Nunca le prest� mayor importancia, aunque debo decir que me
gustaba ese tipo de juegos. Despu�s me cas� y nunca tuve otra relaci�n con una
mujer hasta lo pasado con Lourdes.

Ten�a 47 a�os por aquel entonces, morena, ojos marrones y a�n
conservo bastante bien mis lineas. Mido sobre 1,68 mtrs. peso sobre 70 kgs.
Tengo unos senos aceptables (100) y el resto del cuerpo tampoco ha perdido sus
encantos, sobre todo estoy muy contenta con mi trasero.

Pero bueno, vamos a relatar mi experiencia que es lo que
importa.

Era verano. Los ni�os estaban fuera y nuestros maridos en su
trabajo. Hab�amos venido de la playa y como casi siempre, nos fuimos a casa de
Lourdes para ducharnos y ponernos ropa m�s adecuada. Ten�amos mucha confianza y
eso nos permit�a ducharnos juntas sin ning�n pudor y en m�s de una ocasi�n me
fijaba en el cuerpo de Lourdes. La verdad, es que a sus 38 a�os conservaba un
tipo muy, pero que muy atractivo. Tenia una boca no muy grande, pero sensual,
pero sobre todo, me llamaba la atenci�n su cuerpo, pero nunca se me hab�a pasado
por la cabeza llegar a algo m�s con ella que las bromas o el mutuo enjabonado.
Alguna vez me roz� mi pecho, e incluso me enjabonaba con las manos. Nunca
pasamos de eso hasta que lleg� aqu�lla ocasi�n.

Salimos del ba�o con un simple albornoz, debido al calor que
hacia. Nos sentamos en el sal�n, y, como tantas veces, nos preparamos unas copas
y algo de picar.

No recuerdo muy bien como y porqu� se inici� una conversaci�n
acerca del sexo y de las actitudes de los hombres. Me acuerdo que empezamos a
hablar sobre el placer que sent�amos cuando un hombre nos acariciaba y besaba
los pechos. Comentamos si ellos sentr�an el mismo placer y sin esper�rmelo,
Lourdes me dijo algo as�:

- Pu�s a m� me gustar�a saberlo.

Me qued� mir�ndola con cierta sorpresa y desconcierto, ya que
no esperaba esa respuesta.

- Seguro que para ellos es algo especial. Acariciar y besar
los pechos de una mujer debe de excitarles mucho.

Los ojos de Lourdes trasmitian una expresi�n diferente a lo
que hab�a visto hasta ese momento. Grandes y brillantes. Me desconcertaron e
hicieron que me sintiera un punto inc�moda que trat� de superar sirvi�ndome otra
copa y d�ndole un buen trago.

- Gloria, me dijo. A otra mujer a lo mejor no se lo dir�a,
pero somos amigas desde hace tiempo y ese deseo me gustar�a realizarlo....

- �Estas pasada� le interrump�. Deben ser las dos copas que
te has tomado.

- Bueno, es posible, me dijo sin darle mayor improtancia.
Pero me gustar�a probarlo.

No supe que contestarle, quiz�s las copas, quiz�s el morbo,
no s�... pero no me di� opci�n y antes de que pudiera contestarle me abri� el
albornoz para posar un beso en mi pez�n derecho. Lo primero que sent� fu� un
latigazo electrizante. Sin quererlo not� que mis pezones se endurecian.

Pero ella continuaba. Ahora, no solamente me besaba, sino que
su lengua empezaba a recorrer todo el pecho. Sent� en ese momento que mi
respiraci�n se entrecortaba, aunque en ese momento solo era yo quien sentia esa
sensaci�n. Quer�a apartar su cabeza de mi pecho, pero una extra�a fuerza me lo
no me lo permit�a.

La situaci�n era tensa, el silencio se apoder� de nostras
dos. Lourdes continuaba su exploraci�n y yo asistia entre un no querer y desear.

En ese momento not� que su mano se posaba en mi otro pecho
para acariciarlo. Notaba la suavidad de sus manos y el roce de sus u�as contra
mi pez�n. �Dios� que sensaciones estaban atravesando, mientras que mi cerebro
estaba como narcotizado. Mis brazos no eran capaz de apartar de mis pechos ni su
boca, ni sus manos. El placer estaba acabando con mi resistencia.

- �Lourdes� por favor... Mis palabras no sonaban amenazantes
y menos mi mano result� suficiente cuando la tom� por la mu�eca intentando
separarla de mi pecho. Al contrario, fu� tan d�bil que Lourdes lo interpret�
como una aprobaci�n.

- Me gusta, me susurr�, me gustan tus pechos y sigui�
acarici�ndolos, ahora abiertamente y sin ning�n reparo, si es que antes ten�a
alguno.

A esas alturas mi voluntad era de entrega y la respiraci�n
dej� de seer silenciosa para hacerse m�s agitada.

Fu� entonces cuando Lourdes, sin dejar de acariciarme los
pechos, comenz� a subir sus besos por el hombro, el cuello, la oreja... Yo ya no
hacia otra cosa que recibirlos con placer. Estaba excitada. Notaba la explosi�n
de los flujos de mi sexo sin que pudiera remediarlo ni desearlo.

Mi boca se abria para tomar aire y sent� sus labios posarse
en los m�os suavemente. Un torrente de placer me recorri� todo el cuerpo, desde
mi cabeza hasta la punta de los pi�s. Ahora era su lengua la que penetraba en mi
boca buscando la respuesta de la m�a que no se hizo tardar. Mientras el beso era
largo y profundo, not� como me desataba el cintur�n del albornoz y su mano
comenzaba a acariciar mi cueva. Primero los labios, luego me penetraba
suavemente hasta comenzar con mi cl�toris. No pude reprimir un suspiro de
placer, para soltar a continuaci�n otro y luego otro

Me acost� en el sof�, se quit� el albornoz y se ech� encima
de m�. Aqu�l cuerpo y aqu�llos pechos que tan sensuales me parec�an ahora esa
sensaci�n se multiplicaba y provocaba en mi cuerpo oleadas de placer. Su boca en
mi boca, sus pechos en los m�os y su sexo en el m�o.

La tom� por sus hombros, la acariciaba, mientras nuestros
cuerpos se movian la un�sono. Notaba su respiraci�n acelerada, como la m�a y los
gritos de placer de las dos se oian en todo el sal�n.

Me est�s destrozando de placer. Siento que voy a llegar me
dijo. Yo tambi�n le conteste. Yo tambi�n, no pares por favor. Fueron como
palabras m�gicas ya que en ese momento explotamos las dos en un orgasmo como
jam�s hab�a sentido. Mis brazos apretaban su culo para apurar hasta el l�mite el
contacto y as� prolongarlo lo m�ximo posible.

Quedamos extenuadas, tal y como est�bamos, mientras Lourdes
me daba peque�os besos cari�osos por toda la cara.

- Siempre te dese�, me dijo, y hoy he podido por fin cumplir
mi fantasia. Le devolv� una sonrisa acompa�ada de un tierno beso.

Os escribir� en otra ocasi�n para deciros como continu� esta
ver�dica historia. Espero vuestros comentarios. S�lo mujeres, por favor.

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