Relato: La ma�ana





Relato: La ma�ana

Hacia calor...


Est�bamos en la cama, ella dorm�a y yo acababa de despertar.
Todav�a no ten�a demasiada clara la mente. La noche anterior hab�amos salido de
fiesta con unos amigos.


Hab�amos ido primero a cenar a un restaurante de moda, ella
iba vestida con un vestido largo, negro, escotado en la espalda, el escote le
llegaba hasta el inicio de ese culete precioso que tiene, casi se le adivinaba
el canal que separa las nalgas, y por delante le llegaba hasta el cuello,
rode�ndolo, para destapar de nuevo unos hombros encantadores y dar paso a sus
brazos desnudos, se le ajustaba a su pecho, pero dejaba entrever dos preciosas
tetitas, no demasiado grandes, pero duras y firmes. Para rematar, el que fuera
un vestido largo no era problema para demostrar la sexualidad de su propietaria.
Una abertura lateral, que llegaba hasta el final del muslo, se encargaba de
ello.


�Estaba preciosa!


La otra pareja, eran unos amigos de toda la vida, y que no
voy a describir, puesto que realmente no intervienen de forma directa en la
historia.


Ella se lo hab�a comprado expresamente para la ocasi�n y la
verdad... fue una sorpresa que no me esperaba.


Mientras cen�bamos, hablando de cosas banales, no pude
apartar la vista de su rostro, sus ojos marrones, el pelo corto, con la cantidad
justa de maquillaje y esos labios normales, movi�ndose mientras hablaba o com�a,
pero que denotaban una sexualidad que parec�a haber estado oculta hasta esa
noche.


Luego fuimos a bailar un rato y estuvimos bebiendo. Sin
pasarnos, pero la falta de costumbre hizo que pronto a ella se le subiera a la
cabeza y que lo que promet�a acabar con una noche maravillosa, solo terminara
acost�ndonos tarde y durmi�ndonos enseguida.


Y ahora la tenia en la cama, junto a m�, solo con un camis�n
corto, sin braguitas y unos pechos que se trasparentaban a trav�s de la fina
tela.


Est�bamos un poco sudados por el calor y no s� si era el
sudor o su olor de mujer sin duchar que trasmit�a a mi mente una sensaci�n de
sexualidad poco com�n. Una sensaci�n que jam�s hab�a sentido con ella ni con
ninguna otra.


Yo estaba desnudo y empalmado como todas las ma�anas, con
unas enormes ganas de orinar.


Deb� moverme y ella se medio despert�, gir� su cara hacia mi,
la acerc� y me bes�.




Buenos d�as cielo.


Hola preciosa, estaba mir�ndote mientras dorm�as.
Recordaba lo preciosa que estabas anoche y lo magnifico que te sienta este
camis�n.




Sonri�.


Baj� su mano hacia mi polla.




Veo que la tienes muy a punto.


Si, ya sabes... un poll�n ma�anero




Su sonrisa se hizo mayor.


Me dijo:




Creo que tendr�as que follarme como deber�as haberlo
hecho anoche.


No s� si te lo mereces. De todas formas primero tendr�a
que ir a mear.


No lo hagas... no te levantes... no te muevas...
hag�moslo ahora.


Desde anoche voy de sorpresa en sorpresa. Primero ese
vestido capaz de levantar a los muertos y ahora una mujer caliente como no
hab�as estado nunca.


Jejeje. Es que estuve en casa de Mar�a (la chica de la
otra pareja) y me mostr� una de esas pel�culas guarras.


�No me digas! Pero si a ti esas pel�culas nunca te han
gustado.


Cierto, pero esa era algo especial. Nunca hab�a visto
ninguna igual. Te juro que nunca hab�a visto ninguna as�.




Mi mano estaba acarici�ndole la barriguita, haciendo c�rculos
alrededor de su ombligo, y de tanto en tanto bajaba hasta la mata de pelo de su
co�o. Lo ten�a abundante... sab�a que me gustaban los co�os peludos y no se lo
depilaba, excepto un poco en las ingles, lo justo para que cuando fu�ramos a la
playa no se le desparramaran fuera del tanga.


Volvi� su cara hacia m�.




En serio que no hab�a visto ninguna como esa.


Voy a orinar y me la cuentas.


No, no, no lo hagas. Quiz�s podr�amos jugar a la
pel�cula.


�Pero mujer como vamos a jugar a algo que no s� de que
va?


T� d�jate llevar...


Jajajajaja... y eso incluye no ir a mear...


Pues s�, ya ves que cosas.




Su mano descansaba sobre mi polla, la acariciaba, la cog�a,
la apretaba, sub�a y bajaba tap�ndome y destap�ndome el glande con la piel del
prepucio. Y yo hab�a comenzado a aumentar el recorrido de la m�a, ahora iba
desde su co�ito, que por cierto ya estaba h�medo, hasta las tetitas,
entreteni�ndose en el ombligo, y cuando llegaba a los pezones los cog�a entre
dos dedos y tiraba un poco de ellos. Los tenia duros, muy duros, �hay que ver
como se le hab�an puesto!




Quiero que me comas el chocho.


Ni�a te prometo que me tienes desconcertado. Cada d�a al
despertar sales disparada al ba�o y hoy no me digas que no tienes ganas. Con
lo que bebiste antes de acostarte seguro que pareces una cisterna a punto de
rebosar... (antes de acostarnos se hab�a bebido casi medio litro de agua,
dijo que ten�a una sed desesperante).




Me puso un dedo en los labios. C�llate me dijo, tu haz lo que
te pida y eso comienza por comerme el chocho. Me tom� la cabeza entre sus manos,
me bes�, abri� las piernas bien abiertas y comenz� a conducirme la cara hacia su
co�ito.


Mi lengua comenz� a recorrer aquella rajita sonrosada,
h�meda, ten�a un sabor salado, y un olor embriagador. Con mi mano fui separando
los labios mayores y los pelos que rodeaban esa joya, y mi lengua fue movi�ndose
con entusiasmo, ahora penetr�ndola con la punta, ahora recorri�ndola de abajo a
arriba hasta llegar a la peladilla, una y otra vez, pero deteni�ndose cada vez
que llegaba al cl�toris para volver a empezar el recorrido, sintiendo su
humedad, su calor y... su olor. �Joder! Era como si el olor fuera algo nuevo. No
es que no hubiera olido nunca su co�o, pero normalmente siempre se lavaba antes
de hacerlo. Era como una maquina programada, iba al ba�o, soltaba la meadita, se
lavaba, y luego a follar como unos descosidos. En cambio hoy no, no hab�a
querido ir a mear, ni que fuera yo, que era peor, ni se hab�a lavado antes de
invitarme a lamerle ese agujerito sonrosado y rodeado de suaves y largos pelos
que se extend�an hasta el agujerito del culo. Era un ojete peque�o, apretado,
sin hemorroides que lo desfiguraran, rodeado de una piel un poco m�s oscura y
como ya dije algunos pelitos.


Ella se dejaba hacer... no dec�a nada, por eso me sorprendi�
cuando me dijo de pronto:




�No vas comerme la peladilla?


Lo estaba dejando para el final


�Quiero que me la comas ahora! Que me la chupes, que
succiones con fuerza, sentir tus dientes, que me la muerdas un poco. �Vamos
cerdo! Come un co�o como es debido.




Esa �ltima frase si que me conmocion�. Ella jam�s hab�a usado
ese lenguaje.




Marta... �tu est�s bien?


S�, s�... muy bien. Ahora come y calla. Van a cambiar
muchas cosas entre nosotros.










El caso es que se las ingeni� para no contarme la pel�cula.


Lleg� el lunes y comenz� una semana que iba a transcurrir de
la forma m�s normal. Ella iba a trabajar como siempre, nos ve�amos al mediod�a
para comer juntos, y vuelta al trabajo hasta encontrarnos de nuevo por la noche
en casa y ver un poco la televisi�n hasta que nos acost�bamos. Tambi�n c�mo
siempre, no todas las noches hubo sexo, y las que lo hubo fue de lo m�s
tradicional.


Sin embargo una... o dos veces, estando en el trabajo, no
pude evitar imagin�rmela y pensar en ella como la magnifica hembra que era.
Ten�a treinta a�os, morena, pelo corto como ya mencion�, no era muy alta, 1.60,
para mi estaba en su punto, ten�a suficiente carne para ser una chica resultona,
deb�a pesar unos cincuenta y dos kilitos. Eso s� tenia unas caderas muy
marcadas, no es que fuera culona, pero ten�a unas nalgas firmes y respingonas,
las piernas eran largas con relaci�n a su estatura y bien torneadas, y el pecho
no era abundante pero atra�a inmediatamente la vista hacia �l.


Cu�ndo pens� en ella en estas dos ocasiones me vino a la
cabeza aquella frase de "�Vamos cerdo! Come un co�o como es debido". No era una
frase habitual en ella. Tampoco su forma de comportarse. M�s bien sol�a ser una
mujer educada en la que aquellas lindezas nunca hab�an aparecido. Tambi�n estas
dos veces me estuve preguntando porque no hab�a querido ir a mear, ni que fuera
yo, antes de que me la follara. Eso tampoco encajaba. Y por fin apareci� la otra
frase que me ten�a descolocado: "Ahora come y calla. Van a cambiar muchas cosas
entre nosotros".


El viernes por la noche me dijo que quer�a salir de marcha
como el s�bado pasado.




Marta, estoy cansado, y tu tambi�n debes estarlo, hemos
trabajado todo el d�a, �porqu� no salimos ma�ana? Adem�s podr�amos quedar
con Mar�a y Juli�n.


No, Miguel, quiero salir hoy. Si salimos hoy tendremos
dos d�as por delante, el s�bado y el domingo, adem�s no quiero salir con
Mar�a y Juli�n, quiero que salgamos t� y yo.




Segu�amos con las sorpresas. Total que nos duchamos y cuando
est�bamos en la habitaci�n para vestirnos, sac� del armario una minifalda y un
top de cuero negros junto con unas botas, tambi�n de cuero negro muy altas.




�Te sorprende cielo? Pues espera a verme vestida.




Se visti� y se puso las botas. Eran de tac�n de aguja, y
llegaban casi hasta donde comenzaba la minifalda, que justo es decirlo,
terminaba donde terminaban las nalgas y empezaban los muslos, y el top, no
hablemos, era ajustado a mas no poder, no llevaba sujetador, ni falta que le
hacia. Con el top sus tetitas parec�an dos proas de barco de guerra a punto de
romper las olas.


En cambio, yo estaba vestido de lo m�s normal, un traje
oscuro que me daba un cierto aire de elegancia y que contrastaba con su
indumentaria. Una indumentaria que parec�a gritar "estoy para follar".


No s� si no me atrev� o no me salieron las palabras, lo
cierto es que nos fuimos a un nuevo restaurante que nos hab�an recomendado as�
vestidos.


Llegar y ser un im�n de todas las miradas fue todo uno. Iba
tan corta que al sentarse la falda se le subi� y qued� sentada directamente con
las nalgas en la silla. Al pobre camarero que nos atend�a tuvimos que repetirle
las cosas cada vez que quer�amos algo. Estaba realmente embobado con mi mujer.


Est�bamos cenando y hablando con toda normalidad sobre lo
buena que estaba la cena cuando por fin me atrev�.




Marta, no crees que te pasa algo raro. Mas que una
pregunta era una afirmaci�n.


Te dije que iban a cambiar muchas cosas entre nosotros.


Y si me contaras la pel�cula que viste con Mar�a... eso
podr�a ayudarme a entender...


El domingo pasado, por la ma�ana, te llam� cerdo. Por
cierto que estuviste muy bien como cerdito. De momento y sobre todo debes
entender que yo soy la due�a de la pocilga.




Creo que me puse blanco como las servilletas y el mantel.
Aquella respuesta era algo que realmente no esperaba. Pero logr� que en mi
interior se encendiera un calor un tanto alarmante. En el fondo me gust� que se
sintiera la due�a de la pocilga y yo fuera su cerdito. Claro est� que no era
consciente del alcance que llegar�a a tomar todo aquello.




Y para que te convenzas de lo que te digo, mira.




Se levanto un poco de la silla, lo justo para subirse un poco
mas la falda, pasar sus manos por debajo, y bajarse el tanga. Con todo el
desparpajo del mundo volvi� a sentarse, esta vez con la falda m�s subida,
ense�ando las nalgas a quien quisiera verlas, y sac� primero una pierna y luego
otra del interior del tanga. Cogi� la prenda y la puso sobre la mesa.


En esto que se acerc� el camarero para pedir si dese�bamos
postre.




Si, dijo ella, a m� tr�igame unas fresitas con nata. El
se�or est� servido.




El pobre hombre, al ver las braguitas sobre la mesa, puso una
cara que parec�a haber visto al diablo. Asinti� con la cabeza y fue raudo en
busca de las fresitas.




Marta, sabes que me gusta un buen postre despu�s de una
buena cena.


Pero cerdito m�o, si ya lo tienes... puedes lamer el
tanga. Adem�s tiene sorpresa.




No s� lo que me sucedi�, ni como pude atreverme, pero lo
cierto es que lo hice. Lam� su tanga.


Estaba haci�ndolo cuando lleg� el camarero. Ni tan siquiera
se atrevi� a bajar los ojos. Solo dej� las fresas. Y yo escuche su voz, sin
dejar de lamer, diciendo tr�iganos la cuenta por favor.




�Has encontrado la sorpresa cerdito?


S� cielo. Saben y huelen a ti.


Las he llevado puestas todo el d�a para que las
disfrutaras ahora.




Call� y comi� las fresas con deleite. El camarero trajo la
cuenta. Yo saqu� la visa y nos fuimos hacia casa.


Yo hab�a cenado un solomillo, ella en cambio un plato de
verduras hervidas con abundante coliflor. Incluso pidi� que le pusieran un poco
m�s de coliflor. Sobra decir que en circunstancias normales no le gustaba la
coliflor. Siempre dec�a que daba unos gases horrorosos.


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Relato: La ma�ana
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