Relato: Un taxista dif�cil



Relato: Un taxista dif�cil

Ocurri� hace a�os.


No recuerdo exactamente cu�ntos, pero fue cuando todav�a
viv�a solo en mi departamento de soltero. Era una tarde oto�al despu�s de una
larga jornada de trabajo. Una t�pica y sorpresiva tormenta porte�a azotaba toda
Buenos Aires. La densa lluvia pronto aneg� las calles, haciendo imposible la
fluidez del tr�nsito en el centro de la ciudad. Yo estaba parado en la esquina
de C�rdoba y Callao, intentando infructuosamente conseguir un taxi libre, hasta
que por fin, despu�s de diez minutos de calarme hasta los huesos bajo la
incesante lluvia, vi desocuparse un taxi frente a m�, finalmente. Cuando me
dispon�a a abordarlo, el chofer se apresur� a decirme:


-�Lo siento, pero por hoy ya termin� de trabajar!


-�C�mo?

-Que ya termin� mi trabajo por hoy. Me vuelvo para casa. Lo lamento, se�or.


-�Por favor!. No me deje aqu� en medio de esta tormenta...


El taxista dud� unos instantes, y luego, algo comprensivo,
dijo sin mirarme:


-�Hasta ad�nde va?


El destino no era cercano. No quer�a decirle hasta d�nde
ten�a que viajar para regresar a mi casa porque estaba seguro que me gritar�a un
rotundo "no" y se ir�a a toda velocidad. Por fin, sin saber que responder
balbuce�:


-Villa Devoto


El tipo me mir� y asintiendo con cierta sonrisa en los labios
me contest�:


-Tiene suerte, yo vivo en Villa Urquiza, me queda de camino,
as� que suba, lo llevo. �A que parte?


-Chivilcoy y Mosconi.


-Est� bien.


Fue as� que sub� inmediatamente y el coche sigui� por
C�rdoba, en medio de un loquero de autos. Yo estaba empapado, y comenzaba a
sentir algo de fr�o. Estaba deseoso de llegar a mi casa y tomar algo caliente.
Cada vez ca�a m�s agua, se hac�a dif�cil divisar algo a trav�s del parabrisas, y
el viaje por momentos se hac�a lento ya que deb�amos atravesar calles inundadas.


Al rato, el taxista empez� a hablar conmigo. Y si bien yo
pensaba que estar�a de muy mal humor por no tener en sus planes este viaje de
�ltimo momento, result� ser una persona bastante simp�tica. Entonces empec� a
reparar en �l. Solo pod�a ver sus ojos por el espejo retrovisor, pero adivinaba
un rostro amable. Ten�a barba y bigote, pelo casta�o, bastante ondeado. Llevaba
una camisa a cuadros que hab�a remangado hasta los hombros. Pod�a ver bien sus
brazos bien formados. Estaban cubiertos de un vello oscuro. Era un tipo muy
masculino. Ser�an las siete de la tarde. En medio de la oscuridad creciente pude
advertir que ten�a ojos celestes con largas pesta�as rizadas que le daban una
mirada muy juvenil, casi de ni�o. Estar�a cerca de los treinta a�os.


El tema de la tormenta sirvi� para iniciar una charla que
sigui� por distintos sitios. Los de siempre: el tema econ�mico, los pol�ticos,
el infaltable f�tbol... pronto lo vi muy animado y cada tanto volv�a la cabeza
hacia m�. Eran segundos donde ambos pod�amos observarnos. Ten�a una cara com�n,
nada especial, pero de unas facciones fuertes y viriles.


Despu�s de casi una hora de viaje, ya est�bamos llegando a
destino, cuando el autom�vil, a causa de la copiosa lluvia, dio muestras de no
querer seguir andando. El motor se detuvo una vez. El conductor intent� ponerlo
en marcha. La m�quina a duras penas respondi�. El auto arranc� pero sigui� unas
cuadras con dificultades. Entonces, justo cuando faltaban dos ca��es para llegar
a la puerta de mi casa, el motor se detuvo una vez m�s. El chofer larg� una
serie de palabrotas y logr� maniobrarlo hasta el cord�n de la vereda, gracias al
declive natural de la acera. Ah� prob� una y otra vez hacerlo arrancar pero sin
conseguirlo. Llov�a torrencialmente. Y yo me sent� con una culpa terrible, pues
gracias a m� el pobre hombre no podr�a llegar a su casa en el tiempo que hab�a
planeado. Empec� a disculparme pero el taxista me mir� y me dio a entender que
todo lo que ocurr�a no era mi culpa.


Est�bamos a dos cuadras de casa. Yo le pagu� el viaje y ya me
dispon�a a salir. Pero... no pod�a dejar a ese hombre ah� en medio de semejante
aguacero. Entonces se me ocurri� una idea:


-Decime: �no quer�s subir a casa para llamar por tel�fono al
Autom�vil Club?


-No, est� bien, te agradezco, pero llamo desde un p�blico...


-Es que no vas a encontrar por ac�. El �nico que funciona
est� en la estaci�n.


-�No ser� una molestia para vos?


-Ninguna. Vamos, mi casa est� aqu� nom�s.


La lluvia cay� encima de nosotros y en esas dos cuadras de
casas bajas y sin ning�n reparo, terminamos completamente mojados. Cuando abr�
la puerta de mi departamento mi gato huy� despavorido al ver el aspecto que
present�bamos. Goteando agua a chorros, prend� la luz y entramos a la cocina
donde estaba el aparato telef�nico m�s cercano. �l se deshac�a en disculpas,
repiti�ndome que no quer�a molestar. Yo intentaba tranquilizarlo, se notaba que
era un tipo muy t�mido y la situaci�n de las cosas, los dos empapados, el charco
de agua que dej�bamos a cada paso, terminaba de ponerlo inc�modo. Le alcanc� el
tel�fono y fui a buscar algo con que secarnos.


Volv� con dos toallas. Y en ese momento, por primera vez,
sent� algo dentro de mi calzoncillo que hizo corcovear mi miembro. El hombre
estaba con el tubo en la mano, intentando comunicarse. Chorreaba agua. El
cabello mojado sobre la frente, los ojos mirando a la nada, como queriendo
entender qu� pasaba al otro lado de la l�nea. Se hab�a abierto la camisa por
completo y la tenue luz difusa dejaba ver como su torso espl�ndido, lleno de
pelos mojados, emerg�a por entre la tela h�meda. Me hab�a quedado de pi� en el
umbral.


-No puedo comunicarme. Da todo el tiempo ocupado.


-Intent� m�s tarde.


-Te voy a dejar la cocina un desastre.


-No es nada. Yo tambi�n chorreo agua. Tom�, secate. Vamos al
ba�o.


La situaci�n era por dem�s excitante. Yo ya no pod�a sacarme
a ese hombre de la cabeza. Pero tambi�n deb�a tener en cuenta que �l no se me
hab�a insinuado en absoluto. Me sigui� hasta el ba�o cuidando de mojar todo a su
paso, cosa que era casi imposible.


-Esto es un desastre. Te agradezco mucho que me permitieras
subir, no s� que hubiera hecho afuera. Pero supongo que esta lluvia parar� en
alg�n momento, �no?


Como si hubiera sido una respuesta, el cielo explot� en
sonoros truenos. Yo sonre� y nos metimos en la sala de ba�o. Ah�, �l empez� a
retorcer los extremos de su camisa, dejando que el agua saliera a chorros. Yo
empec� a desabotonar mi camisa. Ya con el torso desnudo arroj� la prenda en el
secarropa. No lo miraba, y est�bamos en silencio. Era una escena algo embarazosa
pero que me llenaba de excitaci�n. Me afloj� el cintur�n, desaboton� la bragueta
y los pantalones, hachos un trapo, cayeron hasta el suelo. Les saqu� el
excedente de agua y los puse con mi camisa. Solo ten�a puesto mi slip. Tom� la
toalla y empec� a secarme. El taxista no tuvo m�s remedio que imitarme y comenz�
a quitarse la ropa mojada. Yo lo miraba disimuladamente. Escurri� cada prenda y
cubierto solo con un boxer de fina tela se envolvi� con la toalla.


-Es mejor que intente de nuevo, a ver si me pueden venir a
rescatar.


Pero enseguida advert� que hab�a dicho esto con cierta
iron�a. Yo solo atin� a sonre�r y lo vi alejarse en direcci�n al tel�fono.


Recuerdo que lanc� un largo suspiro. Termin� de secarme y me
quit� el slip. Mi pija ya estaba semi dura, de mi capullo sal�an algunas gotas
de l�quido preseminal. Ver a ese hombre desnudarse frente a m�, me hab�a puesto
a mil. No pod�a pensar otra cosa que en esa imagen tan sensual. Ese hombre
frot�ndose con una toalla, y el bulto de su verga insinu�ndose debajo de la tela
mojada. Pude ver perfectamente la sombra oscura de los pelos que rodeaban sus
genitales peg�ndose a la tela, lo abultado de sus bolas, el contorno de su
tronco dormido, hacia un costado... y sosteniendo a ese cuerpo fresco y
masculino, dos columnas fuertes, velludas y bien torneadas piernas,
desarrolladas seguramente a trav�s de innumerables partidos de f�tbol. Hice
esfuerzos para controlar mi erecci�n y despu�s de lavarme la cara con agua fr�a,
me envolv� en una bata.


Fui al living y me sent� en un sill�n, prendiendo la l�mpara
de la mesa contigua. Tuve que contener la respiraci�n cuando el taxista apareci�
volviendo de la cocina. Ten�a la toalla sobre los hombros. Vino hacia m�
lentamente y yo mir� fijamente ese boxer que se me acercaba tentador.


-Pude comunicarme. Van a mandarme un mec�nico dentro de una
hora. As� que, bueno, no quiero molestarte m�s. �D�nde est� mi ropa?


-La puse en el secarropa. Pero... mientras est� lista,
�porqu� no te tom�s un caf� caliente?


-No, est� bien. Me voy ahora...


-Haceme caso, vas a resfriarte...


-No, gracias, yo...


-Adem�s, tu calzoncillo est� todav�a empapado.


El tipo estaba de pie a mi lado. Yo, en mi sill�n, ten�a mi
cara a unos cent�metros de su entrepierna. A esa distancia pod�a ver
perfectamente como se transparentaba la tela blanca del boxer. Incluso pude
advertir como algunos pelos se escapaban por entre la bragueta.


Impulsivamente estir� una mano para comprobar la humedad de
su prenda interior. Yo cre� entonces que �l se iba a retirar dando un paso
atr�s, pero permaneci� expectante. Tom� un extremo de la tela, por encima del
muslo izquierdo y la estruj� un poco, viendo como sal�an algunas gotas de agua.


-�Ves lo que te digo?. Pongamos el calzoncillo a secar.
Envolvete con la toalla.


Entonces tom� los dos extremos con las dos manos y lo empec�
a deslizar hacia abajo. Mi vista subi� hasta su pecho que se agitaba cada vez
m�s. Evidentemente estaba algo nervioso, pude sentir como temblaba. Segu�
bajando lentamente el boxer viendo maravillado como aparec�an sus oscuros y
enrulados pelos pubianos.


De pronto, casi violentamente, me tom� de un brazo y me dijo:

-�Esper�, esper�!, Basta, yo no estoy en esa onda.


-�Qu�? �De qu� onda me habl�s?


-Mir�, flaco, yo no soy como vos...


-�C�mo?


-Que...�que yo no soy gay!. Tengo novia, me estoy por casar.


-Ah�....


-�No entend�s?


-Pero si, yo s�lo te dec�a que...


-Que nada. Dame mi ropa. �Me voy ya!


-�Esper�...!


-Sal�, flaco, sal�, si no quer�s que te ponga una mano
encima...


Yo me levant� del asiento. Estaba un poco confuso, pues
evidentemente la cosa no sal�a como hubiese esperado. Intent� explicarme, pero
�l se pon�a cada vez m�s fuera de s�. Estaba muy nervioso y trataba de cubrirse
con la toalla. Fue entonces que empez� a retroceder como si yo fuera un animal
rabioso. Casi grit�ndome que le devolviera la ropa, segu�a retrocediendo, y yo
intentando infructuosamente que se calmara. Empez� a darme manotazos, pero yo no
entend�a de qu� se defend�a. Entonces tropez� con una peque�a mesa y se
tambale�, pero instintivamente se agarr� de mis manos para no caer y perdiendo
el equilibrio ca�mos estrepitosamente en la alfombra. Esto lo puso m�s loco,
pues yo hab�a ca�do encima de �l.


-�Sal�, sal�, yo no me acuesto con tipos!- forcejeaba


A estas alturas, yo pens� "Bueno, ya he avanzado bastante,
ahora no me voy a echar atr�s", y entonces yo mismo me asombr� de lo que sali�
de mi boca:


-No, no salgo nada. Si quer�s que salga, me vas a tener que
sacar a la fuerza.


�l se quedo sorprendido con lo que le acababa de decir y me
mir� aterrado. Si bien yo tendr�a unos 28 a�os entonces, era mucho m�s
corpulento que mi oponente, y me era f�cil inmovilizarlo debajo de m�o. Con mis
muslos aprision� sus piernas y llev� sus manos hacia atr�s, por sobre su cabeza.
�l me insultaba y aullaba de bronca, intentando in�tilmente liberarse. Patale�,
berre� y hac�a fuerza con su cadera. Lo �nico que lograba era que nuestros
miembros se rozaran cada vez m�s. Mi pija estaba tan dura que estaba punto de
estallar. Con todo, �l pudo librarse una mano, y empez� a tironear de mi bata,
con intenci�n de quitarme de encima. Pero yo lo volv�a a sujetar. Tuve miedo de
que me pegara, tan enfurecido estaba. Con tanto movimiento, mi bata se hab�a
aflojado. Hab�a ca�do hasta mi cintura, dejando mi pecho desnudo. Por momentos,
para resistir a sus forcejeos, ten�a que aprisionarlo aplastando su rostro con
mi pecho. Mis tetillas quedaban as� pegadas a su boca. Sent�a el contacto de su
barba a�n h�meda y eso me excitaba cada vez m�s.


El nudo de mi bata se afloj� totalmente y mi verga sali�
afuera, balance�ndose entre mis piernas abiertas al m�ximo. Yo estaba a
horcajadas de mi contrincante y por momentos la punta de mi glande quedaba a
cent�metros de la boca del taxista. �l advert�a esto horrorizado y daba vuelta
la cara. Pero yo empujaba y acercaba mi miembro a su boca una y otra vez. Pude
liberarme de las mangas de mi bata, quit�ndomela finalmente y arroj�ndola a un
costado. Estaba sobre �l completamente desnudo. Con una mano, sujet� sus dos
mu�ecas haciendo mucha presi�n hacia atr�s. Me sorprend� de tener tanta fuerza.
No s� de donde la sacaba. Pero....�en verdad �l estaba oponiendo toda su
resistencia?


En un momento lo sent� flaquear y me dijo, rojo de
indignaci�n:


-�Soltame, hijo de puta, soltame te digo!


Como yo no me inmutaba, �l pareci� darse por vencido. Fue un
momento en el que me dijo:


-�Basta, basta! Te pido que me dejes. �Por favor!


Sentir ese ruego me envalenton� a�n m�s y con mi mano libre
busqu� su entrepierna. Pero solo pude agarrar el el�stico de su boxer. Tir� de
�l sintiendo como se estiraba. La prenda, a causa de los tironeos estuvo a punto
de romperse. Pero me volv� y mir� como los huevos se le sal�an por debajo del
boxer. Hice otro esfuerzo y pos� mi mano sobre sus genitales.


-�Hijo de puta! �Puto de mierda!


Sent� sus insultos pero no s� que me pasaba. Estaba
enardecido, con una excitaci�n que me llevaba a querer vencerlo. Y como �l
estaba por zafarse, tuve que volver a sujetar sus brazos con mis dos manos. Al
hacerlo, nuestras vergas quedaron una sobre la otra. Sent� ahora algo totalmente
diferente. En medio de sus gritos y maldiciones, �su pija estaba
endureci�ndose!. Pod�a percibir eso en cada frote con la m�a.


Acerqu� mi boca lo m�s que pude a la suya. Sent�a su aliento
chocar con el m�o. Estaba apunto de besarlo. Si, si, sent�a su verga latir
debajo de la m�a.


-�Porqu� estamos peleando?- le dije casi en un susurro


-�Basta, dejame, sal� de encima! �Puto! �Marica de mierda!


-Ya no puedo dejarte...


-Sal�, sal�...


La resistencia era cada vez m�s d�bil. Nuestros ojos se
encontraron y ya no cedieron. Mi boca, sin rozar a�n la de �l pero sintiendo la
proximidad y su calor, trag� su aliento ardiente y agitado.


Entonces encontr� sus labios. La sensaci�n fue gloriosa.
Estaba besando a ese hombre que poco a poco se abandonaba a m�. Ya no ten�a que
hacer fuerza con mis manos. Por un momento pens� que estaba completamente
debilitado con tanto forcejeo, pero cuando su pubis se levant� respondiendo a
mis movimientos, comprend� que la batalla estaba ganada. �l segu�a repiti�ndome
que lo dejara. Yo le dije: "S�". Y volv� a pegar mis labios con los suyos. Lo
solt�. Dej� de hacer presi�n sobre �l.


Entonces lo ayud� a incorporarse y quedamos sentados uno
frente a otro. Tom� su cara y la acerqu� a la m�a. Pero esta vez no se resist�a
en absoluto. Mi beso fue dulce y suave. Mi lengua se abri� paso en su boca sin
dificultad alguna. Mientras lo besaba tom� su boxer y lo fui deslizando
lentamente hasta quit�rselo por completo. Mi vista descendi�. Lo que vi fue
hermoso. Su pija estaba completamente erecta. Era de considerable tama�o. Ancha
en su base, se alzaba hacia arriba bien recta, afin�ndose un poco en la punta.
Estaba descapullada y su prepucio bien estirado por la fuerza de su dureza. Por
debajo, dos grandes pelotas adornaban el conjunto. Todo emerg�a de un bosque de
pelos oscuros que a�n goteaban agua de lluvia. �l me mir� y se qued� inm�vil,
como avergonzado.


-Est� todo bien- lo dije- Te pido disculpas, no quise hacerte
da�o alguno. Entonces me tom� de los hombros y esper� a que yo me acercara. Lo
bes� nuevamente y ambos abrimos nuestras bocas sintiendo como nuestras salivas
se mezclaban y nuestras lenguas jugaban entre s�. No resist� m�s y estir� una
mano hacia su verga que palpitaba en el aire, latiendo y agit�ndose. Era tan
suave... y a la vez tan firme, tan viril. Y sus bolas eran de una suavidad
incre�ble. La sedosidad de los vellos que las cubr�an se entrelazaba en mis
�vidos dedos y yo sent�a as� un placer t�ctil �nico. Con las piernas
entrelazadas, me acerqu� a�n m�s hasta juntar nuestras pijas, que se tensaron al
contacto. Acarici� su pene con el m�o, mientras no dejaba de besarlo. �l baj� su
boca hasta mis pezones y empez� a chuparlos. Lam�a, mordisqueaba y volv�a a
lamer. Me estaba volviendo loco. Yo me retorc�a de placer. Fue cuando sent� que
su boca bajaba a�n m�s. Su lengua se meti� en mi ombligo, mojando y salivando la
vellosidad que lo rodeaba. Su mano aprision� mi verga haciendo que me arqueara
de placer. La tom� hasta llevarla hacia abajo. Mientras su cara descend�a hasta
mi pubis, de pronto su mano solt� mi verga erecta que se dispar� como catapulta
hasta su mejilla, haciendo un ruido al chocar. R�pidamente su boca atrap� el
m�stil duro y desapareci� en el fondo de su garganta.


�Ah!, eso era demasiado. As� lo estuve penetrando oralmente
hasta que estuve a punto de acabar dentro de su boca. Tom� su polla y empec� a
masturbarla. Ahora sent�a sus gritos, pero de placer. Gem�a y suspiraba
entrecortadamente. Me tragu� ese tronco duro y segu� el trabajo con mi boca. Su
pija entraba y sal�a de mi boca, mientras sent�a que sus manos me frotaban todo
el cuerpo. De pronto sus dedos se detuvieron en mi culo y empezaron a abrirlo.
Yo lo ayud� separando mis piernas. Sent� primero un dedo, despu�s otro y
finalmente un tercero. Ahora hab�amos quedado en posici�n de 69. Su pija en mi
boca me dejaba sin respiraci�n. Sus manos abrieron mis gl�teos y sent� la
caliente lengua chupar todo mi ojete. Su barba frotaba mi culo. Yo engull�a su
pija, sus huevos y segu�a explorando toda la zona.


Sent�a su olor a macho, un olor mezclado con su transpiraci�n
y el delicioso aroma a precum y test�culos. Cuando cambiamos de posici�n, el
taxista qued� encima de m�. Se tom� cierta revancha al sujetarme fuertemente los
brazos entre sus manos y estirarlos por encima de mi cabeza. En esa postura, su
boca penetr� la m� una vez m�s y las dos pollas se frotaban entre s�. Nuestros
velludos pechos estaban pegados y palpitaban al un�sono. Mi verga avanz� entre
sus piernas y la punta del glande se acomod� en el agujero entreabierto de �l.
No tuve que empujar demasiado. Su culo se entreg� a mi, abri�ndose como una
fruta madura. Lo fui penetrando lentamente, muy despacio, �l ten�a m�s deseo que
miedo y en pocos minutos todo mi miembro estaba dentro suyo Fue una c�pula entre
machos muy intensa. Tom�ndonos las caras entre las manos, nos miramos todo el
tiempo hasta que sentimos que �bamos a eyacular. R�pidamente cambiamos de
posici�n y, sentados uno frente a otro, como al comienzo, cada uno tom� la verga
del otro y comenzamos a bombearnos fren�ticamente. No tardamos mucho en sentir
que ya no pod�amos contener nuestro goce. Primero salt� mi leche. Incontenibles,
los chorros salieron espesos y calientes, a los pocos minutos, entre gemidos, mi
compa�ero se derramaba en mi mano con espasm�dicos movimientos.


Afuera, la lluvia parec�a no terminar nunca. Mir� a mi
taxista que hab�a quedado como yo, tumbado en el piso, sin poder moverse,
extenuado.


-Bueno, creo que despu�s de todo, vali� la pena este �ltimo
viaje del d�a.


�l me regal� la primera sonrisa.


-�Siempre sos tan dif�cil de convencer?- le pregunt�
sonriendo.


-Bueno, no todos los d�as soy atacado as� por los clientes.
Pero para que veas que no te guardo rencor, te voy a dejar mi tel�fono, y cuando
quieras hacer otro viaje, me llam�s...


Riendo, nos volvimos a besar.




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Relato: Un taxista dif�cil
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