SIMPLEMENTE J
Supongo que a todas las cosas hay que ponerles un nombre.
Poder reconocer a las cosas siempre nos ha tranquilizado. Aun m�s poder ponerle
nombre a las personas. Poniendo nombres es cuando nos sentimos c�modos. �Por qu�
si no existir�an cientos de palabras para definir lo mismo? De acuerdo. Pero a
ella la llamare J. Simplemente una letra.
J. viv�a lejos, creanme� muy lejos, demasiado lejos para
nada, ni tan siquiera un furtivo caf� a media tarde. �C�mo la conoc�? Eso es
irrelevante, tan irrelevante como su nombre o el m�o. Lo que verdaderamente
importa en esta historia son los hechos, nunca los datos. J ten�a poco mas de 22
a�os, era estudiante y gastaba gran parte de su tiempo precisamente en eso: en
estudiar. Era una mucha inquieta e inteligente y ambas cosas se conjugaban en
una necesidad de aprender, de saber, de conocer� Hab�a visto alguna foto suya,
su cuerpo era largo y delgado, con dos pechos razonablemente grandes y una
preciosa mata de vello p�bico al frente. Su pelo era largo y sedoso. No se si J
era perfecta pero a mi me parec�a razonablemente hermosa. Una hermosura que
estaba a miles de kil�metros de donde yo viv�a. He de confesar ahora que pocas
veces (o ninguna) he recorrido tantos kil�metros por algo o por alguien. No
hablamos de cientos de kil�metros, hablamos de miles� hablamos de una distancia
que imposibilita cualquier realidad. Una imposibilidad que nos obligo a
cartearnos durante mucho tiempo. Era una persona que me parec�a de lo mas
interesante y si a eso le sumamos que me envi� algunas fotos realmente
excitantes� pues bueno� yo sent�a algo mas que simplemente curiosidad.
Debo decir que yo estaba pasando una �poca de relativa
soledad en mi vida cuando lleg� aquel caluroso verano, cinco semanas de puro
ocio sin ning�n plan a la vista. Junto al calor y las vacaciones tambi�n lleg�
su carta. Una carta escueta pero sincera. En esa carta me contaba que era virgen
y que deseaba ser desvirgada por mi. As� de simple. Estuve leyendo y releyendo
la carta varias veces. No pod�a cre�rmelo. �C�mo es que una muchacha como
aquella que pod�a conseguir cualquier hombre de su entorno me ped�a aquello?
Quiz�s era la persona conocida que m�s lejos estaba de ella. �Por qu� yo? Mi
mirada se deten�a en el �ltimo rengl�n de la carta, en una �nica frase.
"Necesito sentirlo y solo puedes ser tu". Ella confiaba en mi. La pregunta era�
�deseaba yo ense�ar lo que era el sexo a aquella muchacha que viv�a en la otra
punta del continente?
�Deb�a hacerlo? �Quer�a hacerlo?
Sexo y amor discurren en ocasiones por r�os separados que
nunca llegan a juntarse en el mar. Ella estaba en un mar donde ambos r�os
desembocaban sin problemas. Yo estaba en el r�o del deseo sexual. Un ri� que me
llevo a recorrer todos esos kil�metros hasta el pueblo donde ella viv�a, en el
otro extremo de Europa.
Hab�amos llegado a un acuerdo, simplemente nos conocer�amos y
si todo iba bien me quedar�a en su casa unos d�as. Si la cosa resultaba un
desastre me hospedar�a en un hotel, visitar�a los alrededores y volver�a a casa.
�Qu� pod�a perder? Estaba de vacaciones as� que el viaje lo har�a en mi coche,
un viaje de casi 24 horas. Pero no me importaba. Deseaba a aquella desconocida
con todas mis fuerzas. Un deseo totalmente alejado de la l�gica. Pero un deseo
al fin y al cabo.
Met� una bolsa de ropa en el maletero y comenc� el viaje
aunque al final decid� parar a medio camino para dormir y as� se lo hice saber
llam�ndola por tel�fono. Entonces me di cuenta de que era la primera vez que o�a
a su voz. Estaba cruzando toda Europa en busca de una muchacha a la que ni tan
siquiera hab�a o�do. �Hab�a perdido la raz�n? Seguramente, pero ya no pod�a
volverme atr�s. Al d�a siguiente a media tarde llegu� al pueblo donde ella
viv�a. No me cost� encontrar el bar que me hab�a dicho, era simple, un bar con
una puerta de colores junto a una plaza grande. Solo hab�a una plaza grande en
aquel pueblo y solo hab�a una puerta de colores en aquella plaza. El bar estaba
vac�o. Ped� una cerveza y me la beb� de un solo trago. La cerveza estaba
caliente pero yo estaba demasiado sediento para protestar. Entonces entr� ella,
especialmente hermosa, sonriendo� era aun mas deliciosa de lo que nunca hubiese
imaginado. Se quedo en la puerta mir�ndome, totalmente avergonzada, sin saber
que hacer. Me acerqu� a ella y le estamp� dos besos en las mejillas.
-�Estas cansado? �su castellano era casi perfecto.
Era estudiante de filolog�a hisp�nica. As� nos hab�amos
conocido, ella quer�a cartearse con un espa�ol para mejorar el idioma. Una
casualidad como cualquier otra.
Le contest� que no y me dijo que prefer�a coger el coche e
irnos a la ciudad a cenar. As� lo hicimos. Estuvimos toda la velada charlando de
nosotros, de la vida� evitando el tema que me hab�a movido a recorrer media
Europa. Ella era terriblemente t�mida y eso dificultaba en gran parte nuestra
relaci�n. Muchas veces se quedaba callaba mirando el plato y sonriendo. Sin m�s.
Os juro que esa noche tuve que utilizar todo mi repertorio de historias y
chistes para que la velada transcurriese de la manera menos embarazosa posible.
A medianoche volvimos al pueblo. Nada mas bajar del coche la agarr� por la
cintura y la estamp� un delicado beso en los labios. Ella no hizo nada por
evitarlo. Simplemente volvi� a sonre�r mientras asent�a. No dijimos nada. �Para
que? Coj� mi bolsa con ropa y la segu� hasta su apartamento. Era una estancia
peque�a, un �nico ambiente. Ba�o, cocina y dormitorio todo en la misma
habitaci�n. Mir� mi reloj, estaba cansado. Ella se acerc� a mi pero no hizo
nada, se quedo simplemente quieta con ambos brazos a lo largo del cuerpo,
inm�vil. La volv� a besar lentamente en los labios. Igual de lentamente que
antes si eso era posible.
-Vamonos a dormir a la cama. Si algo tiene que suceder� que
suceda. �dije simplemente yo.
J. apag� la luz y nos desnudamos en la oscuridad. En la cama
permanecimos abrazados. Su piel era calida y suave. Me acomode a su espalda y la
rodee con mis brazos. La cama era estrecha, nos quedamos un momento as� en la
oscuridad, simplemente oyendo nuestros corazones latir. Sin mas. Podr�a haberme
invadido el sue�o, estaba cansado del viaje, pero mi pene comenz� a crecer ante
el solo tacto de su piel. Abr� una mano y la pos� suavemente en uno de sus
pechos. Ella se revolvi� un poco permiti�ndome un mejor acceso. Not� como
temblaba del miedo. No hab�a dicho nada desde que nos hab�amos bajado del coche.
Deslice la otra mano por su cuerpo de ninfa en direcci�n al pubis. Estuve
jugando un rato con su pelo p�bico y con uno de sus pezones mientras mi pene se
restregaba contra sus nalgas. Toda ella era suave, placentera. J. suspiraba cada
vez m�s fuerte, sin dejar de temblar. Se hab�a quedado inm�vil. No se atrev�a ni
a moverse. Entonces comenc� a masturbarla suavemente el cl�toris mientras la
besaba en el cuello. Estaba completamente mojada.
Deslic� mi dedo por encima de su cl�toris suavemente mientras
ella se retorc�a contra mi cuerpo. Calculo que estuvimos as� cerca de cinco
minutos hasta que ella se dio la vuelta y quedo frente a mi, en la oscuridad. Su
mano se deslizo por mi cuerpo hasta dar con mi pene el cual comenz� a masajear
con sumo cuidado, como si tuviese miedo de romperlo o algo parecido. Yo la dej�
hacer. J. estuvo jugando con mis �rganos sexuales en la completa oscuridad
durante un rato hasta que finalmente acerc� su cabeza a mi pene y me dio un beso
en la punta. Despu�s comenz� a besarlo por los lados. Parec�a encantarle ese
juego pero nunca llegaba a met�rselo dentro de la boca. Supongo que estaba
muerta de verg�enza. La agarr� por los hombros y devolv� su cabeza junto a la
m�a para comenzar a besarla mientras acariciaba su pelo, mis besos descendieron
por su cuello, por sus pechos, por su estomago hasta detenerme en su sexo.
Abr� sus piernas y comenc� a comerle el sexo en la oscuridad
mientras ella gem�a y se retorc�a. Aquel sexo virginal. Aquel sexo que nunca
antes nadie hubiese probado. Estaba salado y era suave. Ol�a maravillosamente.
Me dediqu� a comerlo suavemente, muy delicadamente. Al poco rato me di cuenta de
que J. iba a correrse, estaba casi gritando. Intent� evitarlo deshaci�ndose de
mi pero la retuve y con dos leng�etazos mas consegu� que llegase al orgasmo
llenando mi cara de un liquido extra�o. Pocas veces hab�a visto a una mujer
correrse expulsando liquido y desde luego nunca antes en mi cara. Pero no era
desagradable. Me limpie la cara en las sabanas y me tumb� junto a ella
abraz�ndola.
J. todav�a estaba temblando. Comenc� a susurrarla en voz baja
mientras la acariciaba y la besaba para que se tranquilizase. Al poco rato ya se
hab�a recuperado.
-�Quieres que te penetre esta noche? �le susurr� al o�do.
-No se �susurr� nerviosamente.
-No te preocupes. No tiene porque pasar si no estas c�moda.
Nos quedamos en silencio, abrazados en la oscuridad durante
unos minutos. Finalmente ella habl�.
-Hag�moslo con la luz encendida.
J. estir� una mano en la oscuridad y encendi� una luz tenue.
Estaba hermos�sima. Resplandeciente. Las mejillas sonrosadas. Mir� su cuerpo por
primera vez a la luz. Era delicioso.
-Pero antes de que lo hagamos� -comenz� ella- quiero darte un
regalo como el que tu me has ofrecido. No se si lo har� bien, pero quiero
intentarlo.
Y diciendo esto descendi� un poco y se meti� mi polla fl�cida
en su boca. Inmediatamente mi polla comenz� a crecer mientras ella la chupaba
torpemente. Le dije como hacerlo, suavemente, ayud�ndose de las manos y de la
lengua. Estaba aprendiendo r�pidamente pero segu�a siendo demasiado precavida,
como si temiese hacerme da�o. Por un momento cre� que iba a eyacular en aquella
boquita tambi�n virgen as� que la detuve. No quer�a correrme en su boca, no
quer�a estropear aquel momento con una reacci�n as�.
Era su momento.
Me levant�, cog� un preservativo y me lo coloqu�. Despu�s la
abr� lentamente de piernas y me puse entre ellas como si fuese a penetrarle pero
si hacerlo. Simplemente frotaba mi pene contra su vagina como simulando un coito
pero sin penetraci�n. Pronto ella estuvo totalmente mojada. Le di un largo beso
mientras pon�a la punta de mi pene en la entrada de su vagina.
-Si quieres que pare en alg�n momento, d�melo.
Y diciendo este apret� suavemente hasta notar una m�nima
resistencia. Solamente su intacto himen se interpon�a entre su cuerpo y el m�o.
Entre el deseo y la realidad. Una resistencia que deb�a ser eliminada, de la
manera mas r�pida posible as� que apret� un poco mas y algo pareci� romperse en
su interior mientras ella lanzaba un breve gritito. Mi pene entro casi hasta la
mitad en su vagina. Ella se abraz� a mi y comenz� a llorar. No lloraba �nica y
exclusivamente a causa del dolor, tambi�n lloraba de la emoci�n, de pura
alegr�a, de excitaci�n. Nos miramos a los ojos y limpie sus lagrimas con mi
lengua. Estaban saladas. Como lo hab�a estado su sexo. Entonces comenc� a
hacerle el amor muy lentamente. Mientras nos mir�bamos. Ella al principio
parec�a algo molesta pero cuando se hubo lubricado completamente pareci�
relajarse un poco mas.
Mir� hacia abajo, unas pocas manchas de sangre estaban
esparcidas por la sabana blanca. Hab�a dejado de ser virgen. As� de simple.
Continu� haci�ndole el amor durante un buen rato, mi lengua entraba en su t�mida
boca, mis manos acariciaban sus maravillosos pechos, mi pene entraba y sal�a de
su estrecha cueva. Me costaba creer que pudiese estar descubriendo todo ese tipo
de sensaciones a una mujer. Sus suspiros, sus besos, sus posturas� todo era
nuevo para ella. De improviso me agarr� de la cabeza y me mir� fijamente a los
ojos. Simplemente me mir� y comenz� a temblar. Estaba alcanzando el orgasmo. Yo
me concentr� en su cara y not� como mi orgasmo tambi�n se precipitaba en su
interior. Nos corrimos juntos gritando, besando, llorando y moviendo cada
m�sculo de nuestros respectivos cuerpos que ya eran uno solo.
Simplemente as�. Simplemente ella. Simplemente J.
Simplemente.