CAPITULO VI:

El centro de tortura del palacio estaba a pleno, mujeres
siendo torturadas incansablemente, siendo victimas de maquinas que solo una
mente totalmente enferma pod�a crear, el pr�ncipe Enrique se sent�a orgulloso de
lo que hacia y todo estaba a su favor para hacerlo Una esclava estaba suspendida
en el aire atravesada por grandes anzuelos que se aferraban a sus pechos y a sus
labios vaginales, otras esclavas estaban hace d�as sometidas por sus tortuosos
inventos. Pero esta vez le tocaba a un hombre al que una vez fue un soldado de
confianza de el.

Mando a que sus hombres le amarren las manos con una soga que
colgaba desde el techo, una vez echo eso tomo un alambre que en los extremos era
liso pero en el medio tenia peque�os y filosas p�as. Tomo el alambre de un
extremo � hizo un fuerte torniquete en el comienzo del tronco del pene y fue
enrosc�ndolo suavemente cubri�ndolo casi todo hasta llegar a la cabeza del mismo
ah� hizo otra especie de torniquete y con una pinza formo un gancho, tomo el
gancho que le permiti� enganchar a un pesado adoqu�n que estaba en el piso. Esto
dejaba al pene fl�cido pero tirante hacia abajo atrapado y sin poder moverse por
el pesado adoqu�n.

El gran pene del soldado facilito en gran parte la tortura,
puesto que quedo transformado en un cilindro rodeado de una serpentina de
alambre de p�as peque�as pero filosas.

Ahora era el turno de dos esclavas que ten�an el dulce papel
de excitar a el soldado, dulce venganza para ellas que har�an lo imposible para
que ese miembro fl�cido lograra una erecci�n.

Las chicas comenzaron a pasar la lengua por los pechos
desnudos del soldado comenzando a bajar hasta llegar al ombligo, el sudor del
soldado y su cara de miedo por no querer excitarse eran terribles, ellas sab�an
hacer bien el trabajo. El miembro inevitablemente comenz� a eructarse, y los
alambres a tensarse, y la trampa mortal a serrarse.

Las chicas segu�an lamiendo el cuerpo de su ahora victima,
llegaron a los test�culos y al ano, ah� dejaron hundir sus lenguas y ese fue el
punto clave donde el pene del soldado no paro de ascender empujando a la dura
roca que estaba en el piso. Los gritos desesperados del soldado anunciaban que
las espinas de alambre perforaban su pene, el mismo estaba hinchado de la sangre
que su calentura inundaba su miembro, pero no tardar�a en derramar esa sangre
como si fuera parte culminante de su ultima gran erecci�n. Una de las chicas en
un acto de compasi�n desengancho el miembro de la pesada roca, permiti�ndole
erectarse inmediatamente apuntando hacia ella, el soldado largando un fuerte
suspiro dio se�ales del que el dolor se iba. Mientras el pr�ncipe miro con
asombro como su esclava estaba pr�cticamente desobedeciendo, pero una mirada
c�mplice de esta le hizo darse cuenta que era solo una trampa, eso le gusto
tanto sumado a lo que ellas ven�an haciendo que les permiti� seguir adelante.
Inmediatamente que el miembro libre de la roca se coloco erguido frente a la
cara de una de las esclava esta comenz� con una de sus manos a masturbarlo
mientras que con la otra le penetraba un par de dedos en el ano del soldado,
este tenia los ojos desorbitados y comenz� a gemir y a gritar a la vez, gemidos
de placer y gritos por sentir como su pene era todo cortado por los alambres que
lo rodeaban, estos no estaban tan tensos como antes pero la mano de la esclava
lo apretaba los suficiente, mas all� de que ella tambi�n se lastimara pero eso
no parec�a importarle.

La masturbaci�n sangrienta llego a su fin cuando el soldado
acabo una buena cantidad de semen en la cara de la esclava. Semen color rojizo
debido a que el pene lastimado ensuciaba de sangre el liquido tan preciado, sin
embargo la esclava lo tomo de su cara y con un dedo limpio su rostro e ingiri�
el n�ctar proveniente de su victima.

El pene volv�a a quedar fl�cido nuevamente, pero antes de que
se encoja las esclavas agarraron la pesada piedra y la volvieron a atar, esta
vez lo ataron mas cerca del pene acortando el trayecto de la piedra al piso. El
pr�ncipe se dio cuenta que sus esclavas eran mas perversas que el y realmente se
sinti� por un momento acompa�ado en la vida.

El soldado al darse cuenta de lo que hac�an las dos esclavas
al acortar el alambre comenz� a suplicar que no soltaran la piedra que, porque
el seria desmembrado. Ellas lo miraron a los ojos levantaron la piedra entre las
dos, soltaron una de las manos del soldado le dieron a el que sostuviera la
pesada piedra, Con dificultad pod�a sostener su propia daga mortal , la daga que
lo dejar�a sin miembro viril, pero el brazo cansado del soldado no pod�a
sostener por mucho mas la roca, que en pocos minutos ante los ojos del Pr�ncipe
y de sus ahora compa�eras esclavas, cayo al piso. La Piedra se detuvo por unos
segundos a pocos cent�metros del piso, pero el alambre de p�as tencionando al
m�ximo hizo su trabajo y desintegro en picadillos de carne al pobre pene del
soldado, dejando caer los restos al piso acompa�ado de la roca.

El soldado colgado de un brazo y desmayado se desangraba todo
en la habitaci�n de torturas del rey, las otras torturadas estaban moribundas
por la falta de comida, y por los espantosos dolores a las que fueron sometidas.
Ahora el pr�ncipe no era el �nico trastornado, el encontr� entre sus esclavas a
dos almas gemelas, las cual el quer�a compartir por siempre sus torturas con
ellas.

Continua ....

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