Relato: El gordo mayor (2)





Relato: El gordo mayor (2)

EL GORDO MAYOR (2)


CAPITULO II: DONDE SE COME NO SE CAGA?



Me pidi� pasar al probador m�s alejado como lo hac�an
habitualmente nueve de cada diez obesos.


Ambos entramos.


Sin ning�n pre�mbulo ni advertencia de ning�n tipo, se quit�
la camisa y casi me caigo de espaldas como en las historietas.


En mis manos ten�a las prendas que se iba a probar, y las
tuve que bajar para con ellas ocultar de su vista mi ya tremendamente abultada
entrepierna.


Sus pechos gord�simos me hicieron inundar la boca con mi
propia saliva.


No iba a poder soportar esto. Me dije a mi mismo.


Qu� carajo estaba yo haciendo all�?


Trataba de mantener la calma, mi motor interno se estaba
acelerando, y deb�a tener mi cara sin m�s emoci�n que una est�pida sonrisa, ya
que sent�a que me miraba de tanto en tanto. Llegu� a dudar si �l se estaba
sintiendo c�modo conmigo all� en ese momento, o no.


A esta altura, yo estaba completamente desconcertado.


Lo ayud� a ponerse la camisa nueva. Cuando me puse detr�s de
�l para permitirle que pasara un brazo por la manga, admir� su gigante espalda y
acerqu� mi nariz hacia ella para aspirar sus olores. Deliciosamente perfumado
con un suave aroma a colonia importada. Toda su espalda, pecho y brazos carec�an
totalmente de vello alguno.


Lo ayud� con la otra manga.


Me separ� para verlo, mientras �l mismo se abotonaba la
camisa.


"Le queda bien, se�or." Atin� a decir. "Le gusta?" pregunt�.


"S�. Me gustan la tela y los colores." Confes�.


Sin sacarse la camisa, desabroch� su cintur�n y dej� caer sus
pantalones. Me agach� para terminar de quit�rselos, quedando mi rostro all�
mismo por debajo de su abdomen. Mir� de reojo evitando que me viera hacerlo pero
la camisa me ocultaba completamente la visi�n que quer�a tener y me concentr� en
sus pantalones que quedaron atascados en su calzado.


"Tome asiento, se�or, que yo lo ayudo." dije con esp�ritu
algo m�s que cooperativo.


Lo hizo.


Nuevamente me agach�, le desat� los cordones de sus zapatos.
Mientras se los quitaba, mir� otra vez disimuladamente su entrepierna que ahora
yac�a por sobre la silla a la altura de mi lujuriosa mirada. Ahora logr� ver la
abertura de sus calzoncillos que me permit�an disfrutar solamente unos pendejos
gris�ceos.


Le termin� de quitar los pantalones.


Se volvi� a poner de pie.


Me dio la espalda y se baj� los calzoncillos hasta donde pudo
y con las piernas los empuj� �l mismo hasta quit�rselos totalmente y dejarlos
sobre el piso. Sent� el impulso de levantarlo y poner mi cara dentro.


La camisa le ocultaba casi todo el trasero y obviamente no
pod�a ver nada, pero el s�lo hecho de estar encerrado en un espacio reducido
�nicamente con un obeso de casi 200 kilos sin pantalones ni calzoncillos al lado
m�o, hizo que mi coraz�n se pasara de revoluciones. La transpiraci�n casi me
ca�a a chorros por la cara.


Levant� un pie para que le pusiera los calzoncillos nuevos,
luego el otro, y se los sub� roz�ndole las piernas descaradamente durante todo
el recorrido hasta las rodillas.


Not� algo de pudor en �l, y a partir de all� prosigui� �l
mismo hasta sub�rselo completamente. No alcanc� a ver nada, pero la dureza de mi
pene era inaudita.


Aunque parezca mentira, todo fue natural. Nada pareci�
extra�o ni forzado de mi parte.


Continu� con los pantalones.


Nuevamente le ayud� para que pudiera meter ambas piernas, una
a la vez.


Le quedaba chico pero igual insist� en intentar sub�rselo,
para rozar m�s de su piel.


Me ofrec� al fin traerle alg�n talle m�s.


Le pregunt� si tambi�n deseaba un cintur�n.


Me dijo que s�.


Sal� del probador y cerr� la puerta detr�s de m�.


Solicit� los art�culos a un vendedor y fui al ba�o a secar
mis genitales con papel higi�nico.


Cuando sal�, di la orden de cerrar el local y que se pod�a
retirar todo el personal.


Volv� al probador con las prendas y golpe� antes de entrar.


"Soy yo, se�or." Dije y me pidi� que pasara.


"Veo que tambi�n eres muy bien educado, hijo." Dijo y me puse
colorado. "Otro en tu lugar hubiera pasado sin preguntar antes. No es que me
hubiera importado, pero me gusta tu actitud."


Me retumb� la palabra "hijo" saliendo de boca de �l.


Aparentemente no se le escapaba nada a Eduardo. Parec�a como
si estuviera siempre pendiente de la gente que lo rodeaba. En verdad no s� si de
toda la gente en general, pero daba completamente por seguro que s� lo estaba de
m� en particular.


Volvimos a repetir todo el proceso de sacar y poner los
pantalones. Este �ltimo s� le cupo.


No as� el cintur�n.


"Lo siento, Eduardo..." Me qued� helado, se me hab�a escapado
el nombre en lugar de �se�or� como hubiera sido m�s normal. Para disimular,
continu�. "Es el cinto m�s grande que tenemos de momento. Pero le prometo que le
voy a conseguir uno que s� le sirva."


"S�? "Me pregunt� sorprendido. "Mira que siempre tengo
problemas con el cintur�n."


"Si me deja tomarle las medidas, se lo mando hacer
especialmente para usted."


"En verdad har�as eso por mi?" pregunt� sin disimular su
sorpresa.


"Si, por supuesto." Dije "Me gustar�a que se fuera
completamente complacido de aqu�". Son� medio feo, pero en honor a toda la
ambig�edad que all� reinaba, me di el lujo de expresarlo de ese modo. Aunque
sinceramente fue lo que me vino de pronto a la mente, y aunque sea dif�cil de
creer, no pens� en nada m�s que en lo estrictamente comercial.


Volv� a salir del probador.


Retorn� a los pocos segundos con la cinta m�trica para
tomarle la medida, sabiendo de antemano que el metro y medio no iba a alcanzar
para cubrir toda la dimensi�n de la cintura.


Por Dios, a�n hoy recuerdo la sensaci�n de acariciarle en
forma tan descarada con ambas manos lo m�s abiertas posible toda su cintura por
sobre la camisa, mientras le iba pasando la cinta m�trica. Sent� como que le
estaba violando la intimidad y sin que �l sospechara en lo absoluto lo que en
verdad le estaba haciendo.


Un poco m�s de dos metros de cintur�n, era el que necesitaba
Eduardo.


"Cons�gueme tres unidades" me dijo "uno negro, otro marr�n
oscuro, y uno beige claro."


"C�mo no." Le contest� mientras hac�a algunas anotaciones.
"Quiere darme su n�mero telef�nico, para poder avisarle apenas me los entreguen,
o prefiere llamarme usted la semana entrante?" dije realmente excitado por tener
alguna otra informaci�n m�s de �l.


Sac� la billetera del bolsillo de sus pantalones que estaban
a�n colgados en el perchero, extrajo una tarjeta, me pidi� la lapicera y despu�s
de anotar algo en la parte trasera me la entreg�.


"Ah� tienes impresos los n�meros de mi consultorio. All� te
va a atender mi secretaria. Del otro lado, los dos que te he anotado. El primero
es el directo de mi escritorio y el de abajo el de mi casa, aunque prefiero que
no me llames all�. Si deseas, mejor ll�mame al privado as� te atiendo yo
directamente." Me dijo "Me llevo todo esto que me he probado."


Casa, consultorio, n�mero privado

Esto era m�s de lo que yo aspiraba.


Y me lo hab�a dado todo como si fu�ramos conocido de a�os.


Segu�a siendo todo demasiado ambiguo, muy extra�o.


Dej� caer los pantalones que se acababa de probar.


Puse la tarjeta en el bolsillo de mi camisa, y me arrodill�
para ayudar a quit�rselos. Con mi rostro de frente y m�s cerca que nunca de sus
genitales ocultos bajo los calzoncillos, aspir� fuerte, y siempre
disimuladamente para conocer si su aroma denotaba excitaci�n. No fue as�. Todo
parec�a normal. Levant� una pierna, y casi pierde el equilibrio. Se apoy� en mi
hombro y por muy poco me voy al piso. �l apoy� r�pidamente ambos pies en el
suelo y me sujet� impidiendo que me cayera.




"Disc�lpame, hijo." Me dijo. "Hubiera estado complicado si me hubiera ca�do
encima de ti. Jajajajaajaja. Los calzoncillos nuevos me llevo puestos."


�l ni sospechaba que yo hasta hubiera matado para estar
revolcado con �l en el piso.


Le ayud� a ponerse sus propios pantalones, y no pude evitar
rozarle las gordas piernas nuevamente. �l mismo se los termin� de colocar. Luego
le ayud� a sacarse esa camisa, y a ponerse la suya.


Se sent� para que pudiera ponerle los zapatos.


Busqu� alg�n signo de una erecci�n o de una excitaci�n en su
entrepierna, que no vi en absoluto.


Tom� un pie con mi mano derecha. Fuerte, poderoso, grueso. Lo
hice entrar en su ancho zapato, le anud� los cordones y repet� el trabajo con el
otro. En ning�n momento se percat� de mis caricias disimuladas.


Salimos del probador.


Me dio su tarjeta de cr�dito.


Realic� la transacci�n, y le hice firmar.


"Te han dejado s�lo?" pregunt� de pronto.




"S�, siempre sucede cuando me quedo fuera de hora." Respond�


Me dio la mano, y pregunt� mi nombre.


"Muchas gracias, Zesna." Me dijo." Estoy muy conforme con tu
atenci�n y preocupaci�n. Te has ganado un cliente. En verdad me sent� muy c�modo
aqu�. T� fuiste el que hizo que yo me sintiera muy c�modo en este lugar."


Me apret� la mano un tanto m�s fuerte que las veces
anteriores, y lo acompa�� hasta la puerta cerrada. Iba delante m�o con la bolsa
conteniendo su compra, mientras bamboleaba ese trasero de pel�cula, que un
momento antes estaba sin calzoncillos frente a mi.


Antes de llegar a la puerta de salida, uno de los due�os
bajaba casualmente de su oficina. Me sorprendi� que a�n siguiera aqu�.
Usualmente cerraba yo mismo cuando nos qued�bamos fuera de hora. Agradec� el no
haber actuado de ninguna forma en el probador que me hubiera hecho arrepentir
luego.


"Doctor, c�mo le va?" le grit� a Eduardo mientras iba en su
direcci�n y le estrechaba la mano.


Se conoc�an?


Se pusieron a conversar, por lo que ped� permiso y me fui a
cerrar la caja del d�a.


Lo primero que hice al estar a solas fue sacar la tarjeta que
ten�a en mi bolsillo y la le�:


EDUARDO (su apellido)


DOCTOR EN PSICOLOGIA




Volv� a mirar al obeso y a mi patr�n que segu�an hablando
hasta que se despidieron y fue �l quien finalmente le abri� la puerta.


Mientras encend�a su auto, el jefe me llam� y me pregunt� si
sab�a qui�n era el gordo.


Ante mi negativa, me explic� que era uno de los mejores
psic�logos del pa�s.


"Hay una cosa m�s que quiero decirte. �l me felicit� por
tenerte en mi empresa. Me dijo que qued� realmente muy conforme con tu
atenci�n."





No ten�a idea de quien era el obeso, por lo que cuando llegu�
a mi casa le pregunt� a mi madre si lo conoc�a proporcion�ndole tan s�lo el
nombre.


"S�, no lo conozco personalmente, pero s� que es un psic�logo
muy renombrado y de los mejores." Me contest�.



Ten�a muchas preguntas sin respuestas.


Y muchos temores acompa�ando mi ignorancia.


Al final, deb�a reconocer que todo lo que supuse que pasar�a
era simplemente fruto de mi imaginaci�n y excitaci�n. No s� que me pasaba porque
lo �nico que hac�a era pensar s�lo en el sexo. No sucedi� absolutamente nada.
Por suerte no soy de las personas que se insin�an sexualmente en forma tan
evidente. Me podr�a haber muerto de verg�enza si hubiera quedado expuesto
in�tilmente. Menos mal que eso no sucedi�.



Habr�a sido sensacional si nos hubi�ramos revolcado en el
probador como deseaba haberlo hecho. Pero esto no era el gui�n de una pel�cula.
Era la realidad. No pasaba de una fantas�a m�a de muy dif�cil realizaci�n. Al
final, qui�n carajo me dijo a mi que este gordo se iba a fijar en alguien de su
propio sexo. Si hasta era casado y con hijos. Era casi imposible que le
atrajeran las relaciones homosexuales.


Y algo peor a�n. �l conoc�a por lo menos a uno de mis
patrones.


Agradec� a Dios el no haber ido m�s all� de alguna mirada
inofensiva en sus partes �ntimas, o un roce como al pasar. No me hubiera gustado
que por algo as�, pudiera haber tenido alg�n inconveniente en mi empleo.


"Donde se come no se caga."


Pero mi cabeza se negaba a dejar de trabajar.


Eduardo era psic�logo.


No se habr�a dado cuenta ya de mi predilecci�n por la gente
como �l?


Me negaba a conformarme que aqu� no estaba sucediendo algo
m�s.


La incertidumbre me estaba carcomiendo las entra�as.



A los dos d�as, me entregaron los kilom�tricos cinturones
para Eduardo.


"Est�s seguro que tomaste bien las medidas?" me hab�an
preguntado cuando hice el pedido especial.


Lo llam� al tel�fono privado para avisarle que pod�a pasar
cuando quisiese por ellos.


Demor� casi una semana en aparecer por la tienda a
recogerlos.


�l no ten�a ning�n apuro.

Yo s�.


Cuando por fin entr� al local ese d�a, ten�a puesta toda la
vestimenta que hab�a comprado all� los otros d�as. Bueno no sab�a realmente si
tambi�n llevaba los calzoncillos. Mi curiosidad sali� a flote, y se mantuvo all�
esperando el momento oportuno para preguntarle por ellos.


Volvi� a venir casi a la hora de cierre, al filo de las 8 PM.



Nuevamente el "PUM PUM PUM PUM".


Nuevamente el apret�n de manos que me hizo sentir otra vez
ese shock, pero en esta oportunidad a�n m�s intenso todav�a. Mi atracci�n hacia
�l continuaba acrecent�ndose.


"Me voy a llevar un par de camisas m�s, y de paso me pruebo
los cinturones." Dijo, ya conociendo el camino hacia el probador.


"De qu� color desea las camisas, se�or?" Pregunt�.


"El�gemelas t�, ya que tienes buen gusto. S�lo que sean
diferentes a la que tengo puesta." Dijo, sorprendi�ndome nuevamente.


Pas� al mismo probador.


Le solicit� a un vendedor las que seleccion� por �l, y me las
alcanz�.


Hice cerrar el local, y nuevamente permit� irse a todo el
personal.


Pregunt� si alguno de los patrones a�n estaba en las
oficinas, y la contestaci�n fue negativa.


Cuando fui al probador, Eduardo estaba sentado con la camisa
desabotonada.


"Te estaba esperando para que me ayudes, hijo." Dijo.
"Recuerdas que no puedo yo solo, verdad?" y sonri�.


Nuevamente la palabra "hijo".


Otra vez algo no me parec�a normal. Posiblemente estuviera
equivocado con respecto a lo sexual, pero definitivamente hab�a algo m�s aqu�
que la simple relaci�n de vendedor y cliente. Tal vez fuera por el tono.
Demasiado paternal.


Lo ayud� con ambas camisas, intentando rozarle la espalda, el
brazo o el pecho en toda oportunidad que no despertara sospecha alguna.


Yo segu�a excitad�simo realmente, tal como la vez anterior
que hab�a estado encerrado con �l.


Pero sobre todo, la mezcla de incertidumbre y ambig�edad que
todo esto desped�a era lo que me ten�a as�.


Era posible que me estuviese equivocando tanto? Nuevamente?


Ya se hab�a probado los cinturones, y me agradeci� por
haberle hecho el favor de solucionarle ese problema.


"Todo lo que llev� el otro d�a le qued� bien y a gusto,
se�or?" Pregunt� para saber lo que me ten�a intrigado.


"S�." me dijo. Y como si me hubiera le�do el pensamiento, se
desabroch� el cintur�n, desaboton� el primer bot�n de la bragueta del pantal�n,
s�lo para dejarme ver los calzoncillos que tambi�n hab�a adquirido.


Sonre� satisfecho, dejando ver mi cara avergonzada por haber
logrado saciar mi curiosidad, y porque �l mismo se hubiera percatado del destino
de mi pregunta.


S�lo me llam� la atenci�n la forma de c�mo me enter�.
�nicamente con hab�rmelo dicho me hubiera dejado plenamente satisfecho.



Salimos del probador. Algunas secciones de luces estaban
apagadas .Sac� su tarjeta de cr�dito.


"Zesna, parece que te dejaron solo otra vez." Dijo mirando
para todos lados, buscando a alguna persona m�s que nunca encontr�.


"S�." contest�. "Ya se fueron hace un rato."


"Es que t� mismo cierras el local?" pregunt� interesado.


"S�, la mayor�a de las veces." Le contest� explic�ndole que
yo era el encargado general."


Me hizo notar su sorpresa por ser entonces yo mismo el que lo
atendiera personalmente desde la primera vez, ya que ten�a personal a mi cargo
que lo podr�a haber hecho tranquilamente en mi lugar.


"No, se�or. Es que realmente me gusta much�simo la atenci�n
al p�blico, y no pierdo la oportunidad de hacerlo muy de vez en cuando con
clientes especiales." Dije ocultando parte de la informaci�n. "Adem�s, realmente
me encant� atenderlo personalmente."


"No sab�a que yo fuera un cliente especial. Muchas gracias,
por hacerme sentir especial, entonces. Te agradezco otra vez que hayas sido t�
el que me est� atendiendo con tal dedicaci�n y hoy en particular que te hayas
quedado otra vez pasada la hora de cierre solo por mi culpa" dijo.


"No, en verdad no es nada. Lo hago con el mayor gusto." Dije,
agregando "Y ahora soy yo el que le agradece a usted por los comentarios y
elogios que le hizo a mi patr�n sobre mi atenci�n del otro d�a."


"S�, realmente me vi en la necesidad de hacer esa justicia
contigo, hijo. No hice otra cosa que ser honesto" y nuevamente me sorprendi� "me
gustar�a poder al menos compensarte en algo, por ejemplo te podr�a llevar hasta
tu casa ahora, si no te molesta."


"No, gracias no es necesario." Le dije, y me arrepent�
inmediatamente de haberlo dicho sin pensar.. Como un rel�mpago me hice la idea
de verlo manejar ese auto, sentado al lado m�o con las piernas bien abiertas, la
panza tocando el volante, y los pies gordos descansando sobre los pedales..


"Pero insisto. Vives muy lejos de aqu�?" pregunt� interesado.


"A una media hora en autob�s." Contest� dispuesto a no
negarme m�s a que me lleve en su Mercedes.


Realmente deseaba que pasara algo con este gordo. Ya no me
importaba nada que fuera conocido de mi jefe, ni que supiera d�nde trabajaba, ni
que �l fuera una persona muy conocida en el pa�s, ni que no supiera qu� clase de
relaci�n buscaba �l conmigo, si es que buscaba alguna, ni mucho menos deseaba en
este momento seguir cumpliendo mi regla de oro, o al menos, en honor a la
verdad, estaba dispuesto a modificarla:


"Donde se come no se caga, pero bien podr�amos ir a cagar a
otro lado."



Por suerte volvi� a insistir una vez m�s, y acept� entonces a
que me llevara en su autom�vil antes que se arrepintiera.




Primero abri� la puerta del acompa�ante, por lo que me sent�
en el veh�culo antes que �l lo hiciera.


Y no me perd� de nada.


Una delicia ver acomodar ese hermoso culo en el asiento.
Luego introducir la pierna derecha, y finalmente la izquierda.


Cerr� la puerta. Su abultado abdomen chocaba contra el
volante, tal cual me lo hab�a imaginado, volante el cual tom� con su mano
izquierda, mientras que con su derecha encendi� el veh�culo y tom� la palanca de
cambios autom�tica para sacarlo de la posici�n neutral.


Comenzamos a movernos silenciosamente.


�l rompi� el silencio.


"Tu jefe me ha dicho que t� eres el que le sugiri� el tema de
la indumentaria para obesos. Es verdad?" Pregunt� de pronto y sin sacar la vista
del camino.


"S�." Dije y tragu� saliva. Ahora rogu� que se diera cuenta
de mis gustos de una buena vez.


"Eso es bueno, porque as� uno como yo sabe a d�nde recurrir
cada vez que necesita algo para ponerse." Dijo. Y agreg� "C�mo se te ocurri�
semejante idea?"


Volv� a tragar saliva, y me dije que este era el momento.


"Es que yo trabaj� en Buenos Aires en una tienda que tambi�n
vend�a ropa para gordos. La verdad es que me gusta mucho atenderlos. Son
diferentes a todos los dem�s clientes y..."


"Qu� tenemos nosotros de diferentes?" interrumpi� denotando
sumo inter�s.


"La verdad es que no le podr�a explicar con mucha claridad."
Decid� no abundar en detalles. "Realmente me siento much�simo m�s c�modo
atendiendo a alguien muy gordo."


"Ah, es eso. Te gusta la gente como yo, verdad?" pregunt�
ante mi asombro.


Lo mir� medio avergonzado sin estar a�n muy seguro si ya
hab�a quedado completamente al descubierto, por m�s que casi estaba rogando para
que ello sucediera finalmente.


�l tambi�n me miraba ahora, como estudiando mi reacci�n.


"Se nota en tus acciones, hijo. "Continu�. "He notado la
forma como me atiendes, como me hablas, como me miras, y hasta la forma como me
estrechas la mano. S� que hay algunas personas que se sienten fascinadas por la
gente como nosotros."


"Fascinadas" no ser�a exactamente la palabra que yo hubiera
utilizado, sino "atra�das", pero de todas formas, s�, deb�a reconocer que estaba
en camino de conocer al fin mi secreto. Lo que yo no ten�a ni idea era que
hubiera alguien m�s que le ocurr�a lo mismo que a mi Yo hasta ese momento
pensaba que era el �nico ser en el mundo al que le gustaba la gente muy gorda.


Lejos de aterrarme que se fuera dando cuenta de mis
predilecciones, me alegr� de que ello aconteciera de una vez por todas.


Me volv� a detener en la palabra "hijo", que utilizaba
constantemente, pero me gust� mucho la forma en que lo pronunci� esta vez.


No deb�a olvidarme que no pod�a enga�ar a Eduardo, ni era mi
intenci�n. �l era psic�logo, y parec�a que absolutamente nada se le escapaba.


"T� me trataste bien desde el primer momento." Continu�. "Es
habitual que a cualquier persona que se nos acerca se le dibuje una mueca de
repugnancia o desprecio hacia nosotros. La discriminaci�n de todo lo diferente a
los est�ndares es un problema de proporciones mundiales. No s�lo que eso no lo
not� en ti, sino que hasta me ayudaste a probarme las prendas. T� me tratas como
si fuera una persona normal. Me tratas como a un ser humano. T� no sabes lo que
eso significa para m�. Tienes que sentir algo realmente por una persona como yo
para ayudarla a vestirse, no puedes hacerlo con alguien totalmente desconocido
como t� lo has hecho y menos si se trata de alguien completamente desagradable
como yo."


"Un momento." Ahora el que interrumpi� fui yo, "Por supuesto
que usted es un ser humano y una persona normal, y no es desagradable en lo m�s
m�nimo. Qui�n le dijo eso?"


"Ves, lo que te digo? T� sientes alg�n aprecio por nosotros."
Y agreg� "la yegua de mi mujer es la que me recuerda continuamente y d�a tras
d�a que soy desagradable."


No supe qu� contestar. Quer�a gritarle que yo sent�a mucho
m�s que aprecio por la gente como �l.


"Mira, es algo muy extra�o que me sucede cada vez que nos
estrechamos la mano. No s� lo que es, ya que hay sensaciones que hace tiempo que
no las experimento." Se sincer�.


Decid� preguntarle a boca de jarro.


"Usted me est� hablando de algo sexual?"



"No, no. No te asustes. No soy un depravado. Yo no har�a eso.
Supongo que debido a mi obesidad es que desde hace un buen tiempo que estoy
impotente. No recuerdo cu�ndo fue la �ltima vez que logr� tener una erecci�n. Mi
mujer hace a�os que ni siquiera me toca. Ni un beso, ni una caricia. Ya perd�
casi toda sensibilidad. La �nica satisfacci�n la logro con..." y se
interrumpi�." Tal vez este no sea el momento para hablar de ello."


Mierda.


No solo que �l no me asustaba sino que deseaba con todas mis
fuerzas que ojal� �l fuera un depravado.


De todas formas, me hubiera gustado que la contestaci�n
hubiera sido otra diferente a la que recib�.


De todos modos, ya se estaba sincerando demasiado conmigo. Y
a mi mente no le pas� desapercibido en lo absoluto toda la informaci�n �ntima
que me acababa de confesar.


"S�, me gustar�a saberlo." Dije en forma muy honesta.


"Tal vez te cuente alg�n d�a, pero no en este momento." Dijo
finalmente. "Dime, hijo, que sientes exactamente por mi?"


"No lo s� realmente. "decid� finalmente dejar fluir la
conversaci�n en forma natural. "Pero s�, estoy seguro que siento algo por usted.
Algo que me pasa cada vez que estoy con una persona gorda, y es algo m�s que
aprecio."


"No sientes ning�n tipo de asco?." Pregunt� con ganas de
saber exactamente, como si todo fuera algo completamente nuevo para �l, y ante
mi negativa agreg� "T� me has visto bien, verdad? Me gustar�a sinceramente poder
entender, a mi mismo me causa repugnancia mi propio cuerpo cuando me miro al
espejo."


Me imagin� lo dif�cil que deber�a ser para �l comprender lo
que yo le estaba diciendo, teniendo en cuenta la innumerable cantidad de
discriminaciones que deb�a haber sufrido en su vida. Incluida la de su propia
esposa.


"Qu� quisieras realmente en este momento?" pregunt�.


Nuevamente ten�a temor de malinterpretar lo que �l dec�a.
Deb�a reconocer que todo segu�a siendo un tanto ambiguo. Roc� el tema sexual, y
la conversaci�n se hab�a ido para otro lado.


"A qu� se refiere exactamente.?" Pregunt� para evacuar mis
dudas de una vez por todas.


"Qu� te gustar�a hacer en este momento? "reformul� su
pregunta.


"Me encantar�a darle un abrazo." Dije honestamente lo primero
inofensivo que me vino a la mente.


"Qu� nada te detenga entonces, hijo." Dijo, y abri� su brazo
derecho para cobijarme entre �l y su tremendo cuerpo.


Intent� agarrar lo m�s que pude de su cuerpo en ese simulacro
de abrazo, pero �l fue el que me termin� de abrazar con el brazo desocupado y
atraerme hacia s� mismo.


Mir� hacia afuera por la ventanilla, y me tranquiliz�
diciendo que los vidrios polarizados imped�an la visi�n desde el exterior.



Apenas detuvo el veh�culo, sum� su otro brazo para hacerme
sentir ahora completamente su fuerza, y algo pas� dentro de mi. Realmente me
transmiti� su sensaci�n de querer protegerme.


Finalmente empezaba a entender.


No era una relaci�n homosexual lo que �l buscaba, sino una
que parec�a ser de padre-hijo, o m�s exactamente de abuelo-nieto.




Ambos est�bamos hablando de dos cosas completamente diferentes.


No sent� rechazo con la idea. Muy por el contrario, me
entregu� completamente a disfrutar del momento, dispuesto como siempre a dejar
que el destino me marcara la siguiente movida como si de un juego de ajedrez se
tratara.


Era una experiencia totalmente nueva y algo que hab�a pasado
completamente inadvertido en mi vida hasta ese momento.


Mi rostro estaba apoyado sobre su pecho aspirando su aroma
que ya me resultaba familiar. �l me sosten�a con ambos brazos, muy firmemente
pero sin fuerza para evitar da�arme.


Mi tensi�n desapareci�, me sent� completamente aliviado.
Protegido.


Todo era paz y tranquilidad, excepto en mi entrepierna.


All� se desataba una guerra sin cuartel donde un miembro
endurecido luchaba para escapar de la oscuridad, y para permitir a un pu�ado de
espermatozoides prisioneros, muy lejos de buscar su libertad, trasladarse hacia
otra prisi�n m�s grande, m�s confortable, m�s h�meda. Otros presos hab�an
experimentado ya la libertad con anterioridad, terminando en una cloaca. Ahora,
esta nueva generaci�n de cautivos espermatozoides deseaba poder luchar contra
una gorda lengua evitando ser escupidos hacia el exterior, y seguir su camino
hacia una garganta, para posteriormente diluirse en un est�mago. O quiz�s pasar
por entre otro par de labios diferentes a los primeros, m�s apretados, haciendo
caso omiso a los olores nauseabundos, abri�ndose paso por entre las materias
oscuras camino a los esf�nteres, para finalmente esparcirse esta vez entre
alguna obesa pr�stata y unos muy gruesos intestinos.


Para que quede claro, quer�a coger, o al menos conformarme
con una mamada.


Quer�a sentir algo alrededor de mi miembro que no fuera mi
propia mano.


Nunca antes hab�a tenido esta desesperaci�n interna. Nada en
mi exterior lo dejaba en evidencia, pero me carcom�a el deseo urgente de
encontrar alg�n obeso al cual culear, y Eduardo ten�a todos los n�meros del
sorteo.


Ir�amos finalmente a retomar el tema sexual?


Deseaba que lo hiciera �l, pero de no ser as�, ya estaba
convencido que era imperativo que lo intentara yo mismo nuevamente.



Repentinamente, sent� un beso en mi cabeza.


En realidad, me sorprendi�.


Mir� su muslo.


Ten�a la desesperaci�n de explorar su entrepierna.


De conocer los genitales de una persona de estas dimensiones.
Estaba seguro de por qu� no me pude imaginar a este hombre desnudo, como lo
hac�a habitualmente con el resto de los obesos. No sab�a con qu� me iba a
encontrar realmente entre esas gordas piernas, entre esos gruesos muslos. La
excitaci�n segu�a creciendo, a�n cuando cre� que estaba ya al l�mite de lo que
pod�a sentir.


Fui en direcci�n contraria, y apoy� una mano sobre la suya
que me sosten�a mi cabeza, para tener contacto directo con �l.


Tom� su mano, la acarici� y fui por uno de sus dedos.
Reconociendo con el tacto lo gordos y grandes que ya hab�a visto que eran todos
y cada uno de ellos. Tom� su �ndice de la misma forma que tomaba habitualmente
mi pene para masturbarlo, cerrando mi pu�o alrededor de �l, pero mi pulgar
apenas lleg� a tocar mis dedos restantes. Eso daba la real dimensi�n del tama�o,
no ya solamente de sus propios dedos sino de toda su inmensa mano.


Otro flujo de l�quido fue despedido por mi uretra.


Teniendo ese dedo asido con fuerza, lo acarici�, pensando que
me gustar�a sentirlo en mi culo alg�n d�a. Nunca me hab�an penetrado antes, y
este gordo parec�a que tampoco lo ir�a a hacer con su �rgano genital, pero
estaba deseando en este momento sentir esos dedos monstruosos en mis entra�as,
sentarme sobre ellos cabalgarlos fren�ticamente y que los estuviera moviendo
cual vibrador humano.


Estaba seguro que lograr�a unos orgasmos incre�bles con �l.
Otras sensaciones totalmente insospechadas, que siempre estuvieron ajenas a�n a
mi imaginaci�n.


Sent�a su respiraci�n normal, para nada agitada. Su estar se
ve�a sereno. Con extrema tranquilidad. Como sinti�ndose en total control de la
situaci�n. Y del mismo modo careciendo de excitaci�n alguna.


Todo lo contrario a lo que yo sent�a.


Yo estaba al borde de la locura, con temor a eyacular dentro
de mis pantalones de tanta p�rdida de l�quido pegajoso. Mi respiraci�n estaba al
borde del jadeo, solo me faltaba sacar la lengua para parecerme a un perro
agitado. Pero no me consideraba para nada inc�modo en esta situaci�n totalmente
inesperada.


Estaba convencido que los pr�ximos minutos iban a ser
fundamentales para marcar las pautas de todo lo concerniente a esta relaci�n, si
es que finalmente habr�a alguna.




Yo ard�a de deseos de que as� fuera.


Este tipo me ten�a al borde de la locura, y ya no estaba
dispuesto a dilatarlo m�s.




CONTINUAR�


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Relato: El gordo mayor (2)
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