... Pum... los tambores, ah� est�n otra vez esos malditos tambores. Abro
los ojos, la negrura del cielo lo abarca todo... un cielo lleno de estrellas y
con una luna llena enorme. �D�nde estoy? Trato de levantar un brazo, pero no
puedo, �est� atado? No, algo m�s poderoso que cuerdas me impiden moverme.
Volteo. Viene, s�, viene hacia m�... la pantera, no, el hombre... el hombre del
sue�o...
Pum... pum... pum...
Se para a mi lado, sus ojos, lascivos, miran mi cuerpo
desnudo, sus manos dirigidas a mi cara, acarician mi rostro, peinan mis
cabellos... "Joven... eres joven. �Acaso crees que no s� para qu� vinieron?",
su voz es cautivante, sensual... hace que no pueda negarme a nada que me pida.
Est� desnudo, hoy no lleva el taparrabo de la noche anterior, puedo ver su sexo
enhiesto, dispuesto para el ataque. Empieza su incursi�n en mi cuerpo...
Mi cabeza empieza a dar vueltas, estoy mareada. Siento sus
manos recorrer mi cuerpo, �ste se debate entre el abandono a las caricias y la
inteligencia de tratar de huir. Giro la cabeza, hombres, estoy rodeada de
hombres, todos desnudos... �se... ��se es el Padre Juan? �No puede ser! �C�mo va
a participar en esto? �No es que se dedica a traer la palabra de Dios a esta
gente? Pero s�, se encuentra entre los hombres que presencian la escena, lleva
el rostro pintado y, como los otros, su cuerpo est� totalmente desnudo...
Pum...pum...pum...
El hombre-pantera sigue su trabajo. No puedo pensar
racionalmente, a pesar del miedo, de la zozobra de lo que pasar�, necesito que
contin�e... Su boca se dirige a la m�a, toma mis labios, los besa, su lengua
entra sin dificultad en mi boca y la recorre, siento c�mo mi cuerpo se estremece
con el contacto de sus manos, grandes, experimentadas. Arqueo la espalda para
poder acercar mi cuerpo al suyo pero �l, suavemente, vuelve a acostarme.
Sus manos acarician mis senos, mis pezones se endurecen, la
excitaci�n comienza a hacerse due�a de mi cuerpo, quiero que me suelte, quiero
recorrer su cuerpo con mis manos, con mi lengua, sentir su sexo en mi boca...
Pero �l no me deja, �l es el experto, el amo que en estos momentos tiene mi
cuerpo como posesi�n absoluta.
Cierro los ojos, entreg�ndome al placer que me proporciona
este desconocido. Siento c�mo su boca suelta uno de mis senos y su lengua
empieza a recorrer el est�mago, el vientre, los muslos... sus manos lo van
ayudando a ofrecer el placer, su lengua se detiene al borde de mi pubis, trato
de incorporarme aunque s� que no puedo hacerlo... s�, empieza otra vez, su
cabeza se pierde entre mis piernas, siento su lengua recorrer cada cent�metro de
mi vagina; experta, como si lo hubiera hecho millones de veces... de pronto,
deja su labor, abro los ojos, veo c�mo se monta sobre la piedra en la que estoy
tendida, con una mano separa levemente mis piernas y con la otra toma su sexo,
el cual dirige directamente hacia el m�o. Echo mi cabeza hacia atr�s, esperando
la embestida... llega, me inunda con �l, su pene abarca todo mi ser, sus manos
posadas en mis pechos, acarici�ndolos mientras los movimientos de sus caderas
empiezan a volverse m�s r�pidos... mi orgasmo est� a punto de llegar, empiezo a
sentir el cosquilleo en mi vientre, los m�sculos de la vagina se contraen y
empiezo a moverme fren�tica, ansiando su l�quido dentro de m�... un grito rompe
en la noche, mi cuerpo tiembla por el placer otorgado...
Oigo los tambores... No, no estoy loca, ahora lo s�, puedo
o�rlos, esto era lo que estaban preparando...
Abro los ojos. Ahora �l est� de pie a mi lado, sonriendo, "Eres
joven y tu juventud ahora ser� m�a" . No est� bien, algo en mi cabeza me
dice que grite, que me trate de levantar, pero no puedo. Volteo. Un poco m�s
all� se encuentran acostados mis tres compa�eros de expedici�n, los brazos a un
costado, los cuerpos totalmente desnudos y llenos de sangre, los ojos abiertos y
una expresi�n de terror en sus rostros...
Siento el cuchillo clavarse en mi pecho...
Pum...pum...pum...