Relato: Zapatos Rojos (I)





Relato: Zapatos Rojos (I)


Zapatos Rojos





Cap�tulo I



Iba de tienda en tienda esa ma�ana, buscaba sin cesar ese par
de zapatos rojos de raso, con tac�n de aguja, perfectos para combinarlos con
aquel vestido que me obsequi� Mariano. Esa noche ser�a especial, as� que lucir
perfecta era mi misi�n.



Caminando por el callej�n Barroco, encontr� una zapater�a que
exhib�a en su peque�a vitrina justo los zapatos que hab�a estado buscando. La
tienda aunque peque�a, pose�a una mercader�a exquisita. Me qued� embrujada en la
calzada, viendo hacia dentro, cada detalle tanto en zapatos, carteras y
accesorios, pero sin darme cuenta, que desde adentro hab�a alguien que me
observaba a mi de la misma forma como lo hac�a yo con cada articulo de la
vitrina.



Repentinamente, la voz de un hombre, me sac� de mi estado
hipn�tico. Era el due�o de la tienda, que me invitaba a pasar, para ver mas de
cerca su mercanc�a:



- �Se�orita! - dijo el hombre - Entre y vea con mas detalle
lo que le guste, sin ning�n compromiso de compra...



Su voz, me trajo de nuevo a la realidad, ya que me encontraba
volando alto, imagin�ndome junto a Mariano, entrando al gran sal�n de festejos
del Hotel Imperial, lugar d�nde �bamos a anunciar nuestro compromiso.



- Gracias, si claro, de hecho quiero medirme esos zapatos
rojos� le respond� al tendero, se�al�ndole los zapatos.



Una vez adentro, y luego de haberle dado mi talla, el hombre
me pidi� cort�smente que tomara asiento mientras esperaba por �l. Al contrario y
muy decidida a seguir escudri�ando, pero ya con mas detalle, comenc� a ver entre
las estanter�as la cantidad de hermosos detalles de prendas elaboradas en
pedrer�a de la m�s fina, las deliciosas carteras de piel, y el resto de los
calzados.



Una vez que el hombre regres�, me encontr� con la mala
noticia de que justo el d�a anterior hab�a vendido el �ltimo par que ten�a de mi
talla.



- Pero si Usted desea, le podemos hacer un par a su medida �
me dijo el hombre, que luego me aclar� que ellos mismos elaboraban cada pieza de
las que all� se exhib�an. � Venga y pase a la trastienda y all� le tomar� las
medidas necesarias -.



Decidida a no dejar ir ese hermoso par de zapatos, pas� a la
habitaci�n contigua. Era una habitaci�n muy bien iluminada, con una gran ventana
de roble en la pared del fondo y una portezuela que conduc�a a un traspatio. Las
paredes, impecablemente pintadas de blanco, luc�an fotograf�as en blanco y
negro. Hab�a fotograf�as de todo tipo, grandes, peque�as, de paisajes, de
familias, animales, pero hab�a una que llam� especialmente mi atenci�n. La
fotograf�a retrataba a una hermosa mujer, de piel muy blanca, ojos claros,
cabello rubio. La imagen era de cuerpo entero. Ella se encontraba desnuda,
apoyada sobre un muro, miraba fijamente a la c�mara, su cabello largo tapaba
sutilmente sus peque�os senos, en los que sobresal�an unos hermosos pezones.
Delgada, con una cintura bien delineada, y con caderas anchas. Su pubis
completamente depilado. Ten�a las piernas abiertas y su mano derecha se
encontraba sobre su muslo izquierdo, mientras que con su mano izquierda hacia la
se�al de llamada, como pidiendo a su fot�grafo que se acercara de una vez a
ella. Realmente la fotograf�a no era la mejor que haya visto, pero la mirada de
aquella chica, la expresi�n de su rostro, la forma en la que su cuerpo ped�a que
lo acariciaran, me hizo sentir una ligera excitaci�n.



Me sent� un poco turbada, al darme cuenta que el tendero
hab�a estado observando cada movimiento hecho por m�. Lo mir� en silencio y con
un gesto de mi rostro le pregunt� �qu� esper�bamos?. �l me se�al� un c�modo
sill�n que se encontraba a mi izquierda y me pidi� que tomara asiento.



Esa ma�ana, me hab�a vestido con una falda corta de color
blanco, que dejaba ver mis muslos firmes, un top muy fresco de color rosa, ya
que el calor que estaba haciendo ese verano era sofocante, llevaba unas
sandalias de cuero trenzado, y un peque�o bolso color caf�, con las cosas
necesarias.



Cuando me sent� en el c�modo sill�n, el tendero acerc� un
banquito acolchado y forrado con una suave tela y un peque�o ba�l. Se sent� en
el suelo, frente a m�, y me pidi� que colocara mis pies descalzos sobre el
banco, para �l poder tomar las medidas necesarias.


Me sent� un tanto inc�moda, ya que mi vestuario poco ayudaba
a que levantara mis piernas y acomodara mis pies sobre el banquito. Junt� mis
rodillas y me acerqu� lentamente a mis pies, mientras el tendero miraba
fijamente cada uno de mis movimientos. Cuando me agach� mi top se despeg�
suavemente de mi piel, y dej� entrever mis senos, peque�os, redondos, mi cabello
ca�a suavemente formando una cortina que por minutos hac�a impenetrable su
mirada, o dejaba al descubierto mi disimulada desnudez.



Observando el aprieto en el que me encontraba, �l me ofreci�
su ayuda, y quitando mis manos de la sandalia que estaba desabrochando, tom� mi
pi� y lo descalz� con suavidad. En ese instante nuestros ojos se toparon de
frente y fue cuando detall� en realidad el rostro de aquel hombre, que me hab�a
resultado tan indiferente hasta ese instante.



Sent� la cercan�a de su aliento y mir�ndolo a�n fijamente a
sus ojos color caf�, me incorpor� nuevamente y me reclin� contra el respaldo del
sill�n. En ese momento, comenc� a sentir como los tibios flujos de una
inesperada excitaci�n, recorr�an mi interior. Mis pezones se endurecieron
lentamente y se levantaron, para mostrarse sin ninguna reserva sobresaliendo por
los tejidos de m� top.



Sus manos comenzaron a acariciar mi pie descalzo, mientras
mis ojos lo segu�an fijamente. En ese instante son� mi m�vil, cosa que nos
sobresalto a ambos y me hizo retirar de manera apresurada mi pie de entre sus
manos.



-�Hola! - respond� la llamada. Su nombre aparec�a en la
pantalla. MARIANO ARNAL. � Cari�o, d�nde est�s?. Te estuve llamando esta ma�ana
temprano, para encontrarnos, pero no me atend�as. � Hice un breve silencio
mientras escuchaba su explicaci�n, a la vez que miraba los ojos de este hombre
que a�n esperaba frente a m�.


-�Oh! Como lo siento Mariano, pero dime �crees que podamos
vernos para cenar?... Esta bien. Ser� hasta ma�ana entonces-.


Termin� la llamada, y no s� por qu�, apagu� el m�vil y lo
dej� caer en el fondo de mi bolso nuevamente.



- Disculpe la interrupci�n, �podemos seguir?



�l asinti� con la cabeza, sin pronunciar una sola palabra. Me
apresur� a colocar mi pie descalzo sobre el banquillo y le acerqu� el otro, sin
retirar mis ojos de sus ojos. �l lo tom� delicadamente, retir� la sandalia y con
sus manos lo masaje� suavemente, a lo que mi cuerpo sigui� reaccionando.



Llev� mi pi� hasta el banquillo y comenz� a medir. En mi
mente comenzaron a aparecer im�genes, la foto de la rubia desnuda, la
habitaci�n, el patio trasero que ahora hab�a comenzado a llamar mas mi atenci�n,
puesto que desde donde estaba sentada, pod�a ver a trav�s de la abertura de la
puerta un banco de jard�n, de hierro forjado, con detalles en madera, un hermoso
rosal y algo que parec�a una fuente.



-Listo Se�orita - me dijo el tendero. Y tomado de nuevo mi
pie, comenz� a calzarlo, a lo que reaccion� con un movimiento. Me levant� del
c�modo sill�n y camin� hacia el patio. �l me sigui� con la mirada. Abr� por
completo la pesada puerta de madera, lo que termin� de iluminar la habitaci�n.
Me detuve frente al banco del jard�n, cerr� los ojos y respir� profundamente. No
lo hab�a notado, pero �l me hab�a seguido, se detuvo detr�s de m� y cuando menos
lo pens� me abraz� por detr�s y con sus fuertes brazos cubri� mi pecho. No me
inquiet�. Lo deseaba tanto como �l. Sus manos comenzaron a seguir mis formas sus
dedos encontraron mis pezones, endurecidos. Delataban mi deseo.



Bes� suavemente mi cabello, mientras acercaba mas aun su
cuerpo al m�o. Sent� su pecho bordeando por completo la l�nea de mi espalda y un
bulto comenzaba a crecer sobre mis nalgas, a lo que respond� con un suave
contoneo de mis caderas. Me gir� suavemente, hasta ponerme frente a el. Nuestros
ojos se encontraron nuevamente, nuestros labios se deseaban. Me carg� en brazos
y atravesamos el patio, hasta llegar a una nueva puerta, que se encontraba
abierta y conduc�a a una habitaci�n oscura.



Una vez adentro, me llev� hasta un c�modo sof�, se alej� de
m�, cerr� la puerta, encendi� una l�mpara que emanaba una luz tenue, se acerc� a
una vieja c�moda de donde sac� un yesquero y se dispuso a encender las velas que
adornaban la peque�a estancia.



Se acerc� a m�, bes� suavemente mis labios y se alej�
nuevamente, saliendo de la habitaci�n, a lo que supuse iba a cerrar la tienda.



A los minutos regres�, tra�a en las manos un bolso, que
deposit� sobre la c�moda, se quit� la camisa, dejando al descubierto su bien
formado pecho y se acerc� a m�. Sin pronunciar una sola palabra comenz� a
mordisquear suavemente mis pezones aun cubiertos por mi ropa y con sus manos
acarici� mis muslos, mientras sub�a mi falda.



Se detuvo y nuevamente se acerc� a la c�moda, de donde sac�
un par de esposas. Sent� un poco de temor, pero sus ojos me hac�an confiar. Me
quit� el top, termin� de subir mi falda hasta mis caderas, suavemente tom� mis
manos, llev� a mis brazos hacia atr�s, colocando en mi mu�eca derecha las
esposas y pasando la cadena de esta detr�s de una manilla que sobresal�a de la
pared, para luego asegurar mi otra mano. Simplemente cerr� mis ojos y me dej�
llevar.


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