Nunca me pidas un favor�
Laia me esperaba sentada en una de las mesas de aquel
elegante bar. Todas las mesas estaban decoradas con manteles de algod�n bordados
y cada mesa dispon�a de una l�mpara y un bonito cenicero. Era un lugar de clase,
de eso no cab�a ninguna duda.
La primera vez que la vi me dio la impresi�n de que era una
mujer de lo mas normal, pelo corto y rubio, alrededor de cuarenta a�os, manos
delgadas y huesudas, traje chaqueta� pero al acercarme me di cuenta de que unos
penetrantes ojos verdes otorgaban al conjunto de su persona una belleza
totalmente inusual.
Iba a ser todo un placer violarla.
La hab�a conocido cinco d�as antes, por Internet. Yo soy un
escritor habitual de relatos er�ticos, en su mayor�a de sadomasoquismo o sexo
"no consentido" y ella me escribi� un correo electr�nico. Simplemente dec�a
"necesito ayuda".
Era ella, estaba leyendo "soy leyenda" de Richard Matheson.
Esa era nuestra clave.
-�Es bueno el libro? �le pregunte mientras tomaba asiento.
Ella me miro y simplemente asinti�.
-Eres Laia �verdad? �pregunt�.
Ella volvi� a asentir.
Ped� un agua mineral con gas, ella beb�a una copa de vino
blanco. Estuvimos hablando de tonter�as, explic�ndonos trivialidades sobre
nuestras vidas, relaj�ndonos y bebiendo hasta que finalmente opte por tomar el
camino mas corto atendiendo a que ella parec�a no decidirse.
-�Y ahora que me conoces que opinas de mi?
-Mi opini�n ha mejorado. Me gustan tus relatos, me gustas tu.
�Y tu que opinas de mi?
Me acerque a su o�do y le susurr� lentamente.
-Si tu fantas�a es que alguien te viole, yo lo har�.
Ella simplemente sonri� ilumin�ndosele toda la cara, parec�a
aun mas hermosa.
-�C�mo lo haremos? �pregunt�.
-Primero preoc�pate por ponerte bien guapa �le dije- sientete
c�moda. La ropa que t� quieras pero sientete guapa por dentro y por fuera.
Recorre las calles de esta ciudad lentamente, permite que esa ropa se deslice
por tus muslos, por tus hombros. Que la gente te coma con la vista. Camina con
la cabeza levantada.
-�Qu� tipo de ropa quieres que me ponga?
-Esa es tu decisi�n, igual que ha sido tu decisi�n venir
hasta mi. Al igual que has decidido que alguien te viole. Son tus decisiones. Tu
conoces perfectamente la ropa que hace que te miren, que te hace sentir superior
a cualquier otra mujer.
-Yo no tengo ropa as�.
-Todos tenemos ropa as�. Incluso t�. Busca en el armario de
tus recuerdos. Y si no tienes esa ropa entonces busca en el fondo de tu bolso,
coge unos cuantos billetes y te la compras. �Entendido?
Ella asinti� con la cabeza.
-Hoy estamos a Lunes d�a 2 �le dije se�alando la fecha que
hab�a impresa en la portada de un peri�dico que reposaba encima de la mesa- el
pr�ximo viernes d�a 6 quiero que me esperes en este mismo bar a las 4 en punto
de la tarde. Sal de casa por la ma�ana, pasea vestida de esa manera, ve a comer
a un buen restaurante y bebe una copa de vino, no te emborraches, no quiero
sentir que estoy violando a una borracha. Me entregar�s una copia de las llaves
de tu casa y un papel con la direcci�n.
Aguard� unos instantes para ver su reacci�n a mis palabras.
Simplemente me miro y asinti�.
-Despu�s volver�s a tu casa, pondr�s m�sica y te sentar�s en
el sof� a leer un libro. Yo llegare esa misma tarde y te violar�.
-Pero todo esto parece demasiado premeditado� es como si
esperase a alguien simplemente para hacer el amor.
-No ser� as�, t� conf�a en m�. �De acuerdo?
Laia asinti� de nuevo.
-No se �dijo- no tengo ninguna experiencia al respecto de
estas fantas�as. Deber� confiar en ti.
-Hazlo.
Nos despedimos all� mismo en aquel mismo momento. Cuatro d�as
mas tarde volv�a a entrar en el mismo bar. Eran las cuatro en punto de la tarde
de un soleado 6 de septiembre. Laia estaba en la misma mesa, vest�a un traje
liviano de algod�n de color crema que resaltaba aun mas el moreno de su piel.
Estaba simplemente radiante. Me acerque a su mesa y extend� la mano, ella puso
en mi palma un papel doblado y un juego de llaves. Luego se levant� y sali� del
local.
Yo esper� a que saliese, entonces cog� mi tel�fono m�vil y
llame a las tres personas que hab�a decidido que iban a violarla. Les di la
direcci�n que estaba apuntada en el papel y les dije que acudieran en una hora.
Ella quer�a una violaci�n en toda regla y a fe m�a que se la
iba a proporcionar. Iba a ser violada sin compasi�n por cuatro desconocidos.
Tres personas y yo mismo.
Tard� poco menos de quince minutos en llegar en mi taxi, era
una casa unifamiliar en la parte alta de la ciudad. Ideal. Nadie podr�a
escucharla cuando gritase. Era la vivienda de alguien de mucho dinero. Por lo
que ella me hab�a dicho su marido era un cirujano bastante famoso. Ahora estaba
en Mosc�, en una especie de congreso. Quiz�s estar�a tirandose a una putita rusa
de 17 a�os mientras cre�a que su mujer estaba en la otra punta de Europa
esper�ndole pacientemente. Al cabo de treinta minutos apareci� mi primer
c�mplice. Un muchacho de unos 20 a�os que hab�a reclutado por Internet en un
Chat de sexo. Despu�s apareci� Carlo, un amo amigo m�o con el que hab�a
compartido algunas sesiones con sumisas que me hab�an servido para escribir mis
relatos y finalmente apareci� un tipo gordo de unos 45 a�os. Los cuatro �ramos
diferentes. Diferentes edades, diferentes gustos, diferentes tama�os�
Cog� las llaves y abr� la puerta principal de la casa. Los
cuatro nos deslizamos con sigilo. Laia estaba leyendo estirada en un sof� del
comedor. Les hice una se�a para que esperasen y entr� en el comedor. Cuando ella
me vio dio un salto y se levant� del sof�. Yo simplemente me dirig� a ella y la
derrib� de un pu�etazo. Cay� al suelo desmayada. De su nariz comenz� a salir un
hilillo de sangre.
Cuando Laia despert� estaba desnuda en su cama, abri� los
ojos y nos mir� a los cuatro, uno a uno. Est�bamos todos desnudos y el m�s joven
se estaba haciendo una paja mientras Carlo no dejaba de re�rse.
-�Qu� es� es� es esto? �pregunt� Laia intentando tapar su
desnudez con sus propios brazos.
-�No quer�as una violaci�n? �Dije yo acerc�ndome a la cama-
vamos a ello.
Carlo la agarr� de las piernas inmoviliz�ndola y yo de los
brazos. Carlo abri� las piernas de Laia e inmediatamente el muchacho joven
acerc� su polla al co�o perfectamente depilado de la mujer y la penetr� de
golpe. As� lo hab�amos decidido. Porque la herramienta del muchacho media mas de
20 cent�metros.
Laia se retorci� de dolor, apenas estaba lubricada. El
muchacho comenz� a bombear con fuerza. Yo le propin� varias bofetadas a Laia
quien segu�a resisti�ndose. El gordo la cogi� de la cabeza e intento meter su
polla en la boca de ella pero era imposible. Laia se retorc�a como una Leona.
Entonces Carlo solt� sus piernas y le propin� primero un fuerte pu�etazo en uno
de los pechos y despu�s la cojio del pelo.
-Vas a colaborar �la dijo mientras Laia se retorc�a de dolor-
o ser� aun peor de lo que imaginas.
El gordo acerc� de nuevo su polla y Laia abri� su boca
ligeramente, el gordo se la meti�. Ella chupaba torpemente mientras de su boca
escapaban espumarajos y chillidos de dolor provocados por la penetraci�n del
joven que r�pidamente se corri� dentro de la mujer. J�venes� tanta polla y tan
poco aguante.
Le hice una se�a a Carlo quien hizo apartarse al gordo y
cojio a la mujer sent�ndola encima de �l, Laia apenas opuso resistencia y la
polla de Carlo entro de golpe dentro del co�o de ella, entonces yo me coloque
detr�s de la mujer quien previendo lo que iba a suceder comenz� a intentar
desembarazarse de ambos. Un nuevo pu�etazo de Carlo la hizo desistir del
intento. Puse mi polla en la entrada de su culo y di una r�pida embestida, mi
polla entro de golpe en su ano mientras ella lanzaba un desgarrador grito.
-�No quer�as ser violada, querida? �repet�.
Laia intentaba zafarse de nosotros pero la ten�amos
perfectamente ensartada as� que comenzamos un fuerte y coordinado bombeo que la
hizo comenzar a llorar de manera desconsolada, ahora descansaba sobre el pecho
de Carlo, medio desmayada, mientras mi polla se abr�a paso en su blando culo.
Ambos nos corrimos de golpe.
-Haced lo que quer�is con ella �dije mientras me limpiaba la
polla con las sabanas (hab�an restos de sangre y excrementos)- ten�is 60
minutos. Os espero en el comedor.
Los tres hombres sonrieron.
Cuando alguien me pide que haga algo. Yo simplemente lo hago
as� que tened en cuenta eso antes de pedirme que os haga un favor.