La segunda carta que Duna recibi� de su amiga dec�a as�:
Querida Duna:
Este trabajo no siempre es agradable. Aunque mi primer
"servicio" fue realmente placentero, no ocurri� lo mismo con el siguiente. Un
hombre, joven. Incluso dir�a que un ni�ato. Me result� antip�tico hasta por
tel�fono, y de buena gana le hubiera mandado a paseo, pero decid� que era mejor
atenderlo porque as� aumentar�a mi experiencia.
No s�. Estaba enfadada. Puede que fuera la regla o alguna
otra cosa, pero desde luego no era el mejor d�a para dedicarme a mortificar
gente.
Lleg� antes de la hora. Como ya estaba vestida, no cre�
oportuno hacerle esperar. Era un chico de unos 25 a�os, muy nervioso. No paraba
de mirar a todos los lados, como si le diera verg�enza lo que iba a hacer. Ya
sabes que los cobardes e indecisos me caen fatal. Por eso me gust� tanto la
firmeza de Jon�s, el hombre de mi primera sesi�n. �l s� estaba seguro de lo que
hac�a, y no temblaba como este enclenque.
Ni siquiera me entretuve en preguntarle qu� tipo de juegos le
gustar�an. Quer�a terminar cuanto antes. As� que le orden�:
Desn�date, r�pido. �
Lo hizo y se qued� en pelotas delante de m�. Era demasiado
delgado para mi gusto, se le marcaban mucho los huesos en la piel.
Saqu� de un caj�n las cuerdas para atarlo. Har�a s�lo lo que
yo le dejara hacer. Me cost� afirmar los nudos, porque el cerdo se mov�a
continuamente para rozarse contra mis pechos desnudos. Yo le dejaba que lo
intentase en vano y pensaba para mis adentros "te vas a enterar, asqueroso". Por
fin lo inmovilic� casi del todo. S�lo las piernas las ten�a libres.
As�, indefenso, de rodillas delante m�a, me resultaba mucho
m�s apetitoso. Tom� el l�tigo. Casi un metro y medio de largo de cuero negro
preparado para arrancarle la piel a tiras. Lo hice restallar en el aire y al
momento azot� los lomos del perro.
Si le quedaba alguna duda de lo que estaba sucediendo no era
real, el escozor del golpe la disip� por completo. Aull� dolorido, pero no me
pidi� que parase. Volv� a sacudir sus lomos, con sa�a. Este segundo golpe fue
m�s intenso y le provoc� un espasmo involuntario que le hizo caer sobre el
suelo. No tuve piedad y arre� de nuevo. Ahora fueron sus nalgas las que
sufrieron mi furia. Prueba de mi punter�a fue la l�nea roja que cruz� ambas.
Piedad, ama. �
Por supuesto, ignor� esa petici�n y redobl� las fuerzas en el
siguiente azote. Cayeron en una serie m�s de 10 golpes, r�pidos, certeros y
dolorosos. Las cuerdas amortiguaban el efecto de algunos, pero otros no
encontraron la m�s m�nima complicaci�n a la hora de ara�ar la piel del puerco.
Gracias, ama, gracias. Por azotar a este indigno
servidor. �
Era un poco pedante, pero me satisfizo. Ces� de golpear.
Examin� el l�tigo. No hab�a sangre. Perfecto. Mi arte mejora con cada esclavo
que pasa por mis manos.
Luego lo mir� a �l. Estaba contento. Creo que era su primera
sesi�n de sado. Me gustan los primerizos, por su ingenuidad, pero �ste... no s�,
parec�a demasiado obsesionado.
Me sent� en el sill�n de piel y dej� que me observase un
rato. Enseguida apreci� la atenci�n que prestaba a mis pechos.
Ven, esclavo. Ac�rcate. �
De rodillas, tan r�pido como se lo permit�a su cuerpo atado,
se arrastr� hasta m�. Con la mano le hice un gesto de que continuara. Le dejar�a
probar mis tetas. Ansioso sac� la lengua. La pos� sobre el pez�n. Sent� un
escalofr�o, mezcla de placer y de asco. Definitivamente no me gustaba aquel
tipo.
Me chup� el pez�n durante unos segundos. Dej� que lo hiciera.
Era agradable. Separ� las piernas sin que lo notara para poder acariciarme la
concha. Pas� al otro pecho. Se le notaba "hambriento", ya no prestaba atenci�n a
proporcionarme placer, sino a saciar su propio instinto succionador. Me hart� y
le solt� una bofetada. Cay� de espaldas, muy confuso. Estaba excitado.
Vaya, est�s empalmado como un toro. �
S�, ama. �
Esto te va a encantar... �
Tom� un cord�n y lo anud� a su pene. Apret� bien para que se
le hinchara lo m�s posible. Gimi�, dolorido. Luego le ense�� el juguete que
hab�a pensado para �l: unas peque�as pesas.
Mira lo que te has ganado, cerdo. �
Las at� a los test�culos. Eso s� que era doloroso. La bolsa
de los huevos torturada por el peso parec�a cobrar un color morado malsano.
�Aaaaahhh! Duele, ama, pero s� que me lo merezco. �
Lo aguantar�a, as� que no me preocup� m�s por ajustar los
nudos. Volv� a sentarme y orden�, impaciente por conseguir correrme:
Eres un buen esclavo. Te voy a premiar con el honor de
besar mi almeja. �
�Gracias, ama! �
No tard� nada en colocarse entre mis piernas. Yo estaba
h�meda, pero no quer�a que lo notase, ser�a como darle carta blanca para
disfrutar de mi intimidad. Comenz� chupando el monte de Venus, pasando su lengua
por mi pubis. Luego bes� los labios y los apart� con un leve mordisquito que me
hizo estremecer. Tom� mi perla en su boca y la ba�� de saliva. Enseguida su
lengua distribuy� mis jugos y los suyos por encima del bot�n del amor. Me di
cuenta de lo caliente que estaba.
Muy bien, perro. �
Lo dije seria, sin dejar transparentar mi excitaci�n. Dej�
que se aplicara en mi interior, permiti�ndole que jugueteara incluso con mi ano.
Traz� una agradabil�sima l�nea entre �ste y mi conejo que recorr�a su lengua con
maestr�a. Me corr� ,por fin, cuando volvi� a tirar con suma delicadeza de mi
cl�toris.
Es suficiente. �
As� le quer�a indicar que le estaba prohibido paladear los
jugos secretos de su ama. Obedeci� de mala gana. Molesta, le apart� con el tac�n
de mi bota. Humillado, se retir� y aguard� m�s �rdenes.
Dime, esclavo, �har�as lo que fuese para follarte a tu
ama? �
�S�! �
Est� bien. S�gueme hasta mi cuarto. All� ,sobre mi cama,
me podr�s poseer. �
Se incorpor� con demasiado facilidad. Hab�a fingido
indefensi�n para provocarme. Se lo hice pagar con un imaginativo suplicio: cubr�
el camino de la sala a mi habitaci�n de chinchetas. �l, descalz� como estaba,
ten�a que sufrir para conseguirme. Si no se andaba con cuidado, caer�a y se
clavar�a un mont�n de puntas en la piel.
�Ay! � dijo, al notar la decimos�ptima chincheta perforar
la planta de sus pies � Es necesario para merecer tomar a mi ama. �
Llegamos al cuarto. Yo le estaba esperando. Entr�, con los
pies llenos de chinchetas. Sonri�. Cre�a que ya me ten�a. Le di una buena patada
en los cojones, por puerco.
�Uuuuufff! �Qu� golpe! � grit�.
�Imb�cil! � le solt�, acompa�ando el insulto de otro
puntapi�.
Me acerqu� a �l, con una navaja en la mano. Estaba
aterrorizado. �Hab�a decidido su ama quitarle el pito? No, aunque se lo merec�a
por est�pido. Lo que hice fue cortar, sin compasi�n, las cuerdas que
aprisionaban su miembro. Al verse libre de presiones creci�. Me sent� sobre �l y
lo cabalgu� un rato. Cuando estaba listo para eyacular, me quit� de encima y
termin� haci�ndole una paja. Gimiendo de placer me manch� los guantes de leche.
Le desat� por completo y lo desped� de mala manera:
Ahora l�rgate, r�pido. �
Dej� el dinero sobre la mesa y yo me fui a dar una ducha en
cuanto cerr� la puerta.