Relato: El culo de la princesa





Relato: El culo de la princesa

�rase una vez un rey de un lejano y pr�spero pa�s que ten�a
una bella hija llamada Nerena. Aunque �sta apenas hab�a cumplido los catorce
a�os era tan hermosa que su belleza gan� fama en el reino y aun fuera de �l,
llegando a o�dos del soberano de un reino vecino. Era este rey joven y soltero
todav�a, as� que la idea de tener a un poderoso suegro como aliado al mismo
tiempo que consegu�a una bella esposa le pareci� muy interesante y pronto quiso
empezar las negociaciones. Para tal fin envi� una embajada a cargo de su leal
servidor el caballero Silerio, d�ndole instrucciones en privado de averiguar si
era realmente tan bella la princesa.


La embajada del caballero Silerio fue bien recibida, pues al
padre de Nerena en absoluto le disgustaba sellar una alianza pol�tica casando a
su adorada hija con tan buen partido. Present� su hija al caballero y �ste pudo
comprobar que la fama era bien merecida. El rostro era bell�simo, con labios
rojos del color de las cerezas (y no menos dulces que �stas) y las mejillas
ligeramente coloradas como una jugosa manzana. Los ojos eran grises y serenos,
aunque tambi�n altivos. Los cabellos claros estaban recogidos por una diadema.
En cuanto a su cuerpo se advert�a que era una joven esbelta y bien formada a
pesar del largo y holgado vestido que imped�a descubrir m�s... Porque realmente
sus pechos eran redondos como pomelos y su culo como un hermoso melocot�n
maduro.


Era pues un verdadero �ngel que pod�a deshacer el coraz�n de
cualquier hombre y as� ocurri� a Silerio, que sinti� que se derret�a ante
aquellos ojos. Esto no evito, sin embargo, que cumpliese sus �rdenes y llevase a
buen termino las negociaciones para la boda entre su se�or y la princesa Nerena.
No le cost� mucho convencer al padre y regres� para dar a su rey la buena
noticia y describirle despu�s con sincero entusiasmo la belleza de la joven,
alegr�ndole as�.



El caballero se ofreci� voluntario tambi�n para buscar a la
princesa y traerla, aunque fuera s�lo para volver a verla cuanto antes, pues
estaba enamorado sin remedio. Fue mejor recibido a�n a su regreso y agasajado en
los festejos de despedida. El rey regal� a Silerio un costoso pa�uelo de seda,
a�adiendo con picard�a que ser�a magn�fico para atraer a una dama. No sab�a en
verdad la mucha raz�n que ten�a. Nerena se despidi� entre l�grimas de sus padres
y finalmente la comitiva parti�, dispuesta para que la princesa disfrutara
durante el viaje de todas las comodidades posibles.


Durante el d�a reposaba en una lujosa y enorme carroza,
cuidada por sus doncellas y custodiada por una numerosa guardia. Como dec�a
sentir mareos debido al infernal traqueteo del camino, hubieron de ir a un ritmo
realmente lento, lo que agrad� mucho a Silerio. Constantemente se acercaba a la
carroza para preguntar a la vieja aya que acompa�aba siempre a la princesa si se
encontraba bien y necesitaba algo, desesperando a la anciana que respond�a que
no y le daba las gracias. As� con un poco de suerte consegu�a alguna vez notar
de refil�n los preciosos ojos de su amada, que le miraba curiosa �y tambi�n algo
burlona- desde dentro de la carroza; pero no sab�a c�mo tener m�s y se
desesperaba en la soledad de su tienda.


Un d�a aprovech� que la princesa, agobiada de tantas horas en
el interior de la carroza, deseaba dar un peque�o paseo por un bosque. Se acerc�
a ella y se arrodill� para hablarle de su belleza, de lo mucho que la amaba, de
lo felices que podr�an ser juntos, etc. Halag� mucho su amor a la princesa pero
nada m�s. Le mir� con desd�n y sencillamente consider� que todo aquello era
rid�culo y absurdo, dejando a su desgraciado adorador confuso y avergonzado
cuando se fue. Silerio se sinti� realmente herido por la actitud desde�osa de su
amada. Pero si sinti� el amor apagarse en su pecho no el deseo en su �rgano
viril y muchas noches pens� en la belleza de la princesa, con pensamientos poco
castos que ning�n trovador se hubiera atrevido a describir. Nerena, en cambio,
sigui� durmiendo como si nada hubiera pasado. Aunque Silerio era un caballero
joven y apuesto, ella era una muchacha bien educada y las chicas honestas y
decentes no piensan en locuras y amantes, sino en buscar buenos partidos y
obedecer a sus pap�s.


Lleg� a tal punto el ansia de Silerio que una noche fue a la
tienda de la princesa. Dijo al soldado que la custodiaba que deseaba relevarle y
entr�. La visi�n de la princesa dormida como una bella durmiente, con los ojos
dulcemente cerrados y los labios entreabiertos hizo que permaneciese
observ�ndola anonadado antes de que se despertara. Cuando se incorpor� llevaba
s�lo un camis�n color arena que no disimulaba sus atractivas formas como los
pudorosos vestidos que vest�a siempre. Volvi� a hablar de amor pero esta vez se
irrit� ante la negativa de la princesa y quiso abrazarla para desahogar aquel
deseo que le consum�a. Pero Nerena, ahora mucho m�s seriamente, le advirti� que
el castigo de su se�or ser�a terrible si no le llevaba una doncella sino una
muchacha deshonrada: su virginidad era para su futuro marido. Consigui�
intimidar as� al caballero, que de nuevo se march� en silencio.



Ella olvid� todo pero no Silerio, que sinti� redoblada la
furia del deseo, pensando en lo que cubr�an los pliegues del precioso camis�n.
Se lamentaba mientras desfogaba su deseo con una mano y pensaba en lo
desgraciado que era. �C�mo podr�a �l satisfacer su deseo y al mismo tiempo
cumplir su promesa de llevar una doncella a su se�or? Fue en una de esas noches
que dio con la soluci�n. Se sinti� de nuevo feliz y sali� de inmediato de su
tienda para visitar a la princesa, pero �sta vez la victoria ser�a suya.


La princesa le recibi� con fastidio a�adido y quej�ndose de
su tenacidad. Ya no le halagaba su actitud sino que le produc�a hast�o. De nuevo
le advirti� lo que ocurrir�a si el rey no ten�a la esposa virgen que deseaba en
su noche de bodas. Silerio se limit� a sonre�r y dijo:


- Por cierto que este caballero cumple siempre sus promesas.
Vuestro co�o habr� de ser de mi se�or, pues le he jurado lealtad y es su derecho
de marido y rey. Sin embargo no he prometido nada sobre el resto de vuestro
cuerpo.


La princesa, educada como un joven honesta y pudorosa, no
entendi� qu� quer�a decir pero se sinti� amilanada por la seguridad de sus
palabras y su mirada lasciva. Cuando �l la abraz� y tir� de su vestido quiso
gritar pero �l tapo su adorable boca con una mano mientras con la otra
desgarraba salvajemente el camis�n hasta dejarla desnuda.


La amordaz� entonces con el pa�uelo de seda que le hab�a
regalado el padre de Nerena, y la llev� a empujones hasta su lecho, donde la
derrib� dejando bien a la vista su culo. Era �ste, efectivamente, redondo como
un melocot�n y suave como el terciopelo. Silerio lo bes� con adoraci�n y lo
acarici� dulcemente. Recorri� despacio el hermoso culo con su dedo �ndice,
buscando el lugar donde habr�a de satisfacer su deseo. Una vez encontrado
introdujo su dedo all� para que supiese lo que le esperaba. R�o al notar la cara
de perplejidad y espanto de la muchacha mientras lo mov�a.


Ella sab�a ahora cu�l era el brutal deseo de aquel hombre y
trat� de liberarse in�tilmente. Poco despu�s oy� el sonido de los calzones de
Silerio cayendo al suelo. �l quer�a introducir su pene sin m�s tardanza. La
pobre muchacha no hab�a visto nunca un miembro viril ni pudo verlo esa noche
pero s� sentirlo... Cuando el capullo acarici� su culo trat� con todas sus
energ�as de escapar. Se retorc�a la joven como un pez que da coletazos fuera del
agua, consiguiendo tan s�lo menear aquel culo de una forma realmente graciosa y
excitante para Silerio. �ste lo agarr� con sus rudas y enormes manos de militar
y lo inmoviliz� sin ninguna dificultad. Viendo su enorme y tiesa verga al lado
de aquel culito sinti� dudas de si podr�a entrar.


Pero querer es poder y su voluntad era inquebrantable: el
hermoso capullo entr�. Ahora era �l quien se burlaba mientras la pobre princesa
lloraba y le lanzaba maldiciones ininteligibles por la mordaza. Una vez que
estuvo dentro el capullo, Silerio sigui� empujando inmisericorde hasta que ella
sinti� el choque de sus test�culos. El dolor era enorme para la princesa y
proporcional al placer del caballero, que empuj� una y otra vez como si el pene
fuera a salir por la boca de la princesa. Su expresi�n era un poema por la rabia
y el dolor, mientras que Silerio sonre�a de gusto y tambi�n por el placer de la
venganza.


Cuando se sinti� agotado de aquellos empujones se corri�,
dentro de ella por supuesto, y sac� el pene chorreando su jugo blanco por todo
el culo de Nerena. Antes de retirarse no dej� de advertirle que �l hab�a
cumplido su promesa de llevarla virgen hasta su se�or y que se guardara mucho de
revelar nada sino quer�a verse repudiada. Ella le entendi� perfectamente sin
dejar de llorar. Silerio se fue de la tienda satisfecho y durmi� enseguida como
no hab�a podido hacer en mucho tiempo.



Al d�a siguiente todos los servidores sorprendi�ronse mucho
cuando la princesa dijo haberse cansado del lento ritmo del viaje y oblig� a
todos a darse m�s apremio. S�lo Silerio sab�a el porqu� de este deseo pero se
cuid� de hacer todav�a un par de visitas a la princesa para gozar de nuevo con
su culo.


Finalmente llegaron y hubo grandes festejos de boda. Luego
vino la noche de bodas y el rey se encontr� con que su esposa le esperaba a
cuatro patas sobre el t�lamo nupcial. Sorprendi� mucho este capricho al rey pero
ella le explic� que eran instrucciones de su aya para agradar a su futuro
marido. Lo cierto es que, sin quererlo, Silerio hab�a logrado aficionar a la
princesa a hacerlo de ese modo y ella quer�a probarlo de nuevo... El pretendido
consejo de la aya era ins�lito pero no dej� de agradar mucho al rey y la tom�
as�, con gran placer y sin dejar de bendecir a esa aya mientras se corr�a en el
culo, en absoluto virgen, de Nerena. No ser�a hasta la noche siguiente que la
princesa, ahora reina, perdiera definitivamente su virginidad.


Nerena tard� un tiempo en perdonar al caballero Silerio pero
lo hizo y un d�a se encontr� �ste en la alcoba de la reina, que le esperaba bien
dispuesta en la cama. Ahora s� pudo gozar de su co�o y luego prob� de nuevo su
culo, con el que tanto hab�a gozado. Lo cierto es que Silerio era m�s habilidoso
tanto en una forma como en la otra. Hubo m�s ocasiones porque Nerena era
inteligente y procur� que su marido no supiera nunca nada.


Y de esta forma caballero y rey disfrutaron de culo y
entrepierna de Nerena y fueron muy felices los tres y comieron perdices.


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