Relato: La entrevista





Relato: La entrevista

LA ENTREVISTA



El camino hacia Los �lamos no te preparaba en absoluto para
lo que all� encontrabas. La carretera era sinuosa y solitaria, con afilados
acantilados bordeando los flancos de la pendiente. La soledad era casi
abrumadora, y el trafico pr�cticamente inexistente, apenas un par de coches, tan
silenciosos como los ocupantes que los conduc�an.



Comenc� a sentirme nuevamente nervioso. El caso era muy
importante para mi carrera y trate de olvidarme de la belleza de los bosques que
atravesaba para concentrarme en la entrevista que se avecinaba, de la cual
depender�a todo.



Los �lamos aparecieron repentinamente en una vuelta del
camino. El edificio era feo y burdo, y desentonaba en la punta de la monta�a
como un diente podrido en una boca hermosa. Quien quiera que lo hubiera dise�ado
hab�a renunciado a cualquier pretensi�n de sentido art�stico. Los �lamos era la
c�rcel de alta seguridad m�s famosa del pa�s, donde se reclu�an los m�s
peligrosos criminales, con uno de los cuales me entrevistar�a en breves
momentos.




Anote sus datos aqu� � dijo un joven oficial frente a la
reja de la entrada.




Llen� el formulario, a pesar de que ya hab�a solicitado
telef�nicamente el permiso para la entrevista. El guardia entr� en la garita con
la hoja y demor� veinte minutos en volver. Me prendi� un carnet en la solapa y
me indic� el camino. La verja se abri� electr�nicamente y conduje despacio por
el amplio patio de estacionamiento. La siguiente hora fue una sucesi�n de
tr�mites y requisitos tan rigurosos que por un momento pens� que me har�an
desnudar antes de permitirme ver a mi posible cliente. Afortunadamente ten�an
modernos aparatos en los que pudieron verme hasta las muelas del juicio sin
necesidad de quitarme la ropa.



Por fin comenc� a adentrarme en los recovecos de Los �lamos,
traspasando pasillos, rejas, controles y m�s controles que me dieron la
impresi�n de estar adentr�ndome en un laberinto sin retorno, como seguramente
sent�an todos los reclusos a su llegada. Me asignaron una sala de entrevistas.
Me entregaron un documento que certificaba que all� no hab�a micr�fonos ni
c�maras, y me explicaron que al firmarlo aceptaba los riesgos de una entrevista
en esas condiciones. Pod�a optar por una entrevista monitoreada, pero mi cliente
hab�a puesto sus propias condiciones.



El guardia se alej�, dej�ndome solo. La habitaci�n no ten�a
una sola ventana. Un cubo vac�o de blancas paredes, con una peque�a mesa y dos
sillas atornilladas al piso. Nada m�s. Sent� un nudo en el est�mago, por fin iba
a conocer al famoso Max Shelton. Hab�a le�do tanto sobre �l en los diarios que
me parec�a casi imposible que en breves minutos fuera a tenerlo frente a m�.
Como si fuera una m�tica estrella de rock o una celebridad de las pel�culas,
aunque en este caso mas bien se tratara de una pel�cula de terror. Mi cliente
hab�a confesado por lo menos tres asesinatos. Brutales y sangrientos. Su juicio
preliminar hab�a llenado los titulares de todos los peri�dicos y los principales
noticieros de la televisi�n.



Una puerta en el fondo de la sala se abri�. Un guardia, alto
y fornido entr�, seguido de Max Shelton. Por fin lo tenia frente a m�.



Tendr�a unos 45 a�os, aunque el pelo, cortado casi al rape,
le hac�a parecer mucho m�s joven. El gesto serio, casi aburrido, aunque sus
ojos, negros y vivaces bajo las espesas cejas parecieron analizarme casi con el
mismo admirado detalle con el que yo lo analizaba a �l. Una nariz casi afilada,
algo raro en un hombre de raza negra y una boca grande de gruesos labios que no
sonre�an. Mucho mas alto que yo y por supuesto m�s fornido. Ten�a esposadas las
grandes manos y en cuanto tom� asiento, el guardia espos� sus tobillos a la
silla tambi�n. Jam�s dej� de mirarme, con el rostro pasivamente sereno, mientras
por el contrario yo me pon�a cada vez m�s nervioso.



El guardia me pregunt� si deseaba que permaneciera con
nosotros durante la entrevista. Los ojos negros de Max me miraron tan duramente
que le indiqu� que prefer�a estar solo con mi cliente.




Tu cliente? � dijo Max en cuanto el guardia abandon� la
sala.




Su voz era profunda y grave. Pareci� reverberar en la
habitaci�n y quedar vibrando atrapada dentro de las desnudas paredes.




Bueno � me defend� � si decide que mis servicios le
convienen � dije con un hilo de voz.




Max me mir� con el asomo de una sonrisa en sus gruesos y
carnosos labios.




Pero si no eres mas que un mocoso con traje de domingo �
dijo despectivo.




Me sent� humillado por su comentario, y algo contrariado por
que la entrevista comenzara de aquel modo.




Tengo 29 a�os � le inform� � me recib� con honores, fui el
mejor alumno de mi generaci�n y tengo ya una buena experiencia litigando en
algunos juicios importantes � continu� pomposamente, sin lograr borrarle la
odiosa media sonrisa.


Eres casado? � pregunt� de pronto, sorprendi�ndome.


Si � respond� autom�ticamente � aunque no entiendo que
importancia puede tener eso � complet�.




Max me mir�, de nuevo serio, con el se�o fruncido, como si
estuviera cavilando otra pregunta m�s importante.




Te has cogido a tu esposa por el culo? � pregunt�
finalmente.




Qued� estupefacto. Los colores subieron a mi rostro sin que
pudiera evitarlo, lo cual siempre me ha molestado, ya que soy de piel muy blanca
y en ocasiones as�, me averg�enza mostrar ese rubor en mis mejillas. Seguramente
Shelton lo notaba, lo cual me hizo sentir todav�a mas humillado.




Y eso que puede importarle, se�or Shelton? � reaccion�
finalmente, en un tono tal vez mucho mas escandalizado de lo que me hubiera
gustado mostrar.




Max sonri� entonces abiertamente. Sus blancos dientes
brillando en su cara morena, echando la cabeza hacia atr�s, mostrando su
mand�bula cuadrada y mal afeitada. La voluminosa nuez de Ad�n bailando en su
garganta.




No te enojes, chico � dijo cuando acabo de re�r � s�lo
quer�a saber un poco mas de ti.


Pues no me gustan sus preguntas � dije envalentonado con su
disculpa.


Y a m� no me gustas t� � contest� de pronto furioso �
guardia! � grit� � s�came de aqu�!.


No � ped� impulsivamente � no puede hacerme esto.


Hacerte qu�? � dijo con tono despectivo.


Juzgarme tan r�pidamente � expliqu� � sin darme la menor
oportunidad.




Max parec�a calibrarme. Yo no sab�a que m�s decirle. La
entrevista estaba muy lejos de ser como la hab�a imaginado.




Guardia! � volvi� a gritar Max sin dejar de mirarme.


Nunca � contest� sin atreverme a mirarlo.


Nunca qu�? � dijo Max due�o de la situaci�n.


Nunca he penetrado a mi mujer por atr�s � confes� con un
hilo de voz.




Max se tranquiliz� entonces. Se hab�a salido con la suya. Ya
no volvi� a llamar al guardia, y de alg�n modo, ese momento defini� la forma en
que se desarrollar�a la entrevista. Tras el equivocado comienzo, acept� ser mi
cliente, a pesar de considerarme demasiado joven para representarlo. Le inform�
entonces que hab�a obtenido permiso para hacerle dos visitas semanales para
preparar el caso y acordamos la fecha de la siguiente entrevista. Cuando
abandon� Los �lamos, el fr�o aire de la tarde se me hizo m�s precioso y vital
que nunca. Regres� a casa confundido. Por un lado me sent�a feliz de haber
conseguido un cliente tan espectacular, que seguramente catapultar�a mi carrera
a otras dimensiones. Por otro lado sab�a que el precio ser�a muy alto, sin saber
definir exactamente cu�l ser�a �ste.



Mi esposa estaba en casa haciendo las maletas. Sus padres
estaban por celebrar su aniversario y nosotros hab�amos planeado viajar a donde
ellos viven para acompa�arles en su fiesta. En realidad no cre�mos que yo
tuviera alguna oportunidad con el caso Shelton, as� que fue una verdadera
sorpresa cuando llegu� a casa y le cont� a mi mujer que el famoso asesino era mi
nuevo cliente.




Felicidades mi amor � dijo abraz�ndome feliz, pero luego
comprendi� que eso significaba que no podr�a acompa�arla en el viaje, y se
entristeci�.


No te pongas as� � dije bes�ndola � porque sabes mejor que
nadie lo importante que es esto para m�.


Tienes raz�n � dijo � es una oportunidad que no puedes
desaprovechar. Ser� mejor cancelar el viaje.


No, amor, tus padres jam�s te lo perdonar�n � le record� �
as� que ve tu sola y divi�rtete.


Estas seguro? � dijo cari�osa quit�ndome la corbata.


Por supuesto � concord� � comenzando a desvestirla.




Ca�mos en la cama, entre la ropa revuelta y las maletas a
medio hacer. Pronto estuvimos desnudos, haciendo el amor con ansias ante la
pr�xima separaci�n. Llev�bamos apenas tres a�os de casados, y el sexo era una
parte muy importante de nuestra relaci�n. Girando en la cama, en cierto momento
qued� de espaldas a m�. Sus bonitas y regordetas nalgas quedaron frente a mi
sexo y record� de pronto la pregunta de Shelton. Jam�s la hab�a penetrado por
detr�s, y de pronto se me antojo much�simo hacerlo. Sin dejar de abrazarla,
busqu� con la punta de mi pene la entrada de su trasero, empujando suavemente al
encontrarla.




Qu� haces? � dijo ella escandalizada al comprender mis
intenciones.


Nada � ment� � no me di cuenta de lo que hac�a.


Me asustaste � contest� ella d�ndose la vuelta y bes�ndome
en la boca � ya sab�a yo que no pod�as desear hacerme algo tan sucio como eso.


Qu� cosa? � pregunt� inocentemente.


Nada, mi vida, olv�dalo � dijo atray�ndome hacia su vagina,
y la penetr� para dar por terminado el asunto.




No pens� en lo sucedido sino hasta verla subir al avi�n y
regresar a casa. Decid� que Shelton era un buen cliente, pero eso no le daba
derecho a manipularme y que no deb�a dejarme influenciar por �l. Con esa
convicci�n, saqu� los papeles del caso y me puse a trabajar.



Los tr�mites para la siguiente entrevista fueron mucho m�s
r�pidos que la primera vez. Media hora despu�s lo esperaba en la sala de visita.
Lleg� serio y no abri� la boca hasta que el guardia abandon� la habitaci�n.




Le gust�? � fue lo primero que pregunt� al quedarnos solos.


Qu� cosa? � pregunt� a mi vez.


Si te vas a hacer el pendejo conmigo ser� mejor que cambie
de abogado � concluy� tajante.




Ambos sab�amos de lo que est�bamos hablando. Yo no era un
buen contrincante para �l y r�pidamente claudiqu�.




No, no le gust� � contest� -. Ni siquiera me permiti�
intentarlo. Dijo que era algo sucio.


Pinche vieja! � dijo Max simplemente � as� son todas,
primero dicen que no y luego les encanta que les metan la verga en el culo.




Me sent� nuevamente inc�modo con el tema. Se trataba de mi
mujer. Mi propia esposa, y el muy maldito se atrev�a a hablar de ella como si la
conociera, como si se tratara de una vulgar puta. Por supuesto no me atrev� a
rebatirle nada, y mi silencio lo interpret� como complicidad.




Ver�s � prosigui� � as� comenz� mi relaci�n con Susie.




Susie era una de las mujeres asesinadas por Shelton. La
hab�an encontrado desnuda y atada en su cama. Violada y estrangulada, con
m�ltiples lesiones en todo el cuerpo.



Shelton comenz� a relatarme su historia. Me describi� los
pormenores de su violenta relaci�n con la mujer, relat�ndome con todo detalle,
tal vez demasiado detalle, la forma en que se la cog�a.




Ten�a unas tetas grandes � las negras manos de Shelton
dibujaban en el aire su tama�o � con peque�os pezones que la muy perra adoraba
que le chuparan.




Yo tomaba notas, en silencio, con algunas preguntas de vez en
cuando. Max no necesitaba que lo apremiaran. Contaba todo y hasta daba la
impresi�n de disfrutarlo.




Entonces la acomodaba boca abajo � me dec�a � y ella
comenzaba a rogar que no se lo hiciera, pero yo sab�a que a la muy puta le
encantaba. Le abr�a las nalgas para verle el ojo del culo. Yo sab�a que quer�a
que se lo reventara, aunque fingiera que no.




Las manos de Shelton ahora no dibujaban el aire. Estaban
entretenidas en su propia bragueta, acarici�ndose un voluminoso bulto bajo el
pantal�n del uniforme. Procuraba no mirarlo, fingiendo que no me daba cuenta de
lo que estaba haciendo, pero �l sabia que lo miraba, y yo sab�a que lo sab�a. Un
juego peligroso para el que por su supuesto yo no estaba preparado.




No puedo evitarlo � confes� de pronto y sin dejar de
observarme.


Qu� cosa? � pregunt� aun sabiendo de antemano su respuesta.


Excitarme � aclar�, con las manos sobando su entrepierna.


Ya veo � dije mirando sus manos por un par de segundos y
volviendo a mis papeles, tratando de restarle importancia.


Mira � dijo �l, y obediente segu� su juego � tan s�lo con
recordar a Susie la verga se me para, se me pone dura, se me levanta, se me
pone tiesa.


S�, s�, ya entend� � dije sin poder quitarle la vista de
encima.




La tela de los pantalones parec�a ser tan delgada que el
miembro de Shelton se dibujaba claramente. El bulbo de su glande y el contorno
de su tronco, grueso y temible bajo la tela.




Te molestar�a si me la saco? � pregunt� mir�ndome
fijamente.




No supe qu� contestar, aunque sab�a que de todas formas �l
har�a lo que le viniera en gana.




Preferir�a que no lo hiciera � dije finalmente.


Y yo preferir�a que estuviera aqu� tu mujercita y me
aliviara esto � dijo apretando el bulto, haci�ndolo resaltar mas todav�a,
grotescamente vulgar e intimidante al mismo tiempo.




La referencia a mi esposa me molest� bastante. Me puse de
pie, con la firme intenci�n de dejarlo, por muy buen cliente que fuera. Shelton
ni se inmut�. Sonre�a viendo mi furiosa turbaci�n. Toqu� a la puerta, alertando
al guardia, que vino un minuto despu�s.




Se marcha ya? � pregunt� el guardia.


No � contest� Shelton por m� con total tranquilidad �
necesita ir al ba�o.




El guardia me mostr� el camino y lo segu� simplemente. Me
acompa�� hasta el lavabo, sin despegarse de m�.




Son las reglas � me explic� � una vez que se le revisa no
puede abandonar la sala sino es compa��a de un guardia.




Asent�, todav�a inc�modo, y no tuve mas remedio que tratar de
orinar para justificar mi necesidad de ir al ba�o. Me saqu� el pene y para mi
sorpresa estaba medianamente erecto. El guardia no dejaba de mirarme, haciendo
todav�a mas dif�ciles las cosas. Con el pito en la mano, no pod�a hacer otra
cosa que esperar a que me dieran ganas de orinar.




A veces escuchar otra meada ayuda � dijo el tipo
acomod�ndose al lado.




Con absoluta desenvoltura se sac� el pene y comenz� a orinar
ruidosamente. Por pura inercia baj� la mirada. Un potente chorro de orina
revent� ruidosamente en la porcelana. Su hombro casi tocaba el m�o. Termin� de
orinar y comenz� a sacudirse el pene. La cabeza brincaba entre sus dedos, y a
pesar de que ya ninguna gota sal�a, continu� con lo mismo. Su verga comenz� a
engrosarse y la situaci�n comenzaba a salirse ya de todo contexto. Descubr� mi
propio pene endureci�ndose, y avergonzado me sub� la cremallera. El guardia s�lo
sonri� y me acompa�� de regreso a la sala de entrevistas.



Shelton nos mir� entrar, con esa media sonrisa enigm�tica que
s�lo logr� hacerme sentir aun mas avergonzado.




Todo bien? � pregunt�, sin dirigirse a ninguno en especial.


Creo que s� � dijo el guardia dej�ndonos solos.




Tom� asiento, sin atreverme a mirar a Shelton a los ojos.




Te ense�� la verga? � pregunt� sin darme un minuto para
recomponerme.


Qui�n? � pregunt� s�lo para ganar tiempo.


No te hagas el pendejo conmigo, abogadito � dijo Shelton
incorpor�ndose.


La vi apenas un par de segundos � dije coloc�ndome las
gafas, fingiendo que no me importaba.


Y la tiene grande? � continu� implacable.


Yo que s� � explot� dejando los papeles en la mesa y
encar�ndolo.


M�s grande que esta? � dijo Shelton sin alterarse con mi
estallido.




Separ� las manos de su regazo. En mi ausencia, se hab�a
abierto la bragueta, y ahora me mostraba su enorme y oscuro pene sin el menor
reparo. No pude evitar mirar la gruesa y monumental estaca de carne,
imp�dicamente erecta, mostr�ndose orgullosa en su total longitud. Era uno de
esos penes que s�lo se ven en las pel�culas pornogr�ficas y que uno siempre
piensa que no existen en la vida real.



Aquello ya era imposible de aguantar. Tom� todos los papeles
y los amonton� en mi portafolio, decidido a marcharme. Toqu� la puerta
nuevamente y mientras el guardia ven�a, Shelton me advirti�.




Olvidaste los anteojos, abogado.




Regres� a la mesa para tomarlos. Shelton apres� mi mano y la
llev� hasta su verga, oblig�ndome a tocarla. La sent� caliente y dura contra el
dorso de mi mano. Trat� de zafarme, pero era mucho mas fuerte que yo. Finalmente
me solt�.




Te espero dentro de tres d�as � dijo, y se aboton� la
bragueta sin dejar de sonre�r.




Regres� a casa hecho un mar de confusiones. A ratos decid�a
mandar todo al carajo y luego me arrepent�a. Encontr� un mensaje de mi mujer en
la contestadora. Dec�a que me extra�aba y que me deseaba suerte con mi nuevo
caso. No pod�a fallarle. Tom� una ducha caliente. Al salir del ba�o me mir�
desnudo frente al espejo. Al ver mi pene en el reflejo pens� en la verga de
Shelton y en la del guardia. Nunca antes me hab�a sentido atra�do por los penes
de otros hombres. Ahora hasta ten�a una erecci�n con s�lo recordarlos. Me
masturb� con rabia, pero con infinito placer, por mas que quisiera no
reconocerlo.



Los tres d�as pasaron volando. La tercera visita y de nuevo
recorr� el camino hacia Los �lamos. El guardia me sonri�, cosa que no hab�a
hecho en las visitas anteriores.




Debo revisarlo antes de la entrevista � me inform�.


Porqu�? � pregunt� � ya lo hicieron antes de llegar aqu�.


Son las reglas, abogado � dijo simplemente, comenzando a
palparme.




De pie, solos �l y yo en la blanca sala, recorri� r�pidamente
mi pecho y mis costillas. Mas abajo, sus manos se demoraron en la revisi�n.
Toquete� mi trasero con total detenimiento, como si hubiera encontrado un bulto
sospechoso. Me mantuve en silencio, a pesar de sentir que la cosa estaba ya
pas�ndose de la raya. Me revis� los muslos y subi� hasta mi entrepierna. Me
agarr� los huevos y el sexo, que reaccion� con el contacto.




Creo que es suficiente, no cree? � dije ya molesto.


Eso lo decido yo � dijo con tono autoritario.




Mir� sus ojos claros y fr�os. El bigote rubio parec�a
sonre�r, orgulloso del poder que ostentaba y no tuve mas remedio que dejarlo
continuar. Una mano en la bragueta y otra en mis nalgas. Los minutos pasaban
silenciosos.




Parece que todo esta en regla � dictamin� finalmente, y me
dej� solo, a la espera de Shelton.




Regres� con �l en pocos minutos. Ven�an los dos sonriendo, y
me sent� mortificado al pensar que el guardia le hab�a contado sobre la forma en
que me hab�a revisado. Shelton se sent� y no dijo nada hasta que estuvimos
solos.




Continuemos con la entrevista � dijo, y de alg�n modo me
sent� decepcionado de que no hiciera ning�n comentario.




Me habl� entonces de Marilyn, la segunda mujer asesinada. Era
rubia y delgada. Los detalles de la relaci�n parec�an una copia de la primera.
Shelton se explay� en la descripci�n de la ropa intima de la mujer.




Deber�as de haberla visto � me explicaba � usaba unas
peque�as tanguitas que apenas si le cubr�an el chocho, dejando asomar algunos
pelos.




La vulgaridad del hombre logr� hacerme sentir nuevamente
inc�modo, aunque de alg�n modo me excitaba su excitaci�n. Lo dej� continuar,
cada vez mas embelesado con su historia.




Me gustaba quitarle las bragas y olerlas � dec�a �l �
porque el olor de su co�o era delicioso.




De nuevo estaba sob�ndose la entrepierna. Me descubr�
deseando que continuara haci�ndolo.




Tu mujer usa tanguitas? � pregunt� con su acostumbrado y
sorpresivo estilo.


S� � contest� sin sentirme molesto con la pregunta.


Y huelen rico? � continu� mientras se acariciaba.


No lo s� � confes� � nunca he olido su ropa interior.


Pues deber�as hacerlo, abogado � dijo baj�ndose el cierre
lentamente.




No se sac� la verga. Dej� simplemente que viera un negro
trozo de ella por la abertura de la cremallera abierta. Las venas del tronco
resaltaban en la piel oscura. Se movi� en el asiento, de modo que los pantalones
y la bragueta abierta se corrieron mas hacia abajo, dejando asomar esta vez las
bolas de sus huevos. Negros y cubiertos de apretados rizos oscuros.




Tienen tanta leche ya � dijo acarici�ndose los gordos
test�culos.




Asent� en silencio. No sab�a que otra cosa hacer.




Me imagino que los tuyos no � continu� sin dejar de
acariciarse las oscuras bolas � porque te has de coger diario a tu mujercita.


No � contest� � ella no esta. Lleva mas de una semana
fuera. Se fue de viaje.


Entonces has de estar tan caliente como yo � dijo sob�ndose
ahora el bulto de su verga erecta.


S� � confes� casi en trance.


D�jame ver qu� tan caliente � pidi� con esa voz ronca y
masculina.




Me puse de pie. En realidad ni yo mismo podr�a explicar
porqu�. Me baj� la cremallera. Met� la mano en el hueco abierto y me acarici� el
pene sin sac�rmelo.




Lo tienes duro? � pregunt� con la vista fija en mi cara, no
en lo que hac�a mi mano mas abajo.


S� � contest� a media voz.


Guardia! � grit� de repente.




Me acomod� los pantalones a toda prisa. El guardia entr� poco
despu�s.




El ba�o otra vez? � dijo el rubio bigote al entrar.




No supe como ocultar mi profunda excitaci�n. Lo segu� con tal
de no tener que explicarlo. Los espejos del ba�o me devolvieron mi propia
imagen. Casi no me reconoc�. La mirada vidriosa, el aliento agitado y el guardia
sac�ndose la verga frente al urinal, descarado frente a mis ojos. Comenz� a
masturbarse. La mano iba y ven�a sobre aquel pedazo de carne dura y tensa. No
hice otra cosa que mirarlo y resoplar de excitaci�n.




Ven aqu� � dijo tomando mi mano y llev�ndola hasta su pene.




Lo tom� con mi mano y comenc� a seguir el movimiento que la
suya me se�alaba. El prepucio cubr�a y descubr�a el glande. Los ojos claros
ahora cerrados, concentrados en el goce que mi mano le estaba proporcionando. Se
vino poco despu�s, manchando de semen los adoquines del piso. Regresamos con
Shelton.




Creo que hemos terminado por hoy � me dijo, y me sent�
inexplicablemente decepcionado.


De acuerdo � acept� recogiendo los papeles � lo ver� la
pr�xima semana.


Quiero que me traigas una cosa � dijo antes de que llegara
el guardia.


Qu�? � pegunt�, pensando en cigarrillos, libros o algo por
el estilo.


Unas bragas de tu esposa � dijo llanamente � usadas y sin
lavar.




Sal� de all�. Necesitaba aire. Necesitaba calmarme. La verga
me dol�a, tensa y congestionada, pero no me detuve hasta llegar a mi casa.
Autom�ticamente busqu� en la pila de ropa sucia. All� estaba la ultima muda de
ropa sin lavar. M�a y de mi mujer. Tom� la ropa interior de ambos, oliendo mi
propio olor y el de ella. Mis sentidos parec�an estallar, pero me di una ducha
fr�a y me resist� a dejarme atrapar por el monstruo del deseo.



En realidad s�lo logre aplazarlo. En la siguiente visita, la
ropa interior iba dentro del portafolio. El guardia ni cuenta se dio. Estuvo m�s
pendiente de meterme mano que de revisar mis papeles. Esta vez no se demor� en
mi pecho y mis costillas. Me agarr� las nalgas sin mayor disimulo y me excit�
inmediatamente al sentir su contacto. Definitivamente muchas cosas hab�an
cambiado. Ahora aquellas manos sobando todo mi cuerpo por encima de la ropa no
hac�an sino excitarme y lo dej� continuar hasta que ambos, ya jadeantes, tuvimos
que suspender la revisi�n porque estaba ya demor�ndose demasiado.



Cuando Shelton lleg� no me pidi� la prenda �ntima de mi
mujer. En vez de eso comenz� a relatarme sobre Laura, su tercer victima.




En realidad no era Laura � me aclar� � no s� como se
llamar�a antes de la operaci�n, pero cuando la conoc� ese era su nombre.


Cu�l operaci�n? � pregunt� tomando nota de ese importante
dato.


Con la que le mocharon el pito � dijo con su habitual
tranquilidad.




Dej� la pluma sobre la mesa. Me cont� la historia con Laura y
el morbo que sent�a por penetrar su vagina, creada por la habilidosa pericia de
un cirujano.




De cualquier forma � continu� � tambi�n me gustaba mucho
darle por el culo, y creo que a ella tambi�n, o a �l, que da lo mismo. Un culo
es un culo, da igual si es de macho que de hembra � termin�.


Si usted lo dice � coment� nada mas por decir algo.




De nuevo estaba excitado, y yo tambi�n. Se acariciaba la
verga y me miraba.




Te acordaste de mi encargo? � pregunt� sob�ndose despacio
la gruesa tranca sobre los pantalones.




Saqu� el paquetito con la ropa interior. Las braguitas
blancas quedaron entre ambos, sobre la mesa. Shelton las tom� y se las llevo
inmediatamente a la nariz. Aspir� con fuerza, y yo con �l. Me miraba fijamente.




S�came la verga de los pantalones � orden�.




Me hinqu� entre sus piernas abiertas sin pensarlo. No quer�a
pensar, s�lo actuar sin detenerme a analizar nada. Desaboton� sus pantalones y
liber� su grueso y moreno pene. De inmediato llev� las bragas hasta su erecci�n
y se acarici� con ellas. La blanca y sedosa tela resbalando por la carne oscura
y tensa. El olor del macho mezcl�ndose con el delicado perfume de la prenda.




Ahora hu�lela t� � me dijo.




Tom� la prenda y la ol�. Ahora, el penetrante aroma de su
verga opacaba el del co�o de mi mujer, pero la mezcla era doblemente excitante.
Me tom� por los cabellos y me jal� hacia el monumento erguido. Pude olerlo ahora
en vivo. Un olor salvaje, casi animal. No necesit� ped�rmelo, pos� los labios
sobre la jugosa y gorda cabeza. Shelton suspir� de placer. Lam� el tronco, hacia
abajo, a todo lo largo de su hinchado miembro, reconociendo su sabor, su textura
y su tama�o.




D�jame oler ahora tus calzones � pidi�.




Saqu� mi ropa interior del portafolios.




Esos no � dijo � los que traes puestos ahora.




Me puse de pie como un aut�mata. Me quit� los pantalones y
sin dudarlo me quit� el slip. Desnudo de cintura para abajo se los entregu�.
Apenas si los oli�. En realidad quer�a otra cosa, pues me dio la vuelta sin mas
explicaciones y me recost� sobre la mesa. Aplast� los anteojos y las anotaciones
del caso. No me import�. Sus manos negras sobre mis blancas nalgas. Su lengua
caliente lamiendo la temblorosa carne de mis gl�teos.




Un culo es un culo � murmur� a mis espaldas y le di toda la
raz�n.




Me abri� las nalgas con sus manos esposadas, ama��ndose de
todas formas para meter su cara entre ellas. Su lengua alete� en mi ano,
imperiosa y demandante. Gem� al sentir �ntimo contacto de su boca en mi culo.
Jam�s hab�a conocido una sensaci�n semejante. Su lengua humedec�a por completo
la raja entre mis nalgas, dejando mi culo mojado y sensible. Cada lenguetazo
eran olas de placer corriendo por mi espalda.




Abogado, abogado � me dijo � te voy a reventar el culo a
vergazos.




Y lo har�a. Estaba seguro de que lo har�a, y aun as� no me
import�. Permanec� en aquella sumisa posici�n, como seguramente lo hicieron en
su momento Susie, Marilyn y Laura, aunque ellas con un tr�gico final. Aferrado
al borde de la mesa como se aferra uno al borde de un precipicio. Asom�ndome al
peligro, consciente de caer en cualquier momento pero deseando vivir la
experiencia de todos modos.



Shelton se puso de pie, y sab�a bien lo que eso significaba,
que me romper�a el culo a vergazos como ya me hab�a advertido. La cabeza de su
pene se acomod� entre mis gl�teos, subiendo y bajando, recorriendo la raja que
los divid�a y acariciando con el glande pegajoso mi ano, resbaladizo y tierno
con tanta humedad. Presion� encontrando mi natural resistencia, pero no tanta
como para impedir que finalmente me penetrara. Tan s�lo la cabeza y dol�a como
el miedo. Miedo de que continuara, miedo de que se detuviera, y en el comp�s de
espera, la agon�a era placer y el placer era agon�a. Me aferr� al acantilado,
con dedos tensos y gesto desesperado. El resto de la verga entr� en mi cuerpo,
tan lentamente que empec� a rogar porque estuviera dentro completamente y
terminara de una buena vez su dolorosa invasi�n.




Guardia! � grit� como tantas otras veces, con la diferencia
que esta vez yo no pod�a moverme ni escapar.




El guardia lleg� mucho m�s r�pido de lo esperado. El bigote
sediento ya de anticipaci�n.




Te dije que me lo encular�a � le dijo Shelton con la verga
firmemente enterrada en mi cuerpo.


Y nunca te equivocas, desgraciado � contest� el guardia
sob�ndose el gordo bulto de la entrepierna, dando vueltas por todos lados,
atisbando entre mis piernas, desde arriba, desde abajo, maravillado con las
blancas nalgas del abogado traspasadas por el negro arp�n del presidiario.




El guardia se abri� la cremallera. La verga ya dura y
preparada. Mi boca a su entera disposici�n mientras atr�s el fierro candente
comenzaba a moverse lentamente, llev�ndose consigo mis entra�as. Gemidos
apagados, no supe si m�os, de Shelton o del guardia, o de todos juntos a la vez.
Una vor�gine de sensaciones. Un c�mulo de cosas que separadas eran fant�sticas,
pero que juntas eran una locura que definitivamente yo no sab�a manejar. Me
perd� all� mismo. Deje de ser el abogado. Era un animal arponeado y destripado
que s�lo quer�a mamar y ser cogido. Los brutos se embrutecieron todav�a mas,
como los chacales al olfatear la presa herida. Me daban vueltas en la mesa, me
sub�an, me bajaban, intercambiaban las posiciones, perfor�ndome, someti�ndome,
us�ndome sin la menor consideraci�n, y a pesar de todo, en el fondo de todo,
voluntariamente particip� de todo.



Probablemente esta certeza fue la que me permiti� aguantar
hasta el final. Resistir hasta tener el semen de Shelton escurriendo entre mis
muslos, y el del guardia resbalando por mi garganta.




Quieres que te la mame? � pregunt� el guardia viendo mi
erecci�n.


No � contest� comenzando a vestirme.




El calz�n me lo arrebat� Shelton antes de poder pon�rmelo.




De recuerdo � dijo simplemente.




Recuerdos los m�os, pens� para mis adentros poni�ndome los
pantalones sin ropa interior, dolorosamente consciente del roce de mi verga
excitada contra la tela. Sal� despeinado y sucio. No me importaron las miradas
curiosas de los dem�s guardias en el largo trayecto hacia la salida. Me cubr�a
la entrepierna con el portafolio, o de lo contrario cualquiera de ellos hubiera
notado la forma en que mi pene elevaba la entrepierna como una tienda de
campa�a. Llegu� hasta el coche y comenc� el descenso de Los �lamos. Mi mente aun
llena de im�genes, mi cuerpo aun temblando de deseo. Tuve que frenar a medio
camino.



El bosque solitario y el hambre del deseo quem�ndome por
dentro. Me intern� unos pocos metros, todo eran ramas, arbustos y el aire limpio
y fresco de la tarde. Me quit� la corbata, el saco y todo lo que me estorbaba.
Las hojas secas crujieron bajo mi piel desnuda. Mis manos ol�an a semen, las
puntas de los pezones erectas al contacto con el aire y los recuerdos. Comenc� a
masturbarme antes de que pudiera olvidar las enervantes sensaciones que acababa
de experimentar, revolc�ndome en el penetrante aroma de los pinos mientras
exudaba mi prohibido placer en el silencioso bosque.



En casa, de nuevo controlado, decid� que aquello no pod�a
volver a repetirse. Mi relaci�n con Shelton ser�a en adelante estrictamente la
de cualquier cliente y abogado. Nada de sexo ni situaciones que no pudiera
controlar.



Armado con esa decisi�n trat� de poner algo de orden en el
caos que eran ahora mis notas y papeles. Comenc� a apilarlos y clasificarlos
nuevamente. Una gruesa gota de semen humedec�a uno de ellos. Sin pensarlo lo
llev� hasta mi nariz, y como en un trance saqu� la lengua y lo lam�. De
inmediato volv� a sentir la dolorosa presi�n del deseo.



Aun faltaban tres d�as para la entrevista. No sab�a como iba
a poder soportarlo.






Si te gust�, h�zmelo saber.


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Relato: La entrevista
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