MI AMA DE LLAVES
Por C�sar du Saint-Simon.
a gran mayor�a de los hombres est�n en la falsa
creencia de que las mujeres se sienten m�s mujeres y m�s satisfechas
sexualmente cuando son penetradas por un pene con las proporciones de la
"Verga de Triana" con protuberancias y venas a punto de estallar y una
cabeza que escupe lava, y m�s a�n si el propietario de esa descomunalidad
de falo es un negro "Mandinga".
Pongan atenci�n a este relato y cr�ame que lo que aqu�
se dice que pas�, es ver�dico, los datos son fidedignos y no se han
cambiado los personajes porque aqu� no se trata de proteger a nadie, ya
que nadie es inocente.
I
Cuando yo estaba soltero, trabajaba para nuestra
familia una Ama de Llaves con capacidad gerencial asombrosa. Dirig�a toda
la servidumbre de la casa: las tres mucamas, el Chef, el mesonero, el
chofer, el jardinero, ocho hombres y dos mujeres del personal de
seguridad, manejaba todos los asuntos de mantenimiento y todo lo relativo
a suministros; Adem�s, cada vez que hab�a alg�n tipo de recepci�n en la
casa, ella asum�a toda la organizaci�n del evento hasta el momento que se
retiraba el �ltimo de los invitados y el �ltimo del personal contratado.
Al final, cuando ya todos nos recog�amos a descansar, o a otra actividad,
ella verificaba el personal de seguridad y era solo entonces que se tomaba
un descanso. A esto hay que agregar que, como era de nuestro mas alto
personal de confianza, tambi�n estaba en el deber y en el derecho de
departir con nosotros y nuestros invitados en el transcurso de la fiesta o
de cualquier otro tipo de �gape que se convidase. Motivo por el cual ella
siempre vest�a a la moda, con alta costura y con un pelo azabache cuidado
por un famoso estilista de aquel entonces. Con muy buen gusto, no
pretend�a competir en glamour con los propios o los invitados.
Si se�or, esa era Mi Ama de Llaves, una mujer
morena clara, de mediana estatura y edad madura entre treinta y cuarenta
a�os, con pelo y ojos negros, en donde reluc�a aquella vitalidad, energ�a
e inteligencia que la caracterizaban, y con un no-s�-qu� en
no-s�-donde que obligaba a cualquiera a fijarse en ella.
II
Durante una tarde de pausada llovizna, yo estaba
recostado en mi sala de estudio digiriendo un enorme churrasco que me
almorc�, junto con una botella de buen vino tinto Portugu�s, luego que
regres� de La Marina en donde le estaba haciendo unas reparaciones menores
al bote auxiliar de "La Sultana del Caribe". El yate que nos compramos
varios amigos y yo, para escaparnos de la batalla pol�tica en que estaban
nuestras familias contra otras familias en la lucha por controlar el
Poder, gastando muchos millones y mucha saliva.
En mi somnolencia empec� a tener una leve pero
sostenida y contenida tensi�n en mi pene, atrapado por el suspensorio del
short, mientras so�aba como una mujer me lo manoseaba procurando liberar
mi erecci�n, levantando la liga, y halando hacia arriba con firmeza mi
asfixiado falo. Abr� los ojos y estaba frente a m� su cara, la cara de mi
Ama de Llaves...
- Cuando un hombre est� en esta condici�n siempre tiene
que tener una mujer cerca de �l, sentenci�, mientras el c�lido vaho de su
esfuerzo por sacarme la m�ntula del calz�n, rozaba mi cara, al tiempo que
met�a la otra mano para liberar mis test�culos.
Puse mis manos sobre sus muslos llev�ndole hacia arriba
la saya color azul �ndigo, que al llegar al tope de su cintura, mostr� una
pantaleta tanguita color rojo carmes�, que en aquel d�a (confesome en otra
oportunidad) se hab�a puesto para m�, y se la quit� liberando los cierres
m�gicos a ambos lados. Ella hizo unas ahorcajadas para montarme,
acomod�ndose su vulva y aline�ndola con mi pene que ella dirig�a hacia s�
misma. Instintivamente me cimbr� hacia su cuerpo, buscando la penetraci�n,
pero fue in�til: ella ten�a el control de nuestros movimientos y de mis
impulsos. All� empez� una danza ex�tica, ejecutada por dos cuerpos, en la
apacibilidad de una gris�cea media tarde de un lluvioso mes de agosto del
tr�pico venezolano.
Cuando sus caderas descendieron suavemente, su ardorosa
y h�meda oquedad atrap� y estrangul� el glande de mi inflamado palo,
caus�ndome la sensaci�n de que iba ha ser separado de mi cuerpo para
siempre; justo en ese instante, solt� la constricci�n y dej� caer todo el
peso de su cuerpo en mis caderas para que, de principio a fin, mi
virilidad fuese engullida por aquella caverna repleta de una de baba
ardiente y resbaladiza. Dio comienzo a un zigzagueo lento pero febril de
sus ancas, de su vientre y de sus perniles que retorc�a y bat�a dentro de
s� todo aquello que se hab�a metido.
Me pareci� una eternidad cuando detuvo el ondulante
contorneo de la c�pula para permitirme manipular los botones de su blusa
de lino beige, y los broches de su sost�n rojo carmes� (que tambi�n se los
puso para m�), para as� dejar en libertad a "Cesita" y "Cesarita"
como a partir de entonces se llamar�an aquellas hermosas y firmes tetas,
que con sus negr�simos y perfectamente conc�ntricos y erectos pezones,
ser�an las mimadas de todos los festines de placer que habr�an por venir,
y luego...
- Date m�s duro, le orden� y me obedeci� ha como ella
lo entend�a, all� a su manera: se detuvo; los dedos de una mano se
sumergieron en mi cabello y la otra mano se apoy� en mi pecho, arque� su
tronco hacia atr�s, apret� los labios de la boca y los labios de la
vagina, oprimi� y solt� incontables veces todo lo m�o dentro de las
hondonadas de su sexo, convirtiendo en hedonismo arrebatado lo que deb�a
ser solo placer.
Unos estremecimientos en sus nalgas iniciaron una
convulsi�n s�smica que fue subiendo por todo su cuerpo para exhalar un
orgasmo acompa�ado de un gemido hondo, abismal. De s�bito respir� todo el
aire del estudio, y a continuaci�n, sin pausa, me cabalg� con energ�a y
ardor, de arriba abajo, sin contorciones, sin tardanzas, jadeando y
resoplando mientras yo le propinaba cari�osas pero potentes palmadas en su
macizo trasero, al tiempo que aprovechaba para darle una saboreada a las
inaprensibles tetas que sub�an y bajaban acompasando la galopada. La
ardiente secreci�n de su caverna impregnaba todos nuestros vellos p�bicos.
Hasta mi nariz llegaba aquel fuerte olor de mujer apasionada, efusiva y
extasiada que en aquel l�brico cohabito de los encontronazos de carne
contra carne, tambi�n exudaba la femenina delicadeza de hembra amante y
mujer sensible.
Su abnegaci�n se detuvo repentinamente, se ape� de m�,
al tiempo que prend�a con su mano derecha la estaca que hab�a tenido
metida, se arrodill� entre mis piernas, me mir� a los ojos con delirante
desverg�enza y escabrosa picard�a a la vez y baj� la cabeza para lamerme
en aquel sitio que no es pene y no es test�culo.
- Deme leche, le cuchiche� a mi palo, d�ndole varias
batidas, meti�ndoselo en la boca y, agitando su cabeza en va-y-ven, baj�
la cerviz y engull� todo mi miembro hasta las profundidades de su
garganta.
Daba ronquidos de placer. No me lo estaba mamando, no
lo estaba chupando: lo succionaba hacia sus entra�as; un temor me
sobrevino cuando pens� que podr�a trag�rselo en un acto can�bal, pero lo
que realmente me vino fue una repentina y violenta eyaculaci�n y mis
fluidos seminales inundaron su cuerpo, estremeci�ndola y ator�ndola.
Sabore� los restos de mis jugos y degust�, relami� y palade� por entre mi
pubis y el ombligo los olores y sabores que encontraba con el Olfato y la
Vista, y mientras friccionaba su cl�toris y balbuceaba incoherencias, se
retorci� y brot� de ella un quejido tembloroso. Luego irradi� una sonrisa
soltando expresiones onomatopeyas de relajado regodeo.
- Gracias amo y disculpe, me dijo, mientras que se
incorporaba y rehac�a su compostura de funcionaria familiar, volviendo a
atrapar las tetas dentro de aquel imp�dico sost�n. La pr�ctica pantaleta
qued� r�pidamente cubierta por la falda que pronto retorn� a su lugar y
mientras calzaba adecuadamente a "Cesita" y "Cesarita" en su
zona, agregaba: "No quise importunarle. No habr� una pr�xima vez si usted
no me lo ordena".
Se dio media vuelta y camin�, a�n aturdida y con
aquellos piernones lerdos, balanceando provocativamente el "As de Oros"
(como yo llamar�a de all� en adelante aqu�l libidinoso trasero), hacia
alg�n lugar buscando la salida, la cual encontr� y que con toda sobriedad
traspas� para entrar en mi vida.
III
Nada hab�a terminado: Todo estaba comenzado. Durante el
resto de la tarde me qued� pensando qu� merec�a regalarle que ella no
fuese a interpretar aquello como "un pago por sus servicios", y una vez
m�s apel� a mi "Kit de Supervivencia Masculino",
en donde encontr� algunos art�culos que servir�an a mis sinceros
prop�sitos. As�, prepar� mi visita, para esa misma noche, a su
apartamentito, en el �rea de Intendencia de la casa. Seg�n ella me cont�,
meses despu�s, esa misma tarde mientras yo buscaba excusas para visitarla,
se fue a preparar nuestro t�lamo licencioso, rogando que todo fuese de mi
agrado, y que me sirviese de inspiraci�n para ordenarle cualquier cosa
(siempre me obedeci�, por cierto), con tal que no fuese el apretar las
piernas, porqu� a�n las tenia flojas.
Cuando baj� a la zona administrativa, tom� el corredor
que lleva a la oficina del gerente y a la habitaci�n de monitoreo de
seguridad, cruc� por el pasillo que baja hasta la rosaleda y, antes de
salir, est� el ventanal que comunica con el jard�n interior de su Suite.
La morenaza estaba sentada en el columpio, sin mecerse, al lado de la
fuente artificial iluminada con suaves luces verdes y amarillas que daban
vida a los Helechos, los Lirios y los Papiros que nos observaban, mientras
hac�an una danza con la fresca brisa que bajaba de la monta�a junto con la
neblina, en un comp�s de sensualidad en tensi�n. Con las puntas de las
sandalias doradas ancladas en la grama, respiraba aceleradamente, sus
pechos as� la delataban, haciendo subir y bajar a "Cesita" y
"Cesarita", que pod�a verlas anhel�ndome, cubiertas por un gr�cil y
et�reo tul color azul tenue, ce�ido a su cintura con un cord�n de r�stico
sisal ocre, para de all� abrirse ocupando el ancho asiento del balanc�n.
- Vengo a darle �rdenes, le dije mientras apuntaba con
mi dedo �ndice hacia el interior del aposento.
Ella cerr� los ojos y mostr� una suave sonrisa al
tiempo que exhalaba un vehemente suspiro de alivio y gratitud. Se levant�
torpemente apurada de la tabla para girar hacia lo desconocido, hacia la
Suite de la Fantas�a.
La salita estaba admirablemente decorada: una estatua
de jaspe de tama�o natural, con un brazo extendido apuntando hacia la
habitaci�n y mirada que no miraba, compart�a el �rea de estar con unos
muebles fabricados de lianas tra�das de la Selva Amaz�nica y procesados
ergon�micamente para acomodar unos magn�ficos cojines de cuero blanco, que
junto con la cortina, pared a pared, de gaseoso lienzo color rosa vieja y
la mesita central con tope de espejo de Cristal de Roca y una Chaguarama
Bons�i en su centro, escoltada por una caravana de siete camellos
esculpidos en marfil, daban una sensaci�n de amplitud acogedora. Desde el
estante en la otra pared, entre muchos libros que se ve�an le�dos, sal�a
una melod�a instrumental de "Los Beatles" y en ese momento se
escuchaba "All you need is love". No hab�a retratos ni fotograf�as
por ninguna parte y solo tres velones irradiaban arm�nicamente en el
ambiente la luz y el perfume apropiados para levantar el fuego de los
sentidos.
El tul y el cintur�n de sisal cayeron en el brazo de
jaspe, y la piel morena de mi Ama de Llaves se acomod�, er�ticamente, para
contrastar con los n�veos cojines del div�n de bejucos, en donde, asentada
sobre sus calca�ares, con las rodillas semi-separadas y con sus manos
sosteniendo, en devota ofrenda, aquellos deseables pechos, su h�meda
mirada rogaba por mis �rdenes.
Luego de "meterle mano" y acariciarle sutilmente con mi
pene los pezones, la cara, la boca, practicar un restreg�n entre sus senos
y hacer un simulacro de penetraci�n auditiva, para que al rozarle el
l�bulo de la oreja y tocar su cavidad ac�stica, soltase una risita
discreta muy "cuchi" que acompa�ara retorciendo todo su torso, la deje
atr�s y me fui a la habitaci�n con la intenci�n de preparar el escenario
para los impudores que yo hab�a premeditado. Al entrar, me encontr� con
que ya todo estaba dispuesto para como yo lo habr�a planeado: la cama
estaba despejada y en el centro estaba dispuesta una sola almohada y un
espejito de mesa, iluminados por un delgado haz de luz que sal�a del
techo. La mujer lleg� por mi derecha y rozando sus pezones contra mi
hombro, se desliz�, cual minina, para ir a acostarse poniendo sus ancas
sobre el almohad�n, atrayendo las piernas hacia su rostro y abri�ndolas
pornogr�ficamente en una "V" para mostrarme todos los pliegues y
ondulaciones que rodeaban su valle ya h�medo y cuyos viscosos jugos que
brotaban del pozo vaginal, discurr�an lentamente hasta el umbral anal.
Tom� el espejo y lo puse frente a ella de modo que pudiese ver sus propias
intimidades, como yo las estaba viendo.
- Ahora mueve la cuca, le mand�. La felina empez� a
subir y bajar el "As de Oros" como si estuviese calentando los
abdominales.
- No. No... �Qu� aprietes la cuca!, Le correg� la
orden. Asinti� con la cabeza. Frunci� el entrecejo, apret� los labios de
la boca y... �Aquella cuca casi que hablaba!
Sus locos movimientos palpitantes eran toda una
incitaci�n que provoc� mi apetito ven�reo y, cuando se avist� a s� misma
cangrejeando sus carnosidades, me implor�, casi delirante, que le
apaciguase sus enardecidos deseos en forma violenta y definitiva.
- �M�tame amo, te lo ruego! Me llorique�, mientras
giraba sobre si misma para quedar expuesta ahora en cuclillas, con el
trasero desplegado en todo su derroche carnal.
El sieso estaba expuesto directamente al rayo de luz
que ven�a del techo y hac�a brillar los humores que hab�an aflorado de la
vagina. Todo en ella estaba mojado, sudado, empapado y trastornado. Aferr�
con sus manos las nalgas y las separ� despiadadamente al l�mite de lo
humanamente posible suplicando la caridad de la penetraci�n sin
armisticios.
- �Quiero morir! �Cogeme amo! Gimoteaba, con la cara de
medio lado, aplastada contra el colch�n, mientras agitaba el culo en todas
direcciones.
De dos empujones quedo calada hasta "la patica" y un
resoplido agradeci� la estacada. Culeaba sin soltar las nalgas. Vibr�
sorprendidamente maravillada cuando le met� por el ano la primera cuenta
de una ristra de metras, que como sarta de abalorios, hab�a sacado de mi
"Kit de Supervivencia Masculino".
Le met� la segunda metra y se mene� extasiada. Cuando entr� la tercera
esfera se sacudi� fascinada. En la cuarta inserci�n qued� con la boca
abierta para no parar de jadear. Al incluirle la quinta masa se estremeci�
arrebatada. As� fui hundi�ndole cada una de las doce canicas, y al llegar
a lo que ser�a el extremo de la culebrita, hal� retrotray�ndole la doceava
borla, pero ella, de un salto, solt� las nalgas y trat� de incorporarse
como para salir gateando y as� sacarse la docena completa. La sujet� por
el pelo para detenerla, a la vez que adelantaba firmemente mis caderas.
Para amansarla la puse de hinojos, con los brazos extendidos hacia delante
y manteni�ndole la cabeza alzada, obedeciendo a los animados templones que
le daba a su melena. Con cada uno de los jalones a su cabellera, le
extra�a de su cuerpo una cuenta, fornicandola en�rgicamente, asi�ndola con
ambas manos por las grupas y conteni�ndola para canalizar su desenfreno.
Nuestro placer fue en aumento. Ahora sacud�a los brazos de lado a lado,
giraba sobre su tronco y lo levantaba para dejarlo caer m�stica y
piadosamente, a modo de genuflexiones, como si estuviese en un acto ritual
que adoraba al acto en s� mismo, al tiempo que lanzaba aullidos de
satisfacci�n cual c�ntico de estar en un trance de Gloria. El punto
culminante lleg� para ella cuando le saqu� la �ltima metra. La locura se
posesion� salvajemente de aquella cuadr�peda enardecida con deseos
atrevidos. Coce� y pate�, se sacudi� y se estremeci� hasta que nos
desunimos. Agarr� el collar de abalorios para pon�rselo en el cuello, se
vino hacia m�, tumb�ndome de espaldas, y �gilmente ech� su cuerpo sobre el
m�o, pero de contrario: me puso la cuca en la boca y su boca se zamp� mi
m�ntula con tal voracidad que parec�a tener "hambre atrasada". Mi descarga
se produjo cuando se sac� mi pene de la tr�quea para hacerle caricias y
poder respirar profundamente. Mi eyaculaci�n la sorprendi� acarici�ndose
la cara con mi verga mientras yo le estaba chupando el cl�toris, y un
sobresalto el�ctrico le caus� un violento bombazo de sus genitales, para
soltar un espumarajo org�smico que me tonific� la cara y seren� la libido
a ambos.
Durante a�os nos explayamos en pr�cticas sical�pticas
que solo la intimidad de una pareja desbloqueada permit�a. La imaginaci�n
conjunta gratificar�a nuestros cuerpos y nuestros esp�ritus. Respetarnos
en nuestro devenir como seres independientes, quiz�s fue la clave de tanto
presente sin futuro; Del amor sin compromiso; De la pasi�n sin el
sacrificio y de nuestro no depender del pasado. Desarrollamos nuestros
propios c�digos para comunicarnos en p�blico: lenguaje oral en clave y
gestos puntuales nos permit�an citarnos o advertirnos con discreci�n. El
secreto de nuestra relaci�n nunca estuvo en peligro de ser descubierto por
terceros, ni amenazado de ser develado a nadie por uno de nosotros.
IV
En aquel tiempo se puso de moda decir que: "todas las
mujeres son unas `Cuaimas�", refiri�ndose as�, a que la agresividad,
ponzo�a y toxicidad de la serpiente m�s peligrosa del Amazonas, son
tambi�n atributos femeninos. Pues bien, agresiva lo era bastante ya que no
paraba de culear una vez que se hac�a con mi estaca; ponzo�osa tambi�n lo
era cuando la mandaba a practicar con los juguetes er�ticos que le
suministraba, y la toxicidad la ten�a en sus jugos vaginales que ella
siempre estaba dispuesta a brindarme.
Una vez me lleg�, vestida para salir, a la sala de
juegos, en donde yo estaba practicando en la mesa de billar algunas
suertes y artilugios. Me manifest� que se sent�a totalmente "Cuaimatizada"
en contra de todos los hombres, que iba a hacer diligencias en la calle y
me ven�a a pedir que le hiciese el favor de "llenarme la cuca de leche",
para lo cual ya se hab�a dispuesto haciendo unas contorciones circenses.
Apoyando su vientre contra el brazo del sof� del barcito auxiliar, dej� a
la vista el liguero verde esmeralda que le regal� cuando cumpli� diez
docenas de bolitas, y asomando los irresistibles fondillos cuya rajadura
estaba recorrida por el hilo dental blanco que yo mismo le puse aquella
vez que nos ba�amos con agua de manantial volc�nico que, importado de
Costa Rica, ten�a en aquel olor a azufre, la virtud de despertar nuevas
inclinaciones lascivas. Me apremi� para que la follase porque se le estaba
haciendo tarde y "el chofer me est� esperando". Para sobreexcitarme,
levant� una pierna, doblando la rodilla y, agarrando su pie, calzado por
un zapato de largo y agudo tac�n, lo clav� en el coj�n, junto a su cara, y
dej� totalmente expuesto su sexo y el hilo blanco que ten�a yo que apartar
para poder accederla.
- Viniste justo a tiempo, porque aqu� tengo mucha leche
para ti, le ratifiqu�, mientras destrababa mi �rgano, y acomodaba el
glande para la penetraci�n, apart�ndole con el dedo medio (vaginal) la
telita que estorbaba.
La embest� primitivamente y fustigando aquel trasero,
llev� tantos bombazos, que los humores vaginales empezaron a brotar como
de un pozo profundo. No par� hasta que le descargu� toda la esperma que
estaba acumulando para d�rsela en cualquier momento. Millones y millones
de mis c�lulas sexuales quedaron navegando en aquel mar de la felicidad.
En cuanto me retir�, la "lechu�a" esa sac� de entre sus tetas un tap�n de
esos que usan las mujeres en la mensualidad y se lo instal�
apresuradamente como para evitar alguna fuga del jugo. Se arrodill� frente
a m�, para succionarme el pene y extraerme alg�n residuo que me hubiese
quedado sin vaci�rselo. Se chup� los dedos glotonamente, cerrando los ojos
como muestra de gozo. Con la misma mano se lanz� hacia los pelos de mi
pecho, arranc�ndome varios y llev�ndoselos r�pidamente a su "Monte de
Venus", soltando una risita pilluela y juguetona a la vez. Como siempre,
se arregl�, se acical� y acomod� bien a mis consentidas en la blusa, para
que pareciesen que, o bien se quer�an salir, o bien se quer�an esconder.
Se dio media vuelta y mientras caminaba voluptuosamente hasta la puerta,
batiendo vulgarmente el trasero, levant� un brazo, agit�ndolo de
despedida.
- Mire como lo llevo Amo. Cuando los hombres en la
calle me digan esos piropos gastados y de pacotilla, nunca sabr�n que voy
tan bien cogida, con tu "lechita" puesta aqu�, dijo lanzando el trasero
para atr�s y agarr�ndose groseramente entre las nalgas.
V
Los perros que jam�s me olvidaron fueron los
primeros en venir corriendo a mi encuentro para recibirme, y mis hermanos
me abrazaron efusivamente aquel d�a que regres� de una misi�n humanitaria
de un a�o en Mo�ambique, a donde fui para colaborar en la desactivaci�n de
centenares minas antipersonales que la guerra entre ellos mismos hab�a
dejado como peligrosa herencia para los sobrevivientes del odio.
Cuando me correspondi� saludar mi la Ama de Llaves,
ten�a puestos los zarcillos y el collar de Coral Negro que le regal� en
contraprestaci�n por el anillo muy antiguo que me obsequi�, el cual hab�a
pertenecido a un burgu�s italiano, en cuyo interior tenia una cavidad
secreta que se us� para llevar veneno, y que ella ocup� con vello de su
pubis. Se quit� un pendiente con la mano izquierda antes de darme la
bienvenida inclinando solemnemente la cabeza y haciendo una reverencia
doblando ligeramente sus rodillas. Eso, en nuestros c�digos, ten�a un
alt�simo significado: "Estoy dispuesta para ti en cualquier momento". A su
vez yo le di la se�al auditiva dirigi�ndome a todos los presentes:
- Gracias por esperar para recibirme hasta esta hora
tan tarde. Ahora me voy a mi habitaci�n y en media hora no sabr� m�s de
m�. Hasta ma�ana, que descansen todos. Que tengan muchas ganas de
descansar y liberar tensiones. Dije, mientras me tocaba la hebilla
de la correa del pantal�n en las frases que quer�a poner �nfasis para que
ella conformase el mensaje que le estaba enviando.
Como lo estaba esperando, a la media hora la cerradura
de mi habitaci�n se abri�, con la llave maestra que, como Administradora
General de la casa, ella ten�a bajo su custodia. Entr� llevando la postura
de una Reina, de una Czarina de todas las Rusias y las l�grimas de alegr�a
que rodaban por sus mejillas le realzaban su grandeza. Caminando hacia m�,
felina y lentamente, se fue quitando el condecorado uniforme de gala de
oficial de la Marina de Guerra con el que me sorprendi� vistiendo para m�
en esa ocasi�n tan especial. Llevaba puesto aquel diamante de doce
quilates, el cual yo le regal� en nuestro quinto aniversario de aquella
tarde tropicalmente lluviosa del mes de agosto, llamado "Gota del Cielo"
por su forma y sus destellos azulados. Montado en un collar de Platino con
Esmeraldas, luc�a soberbio contrastando con su oscura piel y entre sus dos
erectos y perfectos pechos. Un calzoncito de seda rosada con el anagrama
de mi nombre sobre su pubis, delicadamente zurcido en "Bordado Madeira",
completaba el atuendo para nuestro reencuentro. Se ensaliv� los dedos
�ndices de ambas manos y los frot� con lujuria en sus pezones. Baj� las
manos y las meti� por debajo del bordado movi�ndose en c�rculos de
masturbaci�n. Rot� sobre s� misma y al estar de espaldas, dobl� su dorso
r�pida y sensualmente, batiendo su melena hacia delante y obligando al
calz�n a entrar en el valle que se abr�a entre sus nalgas, acarici�ndolas
con las manos mojadas de los humores vaginales.
- Bienvenido mi Rey, mi Czar de todas las Rusias. Me
salud� bes�ndome los pies, moj�ndolos con sus l�grimas.
- B�same aqu�. Llora aqu�, le orden� al tiempo que
bland�a mi falo, heroicamente robusto y saludable, mientras abr�a las
piernas para hacerle espacio para que cupiese su sensual y apetecible
cuerpo.
Estaba como que esperando esa orden: apenas le dije, y
sin parar de llorar, me agarr� la estaca con las dos manos, la lami�
op�paramente muchas veces y, siempre llorando, se hinc� mi palo hasta m�s
all� de las am�gdalas. Luego, empez� a succionar, lo cual calm� sus
sollozos dulcemente. Se tranquiliz� luego de que estuve encima de aquella
m�quina sexual, espole�ndola durante una hora, para seis orgasmos
seguidos. Cuando pudo hablar, adem�s de las consabidas frases de: "me
hiciste falta"; "como extra�e tus caricias"; "te pens� todos los d�as";
"otra vez no lo resistir�a", me dijo que lo que m�s extra�� de m� fue el
sexo anal ("siempre me ha seducido la forma como me lo metes: as�...
as�..., poquito a poquito"), porque ahora ten�a un marido que "es un
malvado y cruel carnicero en eso de cogerme por el culito"...
- ...y es que tiene esa cosa as� de grande
y as� de grueso, me coment� mientras hac�a unos
gestos ampulosos, exagerados, dramatizados y que definitivamente no se
correspond�an con la descripci�n de lo que podr�a ser algo "grande y
grueso", sino que m�s bien se estaba refiriendo a alg�n animal desconocido
para m�.
- Adem�s, continu� dici�ndome en referencia a la verga
de su marido, tiene la cabezota esa azul y carrasposa, y se le brotan
muchas venas que se ponen moradas porqu� como �l es m�s blanco que un pote
de leche...!!!, dijo repitiendo esos gestos exagerados, desmedidos y
exorbitantes.
�Cu�ndo conociste a ese fenomenal personaje?
- Fue el mes que te fuiste, amo, en la fiesta de mi
hermana. En cuanto lo vi se me moj� la cuca. �Te acuerdas aquella vez, mi
amo, que me cogiste... y me cogiste... y me cogiste, que me quedaron
doliendo los ovarios?
- �Ah si!, ven�a de una semana en "La Sultana del
Caribe" comiendo Langosta... �Que loquera!
- �Bueno!... �Los ovarios me empezaron a doler como
aquella vez! �Te imaginas amo! Cuando se me recost� para bailar aquel
Bolero, casi que acab�. Ten�a las piernas flojas y ese dolor en los
ovarios, y viene ese hombre, me aprieta por la cintura, me agarra por el
pescuezo y me pregunta al o�do: �Sabes para qu� viniste a este mundo?
�Para ser m�a!
- �Carajo! �Esa cursiler�a te enamor�?
- �Nooo! �Fue el bojote ese que me puso justo en el
vientre! Me descontrol�. Se me fueron los tiempos. Entonces le ped� que
nos sent�semos, pero �l me propuso que nos fu�semos de all�, y como yo ya
estaba rendida, sin voluntad, acept� sin ninguna resistencia de esas
rid�culas que hacen las mujeres "para ponerse dif�ciles", "porqu� no son
ningunas regaladas".-
- Pero t� te le regalaste a ese hombre rapidito �no?,
le coment� socarronamente, mientras le agarraba la mano y se la atra�a
hasta mi pene para que juguetease con �l y me masturbase.
- �Aaayyy! �Yooo si! Nos fuimos de una vez para
aquel hotel donde estuvimos Usted y yo, que en la habitaci�n ten�a como
una mesa a la que le faltaban dos patas... �Te acuerdas amito?
��Verdad?!... Que me pusiste de pie, doblada agarrando el borde de la
mesa, con las piernas bien abiertas, pero como quedaba como con la cabeza
m�s abajo, mi trasero se levantaba justo a tu altura y tu me lo metiste
por atr�s esa vez passssitooo... passssitooo, me record�
dirigi�ndose a mi miembro mientras me lo agitaba con un comp�s
"pasito-pasito" tambi�n.
- �Qu� si me acuerdo? Esa vez fue cuando estrenamos
la cera sexual aquella con olor a frutas. As� si fue facilito met�rtelo,
porque t� me culeaste tambi�n pasito-pasito y yo apenas te lo empujaba un
poquito y entraba sin dificultad. Despu�s con el batuqueo la habitaci�n se
llen� con ese olor inolvidable. Bueno, pero cu�ntame tu como hiciste,
�asumiste la posici�n de una vez?
- �Nooo! �Que va! ��AMO?! �Para
que pensase otra cosa de mi? �Yo me hice la sorprendida y nerviosa!,
exclam�, para luego hacerme juguetonas cosquillas con la punta de su
lengua en mi falo.
�Ja, Ja! �Eso estar�a digno de verse!
- No te burles amo. �Estaba nerviosa! �Verda�!
Solamente me dej� llevar por �l. Como todo estaba oscuro y est�bamos tan
excitados, casi no nos dio tiempo de desvestirnos. Cuando me vi acostada
boca abajo, iba a mirar para atr�s pero no... En ese momento se me mont� y
sent� un dolor y una quemadura por atr�s, pero no pod�a ni gritar, ni
sacudirme, ni respirar, ni nada... Me dio varios empujones muy fuertes
(bati� vigorosamente mi verga), y yo romp� la s�bana con las u�as. Luego
soport� algo que me corr�a por dentro y que me estaba corroyendo. Mi
marido me lo sac� y se baj� pregunt�ndome que "si me hab�a gustado". Yo no
pod�a moverme ni mucho menos hablar. Estaba aturdida y a mi mente solo
vino la imagen de mi t�a-abuela, la que era monjita, que siempre quiso que
yo tambi�n lo fuese.
- Eso es lo que yo llamo "una cogida VERGATARIA".
Ven ponte all�, que te voy a dar por el culito...
- �No amo! �No quiero!, dijo con un chillido rayando en
la histeria.
- �Me vas a desobedecer! �Lo qu� te pas� debi� ser
horrible!
- Es que ahora no me gusta. Ahora lo que me da es
angustia y rabia, coment� bajando la cabeza, mim�ndose la cara con mi
�rgano y haciendo un gesto de "puchero".
VI
Mi ama de llaves hab�a cambiado profundamente, el paso
de los d�as as� me lo confirmaba. Andaba sombr�a. Ya no me hac�a fiesta:
no me mostraba a "Cesarita" cuando yo pasaba por su oficina; ni me llamaba
sugestivamente desde una ventana cuando yo estaba solo en la piscina; �ni
siquiera se mord�a el labio inferior mir�ndome por encima del hombro al yo
apretarle una nalga! Cuando pod�a meterle mano, se dejaba... simplemente
se dejaba, ya no era como antes, que me abr�a m�s las piernas y flexionaba
las rodillas al tiempo que giraba la cintura junto con las caderas para
facilitar el acceso a sus humedades.
Un domingo regres� de andar con su marido, tra�a una
cara de perturbaci�n y una mirada perdida en su propio interior con los
ojos enrojecidos y un andar indisciplinado. Pens� que el marido le hab�a
pegado, luego de indagarle supe que lo que le pegaron fue una cogida
MAY�SCULA...
- �Pero porqu� sigues con ese hombre? �Es que te gusta
sufrir? �qu� tanto sientes por �l? La interrogu� preocupado porqu� ya era
un asunto de la salud de mi Ama de Llaves.
- Le tengo respeto. Me contest� poco a poco, sin otro
comentario.
- ��Respeto?!!! �Deb�as tenerle miedo!, "culillo"; como
dicen por all�: ganas de salir corriendo.
- Si amo. Es que �l me trata muy bien, es todo un
caballero, as� como t�. Aunque no me gusta como me lo hace...
- ... �Y por donde te lo hace!! agregu�.
- Bueno, si, es cierto que �l es muy fuerte y me da
demasiado duro, pero le tengo respeto por como me trata cuando no estamos
haciendo el sexo.
- �Y el sexo oral? �Ya se lo hiciste?
- �NO! Dijo a secas, negando con la cabeza mientras la
bajaba. Le tengo asco, a�adi� arrugando la cara, haciendo una mueca de
repugnancia.
La situaci�n era realmente inquietante y me dispuse a
hacer lo que estuviese en mi capacidad para cambiar las cosas. Una vez m�s
acud� a mi "Kit de Supervivencia Masculino"
en donde encontr� lo que pod�a ser la soluci�n, al menos parcial, a lo que
estaba viviendo aquella f�mina que ahora se hab�a venido a menos, ya que
las relaciones con su marido la ten�a vuelta un estropajo: ya no ten�a un
paso "muy derechita" con un porte marcial, ahora caminaba como arrastrando
los pies. Su sonrisa era solo una mueca y, cuando la tocaba, reaccionaba
como un pobre e indefenso animalito apaleado: temeroso de volver a recibir
otro castigo. Trat� de imprimirle mucho humor y m�s ternura a nuestras
relaciones carnales, pero sent�a que ella solo me obedec�a por pura
sumisi�n, sin placer en el acto mismo. Una vez se me ocurri� traer
nuevamente a nuestras pr�cticas obscenas la ristra de canicas de vidrio �y
estall� en llanto! �era el colmo! Entonces por fin me decid� a
proporcionarle lo que yo pensaba pod�a ser la soluci�n: una crema
analg�sica y lubricante con olor a incienso que venia presentado en un
tubo con c�nula para aplicaci�n en las interioridades...
- Escucha bien lo que vas a hacer. Antes que el tenga
tiempo de ponerte boca abajo y zuasss, sin que tu marido lo sepa ni se d�
cuenta, te aplicas esta crema bien adentro y por fuera tambi�n, luego te
pones en cuatro patas sin que �l te lo pida, le mueves el culo como tu me
lo haces... bueno, como me lo hac�as..., y cuando te lo meta le dices:
"AHORA TE PERD� EL RESPETO" y
tratas de escaparte...
A mi Ama de Llaves se le ilumin� el rostro, salt� sobre
m� y me abraz� por el cuello agradeci�ndome con muchos besitos cargados de
ternura, querencia y devoci�n; continu� con sus mimos durante todo el
final de la tarde, hasta el amanecer de aquella larga y libertina noche.
Al llegar el s�bado siguiente mi Ama de Llaves sali� de
la casa vestida de luto, con cara de "adi�s mundo cruel" y se fue para
siempre. Nunca m�s la volvimos a ver. La buscamos con unos detectives
privados y llegamos hasta el marido, del cual pens�bamos lo peor, pero �l
tambi�n estaba sorprendido. Lo �nico que sab�a es que la mujer lo hab�a
abandonado pero no se explicaba el porqu�. Hablando de hombre a hombre, me
cont� que el d�a que lo dej� ella se hab�a puesto en cuatro patas,
movi�ndose tan excitantemente que le hizo hervir la sangre, y que cuando
se lo meti� de un solo empuj�n "dijo algo acerca de perderme el respeto y
como que enloqueci�".
- Aquella mujer se volvi� una fiera. Se bati� como un
jabal� herido. Se me solt� y corri� por toda la casa y, mientras se
vest�a, solo repet�a a gritos entrecortados con los sollozos: "�ESA
COSA NO TIENE NOMBRE!... �ESA COSA NO TIENE NOMBRE!".
Cuando quer�a consolarla, calmarla, entenderla, ella me hu�a y segu�a
gritando: "ESA COSA NO TIENE NOMBRE".
Se fue sin decir nada m�s y no supe m�s nada de
ella hasta hoy, que viene usted busc�ndola.
A�n no la hemos encontrado. Creo que volver� no-porqu�
haya dejado todas sus pertenencias atr�s, sino que el llamado de su
insaciable naturaleza sexual la convenza de retornar a su �nico y
verdadero trabajo: obedecer mis �rdenes.
FIN