Relato: La caida de Batichica





Relato: La caida de Batichica

La noche hab�a ca�do
una vez sobre Ciudad G�tica, sus altos edificios y oscuros callejones
creaban el ambiente necesario para los cr�menes que la hab�an
hecho tristemente celebre en los �ltimos a�os. No obstante
para el com�n de los ciudadanos aquella era simplemente una noche
m�s, solo algunos pocos estaban enterados de la amenaza que se cern�a
sobre la ciudad. Las estaciones de polic�a y bomberos estaban alerta,
los hospitales hab�an llamado a todo su personal para atender cualquier
emergencia, finalmente en las oficinas del alcalde se llevaba a cabo una
reuni�n de emergencia en espera de los acontecimientos.



Mientras tanto en las afueras de
la ciudad se alzaba la gran mansi�n del exc�ntrico millonario
Bruce Wayne. En ocasiones especiales se le ve�a iluminada dando
la impresi�n de ser un lugar acogedor. Pocos sab�an que aquel
mismo lugar era normalmente oscuro, con los amplios ventanales cerrados
y cubiertos por gruesas cortinas. Los negros muros recubiertos de moho,
las altas torres, los jardines eran t�tricos y descuidados.



No obstante esta oscuridad era nada
comparada con la que reinaba bajo la mansi�n. En aquella gran cueva
de la cual nadie conoc�a su existencia, aquel lugar donde laboraba
el oscuro guardi�n de la noche, Batman.



Hay pod�an verse toda clase
de objetos, algunos como la gigantesca moneda de cinco centavos, eran trofeos,
pero el resto eran computadoras, instrumentos de laboratorio, y los sorprendentes
veh�culos empleados para combatir el crimen. Esa noche Batman trabajaba
arduamente, mezclando f�rmulas, analizando resultados, estudiando
y comparando patrones. As� hab�an pasado tres noches. Sus
ojos detr�s de la mascara estaban enrojecidos, su quijada luc�a
una creciente barba, pero nada pod�a compararse con la angustia
y la rabia que herv�an dentro de su pecho.



Finalmente todo estaba listo, lentamente
se dejo caer en una silla y se quedo inm�vil. Su figura era simplemente
imponente, enfundada en su negra armadura y recubierto con su capa que
por momentos parec�a un pedazo de la misma noche colocado sobre
sus hombros.



A cierta distancia dos figuras lo
observaban, una era un hombre alto y delgado, vestido con un elegante traje
negro, el otro era un joven, casi un ni�o, enfundado en un traje
negro y rojo, eran Robin y Alfred.



-� Dices que no ha dicho
una palabra desde hace d�as?-



-No ha dicho nada joven Dick. Solo
espera el momento de actuar.- dijo



Alfred colocando una mano sobre
el hombro del muchacho



- Cre� que usted deber�a
comer algo antes de que se vayan.-



El joven maravilla pareci�
dudar, mientras miraba a su oscuro mentor inm�vil en las sombras.



-No se preocupe no se ira sin usted.-
a rega�adientes Dick hecho a andar tras el viejo mayordomo.



Apenas se hab�an ido cuando
el caballero negro se incorporo y con pasos lentos llego hasta una peque�a
gaveta. La abri� y extrajo una carta arrugada, la tomo en su mano
y volviendo sobre sus pasos volvi� a tomar asiento. Lentamente la
desdoblo y la ley� una vez m�s.



"Seguramente para esta hora
ya sabes que ella a escapado de la comisaria y esta lista para llevar a
cabo su plan. Tambi�n habr�s averiguado que fui yo quien
la ayudo. Lo admito, ser�a hip�crita no hacerlo, y estoy
consciente del dolor que mis decisiones les provocaran a ti y a mi padre.
Solo puedo contarte que es lo que ocurri� y esperar que alg�n
d�a ambos me perdonen.



Todo comenz� aquel d�a,
� recuerdas?, cuando el millonario Bruce Wayne se vio obligado a
asistir a la cena en honor al joven empresario Trend Shonwel, por haber
conseguido expandir el monopolio de su padre en el Amazonas. Todo sali�
perfecto esa noche, la fiesta, los halagos de su padre y socios, ha y para
cerrar con broche de oro se planeaba anunciar su pr�xima boda con
Linda McCary, una joven abogada si mal no recuerdo.



Para adornar el momento el joven
Trend ordeno la entrega de una gran ramo de rosas rojas, cuando el mensajero
llego y se las entrego se pidi� silencio en el sal�n y �l
empez� a decir un discurso, pero antes de que terminara las rosas
cobraron vida, como serpientes vegetales que crecieron en segundos y como
una hidra espantosa se enredaron en su cuerpo. En solo unos segundos lo
hicieron pedazos con sus espinas a pesar de que t� intentaste ayudarlo.



Despu�s del p�nico
y los gritos llego mi padre y los detectives del departamento de polic�a,
para ellos aquello era una locura, para ti era el anuncio de que ella estaba
de regreso. M�s tarde nos reunimos en la cueva y nos dijiste, a
mi y a Dick, que Pamela Isley alias "Hiedra Venenosa" estaba
en Ciudad G�tica. Tus investigaciones pusieron al descubierto que
el joven Trend se hab�a apoderado por la fuerza de algunas hect�reas
de selva para incrementar sus ganancias. El pobre nunca supo que estaba
destruyendo el santuario de Hiedra Venenosa en Sur-Am�rica.



Ahora ella hab�a regresado
a Ciudad G�tica y nos tocaba detenerla. Mi padre y t� organizaron
la b�squeda de su escondite. Mientras Dick y yo patrull�bamos
los jardines bot�nicos y cualquier lograr relacionado con plantas.Hubo
uno que llamo mi atenci�n, llamalo intuici�n femenina. Se
trataba de una peque�a florer�a cerca del centro, el due�o,
un tal se�or Melvin, un hombrecillo bajo de estatura y algo regordete
no ten�a cuentas pendientes con la ley. A�n as� me
presente en el lugar, como Barbara G�rdon, fingiendo buscar una
planta ex�tica. Mientras estaba ah� llego otro cliente y
tras una breve chala Melvin grito.



-�Chintia el paquete para
el Se�or King!.-



Fue entonces cuando la vi llevaba
un gran oberol deslavado, su cabello rojizo estaba sujeto por una peque�a
red y unos gruesos lentes ocultaban su cara, pase a todo hab�a algo
en ella, un encanto que no la dejaba pasar desapercibida. R�pidamente
dejo el encargo en el mostrador y volvi� a la tras tienda, su aptitud
me hizo sospechar y esa noche vigile el lugar.



Cerca de las 4am, cuando casi me
hab�a dado por vencida, un pesado cami�n hizo alto frente
al local, pude ver como intercambiaron se�ales luminosas, despu�s
la puerta se abri� y vi al se�or Melvin seguido por unos
tipos extra�os sali� al encuentro del chofer, igualmente
extra�o, con precisi�n matem�tica vaciaron el contenido
del cami�n, unos grandes tambos. Luego el cami�n se fue y
todos volvieron al interior de la florer�a.



La emoci�n de haber encontrado
algo me hizo actuar imprudentemente, as� en vez de contactar contigo
o Dick, me lance a investigar m�s yo sola. No me resulto dif�cil
abrir el tragaluz y entres sin hacer ruido, al principio me sorprendi�
no encontrar rastro de los extra�os que hab�an penetrado
hacia solo un momento.



El sonido de voces me hizo ocultarme
en las sombras, desde ah� pude ver a Melvin hablando con alguien
en la tras tienda. Lentamente me acerque, la puerta estaba entre abierta
y mire al interior. Pude ver al hombrecillo de rodillas en el piso y frente
a �l una mujer alta envuelta en un ajustado leotardo, que parec�a
hecho con hojas, en color verde. El leotardo le llegaba hasta el borde
inferior de sus grandes y hermosos pechos, que parec�an a punto
se saltar fuera de su prisi�n, resaltando la estreches de su cintura
hasta hacerla semejante a una avispa, al tiempo que aumentaba la amplitud
de sus poderosas caderas y nalgas. Sus piernas eran largas y bien torneadas
envueltas en mallones y botas del mismo color del leotardo.



Su rostro era en verdad bello, de
delicadas facciones, sus labios eran rojos como rub�es y sus ojos
grandes verdes como una selva reflejada en un estanque.



Solo pod�a ser la Hiedra
Venenosa. sus brazos se cruzaron sobre su pecho y mirando con fastidio
a Melvin mientras �l le suplicaba como un ni�o pat�tico.



-�No puedes abandonarme!...
� llevame contigo!.-



-�Nunca te dije que vendr�as
conmigo! �No tengo uso para ti!-



-�ENTONCES SE ACABO. YO MISMO
TRAERE A LA POLICIA PARA QUE HAGAN MIERDA CON TU JARDIN-



Por toda respuesta Hiedra lo tomo
de las solapas y lo atrajo hacia ella, y sin darle tiempo a nada lo beso
con tal lujuria que jurar�a que el tipo se vino en sus pantalones.
Despu�s lo solt� y dandole la espalda se alejo.



Casi al instante el infeliz comenz�
a convulsionarse y se derrumbo en medio de gemidos casi inhumanos. Sin
meditarlo entre al cuarto y me acerque a Melvin pero ya hab�a muerto
a causa del beso letal de la Hiedra Venenosa.



Al volver la cara descubr�
que estaba sola, �Donde diablos se hab�a ido?, r�pidamente
registre el lugar y descubr� una peque�a escalera oculta
que me llevo directo a un t�nel abandonado del metro, ahora transformado
en un espl�ndido invernadero. Por un momento me quede sorprendida
observando aquel ed�n, entonces escuche una voz a mis espaldas.



-Y... �quien se supone que
eres t�?-.



R�pidamente me di la vuelta
y me encontr� cara a cara con ella. Sus ojos me recorr�an
de arriba-abajo, m�s con burlona indiferencia que con miedo, esto
me hizo enojar.



-�Soy Batichica!- le grite.



- �Batichica?- Repiti�
con burla.- �As� que el viejo murci�lago se consigui�
una mujer que haga el trabajo por �l?. T�pico del macho,
no es as� querida.-



-�Suficiente!- di un paso
la frente- �Vendr�s pac�ficamente o tendr� que
h�sar la fuerza!.- - - En sus ojos pude ver como se encend�a
un odio demencial, los m�sculos de su cuello se tensaron y apret�
sus pu�os con fuerza. Un segundo despu�s volvi� a
la calma, pero sus ojos segu�an iluminados. �Fue ese brillo
o acaso mi intuici�n femenina lo que me indico que algo estaba mal?.
Apenas tuve tiempo de esquivar el golpe que un de los extra�os hombres
me lanzo por la espalda. �De donde diablos hab�a salido?.



R�pidamente le aplique una
barrida de karate y lo tire al suelo, pero al volverme pude ver que estaba
rodeada por aquellas sombras, unos diez, en ese momento pude escuchar la
voz de Pamela a mi espalda.



- �Te rindes querida o tendremos
que h�sar la fuerza?- Sin esperar respuesta hizo un adem�n
y las sombras se lanzaron sobre mi. Desde luego me defend� con mis
mejores golpes, pero era como golpear muros, en un momento dado la luz
dio de lleno en la cara de uno de ellos y pude ver que no eran hombres,
o al menos no hombres de carne y hueso, sino criaturas vegetales con forma
humana.



Debo admitir que el terror me invadi�
y por un momento me distraje, supongo que ella me golpe� en la cabeza
con algo. De inmediato ca� al suelo donde los monstruos me golpearon
hasta que perd� el sentido.



Cuando despert� estaba en
un lugar oscuro, extra�amente caliente y h�medo, me dol�a
todo el cuerpo y no me pod�a mover, sent�a el rasposo contacto
de una soga contra mi piel. �Mi piel?, en ese momento me di cuenta
de que estaba desnuda, la cuerda apretaba con fuerza la base de mis pechos
mientras dos lazos pasaban junto entre los labios de mi vagina, cualquier
movimiento las hac�a penetrar en mi produci�ndome una extra�a
mezcla de sentimientos que nunca hab�a sentido, mis manos estaban
fuertemente sujetas por detr�s. Por un momento sent� p�nico
al supones que mi identidad hab�a sido descubierta, de inmediato
pens� en lo que pod�a pasarle a mi padre.



En ese momento una puerta se abri�
y entraron Hiedra y uno de sus monstruos. Este se quedo junto a la puerta
y acciono un interruptor, de inmediato se encendieron una luces infrarrojas
y pude ver que estaba en un peque�o cuarto lleno de plantas ex�ticas.
Hiedra se arrodillo a mi lado.



-Vaya querida creo que necesitas
entrenar m�s.- Su mano se deslizo por mi brazo y pude sentir como
mi piel se irritaba conforme ella me tocaba.



-�Qu� vas a hacer
conmigo?- A pesar de mis esfuerzos me di cuenta de que mi voz temblaba.
Ella parec�a divertida al descubrir el miedo que me corr�a
por todo el cuerpo.



-Har� lo que quiera contigo-Dijo
calmadamente mientras se pon�a de pie.



-Ahora tengo cosas que hacer as�
que nos veremos luego.- - - Sin m�s se dio la vuelta y sali�
de la habitaci�n, seguida por esa cosa de forma humana. Al quedarme
sola intente liberarme pero con cada intento la cuerda se clavaba m�s
en mi carne, incluso llego a cortarme. El calor era sofocante y el sudor
me escurr�a por todo el cuerpo. Fue en ese momento en que sent�
algo pegado a mi cara, era mi mascara. As� que a�n no sab�a
quien era yo.



Finalmente me quede dormida. Tiempo
despu�s el sonido de la puerta me despert�, fing�
seguir durmiendo, y escuche unos pasos acercando. Al sentir que estaba
cerca intente sorprender a mi captor, r�pidamente lance un golpe
pero solo consegu� lastimarme, esas cosas tienen la piel dura como
corteza de �rbol. En unos segundos dos seres me sujetaron, fue entonces
que ella entro y acerc�ndose me dijo burlona.



-No soy tan tonta.-



Al mirarla un escalofr�o
recorri� mi espina dorsal.- Ten�a una gran hipod�rmica
en las manos, con un liquido de color amarillento.



-�Espera!...��Qu�
vas a hacer?!.- Intente liberarme con todas mis fuerzas pero esos entes
ni siquiera se mov�an.



-Como te dije. Har� lo que
quiera contigo. Ahora quiero hacer un experimento, y t� eres el
conejillo de indias.-



Sin m�s clavo la aguja en
mi brazo, al instante sent� que un calor infernal me corr�a
por todo el cuerpo, al mismo tiempo me asaltaron una serie de espasmos,
era como si me desgarraran desde adentro. La vista se me nubl� y
las figuras a mi alrededor se transformaron en sombras distorsionadas.



Recuerdo que me soltaron, pero ya
no me era posible escapar, esa sustancia me hab�a vencido, ca�
de rodillas frente a Hiedra.



-Mal...maldita.... �Qu�
me has hecho?.- Dije con la poca voz que me quedaba.



Ella no me contesto en lugar de
eso dio una palmada y los dos seres que me hab�an sujetado comenzaron
a desnudarse. Su cuerpos eran humanoides, pero sus pieles eran de una tonalidad
verdosa y su contacto era rasposo como la madera. No supe cuando me liberaron
de la soga y me tumbaron nuevamente en el suelo. Cuando me di cuenta ellos
estaban sobre mi. Sus manazas, terminadas en afiladas puntas desprovistas
de u�as se paseaban libremente sobre mi piel, la sensaci�n
era al mismo tiempo horrible y deliciosa, sin duda a causa de la inyecci�n.



De sus bocas salieron unas lenguas
m�s semejantes a tent�culos que a otra cosa. �Te juro
que intente oponerme!... �Quise sentir nauseas!... �Gritar!...pero
mi cuerpo se estremec�a sin control al sentir como recorr�an
mi carne, mientras sus manazas me apretaban los senos y las nalgas. En
ese momento uno de ellos se puso frente a mi y dirigi� su miembro,
semejante a un pepino, frente a mi boca, con la fuerza que me quedaba cerr�
las mand�bulas, entonces me lo restreg� por todo el rostro
como buscando otra entrada. Mientras tanto otro de ellos deslizo su lengua
por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, no se si por iniciativa propia
o siguiendo una orden, ah� separo mis carnes con brusquedad y sin
m�s inserto su tent�culo en mi ano.



Una descarga me recorri�
toda y no pude evitar lanzar un gemido, instante que mi otro atacante aprovecho
para clavar de un golpe si miembro en mi boca.



Sujeto mi cabeza con ambas manos
� inici� un fuerte mete y saca, yo sent�a ahogarme
y cre� que perder�a el conocimiento, pero de improviso el
ser se detuvo y me solt�.



Por un momento cre� que "el
experimento" hab�a terminado, pero estaba equivocada, de inmediato
me volvieron a sujetar los brazos dejandome indefensa. Fue entonces cuando
me percate de la presencia de un tercer monstruo, este hab�a permanecido
al lado de Hiedra, de mayores dimensiones, y no me refiero a que fuera
m�s alto y de complexi�n m�s fuerte que los otros,
que lo era, sino a su verga vegetal. No se si era a causa de la droga,
pero podr�a jurar que era tan grande como un bat de b�isbol.



Cuando dio los primeros pasos hacia
nosotros comprend� lo que segu�a, no me averg�enza decirte
que suplique.



-�Nooo!.... �Por favor
noooo!.... �No se lo permitas!...�Ten piedad!...-



Pero Hiedra no se conmovi�
y sigui� observando. La cosa se agacho para sujetar mis tobillos
y, sin mucho esfuerzo, abrirme las piernas. Enseguida me sujeto las caderas
y pude sentir como mi vagina era desgarrada de un solo golpe, trate de
huir, luche por liberarme pero fue en vano. Sent�a como esa cosa
dentro de mi palpitaba y se mov�a como si tuviera vida propia.



Extra�amente, acaso por la
droga, no experimente dolor por mucho tiempo, en lugar de eso pude sentir
como una corriente el�ctrica cemenzaba a recorrer todo mi cuerpo.
Entonces la criatura comenz� a moverse sacando su verga vegetal
hasta la punta para despu�s volver a introducirla hasta la ra�z.



-�Noooo...Aghhhh... Me partes
en dos...!...�Ayyyyyyy!- Grite al sentir como mi vulva se expand�a
hasta sus limites, la sensaci�n era insoportable.



De pronto los entes que me sujetaban
me soltaron y mi violador me jalo contra su pecho, haciendo que mi propio
peso me clavara a�n m�s en su monstruosa verga. Un corro
de sangre resbalo por mi co�o, mientras el comenzaba a moverse;
su mete y saca se hizo cada vez m�s violento. Por unos instantes
mis gemidos fueron lo �nico que se escucho en aquel invernadero,
por fin mi atacante clavo toda su verga hasta el fondo de mi cuerpo y lanzo
un gemido inhumano.



-�Agggggggggggghhhhhhhhhh!-



Enseguida, sent� que una
oleada de liquido, extra�amente viscoso y caliente, me quemaba las
entra�as, no pude contenerme m�s y yo tambi�n me corr�
como una puta, sintiendo como las fuerzas me abandonaban mientras disparaba
mis jugos una, dos, tres, cuatro veces, mientras abr�a m�s
los muslos para que esa cosa entrara todav�a m�s en mi, a
pesar de que ya la sent�a en mi estomago.



-�Agggghhh....Ya...Ya....S�camelo....S�camelo....
�Me vengo maldito!...�Me vengo!...- Mi coraz�n palpitaba
con tal fuerza que cre� morir. En ese momento que escuche un gemido
ajeno a mi, lentamente volv� la cara y pude ver que Hiedra estaba
masturbandose, de pie, frente a nosotros, se hab�a despojado de
su traje.



Su mano derecha entraba y sal�a
de su raja con un ritmo acompasado, alucinante. Sus pechos sub�an
y bajaban por la fuerza de su respiraci�n.



Por un momento nuestros ojos se
encontraron y no puedo describirte lo que sent� al darme cuenta
de que estaba excitada por verme hacer el amor, por llamarlo de alguna
manera, con su monstruo. Su mano libre apret� con fuerza sus grandes
senos hasta hacerse da�o, su respiraci�n se hizo a�n
m�s fuerte y su otra mano se hundi� con furia en su sexo...�



Y entonces se corri�!...
Lanzo su cabeza hacia atr�s y dejo escapar un fuerte gemido, sus
piernas le temblaban y por un momento pense que caer�a. Pero no
fue as�, resisti� a pie firme las oleadas de placer que la
sacudieron, entonces bajo la cara y pude ver sus ojos brillante y su hermosa
de boca de labios rojos entreabiertos. Yo estaba hechizada por su personalidad,
por su belleza, por su maldad y su fuerza m�s all� de lo
que me hab�an dicho los reportes de polic�a o tus archivos.
Ella por su parte me sonr�o dulcemente y me indico que mirara su
raya; al hacerlo la vi abrir los labios de su sexo, dejando me ver la roja
intimidad de sus entra�as, brillantes por los l�quidos que
a�n brotaban de ella.



Aquella visi�n fue m�s
de lo que pude soportar y sin darme cuenta comenc� a correr me de
nuevo, �si como lo oyes a�n empalada por aquel ser volv�
a correr me, mientras mis ojos la contemplaban!. No hab�a terminado
de sentir el orgasmo cuando el ser sali� de mi y mec�nicamente
se puso de pie, los otros dos lo imitaron, para quedarse ah� inm�vil
como una estatua. Yo quede tendida de espaldas en la tierra h�meda,
estremecida, sin entender que estaba pasando conmigo. Entonces vi su silueta
descender sobre mi, con toda calma acerco su rostro al m�o, tan
cerca que pude respirar su aliento, fresco como la menta reci�n
cortada, mi reparaci�n se fue calmando y entonces ella coloco su
mano, embadurnada en sus jugos frente a mis ojos, por un rato sus dedos
danzaron frente a mi al tiempo que un aroma indescriptible her�a
mi nariz, suavemente los coloco a la altura de mi boca.



Al instante comprend� lo
que cre�a y me negu� con la cabeza, ella se limito a sonre�r
al tiempo que su mano volvi� a "bailar" frente a mis ojos,
el aroma me relajaba y me atra�a cada vez m�s, cuando volvi�
a colocarlos cerca de mis labios no pude m�s y abr� la boca
para que mi lengua degustara aquella miel agridulce.



Cuando la hube tragado todo se volvi�
negro y no supe m�s. Cuando despert� estaba tendida en el
suelo, libre de ataduras pero destrozada por dentro y por fuera, la visi�n
de mi sexo, cubierto de sangre y l�quidos, semejantes a resinas,
me hizo llorar. Nada me hab�a preparado para algo as�, de
hecho me pregunto si otras hero�nas estar�n preparadas para
esa situaci�n. La puerta se abri� de nuevo y uno de los monstruos
entro llevando en sus manos una charola que deposito en el suelo para luego
salir, al acercarme vi que eran algunas frutas y una jarra de agua, me
sent� humillada y por un segundo pense tirar toda al suelo, pero
mi estomago vac�o protesto de inmediato, al fin resolv� hacer
a un lado el orgullo y devore el contenido de la charola.



Al terminar me sent� cansada
y volv� a dormirme. Al despertar me di cuenta que la charola y los
restos de la comida hab�an desaparecido. Rato despu�s entraron
dos de esos seres y sin m�s me sacaron a rastras de aquel lugar,
mi cuerpo estaba sucio manchado de lodo, sangre y resina, as� me
llevaron a un cuarto donde uno de ellos me sujeto mientras el otro nos
mojaba con una manguera de incendio, la fuerza del agua me lastimo y si
no ca� al suelo fue gracias a que me ten�an bien sujeta.



Cuando terminaron me llevaron ante
una gran puerta de madera labrada, misma que abrieron para arrojarme al
interior, el lugar era un ba�o elegantemente decorado, mosaicos
rosados y muebles en color negro, al fondo hab�a un gran yacusi
lleno de agua caliente y perfumada. Por un momento que quede inm�vil,
sin comprender porque me hab�an llegado ah�, recorriendo
con la mirada todo lo que me rodeaba. De pronto el sonido de un chapoteo
en el agua llamo mi atenci�n, no estaba sola, de las aguas burbujeantes
del yacisi emergi� ella, Hiedra, su cuerpo brillaba por el reflejo
de la luz sobre su piel mojada, la espuma se deslizaba pausadamente por
sus hombros hasta los hermosos senos, para finalmente caer hasta el suelo.



Su largo cabello estaba recogido
y sujeto con horquillas. Por un momento me quede paralizada, por extra�o
que fuera me sent�a atra�da hacia ella, como la paloma ante
la serpiente que ha de devorarla, la tensi�n llego a tal grado que
reaccione violentamente y me lance contra ella. �Quer�a matarla
con mis manos! sin inmutarse Hiedra sali� del agua y con un movimiento
r�pido me sujeto los brazos para luego clavar su rodilla en mi vientre.
El dolor me paralizo y ella aprovecho la ocasi�n para lanzarme al
interior del yacussi, donde ca� boca a bajo, el contacto con el
agua caliente me hizo reaccionar y trate de levantarme, pero adelant�ndose
a mis intenciones Hiedra cayo encima de mi, sent�ndose a horcajadas
sobre mi espalda baja, y sujetarme la cabeza la hundi� en el agua,
en vano trate de quit�rmela de encima, mis manos buscaban desesperadamente
un lugar de donde asirme pero no hab�a nada.



Las fuerzas me abandonaron al tiempo
que mis pulmones se contra�an tratando de soportar, en ese momento
sent� que sacaban mi cabeza del agua, de inmediato intente jalar
aire, pero casi enseguida volvi� a sumergirme en aquella agua perfumada,
no se cuantas veces repiti� aquella maniobra, pero la �ltima
vez que me saco lance un gemido agudo y comenc� a llorar como una
ni�a. Al escuchar mi llanto me solt� y sali� del agua,
instintivamente la segu� y me quede derrumbada al borde del yacussi,
tosiendo y jadeando. Al cabo de un rato la busque con la mirada y la vi
mientras soltaba su larga cabellera roja frente a un espejo empotrado en
la pared, despu�s se cubri� con una larga bata de seda negra
y regreso a donde yo estaba, la cadencia de su andar permit�a admirar
sus largas piernas por entre los pliegues de la bata.



Al llegar junto a mi se arrodillo
y tom�ndome por los hombros me hizo levantar, yo temblaba como un
asimilado asustado ya sin fuerzas ni animo para intentar nada contra ella
y, sin poderlo evitar, comenc� a llorar de nuevo. Ella tomo mi cara
entre sus manos y sin decir nada la condujo dulcemente hasta su pecho,
por un instante nos quedamos as�, el suave aroma de su cuerpo me
fue tranquilizando al grado de que yo misma me abrace a mi cruel consoladora.
Finalmente nos separamos un poco, pude sentir como sus dedos sujetaban
los pliegues de mi mascara, por reflejo sujete sus mu�ecas y entonces
me hablo.



-Mientras la lleves puesta seremos
enemigas.- Sentencio mientras sus ojos, duros como el acero se clavaban
en los m�os.-�Es eso lo que quieres?-



Lentamente fui soltando sus manos,
mis brazos cayeron a ambos lados mientras ella jalaba mi mascara, no existen
palabras para describir lo que sent� al verla en su mano. Suavemente
se separo de mi y comenz� a andar por el cuarto admirando su trofeo,
al fin se detuvo junto a un cesto de basura y con un gesto de asco la dejo
caer en su interior. Yo me quede quieta, con la cara baja, intentando que
mi cabello cubriera mi identidad, cuando ella volvi� tomo mi ment�n
con una mano y me obligo a verla de frente. La sonrisa m�s dulce
del mundo ilumino su rostro al tiempo que me dec�a.



-Eres muy hermosa mi peque�a.-



Poco a poco se fue acercando, hasta
que nuestro alientos se mezclaron, mi alma se estremeci� al darme
cuenta de que deseaba lo que iba a venir, al darme cuenta de que mis labios
temblaban en espera de los suyos, sin importarme que junto con ellos llegara
la muerte. Pero no llega, simplemente se quedo quieta esperando, tent�ndome,
quer�a que cayera por mi propia voluntad; como la mariposa que aun
sabiendo que arder� no puede evitar acercarse a la flama.



-Maldita... puta... yo... no...
no...-



Mi voz era apenas un murmullo, a�n
as� segu� dici�ndole todos los insultos que me ven�an
a la cabeza, m�s ella me ignoro. Sus largos dedos comenzaron a recorrer
mis hombros para luego recorrer toda la dimensi�n de mis pechos,
por momentos dejaba que sus u�as rasgaran mi carne provocando que
me estremeciera, finalmente apoyo las yemas de sus dedos sobre mis pezones...
aquel contacto tan delicado fue m�s devastador que si hubiera estrujado
mis pechos con fuerza, clav�ndome las u�as hasta sangrarme.



Suavemente tomo mi mano y como si
fuera una ni�a me llevo a otra habitaci�n, que resulto ser
una gran recamara, ah� se encontraba una cama cubierta de sabanas
de seda oscura, con toda calma me deposito en ella, el fr�o contacto
de la seda sobre mi piel caliente me �xito a�n m�s,
pausadamente se abri� la negra bata y la dejo caer al suelo.



Su cuerpo me pereci� m�s
hermoso que nunca y cuando se tendi� junto a mi su piel me pareci�
extremadamente caliente, suavemente su mano volvi� a pasearse sobre
mis senos, la languidez de su toque era una exquisita tortura pues apenas
rozaba mi piel cuando yo deseaba que me estrujara con fuerza.



Su mano continuo su camino palpando
mi vientre donde jugueteo un poco con mi ombligo, finalmente comenz�
a tocar el vello de mi raja, sus dedos se hund�an delicadamente
en mi vello rojo tocando apenas los labios del sexo. Incapaz de soportar
m�s levante la cabeza para besarla, pero su mano dejo mi sexo y
r�pidamente me contuvo oblig�ndome a permanecer acostada.



Entonces Pamela se incorporo sobre
sus rodillas y comenz� a girar hasta que paso sus muslos por encima
de mi cabeza, dejando su raja justo frente a mi cara, mientras ella se
acomodaba sobre mi cuerpo, sent� el contacto de sus senos sobre
mi vientre y la caricia de su lengua en mis muslos.



Entonces ca�... ca�
en el abismo que se abr�a ante mi... yo misma no reconoc�
la voz que sali� de mi garganta mientras ella me acariciaba.



-Pamela- Por primera vez la llame
por su nombre.- Por... por favor... por favor... �hazme tuya!...-
Sent� que hab�a vendido mi alma al demonio, y no me arrepent�.



Al contrario abr� las piernas
como nunca las hab�a abierto en mi vida, sent�a que mi raja
ard�a como hierro al rojo vivo mientras mis jugos chorreaban por
las nalgas hasta las negras sabanas. Pero Pamela con perversa calma ignoro
mi tesoro y sigui� lamiendo mis ingles, y paseando su aliento por
encima de raja, mis m�sculos se tensaron como cuerdas de viol�n,
mis pechos se tallaron suplicantes contra su vientre, finalmente, con un
r�pido movimiento, hundi� su lengua en mi raja.



-�� Ooooohhhhhwwww!!-
A�lle sorprendida por el cambio de ritmo, al tiempo que mis muslos
se cerraron sobre su cabeza.



Sent�a como su lengua entraba
y sal�a de mi gruta, como lam�a salvajemente las paredes
de mi intimidad, como se beb�a hasta la �ltima gota de mis
jugos para luego volver a comenzar. Entonces note como un liquido caliente
ca�a sobre mi cara y mire sorprendida su propia raja empapada en
jugos. Sin pensarlo dos veces sujete sus caderas con fuerza y hund�
mi lengua en aquel pozo, la sent� estremecerse cuando me pegue a
ella, as� comenz� una lucha entre ambas por ver quien lam�a,
mord�a o besaba con m�s �mpetu el sexo de la otra,
nuestras rajas se transformaron en manantiales que parec�an no secarse
nunca.



No se cuanto tiempo permanecimos
as�, solo se que en un momento dada ella clavo su dedo en mi ojo
del culo haciendo que millones de voltios de lujuria estallaran en mi cabeza,
sin poderlo evitar solt� mi presa para poder respirar.



-��Aaaaggggg!!...��Me
metas!!...��Me matas!!...��PAMELA!!...��PAMELA!!-



Recuerdo que apoye la planta de
mis pies en la cama para levantarme y as� abrirme m�s a su
penetraci�n, sintiendo que sorb�a la misma vida de mi cuerpo.
Despu�s me deje caer y quede inm�vil, ella se bajo tambi�n
de mi y as� ambas quedamos tendidas sobre la cama. Rato despu�s
rod� sobre mi costado y apoyando la cabeza en sus muslos le hable.



-�Porqu� has hecho
esto conmigo?- Ella permaneci� inm�vil unos instantes y finalmente
me contesto.



-Me siento sola- fue todo.



-�Sola?- Repet� incr�dula.-
No te entiendo-



-Lo que pasa es que no estoy tan
loca como te han dicho.- - Mientras hablaba me incorpore un poco para tenderme
de nuevo junto a ella, mirando su bello rostro, sus ojos estaba cristalinos
casi a punto de llorar.



-�Sabes? la �ltima
vez que me enfrente a Batman me di cuenta de que estaba desperdiciando
mi vida. Yo no soy como Dos caras o el Joker, yo no estoy dispuesta a quedarme
y luchar con �l hasta hacerme vieja.



-�Por eso te fuiste a Sur-Am�rica?-



-Si. Deseaba encontrar un lugar
tranquilo donde vivir en paz.-



Lentamente se sent� en la
cama y apoyando la cabeza en las rodillas continuo.



-Pero esta maldita ciudad no me
dejo ir. Hasta mi para�so llego un maldito idiota que destruyo todo
lo que hab�a construido y me obligo a regresar aqu�.-



En su voz hab�a una gran
furia pero tambi�n un infinita tristeza.



Conmovida me arrodille a su espalda
para consolarla.



-Tal vez puedas intentarlo de nuevo.-
Ella volvi� la cabeza y me miro casi con... �amor?, luego
una sombra oscureci� su rostro.



-�Pero antes es necesario
que destruya Ciudad G�tica!-



-�Por qu�?-



-�Por qu� solo as�
ser� libre!...�Libre al fin!



CONTINUARA.... Autor: "El monje".


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Relato: La caida de Batichica
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