Relato: El dolor





Relato: El dolor

RELATO 17


El dolor


ECSAGARDEZ


Sinti� un fuerte dolor en la cintura que la taladraba por
dentro� Hab�a perdido la cuenta y pensaba que estaba a punto de dar a luz a su
primer hijo� Esa criatura fruto del amor que sent�a por Ricardo y que con el
paso de los a�os se hab�a convertido en una obsesi�n�


A pesar de tener siete a�os de matrimonio, Sandra y Ricardo
no hab�an podido tener hijos� Por lo que su m�dico de cabecera, amigo de ambos,
le hab�a programado algunos tratamientos, hasta que logr� embarazarse� Pero
hab�a perdido la cuenta y ahora sent�a un intenso dolor y, por lo que sab�a,
pod�a ser se�al del pr�ximo alumbramiento�


Ella no intent� moverse de la cama, y le habl� a su marido,
quien acudi� de inmediato a atender su llamado� Al presentarse le dijo:


- Amor, prepara todo, creo que partimos al sanatorio� A lo
mejor ya ha llegado la hora�


Ricardo, sonri� levemente y sali� de la habitaci�n para
preparar la bata de dormir de su esposa, as� como sus chanclas, jab�n,
estropajo, talco, toallas y algunos detalles m�s�


Era notoria su alegr�a� Por fin, Dios les hab�a concedido la
gracia de ser padres� Y en unas horas m�s se sabr�a cu�l era el resultado�


II


Sandra, segu�a inquieta en la cama� No se sent�a a gusto, el
dolor le estaba taladrando la cintura y si se mov�a hacia un lado, eran m�s
intensos los ayes de dolor� Trat� de acomodarse hacia el otro lado y era m�s
doloroso a�n� Ya no sab�a que hacer y s�lo entrecerr� los ojos y pens� para sus
adentros�


- No es posible que para dar a luz, tenga uno que sufrir
estos dolores espantosos� La verdad que no se lo deseo ni a mi peor enemiga� Es
algo tan indescriptible que desear�a tomarme una pastilla� Pero el doctor me
recomend� no tomar medicamentos, mientras est� encinta�


III


Ricardo, mientras tanto, segu�a en la b�squeda de los objetos
y art�culos que necesitar�a Sandra en el hospital� Sali� por un momento de la
casa y se dirigi� al garage, para preparar el carro y �ste no diera lata a la
hora de arrancarlo y dirigirse al sanatorio� No quer�a que su amada "sandri�a"
�como le decia-, tuviera problemas y pudieran dirigirse con toda rapidez para
que la atendiera.


Incluso, Ricardo llam� telef�nicamente a su amigo, el doctor
Arizmendi� a fin de alertarlo de que ya se dirig�an al hospital�


Su amigo de tantos a�os, le respondi�:


- �Ricardo, est�s seguro que ya lleg� el momento?


Enseguida le repuso:


- Me parece que si� Sandra perdi� la cuenta, pero desde hace
un buen rato dijo que tiene un fuerte dolor en la cintura y eso le produce que
no pueda estar c�moda ni por un instante� Adem�s se�ala que el dolor se le est�
irradiando hacia delante�


Del otro lado de la l�nea, el doctor Arizmendi, se qued�
pensativo� Pero s�lo alcanz� a comentarle a su amigo:


- Est� bien, Ricardo, con mucho cuidado mu�vela y trata de
que no realice ning�n esfuerzo f�sico� Yo los espero en el sanatorio� En este
momento dispondr� todo, para que la reciban de inmediato�


- Gracias To�o� Te lo agradezco� -dijo Ricardo-.


III


Mientras tanto, en la intimidad de la rec�mara, Sandra
intentaba ponerse c�moda, pero el dolor era tan fuerte que sent�a que su cintura
se quebraba en dos o tres pedazos� Nada la tranquilizaba, ni la almohada que se
coloc� en la espalda� Por un momento, ahog� varias veces un grito� No quer�a ni
deseaba parecer ante su marido como una ni�a y mucho menos demostrarle cobard�a�


Fue entonces, cuando record� la primera vez que se entreg� a
su marido� Ella era virgen y Ricardo no ten�a mucha experiencia en cosas del
amor� Por lo que su inicio fue muy doloroso�


Hizo memoria y record� tambi�n que la primera penetraci�n fue
muy dolorosa, incluso lleg� a pensar en volverse lesbiana, porque no era posible
que las mujeres sufrieran tanto cuando hac�an el amor� Y defini� esa acci�n como
salvajismo puro�


Y es que Ricardo estaba bien proporcionado, su miembro viril
ten�a una longitud de 25 cent�metros. Record� que en una ocasi�n se lo hab�a
medido, mientras el dorm�a y suspir� s�lo de pensar que en la inexperiencia de
ambos, hab�a sufrido la primera vez�


Sin embargo, al paso de los d�as todo cambi� y ella logr�
acomodarse al grueso y largo pene, mientras Ricardo se convert�a en un amante
apasionado y que buscaba siempre tratarla con mucha ternura, hasta que tuviera
dos o tres orgasmos en cada sesi�n�


IV


Pero el dolor no la dejaba, en ese momento, sent�a como si
alguien quisiera enterrarle un cincel a martillazos� La desesperaci�n y el
nerviosismo iban en aumento� No sab�a que hacer ni la actitud a tomar� Quer�a
gritar, pero batallaba con su subconsciente� Algo le dec�a que deb�a ser
valiente y no demostrar cobard�a� Al cabo que su embarazo era muy deseado y el
ser madre, era lo mejor que pod�a pasarle�


Todav�a tuvo el valor y la abnegaci�n para frotarse su
abultado vientre y decirle cosas cari�osas al fruto de su amor:


- Amorcito� Mi peque�o o mi peque�a� No me hagas sufrir�
Quiero que nazcas y que lo hagas bien� Yo te voy a cuidar con mucho cari�o y
amor, para que seas el orgullo de nosotros, tus padres�


En ese instante, se abri� la puerta de la rec�mara y entr�
Ricardo, quien le dijo:


- Amor, nos vamos� Te traje ropa para que te cambies�


Ella intent� levantarse, pero fue in�til� El dolor se hizo
m�s fuerte a�n y volvi� a colocarse sobre la cama�


Ricardo se preocup� y comenz� a vestirla acostada� Primero le
puso el brassier y tras despojarla de su braga azulada, le fue subiendo otra de
color beige�


Pero en el momento en que ella arque� el cuerpo para que el
calz�n se amoldara a sus caderas� Un fuerte grito sali� de la garganta de
Sandra:


- �Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaay!


Y su rostro se transform�


Por lo que Ricardo se preocup� m�s y se puso nervioso, no
sab�a si atenderla o pedir ayuda� Por lo que se dirigi� al tel�fono y le habl� a
su amigo, el doctor Arizmendi:


- To�o� Que bueno que te encuentro� La cosa est� peor� En
este momento en que iba a vestir a Sandra para irnos al hospital� El dolor fue
espantos�simo� La�la�la�nz� un fuerte gri�gri�gri�to y la verdad estoy muy
nervioso, no se ni qu� hacer�


Su amigo el doctor, le indic� que no la moviera y en unos
minutos �l se desplazar�a para prepararla, incluso llegar�a con una ambulancia,
para que todo fuera m�s f�cil�


V


Los minutos pasaban y a Ricardo se le hac�an una eternidad�
No quiso dejar a Sandra sola con su dolor� La tomaba de las manos y de vez en
cuando le limpiaba el sudor que perlaba su frente� Era indudable que su esposa
estaba sufriendo y en serio�


La consideraba una mujer valiente, jam�s se arredraba ante el
infortunio y a pesar de que por muchos tiempo no pudieron tener hijos, ella
siempre se mostraba optimista y le daba �nimos para seguirle escribiendo a la
cig�e�a�


Sin embargo, no le gustaba que sufriera y lleg� hasta su
mente la vez que la penetr� en forma tan salvaje� Aunque con el paso del tiempo,
ella se fue adaptando a su grueso y largo m�stil� Y sus sesiones de amor ahora
eran m�s placenteras�


Como no recordarla cuando despu�s de practicar un buen sexo
oral, ella sola se sentaba y se introduc�a suavemente su largo pene y poco a
poco lo cabalgaba como si fuera una amazona en celo, imprimi�ndole la mayor
velocidad y contrayendo sus m�sculos vaginales que le prodigaban la mejor de las
caricias a su grueso miembro, hasta que sent�a como arqueaba su cuerpo, sus
pezones se pon�an erectos y sus nalgas se endurec�an� La se�al indiscutible de
que tendr�a un buen orgasmo y que lo invitaban a �l a una tremenda eyaculaci�n�


Con el tiempo, sus cuerpos se hab�an adaptado y �l conocia el
momento del orgasmo de su esposa, como ella sab�a cuando �l tendr�a una fuerte
venida y trataba con sus m�sculos vaginales darle un masaje para exprimirle todo
el l�quido seminal�


Hab�an nacido el uno para el otro en cuestiones de sexo�
Pero, Ricardo se sinti� un poco molesto al estar recordando esas cosas, mientras
su mujer sufr�a con el intenso dolor que le aquejaba�


VI


A lo lejos, Ricardo escuch� el ulular de una sirena�


Y expres�:


- Es probable que la ambulancia est� por llegar� Ojal� y sea
as�


Y con el fin de tranquilizar a su esposa, le dijo:


- No te preocupes amor, ya mero llega el doctor y te
prepararemos para llevarte al hospital�


Sandra, lo observ� con una mirada de ternura, pero no hizo el
intento de hablar ni lanzar alg�n quejido�


El reloj segu�a su marcha� Y los minutos se le hac�an
interminables a Ricardo� Hasta que por fin escuch�, cuando un veh�culo se detuvo
frente a la casa� De inmediato sali� de la rec�mara y baj� las escaleras de dos
en dos los escalones� Lleg� a la puerta y la abri�


Enseguida dos camilleros y un param�dico entraron,
acompa�ados del doctor Arizmendi� Subieron las escaleras y se dirigieron a la
rec�mara, guiados por Ricardo�


Cuando el doctor Arizmendi se acerc� y le pregunt� a Sandra
d�nde le dol�a� S�lo alcanz� el m�dico a esbozar una leve sonrisa�


Y tras moverla hacia un lado, meti� su mano derecha y se dio
cuenta de algo que era irregular en ese momento y exclam�:


- Yo ten�a raz�n� Aun no es el momento para que nazca tu
beb�


Sandra, Ricardo y los socorristas, se miraron con cara de
asombro� Ella se sorprendi� porque el dolor hab�a desaparecido como por arte de
magia�


No pudo m�s el doctor Arizmendi y solt� la carcajada� Para
decirles:


- Aqu� est� la causa de tu dolor� Un seguro se te enterr� en
la cintura y con los constantes movimientos que hac�as se te fue penetrando,
hasta quedar s�lo la cabeza de fuera� Por lo que debes sacudir bien tu cama por
las noches �recomend� el doctor�


Todos rieron y Ricardo asinti� con la cabeza.


En tanto, Sandra, s�lo atin� a decir:


- Vaya dolor� Y pensar que me hice la ilusi�n de tener pronto
a mi beb� en brazos� Y tuve uno que otro mal pensamiento� Pero no me dejar�
vencer� Eso si que no�


La carcajada de Ricardo y el doctor Arizmendi se hizo m�s
estent�rea, ante el optimismo de Sandra, quien hab�a pasado lo indecible� Y todo
por no sacudir la cama en la noche anterior�


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