Relato: La experiencia es un grado





Relato: La experiencia es un grado

LA EXPERIENCIA ES UN GRADO


Comenzar a escribir este relato ha representado para m� todo
un reto, y digo un reto pues con �l demuestro abiertamente que he sido infiel a
una persona a la cual quiero mucho, mas, por otra parte, este acontecimiento ha
marcado un antes y un despu�s en mis experiencias sexuales y no pod�a
conservarlo en mi memoria sin m�s; as� pues he decidido compartirlo con vosotros
por su morbosidad (al menos la que represent� para m�) y que el tiempo sea mi
juez.


Mi abuelo, que en paz descanse, fue un ciudadano bastante
acaudalado gracias a sus negocios inmobiliarios; para mi desgracia mi padre era,
de los cuatro hermanos, el m�s marginado. Sus otros hermanos siempre obtuvieron
el apoyo de mi abuelo, sin embargo mi padre jam�s fue visto con buenos ojos por
m�s a�os que pasaron; y ni siquiera yo, heredero de su nombre y forma de ser,
tuve el m�s m�nimo hueco en su coraz�n. Siempre he desconocido los motivos, el
silencio de mis padres ha sido sepulcral en todo momento, as� pues los contactos
con mis abuelos paternos han sido pocos, tan escasos que podr�an contarse con
los dedos de una mano.


Pero algo cambi�. Pocos meses tras la muerte de mi abuelo, su
mujer (es decir mi abuela) tom� m�s contacto con esta cuarta parte de la
familia. A pesar de ello mi padre y mi madre siempre renegaron de tomar contacto
nuevamente, y yo, por supuesto, deb�a hacer lo mismo.


En fin, yo hab�a pasado muchos a�os sin ver a mi abuela,
incluso no le hice demasiado caso durante el velatorio y el entierro, fue todo
hipocres�a. Por lo que se ve mi abuela hab�a decidido preocuparse por su nieto,
de igual nombre al que fuese su marido y con sus mismas ideas, pensamientos,
forma de ser, etc. En mi cumplea�os tuvo la osad�a de llamarme por tel�fono e
incluso enviarme algo por correo. No se person� con aquel incre�ble regalo (que
prefiero omitir aqu�), pero al menos tuvo el detalle.


Creo que transcurrieron un par de meses m�s hasta que mi
mente comenz� a maquinar un plan: si se encari�aba conmigo quiz� podr�a
conseguir que parte de la herencia, el d�a de ma�ana, fuese a parar a mis
bolsillos o a los de mi padre. A tal fin decid� aprovechar la semana de
vacaciones como motivo de la feria de la ciudad para ir a visitarla en su
suntuosa casa de la costa que yo recordaba vagamente. Es una casa de tres
plantas, un desv�n, garaje, una piscina con c�sped alrededor... y todo ello
bordeado por muros de setos verdes. Junto a la casa hab�a otra m�s formando as�
una manzana perfectamente rectangular.


Evidentemente mi abuela no viv�a sola, ten�a una criada
peruana que limpiaba, cocinaba, etc. Cuando llegu� a la casa con idea de pasar
esos pocos d�as de verano con ella vi que todo segu�a igual, excepto por la
presencia de mayor n�mero de coches alemanes en la cochera junto a la entrada.
Las mismas rejas negras, las mismas hamacas, las mismas sombrillas y la misma
criada (un poco m�s vieja, eso s�).


Una vez cruc� el umbral del patio, me dispon�a a avanzar por
el caminito empedrado que llevaba de la puerta del jard�n hasta el porche de la
casa misma, cuando mi abuela apareci� y se dirigi� en�rgicamente hacia m� con lo
brazos abiertos. Me estruj� entre los mismos y me comi� a besos. Se trata de una
mujer de unos setenta a�os, pelo blanco, ojos azules, oro por todas partes
(incluso en un par de dientes), de figura normal y muy sonriente.


Todo transcurri� con normalidad: almuerzos, cenas, di�logos
est�pidos, etc. Mi estancia all� durante el primer d�a fue de lo m�s normalita e
hip�crita, pero deb�a conseguir mi objetivo. Mi plan de actuaci�n estaba
trazado, pero no contaba con un factor imposible de predecir.


A la ma�ana del segundo d�a me levant� algo m�s tarde que de
costumbre, quiz�s debido a las horas de coche o a la incomodidad de la
situaci�n. Lo primero que hice fue acicalarme un poco, la criada me dispuso una
serie de toallas para mi uso durante la estancia (s�lo faltaba el caramelito
encima de la almohada). Utilic� el ba�o de la primera planta (en el sistema
espa�ol ser�a la segunda) y luego baj� a saludar a mi abuela que encontr�base
tumbada en una de las hamacas, pr�xima a la piscina.


Mientras me acercaba distingu� otra figura, reci�n levantado
nunca me pongo las gafas as� que me cost� desentra�ar su imagen. Era una mujer
de poco m�s de cuarenta a�os, pelo liso, corto y casta�o, algo m�s rellenita que
mi abuela, con las manos cubiertas de oro, vestida de blanco y con una espesa
capa de maquillaje que le cubr�a todo el rostro. Me par� en seco y di los buenos
d�as lo m�s cort�smente posible. Mi abuela me present� a su vecina, ella se
levant� de su lugar en la hamaca, me dej� sus labios rojizos marcados en ambas
mejillas y volvi� a sentarse mientras hac�a un escrutinio de mi figura bajo sus
gafas de sol de montura tambi�n blanca.


Me retir� con la excusa de ir a desayunar algo y buscar mi
ba�ador. Una vez en la cocina abr� la nevera en busca de algo que llevarme a la
boca sin atender a la presencia de la criada. Mi costumbre era servirme yo mismo
y eso hice. Mientras contemplaba la bien poblada nevera me di cuenta, aunque
tarde, de que ten�a mi miembro erecto (suelo levantarme con ese estado de �nimo)
y que muy probablemente aquella mujer se hab�a fijado en ello. En fin, de todas
formas no le di demasiada importancia, probablemente no la ver�a m�s.


Tras comer algunas palmeras diminutas y un gran vaso de
leche, baj� nuevamente a la piscina con la intenci�n de ba�arme, olvidando por
completo mi descuido durante el anterior encuentro. Por suerte mi vecina y mi
abuela hab�an desaparecido, as� que me tir� buena parte de la ma�ana en la
piscina. Estaba a punto de abandonarla cuando vi salir a la peruana,
probablemente a hacer la compra (�la nevera estaba llena!). Al abrir la puerta
se cruz� con mi abuela y su amiga que volv�an. Ellas entraron y se dirigieron a
la piscina. Yo me hice un poco el loco y me fui dentro de la casa para evitar
m�s miradas de aquella mujer. No es que su persona me desagradase, incluso dir�a
entonces que para su edad estaba muy bien, daba cierto morbo, pero mi
presentaci�n no hab�a resultado ser de lo m�s acertada.


Sal� mojado mientras me excusaba. Fue otro error porque
llevaba la bermuda pegada al cuerpo como consecuencia del agua y se me marcaba
nuevamente el paquete. Sin duda alguna aquello no hab�a pasado desapercibido
para el ojo escudri�ador de aquella dama. Tras un leve suspiro entr� en la casa,
dej� mi toalla colgada y me dirig� al ba�o de la planta baja. Este era el m�s
grande y mejor decorado. Entr� y me dispuse a orinar cuando, casi sin darme
cuenta, not� un aliento en mi cogote, luego un par de enormes pechos que se
apoyaban en mi espalda y una mano arrugada, de u�as largas y pintadas de blanco
y cadenas de oro colgando, que agarraba, como si de una presa se tratase, a mi
miembro a punto de orinar.


Mi miembro, l�nguido, peque�o y falto de excitaci�n comenz� a
ganar tama�o y rectitud al moverse aquella mano masturbadora. R�pidamente mi
miembro alcanz� su mayor longitud y pude notar hasta la m�s m�nima arruga de la
mano, dedos realmente experimentados, ligeramente tostados por el sol y... �las
u�as blancas!. Quise mirar hacia atr�s pero la excitaci�n me lo imped�a, a parte
ella comenz� a saborear mi oreja con sus labios mientras que con un susurro
dec�a: "Sigue con lo que estabas haciendo". Fue tan convincente y sensual que lo
intent� pero la situaci�n hac�a de tal tarea un acto dif�cil de llevar a cabo.
Esta mujer, consciente de lo que me ocurr�a, utiliz� sus dedos para masturbar la
punta de mi capullo, con soltura asombrosa. Sent� un cosquilleo que hac�a
echarme un tanto hacia atr�s y cierta fragilidad en mis piernas, encogi�ndome.
En pocos segundos el roce, casi hecho de memoria, provoc� que expulsase la orina
que conservaba. Fue todo un placer ver c�mo ella me ayudaba en tal acci�n,
incluso creo que lleg� a mancharse un poco, y digo "creo" pues mis ojos
precisaban cerrarse de pura excitaci�n.


Ella continu� como si nada, mi garganta profer�a leves
gemidos que iban a chocarse contra el techo del ba�o, mi miembro dejaba escapar
las �ltimas gotas, y su mano no paraba de masturbarme con suma eficacia y
experiencia, tanta que la eyaculaci�n era inminente. Sus sedosos labios en mi
oreja, sus pechos en mi espalda, una mano en mi pecho (para compensar mi falta
de equilibrio) y la otra masturbando mi miembro. No s� cu�nto tiempo dur�
aquello pero supongo que fue lo suficientemente r�pido como para que mi abuela
no se alarmase. Finalmente eyacul� sobre la taza del water mientras ella
continuaba manoseando mi miembro, manch�ndose y extendiendo el semen por toda la
extensi�n del mismo al continuar con sus movimientos casi instintivos. Fue un
goce inaudito. Me solt� y me apoy� junto a la pared, ella me mir� y se lami�
dulce y ligeramente la mano, acto seguido se las lav�, se las sec� y abandon� la
estancia no sin antes echarme una �ltima mirada de complicidad y silencio.


En cuanto me encontr� en condiciones de dirigirme hacia mi
cuarto, sal� no sin antes ocultar pruebas y me march� escaleras arriba. Una vez
en mi dormitorio no paraba de darle vueltas a lo acaecido. Por una parte hab�a
resultado ser una experiencia nueva: era una mujer mucho mayor que yo. No pod�a
decir que me repugnaba si no al contrario, me dio mucho gusto y creo que hab�a
descubierto mi verdadera vocaci�n: las maduras. As� que el resto del d�a, en su
mayor parte, anduve fantaseando a la vez que intrigado por mis nuevos y reci�n
descubiertos gustos.


Todav�a quedaban cinco d�as por delante, durante los cuales
esperar�a acontecimientos. Mi �tica no me permit�a hacer nada m�s pues en
aquellos momentos viv�a una hermosa relaci�n.


Pero los acontecimientos que yo aguardaba con impaciencia
(sin querer) llegaron con el d�a a d�a. El primero de ellos no tard� en
absoluto, fue al d�a siguiente y casi sin esperarlo. Fue nuevamente por la
ma�ana. Me levant� como siempre, me ase� un poco antes de bajar al comedor y
descend� las escaleras que me conduc�an a un nuevo encuentro.


La voz de mi abuela y la de alguien m�s, manteniendo una
conversaci�n acerca de cual ser�a la crema solar m�s recomendable para una mujer
con su piel. La otra utilizaba sugerencias de lo m�s elocuentes, o al menos a mi
abuela se lo resultaban porque yo no tengo ni idea de cremas raras. Sab�a
sobradamente qui�n era la acompa�ante de mi abuela en esa tertulia ma�anera: era
ella. Me detuve un momento, sin saber qu� hacer, si entrar y aventurarme
nuevamente a que sucediera algo o, por el contrario, quedarme en mi cuarto en
espera de que se marchase. �Y si no se iba y me quedaba recluido toda la ma�ana
en �l?, no, probablemente saldr�an, �y si ven�a alguna de ellas o la criada a
despertarme?, �qu� hacer?. Al final decid� dejarme llevar pues �qu� era lo que
realmente quer�a?, sin duda alguna sentir el tenue tacto de su piel sobre la
m�a. As� pues cruc� la esquina que llevaba al comedor y atraves� la puerta.


Tras los t�picos saludos llenos de cordialidad e hipocres�a
me sent� frente a aquella mujer y junto a mi abuela. Para que os hag�is una idea
la mesa era cuadrada, de madera ricamente adornada de dibujos que pod�an verse a
trav�s del grueso cristal que los proteg�a. Mi abuela ten�a ambos brazos echados
sobre la mesa, con la barbilla sobre ellos. Por su parte, la dama que me evocaba
morbosidad (lady morbo), encontr�base apoyada al respaldo de su silla, casi
echada.


Mi abuela orden� a la criada que me trajese algo para
desayunar. Ped�, si mal no recuerdo, un sandwich de bacon y queso fundido (me
encantan) y un zumo de naranja. Ambas mujeres continuaron discutiendo las mismas
memeces que antes de mi interrupci�n. La criada me trajo casi al instante el
desayuno; no di un par de mordiscos al sandwich cuando, ya que me dispon�a a dar
el primer sorbo del zumo de naranja, not� un pie. Sin duda proven�a de ella,
odiada y amada, que volv�a a por m�s. Casi escupo el zumo de la sorpresa pero
pude contenerme.


Al principio sus dedos buscaban mi miembro. Una vez hallado
la planta de su pie se apoy� sobre �l y comenz� a masajearlo con gran
profesionalidad. Los pantalones que utilizo para dormir son extremadamente finos
con objeto de combatir el calor nocturno (que no es poco), con alg�n bot�n que
otro a modo de "bragueta". Pues bien, mi miembro no tard� en abrirse paso y
salir a la luz, bajo la mesa claro est�. Su pie parec�a casi una mano, me lo
acariciaba fina y exquisitamente, tanto que casi no pod�a ocultar mi rostro de
placer delante de mi abuela. Cuando mi excitaci�n iba en aumento ella logr�
separar tanto los dedos pulgar e �ndice de su pie que el grosor de mi miembro
casi entraba en aquella oquedad improvisada. Con esa postura ella continu�
masturbando mi miembro una vez m�s. No hubo tiempo para que eyaculase pues mi
abuela se irgui� en su silla y a ella no le qued� m�s remedio que apartar el
pie.


Por suerte o por desgracia no la vi en lo que restaba de d�a.
Durante el siguiente me encontraba observando las numerosas maquetas de coches y
barcos (mi abuelo hab�a sido marinero en sus tiempos mozos) que llenaban
estanter�as enteras. Sin embargo mi mente viajaba una y otra vez a aquellos
momentos en los que ella me tocaba, con la mano o con el pie, igualmente
deliciosos, y me ruborizaba enormemente.


Mi plan hab�a quedado apartado, pero intent� aprovechar el
tiempo perdido, pasando m�s tiempo con mi abuela y haci�ndole los mimos
oportunos. Al d�a siguiente (jueves ya) tampoco vi a aquella dama, lo cual
represent� una ventaja pues mi plan segu�a en marcha.


Por fin lleg� el viernes y con �l mi pasi�n por aquella mujer
de unos cuarenta y dos a�os aument� hasta l�mites insospechados. Ello deriv� de
un nuevo encuentro, esta vez en la piscina. Yo me encontraba inmerso en la misma
mientras mi abuela tomaba algo en su hamaca en una ma�ana de lo m�s calurosa. La
puerta son� y la criada acudi� a la misma. Pocos segundos despu�s vi aparecer a
aquella mujer vistiendo un ba�ador negro de pieza �nica, unas gafas tambi�n
negras y una pamela a juego. Ah, tambi�n llevaba un fino pa�uelo de vivos
colores, pero sin importancia.


Se sent� junto a mi abuela y tom� algo mientras yo me hac�a
un poco el "distra�do" dando vueltas por la piscina, buscando la mejor excusa
para evadirme, pero sin querer hacerlo. Sumergido en mis pensamientos y en el
agua vi que ella se decid�a a entrar a la piscina por la escalera de aluminio de
la parte menos profunda (opuesta a mi posici�n). Con cortas brazadas fue
avanzando hacia el centro mientras animaba a mi abuela para que se ba�ase ella
tambi�n, que hac�a mucho calor. Tras insistirle un poco mi abuela termin� por
acceder diciendo: "Bueno, voy al ba�o un momento, me cambio y vuelvo para
ba�arme con vosotros. Esperadme".


Yo me acerqu� a lady-morbo para hablarle cara a cara acerca
de lo acontecido los d�as anteriores. Durante la discusi�n, corta por cierto, no
me qued� m�s remedio que confesarle que me hab�a gustado. Mis razones no le
valieron, ni siquiera el hecho de que estuviese manteniendo una relaci�n estable
actualmente. Casi sin pens�rselo, o eso creo, meti� su mano de forma inclinada
dentro de mi ba�ador y comenz� a masturbarme otra vez, s�lo que de forma
distinta. Un min�sculo grito escap� de mis labios y ella me bes� profusamente
para callarlo.


Termin� por bajarme el ba�ador, yo le dije que mi abuela
estar�a al venir pero ella neg� con la cabeza y afirm� diciendo: "Cada vez que
tu abuela va al ba�o tarda una eternidad, cr�eme". Entonces se acerc�, tanto que
su canalillo quedaba bajo mis ojos. Su sonrisa era mal�vola pero me gustaba, as�
que esta vez fui yo quien la bes� a la vez que la agarraba entre mis brazos.
Ella se agarr� a mi cintura, uni� su cuerpo al m�o, me ech� contra el borde de
la piscina y, all� apoyado, comenz� a frotar su sexo, a�n oculto, contra mi
miembro desnudo y pasado por agua.


No puedo explicar la cantidad de emociones distintas que
pasaron por mi cabeza. Ella estaba all�, el objeto de mi deseo, frot�ndose
suavemente al principio y posteriormente con mayor celeridad. Disfrutaba como la
primera vez, casi con miedo e inexperimentado. Era un roce cuantioso y lleno de
pasi�n, el tacto de aquella tela estaba por volverme loco. Mis gemidos se
hicieron cada vez m�s pronunciados, pero ella, diccionario abierto del sexo,
giraba mi rostro y lo encaraba hacia el suyo para volver a besarme y as� acallar
mis casi lamentos de placer.


En una de sus acometidas, de las m�s lentas hasta entonces,
eyacul� dentro de la piscina, permitiendo que el semen se esparciera en la misma
y se perdiese entre el agua. Tras unos roces m�s para calmarme se apart�. Me
lanz� un dulce beso y se aproxim� a al zona profunda de la piscina. Por mi parte
me sub� el ba�ador e hice como si nada hubiera sucedido (como dir�a Pynn: "Gran
don de los j�venes"). Lo cierto es que mi abuela tard� a�n m�s de lo necesario
en llegar. Pero bueno, por ahora estaba bien, hubiera preferido m�s tiempo pero
pienso que ella hab�a marcado los suyos propios, �acaso me estaba preparando
para algo?.


Mi pregunta no iba a tardar demasiado en recibir respuesta.
Un d�a m�s tarde (s�bado) mi abuela me anunci� que esa noche, como despedida,
�bamos a ir a una fiesta, all� me presentar�a amistades suyas y de mi difunto
abuelo y que, con algo de suerte, dar�a con alguna joven de talante y porte
distinguidos. Fue entonces cuando record� a mi amada, que muy probablemente
estaba en su casa, esperando noticias m�as. Lamento lo que hice pero me llamaba
demasiado la atenci�n como para no hacerlo.


Mi intenci�n era no volver a ver aquella mujer, y si para
ello deb�a abortar mi plan pues mucho mejor, as� abandonar�a la hipocres�a que
hasta entonces me inundaba. Qu� decir... nuevamente tuvimos que encontrarnos.
Por la ma�ana mi abuela quiso llevarme de tiendas, yo insist� en que llevaba
ropa de fiesta si era eso lo que pretend�a comprarme; no import�, ella quer�a
hacerme ese regalo y no me qued� m�s remedio que acceder. Por descontado su
vecina iba a acompa�arnos.


Me concienci� lo mejor que pude y sal� junto a mi abuela
hacia el taxi que hab�a solicitado por tel�fono. La vecina estaba all�
esper�ndonos vestida con un traje rosa, una falda un tanto corta, una camisa que
dejaba ver su largo canalillo y el pelo mojado, s�mbolo de que se acababa de
duchar.


Subimos al taxi, mi abuela delante para indicar los lugares
de compras correspondientes al conductor y la vecina y yo detr�s. Estuvimos en
mil tiendas lo menos, en cada una de las cuales tuve que probarme miles de
pantalones, corbatas, camisas, chalecos, etc. Y creo que en cada sesi�n de
probador la vecina intentaba distinguir algo a trav�s de las cortinas. Llegu�
incluso a pensar que tendr�a la osad�a de introducirse en el probador para
acosarme.


Finalmente abandonamos la zona de tiendas y nos subimos a
nuestro taxi (un servicio especial y muy caro seg�n creo). Tras cargar los
bultos tomamos nuestras posiciones y nos dirigimos a casa. Lady-morbo es una
mujer observadora, de sangre fr�a y calculadora. Descubr� esto cuando ella tram�
un astuto plan en el mismo taxi. Dicho veh�culo no ten�a el retrovisor interior
pues los cristales eran tintados (creo que eso es ilegal) y no serv�a para nada
o para m�s bien poco. Mi abuela, debido al ajetreo, inclin� su cabeza hacia un
lado y parec�a dormir como si nada. Entonces fue cuando nuestras miradas se
cruzaron, sin saber qu� hacer tragu� saliva y me contuve. Ella, sin perder ni un
segundo m�s, tom� mi mano y la dirigi� a su sexo, que comenc� a tocar con ganas
por encima de la falda. Ella dibuj� una mueca en su rostro e introdujo mi mano
por la falda, por la parte de arriba, rozando as� su delicioso est�mago.


Tras eludir una masa de pelos di con su sexo y comenc� a
frotarlo con gran habilidad. Ella parec�a estar en la gloria pero no emit�a
ruido alguno para que el taxista no se cerciorase de lo que estaba ocurriendo
justo detr�s de �l. Me gusto mucho ese tacto, lo ten�a muy grande, muy abierto,
lleno de vello, muy natural. Me gust� tanto que mi miembro quer�a saltar del
pantal�n y estrellarse all� donde mi mano derecha se encontraba. Tras frotar
introduje uno, luego dos y finalmente tres dedos. Su cavidad era asombrosa a la
vez que acongojante. Me hubiera tirado as� todo el d�a, vi�ndola disfrutar, pero
el coche llegaba a casa y lo dejamos. Mi mano ol�a a esencia de sexo: h�medo y
morboso. Tras despedirnos acab� con mis sufrimientos con una prolongada y
relajante masturbaci�n en mi dormitorio.


La noche, final de mi traves�a por unos canales de placer que
no s� si volver� a surcar. Ni j�venes, muy j�venes, v�rgenes, lesbianas,
fetichismo, masoquismo ni gente de otras razas, nada, absolutamente nada, era
comparable al hecho de hacerlo con una mujer experimentada y mucho mayor que yo.


Para la noche estaba decidido a darlo y a aguantarlo todo.
Acabar�a ella conmigo o yo con ella, el caso es que me daba igual con tal de dar
la talla. As� que me puse el espl�ndido traje negro que me acababa de regalar mi
abuela, los zapatos a juego y los gemelos plateados. Iba hecho un se�orito de
las m�s altas esferas (no, no me refiero a Yog-Sothoth). Mi abuela esperaba
abajo, muy maquillada y con un traje blanco de falda y mangas largas, un bolso
blanco de cierres dorados a juego y nos pendientes de perlas a juego con el
collar. Sal� con ella de la mano y al encontrarnos con la vecina hice lo propio.
Ella vest�a una falda de un color un tanto singular, era entre marr�n y blanco,
como con manchas, encima una camisa que transparentaba su sujetador blanco
adornado de los m�s finos bordados (me recordaban a la armadura de Aquiles
descrita por Homero). Sus tacones y bolso a juego, su pelo corto, �poco
maquillaje y adornos! , lo mejor de todo, sus piernas cubiertas por unas medias
en forma de red.


Fuimos a la fiesta, era en una casa suntuosa de patio mayor
que el de mi abuela. Fui presentado a numerosa gente, tanto mayores como menores
que yo. Incluso vi alg�n que otro famosillo pero no es cuesti�n mencionarlos
aqu�. Mi abuela insist�a en presentarme a las t�picas ni�as pijas solteronas que
en su vida han probado un buen polvo. De hecho bail� con muchas, la mayor�a de
ellas entre los 15 y 19 a�os; pero mis ojos buscaban a mi lady-morbo.


En un baile lento la invit� a salir y nos introducimos
abrazados entre el tumulto de parejas bailando. Nos aproximamos mucho el uno al
otro, su cabeza se apoy� en mi hombro y con suaves palabras me dijo: "Nos iremos
ya mismo, �verdad?". Afirm� con un movimiento de cabeza y ella comenz� a urgir
su plan.


No m�s de media hora despu�s la vecina manifest� a mi abuela
la necesidad de dirigirse a casa, sufr�a de jaqueca y no estaba en condiciones
de permanecer durante m�s tiempo en la fiesta. Mi abuela, con algunas copas de
m�s, intent� convencerla para que se quedase entonces fue cuando entr� en
escena. Caballerosamente me ofrec� a acompa�arla hasta casa y volver o bien, si
no ten�a demasiadas ganas, a quedarme en casa. Mi abuela, despreocupada, me dio
sus llaves.


As� que tomamos un taxi y nos marchamos como almas que lleva
el diablo.


Llegamos a su casa, ella abri� la puerta mientras yo esperaba
ansiosamente observando su trasero. R�pidamente pasamos al sal�n y all� comenz�
nuestra aventura. Me despoj� del chaleco y de la corbata, luego ella comenz� a
desabrocharme uno a uno los botones de mi camisa celeste mientras me besaba con
sus suntuosos labios. Posteriormente baj�, besando mi pecho descubierto, hasta
caer de rodillas. Acto seguido quit� la correa, baj� la cremallera de mi
pantal�n y de �l sac� mi miembro desproporcionadamente excitado. Mientras lo
contemplaba con ojos voraces y sedientos, se quit� la parte superior de su
conjunto permitiendo que me deleitase con sus pechos, no demasiado grandes pero
de la medida justa.


Miembro en mano se lo introdujo en la boca chup�ndolo hasta
le l�mite. Una de sus manos ayudaba a la boca mientras que la otra masajeaba mis
test�culos. Su mano bajaba y sub�a girando sobre s� misma a la vez que mov�a
horizontalmente su cabeza, tocando con sus deliciosos y experimentados labios mi
otro y. Su lengua jugaba exquisitamente con lo que iba quedando dentro de la
boca a cada movimiento. Era sublime. De vez en cuando dejaba de chupar para
sacar su lengua y lam�rmelo de arriba abajo, rozando con sus dientes la punta
del mismo.


Era una profesional. Sus u�as alargadas rozaban mi piel y me
produc�an dulces cosquillas, consecuencia de ello eran gemidos por mi parte. Eso
parec�a excitarle: los gemidos, saber que me ten�a a su merced. Sus lametazos
eran alargados, profundos, extasiantes, cada mil�metro de mi miembro sufr�a
espasmos, s�mbolo de que estaba a punto de eyacular. D�ndose cuenta de lo que
estaba a punto de suceder, se lo sac� de la boca y tir� de �l hasta su pecho a�n
"enguantado" en sujetador. Hizo recorrer la punta por toda la extensi�n de sus
alzados pechos provocando as� un "gustillo" que no podr�a describir con otra
palabra que no fuese esa.


Entonces eyacul�, era inminente, y todo el semen fue a parar
a sus pechos, desparram�ndose por ellos mientras ella dibujaba con �l sobre sus
pechos a modo de pincel. Recorri� cuanto puedo, y yo tuve la impresi�n de que
aquellas cotas estaban siendo inundadas por la nieve. Jam�s hab�a eyaculado tal
cantidad. Por fin su mano se despeg� de mi miembro, que cay� exhausto; luego,
con algunos dedos, limpio parte de aquel l�quido espeso pegado a su pecho para
introduc�rselo en la boca con todo el morbazo del mundo.


La cosa no iba a acabar aqu�. Yo me dej� caer sobre el sof�
blanco de tres piezas y ella march� hacia el ba�o probablemente. Al poco rato
apareci� desnuda en su mayor�a, y digo en su mayor�a porque a�n llevaba puestas
las bragas, unas bragas que anta�o fueron blancas y que ahora, tras lavados y
m�s lavados, ten�an un toque amarillento. Su pelo corto suelto, su mirada
traviesa, su cuerpo vencido a leves arrugas, algo de barriga y piernas un tanto
afectadas por la celulitis, la piel no era del todo morena, si acaso anaranjada,
pechos de tama�o normal, similares a bellotas (no me refiero al tama�o, si no
que sus pezones eran grandes, de ah� el s�mil), brazos ca�dos y mucha, mucha
naturalidad.


Tal que as� se sent� encima de m�. Su pelo ca�a sobre mi cara
y me bes�; nos comimos mutuamente la boca. Inmediatamente comenc� a sentir su
sexo frotarse contra el m�o mientras su lencer�a los separaba. Debo reconocer
que el roce era un tanto correoso hasta que poco a poco me fui acostumbrando, y
ello de debi� a que sus bragas empezaron a humedecerse. Yo no comprend�a c�mo me
sent�a con tant�simo vigor despu�s de lo ocurrido, tal vez ella me hab�a estado
preparando a consciencia para esto. Lo cierto es que volv�a a estar erecto.


Como he dicho el roce pas� a ser m�s l�quido y gosozo. Ella,
debido a la calentura que le corro�a, desprend�a un delicioso l�quido desde su
sexo que se encontr� con el muro de la tela, lo atraves� y despu�s fue a
encontrarse con mi miembro. As� que los movimientos se hicieron m�s r�pidos y
alargados mientras que yo intentaba aferrarme lo mejor posible a aquel sof� para
no caer sin fuerzas y as� estropear la escena. Me besaba all� donde pillaba a la
vez que continuaban con sus movimientos que emulaban la penetraci�n. Yo
intentaba alzar mi pelvis por encima del nivel del sof� demostrando as� cu�nto
estaba gust�ndome aquello.


Ya totalmente mojados, con su l�quido derramado por todo mi
miembro y m�s abajo, sus movimientos se volvieron un tanto m�s lentos pero
duros. Sus gemidos se pronunciaron a�n m�s y yo los acompa�� sin querer. Pronto
llegar�a la segunda eyaculaci�n y de hecho as� fue. En una acometida m�s, casi
dolorosa e impregnada de todo l�quido, volv� a dejar escapar inmensas cantidades
de semen. Pero la cosa no acab� a ah�, a pesar de mi grito de finalizaci�n, ella
frot� y frot� expandiendo el maravilloso l�quido a�n m�s, manch�ndose las bragas
si m�s cabr�a a�n y gimiendo como una loca. Yo ya estaba pr�cticamente muerto
pero por suerte termin� de forma inminente, dejando escapar un grito del m�s
rico de los placeres y abraz�ndose a m� con tal ferocidad que lleg� incluso a
ara�ar mi espalda.


Fui al ba�o y me ase� lo mejor que pude. Ella me aconsej� que
fuese a su habitaci�n, arriba. Sub� de manera casi inconsciente, sin tener muy
claro lo que ocurrir�a a continuaci�n. Al tiempo ella subi�, totalmente desnuda,
permiti�ndome ver ahora su sexo, inundado del pelo m�s oscuro, rizado y bello
que jam�s pueda imaginarse.


Su habitaci�n era digna de la ni�a m�s mimosa y joven. Toda
de rosa y blanco exquisitamente combinados; casi podr�a decirse que era la
habitaci�n de la Barbie. Su cama era grande, con columnas enroscadas de color
blanco que sub�an hasta una parte superior (no s� c�mo se llaman) de telas rosas
y bordados blancos. De dicha zona ca�a una tela fina y blanca que permit�a ver
el interior.


Ella se introdujo tras aquellas cataratas de tela blanca
sedosa y se tumb� justo en el centro de la cama. A continuaci�n se abri�
totalmente de piernas dej�ndome que me deleitase nuevamente viendo aquello que
en el taxi hab�a tocado y que tanto placer me hab�a ofrecido hasta ahora. Con un
gesto de su dedo me invit� a pasar. Imitando a un gatito fui a cuatro patas por
su gran cama hasta donde se encontraba ella. Bruscamente tom� mi cabeza y la
hundi� en su peludo sexo, hecho que agradec� comiendo como mejor sab�a:
introduciendo mi lengua, expandiendo mis labios para abarcar el mayor terreno
posible, besando cada cent�metro de piel...


Me acariciaba la cabeza mientras gem�a dolorosamente. No
interrump� mi marcha y segu� disfrutando de aquel manjar del cual yo era digno
en aquel instante. Algunos pelos se desprend�an sobre la suntuosa cama, otros se
enredaban y se esparc�a por mi rostro, pero no por ello cesaba en mi empe�o. Su
sexo era m�o. Mis lametones recorr�an los bordes, luego introduc�a la lengua,
acto seguido entraban en juego los labios que apretaban y tensaban su piel al
besar. Casi sin darme cuenta estaba en procesos de erecci�n otra vez.


Cuando sus gritos resultar�an inconfundibles en tres manzanas
a la redonda escal� puestos. Me puse a su altura, cara con cara, e introduje mi
miembro en su sexo de un tir�n. Comenc� a moverme mientras que mi ideal d
morbosidad agit�base fren�ticamente por la cama. La sacaba y met�a procurando
sentir el roce en toda su plenitud (incluso cont�ndolo ahora estoy erecto).
Respiraba profundamente, mov�a mi pelvis casi de manera acompasada a mi
respiraci�n, hundiendo todo aquello lo m�s profundamente posible (que no era
poco). Quiso que cambi�semos de posici�n, as� que me puse detr�s y se la volv� a
introducir por la misma cavidad a la vez que besaba su cuello y masturbaba sus
pezones con la mano que me quedaba libre.


Sus pechos eran aptos para estar toc�ndolos todo el d�a. Ve�a
su cuerpo moverse gelatinosamente a cada acomet�a que le daba. Disfrut�bamos,
"aaaaaaah" era la palabra que m�s usamos durante aquel d�a. Perd�a fuerzas, as�
que la ayud� levantando su pierna con la mano mientras la acariciaba, de arriba
abajo. Me gustaba aquello. Sus gritos eran cada vez m�s y m�s prolongados.
Parec�a que pronto iba a estallar pero no era as�; lo que hizo fue revolverse
sobre s� misma y tumbarme, luego cogi� y se puso encima y empez� a botar como
una loca, como una posesa m�s bien.


Iba a destrozarme la pelvis con cada bajada. El ritmo era
fren�tico as� como nuestros gritos. Apoy� sus manos sobre mi pecho cuando
disminuy� un tanto el ritmo. Ahora todo m�s suavito pude tranquilizarme y
contemplar aquellos senos de pezones duros que ca�an sobre mi pecho y lo
rozaban. Tras un lamet�n en sobre mi boca volvi� a erguirse. Mir�ndome realiz�
fuertes acometidas acompa�adas de profundos gemidos. Era evidente que trataba de
excitarme a�n m�s, y de hecho lo consigui�.


Dicen que la tranquilidad acontece a la cat�strofe, y esta no
fue una excepci�n. Las aguas calmadas volvieron a formar olas. Puso sus brazos
en la cintura a modo de jarra, e hizo unos movimientos de pelvis, unos
movimientos lentos y en c�rculo, d�ndole vueltas a mi miembro oculto. Eso me
gustaba m�s que nada en este mundo y sent�a renovadas fuerzas y deseos de
eyacular.


R�tmicamente ascendi� su velocidad de rotaci�n o giro hasta
que mis ojos se desorbitaron. Ante tal s�ntoma volvi� a botar de forma
exagerada. Yo iba a eyacular una vez m�s, casi sin nada que echar, pero ella me
rog� que aguantase. Era muy costoso esperarle quer�a hac�rmelo ya, ella, entre
gemidos, ped�a paciencia. Yo gritaba de dolor, mi est�mago se revolv�a, a cada
instante me imaginaba terminando, cada segundo era eterno, cualquier acometida
me har�a explotar. As� que ella aument� su ritmo, con lo que el roce apenas se
sent�a pero se o�a de forma inconfundible y totalmente placentera. Al cabo de no
s� cuanto tiempo descarg� sobre m� y yo dentro de ella. Una masa de l�quidos nos
moj� y nos dej� muertos. Mi miembro abandono aquella cavidad sin dificultad
gracias al agente lubricante. Ca�mos uno enfrente del otro y estuvimos as� un
rato.


En cuanto pude volv� a casa de mi abuela y, a escondidas, me
fui a la cama. Al d�a siguiente part� con el deseo de volver a verla y el de no
volver a tener nada que ver con ella. Mi plan no dio sus frutos por culpa de lo
sucedido con la vecina.


Ahora mismo me encuentro en un debate conmigo mismo, si doy a
conocer esto a mi pareja nuestra relaci�n se desmoronar�. Adem�s no estoy seguro
de lo que quiero en este momento, si olvidarla y proseguir con mi feliz relaci�n
o volver a los brazos de la morbosidad personificada.


Espero alg�n consejo as� como alguna valoraci�n a tan
tremendo relato. Gracias.


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Relato: La experiencia es un grado
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