Relato: Lady Patricia (01: El se�or de outlook)





Relato: Lady Patricia (01: El se�or de outlook)

LADY PATRICIA. Cap�tulo I: El Se�or de Outlook




Esta historia transcurre en la Edad Media, �poca infame en la
que los se�ores feudales eran dioses en sus tierras y su palabra la �nica ley
que exist�a.



Para reafirmar su poder, dispon�an del ej�rcito y de los
diferentes ac�litos, depravados y serviles, que a cambio de riquezas y status
social aceptaban ser vasallos del tirano.



La Iglesia, con su fuerza entre los humildes creyentes,
reforzaba la tiran�a existente y otorgaba al Se�or feudal la bendici�n de Dios
para cometer los mayores atropellos imaginables.



De entre las regiones feudales de Inglaterra, era muy
conocida por la crueldad de su Se�or la del Condado de Outlook. Sir Spencer,
Conde de Outlook, ten�a un fiel aliado en la persona del Abad, Dom Perigord, un
misterioso personaje que ejerc�a de f�rreo inquisidor del Conde.



En la Abad�a de Outlook, Dom Perigord cobijaba las muchachas
que Sir Spencer hac�a prisioneras y las "preparaba" y "educaba" para el uso y
disfrute como esclavas de su Amo y sus siniestros invitados.



Para ello contaba con la ayuda de un capataz, Joseph, que era
el encargado de alimentarlas, asearlas y educarlas en las normas sociales
adecuadas para que fueran dignas damas de compa��a para los amigos del Conde.
Joseph, el capataz, hab�a sido maestro a�os antes en la capital del Condado
hasta que fue detenido por no poder pagar los impuestos feudales. Fue puesto a
disposici�n del Abad para el cuidado de las muchachas y paga su libertad con la
educaci�n y cuidado hacia �stas.



Dom Perigord era un s�dico maestro en las artes sexuales. Le
gustaba "educar" personalmente a sus esclavas y hacer de ellas aut�nticas
expertas del sexo. Siempre escog�a a las m�s j�venes pues era de la opini�n que
era m�s f�cil moldearlas en tierna edad.



Entre las lecciones que gustaba dar a las esclavas era la de
que aprendieran a ser humilladas por cualquier persona. A las que eran v�rgenes
las preparaba para la desfloraci�n utilizando los "otros" agujeros para ser
ense�adas.


Le gustaba colocarlas en el patio del monasterio, totalmente
desnudas y con los ojos vendados, atadas en una especie de silla de montar de
manera que tanto su culo como su boca, quedaban a disposici�n de los monjes.


Antes de atarlas, las somet�a a una extrema limpieza rectal
mediante enemas de agua caliente. As� dejaba su orificio bien limpio y aseado.
Les aplicaba una especie de ung�ento lubricante y las dejaba a merced de los
monjes durante un par de d�as. Durante este tiempo, las "elegidas" no pod�an
alimentarse de nada que no fueran las corridas de los monjes en su boca ni beber
nada que no fueran las c�lidas meadas que estos gustaban dejar en sus labios.



De tanto en tanto, encargaba a otra de las esclavas que le
aplicara un poco de ung�ento para clamar el escozor de su ano y limpiaba la boca
de la muchacha con una infusi�n de hierbas para que estuviera fresca y aseada
para los siguientes usuarios.


Otra de las lecciones que le gustaba organizar, en este caso
para su disfrute particular, era la de colocar a tres de ellas sentadas una al
lado de la otra de manera que sus bocas estuvieran a la altura de su polla
erecta. Entonces empezaba el juego y, a intervalos de un minuto m�s o menos, era
complacido con una mamada lenta y delicada de las esclavas, hasta que la
ganadora recib�a el chorro de leche del Abad que deb�a tragarse sin dejar caer
ni una sola gota.



Una vez apartada la vencedora, segu�a el juego con las otras
dos muchachas, hasta que una de ellas recib�a una nueva corrida de premio. La
que finalmente quedaba �ltima y no hab�a conseguido hacer correr a Dom Perigord,
era castigada de manera adecuada.



El Abad llevaba a la muchacha al s�tano de la abad�a d�nde la
ataban de pies y manos, en cruz y con las extremidades bien tensadas. Puesta de
esta manera, los perversos monjes disfrutaban de su cuerpo a placer.


Le untaban los pezones y el cl�toris con miel y los monjes se
entreten�an a lam�rselos durante horas mientras le introduc�an diferentes
vegetales por el culo. Era inevitable que al cabo de poco tiempo, estallara de
placer en varios orgasmos seguidos que eran celebrados por los monjes como
trofeos victoriosos.


Entonces empezaban ellos a masturbarse y se corr�an
endemoniadamente encima de la muchacha, preferiblemente en la boca, hasta casi
ahogarla de semen.


A medida que los monjes satisfac�an sus necesidades sexuales,
empezaban a urdir tratamientos menos agradables.


Dom Perigord s�lo pon�a un l�mite: a la esclava, propiedad de
Sir Spencer s�lo se la pod�a follar por el culo y por la boca, nunca deb�a ser
desflorada. Y sobretodo, si se le aplicaban torturas, estas deb�an ser hechas de
manera que a la "afortunada" no le quedaran se�ales de los tratos recibidos.


Los monjes, con los a�os, hab�an aprendido con maestr�a el
arte del sadismo. A las chicas las torturaban con pinzas en los pezones y los
labios vaginales; derramando cera caliente en todo el cuerpo; trabajando el
orificio anal hasta poder introducir manos enteras, etc.


Pero la especialidad de la casa era "la garganta profunda".
Los monjes mejor dotados se deleitaban introduciendo sus enormes pollas en las
bocas de las esclavas y hacerles tragar hasta el fondo sus aparatos. Era toda
una t�cnica que �stas deb�an aprender sino quer�an ahogarse. Con paciencia y
horas de entreno, casi todas las muchachas se convert�an en expertas tragadoras
de pollas. La mayor�a consegu�a hacer correr a los monjes mientras deglut�an sus
pollas en el fondo de sus gargantas.



Acabadas estas sesiones, las muchachas eran puestas en manos
de Joseph, el capataz, que era el encargado de cuidarlas, sanarlas y
recuperarlas para posteriores sesiones. El capataz era un buen hombre que quer�a
a sus pupilas y las cuidaba con esmero. A cambio de sus atenciones, en m�s de
una ocasi�n las agradecidas muchachas hab�an querido obsequiarle con un
tratamiento especial de los aprendidos en la abad�a, pero Joseph siempre hab�a
rechazado sus favores. Dec�a que su coraz�n estaba ocupado desde hac�a tiempo
por una persona y quer�a serle fiel.



Lady Patricia era una bella muchacha, hija de un se�or
derrotado en la batalla por Sir Spencer y que fue hecha prisionera por �ste a la
tierna edad de 10 a�os. Sir Spencer se la entreg� al Abad para que cuidara de
ella hasta que fuera una mujer dispuesta para el uso y disfrute de su amo.



Lady Patricia fue educada por Joseph y para evitar que Sir
Spencer la tomara como esclava, la suplant� por otra muchacha y la hizo pasar
por hija suya.


Con el paso del tiempo, Patricia se convirti� en una bella
adolescente y el pobre Joseph se enamor� perdidamente de ella.



Aunque �ste crey� que podr�a apartar a Patricia de la vida de
lujuria y perversi�n del monasterio, �sta pronto se hizo amiga del resto de
muchachas que viv�an en la abad�a.


Con 16 a�os reci�n cumplidos ya le gustaba reunirse con ellas
y escuchar atentamente los relatos de fiestas y org�as que Sir Spencer y el Abad
organizaban con ellas.



En m�s de una ocasi�n y excitada por el transcurrir de la
historia, le gustaba desnudarse delante de las otras mujeres y empezar a
masturbarse mientras sus compa�eras la acariciaban y besaban por todo el cuerpo.
Sus orgasmos eran especialmente celebrados por su fuerza e intensidad.



Lady Patricia manten�a estas experiencias en secreto y
siempre hab�a so�ado con participar en las historias que narraban sus amigas,
especialmente cuando �stas le contaban como se pod�a satisfacer a cinco hombres
a la vez: tres en los diferentes agujeros del cuerpo y dos m�s con las manos.
Alguna hasta hab�a conseguido en alguna ocasi�n, hacer correr a los cinco a la
vez.


Otra de las cosas que Patricia a�oraba experimentar era la de
saborear los l�quidos eyaculatorios de los hombres, aunque no descartaba en
absoluto hacerse orinar dentro su boca: le parec�a una situaci�n de lo m�s
excitante...



Un d�a, al regreso de una reuni�n con las esclavas, Patricia
estaba especialmente excitada y al llegar a su casa, se encontr� con Joseph,
dormido en la alcoba. Como dorm�a desnudo, pudo ver la polla erecta de su
padrastro y pens� que era una buena ocasi�n para experimentar las historias de
sus amigas.



Pero esta historia merecer� otro cap�tulo pr�ximamente.


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