Cuando me fui a estudiar, tuve que trasladarme de mi lugar de
origen a la ciudad, me dediqu� a buscar alojamiento y checaba todos los anuncios
de peri�dicos en que se ofertaban habitaciones de renta y asistencia para
estudiantes. Me dirig� a la m�s cercana a la Universidad y despu�s de una
entrevista, fui aceptado. La casa era peque�a ten�a 2 habitaciones divididas por
un peque�o patio, una peque�a cocina, un ba�o, y una peque�ita sala al entrar,
los due�os, una pareja con 2 ni�itas, viv�an al lado.
Al otro inquilino lo conoc� esa tarde cuando lleve mis cosas.
Hola, soy Ra�l, Estoy comiendo. �Quieres?
No gracias, mucho gusto me llamo Carlos.
Estaba sin camisa soportando el calor, a pesar de que no es
un atleta, Sus dorsales perfectamente pronunciados ca�an vertiginosamente,
y con toda su potencia de hombre, abriendo paso a un abdomen que no era un
lavadero pero era igual de seductor con melodiosas formas. El atractivo
continuaba en unos fornidos pectorales cubiertos de un fino vello que
acariciaban a unos pezones oscuros y erectos, hasta caer pronunciadamente
trazando un eje que se ocultaba en la entrepierna. Si admirabas sus ojos grandes
y oscuros, comprend�as, al momento de sumergirte en esa atrayente mirada, las
grandes dosis de ferocidad que pod�a albergar un sujeto como aquel. Sin embargo,
ten�a unos labios tentadores, con un labio inferior grueso y carnal que
despuntaba orgullosamente. El resultado era una cara masculina sin ser
bonita, si sumamente atractiva en el que las notas de hombr�a se depositaban
desperdigadas hasta formar un conjunto recio y arrebatador.
Cuando me sorprend� con estos pensamientos, con un "con
permiso" me desped� y me dirig� a la habitaci�n que ser�a la m�a.
Despu�s de 3 semanas, ya sabia Yo, que tenia 25 a�os,
estudiaba ingenier�a, trabajaba y hab�a venido de una poblaci�n en otro estado,
y era el mayor de 3 hermanos. Notaba como no dejaba de mirarme con intensidad,
como si estuviera fotografiando cada parte de mi cuerpo. Sin embargo, la osad�a
de sus miradas, se acompa�aban de frecuentes tocamientos a su paquete que
masajeaba de una forma peculiar, subrayando m�s la potencia de su masculinidad.
La jugada siempre terminaba con una mirada directa a los ojos
intentando escrutar los efectos de su comportamiento, y aunque Yo, no era
homosexual y no cre�a que �l lo fuera, s� me divert�a esa complicidad que iba
naciendo entre los dos.
Una de esas noches en que la fortuna me sonri� s�lo a m�,
ocurri� un detalle m�s a sumar a la complicidad que ya ten�amos. Estaba en un
mete y saca delicioso con una chica, que esa noche hab�a conocido, cuando RA�L,
lleg�. En ese momento, mi ni�a par� la gozosa embestida, apen�ndose un poco de
que la descubrieran en plena faena.
- �Tranquila! Est�s en mi casa. No son tus padres...
Pero algo percib� que me hizo recordar que no s�lo era mi
casa. RA�L, abri� la puerta. Yo esperaba el ruido que indicar� que hab�a entrado
a su habitaci�n, pero este no lleg�.
Instintivamente mir� hacia la ventana y vi que ten�a la
persiana semicerrada dejando una peque�a abertura; tambi�n vi que la sombra de
RA�L, se proyectaba en la ventana. Sospech� que quer�a calentarse no s�lo con el
sonido de nuestros asaltos, sino tambi�n con su vista mientras se masturbaba.
Ignor� la raz�n, pero aquello me excit� m�s, y esa parte exhibicionista que
solemos tener sali� a escena.
Me encantaba pensar que el muy cabr�n, se estaba calentando
no s�lo por la deliciosa vagina, que yo saboreaba, sino por la fogosidad de mi
combate. Sab�a que en ese momento RA�L, estar�a pensando que era yo, que
aquellas piernas musculadas que daban potencia a mi pubis, eran las suyas que
aquella espalda ancha y fornida, ara�ada por la codicia de la chica, era la
suya. En aquel momento, quise saber si la verga que yo portaba tambi�n
creer�a �l que era la suya. Decid� cambiar de postura, la puse a cuatro patas
sobre el ancho de la cama y me puse de perfil ofreci�ndole una amplia vista
sobre mi verga a la que masajeaba lujuriosamente a lo largo de los diecisiete
cent�metros de su torneado y grueso talle. Cog� mi glande y acarici� la
punta con unos suaves masajes, justo donde se une con el frenillo, d�ndole m�s
gusto, si cabe, a una maniobra como aquella. Al momento le ensart� toda la verga
en su chorreante concha, mont�ndola justo por encima de su culo para que su
ardiente raja disfrutara de toda mi longitud y friccionar� de un modo m�s
placentero una verga acostumbra a abrir los m�s malsanos apetitos. En esa
postura inici� un mete y saca en�rgico en el que mis manos se entreten�an
masajeando las deliciosas tetas de mi babeante amiga, que no dejaba de suspirar
y moverse como una locomotora. Mi placer era m�ximo. Por un lado, una vagina con
pocos kil�metros de verga y ansiosa por aprender; por otro, saber que mi amigo
se la estaba jalando ante la potencia de mi fortaleza, y, adem�s, con una vista
en primera fila. Esa postura le permit�a ver todo el perfil de mi verga, pues
mis piernas se situaban justo en la vertical de los muslos de aquella nenita que
se debat�a con la potencia de mis incursiones. Mi verga penetraba con avaricia
en aquella jugosa cueva. Cada arremetida se expand�a como una ola en un
movimiento continuo de flujo y reflujo. El h�medo sonido de mis embestidas era
una nota m�s que se a�ad�a a aquella canci�n de ayes y suspiros, aumentando
deliciosamente la temperatura que all� se respiraba.
La imaginaci�n del momento representaba al pobre RA�L,
sucumbiendo a la envidia en una solitaria pero codiciable jalada.
Ella ya iba por su segundo o tercer orgasmo y aquella vagina
succionadora no hac�a otra cosa que empaparse m�s abundantemente, a m� me
encanta eyacular dentro de la vagina y disfruto viendo como despu�s �sta va
expulsando mansamente parte de la mercanc�a que antes trag� con glotoner�a.
Cuando not� que mis deliciosos jugos se abr�an paso decid� que tambi�n esa leche
ir�a hacia aquella esquina. Y as� cuando la base de mi verga se ensanch�, saqu�
mi verga de aquella golosa concha y dirig� mis trallazos de leche al jadeante
espectador de la ventana.
La abundante leche fue acompa�ada no s�lo de un grito
desgarrador, sino de unos meneo voluptuosos que trataba de hacer llegar aquella
c�lida carga a los pies de ese mir�n que me hab�a dado uno de los m�s ardientes
orgasmos de mi vida.
Yo, segu� acarici�ndome el paquete al m�ximo para mostrar
todo su esplendor; al tiempo me tocaba los huevos para despu�s subir
fren�ticamente por ese m�stil empapado de flujos vaginales y ayudar a que
aquella eyaculaci�n viajase hasta mi colega.
El cierre de la funci�n se produjo cuando volv� a escuchar
que la puerta de la habitaci�n de RA�L,, se cerraba. En ese momento, ante el
asombro de mi chica, sal� envuelto en la colcha para ver si encontraba alg�n
testimonio de mi fantas�a
- �Qu� haces?
�Nada, tranquila! Es que me pareci� haber visto a un gato
Y all� estaba la prueba evidente de que mi fantas�a se hab�a
hecho realidad. Contra la pared hab�a restos de una generosa eyaculaci�n que se
escurr�a d�cilmente hacia el suelo. No s� porque pero no pude resistir la
tentaci�n y tom� entre mis dedos aquella viscosa verificaci�n de su
masculinidad; pero mi tentaci�n fue a m�s. Su habitaci�n se hallaba a oscuras y
dif�cilmente se pod�a distinguir nada. Sin embargo, abr� poco a poco la colcha
que me cubr�a para mostrar una �ltima visi�n a mi caliente amigo. Tras esto me
cubr� lentamente para volver al ataque que aquella ansiosa chica me ped�a.
Cuando nos volvimos a ver, no coment� nada. �l tampoco entr�
en el tema y ni siquiera lanz� esas miradas acostumbradas, que secuestraban todo
lo que ve�a. Por mi parte, consider� tomarlo como un pacto no escrito en el que
alg�n d�a yo encontrar�a la recompensa que �l hab�a disfrutado.
Y as� una noche a las tres de la ma�ana, me despert� el ruido
de la puerta abri�ndose y pasos de dos personas entrando, present� que hab�a
llegado el momento de pasar mi factura. Pero no fui el �nico que lo vio as�,
porque lo que hizo RA�L, fue abrir la persiana completamente.
As�, aquel fogoso ritual se inaugur� y los gemidos que empec�
a escuchar daban a entender que la caldera del deseo se hab�a puesto a hervir y
que en ese momento estaban desnudando sus cuerpos para comerlos golosamente.
Abr� la puerta con la mayor desverg�enza para que �l fuera
consciente de que yo estaba all� mirando. Mi cuerpo herv�a de excitaci�n, Opt�
por desabrocharme el pantal�n, pues mi grueso amigo ped�a espacio y aire libre,
y antes de ver nada lo salud� con unos suaves movimientos circulares que
animaban a mi glande. Me sent� c�modamente justo en el borde donde se
iniciaba la pantalla de un espect�culo que estaba hecho para m� en exclusiva.
�Por fin, prepar� mi mirada para el espect�culo que iba a ver!
Durante un segundo o dos dud� sobre la veracidad de lo que
traduc�an mis ojos. �No pod�a ser! RA�L, se encontraba en ese momento metiendo
su verga, en la boca de otro hombre. Aparte r�pidamente la mirada tratando de
asimilar lo que no cre�a, y una segunda oportunidad me vino a verificar que era
cierto todo lo que mi asombro ve�a. RA�L,, met�a su erecto miembro a la boca de
un muchacho de unos 20 a�os. El joven ten�a los ojos cerrados y hac�a verdaderos
esfuerzos por meter aquella verga completa. Yo no sab�a muy bien qu� hacer.
Siempre que me sacude lo inesperado tardo en reaccionar esperando alguna se�al
que me indique el camino.
Esa se�al la ten�a entre mis manos. Mi verga segu�a igual de
dura que antes. Lo que acababa de ver no la afectaba en absoluto. Es m�s, casi
pod�amos decir que le a�ad�a un morbo suplementario: no s�lo era la primera vez
que gozaba del papel de mir�n, sino que esta primera vez lo iba a hacer con algo
que no hab�a imaginado, tan nuevo que fascinar�a a mi poderosa imaginaci�n con
cada uno de los insospechados atajos que pod�a tomar aquel espect�culo.
T�midamente fui acostumbrando mi mirada aquel plato que no me
seduc�a pero que, sin embargo, ten�a un poder de atracci�n que me aferraba.
El cuerpo de RA�L, se hallaba en tensi�n. La fibra de sus
lampi�as nalgas resaltaban poderosamente lo recio de esta parte de su anatom�a;
pero lo mejor lo ten�a ahora aquel chico en su boca.
La robustez de aquel aparato se iniciaba en sus huevos. Eran
prietos y grandes, ese vigor se catapultaba a su espl�ndida verga de su base
surg�an un mont�n de venas que regaban aquel material,
Yo no pod�a apartar mis ojos de aquello. Durante aquellos
primeros minutos no volv� a tocarme la verga que, pese al fr�o que hac�a, segu�a
conservando su fortaleza. El chico quit� la verga de su boca y la lengua
recorri� aquel surcado m�stil mordisqueando suavemente la mata de vello salvaje
que adornaba los huevos. Cuando RA�L, se la chup�, �l no pudo hacer otra cosa
que retorcerse como una puta, lanzando a diestro y siniestro unos gemidos que te
entraban en la m�dula.
En ese momento me percate de que todo lo estaba haciendo para
m�. RA�L, hab�a girado levemente para que no perdiese detalle de esa anatom�a
que a esas alturas ve�a con deseo.
Cuando volv� a mirar a RA�L, este abr�a las piernas del
t�rtolo para devorar golosamente el sabor de aquella raja. RA�L, dej� de lamer,
pero no de hurgar. Cada nueva jugada me era mostrada. Primero un dedo que hizo
dar al efebo como un peque�o maullido, al rato, me mostr� dos dedos. Pasaron
como dos minutos hasta que mostr� los tres dedos, la respuesta fue igual que la
anterior: un peque�o gesto de dolor que termin� muerto por el goce que de nuevo
alumbraba la cara del chico. De nuevo quit� los tres dedos meti�ndolos en la
boca y chup�ndolos con deleite. Una vez empapados volvi� a meterlos en ese culo
que se abr�a como una flor a sus expectativas.
Pese a la dilataci�n y lo empapado que estaba, RA�L, sac� de
la mesilla un peque�o tubo de gel ech�ndose una generosa cantidad en la palma de
la mano. Con una lujuria aberrante extendi� la crema a lo largo y ancho de su
fabulosa verga. El muchacho no dej� de mirar aquella maniobra que, como todo lo
que hac�a RA�L,, aumentaba la tensi�n del momento.
En un momento, el glande de su verga desapareci� por aquella
gruta que ten�a la habilidad de adaptarse d�cilmente a las propiedades de los
innumerables intrusos que anhelar�an un culo como aquel. Una suave embestida
marc� que el tiempo de espera hab�a finalizado s�lo hab�a metido un tercio de
aquel suntuoso ejemplar y ya el culo del muchacho se hallaba dilatado al m�ximo.
Otro empuj�n m�s y la mitad de aquella verga saboreaba ya las placenteras
secreciones del joven. Finalmente, un golpe seco introdujo la verga hasta la
empu�adura presionando all� con fuerza y qued�ndose parado durante un momento
que pareci� eterno. En ese momento el muchacho ten�a la mirada desorbitada,
vidriosa. Sus labios, perfectamente dibujados y finos, se abr�an ahora en una
mueca exagerada que manifestaban la intensa sensaci�n que se alojaba en su
interior.
En todo este lapso RA�L, no hab�a dejado de besar con �mpetu
al muchacho. Sus brazos volvieron a estrechar aquel cuerpo. y empez� una
cadenciosa penetraci�n.
En aquel momento yo ya no pod�a m�s. Estaba a las puertas de
una corrida bestial y el cosquilleo de mis huevos me avisaba que �sta no
tardar�a en llegar. Mi intenci�n era retrasar aquel momento para seguir
disfrutando de la funci�n. Dej� de tocar mi verga para centrarme en
exclusiva en aquel mete y saca delicioso que, a escasos metros de m�, se estaba
produciendo.......
Yo comenc� a tocarme los huevos y a hurgar por el camino que
ellos marcaban hasta llegar a mi ano. All� sustitu� aquella prodigiosa
herramienta que me quitaba el sentido por el dedo que entabl� un suave masaje en
esa gruta oculta para m�. Mirando las incursiones de aquel semental, emul�
aquellos ataques despertando en mi un erotismo inexplorado. Era tal la
sensibilidad de mi ano, que la simple punta del dedo pulsaba todos los resortes
de gozo que alojaba. Esas invasiones las rim� con un suave meneo de mi verga;
todo esto sin apartar la mirada de aquella excitante cogida.
Mis huevos cosquilleaban. Una corriente el�ctrica emergi� de
aquel punto hacia todas las partes, al tiempo que mi leche rebosaba y se abr�a
paso por el m�stil de mi verga, con un vigor desmedido. Mi cuerpo se retorci� en
un espasmo glorioso y las eyaculaciones salieron en una potente procesi�n hasta
salpicar la pared y el suelo
Repentinamente la verga de RA�L, inici� una fren�tica y
repentina penetraci�n, surcando golosamente aquel culo dominado ante su
voluntad. Aquella masa fibrosa parec�a atesorar en ese momento toda la
bestialidad que hab�a disfrazado de voluptuosa ternura. tomando por los pelos al
muchacho, que a�n segu�a sumido en aquella zozobra, comenz� un meneo que parec�a
partir por la mitad aquel pueril cuerpo.
El cuerpo de RA�L,, que instantes antes serpenteaba como un
diestro amante, era ahora como un hurac�n que transportaba los furiosos vientos
de su en�rgico sexo. Aquel miembro surcado por abultadas venas parec�a ahora
dotado no s�lo de la dureza del acero, sino tambi�n de la ferocidad de un le�n.
S�bitamente par� aquellos voraces ataques y arque� su cuerpo
tension�ndolo al m�ximo hasta suspender al extenuado chico en el vac�o,
manteni�ndolo all� durante unos segundos. Tras esto, volvi� a arrojarlo a la
cama y sac� aquella sabrosa verga, que ni en ese estado perd�a su certera
punter�a. Impetuosamente, como si fuera una r�faga de metralleta, unas espesas
corridas de leche se estrellaron contra el cristal de la ventana, apuntando
directamente a mis ojos, al tiempo que el eco de un rugido calaba toda la
habitaci�n. La �ltima imagen que vi era su figura totalmente desfigurada por esa
compacta leche que, con su peso grave, se precipitaba por el cristal, Tras esto
me levant� cerr� mi puerta con fuerza. Un instante despu�s �l tambi�n abri� su
puerta.
Me excit� figurarme que �l tomar�a entre sus dedos el mismo
trofeo que hab�a tomado yo en su momento, que tocar�a su suavidad, que notar�a
esa perdida calidez que ya se hab�a enfriado, pero que yo a�n conservaba intacta
relami�ndose, en cualquiera de mis dos cabezas, ante su majestuosa hombr�a. No
quer�a mirar por mi ventana, absurdos pensamientos de culpabilidad sembraban ese
encontrarme con la mirada de aquel ser que ahora deseaba, la intensidad de este
desasosiego aument� al escuchar como RA�L, cerraba la puerta, dej�ndome sin la
compa��a de su mirada, solo y abandonado a una culpabilidad que mataba al ser
que yo, hab�a sido momentos antes.
Durante media hora no escuch� ni un solo ruido. Sin embargo,
la puerta de su habitaci�n se abri� y entre susurros que no llegu� a captar lo
acompa�� hasta la puerta. Fue una despedida breve, pues la puerta se cerr�
r�pidamente, no escuch� ning�n sonido que delatase que RA�L, segu�a all�.
Me di la vuelta entristecido porque �l se hab�a marchado. No s� porque extra�a
raz�n, pues aunque no deseaba verlo, ambicionaba que �l se quedara.
Inesperadamente mi puerta se abri� de golpe sobresalt�ndome.
- �S� qu� lo has visto todo! - dijo abraz�ndome violentamente
mientras una de sus manos tocaba mi verga amarr�ndola para no soltarla- �Y s�
qu� lo disfrutaste como nunca lo hab�as hecho!
-�Pero qu� chingados dices?- dije tratando de zafarme de
aquel abrazo que me inflamaba.
-Y disfrutaste porque hoy cog� para ti. �Era a ti a quien me
cog�a.
al tiempo que dec�a esto volte� mi cara con su mano y
mordisque� violentamente mi labio, mientras se escurr�a en mi cama hasta notar
su portentoso paquete pegado a mis nalgas- �Eras t� y no �l, a quien ten�a entre
mis piernas!
�Desde que te conozco, s�lo cojo contigo! -esto �ltimo
lo dijo con una ternura y sinceridad que me conmovieron, pero que a�n as� trat�
de disimular con mi mirada.
- En todos los hombres busco a mi Carlitos... En unos busco
tu sonrisa; en otros tu mirada; en otros tu imagen; en otros he buscado tu
coraz�n, pero nunca lo encontr�. S�lo busco lo que am�; y encuentro s�lo lo que
quiero porque nadie es como t�. De nada me sirve el consuelo de querer, �cuando
lo que yo quiero es amar!
- No me vengas con joterias -dije tratando de disimular-. �Se
puede saber que pendejadas y estupideces est�s diciendo?
- No vengas con disfraces, Carlos. T� puedes mentir; pero tu
rica leche ya dijo la verdad, la �nica verdad -dec�a esto justo al o�do y al
acabar su frase leng�ete� el l�bulo de mi oreja al tiempo que hac�a sonidos
silbantes con la punta.
- �Vete de aqu�, hijo de puta! -dije violentamente, pues para
m� a�n era demasiado pronto para reconocer lo que mi coraz�n sent�a y mi cerebro
negaba.
- No me voy a ir, porque tu sientes lo mismo que yo, No
me voy a ir nunca. Estoy aqu� para quedarme. Y aunque no lo sepas, estas aqu�
para quedarte. Esa es la historia y no existe otra posibilidad que vivirlo de
esta forma.
- Yo conozco otra.
- �Dime?- dijo �l con atenta curiosidad- Soy todo o�dos.
- �Esta!
A�n ahora no me explico por qu� hice lo que hice. La �nica
explicaci�n que le encuentro, aunque no siempre me sirve, era la rabia que
experimentaba porque �l me conociera m�s de lo que yo me conoc�a. Pero al final
de aquella advertencia le sigui� como un rayo un fuerte codazo en la boca del
est�mago. �l se encogi� y se doblo como si fuera de trapo y cay� al suelo.
Cuando me di la vuelta para contemplarlo su cara reflejaba una expresi�n de
ahogo, pero no del producido por lo que acababa de hacer que lo hab�a dejado sin
respiraci�n, sino por ese mar de dudas en el que su incredulidad lo sumerg�a al
negarse a admitir lo que le hab�a hecho.
No sent� l�stima por �l en ese momento, sino verg�enza por
m�. No quer�a que me viera, no quer�a que contemplara lo hijo de puta que puedo
llegar a ser, y lo que menos quer�a era que vi�ndome, terminara odi�ndome. Por
eso me lanc� como un leopardo, lo cog� por las axilas y lo arrastr�
violentamente hasta dejarlo en el pasillo, a la puerta de su habitaci�n,
totalmente sofocado. Una vez que lo abandon� di un portazo y me tumb� contra la
puerta para ahogarme en mi propia miseria.
Esperaba alg�n tipo de reacci�n, que comenzara a dar patadas
a la puerta, a insultarme y gritarme mi verdad, a lanzarse contra m� a golpes
con aquella fuerza que concentraba su cuerpo. Sin embargo, no ocurri� nada.
Durante unos minutos escuch� sus jadeos y lo que parec�an l�grimas; despu�s
nada, s�lo una respiraci�n profunda y sofocada que parec�a ir a m�s, hasta que
se encerr� de nuevo en su habitaci�n, y lleg� aquel silencio que expresaba tanto
como un grito.
Ese fue el dolor que me acompa�� aquella noche. Su silencio
retumbaba en mis o�dos, haciendo explosi�n en todo mi cuerpo. Unas l�grimas
mudas fueron los �nicos testigos de aquella noche tan larga, en la que permanec�
en la misma posici�n y con la misma vestidura con la que hab�a llegado al mundo.
No era casual que continuara as�. Aunque en ese momento no lo viera, estaba
asistiendo a mi nacimiento; y como todos los partos, �ste era doloroso.
Me negaba a creer que el CARLOS que conoc�a, el que me hab�a
acompa�ado desde la cuna y que juzgaba conocerse tan bien, fuera tan fr�gil. Por
muchas vueltas que le daba, y le di muchas pues la noche como digo fue larga, no
entend�a como algo que nunca hab�a estado en mi horizonte era en ese momento el
centro de mi vida. Ignoraba que camino hab�a seguido para comenzar en el morbo y
terminar en la adoraci�n; y todo eso de modo repentino, sin ninguna se�al de
aviso en el camino. Incluso durante mi adolescencia, cuando nos hac�amos
nuestros campeonatos de masturbadas, siempre me negu� a que me tocaran la verga;
y cualquier intento en ese sentido era zanjado con tal brusquedad que no
quedaban m�s ganas de repetir la jugada. Es m�s, era el primero en participar en
cualquier juego que tuviese como fin la cruel burla del marica que saliera al
paso; y si no sal�a, siempre quedaba el del barrio.
Mas, ah� estaba, acompa�ado de mis l�grimas, y pensando en �l
y en m�. Record� sus palabras s�laba por s�laba, pues las ten�a tan frescas que
el coraz�n no dejaba de repet�rmelas para que me abrazase al amor que hab�a en
ellas. Contra sus declaraciones, ten�a demasiada experiencia en el "amor" como
para creerlas y, sin embargo, nadie me hab�a dicho lo que �l expres� brusca y
sinceramente.
Estaba acostumbrado a la relaci�n sentimental con mujeres, a
esa expresi�n dulce y caprichosa de enredarlo con palabras quebradizas y cursis.
Me sorprender�a escuchar a una mujer decir: "�Desde que te conozco, s�lo cojo
contigo!"; y mucho mas, pese a la sensibilidad que tienen, o�rles expresar ese
matiz tan tenue al diferenciar el querer del amar: Las mujeres con las que
estuve siempre me quisieron. Esta era la primera vez que me amaban. Y eso me
desconcertaba. Me alegraba y me desconcertaba a un tiempo. Me llenaba el pecho
saber que �l me amaba, pues era m�s f�cil para m� conciliarme con todo lo que
hab�a sentido aquella noche; pero segu�a teniendo miedo. Era un miedo inmenso a
ese hombre, que acababa de nacer y que sonre�a cuando recordaba que, "de nada me
sirve el consuelo de querer, �cuando lo que yo quiero es amar!" Era un hombre al
que no conoc�a y al que tem�a con toda mi alma, pues no sab�a qu� har�a a partir
de ma�ana, c�mo ser�an sus primeros pasos guiados por un coraz�n que galopaba.
A las siete de la ma�ana su puerta se abri� y quince minutos
m�s tarde el portazo me anunci� que ya se iba. Tampoco esta vez se comport� como
yo esperaba; aunque yo tampoco. Nada m�s fundirse sus firmes pasos, me dirig� a
su habitaci�n. La cama a�n conservaba su huella y sobre �sta me ech� en cueros
con la esperanza de encontrar la placidez empap�ndome con su aroma. Intent�
ponerme en la misma posici�n en la que �l hab�a dormido, que toda la ropa que me
tocase estuviese llena de �l. S�lo me dio tiempo a sonre�r, ni tan siquiera
pens�, pues en aquel momento me hallaba pose�do por �l, y en su compa��a cerr�
los ojos. S� que so�� cosas demasiado lindas; y como si fuera la Bella
Durmiente, un beso me despert�.
- �Despi�rtate, pr�ncipe! -dijo dulcemente- Ya lleg� tu
amado.
- �RA�L,!
- El mismo -dijo depositando otro tierno beso en mis labios-,
�o esperabas a otro?
- No, claro que no -aunque despu�s de decir esto me
avergonc�-. No te esperaba �Pero qu� hora es?
- Las once.
- �Hoy no vas a la universidad ni a trabajar?
- No, les dije que ten�a un dolor horrible de cabeza. Aunque
lo que me dol�a era el coraz�n -dijo con alegr�a, llevando mi mano a su pecho-;
pero creo que al verte aqu� ya se me ha pasado.
- Tengo que pedirte disculpas por lo de esta madrugada -dije
avergonz�ndome, evitando su mirada-, pero es que estoy muy confundido.
No tienes que decir nada. Lo entiendo; el que...
�No, no sigas! -dije sell�ndole la boca- T� no tienes que
disculparte de nada. Soy yo el que tengo que decirte. Pero no s� por d�nde
empezar. Tengo tanto que decir y todo tan confuso. Todo lo que pas� ha dado la
vuelta a la tortilla y me asusta y me sorprende. No s� c�mo explicarlo; y si te
explico lo que siento, �alucinar�as como estoy alucinando yo! Primero, por lo de
hace rato, por como el morbo me enganch�; pero despu�s no me fui por eso. Ya no
era la curiosidad, �lo entiendes? -�l asent�a, mientras continuaba
acarici�ndome- Era la belleza, era la pasi�n que all� hab�a y que a m� me hac�a
arder; pero despu�s fue a m�s, �ya no me llegaba s�lo la pasi�n! Cuando
estrellaste la leche contra la esquina donde yo estaba, deseaba tener esa leche
en m�, deseaba tenerte; pero de otra forma; no s� c�mo explicarlo. Creo que
sent�, aunque no fui consciente de eso hasta que o� tus palabras, sent� que me
gustabas tanto que s�lo me quedaba el camino de quererte, de amarte.
- No esperaba que dijeras esto. �Ni en mis mejores sue�os
escuch� esas palabras!
Pues yo nunca lo so��. Es ahora cuando creo que estoy en
un sue�o, viviendo una vida que nunca dese�, pero de la que no quiero
despertar.
Ahora ven�a por el camino dispuesto a matarme, a pedirte
perd�n e irme para tratar de olvidarte; aunque sab�a que nunca lo
conseguir�a, me dijo.
No dejar� que lo consigas -dije abraz�ndolo.
Jajajajaja No s� si lo sabes, pero nunca lo conseguir�.
Y diciendo esto me bes�; un beso en el que nuestras lenguas
sellaron un pacto acompa�adas de nuestras manos. Fue un beso largo. Para �l,
como la espera de su coraz�n; para m�, como el amor reci�n descubierto. Tras eso
se desnud� y pude de nuevo contemplar esa belleza masculina que pose�a y que
irradiaba un magnetismo tal que no pod�a Yo, permanecer indiferente.
Yo estaba muy nervioso, era como mi primera cita, y no sab�a
muy bien qu� hacer y c�mo comportarme. �l lo not�, y prepar� una tarde tan
m�gica que a�n hoy recuerdo segundo a segundo todo lo que paso. Es dif�cil de
creer, pero permanecimos todo el d�a abrazados, sin hacer otra cosa que hablar y
acariciarnos. Fue un d�a para la ternura, para que el calor del coraz�n se
expresara libremente. Ni un momento dejamos de estar pegados, de saborear la
dulzura con que el amor borda su trabajo.
Creo que entendimos, sin decirlo ni buscarlo, que ten�amos un
mont�n de a�os por delante para el sexo; pero que quer�amos comenzar por el
amor; y no es que �ste excluyera al otro, al contrario; pero quer�amos tener esa
primera cita cogidos de la mano paseando dulcemente por nuestras vidas para
decir la primera tonter�a que te viniera a la cabeza (y dijimos muchas, algunas
deliciosas), y re�rte viendo en el reflejo de nuestros ojos el amor de nuestros
corazones.
En ese momento �ramos dos t�rtolos arrullados por el cari�o,
alimentados por su fuerza. All� comprend� que lo quise desde el primer d�a,
desde aquella primera mirada que me turb� hasta que la complicidad asom� para
atarme con v�nculos invisibles. Nada de lo que dijimos o hicimos era nuevo, lo
�nico realmente nuevo era nuestra mirada. Era �sa la que nos llevaba a escribir
ese texto de locas palabras con pasionales besos; la que hurgaba en nuestros
corazones para que salieran a galopar salvajemente por una simple caricia; o la
que encontraba en el detalle, por m�nimo que fuese, una raz�n m�s para amar,
pues seguramente nadie poseer�a aquello que �l, o que yo, pose�a. Aquella noche
dormimos abrazados, respirando el uno por el otro.
Est�bamos tan felices que se nos hab�a olvidado el mundo.
A las seis de la ma�ana me despert� abrazado como una hiedra
a su cuerpo. Su c�lida y apacible respiraci�n me volvieron a llenar de gozo,
pues me indicaba que segu�a vivo en el sue�o y que �ste no se borrar�a cuando
llegara el alba. Me aferr� a �l con m�s fuerza hasta que fui una segunda piel,
un cuerpo que vibraba al mismo son hasta disolverse en una sola melod�a que
volv�a a susurrar la felicidad que me empapaba estando a su lado. A la p�lida
luz de la luna distingu� la quietud de su rostro que expresaba de modo sereno la
misma embriaguez que yo sent�a. Mis labios se acercaron a los suyos dej�ndose
acariciar por la tibieza de su respiraci�n y los bes� con mesura. Su solo
contacto volvi� a conmoverme, a despertar en m� el amor que hab�a entregado. Y a
�l me dediqu�, besando con infinito cari�o aquel rostro que me subyugaba y
encend�a un delirio que ahora quer�a quemar.
- Creo que nunca tuve un despertar m�s dulce -dijo
somnoliento, al tiempo que encend�a la luz.
- Lo siento -dije a modo de falsa disculpa-, no quer�a
despertarte.
- Pues me har�as una mala jugada. Estar dormido en la �nica
cosa del mundo en la que querr�a estar despierto.
- Bueno, creo que tarde o temprano te despertar�a. Siempre
ocurre en los cuentos: la bella durmiente se despierta al beso del pr�ncipe.
- �Y qui�n ser�a la bella, y qui�n el pr�ncipe? Pregunto �l.
- No s�. Creo que el cuento es tan nuevo que los papeles a�n
no est�n decididos.
- �Qu� te parece esto? Me dijo -No llega un solo pr�ncipe al
ata�d de la bella, llegan dos al mismo tiempo despu�s de luchar contra todos los
peligros que te puedas imaginar. Los dos est�n hechos polvo; y despu�s de la
batalla, nada mejor que el "descanso del guerrero". Pero miran a la bella y se
dan cuenta que su belleza no es el mejor premio; sobre todo si tenemos en cuenta
que este pr�ncipe robusto, rebosa energ�a por todos lados.
- Lo mismo piensa el otro pr�ncipe, mir�ndote a los ojos. La
batalla ha sido dura y el premio final no era el que esperaba. Ella en ese
ata�d, desganada de todo y, sin embargo, el guerrero que me mira est� sucio,
herido y, en su profunda mirada hay fuego. Y como en el cuento el final
feliz est� cerca, as� que deciden quedarse uno con el otro.
Me beso, y me dijo � eso me gusta m�s, que los dos pr�ncipes
se queden uno con el otro.
- Te parecer� una tonter�a. Quiero que me entiendas bien: me
encanta lo que estoy haciendo, lo deseo con toda mi alma; pero no puedo dejar de
sentir miedo.
- No es una tonter�a, mi amor. No es ninguna tonter�a. �Es
normal que lo tengas! -dijo con ternura, mientras me acariciaba- Yo tambi�n lo
tengo; pero no debes temer nada. No haremos nada que no queramos los dos. Yo
s�lo te voy a entregar el amor que tengo desde el primer d�a que te vi y que te
tendr� mientras viva. Por eso yo tambi�n tengo miedo. Puede que todo te parezca
poco, que todo lo que hablamos esta tarde se quede en nada, por lo que te
entrego. �Yo tambi�n tengo miedo, mi amor! Para m�, aunque no lo creas, tambi�n
es la primera vez. Nunca hice el amor a una persona que amara. T� eres el
primero. �Y te quiero tanto, tanto, tanto!
Y unas l�grimas comenzaron a asomarse por esos ojos
cautivadores, y yo me un� a ellas. Era tanto lo que sent�amos que sufr�amos de
gozo por la fortuna de habernos encontrado, por saber que no tendr�amos que
buscar m�s, que todo lo que ten�amos estaba all� y que, ahora, s�lo quedaba
cuidarlo mientras la vida siguiera en nuestros cuerpos.
Pos� mi cabeza sobre la suya hasta que nuestras c�lidas
l�grimas se unieron.
Aquel d�a lleg� tarde a su trabajo, y a�n hoy el reloj que
sigue marcando los pasos es nuestro amor, que es nuestra vida. Llevamos juntos
varios a�os en los que hemos luchado para que el destino no nos separe. En este
suspiro hemos hecho de todo sin perder nada de lo que nos une, sino acrecentando
aquello que nos ata irremediablemente.
Compartimos el amor, el momento y la libertad que la
confianza nos brinda. �ste sigue siendo nuestro lema y ese pacto no
escrito y siempre renovado que nos uni� aquel d�a que pas� a la ventana y
mir�...
La medida del amor es amar sin medidas
Esta historia est� dedicada a ti y a todos los que aman