Tres d�as, tan s�lo, transcurrieron desde la conversi�n de
Isabel hasta que se dio a conocer la nueva boda del sult�n. La noticia recorri�
todo Fayuma en tan s�lo unas horas.

Karim� corri� hacia la jaima de Zaira y Amina.

- �Os hab�is enterado?

- Nos lo acaba de decir nuestra criada, es incre�ble-
contest� Zaira.

- Es m�s que incre�ble. Creo que mi hermano ha perdido
definitivamente la cabeza. Alzid montar� una rebeli�n militar y le degollar�n. Y
la verdad, no s� si eso es bueno o es malo.

- Yo tampoco. Si destronan a Abdul seguramente nosotras
corramos la misma suerte que �l- afirm� visiblemente nerviosa Amina.

- Quer�is calmaros las dos- Zaira intent� tranquilizar a
Karim� y a Amina- No pasar� nada. Esa tal Isabel es s�lo un capricho sexual de
Alzid. No se arriesgar� a iniciar una rebeli�n contra Abdul por una cristiana,
nadie le apoyar�a.

- Pero ya no es cristiana- terci� Amina.

- Todo el mundo en Fayuma conoce la historia de esa mujer.
Siempre ser� considerada como cristiana. Adem�s creo que la jugada ha sido
perfecta para Abdul. Ahora la gente pensar� que Alzid ha sido humillado, perder�
prestigio y credibilidad para oponerse al sult�n.

- Pero mi hermano es incapaz de tejer tama�a estrategia.

- Tu hermano lo �nico que quiere es poseer a Isabel, seguro
que no se ha detenido a pensar en las consecuencias, ni en la buenas ni en las
malas.

- Pero al final siempre se sale con la suya.

- Bueno, mirad el lado bueno ya seremos cuatro para
repartirse a Abdul, con lo cual tocaremos a menos- dijo ri�ndose Zaira y a�adi�-
y adem�s hay una m�s para nuestros juegos.

Karim� y Amina se quedaron mirando a Zaira con cara de
incredulidad, �C�mo pod�a ver siempre el lado positivo de las cosas? En
cualquier caso las ocurrencias de Zaira divirtieron a las otras dos y terminaron
ri�ndose con ella.

Donde no se escuch� ninguna risa fue en el despacho de Alzid.
Su primer impuso al conocer la noticia fue coger su espada y degollar al sult�n,
pero finalmente supo contenerse. Deb�a pensar en los pasos a dar. Abdul le hab�a
enga�ado y humillado. No pod�a tolerarlo. Pero no le dio mucho tiempo a meditar
su venganza, por la puerta de sus aposentos entr� p�lida y desencajada Isabel.

- Alzid tienes que impedirlo- dijo prescindiendo de cualquier
forma de saludo.

- Abdul es un mezquino. No se merece pertenecer a su familia.
Le matar� con mis propias manos.

- No, eso acabar�a contigo- dijo Isabel abraz�ndose al hasta
ahora su amante.

Isabel se dio cuenta de que Alzid estaba fuera de s�. No era
lo m�s conveniente, deb�an pensar algo en fr�o. Ella nunca estuvo enamorada del
general pero s� le valoraba como amante. Le estimaba adem�s como hombre
inteligente. Ahora se ve�a fuera de su protecci�n y en manos del repulsivo
sult�n.

- Escucha Alzid, debemos hacer algo, por ti y por m�, pero
medit�ndolo con calma. Debe de haber una soluci�n, pero si tomas una decisi�n
dominado por la ira las consecuencias pueden ser terribles para ti.

- La �nica soluci�n es la muerte de Abdul.

- No, morir�as t� tambi�n.

- �Y qu� sugieres?

- Esperar es lo �nico que podemos hacer hasta que llegue una
oportunidad.

- �Esperar? �Eso es todo lo que se te ocurre?- Alzid elev� el
tono- �Acaso t� lo deseas? Quiz� todo esto lo hab�is tramado los dos juntos. Qu�
mejor para tus aspiraciones que ser la esposa del sult�n. Siempre te ha gustado
estar en la cama de los poderosos.

Isabel se asust�. Alzid estaba fuera de sus casillas y se
estaba poniendo muy agresivo. Le habl� pausadamente para intentar calmarle.

- Alzid, por favor, bien sabes c�mo trata Abdul a sus
mujeres, como abusa incluso de su hermana �Crees que yo ser�a capaz de
entregarme a �l? Yo amo la libertad y casarme con el sult�n es peor que estar
encarcelada de por vida.

Las palabras de Isabel hicieron efecto en Alzid. Se dio
cuenta de su sinceridad.

- Esta bien. Pues esperaremos pero sabe bien Al� que me
vengar� de Abdul por lo que me ha hecho. Nadie humilla al general Alzid, ni
siquiera el sult�n.

Afortunadamente para Alzid el sult�n, en un una decisi�n
in�ditamente racional, decidi� no festejar su nuevo casamiento. La ceremonia fue
�ntima y a ella s�lo asistieron los contrayentes, un im�n y Karim� como testigo.
Alzid pudo librarse as� de acudir a una ceremonia que hubiera supuesto su
humillaci�n p�blica o de dar rienda suelta a los peligrosos comentarios que
habr�a provocado su ausencia.

Abdul estaba euf�rico. Estaba perdidamente obsesionado con su
nueva esposa. El d�a de su boda hab�a perdido el inter�s incluso en Karim�.
Inmediatamente despu�s de la ceremonia. Arrastr� a Isabel a sus aposentos,
quer�a poseerla de inmediato.

- Muy bien Isabel, ya eres m�a. Ahora veremos si una europea
est� a la altura de las mujeres de Fayuma.

Abdul de un tir�n rompi� el vestido de seda que Isabel hab�a
utilizado para su desposamiento. Se abalanz� sobre ella y la bes� baboseando su
cara. Isabel no pudo evitar mostrar el asco que le provocaba la situaci�n. El
gesto no le pas� inadvertido a Abdul y abofete� con fuerza a la aragonesa.

- Sucia mujer �Acaso ahora te asquea un sult�n? Te has
acostado con media Fayuma y ahora te haces la remilgada. No me provoques.

Isabel se dio cuenta de que corr�a peligro f�sico. El sult�n
se estaba mostrando incluso m�s s�dico de lo que ella hab�a previsto. Decidi�
intentar controlar la situaci�n.

- Ni mucho menos es asco amado sult�n. Estoy deseando que me
poseas. Lo que ocurre es que me ha sorprendido su pasi�n- dijo intentado
mostrarse sugerente en el tono de voz y mientras terminaba de quitase los pocos
ropajes que los tirones de Abdul no hab�an podido arrancar.

- Muy bien, Esa debe ser tu actitud hacia m�- sentenci� Abdul
mientras se desnudaba sin mayores tr�mites.

Una vez ambos despojados de sus vestimentas Abdul no pudo
evitar detenerse unos instantes a admirar el cuerpo de la europea. A sus 22 a�os
estaba en plena plenitud. El pene de Abdul estaba completamente erecto y no
tard� en abalanzarse de nuevo hacia ella. Se coloc� encima queriendo penetrarla
sin mayor dilaci�n.

Isabel se asust� de nuevo. Sab�a que su vagina estaba seca y
que el pene del sult�n a pesar de su escaso tama�o la desgarrar�a en caso de ser
penetrada tal y como pretend�a el sult�n. Se arm� de valor y utiliz� todo su
poder de seducci�n, al menos para ganar tiempo.

- Sult�n, me halag�is con tanto furor, pero por favor dejad
que este acto dure lo m�s posible, dejadme ofrecerle otros placeres antes de
poseerme.

Abdul casi no escuch� lo que le dijo Isabel, pero a�n as�
intuy� que le estaba proponiendo algo.

- �Qu� quer�is?

- Dejadme lamer su miembro sult�n.

A Abdul le sorprendi� esa actitud. Nuca antes ninguna mujer
le hab�a sugerido algo en la cama. No sab�a como tom�rselo si como una afrenta o
como una buena propuesta. Finalmente su cerebro se dej� llevar por la
excitaci�n.

- Est� bien- dijo coloc�ndose boca arriba sobre el lecho.

Isabel se traslad� hasta ponerse a la altura de la verga del
sult�n. Lami� su escroto y muy poco a poco fue subiendo por la base del pene. La
respiraci�n de Abdul se agitaba a cada paso de su nueva esposa. Cuando Isabel se
introdujo el falo en la boca y lo lami� intensamente con la lengua. El sult�n no
pudo evitar que su cuerpo temblara. Abdul estaba disfrutando de las artes
amatorias de la aragonesa. Le estaba chupando el pene de forma magistral. Notaba
como el placer iba en aumento.

Cuando estaba a punto de retirar la boca de la aragonesa para
evitar ya la eyaculaci�n not� de repente una sensaci�n nueva. �Le estaba
introduciendo un dedo en el ano! La sensaci�n fue, adem�s de novedosa, intensa.
Potenci� las dosis de placer provocadas por la lengua de Isabel y su verga
estall�.

El semen sorprendi� a Isabel que no se esperaba una
eyaculaci�n tan r�pida. El primer chorro lleg� hasta el fondo de su garganta y
casi se atraganta pero no se atrevi� a detener la succi�n. El resto del semen se
lo trag� tambi�n pero ya de forma m�s controlada y sigui� lamiendo hasta que
Abdul de un manotazo la apart� de su verga.

Abdul estaba descolocado. Esta mujer se hab�a atrevido a
penetrarle su ano con el dedo. Su primera reacci�n fue la de pegarla, pero por
otro lado, era innegable que la experiencia le hab�a gustado, hab�a sido uno de
sus m�s intensos orgasmos. Decidi� dejarlo pasar. Hab�a sido demasiado agradable
como para re�ir a la nueva esposa.

Isabel no supo que hacer, se dirigi� hacia Abdul para besarle
pero �ste de un manotazo la rechaz�. Abdul hab�a gozado pero se hab�a quedado
sin penetrarla. El sult�n era consciente de sus limitaciones y sab�a que ahora
deb�a esperar bastante tiempo hasta que su verga estuviera lista para nuevos
envites. Decidi� dormir. Orden� a su esposa que le despertara pasada una hora.

Isabel recibi� con alivio la orden de Abdul. Se qued� tumbada
en la cama un buen rato mientras escuchaba los ronquidos del sult�n. As�
transcurri� media hora, meditando sobre como podr�a hacer del encuentro con
Abdul algo m�nimamente agradable. Hab�a comprobado ya la nulidad como amante del
sult�n y sab�a que cuando despertara ya nada la librar�a de ser penetrada.

Isabel pens� que lo mejor era humedecer su concha para
soportar las pr�ximas embestidas. Se moj� sus dedos e inici� un leve masaje en
sus labios. Fue introduciendo los dedos poco a poco. Sin pretenderlo hab�a
iniciado una masturbaci�n. Se frot� el cl�toris. Pensaba en Alzid, en que era �l
quien la tocaba con sus expertas manos, nada parecidas a las de Abdul. Se excit�
y sigui� roz�ndose, penetr�ndose con sus dedos y masaje�ndose el cl�toris. Con
la otra mano se pellizcaba un erecto pez�n. Sus suspiros se mezclaban con los
ronquidos de Abdul.

Fue precisamente la fuerte respiraci�n del sult�n lo que le
hizo recapacitar. Estaba excitada y se acercaba el momento en que deb�a
despertarle. Hab�a que aprovechar el momento. Se abalanz� sobre el fl�cido pene
de Abdul y de nuevo se dispuso a chuparlo. Se lo meti� entero en la boca y pudo
comprobar como se iba endureciendo con Abdul todav�a dormido. Pero la sensaci�n
fue mayor que el sue�o, el sult�n despert� y mir� a su mujer de nuevo con su
miembro en la boca.

Abdul se mostr� encantado con la forma en que Isabel hab�a
quebrado su sue�o. Se coloc� en mejor posici�n para disfrutar de la lamida.
Ahora podr�a aguantar m�s, entre otras cosa por el reciente orgasmo y porque se
estaba orinando. De hecho la presi�n de su vejiga le imped�a disfrutar con mayor
intensidad de las h�biles maniobras bucales de Isabel.

Ante esas sensaciones a Abdul se le ocurri� una perversa
idea. Pidi� a su mujer que se bajara de la cama y se arrodillara en el suelo.
Cuando ella estuvo en esa posici�n Abdul se pudo de pie, colocando el pene a la
altura de la boca de Isabel. Pidi� que la abriera. Isabel pens� que quer�a que
siguiera lamiendo su falo pero Abdul con un manotazo brusco la corrigi� de su
error. Vio como Abdul cerraba los ojos y al instante los abr�a. Casi al mismo
tiempo un chorro amarillo brot� del pene. Estaba orinando en su boca.

- Quiero que lo bebas todo- orden� el sult�n.

Isabel estaba repugnada por aquello pero no se atrevi� a
desobedecer a Abdul. Trag� como pudo los orines aguant�ndose las arcadas.
Afortunadamente la micci�n fue corta. La erecci�n de Abdul impidi� que saliera
m�s l�quido. Cuando termin� la lluvia, Isabel escuch� la risa del sult�n.

- Jajaja, eres tan sucia como pensaba.

Levant� a Isabel y sin ning�n inter�s por limpiarla la coloc�
a cuatro patas sobre la cama. Abdul situ� su miembro junto a la abertura vaginal
e inici� la penetraci�n. Afortunadamente para Isabel todav�a conservaba la
humedad y la dilataci�n de su excitaci�n previa. El pene entr� f�cilmente, pero
Isabel intuy� que ahora la eyaculaci�n no iba ser tan corta.

Sin embargo tampoco dur� mucho. A Abdul le hab�a excitado
enormemente orinar sobre su esposa. Se corri� a los pocos minutos mientras
pellizcaba y abofeteaba las nalgas de Isabel.

Cuando todo termin� Isabel se sinti� m�s sucia que nunca y no
s�lo por tener la cara llena de los orines de Abdul. Hab�a estado con muchos
hombres antes pero nunca ninguno, ni siquiera los m�s rudos, le hab�an tratado
as�. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar. Abdul enseguida dio nueva �rdenes

- Ve a lavarte y env�a a un criado para que limpie la cama y
la habitaci�n. Yo voy a comer algo.

Aquella noche Isabel todav�a fue penetrada otra vez por
Abdul. Sin duda, fue el peor momento. Isabel ya no se esforz� en intentar
complacerle ni mucho menos en excitarse ella misma. Abdul la tom� montado encima
de ella. Tras la eyaculaci�n del sult�n la joven aragonesa sinti� dolorida su
vagina. Afortunadamente Abdul se durmi� y por esa vez la dej� en paz.

CONTINUAR�

NOTA: ESTA SERIE HA SIDO ESCRITA ENTRE SUPERJAIME Y OTRA
AUTORA. YA SE PUBLIC� BAJO SU NOMBRE Y AHORA SE PUBLICA CON EL M�O.

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