Aquel fue mi primer trabajo y, a decir
verdad, no
estaba mal.
Soy joven y para mí supuso un cambio muy importante,
primero porque tuve que marcharme a una ciudad lejos
de mi familia y, segundo, porque tenía independencia
económica por primera vez en mi vida.
Mi padre siempre me advirtió que la vida era muy
difícil, que había mucho que aguantar, siempre
remataba sus frases con un paternal " ...en el trabajo
verás que hay que sacrificarse mucho para alcanzar las
metas. .BLA BLA BLA..".
Aquello me sonaba a tostón y, seguro que muchos
jóvenes hacéis lo mismo, trataba de encerrarme en mi
habitación para no escucharle.
Cuando logré mi empleo pensé que le había dado una
lección a mi padre, porque todo me iba estupendamente.
El trabajo era genial, incluso pensé que era demasiado
importante para mí, de hecho nunca terminé mis
estudios y tareas similares a las mías, en otras
empresas, las desempeñaban licenciados en Económicas.
Mis funciones eran cómodas y, la mayoría de las veces,
me sobraba tiempo en mi jornada laboral después de
terminar el trabajo del día.
Pero todas las historias bonitas suelen tener
un lado
menos agradable y, en este caso, el lado oscuro lo
representaba el dueño de la empresa.
Don Esteban tendría unos cincuenta y muchos años, era
un viejo casi analfabeto de inconfesables orígenes,
pero, a pesar de ello, se había convertido en un rico
empresario de la construcción. Su orgullo personal no
tenía límites, lograr lo que él había logrado con
tan
pocos recursos formaron un carácter altivo y
dictatorial.
Era un mal educado machista, la grosería y el no saber
estar se acompañaban de un físico voluminoso y una
cara rechoncha y colorada. La calvicie remataba la
cima de tan asqueroso personaje.
Yo, sinceramente, sentía profundo desagrado
con su
presencia. Su tratamiento hacia mí siempre fue
despectivo y grosero, el hecho de ser mujer parecía
que conllevaba su actitud de escaso reconocimiento y
su total falta de respeto. Me acordaba de mi padre y
me decía a mí misma " Esta es la parte sacrificada de
todo empleo, papi, tenías algo de razón"
Aunque siempre noté que me miraba con
deseo, a partir
de que un día estuve en su despacho por razones de
trabajo, fue cuando se hizo palpable su actitud de
acoso hacia mí.
A mis veinte años tengo un buen cuerpo,
soy bastante
delgada y mis rasgos suelen gustar.
En el trabajo procuraba vestir bien discreta, pero -a
pesar de eso- normalmente veía al viejo mirándome el
escote, tratando de rozarse conmigo y todas aquellas
cosas que las mujeres identificamos claramente.
No os contaré todo lo que tuve que pasar,
tan solo os
diré que la gota que colmó el vaso fue cuando, estando
yo haciendo fotocopias, se acercó y apretó mi culo
contra su cuerpo, presionando su miembro mientras con
sus pies separaba los míos, de forma que abría mis
piernas.
Me deshice de aquel cerdo y me largué de allí.
Al día siguiente llamé y me despedí del trabajo.
Me encontré, de pronto, con un gran
problema: No tenía
trabajo ni dinero, pero sí un alquiler y los plazos
del coche y de algún mueble por pagar.
Después de cuatro días buscando trabajo logré un
puesto de vendedora de seguros. Jamás había andado
tanto en mi vida para, aparte de alguna insinuación,
no lograr nada. Mi compañera vendía montones de
seguros y ganaba mucho dinero; cuando la vi comprendí
el por qué: Era una chica impresionante, con curvas
por todo el cuerpo y, para endulzar el pastel, vestida
muy sexy.
Aquello tuve que dejarlo, estaba claro que
no iba a
vender ni un seguro. Continué la búsqueda, día tras
día me echaba a la calle a buscar algún empleo. Lo
cierto es que no era fácil encontrar un trabajo, pero
mucho menos uno tan bueno como el anterior. Pasaban ya
veinte días de desempleo cuando recibí llamadas del
banco y del casero reclamando los pagos.
Aquella noche no pude dormir pensando en el
futuro:
logré zafarme de los pagos esa mañana pero ¿cuánto
tiempo iban a esperar?. Tenía que hacer algo rápido.
Casi amanecía y ya tenía mi mente algo más clara, solo
había dos opciones: Volver con mi familia o tratar de
reingresar en la empresa.
La primera opción tenía grandes inconvenientes, como
que no deseaba volver a aquel pequeño y atrasado
pueblo sin futuro y, por otro lado, no quería
entristecer a mis familiares, tan ilusionados con mi
trabajo en la capital. Tampoco negaré que me
enfrentaba a escuchar a mi padre diciendo " Ya te lo
decía, la vida no es tal fácil como crees ...." o algo
parecido.
Don Esteban contestó al teléfono,
reconoció mi voz y
me dejó hablar. Su actitud me lo hacía más difícil,
no
ayudaba el tener que decirlo todo. De la manera más
humilde que pude, me excusé por mi actitud y le pedí
por favor que me readmitiese.
El tipo se negó tajantemente, por lo que varias veces
tuve que humillarme hasta que de mi boca salió una
frase inesperada por mí:
" Don Esteban, se lo suplico, le aseguro que no tendrá
ninguna queja sobre mí " Dije.
Una carcajada de satisfacción se oyó
a través del
auricular.
" Vaya, Vaya .., la verdad es que me lo
estoy
pensando, pero como has sido tan indisciplinada.. me
parece que te daré una respuesta negativa...". Se
regodeó en cada palabra, disfrutando de la situación
hasta que hizo un silencio eterno. " Aunque si me
aseguras que no vas a dar más problemas.." Dijo al
fin.
Respondí con celeridad:
" ¡ Es tan importante para mí! Le aseguro que no le
defraudaré."
" Bueno, bueno... Ya veremos si es verdad.
Ven mañana
" Dijo y colgó sin dar tiempo a que le respondiese.
Tuve el tiempo necesario, tras llegar a la
oficina, de
ordenar un poco la mesa cuando un compañero- con una
guiño- me dijo que Don Esteban quería verme en su
despacho.
Tras llamar a la puerta recibí la orden
de entrar.
" Siéntate en esa silla "
Dijo el gordo.
" Bueno, de modo que ahora vienes con
los humos un
poco más apagados ¿no? " Preguntó.
Yo me limité a asentir con la cabeza.
" Eva, quiero que separes bien las rodillas,
quiero
ver tus braguitas " Dijo.
Ante aquello quedé sorprendida y le
miré. El se estaba
recostando en su sillón mientras encendía un puro
habano.
" Y ¿bien? " dijo.
El rojo debía estar apoderándose
de mi cara cuando,
con lentitud, logré separar mis piernas hasta que era
evidente mi exposición.
El hombre estaba disfrutando al máximo,
una casi
adolescente enseñándole tímidamente su ropa íntima
parecía colmarle de satisfacción.
Tras dar una profunda calada al puro me dijo:
" Ven aquí guarrilla, siéntate
en mis rodillas "
No me gustaba nada la idea, pero, sin saber
cómo, al
momento estaba sentándome en su regazo. Sus manos
trabajaron con rapidez, primero desabrochando mi
camisa y buscando mi barriga y, posteriormente, mis
senos.
El tipo se aburrió de manosear mi parte superior, por
lo que pronto mis muslos fueron toqueteados a placer.
Un pequeño respingo mío precedió a su risotada, cuando
su mano derecha recorrió mi sexo por encima de mis
bragas.
" Aquí es dónde te gusta
que te toquen ¿no? "
preguntó.
Ante mi silencio pareció enfadarse y
dijo:
" Me gusta que me respondan cuando pregunto
¿sabes
chochete? "
" Don Esteban, sí, ahí es
dónde me gusta que me
toquen" dije con celeridad.
"Bueno, tengo mucho trabajo, solucionemos
el asunto de
una vez. Para este trabajo necesito a una guarra de
verdad. ¿eres tú una buena guarra? " Dijo mientras
tomaba el teléfono para continuar con su trabajo.
Me di cuenta de que reclamaba rapidez en mi respuesta,
no parecía tener mucho tiempo, por lo que dije:
"Sí señor "
" Sí ¿qué? "Volvió a preguntar.
Tragando saliva antes dije:
" Soy una auténtica guarra, Don Esteban"
Por el pasillo, casi llegando a la puerta
del baño,
aún tenía en mis ojos la imagen del gordo haciendo un
gesto despectivo con la mano para que me marchase,
mientras su frente brillaba por el sudor.
La puerta del baño no se había
cerrado cuando las
lágrimas me recorrían la mejilla.
Apoyada frente al espejo, tuve que serenarme para
recapitular todo lo que me había sucedido.
La necesidad me había obligado a volver a aquel lugar,
pensé en que iba a tener que soportar algún roce, que
tendría que aguantar alguna situación machista
etc...., pero en muy poco tiempo me había visto
toqueteada íntimamente, había tenido que exponerme
ante aquel tipo, pero lo que realmente me había
desconcertado es oírme, a mi misma, diciendo que yo
era una guarra sin pensar lo que decía.
El resto de mañana en la oficina fue
un infierno, me
sentía sucia, no sabía lo que había ocurrido, estaba
muy aturdida y, en varias ocasiones, me faltó muy muy
poco para salir de aquel lugar para siempre. En mi
mente se mezclaba la vergüenza de verme abierta de
piernas frente al viejo con imágenes de mi casero
llamando a mi puerta, o las sensaciones de ser
manoseada con las del cansancio de andar por la ciudad
tratando de vender un seguro de vida.
Así estaba, hecha un verdadero lío,
cuando un
compañero se acercó a mi mesa.
" Vaya, parece que has ascendido. El jefe
dice que
debes firmar tú las facturas antes de pagarlas" .Dijo.
No esperaba aquello, el tesorero era quien
tenía que
hacer eso. ¿Era yo la nueva tesorera de la empresa?.
Parecía que era así, ¿era eso una recompensa por mi
"buen comportamiento"?
Efectivamente, donde firmé ponía
" Firma del
Tesorero", lo que dejaba a las claras mi ascenso.
Amigo lector, si ya estaba confundida te puedes
imaginar mi estado mental tras aquello.
Dos días más tarde recibí
la llamada del jefe en mi
mesa.
Entré en su despacho temiendo qué
me iba a pedir
hacer, mis piernas temblaban al aproximarse a su mesa.
Quedé de pié frente a él, muy tensa esperé a que
dejase de leer los papeles que tenía ante sí.
" Quiero que sepas, mi chochete, que soy
un hombre
previsor." Dijo, y prosiguió.
" Tu comportamiento parece que ha mejorado, pero estoy
seguro que a partir de ahora todavía serás más amable"
Dijo.
Yo no sabía qué diablos decía,
pero permanecí callada
y, con mis manos apoyadas en la espalda, sus palabras
me sacaron de la ignorancia.
" Verás bonita, ¿recuerdas
las firmitas que hicistes
ayer? Pues bien, eran facturas y ordenes bancarias
¿no?. Mira, te enseñaré una orden con tu firma " Me
dijo mientras mostraba un papel del banco AVBB.
Continuó: " Lo curioso de esta
orden de pago -como de
otras que te enseñaré- es que envían dinero a la misma
cuenta. ¿Ves? "
Levanté tímidamente la cabeza y me fijé en el papel.
Las rodillas casi se me doblan y la boca se me secó al
ver que aquel era mi número de cuenta.
" ¿Qué te parece?. ¿No
crees que está muy feo robarle
a tu propia empresa?" Dijo con notable satisfacción.
Yo traté de negarlo todo, pero no me
concedió tiempo
para ello ya que me formuló otras preguntas:
" ¿Crees que la policía te creerá? ¿No recuerdas
que
todos te vieron firmarlas?. No sería la primera vez
que un tesorero se lleva dinero a su casa."
Los pocos monosílabos que logré
articular se apagaron
con su firme voz:
"Eva, si no quieres que llame a la policía....Ya te
estás quitando la falda ¡ahora¡".
A pesar no haber estudiado mucho me daba perfecta
cuenta de mi situación, se trataban de importantes
cantidades de dinero por lo que la cárcel era mi
destino si aquello se denunciaba, la credibilidad y
buena posición de aquel cabrón hacían imposible que
nadie creyese mi versión.
Un pequeño ruidito de roce acompañó
a mi falda
mientras se deslizaba hacia el suelo. Pude notar como
sus ojos se clavaban en mi entrepierna. Mi ropa
interior era algo traslúcida, se trataba de lencería
fina, por lo que todavía me sentía más avergonzada.
Trataba de no mirarle a la cara, porque me hacía
sentir aún peor, no soportaba aquella piel sonrosada y
aquella cara de sádico, pero le miré y vi como reía
mientras me decía:
" Bueno, ahora te vas a poner de rodillas
delante de
mi sillón, tengo ganas de notar el calorcito de tu
lengua en mi polla".
Noté la suavidad de la moqueta en mis
rodillas y
escuché el ruido de su cremallera.
La higiene no era importante para él,
me dije al oler
y notar el sabor de su polla en mi lengua. La fatiga
hizo que hiciese un ademán de retirarme, pero él me
cogió por el pelo y me obligó a continuar frotándole
la polla con mi lengua.
"¿A quién quieres engañar?
Tu misma dijiste que eras
una gran guarra, seguro que esto te encanta ¿no es
cierto? " Escuché mientras trataba de no vomitar.
" ¿No es cierto? "Repitió.
" Es cierto Don Esteban, me encanta mamar pollas "
Dije con dificultad.
" Pues venga, métetela enterita
y usa tus labios,
guarra "Ordenó.
Hice lo que deseaba y comencé a chupar de su aparato,
ya sin las fatigas del principio, con un movimiento
rítmico. Miré su cara de gozo, desde abajo notaba como
se agarraba a su silla mientras gemía.
Verme postrada de rodillas, con su polla erecta dentro
de mi boca, me provocó una extraña sensación.
Lo estaba haciendo lo mejor que podía, apretando con
mis labios la cabeza del su nabo hasta que se iba
introduciendo entera en mí garganta.
Tras unos minutos haciéndolo, para mi asombro, yo
también lancé un pequeño ruidito gutural, lo que le
provocó- definitivamente- el orgasmo.
Sacó su polla rápido y descargó en mi cara, de manera
que noté el calor de su semen en mis párpados, en mis
labios, barbilla etc..También mi pelo estaba manchado.
Apenas se repuso, me dijo:
" Deja mi polla limpia de porquería
y, cuando acabes,
recoge con tu lengua las manchas de la moqueta"
Lo mejor que pude limpié a conciencia
los restos de
semen de su sexo, para pasar a inclinar mi cabeza y
recoger los restos de semen de la moqueta. Con mi
lengua y labios traté de recoger la sustancia metida
en aquella mullida moqueta.
Cuando terminé me limpié con un Kleenex la cara y me
levanté lentamente para quedar de pié delante de él.
"Bueno, puedes subirte la falda"
Dijo.
Me agaché y recogí la prenda
por la cintura .
Mientras trataba de abrochármela le escuché:
" Eres una buena mamona, felicidades "Dijo.
"Gracias Señor " Respondí.
"Ya puedes marcharte, parece que no hay
necesidad de
llamar a la Policía, por ahora " dijo, mientras me
daba una palmada en mi nalga derecha.
Volví a mi mesa e hice todo el trabajo
pendiente,
aunque no podía quitarme de la cabeza lo ocurrido.
¿Qué podía hacer? Aquel hombre me tenía agarrada,
era
muy difícil salir de aquella situación. Pensé en
marcharme sin dejar rastro, pero era seguro que me
denunciaría, convirtiéndome en una fugitiva.
Los días pasaron y no me decidí
a hacer nada, además
no volvió a llamarme a su despacho por un tiempo, pero,
como no podía ser de otra forma, el interfono sonó y
otra vez estaba camino de su despacho.
En aquella ocasión no me tocó,
se limitó a hablarme:
" Chochete, quería decirte que
pronto tendremos una
reunión importante con los mejores clientes. No creo
necesario decirte que tendrás que arreglarte para la
ocasión" Dijo y prosiguió:
" Vamos a ver, ¿qué andas
pensando en ponerte? "
Yo pensé rápidamente en contestar
que me pondría algo
elegante, pero un instinto me llevó a responder:
" Me pondré lo que usted guste,
Señor "
" Joder, ¿otra vez te haces la
tonta? .Ya sabrás tú
como tienes que ponerte."
De nuevo, su característico gesto despectivo me indicó
que me largase de allí.
La reunión sería mañana.
Continuará.
POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO, agradezco comentarios.