Relato: Depravada (1)





Relato: Depravada (1)

DEPRAVADA (Primera parte)


Mi incontinencia sexual y el inicio en el incesto con mi hijo mayor





Enviud� a los treinta reci�n cumplidos, hace casi cinco a�os
que la fatalidad me priv� de disfrutar de un marido a tiempo completo, no
obstante mi difunto esposo dej� una herencia que nos permite vivir holgadamente,
desde su fallecimiento he tenido que hacer de padre y madre de mis dos �nicos
hijos, Sebasti�n que ahora tiene diecisiete y Nilo que ya cumpli� los quince.
Sebasti�n es de car�cter fuerte, posesivo y dominante, mide poco m�s de un metro
ochenta y pesa casi noventa kilos, es mulato de ojos verdes; por un lado tiene
la influencia gen�tica de su padre que fue de origen africano y la m�a que soy
blanca sonrosada. Nilo es tierno, algo susceptible y bastante rencoroso, es
alto, delgado y vigoroso, de tez clara y tiene muy bonitas facciones, me siento
orgullosa cuando dicen que tenemos el mismo rostro. Yo hago mucho ejercicio
f�sico, no solo para mantener la figura, sino para consumir energ�as en forma
saludable y calmar mis �mpetus; desde que me he impuesto rutinas exigentes logro
controlar mejor mi fogosidad, adem�s de mejorar mi silueta, manteniendo cintura
de jovencita y protuberancias maduras, ya me entienden, como si un cors� me
hubiese modelado la cintura por la fuerza, obligando a la carne aprisionada a
refugiarse en los senos y en las nalgas, para poder liberarse del aprieto.



Mis primeros a�os de soledad marital fueron penosos, la
perdida de Danilo me priv� de improviso de mi complemento sexual, en la
intimidad �ramos el uno para el otro, el alt�simo temperamento pasional de ambos
se ajustaba perfectamente y la experiencia me ha demostrado que sus habilidades
amatorias son muy escasas. Su p�rdida me impuso muchas citas m�dicas, primero
las consultas con el psic�logo y luego un prolongado tratamiento psiqui�trico.
El problema radicaba en una interrelaci�n disfuncional "temperamento �
comportamiento", lo que desencadenaba un conflicto entre mi resistencia a
aceptar un nuevo marido, y la necesidad de aplacar mi ardiente temperamento;
�como podr�a lograrse?, sin las atenciones de un macho substituto.


Claro est� que para poder eludir el entrampamiento y aliviar
mis apetencias, tuve que pasar por varias manos. El primer desliz lo provoc� el
propio psiquiatra, con la prescripci�n de su novedoso m�todo de "terapia
f�lica", a�n en etapa experimental. So pretexto de la constataci�n in situ,
pon�a a prueba no solo la eficacia de la receta, sino adem�s su gran tenacidad y
disciplina profesional; pasaba horas comprobando con ah�nco las virtudes del
procedimiento, en su af�n de calmar el furor uterino de su paciente predilecta.
Despu�s reincid� con mi masajista, con mi confesor y con algunos otros, debido a
mi estado de propensi�n a recaer en mi dolencia.


En fin, me he visto en la necesidad de ir ingeniando
soluciones, pero lo cierto es que hasta ahora ninguna me ha dejado
suficientemente satisfecha. De vez en cuando me alivio ligeramente, pero de
improviso recaigo en mi f�rvido estado, con riesgo a que cualquiera con la
sensibilidad suficiente para notarlo, pueda sacar ventaja de mi vulnerabilidad.



Mi �ltimo encuentro pasional ha venido a complicar mi
relaci�n familiar. Interesada en mejorar la seguridad en mi hogar, recurr� a los
servicios de un especialista, este buen hombre tuvo el acierto de presentarse en
un de esos momentos en que tengo la sensibilidad a flor de piel y me muestro
vulnerable; para colmo, se trataba de un negro buen mozo y de buenos modales,
justo de mi agrado; ya ten�a tiempo a�orando un �rgano viril parecido al que
alguna vez disfrut� en casa, con solo imaginarlo se me humedec�a la ropa
interior. Desde que lo vi, me puse m�s nerviosa de la cuenta, �l no tuvo
dificultad para notarlo y para apaciguar los �mpetus termin� haci�ndolo
part�cipe de las virtudes de la consabida terapia, tan �til en estas
emergencias. Lamentablemente no lo pude retener todo el tiempo que hubiese
deseado, r�pidamente hab�a logrado un solo cl�max, precipitado por mi
incontinencia org�smica y cuando ven�a lo mejor, nos interrumpi� la inoportuna
presencia de Sebasti�n, que nos hab�a estado acechando. Al aplicado especialista
no le quedaron ganas de quedarse y se retir� sumamente contrariado.



Una vez a solas, Sebasti�n estall� en una repentina
ofuscaci�n y me dio una tremenda reprimenda como si fuese mi padre � mi marido,
me hubiera sentido alagada de no tratarse de mi hijo, por que debo reconocer que
es sumamente atractivo, pero en este caso, debemos ce�irnos dogm�ticamente al
imperativo divino y subordinarnos disciplinadamente a lo preceptuado. Desde que
sus ojos atestiguaron mi acalorado disfrute pasional, Sebasti�n ha cambiado de
actitud y ha puesto todo su empe�o en espiarme y exigirme explicaciones acerca
de mi conducta. Con el correr de los d�as, las cosas en lugar de mejorar se han
ido agravando, ahora resulta que no solo est� interesado en controlar mi
comportamiento, sino que adem�s, se deleita fisgoneando mi intimidad. He pensado
incomodarlo haci�ndole lo mismo que �l hace conmigo, as� es que me he propuesto
controlarlo y espiarlo, hasta que tenga la hidalgu�a de reconocer su disgusto y
deje de atormentarme.



Mi estratagema fracas� al primer intento, vino de visita una
gran amiga y a sabiendas que est�bamos siendo espiadas por Sebasti�n, le ped�
que me contara el �ltimo encuentro �ntimo con su pareja, la verdad es que su
narraci�n result� mas excitante de lo previsto, al despedirnos qued� muy
acalorada y no pude vencer la curiosidad por conocer el efecto causado en
Sebasti�n, as� es que cre� momento oportuno para estrenar mi m�todo
escarmentador. Sigilosamente fui a la terraza que da a su dormitorio, la cortina
no estaba completamente cerrada, quedaba una peque�a abertura, espacio
suficiente para ver lo que ocurr�a dentro. Sebasti�n estaba completamente
desnudo, parado frente a un �leo art�stico que me hicieron en Hait�, en el que
se me ve retratada muy ligera de ropas en una playa del lugar. Me sorprendi�
comprobar que estaba usando mi imagen como fuente inspiradora de su
masturbaci�n, evidenciaba un cl�max en camino por los bramidos que trataba de
acallar, sacud�a vigorosamente su gran miembro, casi tan negro, pero mas grande
que el de su padre. Nunca me hubiese imaginado a mi v�stago tan bien dotado, no
lograba comprender como pudo haber desarrollado tanto, en tan pocos a�os que
deje de verlo desnudito.



La primera impresi�n fue de perturbaci�n, pero luego tuve una
reacci�n extremadamente l�brica, termin� avivando el fuego que hab�a quedado a
medio encender con la narraci�n de mi amiga. Solo met� mi mano por debajo de mi
prenda mas �ntima, bast� un ligero movimiento con las yemas en el lugar preciso
y fue suficiente para el desborde, tuve que arquear el cuerpo en cada
contracci�n debido a la intensidad de las pulsaciones genitales. Me retir�
alterada y apretando los dientes para no gritar, llegu� a mi habitaci�n y al
sacar la mano de mi intimidad, pude apreciar el caudal de mi rebose, me hab�a
estado derritiendo sobre la palma, despu�s de haber bordado con los dedos aquel
placer entre mis piernas.



Las im�genes de esa visi�n ya no me dejaron vivir en paz, de
ah� en adelante los recuerdos se repet�an en mi mente una y otra vez,
estimulando intensamente mi sensualidad, no pod�a desligar el significado de mi
retrato en el libreto de aquella escena, ese hecho me colocaba como inspiradora
de aquel l�brico pasaje, entonces sus celos no solo obedec�an a su instinto de
hijo protector, sino que iban mucho mas lejos, todo indicaba que ten�a ante mi
un evidente caso de "complejo de Edipo" y lo mas grave, con una "Yocasta" por
dem�s propensa y asequible y sin un "Layo" que asesinar, el desenlace resultaba
claramente predecible y a la vez condenatorio.



Pero si bien mi Sebasti�n me ha demostrado su temeridad m�s
de una vez, en esta ocasi�n dudo que su arrojo alcance para atreverse a abordar
a su propia madre. �Lograr� la fuerza del deseo conferirle un valor tan
irreflexivo, como para vencer el natural instinto de respeto por la
progenitora?, no logro vislumbrar con claridad cual podr�a llegar a ser el
desenlace, pero de lo que no tengo duda, es que yo ser�a incapaz de tomar la
iniciativa para un abordaje pasional a mi reto�o, sin importar la intensidad de
mi deseo. Empero ambos polos magn�ticos est�n all�, fuertemente imantados,
manifestando la potencia de su atracci�n a trav�s del deseo mutuo, tan solo hace
falta un detonante que pulverice la barrera de los escr�pulos, que invisible, se
encuentra bloqueando el contacto inductor, condici�n esencial para el
excomulgable acoplamiento.



Los �ltimos d�as se ha manifestado m�s posesivo que de
costumbre, pretende protegerme como a una monja de claustro, sin tener en cuenta
que no he sido ordenada como tal, que estoy muy distante de tener esa vocaci�n y
que muchas veces mis demandas sexuales son exigentes en demas�a. Ya lo he
notado, �l se limita a contemplarme, erectarse y callar, sin atreverse a
iniciativa de seducci�n alguna, cuando estamos frente a frente se muestra tan
pusil�nime como yo, ambos nos derretimos de deseo, sin embargo nos esmeramos en
ocultarlo.



Cuando me desvisto, estoy segura de su cercan�a, siento su
presencia acech�ndome en su af�n de excitarse con mi cuerpo, el solo saber del
enardecedor efecto que le causa mi desnudez, provoca en m� una respuesta
pasional de mayor intensidad. Como ahora que estoy en el cuarto de ba�o, tengo
una seductora m�sica de fondo, se que �l est� oculto en alg�n lugar, al acecho
tratando de ponerme en la mira, el tragaluz de la azotea deb�a ser su l�gico
observatorio, parada frente al espejo � sentada en el bidet quedo a total
disposici�n de sus ojos.



Me propongo iniciar un despiadado rito cargado de
voluptuosidad, una casi imperceptible danza er�tica que avive su deseo en forma
desenfrenada y que lo obligue a vencer la cautela, ser� inclemente por el placer
de los dos, estimular� sus emociones al m�ximo, hasta lograr un estallido de
arrojo cargado de insensatez, que fuerce su iniciativa para el asalto.



No necesito fingir depravaci�n, me siento colmada de ella.
Mientras me quito la blusa con lentos movimientos al ritmo de la sensual melod�a
que tengo de fondo, puedo apreciar mi rostro reflejado en el espejo, mordi�ndome
nerviosamente el labio inferior, deseosa e impaciente, noto que el desorden de
mi cabello acent�a un diab�lico fulgor en mi mirada, la expresi�n impresa
refleja una extra�a perversi�n que logra intimidar. Desabrocho y dejo caer mi
peque�a faldita, el roce de la tela en su recorrido, me produce la sensaci�n de
haber sido acariciada por una presencia invisible y eso me produce l�bricos
estremecimientos. Me inclino para recogerla, estiro una mano hasta el piso sin
doblar las rodillas y siento la elasticidad de la piel tens�ndose en mis
gl�teos, tratando de destacar su opulencia sin que el hilo dental de mi peque�a
braga logre hacer algo por cubrirlos. Ensayo un provocador cambio de �ngulo
frente al espejo, apoyando el peso de mi cuerpo en una pierna, arqueo el torso y
empino el trasero para hacer mas provocativa mi figura, le presto especial
atenci�n a mis medias negras de nylon que hacen juego con el portaligas del
mismo color, mis zapatos azabache de altos tacones y punta angosta, realzan el
efecto seductor. Revoloteo mi cabello en furiosas oleadas y acaricio mi piel
detr�s de los o�dos y sigo bajando los dedos por el cuello, sin prisa,
lentamente, hasta alcanzar el broche de mi sujetador justo al centro de mi
pecho, en medio de mis dos protuberancias mamarias, aquellas que alimentaron en
su primera infancia al macho que ahora me apasiona, que hace que me derrita
entre las piernas con la sola idea de tenerlo dentro de mi. Empiezo a descubrir
mis senos, una especie de pudor trata de imped�rmelo, la fuerza del deseo es mas
poderosa y se impone al recato, al fin quedan completamente descubiertos
luciendo orondos toda su redondez, coronada por un par de provocativas cerezas
de amplia aureola, dos cerezas en total estado de erecci�n, tibias, inflamadas,
�vidas por sentirse devoradas por el due�o de mis ardores. Cierro los ojos y me
los acaricio tiernamente, siento como si fuera �l quien lo hace y esa sola idea
me enardece. Noto inquietud por encima del cielo raso, leve agitaci�n en el
tragaluz se deja sentir, aquello me excita e inquieta a�n m�s al saber de qui�n
se trata. Inicio desde los pezones un lento y sensitivo recorrido por el
contorno de mi silueta d�ndole a mis dedos la oportunidad de acariciar la
estrechez de mi cintura y la exuberancia de mis caderas, hasta tener entre los
dedos el el�stico de mi peque�a braga negra, la deslizo hacia abajo con
parcimonia y siento rubor al notar la humedad que lleva consigo, la prueba de
aquel enfermizo deseo en su mas descarnada expresi�n queda estampada en lo mas
�ntimo de mi prenda, pero es tan solo una peque�a muestra de mi copioso rebose.
Mi intimidad genital queda ahora enteramente desarropada, para mayor descaro
desprovista de bello, completamente depilada, cuenta con todas las ventajas para
exhibir provocadora e insolente, su sonrisa vertical. La espera debe estar
pareci�ndole interminable, adivino que su impaciencia lo debe estar teniendo al
borde del desenfreno, a�n falta que retire el portaligas y enrolle las medias
hasta descubrir un poco m�s la opulencia de mis muslos, movimientos que advierto
cargados de mi propia impaciencia.



Tomo valor y me decido venga lo que venga, poso mis nalgas en
el bidet, tratando de separar los muslos al m�ximo para asegurarme que mi �nico
espectador no se pierda nada del espect�culo, a�n no he abierto el grifo pero mi
intimidad ya luce h�meda y apetente, la delata el intenso brillo nacarado de sus
labios y la prominencia clitorial en plena erecci�n. Me toco la embocadura con
la yema de los dedos y siento que me estoy derritiendo, mis dedos quedan
impregnados de abundante alm�bar de melocot�n, no resisto el deseo de olerlo y
probarlo, creo estar haci�ndolo por �l y para �l, acerco mi mano y me embriago
con un intenso olor a mar de aguas encrespadas, furioso, insurrecto, �vido por
llegar con sus olas mas all� de lo permitido; luego poso mi lengua y al contacto
con mi lubricidad, siento lo que seguramente sentir�a �l al hacerlo, deseos
desbocados por beber de la fuente de donde mana y en el mas apasionado de los
besos, encontrarse acariciando el acogedor claustro materno que lo alberg� antes
de su nacimiento.



Presiono mis pezones con un poco de violencia, necesito que
el est�mulo contenga un soterrado mensaje punitivo, al abrir mis dedos
reaccionan sumisamente ansiosos de mayor castigo, los oprimo nuevamente hasta
lastimarlos y se yerguen te�idos de intenso rubor, plenos de satisfacci�n, gozo
que me encargo de revelar con un t�mido gemido delator. Siento pulsaciones en el
epicentro del placer y me conformo tan solo con la proximidad, acaricio
suavemente mi genitalidad externa y su lubricidad es denunciada por ligeros
chasquidos casi imperceptibles, que jam�s pasar�an inadvertidos para alguien
�vido de se�ales conducentes a la gloria.



Me siento tan encaminada que decido no abrir el grifo, mi
reboce resulta m�s que suficiente para modelar el placer solo con mis dedos.
Corro hacia atr�s el capullo clitorial hasta mostrar el erecto cuerpecillo, me
sacude un involuntario estremecimiento, y la peque�a cabecita se exhibe retadora
pero contradictoriamente inerme, desprotegida, con toda su sensibilidad
expuesta. Bato ligeramente mis dedos por sobre la base, sin tocar la parte mas
sensible, me invade un deseo irrefrenable, la agitaci�n lo delata, mis senos
danzan al comp�s de mi respiraci�n, presiono mi embocadura y los dedos
desaparecen en su interior succionados con voracidad, mi desborde es prominente,
un caudaloso manantial a desatado su torrente entre mis piernas, las
involuntarias contracciones inician una desordenada danza anunciando la
proximidad del er�tico estallido, mi perturbaci�n se acrecienta a cada momento,
en mi turbulento estado me resulta un acertijo determinar a quien pertenecen las
manos que acarician mi sexo, mi cerebro es continuamente bombardeado por
im�genes lascivas en las que soy acariciada por lenguas candentes e inquietos
dedos que hurgan mi intimidad �vidos por procurarme placer, en aquella
voluptuosa danza creo distinguir dentro de la confusa multitud, la presencia de
mi Sebasti�n, eso me desquicia y acelero la cadencia de la estimulaci�n, siento
llegar el placer y tengo a mi hijo imaginariamente montado sobre m�,
cabalg�ndome con dominio y someti�ndome a su voluntad, le exijo mayor rigor y le
grito:




As� Sebasti�n, dame mas, si, si, dame, quiero mas,
Sebasti�n, dame, dame mas Sebasti�nnnnnnnnnnnnnnnn.






Mis palabras de ensue�o fueron realmente pronunciadas,
mientras me invad�a un intenso orgasmo que lejos de calmarme acrecent� mi
voracidad, a�n no estaba consciente del efecto de mis palabras, pero su
presencia manifiesta me hizo reaccionar, all� se encontraba �l exigiendo
airadamente su derecho a entrar al habit�culo despu�s de haber sido aludido y
requerido, los golpes en la puerta y su fervoroso reclamo por entrar, me sacaron
del embeleso en que me encontraba sumida, mi primera reacci�n fue de verg�enza y
recato, pero mi estado de impaciente apetencia ya no admite dilaci�n, despu�s de
todo se trata de mi ilusi�n hecha realidad, yo misma, en estado de abstracci�n,
la he provocado. Es tarde para arrepentimientos.



Me levant� como pude y abr� la puerta, �l entr� desbocado de
pasi�n, completamente desnudo y mostrando una irresistible erecci�n, no hubo
oportunidad para las caricias previas ni para las palabras, la ansiedad extrema,
el deseo al l�mite y la pasi�n desesperada, nos uni� de bocas y sexos en forma
inmediata y violenta como si no pudi�semos aguardar ni un instante mas. Nuestras
lenguas se entrelazaban para que nadie pueda separarlas jam�s, en nuestra
desesperaci�n nos hac�amos da�o con los dientes, nuestros sexos unidos
demostraban su avidez por extraer todo el n�ctar acumulado durante la estaci�n
de los escr�pulos. Me manten�a casi en el aire, solo estaba sujeta de su cuello
y sostenida por la trabaz�n de nuestros genitales, yo me retorc�a en torno a su
erecci�n como un reptil, improvisando er�ticas contorsiones en demanda de mayor
placer. All� mismo se produjo la gran explosi�n, �l sosteni�ndome, yo prendida
de �l, sacudiendo nuestros cuerpos en forma endemoniada, con la cadencia de los
chasquidos de la carne al golpearse entre s�, complementaban la abstracta
sinfon�a, nuestros discordes gemidos de placer, llanto, balbuceos y gritos
desgarradores, as�, si de ese modo, en forma fren�tica, violenta, animal, sin
vacilaciones abrimos paso a nuestra insurrecta urgencia y lo hicimos contra la
normatividad estatutaria. Quedamos inundados, una cascada de placer que nos
manaba caudalosa, nos fuimos aflojando mientras se desped�an de nuestros cuerpos
las �ltimas gotas de gozo con rec�nditas pulsaciones, invadidos por una
adormecedora laxitud �bamos recobrando el juicio, su espalda apoyada en la pared
se fue resbalando hacia abajo, �l me llevaba consigo, quedamos abrazados en el
piso.



Juntos lloramos largo rato, con verg�enza por lo ocurrido y
de pavor por la enigm�tica r�plica de tantos cuestionamientos de inexplorada
secuela. Pero no quedaba duda alguna acerca de la inextinguible flama que hab�a
despertado la pasi�n de nuestro aberrante amor filial, a desd�n de la impronta
que este hecho estampar�a en nuestras vidas, por el resto de nuestros d�as.



Los siguientes encuentros ya no fueron tan salvajes como el
primero, disfrutamos de una apasionada luna de miel durante varias semanas, no
desperdiciamos oportunidad para unir nuestros cuerpos, a cada instante nos
manifestamos deseosos y lo disfrutamos en toda su intensidad, acordamos guardar
nuestro secreto con absoluta reserva y comportarnos ante los dem�s con total
discreci�n, nadie deb�a sospechar del fuego que nos quema por dentro.



Sebasti�n me pidi� que gestione el ingreso de Nilo a un
internado, me dijo que ya hab�a hablado con su hermano y que este le hab�a
manifestado su aceptaci�n; evidentemente Sebasti�n tiene el prop�sito de
alejarlo de la casa, para poder enviciarnos de sexo. No comprende que tenemos
todo el tiempo del mundo para que siga aprendiendo a desempe�arse a la altura de
un buen amante, con dulzura y tino seguir� adiestr�ndolo en el arte de amar
hasta que llegue a ser tan bueno como su padre.



Nilo me manifest� su protesta por el asunto del internado y
me mostr� su resentimiento al creer que quer�a distanciarlo del hogar. Trat� de
explicarle, pero en el intento me di cuenta que Sebasti�n no me hab�a dicho la
verdad, que todo fue una invenci�n para alejarlo. Lo tranquilic� prometi�ndole
que no lo cambiar�a de colegio, pero desde entonces ha quedado resentido con
migo, pero mas a�n con su hermano.



Nilo ha sido invitado hoy a la una fiesta de quince a�os,
Sebasti�n est� muy contento por que podr� pasarse a mi cama durante la ausencia
de su hermano, yo tendr� mas libertad que de costumbre, aunque no quedara
satisfecha, se que de todas maneras lograr� alg�n orgasmo. El caso es que
Sebasti�n cuenta con muy buenos atributos cong�nitos, pero todav�a est� dominado
por sus impulsos, esto le impide hacer del sexo un arte por ahora. Ya est�
aprendiendo a controlar la eyaculaci�n, aunque todav�a falla durante la
penetraci�n anal y me deja insatisfecha, para colmo es esa mi pr�ctica
preferida. Me reconozco exigente en el la intimidad, se debe a mi exacerbado
furor genital, muchas veces un solo cl�max precipitado por mi incontinencia
org�smica, lejos de saciar mis apetitos, enciende mi flama hasta llevarme al
desenfreno. Se trata de una adicci�n particular, que desde hace buen tiempo
viene requiriendo atenci�n facultativa especializada.



Espero lista, me he preparado para Sebasti�n, hemos quedado
solos en casa, estoy impregnada del aroma que mas le gusta, lo espero
impaciente, todo mi cuerpo est� aprendiendo a prepararse solo. Antes que mi
macho haga su aparici�n ya empiezo a lubricarme, siento su llegada, �l aparece
desnudo y erecto, invariablemente llega as�, y yo espero ansiosa por verlo con
su prieto falo en todo su esplendor, mi genitalidad empieza a segregar, como lo
hace el est�mago que segrega jugo g�strico cuando espera la ingesti�n de
alimentos, en esa forma siente mi intimidad, el delicioso miembro de mi hijo es
su �nico manjar y as� se predispone mi sexualidad, segregando abundante jugo
genital para engullirlo.



�l toma la iniciativa y me besa en los labios con rudeza,
luego me muerde los pezones hasta hacerme doler y despu�s los acaricia
tiernamente como pidi�ndoles perd�n, sigue bajando, lo domina la impaciencia y
se sumerge entre mis piernas, inhala profundo para embriagarse con mi aroma,
luego bebe de mi manantial, mas h�medo que su propia boca, no se detiene en las
inmediaciones, se prende como una ventosa de mi parte mas sensible, mi er�ctil
cuerpecillo ya lo espera descubierto y empinado, yo lo deseo en forma mas
pausada y progresiva, pero �l ya est� all�, engolosinado. Levanto las rodillas
ofreci�ndole mi orificio anal, se desliza jubiloso hasta alcanzarlo con la
lengua en un efusivo reencuentro, le prometo conced�rselo despu�s de sentirlo
por delante, el interpreta que ya le pido penetraci�n y me conecta en posici�n
del misionero, siento mi cavidad vaginal devor�ndolo por completo, hasta
apuntalarme el epicentro genital, hoy d�a estoy muy sensitiva y presiento un
cl�max apresurado, me est� volviendo loca y me tiene al borde de un "orgasmo
Vulcano", el mas intenso de todos, no lo quiero perder, pero controlo mi
efusividad para no inducirle la eyaculaci�n, logro el orgasmo, me voy casi en
secreto y cuando �l empieza a notar mis pulsaciones vaginales, me retiro con el
pretexto de cambiar de posici�n. Nos acomodamos en posici�n de cabalgadura, yo
montada sobre �l, insertada hasta el tope pero con todo el control y dominio de
la acci�n, inicio rotando suavemente la cintura en torno al miembro erecto, como
recobrando aliento, la estimulaci�n me enardece nuevamente, mi furor se ve
reflejado en la cadencia de mis movimientos, parece que Sebasti�n ya no puede
retardar mas la eyaculaci�n, yo comienzo a acelerar para no quedarme, dejo de
trotar e inicio un galope desbocado, a toda rienda, los gritos de gozo acompa�an
el estallido, ambos hemos iniciado la ida sin retorno; �demonios!, ante mis ojos
el petrificado rostro de Nilo, nos ha sorprendido in fraganti, no podemos
detenernos, Nilo se retira presuroso y contrariado, orgasmos simult�neos, los
logramos al un�sono, Sebasti�n no se enter� de lo ocurrido y ha gozado a pierna
suelta, casi tanto como yo, Nilo debe haber cre�do que estaba forzando a su
hermano por la forma en que me vio montarlo.



Tuve que poner a Sebasti�n sobre aviso de lo ocurrido, no
pod�a creerlo, no sab�a que hacer ni que cara poner frente a su hermano menor,
le ped� que dejara el asunto en mis manos, que yo tratar�a de solucionarlo en la
mejor forma posible. Sebasti�n solo me pidi� que de ninguna manera le concediera
a su hermano los privilegios sexuales que �l tiene, le contest� que como estaban
las cosas, nada pod�a garantizarle.



Contin�a en DEPRAVADA (Segunda parte)



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