Relato: Las aventuras de Lara (4)





Relato: Las aventuras de Lara (4)

CAP�TULO IV- La revisi�n m�dica


Mi particular relaci�n con Rosa y Alicia hab�a terminado por
gustarme definitivamente, aunque hac�a lo que pod�a para disimularlo ante ellas,
ya que si no nuestros encuentros habr�an perdido casi toda su gracia. Tambi�n
hab�a conseguido ocultar todas estas experiencias a mis amigas, lo cual era
extremadamente dif�cil, pues ya Raquel se hab�a dado cuenta de que a menudo
intercambiaba demasiadas miradas con un par de chicas de tercero y me hab�a
preguntado la raz�n. Afortunadamente, siempre hab�a conseguido encontrar una
excusa y seguir adelante con mis aventurillas secretas.



Pero no iban a ser solo mi compa�eras las que intentasen aprovecharse de m�. Una
chica joven es algo demasiado apetecible para demasiada gente, as� que pronto
tuve ocasi�n de ser blanco de nuevos deseos. Ocurri� durante la revisi�n m�dica
que nos hac�an cada a�o. Hasta entonces nos la hab�an hecho una doctora y un
doctor bastante mayor, pero esta vez se present� un m�dico de unos treinta a�os,
bastante agradable, moreno, de mediana estatura. La revisi�n se hac�a en una
sala situada cerca de la entrada del colegio. Nosotras deb�amos ir pasando de
una en una durante toda la ma�ana. Mientras esper�bamos nuestro turno, hac�amos
bormas entre nosotras sobre lo que nos mirar�an, y pregunt�bamos con sonrisas a
las que iban saliendo qu� les hab�an hecho. De este modo pas�bamos el rato como
es habitual entre las j�venes. Se dio la circunstancia de que yo fui la �ltima
en pasar, de modo que nadie ten�a que esperar si el doctor se demoraba conmigo.



En cuanto entr�, me hizo la revisi�n m�s b�sica: el o�do, la visi�n,... todo era
como muy normal. Luego, para poder escuchar mi respiraci�n me pidi� que me
desabrochase un poco la blusa. A m� aquello me daba bastante verg�enza, si bien
�l no hizo adem�n de querer aprovechar la situaci�n para ver o tocar m�s de lo
debido. Pero cuando ya se supon�a que faltaba poco para marcharme, me pregunt�
si hab�a ido alguna vez al ginec�logo. Yo, algo azorada, respond� que no, o al
menos que no lo recordaba. Entonces �l levant� la vista muy serio y me dijo:



-Pues tendr�as que hacerlo. Es una revisi�n tan importante como cualquier otra.

-S�, doctor.

-Dime, �tienes molestias con la regla?

-No, ninguna.

-Porque la tienes con regularidad, �verdad?

-S�, claro.

-�Sufres alguna disfunci�n especial?

-Creo que no.

-�Crees? Bueno, eso es f�cil de saber: �Llegas al orgasmo con facilidad?

-S�, yo...



En ese momento me di cuenta de que me hab�a ido de la lengua. Hab�a estado a
punto de decirle: "Si, yo siempre acabo en pocos minutos y no me cuesta llegar
al final". No ten�a por qu� contarle esas cosas. Sin embargo �l se interes� m�s
por el tema:



-O sea, que lo practicas a menudo -me dijo con toda seriedad.

-Bueno, no s� si es m�s de lo normal...

-�Un par de veces a la semana?

-Algo as�.

-Entonces a�n eres virgen.



Vamos, esto ya era demasiado. Me puse como un tomate ante la pregunta y baj� los
ojos. Esto hizo que �l encontrase la respuesta por s� mismo:



-O sea, que no lo eres.

-Bueno... no.

-No pasa nada, mujer. Al contrario, eso contribuye a tener un buen estado
f�sico, siempre y cuando �l no te hiciese sentir demasiado dolor en aquel
momento. �Sufriste alg�n da�o especial?

-Bueno, es que... no se lo puedo explicar.

-�C�mo que no? -me pregunt� indignado- �Es que no entiendes que si escondes
alguna cosa podr�as estar ocultando un problema que afectase a tu salud?

-Ya, pero es que...

-Vamos, dime, �qu� es lo que ocurri� para que pongas tantas pegas en
contestarme?

-Es que no fue con un hombre. Fue con un objeto.

-�Con un objeto? Mmm... Eso lo cambia todo.

-�S�?

-Pues claro. Podr�as haber sufrido alguna lesi�n interna. Anda, qu�tate la falda
y si�ntate ah�.

-�Qu� es lo que quiere hacerme?

-Simplemente examinarte.

-�No! �No quiero!

-Vamos, no seas tozuda. �O es que prefieres que se lo diga a tus padres y
profesores?



Me acobard� ante su amenaza, no fuese a ocurrir que mis aventurillas con Rosa y
Alicia se descubriesen de alg�n modo. Confi� en la profesionalidad del doctor y
me quit� la falda. �l me hizo tumbarme en una especie de camilla y abrir las
piernas.



-Vamos, -me dijo con firmeza- las bragas tambi�n.



Cre� morir de verg�enza mientras me las quitaba, pero no hab�a salida.
Instintivamente, mis manos acudierdon a taparme, pero �l las apart�
tranquilamente sin que yo intentase evitarlo. Esto hizo que mi entrepierna
depilada quedase indefensa ante sus miradas.



-Vaya, veo que cuidas mucho tu est�tica. �Es que tienes costumbre de ense��rselo
a alguien?

-Eso a usted no le importa.

-Est� bien, no me respondas si no quieres. Est� claro que te gusta ense�arlo de
esta manera, y eso dice mucho de ti. Ahora vamos a examinarlo.



Y entonces comenz� a tocarme. Primero roz�ndome suavemente la vulva con un dedo,
acto muy sencillo pero al mismo tiempo muy impactante para m�, pues era la
primera vez que un hombre osaba tocar esa parte de mi cuerpo. Luego, como
haciendo que quer�a separarme las piernas para ver mejor, el cabr�n me toc� los
muslos intencionadamente. Sus manos se sent�an calientes sobre mis mu�ecas y en
ese momento, la sensaci�n de estar a su disposici�n me puso a mil. A�n as�, la
humillaci�n de verme como un objeto me hac�a protestar.



-Por favor, no siga. Esto no est� bien. Usted no deber�a hacerme esto.

-Vamos, no te quejes. Tengo que examinarte bien.



Entonces comenz� a palpar mi entrepierna y apartar un poco los labios vaginales.
Sus caricias me humillaban, pero al mismo me gustaban. Justo cuando comenc� a
decir "No me toque, no me toque, por favor", �l se decidi� a introducir un dedo
en mi interior. Yo lanc� un quejido en el que �l sin duda debi� adivinar que
hab�a un cierto consentimiento. A continuaci�n abri� m�s la entrada y se atrevi�
a meter dos.



-�Has visto? -me dijo sonriendo- He podido meterlos con facilidad. Eso significa
que est�s bien lubricada, y los hechos no mienten.



El muy cabr�n ten�a raz�n. Me hab�a mojado con bastante facilidad y �l lo
aprovechaba para dejarme en mal lugar y aprovecharse de m� sin escr�pulos. Lo
peor era que mi excitaci�n iba en aumento incluso en contra de mi voluntad. Me
fastidiaba encontrarme as�, pero a mi cuerpo le gustaba, de modo que no hab�a
nada que hacer.



-Bueno -me dijo-, creo que no tienes lesiones.

-�Puedo vestirme ya entonces?

-A�n no. Voy a comprobar c�mo respondes a los est�mulos.



Eso significaba que iba a aprovechar la ocasi�n para abusar de m�. Qu� cerdo,
encima poniendo excusas. Como quer�a que yo misma disfrutase con el espect�culo,
me puso delante un espejo en el que pod�a ir viendo lo que �l hac�a. Nunca me
hab�a visto a m� misma de aquella manera, tan abierta y mojada. Casi pod�a ver
el tejido interno de mi vagina reflejado en el cristal. Aquello me dio un morbo
impresionante, sober todo teniendo en cuenta que era un hombre el que me estaba
ense�ando todo eso. Mi propia imagen me excit�, y �l decidi� que no hab�a tiempo
que perder, no fuese a ocurrir que me bajase la calentura y me largase de all�.
Supongo que no hace falta explicar el inmenso placer que �l parec�a sentir al
observarme de aquella manera. Hubiera parecido un s�tiro baboso de no haber sido
un hombre tan joven y m�s o menos agraciado. Sus ojos echaban chispas, y la
sonrisa lujuriosa de su rostro delataba sus culpables intenciones.


Con todo el arte del que fue capaz, me frot� en la parte
superior, que es la m�s sensible, mientras me introduc�a uno o dos dedos seg�n
el momento. No lo hac�a mal, lo confieso, aunque no tan bien como Rosa y Alicia:
evidentemente las mujeres sabemos mejor que nadie c�mo debe hacerse. Pero fue
suficiente para hacerme lanzar algunos gemidos de consentimiento mientras mi
vulva se humedec�a m�s y m�s.



-Eres una putilla -me dijo mientras segu�a frotando-. No puedes negarlo. Seguro
que t� misma te haces esto cada d�a, �verdad?

-No, no es cierto.

-Mentirosa. Sabes que s�, y seguro que si no lo haces m�s es porque no puedes.
Porque te gusta, �eh?



No quise responderle. La respuesta era que s�, pero no quer�a pronunciarla.
Mientras tanto, vi c�mo crec�a en su pantal�n un bulto inequ�voco. L�gicamente,
todo aquello le estaba encantando, y como se dio cuenta de que yo no apartaba la
vista del cada vez m�s enorme objeto que intentaba abrirse paso entre la tela,
pronto decidi� que a �l tambi�n le tocaba recibir algo.



-�Te gustar�a tocarla, eh? -me pregunt� con una sonrisa mientras bajaba su
cremallera- Vamos, c�gela. Ya est� lista para ti.



En ese momento apareci� ante m� un miembro masculino totalmente firme, que
parec�a pedir que alguien calmase la excitaci�n que lo llenaba. Parec�a una
gorda serpiente que me estuviera mirando, amenazante. La punta era colorada y
parec�a ba�ada en una l�quido similar al que yo misma segregaba cuando me pon�a
caliente. A pesar de la verg�enza que me provocaba todo aquello, me qued� como
hipnotizada por unos momentos ante la novedad de la escena, pues nunca hab�a
visto uno antes. Me entr� la curiosidad (fatal consejera de las j�venes en estas
situaciones) y me dio por agarrarla con una mano, para sentirla de alg�n modo. A
pesar de lo dura que estaba, resultaba al mismo tiempo manejable y agradable de
tocar.



-Vamos, no te cortes. Ag�tala.



Obedec�, y me result� gracioso. Mira por d�nde, all� est�bamos los dos,
masturb�ndonos m�tuamente. Ahora ya s� que hab�a perdido la verg�enza
totalmente, pues en todas estas situaciones llega un momento en el que deja de
tener sentido avergonzarse. A fin de cuentas, llegados ya a ese punto, �qu� m�s
daba cualquier otra cosa? Agradec� al destino que hibiera puesto en mi camino
situaciones como aquella o como las experiencias con Rosa y Alicia, porque as�
resulta m�s enriquecedora la vida, mientras que muchas personas pasan su tiempo
en otras actividades mucho m�s decentes, pero en las que tampoco hay aliciente
alguno. Y es que puestos a vivir estas cosas o no vivirlas, �por qu� querr�a
alguien decantarse por lo segundo?


De este modo seguimos durante un minuto aproximadamente,
hasta que yo acab� la primera. Me agit� en la camilla con violencia, mientras
intentaba controlar mis gemidos para que no nos oyese nadie desde fuera. En el
instante final cerr� los ojos y lanc� unos cuantos suspiros muy profundos.
Luego, qued� extendida y quieta, calmada y satisfecha. Abr� los ojos como si
despertase de un sue�o y ah� estaba �l, sonriente, como si le hubiera tocado un
premio.



-�Es increible! -exclam�- Nunca hab�a visto una chica que acabase tan pronto.
Eres, muy activa, Lara.

-Es culpa suya, doctor. No deber�a haberme hecho estas cosas.

-No te ir�s a arrepentir ahora. Pero vamos, contin�a agitando, que a�n me toca a
m�.



No quise decepcionarle, pues ya quedaba lo de menos importancia. Notaba que mi
mano se humedec�a con los jugos que segregaba su aparato, los cuales tambi�n
produc�an una especie de chapoteo muy gracioso a medida que yo lo agitaba. Como
era l�gico, �l ya estaba muy excitado, as� que en un par de minutos de menearlo,
un l�quido blanco y espeso sali� despedido de la punta de su aparato, mientras
�l cerraba los ojos y gem�a con violencia contenida. Unas gotas cayeron al
suelo, otras salpicaron la camilla y el resto se desparram� por mi mano y mi
antebrazo. La verdad es que hay pocas cosas tan divertidas como masturbar a un
hombre. La masturbaci�n femenina est� bien para quien la recibe, pero resulta
algo m�s inc�modo realizarla y no es tan vistosa al no haber ning�n objeto que
agarrar. Adem�s, con los hombres una siempre tiene el premio de comprobar
claramente la se�al inequ�voca y visible de que ha conseguido su objetivo,
mientras que con una mujer es dif�cil saber si se la ha excitado mucho o poco.
Yo encontr� muy curioso todo aquello, y desde entonces siempre he estado
fascinada por este instante sublime en el que la semilla de la que todos
provenimos es lanzada al vac�o acompa�ada por los gemidos y espasmos del hombre,
como una salva de ca��n saludada por el griter�o de la multitud. En aquel
momento, sin embargo, la cosa acab� de un modo bastante fr�o: �l se limpi� lo
mejor que pudo y volvi� a acomodar su aparato en el interior de sus
calzoncillos, mientras yo me incorporaba para limpiarme la mano y volv�a a
ponerme mis bragas.



-Bueno, Lara, te has portado muy bien. Tienes una sexualidad excelente. Te
recomiendo que sigas as�: tu cuerpo y tu mente te lo agradecer�n. Espero
encontrarte igual de bien el a�o que viene.



Y tras decir esto se march�. Qu� cerdo; ni un beso, ni una caricia ni nada, s�lo
hab�a querido aprovecharse de una jovencita para pasar el rato. Pero quiz�s
mejor as�, porque yo, a fin de cuentas, tampoco pretend�a conseguir nada m�s de
todo aquello. De esta manera acab� la revisi�n de aquel a�o, tras la cual fui a
comer como si nada. Aquel episodio marcar�a mi vida tambi�n de un modo muy vivo,
y desde entonces he estado siempre obsesionada con las revisones m�dicas, que me
dan un morbo impresionante. Qu� triste, sin embargo -pens� en aquel momento-,
que mi primera experiencia fuese con chicas y a trav�s de una especie de
violaci�n, que mi paso a mujer se hiciera con un bote de pl�stico, y que mi
primera experiencia con un hombre fuese con un m�dico aprovechado. Mientras mis
amigas comenzaban a besarse con los chicos y algunas pronto perder�an la
virginidad con alguno al que amasen, yo deb�a pasar por todos aquellos episodios
retorcidos y ajenos al devenir natural de las cosas. �Estar�a toda mi vida a
caer siempre en las peores situaciones?


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Relato: Las aventuras de Lara (4)
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